Capítulo 1. "SungYeol"
Él era SungYeol. Con sus cabellos suaves y marrones. Con sus ojos inexpresivos y redondos. Con su piel frágil pero áspera. Pero sobre todo, él era SungYeol... Mi preciado muñeco.
Desde niño lo tenía conmigo. Había sido un regalo sorpresa por parte de mis padres y cuando lo tuve en mis manos fui feliz, feliz porque al fin tenía un juguete, feliz porque era lo que tanto quería, porque para alguien tan tímido como yo al fin tendría un amigo, feliz porque era mío y solo mio.
Él era mi complice, mi imaginaria mano derecha, mi compañero de juegos y mi otra mitad. Un poco tonto, pero eso pensaba y mi madre me entendía... pero las cosas cambiaron cuando crecí. Debía madurar, según mi padre, debía dejar mi niñez, según mi madre, debía renunciar a mi mejor amigo, según yo, aunque en el fondo sabía que eso no era lo que realmente quería así que lo conservé. Conservé a SungYeol.
Cada mañana me despertaba y lo primero que mis ojos veían era la figura de SungYeol en mi estante, con esa sonrisa confortadora y que me animaba a sonreír con él, pero solo eso, nada más. Ya no podía jugar con él, solo podía observarlo y el solo podía permanecer sentado, esperando a que tal vez lo vuelva a tocar, a que tal vez duerma nuevamente a mi lado pero no podía saberlo, porque era un muñeco y solo un muñeco.
Un día abrí los ojos al despertar y bostezé cansado. Recordé que hoy tenía examen y tras ver mi reloj noté que era tarde, maldije al despertador averiado y salté de mi cama sin fijarme en nada a mi alrededor. No pude siquiera dirigir mi vista a SungYeol, estaba realmente apurado.
Mi madre me recibió contenta una vez que regresé y me preguntó por el examen, me había ido bien o eso esperaba. Durante toda la mañana me sentí mal por haber olvidado a mi preciado muñeco, por no haberle prestado siquiera un poco de atención, me sentía culpable sin saber exactamente porqué en esa magnitud. Cuando llegué a mi habitación deje a un lado mi mochila y cuando fijé mi vista hacia el estante deje salir un suspiro, un suspiro ahogado para luego empezar a buscar por todos lados.
Ahí no estaba SungYeol.
Busqué aquí, busqué allá, busque por abajo, por arriba pero no había señal de SungYeol... ¿Donde se había metido? ¿Quién lo había cogido? Prácticamente interrogué a toda mi familia pero nada, nadie lo había visto, nadie lo había cogido, nadie sabía nada y yo me empezaba a rendir... Tal vez nunca más volvería a ver a SungYeol... y eso me atormentaba.
Miraba el techo de mi habitación mientras me encontraba recostado en mi cama. No había encontrado a SungYeol y finalmente me había rendido. Cerré los ojos cansado y sin previo aviso sentí algo rodar mi mejilla, casi de manera suave, como una caricia, una delgada lágrima acarició mi rostro sin que me digne a limpiarla porque sin más fuerzas me había quedado dormido.
Ya no tenía a SungYeol y sin SungYeol me sentía vacío. Tal vez sea solo un muñeco pero para mi era especial, era mi único muñeco, era mi único mejor amigo... Era mi SungYeol. Y eso significaba todo.