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Habitación 54 por SholeSuperKawaii

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Notas del fanfic:

Holas! :DD aqui vengo con otro fic *3* espero que les guste :33 akdjaksd

 

Esho! <3

Notas del capitulo:

Bueno chicas y chicos! aqui les traigo un nuevo fic que hace tiempo queria escribir kasjksdj espero que les guste tanto como a mi el escribirlo n.n

 

Las actualizaciones seran los dias viernes, pero lo subo hoy ya que este viernes no tendre internet para subirlo xdd ya que me voy de vacaciones por el fin de semana a la playa *¬* para las que son de Chile y de Cartagena ahi les aviso... un RinHaru shipper va a joder! xDD okno kajdksd pero espero pasarla bien -w- encontrar alguna otaku o shipper del RinHaru xDDD aunque sea imposible uwu ajsdhsa

 

Weno, weno no les jodo mas y dejo que disfruten .w.

 

A leer~!

Capítulo I

Un nuevo horario de trabajo comenzaba y eso no le molestaba del todo al chico más cotizado del host “Cherryblossom”, el cual estaba en el cuarto que le habían asignado las dueñas del hotel y escondido host en el que trabajaba.

Miraba su reflejo en el agua retenida de la bañera en la cual estaba sentado, disfrutando de lo frío que podía llegar a ser esta, pero aun así, encontraba que podía ser de lo más refrescante y reponedora, luego de que el día anterior haya tenido un largo y cansador horario de trabajo.

Todos los días era igual; se levantaba cerca de las tres de la tarde, comía algo que le entregaba una de las chicas del hotel que hacía servicio a la habitación, llenaba la bañera y se sumergía en ella, estando allí hasta cerca de una hora. Cuando ya veía que iban a ser las cinco de la tarde, salía de esta, se secaba y vestía con las mejores ropas que disponían para él. No era una vida mala, disfrutaba lo que más podía de ella, lo único que tal vez le llegaba a molestar, era el tener que lidiar con cada hombre, ya sea mayor o joven, que cotizaba y le daba un precio a su cuerpo por sus servicios, ya sean por una, dos, tres o hasta cuatro horas.

Tampoco era que se sentía con el derecho de reclamar algo o que tuviera algún tipo de escapatoria, lastimosamente la vida le había dado un golpe demasiado fuerte para cuando apenas tenía doce años, perdiendo a ambos de sus padres, por lo que gracias a no tener donde ir, la madre adoptiva de su amigo de infancia junto con las dos amigas de esta, le ofrecieron hospitalidad, dándole todo lo que pudiera necesitar; comida, estudios, ropa y un lugar donde quedarse, además de cumplir con todos los caprichos que éste tuviera, los cuales no eran muchos. Cuando cumplió los dieciocho años se enteró de todo lo que sucedía en el subterráneo del hotel y las mujeres le ofrecieron trabajar allí por las noches, simplemente como camarero, pero al ver que todos posaban su atención en el peliazul y quedaban maravillados por su rostro serio y su belleza juvenil, este pensó en sacar provecho de aquello, ofreciéndose a vender su cuerpo también, provocando que su paga aumentara al igual que la cantidad de público que asistían al lugar, simplemente para admirarle o pagar por sus servicios. Vio aquello como una oportunidad para surgir y convertirse en alguien normal, como cualquier otra persona.

Su tenida de hoy no era tan provocativa, contaba de un par de pantalones negros apretados y una camisa negra, la cual se dejaba los primeros tres botones de esta abierta, una corbata roja suelta y un paño rojo colgando del bolsillo izquierdo de su pantalón. Su mandil estaba aún encima de la cama, el cual era de un color rojo con los bordes negros.

Cuando estaba por colocarse los zapatos de vestir negros relucientes, la puerta de su habitación fue golpeada unas cuantas veces, haciendo que el ojiceleste fuera a abrir para encontrarse con una de las dueñas del lugar.

                – ¿Cómo estás Haru? – le preguntó sonriente Misaki, quien vestía unos pantalones de vestir azules y una blusa color blanca, mientras que sobre esta había un blazer del mismo color que sus pantalones y unos tacones bajos color negros. La mujer traía su azulado cabello suelto, lanzado hacia un lado, mientras que sus ojos de verde color con detalles en pardo, los traía delineados levemente de color negro.

– Misaki-sama – le saludó el aludido mientras la hacía pasar – bien, bien. Gracias – le contestó mientras veía como la mujer entraba a su habitación, pero se quedaba parada junto a él en la entrada.

– Me alegro – decía la ojiverde mientras se cruzaba de brazos – no quiero que te sobre esfuerces. Si quieres puedes tomarte el día libre, has trabajado demasiado estos días. No debe ser fácil satisfacer a los comensales, ¿o no? – le ofrecía mientras ponía un rostro preocupado.

– No se preocupe. En verdad no es necesario que se preocupe tanto por mí. Como le digo, estoy bien – le repitió.

– Está bien. Como tú digas – aceptó un poco reacia la mujer, mientras bajaba los brazos – hoy al ser día viernes el horario será más largo, como siempre. Eso tú ya lo sabes – le comentó a la vez que daba media vuelta.

– Lo sé – confirmó.

– Bien, yo ya me voy. Solo venía a ver cómo estabas. Tengo que ir a hacer la planificación para el día de hoy – le comunicó – nos vemos Haru.

– Nos vemos – y cerró la puerta, para terminar de arreglarse y que su horario de trabajo comenzara nuevamente.

 

 

Dentro de las dependencias del edificio “Sharkbaits Company” se vivía uno de los momentos más tensos que pudiera haber vivido el joven empresario pelirrojo de veinticinco años, el cual estaba a unos pocos instantes de firmar un importante contrato con una de las empresas más famosas en Japón, el cual le ayudaría a poder por fin cumplir con el sueño de su padre y el propio; que su empresa llegue a la cima.

– Bien. Nosotros le damos el apoyo en todo lo que requieran; económicamente, publicidad, agencias de viajes y cualquier otra cosa que necesiten para que su compañía pueda surgir. Este contrato tendrá una validación de veinte años o hasta que cumplan con su meta, lo que suceda primero. Cumplido el tiempo estimado y obteniendo el décimo de las ganancias obtenidas en el mes, se evaluará nuevamente el contrato y ahí será puesto de nuevo en la mesa el debate de seguir o cambiar cosas de este escrito – escuchaba atentamente cada una de las palabras que decía el pelinaranjo sentado frente suyo, que contestaba por el nombre de Seijiru Mikoshiba. El hombre vestía un costoso traje hecho a la medida color gris, al igual que la camisa y en su cuello lucía una impecable corbata anaranjada, resaltando del monótono color de su traje – ¿hay algún tipo de objeción o algo que quiera cambiar? – le preguntó al pelirrojo sentado frente suyo.

– No, ninguna en estos momentos – le contestó este, también leyendo el papel que tenía en frente, mientras que uno de sus brazos estaba flexionado y apoyado sobre el escritorio, su mano cerca de su boca, con sus dedos paseando levemente en su labio inferior. Su otro brazo estaba encima de la mesa con el papel en la mano – todo está escrito tal y como lo dictó – comentó.

– Bien, si no hay ningún problema podemos proceder a firmar el documento – decía el hombre de dorados ojos, mientras sacaba una pluma de su maleta – aún estamos a tiempo para retractarse de algún punto que tal vez quedó inconforme, ¿está seguro? – volvió a preguntar.

– Solo tengo una pequeña duda – dijo mientras dejaba el papel sobre el escritorio – en el caso de que a alguno de los dueños de la empresa le suceda algo en el tiempo en el que el contrato tenga vigencia y, al momento de volver a revalidarlo no esté en las condiciones óptimas para hacerse presente o volver a participar en el acuerdo, ¿quién tomaría su lugar?

– Eso podríamos solucionarlo dejando a alguna persona en representación de nosotros – decía mientras entrelazaba sus dedos y apoyaba ambos codos en la mesa – en mi caso dejo como gestor a mi hermano menor, Momotarou Mikoshiba.

– Bien. En mi caso dejo a mi compañero de trabajo, Sousuke Yamazaki – dijo este también, para luego tomar el documento de nueva cuenta, sacar una pluma de su lapicera y firmar finalmente, para luego entregársela al hombre que se encontraba frente suyo y que este hiciera lo mismo.

Ambos se colocaron de pie y dieron un apretón de manos.

– Fue un placer hacer un contrato con usted, señor Matsuoka – decía Seijiru, mientras tomaba su maleta.

– El placer ha sido mío. Muchas gracias por prestarnos sus servicios – le contestaba mientras encaminaba al hombre hasta la entrada de su oficina, se despedían de un apretón de manos y el pelinaranjo salió del lugar.

Al momento en el que cerró la puerta de su oficina y volvía a la paz de su lugar, se permitió soltar un largo suspiro, mientras cerraba los ojos y llevaba una de sus manos hasta su nuca, mientras masajeaba lentamente esta, provocando que sus cabellos, los cuales estaban amarrados por una coleta, le comenzaran a rozar sus dedos.

Se encaminó hasta su cómoda silla y se dejó caer en ella. En ese momento desde el micrófono de su teléfono se comenzó a escuchar la voz de su hiperactivo secretario.

– Matsuoka-san – habló el chico que apenas pasaba los veintitrés años, de cabellos grises y mirada celeste.

– ¿Qué sucede Nitori? – contestó en un tono cansado el aludido mientras apretaba un botón.

                – Yamazaki-san acaba de llegar y pide que usted le atienda – le comunicó.

– Dile que puede pasar. No estoy ocupado así que le puedo atender – decía mientras se masajeaba una sien con sus largos dedos.

– Está bien – aceptó, para luego soltar el botón del teléfono y cortar la conversación.

El pelirrojo cansado, se vuelve a estirar en su silla de escritorio, mientras volvía a soltar un sonoro suspiro.

Escuchó como la puerta de su oficina era tocada levemente, por lo que sabiendo de quién se trataba soltó un cansino “adelante” y se vio a un chico de negros cabellos y ojos verde agua entrando a la habitación. El chico quien respondía al nombre de Sousuke Yamazaki vestía unos pantalones rectos negros, una camisa blanca y una Gillette del mismo color que sus pantalones. Traía una gabardina larga desabrochada con una bufanda color verde cayendo de sus hombros. La ausencia de su corbata no hacía que su reluciente forma de vestir se opacara, en cambio, le daba cierto toque acorde con su personalidad.

– ¿Cómo le va al galante empresario Rin Matsuoka? – fue lo primero que dijo mientras entraba al lugar, soltando aquello con un tono más que burlón, mientras se sentaba en la silla frente al pelirrojo, al lado contrario de donde estaba sentado este, dejando al escritorio entre ambos.

– No me jodas – le contestó soltando otro suspiro, mientras lanzaba su cuerpo hacia el respaldo de su silla y cerraba sus ojos – quedé bastante estresado con todo este asunto del contrato con Mikoshiba.

– Ese es el motivo de mi visita, querido amigo – le decía mientras le miraba de forma socarrona, mientras apoyaba su cabeza en su mano, el cual tenía el brazo flexionado y apoyado en el brazo de la silla.

– ¿Qué mierda se te ocurrió ahora? – le escrutó con la mirada, mientras veía como su amigo se limitaba a mostrar una simple sonrisa.

– Quiero que me acompañes al host que queda bajo al hotel CherryBlossom – le dijo este, sin quitar aquella sonrisa de sus labios.

– ¿A ese host? ¿Estás loco? – dijo un poco sorprendido – he escuchado que tipo de lugar es ese y no es como que sea uno de los mejores lugares que quiera conocer – comentó frunciendo el labio.

– Mira amigo mío – comenzó hablando – ese lugar no es cualquier lugar, primero que nada es un host común y corriente, donde puedes ir a beber y pasar un buen rato. Lo que pase bajo ese lugar ya es otra cosa. Además nadie te ha dicho que es necesario que pagues por alguno de los servicios que ofrezcan aquellos hombres o mujeres que atiendan el lugar. A no ser que tú quieras – terminó, mientras le miraba de forma pícara.

– Oye, oye, oye – le paró – no sé qué es lo que estás pensando, pero sé que no es nada bueno – comentó – ¡Además! No quiero ir. Solo quiero irme a mi casa para poder darme una buena ducha y disfrutar de la calidez y comodidad de mi cama.

– Vamos, no seas vejete. ¿Quién dice que no puedas encontrar a tu persona especial allí? – le insistió.

– Sabes perfectamente que no me importa eso – le miró con los ojos medio cerrados – y ya dije que no quiero ir.

– Vamos. No nos vendremos tan tarde.

– No.

– Ummh… hagamos una apuesta – le ofreció, sabiendo que con lo competitivo que puede llegar a ser su amigo este aceptaría en seguida.

– ¿Qué tipo de apuesta? – había caído en su trampa.

– Mira; vamos al lugar, estamos unos cuantos minutos y si no te gusta el ambiente nos vamos, y si no, nos quedamos.

– Ummh… bien, tu ganas – terminó cediendo.

– Vendré a buscarte a las ocho – sonrió victorioso.

– Está bien – aceptó, viendo el reloj digital de mesa que se encontraba en su escritorio junto a un montón de papeles y libros empresariales que habían en el lugar, el cual marcaba las seis con treinta minutos.

El pelinegro se despidió de su amigo y abandonó el lugar, con dirección a su oficina para terminar con unos papeles que dejó a medias. Mientras que el ojicarmín llamaba a su secretario para que este le trajera un café moca y poder seguir con los últimos deberes que quedaban en su agenda para aquel día.

 

Al fin la hora que habían quedado de verse había llegado y junto con esto, el pelinegro venía entrando en la oficina de Rin de nueva cuenta, mientras veía como este guardaba unos papeles en su maleta, dejaba unos documentos archivados en unos compartimientos, tomaba sus llaves y salían ambos, en dirección al estacionamiento.

– ¿Hoy no está Kisumi esperándote? – le preguntó a Sousuke, luego de haber bajado del ascensor en la primera planta y el haber salido hacia la calle, y el no ver al chofer personal de su amigo en frente de la acera, como todos los días.

– No – confirmó – le llamé hace unos momentos para decirle que iba a otro lugar contigo y que luego le llamaría para decirle donde me podía pasar a buscar.

– Entonces vamos en mi auto – afirmó, mientras se encaminaban al lugar donde estaba aparcado el galante deportivo rojo del empresario.

Al momento en el que llegó, apretó un botón de su alarma a larga distancia, abrió el maletero y en él guardó su maleta junto con la de su amigo. Hecho eso entraron en los asientos delanteros,  Rin en el asiento del conductor y Sousuke en el del copiloto.

Ya listos, salieron camino al host, el cual quedaba quince minutos, gracias a la velocidad en la que manejaba Rin, la cual no era menor.

Cuando por fin llegaron a las afueras de las dependencias del hotel, lo primero que hicieron fue ir a recepción, para pedir hablar con una de las dueñas.

– En estos momentos la única que puede atenderles es Kurumi-sama, ya que las demás están cumpliendo con sus trabajos.

– Está bien. No hay problema – habló Sousuke – no es la primera vez que vengo y ya he hablado con ella. Avísele que Sousuke Yamazaki está aquí junto con un amigo.

– Como usted diga – le dijo la chica de recepción, mientras sacaba un radio transmisor, apretaba un botón y llamaba a la mujer de nombre Kurumi. A los pocos segundos después se podía escuchar como en la otra línea la aludida contestaba y mantenía una conversación con la chica aquella. Un par de palabras más y la castaña frente al par de empresarios dirigía su mirada hacia ellos – Kurumi-sama me ha dicho que en estos momentos viene a atenderlos. Por favor espérenla unos momentos mientras ella llega – les comunicó.

– Muchas gracias – le agradeció el pelinegro mientras se alejaba junto a su pelirrojo amigo.

Pasaron cerca de cinco minutos cuando vieron como una mujer de unos veintiocho años se acercaba hacia ellos. Aquella mujer era de una baja estatura, cabello castaño largo y con el flequillo hacia un lado. Vestía unos pantalones de vestir rectos y blusa negra, al igual que el blazer sobre esta. Traía una corbata y zapatos de tacones rojos. Al verle hacia los ojos se podía ver como esta los tenía levemente delineados en ambos párpados de color negro y sombreados del mismo color. Se podía ver como estos eran enmarcados por unos delgados lentes negros con detalles en rojo. Al momento en el que se paró frente a ambos jóvenes les mostró una cálida sonrisa, mirándole con sus achocolatados ojos.

– Buenas noches caballeros – fue lo primero que dijo la mujer, mientras les sonreía a ambos – vaya Sousuke, no esperaba que vinieras el día de hoy – se dirigió al chico de ojos verdes agua, el cual era de una estatura mucho más alta que la mujer – y mucho menos acompañado.

– Kurumi-san, le presento a mi amigo de infancia y jefe Rin Matsuoka – le presentó apuntando al chico a su lado.

– Un gusto el conocerla – dijo Rin, mientras tomaba delicadamente de una de las manos de la pelicastaña para darle un corto beso, mientras se inclinaba levemente y le sonreía de medio lado.

– El gusto es mío – le respondió esta, mientras le devolvía la sonrisa – supongo que vienen al host, ¿no?

– Claro – confirmó Sousuke.

– Entonces les pediré a ambos que me acompañen por favor – les pidió mientras les señalaba el camino a ambos. Esperó que estos caminaran un par de pasos más, un poco más adelante de ella, miró la mano que había besado el pelirrojo y rió – nunca más me lavaré esta mano – susurraba divertida mientras veía como el par de jóvenes se adelantaba. Soltó una risa y salió tras ellos nuevamente, encaminándolos hasta el ascensor, para descender al primer subterráneo.

 

Lo primero que pensó el pelirrojo al momento de bajar del ascensor y pasar las puertas del host fue en lo grande que era el lugar, para pasar tan inadvertido por la mayoría de las personas que venían a quedarse en el hotel. Tal y como él lo había dicho, aquel host era uno de los secretos más escondidos por las dueñas del hotel, las únicas personas que sabían de su existencia y de lo que sucedía allí eran los empresarios o personas más importantes y en las que las dueñas podían confiar.

– Pueden sentarse en esta mesa – les mostró la castaña mientras los guiaba hacia una mesa que quedaba casi en el centro de la sala y se podía admirar hacia todos lados del lugar, mayoritariamente al escenario, que quedaba casi en frente. Ambos chicos tomaron asiento en ese lugar – en seguida les mandaré a un mesero para que tome sus órdenes.

– Usted sabe cuál, ¿no? – le decía Sousuke mientras le guiñaba un ojo a la mujer. Esto le causó un poco de gracia.

– Por supuesto, ya se los mando para acá – dicho eso, la mujer se retiró, caminando hasta la caja junto a la barra de licores – oye, Chihiro – llamó a la mujer que se encontraba allí de un año mayor que ella.

– ¿Qué pasa Kurumi? – le preguntó esta, quien vestía una falda de color verde, una blusa color crema y mangas cortas. Se podía ver como esta traía su castaño cabello un tanto corto amarrado en una coleta baja y su flequillo hacia un lado. De sus orejas colgaban dos pendientes de plata en forma de lágrimas y en sus muñecas traía unas dos o tres pulseras doradas en cada una. Al igual que Kurumi, esta usaba unos delgados lentes color lila.

– Sousuke vino el día de hoy. Ya sabes quién quiere que vaya a atenderle – le dijo la aludida riendo – está disponible ¿no?

– Claro. Ahora lo llamo – dijo mientras se colocaba de pie y se encaminaba hacia la parte de la cocina, al cual se encontraba detrás de la caja – ¡Makoto! – llamó a su hijo adoptivo, quien estaba conversando con uno de los chefs del lugar.

– ¿Qué pasa mamá? – le preguntó este mientras se despedía del joven y se encaminaba hacia la mujer.

– Adivina quién vino hoy – le decía mientras le miraba socarronamente, provocando que el castaño se sonrojara un poco – veo que ya captaste el mensaje – rió al ver su reacción – pues quiere que vayas a atender su orden. Así que no le haga esperar y vaya – le ordenó sonriendo.

– Bi-Bien, ya voy – contestó aun un poco sonrojado, para luego sumergir sus manos dentro de su mandil, buscando su pequeña libreta y lápiz para tomar sus órdenes.

 

Por otro lado, Sousuke y Rin habían comenzado a observar todo a su alrededor. Tal y como había dicho el pelinegro, este era un host común y corriente, y de eso se estaba dando cuenta el pelirrojo. No se veían escenas desagradables ni mucho menos, en cambio, el lugar a pesar de que estuviera con una luz baja y que de fondo se sintiera una pieza de jazz, lo cual le daba cierto toque al ambiente, no era para nada desagradable y Rin, ya estaba pensando en volver cualquier día de estos.

Dentro de unos pocos minutos, se pudo apreciar como un castaño de ojos verdes se encaminaba hacia su mesa, vistiendo unos pantalones y camisa negra, un mandil verde atado a su cintura y un paño del mismo color colgando de su bolsillo trasero.

– Buenas noches – les saludó a ambos, mientras les mostraba una sonrisa, sobre todo al pelinegro que no le había quitado la mirada de encima desde que lo había visto entre las mesas del lugar – mi nombre es Makoto Tachibana y esta noche estaré a su disposición. ¿En qué les puedo ayudar? – se presentaba aun sin quitar aquella brillante sonrisa de sus labios.

Rin desvió la mirada hacia cualquier punto del lugar, dejando que su amigo pidiera lo que quisiera por los dos. Paseó su mirada por todas las personas que se encontraban allí, buscando algo que pudiera llamar su atención, hasta que por fin le vio; allí, a unas tres mesas de las que estaba él, vistiendo el mismo traje que el chico que les estaba atendiendo, pero con la diferencia de que su mandil era rojo, usando una camisa negra con los primeros botones desabrochados, su cabello azul un tanto largo cayendo rebeldemente sobre su frente y sus orejas, tocando casi la parte baja de su cuello, su piel blanquecina, se veía cálida y suave al tacto. Posó su mirada en aquel joven y como si fuera cosas del destino, aquel también le miró, provocando que quedara completamente atrapado por esa seria y a la vez seductora mirada celeste, como cual agua cristalina.

– Rin – llamó el pelinegro – Rin – le siguió llamando, pero este no le hacía caso, estaba demasiado absorto, viendo cada uno de los movimientos de aquel chico de celestial mirada – ¡oye idiota! – le gritó finalmente, provocando que el pelirrojo rompiera el contacto visual con el chico de cabellos azules y le mirara.

– ¿Qué quieres? – le contestó, desviando su mirada hacia el pelinegro. Sousuke miró en dirección de donde su pelirrojo amigo había estado mirando hacia unos momentos atrás, topándose con la silueta del chico más codiciado de todo el host.

– Puedo ver que ese chico capturó tu atención – comentó sonriendo burlón – si quieres puedo ir a hablar con Kurumi-san para que te haga una hora o dos con él.

– ¡¿Qué?! ¿Tú eres idiota o qué? No voy a pagar por algo así – le reclamó, sonrojándose un poco al pensar en ello.

– Vamos hombre. Eres aun joven y ganas el dinero suficiente para gastarlo en todas las mujeres y hombres que entrega este host – le animó – mira, velo de esta forma; tú pagas por sus servicios, él gana dinero y tú pasas un buen rato. Todos salen ganando – le decía, mientras desviaba un poco su mirada al pelicastaño, quien aún se encontraba allí, esperando la orden de Rin – Makoto – le llamó a este, ganándose su completa atención.

– ¿Sí?

– ¿Puedes llamar a Kurumi-san un momento?

– Claro, en seguida le llamo – aceptó, mientras devolvía su libreta a su lugar y se encaminaba hacia la caja, donde se encontraban su madre adoptiva junto a la peliazul y la castaña, conversando quién-sabe-qué-diablos – Kurumi-sama – le llamó a la mujer vestida de negro.

– ¿Qué sucede Makoto? – le preguntó esta.

– Sousuke necesita hablar con usted un momento – le informó – creo que van a contratar los servicios de Haru – le comentó un poco cabizbajo.

– Vamos, no creo que lo vayan a necesitar ambos, debe ser para el pelirrojo – le dijo Chihiro – tenemos más que claro que Sousuke tiene puesto el ojo en otro lugar – le guiñó un ojo en dirección al castaño.

– ¿Sousuke? No sabía que el lisi… que él se encontraba aquí. ¿Vino solo? – habló Misaki.

– No. Vino acompañado de su jefe – le dijo Kurumi mientras comenzaba a caminar a paso lento y pasaba por su lado. De un momento a otro se dio la vuelta caminando de espaldas hacia la dirección de la mesa de ambos chicos – es un jefazo – comentó mientras hacía un gesto con las manos y luego se largaba a reír, mientras sus dos amigas reían también.

– Hola nuevamente – les saludó riendo al par de chicos cuando llegó por fin a su mesa – ¿por qué necesitaban hablar conmigo?

– ¿Cuánto saldría pasar unas tres horas con el chico de cabellos azules y ojos celestes? – le preguntó Sousuke.

– ¡Vaya! No sabía que tenías interés en él, Sousuke – comentó ésta haciéndose la desentendida, para luego soltar una risa – no mucho, solo un par de billetes más que los demás chicos. Es la especialidad de la casa – decía mientras le guiñaba un ojo.

– La verdad es que no es para mí, es para ese chico que está sentado frente a mí y se hace llamar mi jefe – le dijo riendo y apuntando con la cabeza a Rin.

– ¡O-Oye! – exclamó sonrojado, provocando que el pelinegro y la castaña soltaran una risa.

– No es necesario apenarse. Debería tener vergüenza para otras cosas, no para querer pasar un buen rato con un chico – le decía Kurumi mientras le miraba riendo. Esto provocó que el pelirrojo se sonrojara mucho más – bien, enseguida llamo a Haru – se dio media vuelta y por esas cosas del destino, justo el chico venía pasando a una mesa de distancia de donde estaban ellos – ¡Hey! ¡Haru! – le llamó, ganándose su atención y haciendo que el chico caminara hasta su lugar.

– Kurumi-sama – habló el ojiceleste cuando llegó junto a ella – ¿qué sucede?

– Acaban de contratar tus servicios por las próximas tres horas – le informó – estás ocupado ¿o no?

– No – le contestó, mientras miraba de reojo al pelirrojo – acabo de terminar de atender a la mesa en la que estaba.

– Bien. Puedes proceder con tu trabajo – le dijo ésta sonriendo, para luego dirigirse hacia el pelirrojo – mira mi niño, como esta es la primera vez que viene aquí le diré lo mismo que le digo a todos; puede venir las veces que quiera, aquí siempre le atenderemos bien, al igual que puede escoger al chico o chica que quiera y pasar el tiempo que desee, mientras pague por ello, pero tiene prohibido el faltarle el respeto y mucho menos vaya a agredir tanto verbal como físicamente a la persona por la cual este costeando sus servicios, ¿me entendió? – dijo un tanto seria.

– Cla-Claro – contestó este un tanto nervioso.

– Me alegro – comentó sonriendo – pueden ir – decía mientras le entregaba unas llaves a Haru – la habitación 54, como siempre.

– Está bien – se limitó a decir el chico, mientras llamaba con la mirada al ojicarmín, este entendía el mensaje y se colocaba de pie, comenzando a caminar junto al chico de cabellos azules.

Se encaminaron hasta el mismo ascensor por el cual habían llegado Rin y su amigo, para luego bajar al segundo subterráneo, donde se encontraban las habitaciones disponibles para los comensales y los chicos o chicas por los que pagaran. Al momento de bajarse de la máquina, se encaminaron por un largo pasillo hasta llegar a la cual tenía en la puerta el número cincuenta y cuatro en frente. Haru abrió la puerta e invitó a pasar a Rin.

La habitación estaba adornada por una gran cama con frazadas y sábanas rojas de satín, mientras que en cada uno de los veladores que habían en cada uno de los lados habían unas lámparas, las cuales tenían el voltaje demasiado bajo, alumbrando solo lo que tenían que alumbrar. El lugar estaba limpio y a pesar de no tener las grandes cosas, era justo y tenía lo necesario para hacer lo que querían allí.

Cuando por fin entraron, el peliazul cerró la puerta con llave y dejó las llaves colgadas en el perchero junto a la puerta. Tomó al pelirrojo por los hombros, el cual estaba a espaldas de él y lo atrajo hacia sí, mientras le daba media vuelta, tomaba su rostro entre sus manos y procedía a darle un fogoso beso, lleno de lujuria y una pasión que nunca había vivido el chico de rojos cabellos. La forma ruda que tenía de besar el peliazul comenzó a encender poco a poco al otro, haciendo que ambos abrieran su boca, para dar paso a sus hambrientas e inquietas lenguas, moviéndose y friccionándose la una con la otra, provocando que la habitación fuera completamente inundada por aquellos suspiros y sonidos húmedos que provocaban sus bocas.

De un momento a otro, las manos de Haru se posaron en el pecho del pelirrojo y comenzó a empujarlo levemente, guiándolo hasta la espaciosa cama. Cuando cumplió con su objetivo, se posó sobre él, sin dejar de besarle. Cuando el oxígeno se hizo necesario, el ojiceleste se separó un poco, para luego sentarse sobre la cadera del otro.

– Bien. Es hora de cumplir con mi trabajo – susurró, a la vez que sus manos viajaban hasta la camisa del pelirrojo y su boca volvía de nueva cuenta hacia la del empresario.

 

Notas finales:

xDDD me gustaria saber sus opiniones respecto a las dueñas del host xDD la verdad es que al momento de escribirlas me las imagino como todas unas fujoshis kasjdks no se si ustedes lo entiendan asi xDD

 

En fin! espero que les haya gustado! estare esperando sus comentarios :33

 

Besos y abrazos! <3


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