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Habitación 54 por SholeSuperKawaii

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Notas del capitulo:

Hola chicas y chicos! :DD como han estado? kajsdkasjd yo pos... bien xDD aqui pasando las horribles calores que hay ultimamente en mi pais u.u eso no es nada lindo :cc pero bueh (?

 

Weno, aqui les traigo el segundo capitulo :33 y muchas gracias a todas las que comentaron en el primero ^^ ojala la espera no se les haya hecho tan larga aksjdkjsad

 

Disculpen cualquier error o cosa por el estilo u.u

 

Bien... que disfruten~!

Capítulo II

La hambrienta boca del peliazul se volvió a conectar con la del joven empresario, mientras que gracias a la posición en la que se encontraban, llevó sus manos hasta la negra camisa de este, para comenzar a desabrocharla botón por botón, mientras  sus lenguas seguían rozándose y danzando la una con la otra, provocando que los suspiros de ambos fueran más que presentes.

Se separó unos segundo y se hincó en sus rodillas, puesta una a cada lado de las caderas del pelirrojo, acercó su mano hacia la parte de debajo de la cama, estirando su cuerpo y sacando de allí un control remoto.

– Espero que no te moleste si pongo un poco de música – decía mientras volvía a su posición inicial y apretaba un botón del control, para que luego se comenzara a escuchar una pieza de música, lenta, pausada y un tanto rítmica, marcando cada uno de los compases, sonando un jazz de fondo, dándole un toque sensual al ambiente, provocando que ambas de sus miradas se encendieran poco a poco – puedo adivinar que nunca has pagado por una puta ¿cierto? – le preguntó mientras abría la negra camisa de Rin, para luego pasear sus manos por el pecho fornido de este. Por la mirada que le dirigió este, supo que había dado en el clavo – no tienes de que preocuparte. El sexo es solo sexo. No hay sentimientos de por medio – le dijo mientras acercaba una de sus manos hasta pezón de este, para luego tomarlo entre sus dedos pulgar e índice y comenzar a masajearlo lentamente, ganándose un largo y placentero gruñido por parte de este – si quieres, puedes pensar en la persona que amas en estos momentos. No me importa el nombre que gimas – dicho esto, acercó su boca hasta el botón de carne que recientemente había estado estimulando, para luego morderlo, succionarlo y lamerlo, intercalando las acciones.

El pelirrojo pensó en lo que el chico que estaba sobre sí le había dicho. ¿Pensar en la persona que amaba? ¡Pero si a él le importaba una mierda todo lo que tuviera que ver con el amor o esas diableadas! ¿En qué podría pensar en esos momentos?

De un momento a otro sus cavilaciones fueron interrumpidas cuando vio que el peliazul se colocaba de pie y estiraba su mano hacia él, tomó de su mano y éste lo sentó en el borde de la cama.

– ¿Alguna vez te han hecho una mamada? – le preguntó mientras se sentaba en sus tobillos frente al chico. No esperó ninguna respuesta por parte de este, mientras acercaba su mano hasta la cremallera del pantalón del pelirrojo y desabrochaba este, lentamente, haciendo que el otro se encendiera más y más, mientras veía como aquellas delicadas manos hacían su trabajo.

Cuando por fin su trabajo estuvo listo, se alejó un par de centímetros para luego desabrochar otros dos botones de su propia camisa, provocando que esta comenzara a caer por uno de sus hombros y le diera un toque mucho más sensual del que ya tenía.

Ya terminado esto, devolvió su mirada hacia la carmín, mientras colocaba su mirada más necesitada. El aludido sintió que la erección de sus pantalones aumentaba de tamaño.

El ojiceleste llevó sus manos hasta la pretina de los pantalones del contrario y comenzó a bajarlos lentamente, con la ayuda del otro, para luego hacer algo parecido con los bóxers apretados de color gris que estaba usando. Por fin la latente erección del pelirrojo estuvo a la vista.

Lo primero que hizo Haru cuando vio este, fue tomarlo entre sus manos y comenzar a masajearlo lentamente, envolviéndolo con su palma y de vez en cuando llevando su dedo pulgar a la punta de este, regalándole unas pausadas caricias por toda la extensión, para luego comenzar un vaivén un poco más rápido, aumentando la velocidad.

Los suspiros por parte del ojicarmín no se hicieron esperar, mientras veía atentamente cada uno de los movimientos del chico y como este, no despegaba la mirada de su rígido miembro.

– Si no te molesta – habló Haru – voy a proceder – dicho eso, detuvo el movimiento de su mano para luego apartarla y comenzar a acercar poco a poco su boca. Lo besó levemente en la punta de este, para luego abrir su cavidad lo más grande que pudo y engullir casi por completo aquel trozo de carne.

Rin gimió por lo bajo.

La cabeza de Haru comenzó a moverse pausadamente, de arriba abajo, saboreando toda la extensión del miembro del pelirrojo, mientras succionaba y movía su lengua masajeándola completamente. Llevó una de sus manos hasta la base del miembro de este para darse mayor soporte y siguió con su trabajo. Sacaba la erección de su boca, succionaba la punta, paseaba su lengua por toda su longitud y volvía a absorberlo, moviendo nuevamente su cabeza de arriba abajo.

Una de las manos de Rin se apoyó en la orilla de la cama, mientras la otra viajaba hacia la cabellera azul del chico que le estaba practicando aquella felación, para luego comenzar a tirar de sus cabellos y tratar de marcar el ritmo que quería. Los espasmos por el cuerpo del pelirrojo no se hicieron esperar y mientras sentía aquella húmeda y cálida cavidad alrededor de su intimidad, y los sonidos acuosos que este hacía al momento de succionar el trozo rígido de carne, sintió que su cadera comenzó a moverse involuntariamente, queriendo sentir mucho más de aquella sensación que experimentaba al estar dentro de su boca.

Acorde a como la música de fondo iba cambiando, pasando a una pieza un poco más rápida, pero sin dejar de darle aquel toque de sensualidad al ambiente, y a la vez que los movimientos de cabeza del peliazul aumentaban, el ojicarmín se sentía cada vez más pronto a llegar por fin al clímax.

– ¿Ya te vas a correr? – le preguntó un tanto dificultoso el chico de azules cabellos, mientas seguía con su trabajo de estimular el miembro del chico. Al solo recibir unos cuantos espasmos y bajos gemidos como contestación por parte del aludido, prosiguió – está bien. Puedes correrte en mi boca – dicho eso, aumentó la velocidad con la cual movía su cabeza y sorbió mucho más fuerte.

El pelirrojo desvió su mirada hacia el chico que se encontraba entre sus piernas. Observó cada uno de sus movimientos y detalles, el cómo su camisa caía de su hombro derecho, su cabello un tanto despeinado, sus mejillas con un cierto toque de rojo, su boca, esa pequeña boca abierta, con esos sonrosados labios, de los cuales caía un hilito de saliva. Al ver todo eso, su pecho comenzó a subir y bajar mucho más rápido, mientras que cerraba un ojo y sentía como en sus mejillas se situaba un molesto color rojo en ellas.

– Ha-Haru – gimió el nombre que había escuchado, era del chic, mientras enterraba los dedos de su mano en la cama y con la otra, que estaba en los cabellos del chico, eran tensados, dejándose por fin caer en el remolino que significaba el orgasmo, dejando que toda su blanquecina semilla fuera derramada dentro de la cavidad del chico ojiceleste.

El chico recibió lo que más pudo del semen del pelirrojo en su boca, pero esto no fue suficiente, ya que un poco se derramó de su cavidad, cayendo por su labio inferior, formando un camino desde su boca hasta su mentón. Tragó todo lo que pudo de este a la vez que el pelirrojo lo tomaba del brazo y lo acercaba hasta él, para luego acercar su rostro hasta el propio, tomar el mentón del ojiceleste y levantarlo levemente, para luego acercar su lengua y lamer el resto de semilla que había en este, para luego hacer un recorrido hasta su boca y sellarla con un excitado beso, entremezclando sus salivas y rozando sus lenguas.

Haru colocó nuevamente sus manos en el pecho de Rin, para comenzar a masajear este y depositar el cuerpo del ojicarmín sobre la cama. Otra vez se alejó del chico y se paró frente a la cama. El pelirrojo apoyó su cuerpo en sus brazos flexionados sobre la cama, estando atento de todos los movimientos del otro, mientras sentía como su pecho descubierto subía y bajaba.

Vio como el peliazul sacaba una botella de su bolsillo trasero y un paquete plateado, para luego posar su mirada sobre el empresario que se encontraba sobre la cama.

– ¿Prefieres con o sin condón? – le preguntó mostrando aquel paquete plateado.

– Me da lo mismo – le contestó un poco dificultoso, mientras le mostraba una media sonrisa y mordiendo su labio inferior suavemente.

– Entonces no necesitamos esto – comentó lanzando el condón hacia algún lugar de la habitación, bajó la cremallera de su propio pantalón mientras lo bajaba para dejarlo caer y salir de ellos sacando también su ropa interior, quedando solo con la camisa mal abrochada que estaba usando. Luego de eso volvió a colocarse sobre el ojicarmín y los besos siguieron.

Tomó la botellita que tenía entre sus manos, el pelirrojo pudo ver como en la etiqueta de este decía “lubricante”, para luego ver como el chico echaba un poco de aquel líquido en sus dedos y otro poco en el miembro del empresario. Hecho eso, acercó su miembro hasta el del peliazul, guió su propia mano hasta allí y comenzó a masajear ambos, mientras que el ojiceleste guiaba su propia mano hasta su entrada, dilatándose su propio lugar. Sin previo aviso, sacó sus dedos y alejó la mano del ojicarmín, para luego tomar el miembro del otro y guiarla hasta su entrada, se sentó y la nueva erección del empresario comenzó a entrar por la cavidad del chico, sintiendo como sus paredes anales comenzaban a expandirse poco a poco, sintiendo la humedad y calidez que el lugar le entregaba.

Ambos lanzaron un largo gruñido.

– Va-Vaya… eres bastante grande… Mm… – decía Haru mientras seguía bajando por la erección del otro, sintiéndolo cada vez más profundo.

Finalmente Rin entró completamente dentro de su ano, mientras que el chico apoyaba ambas manos suyas en el pecho del pelirrojo, a la vez que lanzaba un poco su cabeza hacia atrás y curvaba un poco su espalda, sintiéndose completamente lleno.

Sin previo aviso, las ágiles caderas del ojiceleste comenzaron a moverse en un lento vaivén, subiendo y bajando, suavemente, pausadamente, mientras aún se acostumbraba a la intromisión. El pelirrojo guió sus manos hasta las caderas del otro, para hacer el movimiento más acentuado y profundo.

– Ahh… Ngh… – suspiraba y gemía mientras subía y bajaba su trasero sobre el palpitante miembro del empresario.

Los movimientos se hicieron cada vez más rápidos, mientras la música seguía sonando como fondo, provocando que ambos cuerpos se encendieran poco a poco, aumentando la tensión en el lugar, provocando que esos dos cuerpos que estaban consumando aquel acto quisieran fusionarse por la gran cantidad de excitación que estaba corriendo por sus venas.

– Ngh… Ha-Haru… Mm… – le seguía el pelirrojo, mientras el movimiento y el choque de sus caderas se intensificaba, llegando cada vez más profundo, tocando hasta lo más recóndito de sus entrañas.

Las estocadas comenzaron a subir de nivel, hasta que pudo tocar por fin el lugar que provocaba una mayor excitación al peliazul, lanzando gemidos más altos y que los espasmos en su cuerpo sean mucho más fuertes. Ambos estaban cada vez más cerca del inminente orgasmo, por lo que ya lejos de todos sus sentidos, mas sin embargo con el del tacto más que sensible, comenzaron a entregarse mutuamente, olvidando todo lo que sucedía a su alrededor, olvidando que aquello no era algo nada más que momentáneo, olvidando que cuando todo esto terminara, cada uno volvería a su rutina diaria; ya sea de algunos dirigiendo una importante empresa o como otros el seguir aguantando a comensales que le colocaban precio a su cuerpo.

Con esas cosas presentes en su mente, se volvieron a besar, para dejarse envolver por el orgasmo más maravilloso y a la vez extraño, de toda su vida hasta ahora.

 

 

Luego de que su pelirrojo amigo se fuera a pasar tiempo de calidad con aquel peliazul por el cual había pagado por estar, Kurumi volvió a enviar a Makoto, para hacer compañía al pelinegro mientras Haru completaba sus servicios con su amigo.

– Sousuke – le llamó Makoto cuando llegó enfrente de su mesa, luciendo una gran sonrisa y que en sus mejillas se pudiera ver un ligero tono rosado. Tenía un brazo estirado y con el otro lo tenía flexionado, envolviéndolo un poco, dándole un toque mucho más tierno a la vista del chico de ojos verde agua – me enviaron para que te hiciera compañía, no te molesta ¿cierto? – esa pregunta hizo sonreír al aludido.

– ¿Alguna vez he mostrado señas de que me molesta tu presencia? – comentó mientras se apoyaba en su silla y miraba al castaño. Vio como el aludido desviaba la mirada sonrojado y movía nerviosamente las manos. Se colocó de pie y se acercó hasta el chico, colocándose frente a él – sabes perfectamente que me gusta disfrutar de tu compañía – le susurraba mientras colocaba una mano bajo el mentón del castaño y lo levantaba levemente, para que sus miradas se fusionaran, haciendo que Makoto se perdiera en aquellas dos cuencas brillantes que significaban los ojos de Sousuke.

Se quedaron viendo un par de segundos, disfrutando y recorriendo con la mirada todos los rincones del rostro de la otra persona, admirando sus rasgos, apreciando sus ojos, pómulos, nariz, el cabello castaño que caía por la frente del chico de verdosos ojos, hasta que finalmente la mirada del más alto se posó sobre los levemente rosados labios del chico.

– Sou-Sousuke – susurró el castaño cuando sintió que el chico frente a él comenzaba a acercarse poco a poco hacia sus labios, sintiendo el cálido aliento del otro cada vez más cerca y como su corazón palpitaba mucho más rápido de lo normal. Miró a los ojos del pelinegro, pero este estaba demasiado concentrado en cumplir con su objetivo, demasiado absorto con cada uno de los detalles del castaño que estaba en frente suyo. En ese momento se puso a pensar, ¿se quedaría quieto y aceptaría las intenciones que tenía el más alto para con él o haría el quite, como siempre lo ha hecho? No quería entregarse así, no se esa manera, no teniendo en claro aún qué era lo que quería con el chico ese. Cuando solo unos cuantos centímetros los separaban y estaban a punto de consumar aquello, Makoto desvió el rostro, sintiendo como Sousuke quedaba completamente petrificado. Eso le dolió en el alma – lo… lo siento, pero aún… aún no estoy listo – le dijo este bajando la mirada y sintiendo como en sus ojos se estaban comenzando a juntar las lágrimas, pensando que tal vez el pelinegro le diría cualquier cosa hiriente, que tal vez lo aleje y le dijera que ya no quería volver a verlo o que tal vez simplemente lo alejaría de sí y le miraría con unos ojos cargados de rencor u odio, y se iría.

Pero lo que sucedió fue algo completamente distinto; Sousuke tomó al castaño de la cintura y lo atrajo hacia sí mismo, rodeándolo con sus brazos y apoyando su cabeza sobre el hombro del más bajo, ya que la diferencia de altura no era mucha.

– No tienes que preocuparte por eso. Y no quiero ver esa expresión en tu rostro. Te esperaré el tiempo que sea necesario – le susurró contra su oído, para luego apartarlo lo suficiente como para quedar de frente, a unos pocos centímetros de distancia.

Makoto vio directo a los ojos del pelinegro, dándose cuenta que las palabras que este le acababa de mencionar eran ciertas, viendo como aquellas orbes obtenían un hermoso brillo en ellas. El castaño sonrió por ello, pero aun así, la culpa le carcomía el corazón.

– Tengo mucho tiempo para que Rin vuelva. Si quieres podemos quedarnos aquí bebiendo algo o ir a la azotea de siempre, tú decides – le decía mientras le sonreía de medio lado.

– Me encantaría que fuéramos a admirar las estrellas, pero lastimosamente mi madre quiere que esté a la vista de ella. Ya sabes cómo es – comentó riendo.

– Entonces como quieras. Nos quedamos aquí – aceptó – podemos hablar de todo lo que queramos en este tiempo que espero a Rin – dicho eso, ambos se sentaron en la mesa, uno frente al otro, para comenzar a hablar de cualquier trivialidad que se les ocurriera.

 

 

Para el pelirrojo y el pelinegro, las tres horas pasaron más rápido de lo que les hubiera gustado, pero lastimosamente el tiempo por el que Rin había pagado por estar con Haru ya había terminado y este debía volver a su trabajo, mientras que el ojicarmín debía volver con su amigo, para retirarse del lugar.

Por su parte, cuando Sousuke vio a su amigo venir entre las personas que en esos momentos se estaban retirando, supo en seguida que ya debía comenzar a despedirse del castaño, ya que conociendo a su amigo, este querría que se fueran en seguida del lugar, no por el hecho de que no le gustara, sino que simplemente porque se sentiría lo suficientemente apenado por lo que acababa de hacer para estar allí otro rato más.

– Veo que ya volviste – le comentó burlón el pelinegro a su jefe, cuando lo vio llegar a su lado.

– Ehh… sí – se limitó a decir, mientras miraba hacia todas partes.

– ¿Quieres que nos vayamos?

– Si no te molesta. Claro – le contestó.

– Está bien – aceptó este – Makoto – se dirigió al chico sentado frente suyo – ¿puedes traerme la cuenta? – le sonrió.

– Claro, en seguida vengo – dijo, para luego colocarse de pie y salir hacia la caja para pedirle a su madre que le diera la cuenta y el total que debía pagar Sousuke. Hecho eso, volvió para la mesa del par de amigos, le entregó el recibo al pelinegro, este le pagó en efectivo y se puso de pie.

– Bien, nosotros ya nos vamos – dijo el chico de ojos verde agua, mientras se colocaba de pie y se despedía de Makoto – nos vemos otro día – le prometió sonriendo – despídeme de Kurumi-san por favor.

– Por supuesto – accedió mientras le regalaba una cálida sonrisa. Luego de eso, vio como el chico comenzaba a alejarse junto a su amigo y jefe, hasta perderse entre la oscuridad del lugar.

Lanzó un suspiro y volvió a su trabajo.

 

En las afueras del host, se podía ver como el pelirrojo y su amigo salían un poco apresurados del lugar, mejor dicho, Rin estaba apurado por irse, ya que lo único que quería en esos momentos era llegar a su suite para darse un relajante baño y poder por fin recostarse en la comodidad de su cama.

– No es necesario que llames a Kisumi – le dijo el ojicarmín a su amigo mientras iban hasta el estacionamiento – yo te iré a dejar a tu departamento.

– Sí no te molesta, entonces está bien – le respondió Sousuke, llegando ambos junto al deportivo rojo, para luego adentrarse a él y salir en dirección al edificio en donde el pelinegro vivía.

 

Por fin, luego de una media hora después de haber salido de aquel host, Rin entraba a su suite lanzando un cansino suspiro, mientras se iba desvistiendo acorde entraba en el lugar, dejando las piezas de ropas desparramadas en el suelo, dejando un camino desde la sala hasta el baño, el cual estaba en su habitación.

Una vez dentro del baño, fue hasta la ducha, para poder prepararse el agua caliente. Cuando ya estuvo listo eso, se metió bajo el agua, sintiendo como las gotas caían lentamente por su cuerpo, recorriendo sus brazos, pecho, espalda y piernas, llevándose con ellas el estrés vivido en aquel día. Luego de un par de minutos, salió, se envolvió con una toalla la cintura y secó su cabello, mientras se colocaba unos pantalones de buzo gris holgados y se dirigía hasta su espaciosa cama.

Abrió las frazadas y fue sumergiendo poco a poco su cuerpo entre las limpias y suaves sábanas blancas, dejando que su cabeza reposara en un más que blando cojín, del mismo color que las sábanas, mientras se recostaba de espaldas y se quedaba mirando el techo, esperando a que el sueño llegara hasta él y pudiera por fin dormir.

Pero otra cosa que no era sueño llegó a su mente; el recuerdo de lo vivido hasta hace un par de minutos y horas atrás llegó de manera abrupta. Recordó aquellos ojos celestes, aquel cabello oscuro como la mismísima noche, aquella blanquecina piel, el suave tacto de este, recordó su serio hablar, su semblante frío y su mirada calculadora., recordó cada uno de los movimientos del chico, cada uno de los besos que se dieron en esos momentos, todas esas caricias que se regalaron.

Su pecho se oprimió levemente al pensar en eso último. Mentira, todo eso que habían hecho hace unos momentos atrás no fue porque quisieran o porque algo les dictara hacerlo, simplemente había sucedido porque pagó por ello. Aquellas caricias, besos, gemidos, palabras, no habían sido más que compradas.

Y con un extraño sentimiento en su interior, el pelirrojo cayó por fin dormido.

 

Luego de cumplir con los servicios que había requerido el chico de rojos cabellos y mirada carmín, se fueron cada uno por su lado; él para seguir con su trabajo y el otro chico hacia donde supuso, era volver con el tipo de pelo negro que lo había acompañado hacia el host.

Siempre era lo mismo; alguien llegaba al lugar, comenzaba a evaluar con la mirada a cada una de las personas que atendían en lugar y estaban para cumplir con los servicios, llamaban a una de las dueñas, que casi siempre era Kurumi o Misaki, preguntaban por su costo, iban al segundo subterráneo, tenían sexo sin control por el tiempo que había pagado el comensal, terminaban y cada uno se iba por su lado, ¿por qué con ese chico tenía que ser diferente?

Se tomó un descanso de unos quince minutos aproximadamente y se fue a encontrar con Misaki, para comunicarle que seguiría son su trabajo. La mujer no muy a gusto con el hecho de que el chico se sobre exija tanto, aceptó. Y Haruka volvió a su puesto de atender a los comensales.

Lastimosamente para él, entrada la madrugada, tres personas más pagaron por sus servicios. Lo único bueno es que cada uno no pagó por más de una hora y media, por lo que todo fue rápido para el chico.

Finalmente dieron las seis de la madrugada y los últimos comensales ya se habían retirado. Todos los viernes tenían el mismo horario, cumpliendo entre doce o trece horas de trabajo. Pero eso, no era algo que le molestara, simplemente le ayudaba a mantener la mente ocupada en otra que en pensar cada segundo de su vida en cómo sería su existencia si no hubiera perdido a sus padres desde temprana edad y no tendría que estar vendiendo su cuerpo a personas desconocidas para poder cumplir su meta; ser una persona ordinaria, común y corriente.

Luego de que Chihiro, Kurumi y Misaki le hayan dicho a Makoto y a Haruka que podían retirarse cada uno a su habitación para descansar, estos se encaminaron cada uno a sus propias habitaciones del hotel que las dueñas tenían dispuestas para ellos. Cuando iban en el ascensor y llegaron al piso del peliazul, este se despidió de su amigo y el otro siguió subiendo, hasta llegar a la suite que quedaba en el último piso del hotel, el cual compartía con su madre adoptiva.

Lo primero que hizo Haru después de llegar a su cuarto, fue encaminarse hasta el baño para darse una relajante ducha. Hecho eso, rápidamente se fue hasta su habitación, se colocó su pijama y se recostó en su cama.

En la tranquilidad de su lecho y mientras caía rendido al sueño, los recuerdos vividos con el chico de rojos cabellos llegaron hasta él, como una fuerte bofetada, haciendo que un amargo sentimiento llegara hasta él. Una de las reglas que se tenía impuesta por él mismo era no involucrarse sentimentalmente con ninguna de las personas que pagaban por su cuerpo, ¿por qué? Simplemente porque no era más que una atracción física, una simple persona que no sabe en qué gastar su dinero o estar lo suficientemente necesitado como para pagar por sus servicios. Era simplemente un objeto sexual, que cualquiera que tuviera el dinero suficiente podría gastar en él, para luego ser desechado u ocupado por otro, olvidándose completamente de lo recién vivido.

No se dio ni cuenta cuando todas esas cavilaciones lo llevaron a quedarse profundamente dormido.

 

 

El día sábado llegó y con eso, el día libre del pelirrojo, el cual se había levantado cerca de las once de la mañana, luego de tener un sueño de lo más reponedor.

Se levantó, fue hasta la cocina para prepararse un café, para luego ir a vestirse. En eso vio el calendario, el cual estaba marcado a un lado de la hora en el reloj digital, viendo que era quincena y como todas las quincenas, ese día debía ir a visitar a su madre y a su hermana menor. Decidió que era el momento exacto para ir a verlas, por lo que se duchó, vistió con unas ropas casuales; jeans negros, zapatos cafés, una polera gris y un suéter holgado encima desabrochado de color negro. Despeinó su cabello, el cual ya estaba un poco largo, llegándole hasta casi los hombros, tomó una bufanda color negra y salió de su suite, no sin antes echar las llaves del auto en sus bolsillos, al igual que el de su departamento, a pesar de que este tuviera clave y todo estuviera computarizado.

Bajó hasta el estacionamiento del edificio y subió a su auto. Encendió la radio, donde tenía su dispositivo USB conectado en él con una tarjeta de memoria, donde estaba almacenada su música favorita y partió, al compás de la música de dubstep que sonaba a lo alto de sus parlantes.

 

No se demoró más de unos quince minutos para llegar hasta la casa de su madre, la casa de su infancia. Aparcó el auto en frente de esta, accionó el botón a larga distancia de la alarma y se encaminó hasta la puerta, para luego tocar el timbre y esperar que alguien saliera a abrirle.

– ¡Hermano! – exclamó Gou cuando abrió la puerta de su casa. Aquella chica era la hermana menor de Rin por unos tres años de diferencia. La chica recién estaba comenzando a estudiar contabilidad en la Universidad, por lo que aún no se independizaba tal y como él lo había hecho. Todavía le quedaban un par de años más para seguir estudiando y por fin graduarse, pero hasta donde tenía entendido, está haciendo la práctica en un lujoso hotel, ayudando a los dueños con los libros de contabilidad, pero este no tenía claro cuál era el nombre de aquel.

– Gou, ¿cómo has estado? – le preguntó sonriendo y tocando el cabello de su hermana.

– Muy bien, gracias – le devolvió la sonrisa – pero pasa. Mamá está en la cocina preparando el almuerzo.

– Bien – accedió este, para luego ver como la chica se hacía a un lado y le daba el espacio suficiente para que este pudiera ingresar a la residencia. Se encaminó a paso pausado hasta la cocina, donde se encontraba una mujer de unos cuarenta y ocho años aproximadamente, trayendo su largo cabello rojizo amarrado en una floja coleta colocada en su hombro. Cuando estuvo detrás de ella la abrazó y le dio un beso en la mejilla – hola mamá – le saludó el chico mostrándole una encantadora sonrisa.

– Hijo, pensé que hoy no vendrías – le dijo ésta dándose la media vuelta para quedar frente al chico. En ese momento Gou entró al lugar – Gou, ponte otro puesto más en la mesa – le pidió – espero que aceptes mi invitación a comer, ¿cierto? – le preguntó dirigiéndose a su hijo mayor.

– Por supuesto – le contestó el aludido – ninguna comida se compara a la que tú me preparas.

– Pero bien que reclamabas cuando te cocinaba algo que no te gustaba – le dijo la mujer, mientras se cruzaba de brazos y miraba a su hijo arqueando una ceja.

– Solo era un niño – se excusó riendo.

– Vamos. Será mejor que vayamos a comer, ya van a dar la una de la tarde – comentó la pelirroja sirviendo la comida en unos platos recién dispuestos.

El chico le ayudó a servir y seguido de eso todos se sentaron a la mesa a comer.

 

 

El reloj marcaba el medio día y cierto chico de castaños cabellos y verdosos ojos estaba golpeando fuertemente la puerta de lo que sería la habitación de su mejor amigo.

– ¡Haru, vamos ábreme! – decía mientras golpeaba nuevamente la puerta de la habitación, pero nadie le respondía. Insistió hasta que después de unos minutos, la puerta fue abierta y se pudo ver la silueta del peliazul al otro lado de esta.

– Makoto, ¿se puede saber qué estás haciendo molestándome a esta hora? – le preguntó cansado – sabes perfectamente que hoy nos fuimos a nuestras habitaciones más tarde de lo común.

– Lo sé Haru, lo sé. Pero mi madre me pidió que fuera a la casa de Gou a buscar los libros de contabilidad que ella tenía – se excusó, tratando se sonreír.

– ¿Y por qué tan temprano? – dijo soltando un bostezo.

– Misaki-san, Kurumi-san y mi madre tienen que pagar los impuestos. Sabes lo ordenada que son con todo eso.

– Entiendo – se limitó a decir – espérame unos minutos. Ya vengo – fue lo único que dijo, para luego cerrar la puerta y volver a adentrarse a la habitación.

Rápidamente se encaminó hasta su closet, buscó su ropa interior y vistió con unos pantalones negros, una polera a rayas blanca y azul, unas zapatillas negras y una chaqueta de color negra encima, usándola desabrochada, se peinó un poco su desordenado cabello y salió nuevamente con su amigo.

Luego de eso, ambos fueron hasta la cafetería del hotel para tomar un rápido desayuno y salir hacia la casa de una de las amigas del par.

 

Gracias a que les atendieron rápidamente en la cafetería y que el hogar de Gou no quedara a más de media hora caminando, estos llegaron quince minutos después de las una de la tarde. Cuando estuvieron fuera, Makoto tocó el timbre y esperó que la chica les viniera a atender.

A los pocos minutos después ésta apareció por la puerta.

– ¡Makoto, Haruka! – les saludó – que sorpresa el verlos aquí, ¿ha pasado algo?

– Hola Gou – le respondió el saludo el castaño – no nada, no te preocupes. Solo que mi madre nos pidió venir para poder buscar los libros de contabilidad que tienes tú.

– Oh, ya veo – contestó la chica – bien, pasen. En estos momentos estoy almorzando con mi madre y mi hermano, pero no creo que les moleste – les comentó sonriendo.

– ¿Hermano? – preguntó extrañado el ojiverde – no sabía que tenías un hermano.

– Es mayor que yo y vive solo, por eso no le han visto aquí. Pero hoy vino de visita y está comiendo con nosotras.

– Ya veo – se limitó a decir el ojiceleste, mientras que con su amigo hacían ingreso a la residencia.

Cuando por fin entraron, ésta les guió hasta el comedor de su casa, el cual estaba junto a la sala de estar, dividida simplemente por un separador de ambiente. A medida que se acercaban caminando por el pasillo, podían escuchar las voces del hermano de Gou y de la madre de esta, conversando animadamente.

Haru se sintió extraño, pensando que su imaginación le estaba jugando una mala pasada, ya que sentía que la voz de aquel chico se parecía al del empresario de cabellos rojos con el que estuvo la noche anterior.

Llegaron por fin a la sala.

– Madre, Haruka y Makoto están aquí, vinieron por un recado de la madre de Makoto – le anunció a su madre, mientras los chicos terminaban de entrar a la sala.

Lo primero que hizo el peliazul fue desviar su mirada de la madre de Gou hacia la silueta del chico que estaba sentado frente a la mujer, dando la espalda a la puerta. A pesar de estar así le reconoció enseguida.

Por su parte Rin, al escuchar que su hermana anunciaba a las nuevas visitas, sintió que todo su cuerpo se tensaba y que un escalofrío recorría su espina. Tragó grueso.

– Tú… – murmuró por lo bajo el peliazul.

– Hermano – llamó la atención la chica al pelirrojo. Este se dio la media vuelta pausadamente, preparándose para mostrar su rostro – te presento a Haruka Nanase y Makoto Tachibana – les presentó sonriendo – Makoto, Haru. Él es mi hermano mayor Rin Matsuoka.

Y al igual que el castaño, Rin y Haru quedaron más que sorprendidos al confirmar sus sospechas sobre la persona contraria que se encontraba compartiendo la misma habitación.

Notas finales:

Y bien? ouo oh dios, la tension sexual es palpable en esa habitacion owo kasdjkasdj y Gou ni enterada 3: xDD que ira a pasar en el proximo? eue eso solo lo sabran la proxima semana! :DD akjsdjasd xDD

 

Bien! espero que les haya gustado este capitulo ^^ como siempre pueden pasarse a mi pagina de Facebook... ademas, de que estoy haciendo unos tipos de preguntas :33 para las que sean tambien fans de la serie D.Gray-man y disfruten del Yullen o Laven al igual que yo -w- asdasdadad~* son tan zukulemthos *3* o tambien las que vean shoujo, como la serie que acabo de ver Tonari no Kaibutsu-kun akdjkads ya que quiero escribir un one-shot de Micchan y Natsume *--* dios! me enamore de ellos :'D siendo que no me gusta mucho el shoujo xDD

 

Bien, bien... estare esperando sus comentarios ^^

 

Nos vemos!

*el link de mi pagina -> http://www.facebook.com/SholeSuperKawaii


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