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El Señor de las Bestias por McPheet

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Notas del fanfic:

Planeo poner mucho esfuerzo en esta historia, aunque me toma mi tiempo escribir los capitulos, asi que puede existir cierta demora en subir los capitulos, por otro lado, me gustarìa —Aunque el resultado puede variar— Crear personajes bastantes intrincados, principalmente el protagonista; Vincenc. Espero disfruten.

Notas del capitulo:

«Dům temnoty», ò la Casa de la Oscuridad. La transgresión a si mismo, de su espiritud y todo lo que este conlleva.


 

Dům temnoty


La voz de la conciencia acudìa en su ayuda, en ayuda de un hombre ensombrecido y a punto de dar un paso hacìa el borde de un risco que, grano a grano, se precipitaba. El risco del pecado, de las promesas rotas, del miedo a ser descubierto, de llegar màs allà de lo que se prometía a sí mismo que llegaría. Se estaba atando una soga al cuello; Necesitaba una opiniòn transparente, que le hiciera reflexionar, pero, ¿porque devìa de suponer que su conciencia estaba màs cuerda que el?, despuès de todo solo eran dos partes de una misma maquinaria, que entrando en desacuerdo, se amedrentaban una a la otra ¿Era correcto creer que su conciencia no deseaba tanto como èl tocar a la puerta?


Pero si la discuciòn se desviaba a el què le habìa llevado allì no había respuestas que pudiese darse, ni excusa ante semejante acto. Podìa convencerse de que su vida era suficiente para ser feliz; Un exitoso economista, una esposa en casa y dos hijos que presumian por su alegrìa, pero sabìa que no era asì, que trabajaba para ganar una fortuna que nunca disfrutaría, ¿acaso esperaba a la muerte? Entonces todo perderìa su valor. Sabìa también que su esposa ya no sentìa por èl todo lo que una vez sintió, que aquella experiencia inexplorada ya estaba màs que desgastada, y que esos momentos de éxtasis se habìan vuelto un acto banal y rutinario. Las amplias sonrisas de sus hijos no eran màs que otro engaño para sus ojos, una lecciòn de cortesìa bien aprendida.


Si acaso era posible cultivar conciencia o imponer control a sì mismo, Vincenc no poseìa la capacidad de llevar a cabo semejante acto de valentìa espiritual. Bajo una presiòn de tal calibre su barrera se venìa abajo. Era vulnerable, incapaz de luchar contra sì mismo.


En sus pensamientos dos ideas simples dejaban crecer un entramado y complejo sistema de raíces. La idea; competir por cual florecía primero. Entrar o no entrar. Cuando ya consideraba mucho tiempo dedicado a tal dilema, y se disponía a retirarse la puerta se abriò por sí sola y una tenue iluminaciòn cruzò. Muy poco despuès, a travès de la entrada custodiada,  un hombre salió. Llevaba los pantalones desajustados y al nivel de la cadera, no pudo detallar nada màs.


Este le vio de reojo durante un corto lapso de tiempo, luego, se alejo. ¿Acaso habìa notado quien era èl? Entonces habrìa un escándalo de proporciones épicas; el comerciante màs importante del país era un pervertido, homosexual, y eso, sin incluir el adulterio. Su bufete de economistas —Que era, no por nada, el de mayor reconocimiento— se iría abajo, reemplazado por las aves rapaces, que representaban su competencia. No podrìa entonces optar por su carrera como abogado, pues la misma, serìa también desacreditada por los ojos de aquellos, que por juramento, representaban la justicia. Y como cualquiera en su sano juicio sabe; el dinero no es para siempre, y un hombre como èl, no se consideraba capaz de abandonar la comodidad de su fortuna, ¿Tendrìa entonces que caminar al trabajo? ¿O sus hijos estudiar en una escuela comùn?


— ¿Invitaciòn? —Preguntò el hombre que custodiaba la puerta.


Vincenc entregò una pequeña tarjeta de cartulina rectangular, color negro y firmada en el centro con tinta blanca. «Dům temnoty» llevaba impreso en una esquina. El hombre que protegìa la entrada, de aspecto nervudo, examinò con cuidado la tarjeta antes de dejarle abrirse paso a travès de el umbral y sumergirse en la oscuridad.


Sintiò un ligero hormigueo ¿Le causaba aquello emociòn? Quebrantar el brillo espiritual, que querìa creer, tenìa antes de llegar allì. Debìa, entonces, no ser del todo malo y su conciencia habrìa ya tomado una desiciòn. Sumergido ya en las oscuras entrañas del recinto, y reconciliado con su «yo» interno, nada le impedía descubrir los màs curtidos deseos de su alma.


—¿Mamada o follar?


Vincenc le mirò con desdèn y este le devolvió el gesto.


—Mamada— Respondiò. Sus ojos se habìan acostumbrado ya a la escasa luz. No parecìa haber demasiado movimiento en el lugar.


El hombre, que llevaba la camisa atada a la cintura y el abdomen desnudo, le sonrió, y sin màs, se puso en cuclillas.


¿Era entonces aquello lo que precisaba su cuerpo? Un hombre bajando la cremallera del costoso traje Kiton que vestìa, su candente miembro siendo liberado y el interior, tibio y hùmedo, de una boca abrazándose a èl.


Estaba redescubriendo sensaciones que creìa perdidas, y sin notarlo se aferrò al cabello de aquel desconocido, controlando el ritmo. Como si necesitase màs de aquella droga que le erizaba la piel de placer, le hizo acelerar. Llegado el momento dio un aviso entre dientes y le soltò el cabello, pero el hombre, como si no le importase continuò incluso màs rápido.


Arqueò la espalda y con un gemido, que intentò, fallidamente, ahogar mordiéndose el labio, terminò entre aquellos labios que despertaban uno de los màs intensos deseos en èl.


Una vez volvìo a arreglar su costoso traje se retirò como si nada hubiese pasado. En cuanto atravesò la puerta percibió algo distinto, como si un filtro hubiese sido retirado de sus ojos. De la nada praga adquirió más color del que jamàs habìa percibido en ella. Aquel, a pesar de la simpleza del momento, habìa sido el mejor orgasmo que habìa tenido en años.


Entonces el momento no deseado llegò, la sensaciòn de éxtasis se desvanecía y llegaba el deseo de màs.


Antes de abordar su bien cuidado Audi, un hombre se acercò a su lado y le extendiò un papel mal cortado con números en bolígrafo azul. Era el mismo que unos minutos atràs le practicaba sexo oral.


— Muy pocos hombres como tù pasan por aquì.


— ¿Como yo?—Preguntò—. ¿Que hay distinto en mì?


El hombre sonrìo y con màs insistencia le extendió el papel.


— Admito, que no lo sé—Respondió— Pero puedes ayudarme a resolverlo.

Notas finales:

Es algo corto la verdad, pero me costo mucho escribirlo y al final expreso lo que querìa expresa, al final me falto un poco la inspiraciòn y puede ser bastante vacio pero les compensare, sobre todo con respecto al yaoi. En cuanto al romance tened paciencia.


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