Kuroro realmente estaba comenzando a molestarse, porque había venido aquí a ganar dinero no a desperdiciar todos los ahorros de su vida y tampoco podía entender porque kurapika si buscaba que lo comprara, comenzó a hacer que sus ojos brillaran de esa manera tan deslumbrante es que no se daba cuenta de la cantidad de dinero que le había hecho gastar demás con eso, y ya comenzaba a impacientarse con la lentitud de los tramites, para su alivio ya no necesitaban más su cooperación para la finalización del trámite, o por lo menos no por un rato.
Así que lo encaminaron hacia la habitación donde se encontraba el kuruta, cuando llego este estaba acostado en la cama con los ojos cerrados, espero a escuchar a que se cerrara la puerta a sus espaldas para encaminarse al muchacho, mientras observaba la habitación que estaba muy bien diseñada, aunque él cambiaria los cuadros de escenas eróticas y algún que otro objeto que se veían de mal gusto en su opinión ante tan lujosa habitación.
Se encamino hacia el kuruta que no reacciono en lo más mínimo, Kuroro no estaba seguro si kurapika era consciente de que él lo había comprado, se pregunto si todavía pensaría que esperaría a robarlo cuando saliera de aquí.
De todas formas el kuruta había perdido toda su gracia en aquella habitación, acostado así parecía más dispuesto a ser puesto en un ataud que ha mantener relaciones con alguien, era evidente que no era su deseo que eso pasara pero tampoco se hallaba a la defensiva o siquiera nervioso.
Cuando llego a la cama se sentó junto a el muchacho, bajo esa luz y sin sus ojos que centellaran como una hoguera iluminando levemente la sala, se podía notar su extremada palidez y la delgadez que en el escenario le hacía parecer tan grácil; a esta poca distancia y sin el velo de la oscuridad lo hacían parecer famélico, paso unos segundos más contemplando al joven que había tomado la vida de dos de sus arañas y le había causado tantos problemas, realmente la imagen que presenciaba le provoco pena podía desear que le pasarán mil cosas malas pero esta no era una de ellas, semejante humillación y castigo no se lo deseaba a nadie ni siquiera al bastardo de la cadena.
El pelinegro no pudo evitar comprobar si tenía pulso, y el leve contacto con la piel del muchacho hizo que tomara el brazo del mayor en un triste intento de detener lo que para él era un intento de ultrajo hacía su persona pero sólo tuvo que mover su brazo para perder el agarre del otro.
Con suavidad el pelinegro tomo al otro y lo acomodo de tal manera que quedara recostado contra la cabecera de la cama, para poder dialogar mejor aunque no parecía una idea muy viable considerando se veía realmente agonizante, sus ojos que se hallaban hundidos por su delgadez estaban de un color rojo tenue y ligeramente blanquecinos.
- Kurapika - dijo el pelinegro buscando al menos contacto visual , una vez conseguido esto pregunto -¿ sabes quien soy?-
- Kuroro Lucifer, el jefe de la araña- dijo esto como un susurro mientras miraba hacia abajo pensando que tan bajo había llegado.
El otro le observo y sonrió ligeramente – tu espíritu no se quebró y actúas de manera sensata, hasta tu orgullo sigue allí. Después de todo el daño solo es físico, no tardaras mucho en recuperarte- concluyo.
No hubo respuesta a su comentario pero eso no le molesto, comprendía que la mente del muchacho debía estar dispersa y aunque no fuera así no le sorprendía el silencio, no podía esperar que él le agradeciera, se conformaba con que no buscara pelea.
Kuroro se levanto de la cama y se encamino al bar que había a pocos metros de la habitación. Cuando este salió de allí, el kuruta miro la puerta con un autentico horror no le había explicado su salida y no tenía ninguna pista de porque se fue ,tal vez se enfureció por su insolencia al no contestarle, no pudo evitar maldecir una y otra vez su estúpido orgullo, que iba hacer ahora. Pero en ese instante entro Kuroro por la puerta con unos chocolates en una mano y dos botellas en la otra, se sentó a su lado y desenvolvió el chocolate entregándoselo al rubio que lo tomo sin titubear pero no se decidió a comérselo.
- Vamos, come un poco te hará bien y además deberías beber mucha agua para limpiar tu organismo de toda esa porquería que te han dado – lo dijo mientras destapaba la botella de agua y la volvía a cerrar dejándola apoyada en el pelirrubio.
Mientras tanto él se tomó su bebida, mientras esperaba que el rubio terminara de comer, pero de pronto un grito agudo penetro la habitación.
Kuroro salió corriendo inmediatamente, ese grito de dolor puro , no podía significar nada bueno.
Cuando llego al largo pasillo donde se encontraban las entradas a todas las habitaciones, una se abrió y de allí salió una muchacha pelirroja desnuda y llena de cortes y contusiones , y con la cuenca e un ojo vacía, corría por su vida, una vida ya perdida sentencio kuroro mientras la esquivaba y se dirigía hacia el culpable.
Cuando llego este le apuntaba con un arma, esquivo con facilidad la bala y pudo ver como un cadáver sin ojos se encontraba en la habitación.
- ¿Quién eres? ¿Por qué la droga no te afecta? – le grito el hombre con el arma mientras su cuerpo le comenzaba a fallar consecuencia del miedo, y se dio vuelta a ver a Kuroro. Este emanaba un aura asesina sin contar el hecho que le robo el arma y la puso en la frente del otro, y mientras sujetaba el gatillo, escucho un grito de una voz familiar, realmente deseaba preguntar un poco más pero el grito hizo que disparará por acto reflejo.
Cuando salió al pasillo vio como el kurapika estaba arrodillado ante el cadáver de la pelirroja, su cara expresaba todo el horror y dolor que aquella imagen significaba porque esto no solo era alguien que él pudo conocer o la conciencia de que si las cosas no hubieran resultado de esa manera en la subasta el podría ser quien estuviera allí tendido , sino que además de eso le recordó a su tribu la manera en que murió y en el estado en que quedaron los cadáveres de cada persona que en ese momento formaban su mundo, allí no estaba el bastardo de la cadena, ese era un niño que lo perdió todo, un niño al que le arrebataron todo y sin poder hacer nada.
Mientras lloraba preso de todas las emociones que lo controlaban sus ojos no brillaban, eran rojos pero era un tono opaco algo que nunca antes vio, y en su desesperación tapaba la cuenca del ojo vacía con una mano y con la otra acariciaba los cabellos rojos de la joven.
Después de reaccionar ante el shock de la escena, kuroro corrió hasta él y se agacho a su altura, lo llamo muchas veces pero este no parecía escuchar.
Levanto el rostro de kurapika con sus dos manos mientras este seguía llorando desconsoladamente, mientras sus ojos le miraban de una manera que jamás podría olvidar, había matado, torturado y lastimado de diversas maneras a muchísima gente, pero ninguna mirada se le comparaba ni los ojos de un niño al ver asesinar a sus padres, o de quien ruega por su vida o la mirada de los propios kurutas cuando veían a sus hijos siendo torturados. No pudo decir que vio en esos ojos, no podía describirlo pero aquello le había hecho temblar hasta sus cimientos más profundos.
Intento limpiar con sus manos las lágrimas que corrían por sus mejillas, mientras con toda la calma que pudo reunir le pidió que parara de llorar.
- Pero ella… - alcanzo a susurrar mientras sollozaba e intentaba mirar de vuelta a la muchacha pero ciertas manos se lo negaban.
- Después me contaras sobre ella, pero ahora tenemos que irnos antes que te hagan daño kurapika ¿ entiendes? – le explico kuroro con su mayor esfuerzo, aún seguía mirando esos ojos sin poder apartar su vista pero aunque no pudiera controlar todo lo que sucedía, no podía evitar intentar de proteger al kuruta.
Por su parte el menor comprendió que tenía que obedecer y como respuestas levanto sus brazos para dejarse llevar.
Kuroro se sorprendió un instante pero se dio cuenta que era más conveniente llevarlo de esta manera, primero se aseguro con en que no hubiera nadie que pudiera ser peligroso, pero él asesino no dejo a nadie más que a ellos con vida, así que tomo al muchacho y lo levanto, este no dudo en abrazarlo con sus brazos y piernas, dejando sus rostros a pocos centímetros.
Aunque paró de llorar y se sereno un poco seguía asustado.
- No te preocupes ya todo está bien ¿sí? – le dijo kuroro en un tono cuasi paternal, no tuvo idea de cómo salió eso de su boca pero su única prioridad era sacarlo de allí y eso se puso hacerlo.
- Tengo sueño- fue lo único que respondió el rubio mientras escondía su rostro en el cuello del mayor.
Tardo unos 15 minutos en llegar al auto porque estaba alejado y además tomo todas las precauciones posibles para que no fueran vistos, lo menos que necesitaba ahora es que varias familias de la mafia encontrasen su rastro e intentaran tomar venganza por algo que no había hecho.
- Vamos, kurapika hay que subir al auto- dijo pero no recibió respuesta después de todo el muchacho se quedo dormido, con cuidado de no despertarlo lo acostó en el asiento de atrás.
Normalmente hubiera pensado a donde ir o refugiarse o que hacer pero cuando su instinto era tan fuerte como ese día solo se dejo llevar por este, que lo único que le exigía era que tomara ese auto y se fuera lo más lejos que pueda, sin pensar en rutas o ciudades solo manejando a donde le llevara su instinto. Sin demorarse un segundo más arranco el auto y comenzó a manejar poniendo toda su mente en esta única tarea.