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Príncipe y siervo. Amor idiota y leal por albert2822

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Notas del capitulo:

BUENAS, creo que voy a llorar, POR FIN PUDE PUBLICAR, después de un mes. Disculparme otra vez creo que no es suficiente, pero aun así lo siento. La verdad es que he tenido muchas cosas en la universidad, entre trabajos, realizar guiones, etc... y casi no tenía tiempo de escribir hasta esta semana. Bueno, espero compensaros con  el capitulo, aunque siento dar otra mala noticia, a finales de noviembre tengo los finales y no tendré tiempo de escribir en lo que resta de mes, por tanto, siento que tengais que esperar posiblemente hasta diciembre para la continuación, sorry.


Bueno, sobre el nuevo capitulo, espero que os guste y que comenteis muchas cosas.

Escena Decimoquinta, Tercera Parte. Un rubio y su marimo. Objetivo: Ambición Vegapunk


6 de Enero de 1916, Noreste del Desierto del Sahara, Libia.


Los ojos del peliverde no se podían ni imaginar lo que estaba ocurriendo frente a ellos. Por más que intentaba apartar la mirada, la rabia le impulsaba a observar aquella horrible escena. Sanji gritaba de agonía, sin que fuera capaz de cesar el rastro de lágrimas que estaba dejando por su rostro. Los movimientos de aquel soldado aliado eran bruscos, nada apetecibles y estaban provocando un fuerte dolor al chico de ceja rizada, tanto físico como emocional. Pero no podía hacer nada ya que se encontraba en una situación sin escapatoria.


Ain apuntaba con el revolver directamente al entrecejo de Zoro a pesar de su forcejeo y sus gruñidos furiosos; y Sanji estaba prisionero entre los brazos del militar Bins, siendo violado agresivamente. Esas sensaciones que sentía el rubio, para nada se asemejaban a cuando se aferraba a su marimo, lo único similar eran sus cabellos verdosos. Pero debía aguantar. Si por él fuera, prefería morir a este vil asaltamiento de la dignidad de una persona, pero… había un factor que influía en gran medida: Zoro. La vida de su amante también estaba en juego, y aunque le asqueara horrores, acataría lo que fuera necesario si con eso diera alguna oportunidad de supervivencia a este. Sin embargo, la paciencia de Zoro era muy diferente a la del rubio. Sus impulsos estaban a punto de hacerle una mala pasada que le podría costar la vida.


-Jajaja, no voy a detenerme hasta que haya desgarrado tu ano por completo- amenazaba Bins sin detener sus abruptas embestidas, mientras disfrutaba con creces aquellas tortura sexual- Pienso destruir ese culito hermoso que tienes.


-¡Ni te atrevas! – contestó intimidantemente Zoro tras escuchar aquellas amenazas del militar.


-¡Cállate la boca o te vuelo los sesos delante de tu novia!- afirmó en tono amenazante Ain, quien no se andaba con tonterías. A la vez, presionaba más  la pistola contra la frente del marimo.


-Zoro… por favor…- fueron las únicas palabras que alcanzó a decir Sanji justo antes de desmayarse por los duros golpes que estaba recibiendo allí abajo. Eran palabras para calmar los arrebatos de ira de su novio, pero este quedó a un más preocupado al verlo desvanecer ante sus ojos.


-Grr…- gruñó Zoro pero a la vez consiguió atisbar por la ventana de la habitación algo reluciente que se acercaba a gran velocidad desde el edificio de enfrente.


Exactamente estaba ocurriendo eso mismo que había observado el de cabellos verdosos. Ese objeto de matices plateados y que resplandecía con la luz del sol, entró como una flecha y fue directo a su objetivo. Se clavó en el rostro del soldado aliado Bins quien cayó muerto al instante por la lanza que tenía clavada en su cuerpo.


-¡¡¡¿Bins?!!!– gritó alarmada la chica llamada Ain al ver como habían asesinado a su compañero de la nada y ver que ahora ella corría peligro- ¿Qué ha sido eso? ¿Tenéis más gente con vosotros? Contesta, cabrón.


La joven de azulados y lisos cabellos como el anochecer se encaró contra su prisionero peliverde, apuntando con mayor frialdad a este para que le diera una rápida explicación de lo que estaba ocurriendo.  Pero no se esperaba aquella ingrata sorpresa que recibió. Era la cara sonriente de Zoro. Con gran habilidad en las piernas, el espadachín, empujando con sus dos manos maniatadas, flexionó su pierna derecha para darle una patada en la rodilla a la joven militar. Ain cayó al suelo y en seguida se puso de pie en posición de contraataque.


-Maldito, ¿cómo osas hacerme esto? Aún puedo matarte a ti y luego a tu putita rubia- volvió Ain con las astutas amenazas. Sin embargo, esta vez ya no tenía valor para Zoro ya que ahora nadie estaba atacando al rubio y podía actuar en plena libertad.


-Siento decirte que este es tu fin, mujer- intimidó Zoro a Ain mientras su rostro cambiaba a uno propio del mismísimo infierno.


Este acto, sumado al repentino ataque sorpresa que se había cobrado la vida de su compañero Bins hicieron que la chica militar tomará la decisión de huir. Con paso veloz se dirigió hacia la puerta de la habitación pero cuando estaba  a punto de escaparse, un joven de rosados cabellos la detuvo.


-Alto ahí. Estás arrestada en nombre de la justicia y la paz del mundo- dijo aquel chico joven que Zoro conocía desde hace un tiempo.


-Ya te vale Shuraiya, podrías haber llegado antes- le replicaba Zoro a su homónimo en la batalla- Déjate de discursitos de superhéroe y detén a este harpía. Cuanto antes este arrestada, mejor para todos.


El joven militar Shuraiya se limitó a no contestar aquellos reproches de su compañero. No era su actitud y prefería callar. Aunque en el fondo sabía que le estaba agradeciendo por haber venido a salvarlos, en especial al rubio.


-Ja, podéis haber vencido hoy pero…- Ain comenzó a correr como si no hubiera un mañana y se encaminó hacia la ventana. Justo antes de saltar, se volteó cara los dos chicos y les dijo- No venceréis tan fácilmente. ¡PX.2 actívate! Te dejo el esto a ti, cacharro de metal.


Tras acabar de decir estas palabras, la mujer se tiró por la ventana huyendo mientras los otros dos la miraban boquiabiertos. Pero lo que más les intrigaba eran las últimas palabras que dijo aunque no pasó mucho tiempo hasta averiguar la respuesta. De repente, una explosión estruendosa se escuchó muy cercana al edificio donde se encontraban. Ambos se asomaron por el hueco del ventanal y nuevamente se quedaron atónitos. Allí, en medio de la plaza de la Aldea de Orange se encontraba una especie de humanoide enorme. Iba vestido con una camiseta negra y unos pantalones con extraño estampado que no llegaban a distinguir desde su posición. Pero lo más curioso y a la vez aterrador eran los explosivos que lanzaba por las palmas de sus manos, causantes de la ensordecedora explosión de hace unos instantes.


-Shuraiya, siento ser egoísta, pero debo pedirte que protejas a Sanji. Yo me encargaré de ese monstruo- explicó sus intenciones Zoro a su compañero.


-¿No creerás que soy una doncella en apuros que no puede defenderse sola? Siento que hayáis tenido que presenciar esto…- Sanji tuvo que hacer una pausa para intentar no recordar lo vivido estos últimos minutos- siento haber sido rebajado de esta manera…- acentuó estas palabras mirando fijamente a su novio. Parece que el rubio se había despertado con un cadáver encima, el cual apartó, mientras que los otros dos observaban la situación desde la ventana. Como pudo, se vistió y se dirigió a sus dos compañeros de oficio.


-¿Seguro que te encuentras bien? Podemos encargarnos nosotros sol…- pero Zoro no pudo terminar de hablar cuando el rubio se acercó a él y lo calló con un tierno beso en los labios, el cual, Shuraiya intentó no ver para dejarles más intimidad a los dos.


-Estoy bien, no te preocupes- contestó Sanji con una de las mejores sonrisas del mundo para tranquilizar al manojo de preocupaciones que era su novio a veces- Además, vosotros solos no podéis vencer a esa bestia, ni siquiera sé si lo haremos los tres…


Sanji y Zoro se miraron tras pronunciar aquellas palabras por parte del rubio. Sin duda era otro duro momento, y en una peligrosa situación, de la cual si salían con vida sería una buena anécdota para contar a sus nietos (si es que tienen, porqué lo veo un poco difícil XD)


-Ahora entiendo que desees atesorar a alguien así a tu lado, Zoro…- dijo Shuraiya en voz baja justo antes de partir a la dura batalla que les acontecía.


-¿Eeeh?- preguntó el peliverde quien no había escuchado bien aquellas palabras de su compañero, pero el de rosados cabellos movió la cabeza para quitarle importancia a lo que había dicho para que Zoro no se preocupara.


Instantes más tarde, los tres soldados del cuerpo de élite de los exiliados, saltaron por la ventana para derrotar aquel enemigo formidable, que sin duda suponía un terrible problema para la supervivencia de la raza humana de todo el planeta, incluso para el mundo en sí.


Momentos antes, a unos kilómetros en la lejanía de la Aldea de Orange, algo inédito estaba ocurriendo en la base militar de Baltigo, la casa de los exiliados.


-¿Tú…?- dijo la militar Tsuru en tono alarmante tras reconocer en seguida a las personas que estaban frente a ella.


En la entrada de la base había dos hombres, o lo que quedaba de ellos. Digo esto por las condiciones nefastas en las que se encontraban: con graves heridas a punto de infectarse, cubiertos por los vendajes que portaban, deshidratados y a punto de desfallecer por el hambre. Pero sin duda, quien mayor temor provocaba a la mujer era quien estaba en peores condiciones. Este era portado en brazos por el otro debido a su situación, desmayado y medio moribundo. Dejando de lado su estado, presentaba un aspecto de un hombre galante, de ropajes buenos pero desgastados por la árida travesía por el desierto, y con el cuerpo repleto de vendajes y cicatrices. Por otro lado, el que estaba consciente llevando a su amigo malherido parecía tener mejor musculatura, menor edad pero un semblante más desencajado y recio, que no era para nada de fiar. Pero lo peor de todo no era el físico no la situación en la que se encontraban, sino quienes eran y el miedo que infundían en la jefa Tsuru con solamente su presencia en aquel lugar.


-Le pedimos ayuda y asilo- dijo escuetamente aquel hombre de facciones añejadas, de cuerpo fornido y de cabellera rapada en su totalidad.


-¿Cómo pretendes que ofrezcamos cobijo y ayuda a nuestro propio enemigo? Sería de necios hacerlo. Debería arrestaros ahora mismo a los dos, sobre todo a él, aprovechando la situación en la que os encontráis. Que os juzguen por vuestros delitos cometidos- la jefa Tsuru no se dejaba doblegar por nada, y menos ante este peligro que representaban aquellos dos sujetos.


-Esa es nuestra mayor desgracia… Los terribles errores cometidos en el pasado a causa de seguir al amor- dijo aquel individuo de cabellera pelada y grisácea quien en ningún momento dejó de proteger aquello que llevaba en sus manos.


Esta última frase se clavó de lleno en el gélido corazón de la militar. Jamás mostraba sus emociones ante nada ni nadie, y menos delante de enemigos, pero ahora era distinto. Sus ojos se distanciaron,  su corazón se quedó oprimido como si el dolor más grande del mundo habitara en él y su mente se perdió ente los difíciles recuerdos del pasado.


Inicio del Flashback. Hace 25 años. 14 de Noviembre de 1893, Londres, Inglaterra.


Por los pasillos del cuartel general de la armada inglesa, el complejo más conocido como Ennies Lobby, un grupo de militares cuyas batallas les había unido en una buena amistad, estaban paseando mientras mantenían una de sus cotidianas conversaciones de risas y alborotos.


-¡Hey! ¿Sabéis las nuevas noticias?- inició la charla el capitán de cabellos negros y redondos como una esfera, cuyo nombre era Sengoku, antes de ser nombrado general de la armada- Nuestro Garp se nos casa por fin, y además viene con sorpresa incluida, jajaja.


-Joder Sengoku, ¿es qué no puedes mantener tu bocaza cerrada?- el joven y apuesto capitán Garp, uno de los más afamados del cuartel, le recriminó a su amigo su habladuría de más- Ocúpate de estar más tiempo con tu hijo y quitarle todas esas tontas ideas de ser militar, antes de que lo pierdas para siempre.


-No te metas en mis asuntos- contestó reacio Sengoku encarándose con su viejo amigo de contiendas por el tema tabú que había cogido.


-Lo mismo digo- respondió ahora Garp mientras parecía que allí iban a saltar chispas de enfrentamiento. Pero por fortuna, había un hombre más sabio capaz de detener esta absurda pelea y retomar la paz.


-Enhorabuena por partida doble, Garp- dijo contento el tercero de los hombres y posterior conde de Glasgow, el capitán Edward Newgate, intentando desviar la conversación para evitar la pelea- Estoy deseando que nuestros dos hijos jueguen y se lleven bien.


-Yo también lo deseo, Shirohige- contestó Garp más calmada al desviar su atención, y quedando así más complacido Newgate por haber conseguido su objetivo.


-Tsuru, ¿es qué no vas a decir nada? ¿No te alegras de que el picaflor de Garp haya sentado su cabeza de una vez?- de nuevo Sengoku, quien en el futuro tendría más conciencia con sus palabras, estaba metiendo la pata de lleno.


La joven marine Tsuru, una soldado apuesta y hermosa pero de fuerte carácter que había conseguido hacerse un gran nombre entre tanta testosterona bélica masculina, intentaba mantenerse al margen de las celebraciones. Pero, aquella intervención tan oportuna de su amigo le hizo dar la cara. Sin duda, las noticias entorno al futuro de Garp habían hecho mella en la capitana. Sobre todo en su corazón, el cual era conocido por no mostrar sensación ni emoción alguna a pesar de albergar en su interior un gran amor no correspondido hacia el recién prometido Garp.


-Enhorabuena Garp… Estoy segura que Curly Dadan se lleva un buen partido como marido- a Tsuru le costaba articular bien las palabras después de la repentina noticia, pero se armó de valor para afrontar la situación.


-Gracias…- contestó cortadamente el joven marine que se había dado por aludido.


-Ahora si me disculpan, el general Kaido me ha llamado que acuda a su despacho para hablar de mi próximo misión- tras decir estas palabras, Tsuru se volteó y comenzó a caminar alejándose de los otros tres sujetos.


Conforme sus pasos se distanciaban, el mar de lágrimas que se desbordaban por sus ojos iba aumentando. Las primeras y únicas lágrimas de aquella marine luchadora quien a partir de ese entonces decidió dejar de lado todo el amor que sentía y que podría llegar a sentir en su corazón.


Fin del Flashback.


Estos duros recuerdos fueron la única influencia para que Tsuru tomará la próxima decisión que afectaría al estado de la base.


-Todos hemos sufrido de desamor alguna vez e iría contra mi ley no aceptar la petición de dos exiliados como vosotros, seáis del bando que seáis y hayáis cometido los errores que sea- con estas palabras la jefa Tsuru dio el permiso para que aquellos misteriosos transeúntes se alojaran en el cuartel militar que ella misma regía.


Una vez en el interior de la base, acomodaron al hombre herido en una de las habitaciones del piso de abajo para que descansara y esperaron hasta que el resto de compañeros regresaran allí. Estos no volverían hasta pasadas largas horas y una no muy grata sorpresa les estaría aguardando en su lugar de descanso. Mientras, el silencio estaba muy presente entre los sujetos que se encontraban en la base. Ni una palabra volvió a escucharse por las bocas de aquellos sujetos a excepción de las mínimas para la convivencia y el entendimiento. Atendieron al hombre herido, sobre todo cuando su fiebre subió, y el resto de tarde la pasaron cada uno pensando en sus asuntos, Tsuru en sus soldados y el otro hombre en la nueva situación en la cual se habían metido.


Era ya de noche, y la rasca comenzaba a notarse en las áridas dunas del desierto. No tardaron mucho en asomarse por las cercanías de la base de Baltigo, los miembros que se habían desplegados para atender a las distintas misiones. Lo más notable era que por mera casualidad, todos ellos llegaban al mismo tiempo. Por el norte llegaba el grupo formado por la pareja protagonista, Shuraiya y un  pesado bulto remolcado por los tres, mientras que por el sur se acercaba Bellamy algo hastiado por lo que parecía.


-Ya os vale. Vosotros vais tres para defender a un poblado y yo tengo que ir solo. Por casi no lo cuento… pensé que solamente era el capitán Mushuru pero me tocó enfrentarme también a sus subordinados Chess y Kuromarimo- reprochaba el militar rubio al ver llegar juntos a sus tres compañeros de batallas, después de una larga pelea donde estaba solo- La próxima vez, Shuraiya, si decides intervenir en la batalla, ve con el que está en desventaja numérica, joder.


-Vale, vale, menuda lluvia de reproches llevo hoy- dijo algo cansado el chico de cabellos rosados, después de la bronca matutina por parte del marimo y ahora por parte del rubio- Si no ayudo, porque no ayudo, y si ayudo, porque ayudo.


-Bueno… lo importante es volver a ver vuestros getos, jajaja- decía en tono más risueño y pizpireto Bellamy, quien en el fondo se alegraba de volver a ver enteros y a salvo a sus compañeros de exilio- Por cierto, ¿Qué es esa cosa enorme que arrastrais?


-Vayamos dentro y te lo explicamos- dijo Zoro mientras llegaban a la base, dejando en el exterior el enorme cacharro metálico que portaban.


Fue Bellamy el que mientras dejaban la carga, se dispuso a abrir la puerta de la base. Pero, era sin duda el menos indicado para conocer de primeras la nueva situación que se vivía en el cuartel. Tras abrir, halló sentado en uno de los sillones de descanso a aquella persona de cabellera pelada y su rostro cambio en seguida.


-¿Qué hace aquí la mano derecha de Sir Crocodile?- jamás, en todo el tiempo que conocían a aquel extravagante militar rubio habían visto la seriedad con la que trató este tema, que de algo estaban seguro, le afectaba de lleno.


La mano derecha de aquel hombre tan importante de la Alianza, se disponía a contestar aquella pregunta tan abrupta, pero fue detenido por la mano de la jefa Tsuru, la cual se encargaría de explicar su decisión. Mientras, el resto de miembros del escuadrón de los exiliados entraron a la base, hallándose con la misma sorpresa pero expectantes del dictamen de su superiora.


-A partir de ahora estarán refugiados como nosotros en esta base, y se encargarán de las mismas funciones que el resto, y no se hable más. Es una decisión de vuestra jefa y debéis acatarla tanto si os gusta como si no- Tsuru no se andaba con tapujos y desde un principio dejó bien clara la nueva situación de la base.


-Ja, esos es de locos. ¿Desde cuándo se ha visto que se de asilo a los enemigos?- a Bellamy le costaba mucho aceptar aquellas órdenes de su superiora, porqué en el fondo él tenía motivos para hacerlo- Además, ¿Quién hay más en la base?


-Yo- del fondo de la planta baja, de una de las habitaciones, un hombre herido, con vendajes nuevos, se despertó de su descanso, sobre todo después de escuchar que hablaban de él, y decidió intervenir en la conversación.


-Sir Crocodile. Será mejor que no se meta en este asunto. Esto es algo entre mi subordinado y yo, entiende- en este momento Tsuru tenía dos intenciones, por un lado no echar más leña al fuego, y por otro, emplear su cargo como jefa de la base.


-Por supuesto- asintió sin reproches Sir Crocodile, ya que entendió perfectamente que no estaba en posición de meterse en la disputa.


-Me niego a convivir con un hombre que era compañero de la persona que asesinó a todos los miembros de mi banda. Por ahí no pienso pasar- relevó el chico rubio cual era ese resentimiento hacia aquellas personas que más odiaba en el mundo.


-¡¡¡Bellamy!!! ¿Necesitas que te recuerde tu pasado?- Tsuru sabía perfectamente cómo  manejar la situación- No hay mucha diferencia entre ellos y tú. Así que más te vale que le des una oportunidad al menos.


-Al menos hasta que mis ansias no me provoquen que les clave un cuchillo a mitad de la noche- advirtió Bellamy cara los dos hombres- Voy a dormir.


-Ten cuidado, no salga herido en su propia batalla- Sir Crocodile sabía muy bien como intimidar a las personas, y justo antes de que el militar rubio se marchara a la habitación, decidió aprovechar el momento.


Unos segundos de silencio pasaron después de escuchar el fuerte portazo de Bellamy tras adentrarse en la habitación. Shuraiya, Zoro y Sanji estuvieron muy atentos a la situación, pero no querían intervenir, era algo que salía de su jurisprudencia. Pero la jefa decidió acabar con todo aquel silencio.


-Ya acabará aceptándolo… Bueno, debo presentarles a sus dos nuevos compañeros, Sir Crocodile y Daz Bones- explicó la superiora a los otros tres chicos que quedaban allí abajo- A pesar de su antigua posición, no recibirán ningún privilegio y de igual forma, tampoco serán acusados por sus actos cometidos. Espero que lo entiendan, y lo lleguen a aceptar, y… me alegro de verlos a salvo de nuevo.


-Por supuesto- contestó escasamente Zoro quien nunca desobedecería una orden de la jefa Tsuru.


-Sin problemas- le siguió su pareja rubia quien decidió hacer las presentaciones- Este gruñón es Zoro, el de mi derecha se llama Shuraiya y yo soy Sanji. Me da igual quien hayáis sido, todos merecen una segunda oportunidad. Pero ni se os atreva a estropear el objetivo de nuestra misión.


Parecía que Sanji era más calmado, pero solo de apariencias. Incluso a la mismísima Tsuru le sorprendió esta advertencia, pero la pasó por alto ya que en el fondo, el rubio tenía razón.


-Siento ahorrarme las presentaciones, pero…- el joven de rosados cabellos hizo una pausa antes de retomar la palabra- Jefa Tsuru debemos tratar un asunto importante… a solas.


-No. Ahora todos estamos en el mismo bando- ordenó Tsuru a su subordinado quien no le quedó otra que acatar esas órdenes- ¿De qué se trata el problema que nos incumbe?


-Si me acompañan fueran lo entenderán en seguida- explicó Shuraiya mientras con la mano indicaba el camino hacia la puerta.


Todos los presentes en la sala, los viejos y nuevos miembros del escuadrón de los exiliados salieron al exterior, y menos los militares que estuvieron en la Aldea de Orange, el resto se quedó perplejo con lo que vio.


-¿Qué es ese artilugio inmenso, Shuraiya? Explícate ahora mismo- a la jefa de la base le urgía una rápida y sencilla explicación sobre el objeto que tenía frente a sus ojos.


-Se trata de un arma con forma de humanoide. Nos atacó en Orange siguiendo las órdenes de una de las militares de la Alianza- contestó con la información el militar de pelo rosa a su superior.


-¡No puede ser!… Jamás pensé que lograría un proyecto de tanta envergadura. Ese científico loco nunca deja de sorprenderme- intervino fortuitamente Sir Crocodile quien parecía saber más sobre aquella extraña y peligrosa arma.


-¡¡¡Explíquese ahora mismo, se lo ordeno!!!- el problema que estaba viendo la jefa Tsuru al pensar a las catástrofes que ese cacharro de metal podría originar en el mundo, la estaba llevando a alterarse de mala manera.


-Esa es un arma diseñada por el gran científico de la Alianza, el Dr.Vegapunk, pero… pensé que jamás podría lograr hacerla. Es imposible, es ciencia demasiado avanzada… ningún humano normal podría hacer tal cosa…- explicó un tanto atemorizado el antiguo aliado llamado Crocodile mientras parecía que no comenzaba a sentirse bien.


-Tal cosa tan aterradora- añadió Daz Bones quien desconocía aquel proyecto pero que por lo que había oído ahora parecía muy consternado por su alcance maléfico.


-Hable… sé que sabe más cosas- le volvió a ordenar Tsuru a su nuevo subordinado, cosa que le estaba hartando ya.


-Era un proyecto tan ambicioso y peligroso que incluso fue rechazado por el consejo de la Alianza. Un arma con forma de humano gigante con el fin de erradicar a todo el planeta, sean enemigos o aliados- continuó Crocodile con los datos que sabía- Me temó que el Dr. Vegapunk se haya refugiado en esta base aliada tan lejana para preparar sus investigaciones.


-Pero, ¿qué alcance tiene? Hemos visto cosas aterradoras por parte de la Alianza, y este no nos ha supuesto mucho problema- decía Zoro a pesar de haber disputado una dura batalla tres contra uno para derrotar al arma humana.


-¿Recordáis la terrible bomba que cayó en la ciudad de Londres al inicio de la guerra?- dijo Sir Crocodile y justo al instante, Sanji y Zoro se miraron apenados, y lo mismo sentía Tsuru en su corazón al recordar ese trágico suceso- Pues, esa bomba fue diseñada por el mismo científico. Sin embargo…- Crocodile volvió a hacer una pausa, por dos motivos: por su mal estado provocando falta de aire en sus pulmones, y por la gravedad de las palabras que iba a revelar a continuación- Sin embargo, esta arma humana tiene diez veces aquel poder destructor, y me temo que habrá diseñado un cantidad de ellos. Además, por lo que veo y lo que contáis, este debe ser un prototipo y no creo que tenga ni la décima parte de poder que el definitivo.


Ante esta revelación, todos mostraron unas caras de espanto, y lo que era peor, una cara de tristeza por la supervivencia del planeta. Crocodile se tuvo que apoyar sobre el hombro de su subordinado Daz Bones. Instintivamente Sanji hizo lo mismo sobre su novio, acto que pasó desapercibido por todos debido a la gravedad de la situación. Shuraiya no dejaba de mirar al objeto metálico y por último, la jefa Tsuru tapó su rostro, y cuando lo volvió a mostrar, tenía una expresión totalmente inesperada. Una expresión de determinación.


-De acuerdo. Ese será nuestro principal problema a solucionar. Haremos todo lo posible por destruir esa base militar de la Alianza y acabar con la investigación del Dr. Vegapunk- reveló Tsuru sus intenciones y sus planes de futuro- De lo contrario, la supervivencia del planeta está en juego.


-Pero eso, solos, no lo podremos lograr. Debemos pedir ayuda al cuartel general- afirmó asustado Sanji.


-¡No! Ellos están ocupados ganando una guerra. Esta es nuestra labor, por algo estamos destinados aquí- explicó Tsuru con mayor determinación- Por algo somos los exiliados del mundo, los únicos capaces de salvarlo.


Al escuchar estas palabras, todos se miraron como si una avalancha de valor les hubiera entrado en sus cuerpos. Crocodile no pudo evitar algunas carcajadas debido a la demostración de valentía y estupidez de aquellas personas. Pero eran risas que le agradaban, como si estuviera dispuesto a ayudarles. De igual modo, Shuraiya parecía haber tomado una determinación, que sin duda, podría ser una de las únicas oportunidades de salvación. No cabe duda que Zoro y Sanji se habían metido en un escuadrón  de locos, pero los cuales les hacían sentir bien, y de igual forma, sentían que la impotencia que sintieron hace un par de años en la catástrofe de Londres, la podían compensar ahora. Pero, aunque aquellas miradas de determinación eran muy fuertes, les esperaba una dura batalla por delante, y de la que todos no saldrán airosos.

Notas finales:

Bueno, solo queda decir que espero que os haya gustado, y que si podeis y sois tan amables de sacar un poco de vuestro tiempo para comentar, a mi me haceis feliz. Solo os pido eso.

TO BE CONTINUED=)


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