Flaca, no me claves
tus puñales, por la espalda
tan profundo, no me duelen
no me hacen mal.
Despierto primero, ahora siempre lo hago, y suspiro. Aburrido. Agotado. Cepillar dientes, planchar ropa, cocinar desayunos, ver en tu rostro el vestigio de una espléndida sonrisa. Ayer ocurrió lo mismo, discutimos, salí, volví, no estabas, volviste, discutimos. Y estás perdido, alzarás vuelo, y no dolerá.
Lejos, en el centro
de la tierra, las raíces
del amor, donde estaban
quedarán.
Enterradas están tus lágrimas de derrota, las de victoria, tus metas, tus expectativas, tu confianza, tu seguridad, tu exorbitante espíritu, tu amor. Tus ojos vacíos lo dicen, no saldrán del cajón, y tus fríos ‘te quiero’ me lo afirman.
Entre no me olvides me dejé nuestros abriles
olvidados, en el fondo del placar
en el cuarto de invitados, eran tiempos dorados
un pasado mejor.
Nos conocimos en las época donde todo era jugar, nuestro primer amor fue el béisbol, y vivíamos para él. Jugar, no había espacio para otra cosa. Éramos jóvenes y aún no sabíamos nada. Ahora que lo sabemos, la primera vez que te besé se proyecta cada vez en cada sueño. Lo añoro, Eijun.
Aunque casi me equivoco y te digo poco a poco
no me mientas, no me digas la verdad
no te quedes callada, no levantes la voz
ni me pidas perdón.
Y lo sé, Eijun, alzarás vuelo, lo estás haciendo. No puedo mantenerte en la jaula, y no dolerá. Cada vez que ocurre, no me digas la verdad, pero no dolerá, y no dolerá. Por eso salgo, camino, ajusto la bufanda, analizo, quiero y no quiero que termine. Quiero volver, cuando éramos fuertes, cuando no sabía quién se amaba más, cuando no te disculpabas cuando ocurría, porque no lo hacía. Está deteriorado, hundido, lo estamos.
Aunque casi te confieso yo también he sido un
perro compañero, un perro ideal
que aprendió a ladrar y a volver al hogar
para poder comer.
Te lo digo, sin vergüenza, que te extraño. Y los gritos advierten a todos, somos los que nadie quiere en el edificio. Sigo aquí, no quiere y quiero irme, Eijun, lo nuestro solía ser tan bello. El invierno no ayuda, tampoco lo hacen tus indiferentes disculpas. Pero, aun así, vuelvo, y te robo un beso, y te limpias los labios con una servilleta. Dormirás en el sillón, dices.
Flaca, no me claves
tus puñales, por la espalda
tan profundos, no me duelen
no me hacen mal.
Por fin levantas vuelo, seguir tus metas, dices. No es cierto, conociste a una muchacha, bonita, interesante, buena, que te aprecia más. Y dije que no dolería, y no duele, y no dolerá. El invierno no ayuda; lo nuestro fue tan bello, y nuestro primer beso aparecerá siempre cada vez en cada sueño.
Lejos, en el centro
de la tierra, las raíces
del amor, donde estaban
quedarán.
No hay lugar para el antiguo amor de la adolescencia, el béisbol nos derrotó, y nos unió, y yo te amé, y me amaste. Pero la casa parece tan vacía (como tus ojos luego de diez años), y lamento no quererte tanto. No dolió cuando te fuiste, no duele ni tampoco dolerá.