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HALLOWEEN: un oscuro libre albedrío por Leana

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Notas del capitulo:

Sí, recupero mis notas porque el fic aun esta en Fanfiction.net xDD

-.-.-.-.-.-

Lo lamento, es ese puto camión que cuando pasa por la calle corta los cables y me deja sin internet! Carajo! Ya van dos veces en dos semanas!

En fin, al menos solo me demore un día en actualizar.

Nayen y Cadiie, queridas, gracias por el infinito apoyo y por sus reviews tan hermosos! Que puedo decir? Son las mejores 3

Ahora… a saber quién es ese azabache que pronto morirá a manos de un celoso Aomine~

 

 

III

 

 

Su sangre bulle como lava en una erupción, recorriendo su blanca piel a través de la herida hecha por los dientes ajenos.

Aomine lo ve todo de color rojo debido a la ira que lo hace temblar, al tiempo que atraviesa la habitación a paso firme. Su lobo está furioso, no lo puede controlar.

Los ojos de Kise se posan en él con incredulidad, no esperaba verlo ahí, ni siquiera lo sintió llegar. El vampiro que lo acompaña le sonríe al recién llegado mientras se levanta alzando la mano en modo de saludo, sin saber que el lobo solo quiere destrozarlo. Aomine también alza su mano, pero con un puño directo a la mandíbula del vampiro, que gira el rostro por el impacto seguido de un “crack” cuando su quijada se desencaja con un quiebre.

— ¡Aomine! —Exclama el rubio acudiendo a su amigo con los ojos como platos—. ¡¿Pero qué carajos…?!

— Eso debería preguntar yo —responde el lobo tomando la playera del azabache ahí presente y lo atrae hacia sí con un tirón brusco, dejando su rostro a escasos centímetros del suyo. El vampiro observa esos ojos refulgir de color dorado, demostrando su verdadera naturaleza—. ¡¿Qué mierda hacías bebiendo de la sangre de mi pareja?!

El vampiro frunce el ceño ante esas palabras, para luego girar el rostro hacia Kise. Se suelta del agarre de Aomine y, sin dejar de mirarlo, alza la mano y con un movimiento rápido vuelve la mandíbula a su lugar con otro sonido de chasquido que hace a Kise morderse los labios recordando ése dolor que tantas veces ha sentido durante su siglo de vida. En las peleas de su especie: huesoso rotos, litros de sangre y quijadas rotas, son pan de nada pleito.

— Es tal cual me mostraron tus recuerdos —dice el vampiro mirando a Kise con una sonrisa divertida a pesar de aquella presentación.

— ¡Te partiré la madre, bastardo!

— ¡Aominechii, ya basta! —Kise lo toma del brazo y jala de él para que suelte al vampiro de nuevo. Aomine se lo queda viendo incrédulo: además lo defiende. Al parecer uno de ellos ahí morirá. —Moriyachii, será mejor que te vayas.

El azabache jadea acariciándose la mandíbula para luego asentir levemente, captando la indirecta, y comienza a caminar hacia la puerta con total naturalidad.

Aomine frunce el ceño ante sus actitudes tan relajadas y se mueve para ir tras él, pero Kise lo sostiene con fuerza y, cuando sus miradas se encuentran, el rubio está claramente enojado. Sus finas cejas están fruncidas, además de sus labios tensos, es la primera vez que el lobo lo ve así.

La puerta suena al cerrarse y ambos siguen sosteniéndose la mirada, pero ninguno de los dos dice nada. Retándose, esperando para atacar en cuánto uno de ellos hable.

— ¿En qué estás pensando? —Pregunta el vampiro soltándolo con brusquedad y alzando una mano para apuntar hacia la puerta—. ¡Él es uno de mis mejores amigos! ¡Mi representante, por lo demás! ¿Y tú vienes aquí muy campante, como si fuese tu casa, y lo golpeas? ¡No, pero que machote! ¡¿Ahora me mearas para marcarme como tuyo?!

Un gruñido sale de la boca de Aomine, que le muestra los dientes aún enfadado y más aún con aquel comentario. Su mente sigue sumida en confusión mientras tiembla producto de la rabia que comienza a abandonarlo. Sí, definitivamente Kise no tiene idea de lo que ése vínculo significa para él. Es incluso más fuerte que el matrimonio, ¿y estaba compartiendo su sangre con otro a pesar de ello?

Pero el rubio sigue diciendo cosas sobre que no entiende nada y que debería irse a la mismísima mierda. Tal vez eso es lo que debería hacer, piensa el lobo entre la nebulosidad de su mente, pero no lo hará en ese momento.

Aomine toma a Kise por los brazos y lo inmoviliza recibiendo una mirada de pura sorpresa, mientras sus labios poseen esa boca con furia poco contenida. Abre los labios contrarios y mete su lengua con brusquedad, la cual es recibida con un jadeo caliente. El lobo se siente cegado por la ira e incertidumbre de todo aquello, quiere marcarlo, poseerlo y devorarlo por completo. Sentirlo suyo tal como el destino lo quiere, como él mismo desea.

Inspira con fuerza, pero el olor dulzón del otro vampiro se mezcla con el de su amado Kise.

— ¿Dónde tienes el baño?

— ¿Mn?

— Qué donde tienes el baño —Vuelve a preguntar Aomine con un gruñido de irritación.

Kise se siente aturdido, demasiado desorientado, y para variar la actitud de ese lobo que lo pone de los nervios. Es increíble como su boca lo hace olvidar todo aquel enojo, toda esa ira y dolor acumulado, desde sus palabras despectivas en aquel bar, hasta la agresión a uno de sus más grandes amigos. Porque Aomine lo ha ofendido, lo ha tratado como si de un claro error se tratara, mientras él solo puede estar feliz de que el destino por fin los una. Kise quiere conocerlo, quiere saber si al final son el uno para el otro. Descubrir lo que depara el futuro para ellos.

Pero Aomine le ha desplomado todo eso con unas simples palabras, con esa actitud que lo atrae y espanta al mismo tiempo. Para variar, ahora viene y le hace una escena de celos, sin mencionar que luego lo besa con una pasión desenfrenada, le roba el aire con cada succión y esa lengua parece marcar todo dentro de él.

El moreno lo toma de las nalgas para impulsarlo sobre sus caderas, y sintiendo las piernas de Kise engancharse a su alrededor, lo lleva hacia donde se supone está el baño. El beso se detiene a ratos, pero la boca del vampiro sigue recorriendo la piel morena de su cuello mientras él abre la puerta y lo deja caer para comenzar a desnudarlo.

La ansiedad por borrar todo rastro de cualquier otro ser del cuerpo de Kise, le urge. También va descubriendo que no es solo eso, necesita sentirlo, amarlo. Es ese lazo como su pareja.

Para toda la eternidad.

Kise pronto termina completamente desnudo, aturdido con esa actitud ansiosa de Aomine y esas manos morenas recorriendo su cuerpo haciéndolo estremecer. Aomine lo toma por las caderas, lo gira y lo mete de lleno dentro de la ducha hecha con puertas de vidrio, para luego meterse tras él solo quitándose los bototos café mostaza. El vampiro se muerde los labios al sentir esos jeans contra su trasero seguido del sonido del agua al caer. Gira su rostro y ve la mano de Aomine bajo el chorro de agua al tiempo que regula su temperatura, manteniendo la otra mano sujeta a sus caderas.

El vapor pronto se adhiere a la cerámica, marcando las manos de Kise contra las baldosas en busca de apoyo.

— Lo tomaré todo de ti, Kise —gruñe Aomine en su oído cuando el agua comienza a empaparlos a ambos—. Borraré todo rastro de cualquiera de tu cuerpo, te haré mío, solo mío.

El vampiro suelta un jadeo al sentir esa voz ronca contra su cuello, seguido de sus manos recorriendo su cintura hasta llegar a sus pezones para pellizcarlos con algo de brusquedad. —¡Ah! ¡Aominechii!

El rubio se muerde el labio, entre confundido y excitado, más la segunda. Y es que hace solo un rato lo trató con tanta indiferencia, ahora viene y dice esas cosas, haciéndole creer que realmente puede llegar a amarlo.

El lobo pega sus caderas al trasero de Kise para hacerle notar su erección. El rubio puede sentir la dureza y lo áspero de sus jeans siendo restregados contra él, gira levemente su rostro y ve que Aomine aún está completamente vestido ¡si se quitó solo los bototos! Eso lo estimula hasta un punto desconocido, dándose cuenta de que ese lobo está tan ansioso como para ni siquiera tomarse la molestia de quitarse la ropa. Ansioso o muy enojado, pero cualquiera de las dos razones le encantan.

Aomine lleva una mano hacia la estantería donde descansa el shampoo y demás cosas, de donde toma el aceite para baño. Cuando lo destapa el aroma dulce de la sustancia inunda su nariz y Kise se aferra más a la cerámica expectante al actuar de ese lobo que lo tiene de los nervios. Aomine vierte el líquido sobre sus dedos de manera abundante y lleva su mano hacia su entrada.

— Vaya… aun esta suave aquí. —El lobo mete dos dedos de una sola vez haciendo que Kise se crispe con un jadeo. Los dedos se mueven en su interior, dentro y fuera, dentro y fuera. Con la facilidad del aceite, que con ese aroma a vainilla, encendiendo sus sentidos como una chispa en la pólvora.

Aomine se siente aturdido, envuelto en los resquicios de furia y su amor por ese vampiro. Lo desea, necesita estar con él todo el tiempo, lo anhela como a nada y como a todo en el mundo, pero eso se complica  a ratos para él. ¿Cómo va a ser posible que dos especies como ellos puedan ser una pareja para toda la vida? Recién ha encontrado a otro vampiro bebiendo de su sangre, y eso, incluso entre lobos, es un acto demasiado íntimo. Casi como si se acostaran.

Con ese recuerdo bullendo por su mente, el lobo abre la boca para morder justo en la curvatura de su cuello con fuerza.

— ¡Ah! Mn… —Kise se arquea sintiendo esos largos dedos moviéndose en su interior con maestría, al tiempo que su pezón es atendido con tirones bruscos. Cuando esos dientes rasgan la piel de su cuello, el dolor recorre su columna vertebral como una corriente eléctrica y el sonido de la garganta de Aomine al tragar resuena por sus oídos, seguido del mareo por la pérdida de sangre.

Una mezcla extraña y sublime, se siente débil, demasiado aturdido, pero abrumado por ese placer que le provocan las manos de Aomine sobre su cuerpo. Es increíble, toda esa mezcla es demasiado para él.

— Te has corrido solo con mis dedos —suelta Aomine con una sonrisa satisfecha al tiempo que se relame la sangre de los labios. Se siente igual de excitado, ha absorbido todas las emociones de ese vampiro a través del elixir turquesa que recorre su cuerpo; y sabe que a él le encanta sentirlo, eso impulsa al lobo a seguir con lo que hace. Toma la erección del rubio que aún se retuerce entre espasmos y unta los dedos en el semen que queda en él, para guiarlos hacia esa boca—. Eres delicioso, Kise —gruñe el moreno metiendo los dedos y restregándolos contra la lengua del vampiro.

Kise frunce el ceño al sentir el regusto de su propio sabor, pero esos dedos calientes lo ponen a mil y comienza a chupar con verdaderas ganas, cerrando los ojos con fuerza. Alza las caderas y siente ese duro falo bajo el pantalón de Aomine entre sus glúteos y comienza a moverse para excitarlo más, al tiempo que lo mira de reojo con deseo.

— Eres tan lascivo… —dice el lobo dando mordiscos sobre su espalda blanquecina mientras el agua tibia sigue cayendo contra sus cuerpos.

Se lleva las manos al pantalón y lo desabrocha con esfuerzo debido a la humedad de la tela empapada. Logra liberar su duro falo, lo masajea y lo guía hasta la entrada del vampiro para penetrarlo con fuerza, de una sola estocada, provocando que quede de puntillas y con el trasero alzado.

Todo es demasiado excitante y el agua tibia relaja sus músculos dejándolos aún más sensibles a las caricias y sensaciones de aquella unión.

Kise siente el pene de Aomine hundirse en su interior con fuerza, golpeando dentro de él una y otra vez. Siente toda esa longitud moverse por su entrada que lo aprisiona con hambruna. Ya no puede medirse y entierra las uñas en la cerámica rasgándola, haciéndola pedazos. Sus dedos quedan marcados y los pequeños escombros caen chapoteando contra el agua de la ducha.

— ¡Si! Aominechii… Aominechii…

El lobo tensa la mandíbula con brusquedad, preso de la excitación y el deseo que lo envuelve. Sus manos se aferran a esas estrechas caderas, sintiendo la línea de esos marcados oblicuos bajo sus dedos.

Kise es hermoso, tan sublime y perfecto como un vampiro. Es su pareja, es su alma gemela, puede sentirlo bajo la piel con cada toque, con cada caricia. Sabe que no puede vivir sin él y quiere desquitar todo su deseo, demostrarle que no puede haber otro más que él en su vida. Aomine lo devorará hasta el último hueso si es necesario.

— ¿Puedes sentirme, Kise? —Aomine deja un reguero de besos a lo largo de su cuello, deslizando sus labios con facilidad gracias a la tibia agua que baña su piel. Guía su mano hasta la entrada del chico, dejando la punta de los dedos justo sobre la unión de su sexo—. Aquí, estoy así de duro solo por ti.

Kise se estremece, sintiendo esa lengua justo sobre la marca de emparejamiento tras su oreja y algo se desata dentro de él. Preso del calor, de ese sublime y doloroso placer, se deja envolver por los sentimientos encontrados. Lo ama. Por él cambió tanto, volvió a ser él mismo. Kise no está seguro de muchas cosas, pero en ese momento solo quiere liberarse a manos de ese moreno que lo clama como suyo.

Y quiere serlo, quiere entregarse, ¿pero cómo hacerlo si Aomine no quiere tomarlo por entero? No sirve si solo quiere estar con él cuando se siente celoso.

Con una mano grande, de largos y ásperos dedos acariciando su pezón, seguido de ese entra y sale con una brutalidad deliciosa; Kise se corre arqueando la espalda de manera brusca y el grito choca contra las cerámicas a su alrededor haciendo eco.

— Te viniste solo por detrás, dime, ¿tan bien se siente? —Jadea Aomine con esa voz ronca que tiene, al tiempo que sigue con sus embestidas, arrancando hasta el último orgasmo del cuerpo del vampiro.

Entre el calor del agua, el de sus propios cuerpos y el placer que los envuelve; Aomine acaba en su interior entre gruñidos y mordidas que esparce por su espalda, sacando leves hilillos de sangre. Esa sensación es simplemente increíble, llenar a Kise por completo, sentirse unido a él de esa forma tan íntima y sentir que solo son ellos dos en el mundo. Lo abraza por la cintura con fuerza.

De pronto siente el antebrazo de Kise contra su pecho al tiempo que sus vidriosos ojos amarillos hacen contacto con los suyos.

— ¿Estás satisfecho? —Pregunta apretando la mandíbula, haciendo que se marque el musculo de su mejilla—. ¡Ahora, aléjate!

Aomine pestañea varias veces con la confusión estampada en el rostro, al tiempo que se hace a un lado para que Kise salga de la ducha. Con una toalla envuelta en las caderas, el rubio se va hacia el living sin importarle mojar el suelo de madera recién lustrada.

El lobo se lleva una mano al cuello y se acaricia con un gruñido de frustración. No comprende nada de aquello, Kise está enojado, ¿no debería ser él el enojado? Su pareja estaba compartiendo su sangre con otro. Con la ira renovada, Aomine sale de la ducha y se da cuenta que lleva la ropa aún empapada que se le pega al cuerpo, comienza a tironear de la playera, para seguir con los jeans que le raspan la piel mientras descienden por sus piernas.

Sale a su encuentro con otra toalla en las caderas y ve a Kise parado frente al enorme ventanal del departamento con la mirada perdida. El lobo se detiene con ese semblante de indiferencia total en el rostro, esperando a que el rubio diga algo.

— No puedo entenderte, Aominechii. Si soy un problema para ti, ¿por qué te empeñas en inmiscuirte en mi vida? —dicho eso, Kise se gira con lentitud y aquella expresión hace que al moreno se le apriete la garganta, puede sentir su tristeza y se da cuenta de que ha estado haciendo todo mal.

Aomine recuerda las palabras de Kuroko cuando estaban en el bar esa noche, y piensa que quizás ya es hora de dejar de ser tan egoísta, solo por esta vez. Al fin y al cabo ya no se trata solo de él, ahora, le guste o no, tiene una pareja en la cual pensar, incluso primero que en él mismo. —Esto es más complicado de lo que crees —dice el lobo peinando su cabello mojado.

— Eso es todo lo que he oído de ti, que ésta supuesta unión es un problema para ti, que es complicado, pero no me dices nada y no entiendes que yo también estoy envuelto en el asunto.

Se puede palpar en el ambiente la confusión en el rubio, todo aquello lo tiene de los nervios y es demasiado frustrante. Es peor no saber nada a que sepas a lo que te enfrentas. Le encantaría que Aomine se pusiera en sus zapatos esta vez y le hable claro.

El moreno alza la barbilla sopesando todas las posibilidades, pero su mente se nubla a ratos y sólo sabe que quiere que aquello resulte, que su amor por Kise es sincero, porque su pareja es el único ser en el mundo que lo hará feliz. Pero no solo por ser su pareja, sino simplemente por ser él.

Aomine se deja caer sobre el sillón y se lleva una mano al cuello sintiendo el abatimiento de todo lo acontecido en tan solo un día.

— Una vez que tu pareja te acepta, que fue cuando me mordiste, comienza un “período de prueba” que dura 7 días —le explica el lobo inclinándose hacia delante, apoyando los codos en las rodillas y mirando fijamente el suelo—. Algunos deciden tomar ese tiempo y otros simplemente completan el rito y se unen como pareja de inmediato.

— ¿Cómo un matrimonio?

— Es un matrimonio, aunque mucho más fuerte que el que tienen los humanos. Aquí no hay derecho a divorcio una vez que cierras el ritual de unión.

Kise asiente, concentrado en todo lo que le dice Aomine. Le ha costado demasiado que ese lobo hable y ahora quiere oírlo todo, sin rodeos, sin que se guarde nada. Ese asunto le incumbe a ambos, es importante para ellos, demasiado.

— Si la beta o el omega no acepta a su pareja, que es un alfa, éste se queda solo para toda la eternidad.

— ¿O sea que no puedes estar con nadie más? —Pregunta Kise pestañeando varias veces, claramente asombrado por lo que le cuenta Aomine.

— No. Y no es solo sexualmente, sentimentalmente también, no podemos amar a nadie más aunque esa persona nos haya rechazado.

Y ahí está el meollo del asunto. Kise se relame los labios procesando la información que se le ha dado. Según entiende, si él no acepta a Aomine, este se quedará solo para toda la vida. Completamente solo. Es un destino demasiado triste y el rubio frunce el ceño al pensar que el moreno no hace nada por cambiarlo, ¿intentar conquistarlo, tal vez? ¿O es que tanto le desagrada la idea de estar junto a un vampiro que prefiere la soledad eterna?

Kise avanza hacia el sillón parándose frente a Aomine, que alza la vista clavando sus ojos de un azul profundo en ese semblante completamente serio.

— Dime, Aomine —comienza a hablar el rubio y el lobo se estremece al escuchar su nombre de esos labios—, ¿tú sientes algo por mí?

El moreno traga con fuerza frunciendo el ceño, se siente repentinamente confundido y se pierde entre las emociones que se arremolinan en su interior. Todo es tan complicado, pero esos ojos dorados titilan esperando la respuesta y Aomine ya no se hará el tonto con el asunto.

— No podría asegurarte si es por el emparejamiento, pero sí, siento una profunda atracción por ti, en todo sentido.

Bien, eso era una respuesta bastante franca y Kise se siente satisfecho, si, muchísimo. Sus sentimientos hacia Aomine son desde mucho antes de que pasara todo eso, por ello no se siente diferente hacia Aomine, pero el lobo parece impulsado por ese lazo que se selló aquella noche. Es sincero y solo eso necesita de él.

El vampiro alza las manos para empujar a Aomine hacia atrás, recostándolo contra el respaldo del sillón. Se sube a horcajadas sobre él y siente lo suave de aquella toalla húmeda entre sus piernas, sonríe triunfante al ver esa manzana de Adán moverse de arriba a abajo cuando el moreno traga con fuerza. Kise acerca sus labios, rozando pero no llega a tocar del todo, para luego alejarse con la mirada intensa, transmitiendo todo lo que siente hacia ese moreno que esta arrasando con todo en él.

— Intentémoslo, Aominechii —dice Kise sintiendo el calor de ese cuerpo irradiar hasta él, chocando contra su torso, y quiere derretirse como un cubito de hielo entre sus brazos—. Conozcámonos, confiemos el uno en el otro y veremos qué pasa. ¿Nos quedan 6 días, no? Creo que es más que suficiente.

— ¿Estarías dispuesto a intentarlo? Kise, esto es muy serio…

— ¿Crees que no lo sé? —Lo interrumpe el rubio alzando una ceja haciéndose el ofendido—.  Además no deberías estarte quejando, tú eres el que más tiene que perder.

Aomine sonríe de medio lado, entre divertido y asombrado, para luego inclinarse y lamer ese labio inferior, frío contra su boca. Kise es tan fresco que sus manos pronto comienzan a acariciar esa firme espalda haciéndolo sentir menos sofocado.

— ¡Ya sé! —Kise interrumpe el beso echándose hacia atrás para mirarlo con una sonrisa radiante. Mierda, y con ese cabello rubio empapado y goteando lo hace ver demasiado erótico—. Tengamos una cita mañana.

— ¿Una cita? —Pregunta Aomine frunciendo el ceño levemente. Él jamás ha ido a algo así, de hecho, eso suena a humano por donde se le mire, pero al ver ese semblante de pura emoción simplemente lo desarma. Suelta una risita ronca, divertido por la idea de un vampiro y un lobo en una cita—. ¡Oye, no te rías! Dime Aominechii, ¿qué te gusta hacer en tu tiempo libre?

— ¿Además de cazar? Jugar básquetbol.

— Es cierto, te he visto jugar.

— Oh, había olvidado que tenía un acosador sin nada mejor que hacer.

— Aominechii, eres un pesado —suelta Kise no muy contento con la palabra “acosador” siendo usada contra él. Si, lo había sido, pero levemente. Además a él le gusta más llamarlo “curiosidad”.

El moreno se inclina y atrapa su boca con un beso voraz, deslizando su lengua entre sus labios para ganarse un gemido en respuesta. Le encanta, cada reacción de Kise le encanta. Su aroma, su piel, su risa, todo de él le fascina a un nivel sublime, pero que no demostrará aún.

Entre un beso lento pero húmedo, la toalla de Kise pronto se pierde, quedando a merced de esas manos curiosas. Aomine se toma su tiempo para acariciar esa fría piel que ya no está húmeda, no sabe si es por su propia temperatura corporal y que el calor llega hasta Kise, pero pronto ambos están secos.

Kise siente su miembro despertar con las caricias suaves por parte de ese lobo, que lo envuelve en un puño y lo acaricia haciéndolo endurecer. Aleja su rostro para no perderse detalle del vampiro, que con los pómulos sonrojados levemente se aferra al respaldo del sillón, pasando los brazos justo sobre los hombros de Aomine.

— Espera… Aominechii~

— Shht… —lo hace callar con sus labios rozando los del rubio, pero sin besarlo.

El vampiro se relame los labios con frustración, mareado por el aroma que desprende ese cuerpo moreno y fibroso. Recién lo hicieron y de una manera nada suave ¿Cómo es que tiene ganas de nuevo? Sí, puede sentir ese duro pene entre sus piernas, hace el amago de tocarlo, pero Aomine le toma la muñeca para guiarla hacia donde estaba.

Kise no comprende mucho, pero tampoco es como que haya un gran enigma que descifrar: Aomine quiere tocarlo. Decide solo dejarse llevar con aquellas manos atendiéndolo, masturbándolo y tocándolo por detrás.

— Ah… umn… —jadea el rubio mordiéndose los labios con fuerza. Sus ojos se encuentran y una sonrisa entre fascinación y excitación llega hasta Kise—. ¡Ah! Juegas sucio, no se vale.

Alza sus pálidas manos y las aferra a la nuca de Aomine, enredando los dedos en esas hebras azules que se sienten suaves y se vuelven su único cable a tierra.

Aomine sigue deslizando su palma por aquel duro miembro, apretando de vez en cuando, clavando sus ojos en ese rostro que se embellece de placer. Se ha dado cuenta que tiene su nuevo fetiche: Kise Ryota. Una sonrisa afilada aparece en su rostro con ese pensamiento, al tiempo que sus dedos se mueven mucho más rápido en ese suave y caliente interior.

De alguna manera, el lobo siente que algo ha cambiado, ¿y cómo no? Si Kise le ha propuesto intentarlo, incluso contra su propia naturaleza solitaria.

Siente la humedad entre sus dedos, con Kise jadeando con los ojos cerrados.

— Lo… lo siento…

Pero un beso sobre sus labios calla sus palabras. Aomine acaba de ser tan suave que todo parece una cruel broma. Aun así, el rubio solo se deja llevar, rozando su nariz contra la de él.

Si Aomine se arrepiente, o le hace daño… no le importa. Está dispuesto a descubrir porqué es que el destino los ha emparejado.

Después de limpiarse con una toalla, el lobo se levanta dejando a Kise recostado en el sillón.

— ¿Te quedarás? —Pregunta Kise apoyando el antebrazo sobre su frente, exhausto y algo adormilado.

— Me quedaré durante todos los días de prueba, además, no quiero ver a Bakagami empalagoso con Tetsu. Ese idiota…

— ¿Kurokochii es tu protegido, no? ¿Qué es eso?

— Es cuando un lobo elige proteger a alguien y eso incluye perder tu vida si es necesario. Puede ser cualquier especie. Sucede cuando le debes algo, cuando tu lobo se siente en deuda con aquel ser.

Aomine se sienta a los pies del rubio, dejando ambos brazos atrás, sobre el respaldo. Hecha la cabeza hacia atrás y su mente lo lleva hacia los recuerdos de cómo se conoció con el chico de cabellos celestes.

— Cuando me manifesté a los 16 años, fue mi época de rebeldía. Cazaba sin medirme, causaba estragos por doquier, dejé de asistir a clases, me sentía poderoso, poderoso y asustado. —Kise sonríe de medio lado imaginando a Aomine como todo un rebelde. Chaquetas de cuero con tachas y todo—. Eso solo me trajo soledad, nadie se me quería acercar debido al poder que emanaba. Soy uno de los Guardianes más poderosos de mi generación.

El moreno sonríe mostrando sus blancos dientes, orgulloso de su condición. Una que aprendió a apreciar después de conocer a Kagami.

En la manada hay Alfas, que son los machos; hay Betas, que son las hembras y hay Omegas, que son los machos pasivos, los cuales también tienen la capacidad de concebir. Dentro de los Alfas hay Guardianes y su tarea es patrullar a la manada y sus alrededores para resguardar su protección. Como también hay un líder, que los guía y protege.

Aomine y Kagami son Guardianes, su entrenamiento empezó a los 17 años, cuando se manifiesta tu condición, es la hechicera de la manada quién interpreta tu rango. Además los alfas comunes se encargan de la caza para alimentar a su manada.

Kise se muerde los labios, expectante a lo que le habla Aomine sobre su infancia. — Iba a jugar básquetbol a la escuela, solo para parecer normal, se supone que debes hacer actividades extra y esas mierdas que hacen los humanos —dice sacudiendo su mano morena con gesto aburrido—. Pero nadie quería jugar conmigo, ¡y es que no podía controlarme! Me gusta mucho jugar y soy muy bueno en ello. Entonces llegó ese chico, menudo y con cara de nada. Me hablaba con timidez, pero parecía sincero. Nadie me había tratado con tanta naturalidad… con tanta admiración…

Kise percibe el brillo de emoción en los ojos azules del lobo, se nota que ese chico cambió su vida. Una sonrisa melancólica se dibuja en sus labios al saber lo mal que debió haberlo pasado en soledad,  acarreada por algo a lo que no se puede negar. Nacer con una maldición es una enorme carga, para todas las especies.

— Al tiempo me di cuenta de que ese humano tiene un olor demasiado atrayente para los de nuestras especies, los que nos alimentamos de humanos. Muchas veces salvé a Kuroko sin que siquiera lo supiera, y fue cuando llegaste tú... —Aomine gira el rostro mirando a Kise con intensidad, haciendo que el rubio tragara con fuerza.

— El día en que ataqué a Kurokochii.

Aomine asiente con lentitud, para luego guiar su mano hasta el empeine del rubio y lo acaricia con la punta de los dedos hasta llegar a su rodilla, donde trazando círculos vuelve a hablar—: Había asesinado a muchos de tu especie, pero tú… eres tan fuerte. Tan distinto. Que no pude controlar mi lado lobuno mientras luchábamos. Tetsu vio todo aquello, ¿Qué podría hacer después de ello? Le conté la verdad y lo llevé con nuestra manada. Le debo mucho, sin él, jamás hubiese vuelto a ser yo mismo. Jamás hubiese aceptado a mi lobo.

Sus ojos azules se alzan hasta él y Kise percibe lo importante de todo aquel proceso por el que Aomine tuvo que pasar. Al menos el nació como vampiro, no tuvo que lidiar con un cambio, además de tener guías y la suerte de toparse con buenos amigos.

Amigos…

— Vamos —le dice Kise llamando su atención—. Sé que quieres preguntar.

Aomine suelta un bufido, para luego quitar su mano de las piernas del rubio con gesto irritado, ganándose una sonrisa divertida por parte del otro.

— Su nombre es Moriyama, es uno de mis mejores amigos, uno que me ha ayudado mucho a mezclarme con los humanos. Y no, jamás ha habido y no va a haber nada entre nosotros, él está enamorado de mi Senpai, un humano y mi mejor amigo—. Kise guía su pie hacia el muslo del lobo para acariciarlo con lentitud, sonriéndole con coquetería—. Jamás he tenido un novio ni novia ni nada por el estilo, eres el primero.

— Y el único. —Aomine le devuelve la sonrisa para girarse hacia él, jalándolo del tobillo para acercarlo y posicionarse sobre su desnudo cuerpo.

Con su mejilla descansando sobre ese duro vientre, el moreno cierra los ojos mientras los dedos de Kise acarician su cabello con lentitud.

Quizás… solo quizás… eso podría funcionar. Y desea con toda su alma maldita, que así sea.

 

 

Notas finales:

Sí, sí. Al fin lo intentarán, pero eso no quiere decir que los problemas se acaben.

Trataré de actualizar dos veces por semana, digo trataré porque no sé qué día quemaré ese camión para que deje de fastidiarme ¬¬

Espero que les haya gustado este capítulo, de verdad, y gracias por sus siempre bellos reviews!

Saludos y mordidas dulces~


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