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HALLOWEEN: un oscuro libre albedrío por Leana

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Notas del capitulo:

Notas del capítulo:

De verdad, ustedes son las mejores! Gracias por su infinito apoyo y amorsh, también paciencia xD Juro que las compensaré! El capítulo 6 estará buenísimo ;)

-.-.-.-.-.-.-.-

¿Qué puedo decir? Gracias a todas por leer! Me alegra mucho que les guste este fic, de verdad.

Nayen querida… como decir que has alegrado mi vida con ese hermoso fic? Nena, pídeme el fic AoKi qué quieras! La trama o requisitos los pides ti ;) Y sabes perfectamente que este también te va dedicado.-

Ahora… nos vamos dónde quedamos~

 

 

II

 

 

Inspira profundamente antes de abrir los ojos con pestañeos que lo ayudan a adaptarse a la luz azulosa de aquel cuarto. Kise se lleva la mano a la frente al sentirse cansado y aturdido, cuando gira el rostro ve a Aomine observándolo desde una esquina de aquella cama, apoyado en el respaldo con el semblante tranquilo, pero sus ojos traslucen la preocupación, mientras él está atravesado en vertical por el colchón de esa amplia cama.

— ¡¿Me quedé dormido?! —Exclama el rubio cuando se da cuenta de lo que ha sucedido e intenta levantarse, pero sus brazos tiemblan impidiéndole todo movimiento.

Kise se siente extraño, demasiado débil y eso no es nada normal. Como vampiro, su cuerpo es extremadamente resistente, además de que se ha alimentado bien últimamente, anoche fue su “libre albedrío”.

— No te muevas tan brusco, aún estás débil —lo reprende Aomine y Kise rueda los ojos, “como si no lo supiera” piensa haciendo una mueca. Entonces nota esos ojos azules recorrer su cuerpo, haciendo que él mismo baje la cabeza para ver el montón de puntitos rojos y marcas de dientes sobre su blanquecina piel. Ni siquiera ha comenzado a regenerarse.

Que eso suceda durante el sexo es normal, ya que su cuerpo está concentrado en otras cosas, demasiado excitado, pero se supone que ya debería estar totalmente bien, sin ninguna marca en su cuerpo. Incluso ha dormido, eso debió revitalizarlo. Sí, los vampiros duermen, entre cuatro a seis horas al día.

— ¿Qué ha pasado? —Pregunta Kise por fin, al no comprender nada de lo que está pasando con su cuerpo y escucha el suspiro hastiado por parte del lobo.

— No lo sé bien, pero… creo que nos emparejamos.

— ¿Qué nos, qué?

Aomine gira el rostro enfrentando su mirada por fin, Kise ve sus pupilas titilar con una emoción escondida y él mismo siente el miedo y la incertidumbre de aquellas palabras. Aunque no sabe que significan con exactitud, su piel hormiguea con el presentimiento.

— Los lobos tenemos una pareja destinada, y cuando la encontramos… lo sentimos, es como un llamado, algo que no puedes controlar, un deseo voraz que te consume con solo ver a esa persona —explica con ese tono de voz ronco que reverbera hasta Kise, que tragando duro, solo quiere oír más de esa voz, aunque sabe que lo que está diciendo es muy malo para ambos—. Se supone que es mutuo, que es el destino, que ambos deben sentirlo y durante el apareamiento si tú pareja te acepta… te muerde.

Kise abre sus ojos amarillos tan grandes que Aomine percibe su incredulidad, pero también la comprensión en su mirada. El moreno traga sintiendo la ansiedad de sus palabras, aquel ritual es mucho más significativo de lo que Kise puede llegar a creer. Porque es obvio que un vampiro no lo sabe, no lo entiende.

El emparejamiento es para siempre, pero no para ambos, solo para los alfas como él. Si la hembra o el omega abandonan a su pareja, el alfa no tiene posibilidad de encontrar a otra, a diferencia de ellos. Son destinados a la soledad. Pero… ¿acaso un lobo puede emparejarse con un vampiro?

El rubio se mueve hacia él sacándolo de su ensoñación mientras desliza los dedos por su pectoral, justo sobre el tatuaje que apareció allí después de su unión. Aomine siente el frío de esos dedos rozar su piel y se relame los labios.

— Ésta es la marca de emparejamiento de un alfa —dice Aomine y sus ojos hacen contacto con los amarillos del vampiro. Alza la mano con lentitud y quita los mechones rubios justo tras la oreja de Kise—. Y ésta es la marca que aparece en la pareja. —Cuando Kise siente esos dedos acariciar la zona, el ardor sobre su piel le llama la atención, como si se hubiese quemado.

Todo se arremolina en sus pensamientos. Los sentimientos y la confusión de todo aquello lo aturden haciendo que la cabeza le dé vueltas. No puede comprender todo lo que Aomine le está diciendo… ¿pareja? ¿Cómo un matrimonio? Los vampiros son solitarios por naturaleza, si tienen un compañero es más que nada porque hay intereses en común o comparten un buen polvo. Se supone que en su naturaleza no está el amor. Aun así, él se enamoró de un hombre lobo incluso antes de que todo eso pasara. No sabe si es mutuo a pesar de esa marca. Una cosa es el destino y la otra los sentimientos que no se pueden controlar.

Están metidos en un problema enorme, uno del que apenas pueden ser conscientes de la magnitud en que puede afectar sus vidas, su entorno.

Cuando sus ojos se posan en ese rostro masculino de piel morena y arrebatadores ojos azules, todo se hace nada, como si el agua dejara escurrir los pensamientos por su cabeza dejando flotar solo un impulso: el de tocarlo, sentirlo.

Kise se inclina para capturar su boca, tirando de su labio inferior para incitarlo a abrir más su cavidad y permitir que su lengua se deslice sobre ese caliente músculo que hace contacto con el suyo comenzando a frotarse con sensualidad.

Maldita sea. Ninguno de los dos sabe que carajos sucede, solo que se desean, que hay un sentimiento detrás de todas aquellas acciones, uno que desconocen y temen.

Por fin el rubio se aleja entre jadeos, dándose cuenta que está sentado a horcajadas sobre Aomine que lo mira intensamente, ensimismado con ese bello rostro.

— Será mejor que nos vistamos y averigüemos de qué va todo esto, jamás escuché sobre un lobo emparejado con un vampiro.

Kise frunce el ceño de pronto, ante el tono oscuro ocupado por Aomine para referirse a lo que les ha sucedido, pero prefiere ignorarlo de momento y su sed aumenta con cada minuto pero no quiere decírselo.

Cuando el rubio se levanta en busca de su ropa interior, el lobo traga con fuerza ante la vista de ese esbelto y sensual cuerpo. Kise no se lo pone fácil y hasta el hecho de vestirse le parece sexy, cuando debería preferir que se quitara esa ropa.

— ¿Dónde iremos? —Pregunta Kise abrochando el botón de sus jeans.

— Con una loba, amiga mía.

Por primera vez en siglos el vampiro siente su sangre congelarse de golpe, con el corazón en los pies mira a ese moreno con el semblante de incredulidad tatuado en el rostro. Los lobos y los vampiros no congenian, simple.

— No te preocupes, nos juntaremos en un bar y no tendremos problemas. Supongo que quieres recuperar tu vida normal tanto como yo.

Bien, eso ha sido un golpe bajo a sus sentimientos, ¿pero que más podría esperar? Aomine no lo conoce, es imposible que sienta algo por él. En cambio Kise, lo ha anhelado desde la sombras desde hace dos años. Con un suspiro decide dejar que su mente se relaje, al menos será un buen recuerdo, si, muy bueno.

 

 

 

— Oye, necesito un favor.

— No me vengas con eso, Aomine —responde Kagami desde el otro lado del celular, angustiado por sus propios problemas… ese lobo también odia Halloween y ese puto libre albedrío—, tengo un problema más grande que ir a limpiar esos restos de cadáveres que dejas a…

— Encontré a mi pareja —lo interrumpe el moreno sintiendo la garganta seca de pronto.

— ¿Y cuál es el problema? —Responde Kagami frunciendo el ceño ante aquello, sin entender aquel llamado y el tono de voz de su amigo—, solo dime que no es esa loba con la que estu…

— Es un vampiro —lo interrumpe por segunda vez.

El silencio se instala desde el otro lado de la línea y Aomine siente sus oídos taponearse con el latir de su corazón contra sus costillas a causa del nerviosismo.

— ¡¿Un vampiro?! —Exclama por fin el pelirrojo haciendo que Aomine aleje el aparato unos centímetros de su oreja—. ¡¿Te follaste a un vampiro?! ¡Aomine! ¡¡¿Acaso piensas alguna vez antes de meterte en la cama de alguien? ¡No! ¡Solo te dejas llevar y…!

— ¡Ya cállate! No necesito que me repitas lo que ya sé, maldición. Solo necesito que muevas tu culo para buscar a Satsuki y que nos reunamos en el bar Inframundo a las 10:00 en punto.

Kagami suelta un gruñido en protesta, primero porque está bastante sorprendido ante la confesión de su amigo: ¿emparejado con un vampiro? Menudo problema; y segundo, porque él se ha metido en otro problemón del cual Aomine será el que le pateará el culo de vuelta.

El moreno deja el celular sobre la cama justo después de colgar y se levanta para recoger sus propias ropas. Siente el nudo atorase en su garganta, vaya lío en el que se ha metido. El destino le está jugando una muy mala pasada, estar emparejado tan joven y con alguien de otra especie, el tema es muy delicado y Kise está ajeno a todo lo que significa esa marca para un lobo.

— ¿Cuánto queda para el amanecer? —Pregunta Kise deslizando los dedos por su cabello rubio para perinarlo.

— Dos horas.

— Bien, mi departamento queda a 30 minutos de aquí a pie.

— No te preocupes por eso —dice Aomine sacando un llavero del bolsillo trasero de sus pantalones.

Bajan por la escalera viendo a los últimos humanos comenzar a irse del local. Ambos salen por la puerta de atrás y el rubio se despide de uno de los guardias, que agita la mano con amabilidad ante un cliente frecuente.

Kise acostumbra a ir a esa discoteca a comer.

El aire frío roza la piel de Kise, pero no le importa ya que su temperatura es incluso más baja.

Cuando giran por el callejón el moreno se acerca a una hermosa Harley Davidson V-rod Muscle 2012 de color negro. Es un modelo grande, imponente y sin duda muy rápido. Aomine la monta esperando a que Kise lo imite, pero el chico se queda viendo aquella motocicleta con una sonrisa radiante en la cara. “Vaya modelito”, piensa. Apoya una mano en la cintura de ese esculpido cuerpo y pasa una pierna hacia el otro lado antes de pegar su tórax a la espalda de Aomine.

Mierda, su contacto lo enciende de una manera abrumadora, y apretando los dientes, echa a andar la motocicleta antes de guiarlos calle abajo.

Aunque aquella maquina va mucho más lento que él en su modo lobuno, Aomine adora esa sensación del viento chocando contra su rostro y el sonido del motor llenando su cuerpo de adrenalina.

Kise pega su boca contra el oído del moreno indicándole por dónde tiene que girar para llegar a su departamento. Cuando por fin llegan al edificio, el rubio le dice que puede estacionar en la parte de abajo. Mientras el ascensor sube, Aomine observa al rubio detenidamente: es alto, delgado pero de cuerpo firme, es totalmente armónico, desprendiendo un aura letal e irresistible. Se relame los labios, tiene unas enormes ganas de tocarlo de nuevo, de sentirlo como hace unas horas.

El sonido de las puertas metálicas al abrirse saca al lobo de su ensoñación. Sigue a Kise por el pasillo hasta detenerse en una puerta del fondo. Se nota que al rubio le gusta estar alejado de los demás.

— Adelante —lo invita Kise encendiendo la luz y dejando ver el amplio lugar, al parecer abarca todo el ancho del edificio.

Aomine entra bajando unos escalones que llevan al living, donde hay un sillón en forma de arco, además de un acuario angosto y largo por todo el respaldo de este. Una televisión de plasma en frente, con parlantes y una mesa de centro totalmente de vidrio. Realmente es elegante, nada comparado con el departamento que él comparte con Kagami.

— Ponte cómodo, iré a comer algo —le dice el vampiro caminando hacia una puerta a su izquierda, la que lleva hacia la cocina.

Sus ojos azules se pasean por el amplio lugar mientras se deja caer sobre el sillón que se hunde con suavidad bajo su peso. El sonido del microondas llega hasta sus oídos y los pasos de Kise se aproximan hasta él con una taza de color amarillo entre sus manos.

— Como odio hacer esto —suelta Kise entre dientes, tratando de contener el asco. No hay como la sangre fresca y tibia de una víctima, pero en momentos de emergencia tiene que hacer uso de sus bolsas de sangre, entibiándolas en el microondas unos segundos.

Aomine lo mira llevarse la taza a los labios y darle un sorbo, acompañado de una mueca de repulsión. A pesar de ello, en el segundo intento el vampiro se bebe todo el líquido de una sola vez para finalmente lamerse los labios con un jadeo. El moreno ve sus pupilas volverse totalmente carmesí ante sus instintos despertando.

— Realmente estabas hambriento —dice Aomine muy seguro de ello.

— Y cansado —agrega con voz ronca—. Pero es extraño, comí bastante antes de ir a la discoteca, no debería sentirme así—. Entonces sus ojos, que vuelven a ser dorados, se posan en los de Aomine mientras frunce el ceño—. ¿Será por lo que pasó? Quizás esa marca puede hacerme daño…

— No lo creo —lo corta el moreno sin más—. Se supone que mi pareja es lo más importante, este vínculo debería protegerte, marcarte. No hacerte daño.

Mi pareja…

— Pero soy un vampiro.

El moreno frunce el ceño al oír eso, tiene razón, quizás él mismo debería llamar a Satsuki y pedirle algo de información. Saca su móvil y presiona su lista de contactos cuando el rubio se le acerca para quitarle el aparto con suavidad para decir:

— No pasa nada. —Sonríe dejando la taza y el móvil sobre la mesita de centro—. Solo necesito dormir un poco, si el malestar persiste luego, buscamos a tu amiga—. Kise camina hacia la puerta que está a unos metros al costado de la televisión, lo que parece otro pasillo, se detiene en el borde y se inclina hacia atrás para mirar al moreno—. ¿Vendrás, no? Tú también pareces cansado.

Se relame los labios con aquella invitación. Preferiría hacer otra cosa mejor que dormir, pero también está exhausto, así que se levanta y sigue al rubio por el pasillo. Entran al cuarto que está al fondo y Kise cierra la puerta poniendo varios seguros. Aomine observa que no hay ninguna ventana, solo cuatro paredes, la de la derecha con dos puertas, una sería el baño y la otra quizás donde guarda su ropa.

Kise se sienta en la cama y se quita las zapatillas para arrojarlas a un lado, el lobo se gira hacia él observando fascinado como se desviste: primero la playera, para seguir con esos pantalones ajustados. Mierda, aquellos muslos pálidos deberían estar alrededor de sus caderas. Para distraerse, Aomine comienza a desvestirse también, dejando caer las prendas al suelo sin más. Cuando alza la mirada nuevamente, el rubio ya lleva puesto un cómodo short de color verde y se mete bajo las sábanas.

Muchos humanos pueden creer que son criaturas demoníacas, y eso son precisamente, están malditos, toda su raza. Pero alguna vez sus antepasados iniciales fueron humanos o mezcla de ellos, por ello conservan la capacidad de sentir y algunos de sus hábitos, como dormir, reír y amar. Pero aquel privilegio no fue por compasión, sino por castigo. Sentir hará la maldición más sufrible.

Aomine se acuesta imitando al rubio, acomoda las almohadas y enciende la televisión apagando las luces del cuarto con el mismo control remoto. Es increíblemente oscuro y nota el reloj que hay sobre la pantalla de plasma. A su especie se le permite estar a la luz del sol, pero a los vampiros no. Un precio que deben pagar por el pacto que hizo su engendrador. Aquel que cometió el pecado de la envidia e intentó matar a su propio hermano, ese que vendió su alma al demonio para tener vida eterna.

Siente a Kise acurrucarse contra él, provocándole un estremecimiento con el frío de su cuerpo, pero es relajante al mismo tiempo, como un paño helado contra piel afiebrada.

Ojalá Kise lo acepte como su pareja.

 

 

 

Son pasadas las 10:00 de la noche. Aomine y Kise caminan por la acera a paso firme pero relajado. Personas que los ven pasar se giran a verlos, con esa aura que los hace temblar y los atrae al mismo tiempo. Al moreno nunca le ha gustado atraer tanto la atención, así que ignora a los humanos que lo miran fijamente, al contrario de Kise, que sonríe con arrogancia al saber lo guapo que es y lo que produce en los demás.

Por fin se detienen a las puertas de un bar y entran empujando ambas, como en las cantinas en la antigüedad.

El moreno olfatea el aire sintiendo el aroma de Satsuki justo frente a la barra. La chica lleva un top de color negro junto a una minifalda ajustada de color gris, en conjunto de unas medias transparentes con puntos en negro y unos bototos de tacón alto. Los hombres que pasan  su alrededor la quedan mirando embelesados, sintiendo el subidón de testosterona con solo mirarla, pero ella está ajena a cualquiera de esos ojos y sigue muy animada su plática con Kagami.

Aomine frunce el ceño al ver que Kuroko también está ahí, a un lado de Kagami. ¿Quién en su sano juicio traería a un humano, que huele tan exquisito, a la boca del lobo? Sí, mal chiste. Pero la ironía de la situación es demasiada, ya que a ese lugar van hombres lobo, vampiros, demonios e incluso cazadores. Ese bar fue denominado un punto neutral, un santuario regentado por la familia de un Semidiós, el que le debía un favor al padre de los hermanos que iniciaron con las castas vampíricas y lobunas. Como pago fundó ese lugar para reunirse y acoger a los que pidieran asilo.

Si Satsuki atrae miradas, Kuroko lo hace todavía más. Su aroma es especial, dulzón, demasiado delicioso. Si no fuera por Kagami, que está atrás de él pegado justo a su costado, ya lo habrían devorado, literalmente.

El moreno cruza el lugar con paso rápido, deteniéndose frente a ellos y con Kise pisando sus talones. La mirada de la loba se posa en él en cuanto llega y le sonríe con verdadera felicidad.

— ¡Dai-chan! —Exclama la chica acomodando sus hebras de color rosa atrás del hombro. Pero sus ojos se fijan en el rubio tras Aomine con rapidez—. ¿Acaso…? —la chica frunce el ceño y vuelve a mirar a Aomine—, ¿es un vampiro?

El lobo asiente manteniendo su semblante impasible, aun así percibe el nerviosismo en Kise, que parece pegarse más a su cuerpo, pero mirando a la chica como si nada pasara. Entonces el moreno olfatea el aire de nuevo, girando el rostro hacia Kuroko que lo mira con sus inexpresivos ojos celestes.

— Tetsu —gruñe Aomine acercándose para olisquearlo mejor, y puede oír cuando el pelirrojo parado atrás del humano traga con fuerza—, tienes el olor de Kagami en todo el cuerpo.

Sus miradas se encuentran, azul contra rojo. El aire se electrifica de golpe y Kagami siente como el aura de Aomine cambia: está enojado. El moreno alza la mano y quita el cabello tras la oreja de Kuroko, dejando ver la marca de emparejamiento.

— ¡Y una mierda! —Ruge Aomine encarando a Kagami con la ira bullendo por su cuerpo—. ¡Te emparejaste con Tetsu! ¡Dijiste que no pasaba nada! ¡Que no debía preocuparme y dejar que tú lo cuidaras! ¡Que buen cuidado, Bakagami!

— No pude controlarlo —responde el pelirrojo. Comprende el sentimiento por parte de Aomine. Kuroko es intocable para él, ya que es su mejor amigo: el único que no le teme, en quien puede confiar. Es como un padre cuando piden la mano de su adorada hija—. Sabes que fue inevitable.

— ¡Inevitable mis bolas! —Aomine toma a Kagami por el cuello de la camisa cuadrillé y deja su rostro muy cerca—. ¡¿Sabes lo que has hecho?! ¡Es un humano, carajo! ¡Uno que tiene un olor peligroso!

— ¡¿Con qué moral me estas recriminando eso?! Tú estás emparejado con un vampiro, Aomine. Tienes cara para decirme si pienso o no. Tú, al igual que yo, sabes lo que se siente.

Aomine lo mira aún más furioso. Ya tiene suficientes problemas, no quiere que Kagami, que además se ha follado y emparejado a su mejor amigo, le diga que hizo mal al involucrarse con Kise.

— Te arrancaré la cabeza —suelta en un murmullo letal.

Momoi avanza hasta ellos y pone las manos en sus pechos para separarlos de un empujón. Ambos se alejan, la chica es fuerte, como todas las lobas de la manada. Sus ojos rosa se posan en Aomine, que jadea agitado y mirando a Kagami con furia.

De pronto chica toma el borde de su playera y la alza dejando ver el torso de Aomine, y con ello el tatuaje: la marca de emparejamiento está sobre su piel. Un jadeo escapa de los labios de ella, que se gira  a ver a Kise, el cual se muerde el labio sin comprender ni mierda de lo que pasa ahí. Momoi vuelve su mirada hacia el lobo.

— Estás emparejado —suelta como si se lo estuviera afirmando a sí misma—, ¡estás emparejado! Cielos, creí que este día nunca llegaría…

Aomine frunce el ceño aún más irritado y con cierto toque de confusión. No entiende las palabras que está empleando la chica, ¡que esté emparejado no es el puto problema!

— Con un vampiro —le rebate él para hacerla ver el inconveniente con más claridad.

— Eso no importa, Dai-chan —responde ella frunciendo el ceño—. Sea la especie que sea, él es tu pareja. Es parte de la manada.

Kise traga con fuerza confundido ante esas palabras. Él es un ser solitario por naturaleza, él nunca ha tenido una pareja fija, solo revolcones casuales y amigos, pero una persona con la quién compartir algo más que la cama jamás se le ha pasado por la cabeza. ¿Y ahora es parte de una manada? Bueno, quizás fantaseó con Aomine en esas noches de desvelo y, debe admitirlo, a pesar de lo confundido que está, de cierto modo está feliz que aquel embrollo sea con su “amor platónico” y no con un extraño.

Se sientan en una mesa y una chica de cabello corto se acerca, vistiendo unos ajustados pantalones de cuero y un corsé rojo con encajes en negro. Una vampira que está bajo el cuidado de Teppei, uno de los hijos del Semidiós que regenta ese bar.

— Hola, chicos —saluda Riko con una sonrisa de medio lado antes de sacar la libretilla y disponerse a anotar el pedido.

— Riko —dice Momoi mirando a la chica de arriba a abajo con descaro, para luego sonreír con coquetería—. Queremos tres cervezas frías, un batido de vainilla y para el vampiro…

— Kise —la corrige Aomine, para luego mirar al rubio que parece ensimismado observando a la gente que frecuenta el bar.

La chica de cabellos cortos nota que el vampiro está distraído, además nunca lo ha visto por el lugar, así que decide orientarlo en lo que ofrecen—: tenemos un poco de vino. Ya sabes, tibio y fresco.

Kise abre los ojos comprendiendo a lo que se refiere, ¿acaso ahí comercializan sangre como si de alcohol se tratase? Su estómago se retuerce y sabe que sigue hambriento, la sangre en el microondas, además de asquerosa, no es muy nutritiva, solo lo sacia.

— De acuerdo —asiente Kise con una sonrisa amable. Para cuando Riko se va, el rubio mira a los presentes con otra sonrisa aún más radiante—. No me he presentado, soy Kise Ryouta, un vampiro. Mucho gusto.

— Mi nombre es Momoi Satsuki, pero dime como te plazca. De verdad, si eres la pareja de Dai-chan, sé que nos llevaremos muy bien.

Aomine se la queda mirando, sintiendo su estómago estremecerse ante la palabra pareja. Si tan solo Kise hubiese sido parte de su manada, o un lobo, aquello no sería tan difícil.

— Soy Kagami Taiga, un lobo alfa y él es Kuroko, mi pareja.

Un gruñido reverbera por la garganta de Aomine antes de reclinarse en la silla con el semblante aburrido. Entonces Kise se inclina hacia Kuroko, que está sentado frente a él.

— Nosotros ya nos conocemos —dice el rubio guiñándole un ojo, haciendo que Kagami frunza el ceño.

Kuroko lo observa unos momentos y su mente parece divagar entre la confusión, entonces lo recuerda: la noche en que ése vampiro lo atacó, fue en la que se enteró de la verdad, de lo que Aomine es. También terminó envuelto con la manada después de eso, se volvió el protegido de Aomine y conoció a Kagami.

— Tú eres aquel vampiro… pero tenías el cabello negro, por eso no te reconocí.

— Así es —responde Kise complacido de que el humano lo recuerde, pero lejos de recibir una mirada de rencor, Kuroko le sonríe levemente, gracias a él conoció al pelirrojo que le roba el aliento.

Las bebidas llegan a la mesa, todos reciben sus respectivos pedidos y Riko reclama ante la petición de Kuroko. No sabe lo difícil que fue encontrar a las cosas para hacer el batido ése, ¿Por qué no bebe alcohol y ya?

Aomine se inclina sobre la mesa y mira a la chica de cabellos rosas que parece muy feliz porque su mejor amigo esta emparejado.

— No sabía que era posible emparejare entre otras especies —suelta el moreno buscando respuestas a lo ocurrido.

— Yo tampoco —responde la chica encogiéndose de hombros, deja el vaso sobre la mesa y alza la mano moviendo los dedos frente a Kise, que la mira sin comprender al principio, para luego inclinar la cabeza hacia ella. Momoi observa los trazos de la marca tras su oreja cuando quita sus cabellos rubios—. Parece estar en orden, los trazos no tienen ningún tipo de alteración. —Ella es la hija de una de las hechiceras de la manada, lobos que pueden desarrollar parte de su lado demoníaco para usar magia de manera literal, por ello, Momoi conoce todos los datos, símbolos y ritos que tienen que ver con su raza—. ¿El rito se llevó acabo de manera normal?

— Sí —contesta Aomine, bebiendo de su cerveza hasta la mitad—. Me mordió cuando alcanzamos el orgasmo.

Kise posee una piel pálida, parte de ser un muerto viviente, pero siente como lo poco y nada de color se le atora en las mejillas. ¿Están hablando de lo que cree que están hablando? Si es así, mierda, su soltura y confianza es demasiada para su gusto.

— Entonces te recibió —sentencia Momoi llevándose un dedo esmaltado de color rosa fosforescente a la boca—. ¿Pero cómo fue que te aceptó si es que no sabe nada sobre nuestra cultura?

Todas las miradas se van directo al vampiro, que los queda mirando mientras se termina de un trago su copa de sangre.

— ¿Qué? —Frunce el ceño y luego mira a la chica soltando un suspiro—. No lo sé, de pronto… de pronto quise morderlo, como si algo poseyera mi cuerpo. No me di cuenta cuando ya estaba bebiendo de su sangre.

— Ya veo. Iré con mamá y le preguntaré sobre el asunto.

— Me gustaría que nadie se enterara, Satsuki, menos tú mamá.

Esas palabras le llegan a Kise de lleno en el pecho. Se gira levemente para mirar a Aomine y frunce el ceño al ver que el moreno tiene los ojos pegados en la mesa mientras debe de su cerveza como si nada, ignorándolo con descaro.

Así que así están las cosas.

Kise no es más que un problema para el moreno, un polvo erróneo, y darse cuenta de aquello lo desarma al tiempo que enciende su enojo. Ese lobo debería tener algo de tacto, ¿no? Kise se lleva la copa a los labios para beber el último sorbo, se levanta y toma la chaqueta de cuero que dejó colgada en la silla. Los presentes se le quedan mirando con asombro por la repentina reacción, incluyendo Aomine.

— Me voy, tengo cosas que hacer y estoy hambriento —suelta con voz neutra, demasiado, se nota que está ofendido—. Si descubres como sacarme esta cosa tras la oreja, algo así como un divorcio o qué se yo, puedes ir a mi departamento—. Aomine por primera vez muestra una expresión diferente esa noche, lo mira incrédulo mientras el vampiro se acomoda la chaqueta y dirige su mirada hacia los ahí presentes— Fue un gusto conocerlos, adiós.

Kise se gira con una sonrisa, sin siquiera hacer contacto visual con Aomine, que frunce el ceño al verlo caminar hacia la puerta con rapidez. No entiende que es lo que ha pasado, ¿será algo que dijo?

— Esta vez la cagaste, Dai-chan —suelta la chica mirándolo con el ceño fruncido.

El moreno la fulmina con la mirada, no hay nada que se pueda hacer, todo es tan confuso y sentir aquel sentimiento de necesidad lo abruma. ¡Y eso que Kise solo se ha ido del bar!

— Tienes muy poco tacto, Aomine-kun.

— ¡¿Tú también, Tetsu?!

— No debiste decir aquello —suelta el chico de cabellos celestes sorbiendo de su batido—, debes entender que está confundido, sabe todavía menos que tú lo que está ocurriendo. Porque estoy seguro que no le has explicado todo lo que conlleva esa marca.

Aomine desvía la mirada sintiendo la culpa de sus acciones. No quiso incomodarlo, pero no puede evitar que el sentimiento de emparejarse lo abrume, es demasiado potente, como si el rubio fuera su otra mitad, su vida.

Ellos no se conocen, Aomine tiene miedo a perderlo incluso antes de iniciar cualquier cosa.

Siempre ha visto a los miembros de su manada felices cuando están emparejados, se sienten completos, se aman. Él creía que encontraría una loba con la que formar una familia, pensaba que se sentiría como en las nubes. Pero aquel sentimiento es mucho más grande de lo que imaginó, si hubiera sido una loba, él ya estaría más que seguro que ella lo aceptaría, es un alfa, un futuro guardián, pero Kise es destino. ¿Y si el vampiro no lo acepta y lo condena a la soledad eterna? El problema no es estar solo, el problema es estar sin Kise.

Jamás llegó a imaginar que una simple noche pudiera poner su vida patas arriba de esa manera.

Emparejado para la eternidad con un vampiro.

— Sea como sea —Kagami interrumpe sus pensamientos, clavando sus ojos rojos en él para agregar—: él es tu pareja y si algo le pasa sería imperdonable.

— Dai-chan, ¿Por qué no te quedas con Kise durante el tiempo de prueba? Yo iré con la manada y en cuanto sepa algo, te avisaré.

Aomine se levanta acomodándose la chaqueta. Su orgullo no lo deja ir tras Kise, pero su sentimiento de necesidad y protección pueden con él. Sí, lo mejor será estar cerca del rubio, explicarle que es lo que pasa, lo importante que es esa marca para él y así terminar con todas esas dudas de una vez.

El moreno mira a Kagami y mueve la cabeza en un gesto para que vaya con él, seguido de Kuroko. Llegan al departamento que comparten y Aomine camina hacia su cuarto para preparar un bolso, será mejor que él vaya a su departamento, así los cambios vividos no serán tan bruscos, sin mencionar que no quiere ver a esos dos empalagosos mientras él tiene un dilema con su pareja.

Cuando está listo, se despide de ambos y sale a la calle para montar su motocicleta. Recuerda la dirección sin problemas y pronto se encuentra en el departamento del vampiro. Espera a que el ascensor abra sus puertas y camina por el pasillo hasta detenerse frente a la puerta del departamento. Alza la mano para tocar el timbre, pero algo le dice que pruebe la manilla. Kise dejó la puerta abierta, Aomine frunce el ceño al darse cuenta de lo despistado que es, y antes de poder abrirla en su totalidad, unas voces lo detienen.

— ¡Espera! ¡No hagas eso! —se queja el rubio, haciendo que el lobo se tense con la mano aún en el pomo.

— Sht. —Escucha otra voz masculina, seguido de un sonido sordo—. No te dolerá, ya lo hemos hecho antes, ¿no?

— Si, pero…

La puerta se abre de golpe y Aomine ve a un azabache inclinado sobre Kise mientras succiona la sangre de su muñeca. Aquel extraño se gira haciendo contacto visual y se lame los labios con descaro, es cuando Aomine lo ve todo rojo.

Nadie puede tocar a su pareja… nadie.

 

 

Notas finales:

Notas finales:

Debo confesar que este fic me tiene atrapada. ¡Es que me encanta como va esta historia!

Ahora actualizaré una vez por semana.

Espero sus reviews con sed de Kise :3

Saludos y mordidas dulces~


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