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El Señor de las Bestias por McPheet

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Notas del capitulo:

Capitulo nuevo, espero que les guste y dejen sus comentarios :) Me cuesta escribir esta historia la verdad.

Remordimiento


Despuès del pecado llegò el remordimiento. Abrasador e irremediable.


Recibiò una llamada. Martha su secretaria. Debìa ser importante, de hecho, tenìa prohibido llamarle a su celular.


Vincenc aparcò, como siempre, en un espacio exclusivo. Tenìa tres reservaciones a la semana, cada semana. Una cena familiar fuera de casa, durante las noches de los lunes, miércoles y viernes. La rutina. El resto de la semana el aparcamiento seguìa siendo suyo, usualmente concurrìa el lugar, por trabajo.


Acompañò a todos al  interior. Ocuparòn una mesa circular con cuatro sillas, junto a la majestuosa pared de vidrio que dejaba ver el mundo de el otro lado, como si de una ventana mágica se tratase.


Ordenaron. Anastázie, su esposa pidió pato asado con sauerkraut, hojas de repollo fermentadas en agua y sal, él por su parte pidió  vepřo-knedlo-zelo, un cerdo asado acompañado de pasta y col. Sus hijos ordenaron ambos lo mismo, Goulash conknedlíky, otro tradicional del país.


Una vez acomodados en la mesa, ordenada la cena y elegido el vino se dispuso a atender a Martha, quien le habìa llamado otras dos veces.


—Cariño, vuelvo en un minuto. Trabajo— Le dijo a su esposa dando énfasis al celular, que llevaba en la mano derecha. Ella, por su parte, solo sonriò con la dulzura de un Buchteln.


—Lo comprendo— Respondió, aùn con aquella sonrisa edulcorada, que le dedicó por un par de segundos màs antes de volver su atenciòn a los niños.


En la parte posterior del restaurant, una modesta terraza permitía a los comensales disfrutar del aire fresco y del otoñal ambiente que revestía las calles. El, en cambio, usaba aquel espacio comùn para situaciones como aquellas, en las que prefería aislar todo lo que no tuviese que ver con aquel momento familiar, en este caso trabajo.


Escuchò el ring a travès del auricular del teléfono dos veces, antes de que la voz de Martha, acompañada de una relajante música de fondo, le hablase.


—Tres, jefe—Exclamò ella algo agitada, tal vez era un día ocupado en la oficina—. Tres compañías han decidido, y citò textualmente, prescindir de nuestros servicios.


Durante unos segundos, que le resultaron eternos, se mantuvo atrapado en el ir y venir, inconstante de sus pensamientos. Cada fibra de su cuerpo le decìa, a susurros, que su pecado cometido habìa sido descubierto, vestido de gala y publicado en alguna revista importante como el «Prague Post». Enfrentando la situaciòn con entereza, hizo aquella pregunta a cuya respuesta le temía.


—¿Alegaron una razòn?


—No, exactamente—Hizò una pausa— Obtuve un poco de informaciòn extra-oficial. Fuera de procedimiento—. Vincenc casi pudo ver su sonrisa al otro lado de la línea— Su firma, ha vendido informaciòn que nuestros clientes prefieren mantener en secreto.


Vincenc sintiò como aquello que le comprimia el pecho desapareció, y pudo respirar nuevamente, entonces su mente pudo recuperar el orden.


—Mañana lo resolveremos. Saca a todos de sus trabajos y reunelos. Si es necesario vacía un piso entero…


—¡Vaya!—Se escuchò decir a su espalda—. Parece que hoy podrè compartir una cerveza.


Vincenc girò lentamente hasta que sus miradas se encontraron, y una sensaciòn electrizante cruzò de una a otra.


—Martha, hablaremos despùes—. Cortò y devolvió el celular a su bolsillo.


Dio un paso hacia la mesa y tomo asiento en una de las sillas en esta, no sin antes dar un vistazo alrededor.


—¿Debo preocuparme? No quiero pensar que me sigues.


Capto la disimulada sonrisa de el hombre al otro lado de la mesa de cristal. Vestía una camisa de vestir azul, que contorneaba ligeramente la figura que por culpa de las sombras no habìa podido ver la noche anterior. Pantalones y zapatos negros de vestir hacían juego.


—La desesperaciòn no ha llegado a mi de tal forma—Respondió, dejando en evidencia la ligera sonrisa en su rostro—. ¿Estás tù espiandome a mi?


Vincenc le mirò inquisitivo. Parecía un hombre de buena vida, tal vez casado, y, sin duda alguna, con dinero. Un ser infinitamente distinto a quien habìa conocido en el «Dům temnoty».


— No, por supuesto que no te espio. Siquiera conozco tu nombre.


— Bien, entonces...—Respondió—…¿Quieres hablar sobre lo que paso anoche… en la oscuridad?


—No hay nada de qué hablar—Cortò Vincenc.


Una presencia a sus espaldas le hizò ver atràs, suplicando que no fuese su esposa aquella presencia. No era ella, en cambio, una camarera pusò sobre la mesa un portavasos y encima de éste un vaso de cristal grueso en el que sirvió cerveza de una botella de «Pilsner Urquell», luego, se retirò.


—Si es ese el caso, ¿Porque estas aquì sentado?—Dijo, tomando del vaso.


—Vincenc—. Susurrò cejando de su intento por mostrar desinterés—. Mi nombre, es Vincenc.


Lo cierto era, que a diferencia de aquello que salìa de sus labios, en su interior secompartìa otra opiniòn. Su conciencia, irremediablemente rebelde se habìa puesto de acuerdo con èl; Tenìa todo el interès que se podìa llegar a tener por explorar, volver a aquel lugar en èl que la moral no existía, solo el deseo, aquel impulso animal de poseer un cuerpo y hacerlo suyo. Conectar dos seres y volverlos uno, que sus almas se movieran al mismo que tiempo que sus latidos, sincronizados como el resto de sus deseosos cuerpos que, caídos en un hechizo de lujuria, yacìan ciegos en un ir y venir al compás de sus calurosas respiraciones.


Al otro lado de la mesa, el hombre, que ahora surgìa como el dueño de sus deseos, depositò el vaso en el pequeño círculo de corcho y madera que protegìa a la mesa de la hùmedad. Con un movimiento inconsciente se acariciò la barbilla, vestida por una barba de dos o tres días. Aquello en sus ojos era deseo, claramente identificable, a pesar de que su sonrisa formal y su ropa elegante tratasen de ocultarlo.


No podìa culparlo, Vincenc tambìen deseaba dominarlo, en toda la complejidad que involucraba la palabra.


— El mio es Jan—. Respondió con simpleza.


—Asì que hay en ti un poco de…


—¿Clase?—Completò, y luego—: Si, la hay. No te preocupes por lo que viste la noche de ayer. Hay màs que eso en mi. Ademàs, era mi dia libre.


—Tengo esposa— Aclarò Vincenc, aùn con aquella mirada desairosa—. También hijos, y un buen empleo. Lo que pasó en… ese sitio, no pasarà de nuevo, no de la misma forma. Tengo dinero, no me importa usarlo con tal de no tirarlo todo por la borda, pero hay reglas: Yo elegiré cuando y donde, tengo tú nùmero y con eso serà suficiente, no tendrás el mio—Guardò silencio un momento, esperando alguna oposiciòn, contados quince segundos continuò—: Quiero al mismo hombre que tengo frente a mi justo ahora y no a la prostituta con la que estuve anoche—. Su voz resultaba màs autoritaria con cada palabra— Y por sobre todo, seràs solo mio. Te pagarè, podrìa mantener a tres como tù, jóvenes y superflùos. Dicho esto, y bajo la suposiciòn de que todo lo concerniente ha quedado claro, te llamarè. Contestar es tu desiciòn.


Vincenc, sin màs, se retirò al interior del restaurant y tomò asiento nuevamente junto a su familia, como si nada hubiese pasado.


¿Cuánto podrìa mantener aquella actitud, antes de que el remordimiento, dominando toda su alma, le subyugase? En su mente, y mientras disfrutaba de la cena, imploraba por no tener que descubrirlo.

Notas finales:

Ya estamos cerca de lo bueno ¿no? Me encanta la actitud dominante de Vincenc al final (asì me lo imaginè) pero la pregunta es ¿Se dejarà Jan dominar?


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