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En busca de perlas. por Dashi Schwarzung

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Notas del fanfic:

Este fic fue resultado de mis ideas locas xD por ver éste video y porque en un grupo de Facebook de Aomine X Kagami se estuvieron publicando algunas imagenes de Kagami como tritón. Traté de buscar fics de ese tema y solo encontré uno... que realmente no fue muy relevante. Entonces me dije ¿Por qué no? y me hice mi propio fic con esa trama (tan gay) En realidad planeaba que esta historia se quedara en mi computadora, pues la hice específicamente para mi... pero al notar el interés de varias personas que me preguntaron en Facebook por esta historia... tuve que publicarla.

Agradezco a Ari-nee por ayudarme con el título de éste fic y por darme muchos ánimos y stalkearme siempre que puede :v 

No esperaba hacer un fic con tantas palabras, yo pensaba que me saldría con por lo mucho 6,000 palabras, pero las ideas no dejaron de surgir y cuando me di cuenta, ya eran 13,000 y yo no podía parar... así que gracias por atreverte a leer esta historia tan larga.

Notas del capitulo:

Aprovecho para comentar que posiblemente ésta semana no podré actualizar mis fanfics, así que mis obras "Propieda de Aomine Daiki", "Cosas que aprendí de tí" y "Hogar, dulce hogar" queden pausadas por sólo esta semana. Prometo actualizar la siguiente semana...

…:::En Busca De Perlas:::…

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“Dicen que cantamos para matar,

para hundir y atraer,

para desviar y a otro origen conducir,

para distraer y retraer,

para atormentar y enloquecer…

Nuestro canto no tiene objeto.

Cantamos.

Sabemos.

Predecimos.

Si ustedes vivieran como nosotros

¿No cantarían?”

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Aomine Daiki era un chico que lo tenía casi todo: fama, fortuna, atractivo físico… lo único que faltaba en su vida era a alguien a quien amar. A sus 25 años se había convertido en un jugador de basquetbol de la NBA, sus habilidades eran superiores a las de cualquier otra persona que había conocido, simplemente no había nadie en este mundo que pudiera hacerle frente y vencerlo en un buen partido de basquetbol. Claro que se estaba cansando de ello… sus oponentes incluso tenían miedo de enfrentarlo, ya que sabían que el moreno patearía sus traseros sin pensarlo… el entrenador del equipo se sentía muy feliz de tenerlo, pues con él en el equipo no había nadie que pudiera ganarles.

Si no fuera por su compañero de equipo, Kise Ryota, se habría sumido en una depresión. El chico rubio se había enamorado del peliazul hacía años, sin embargo, tenía bien sabido que Aomine no sentía lo mismo por él… ese amor unilateral lo estaba matando, pero aun así, trataba de estar lo más cerca posible del moreno. ¿Quién podría saberlo?…podría ser que en una de esas el gran Aomine Daiki se enamorara de su compañero de equipo… todo podía pasar, o al menos es lo que el chico rubio pensaba.

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Era una noche de otoño, ideal para salir por la noche sin chaqueta y sentir la brisa fresca del viento. Kise se encontraba junto a sus compañeros de equipo, pues después de un partido tan importante de los playoffs, habían decidido ir a comer a un restaurante de típica comida japonesa. Sacaba el celular del bolsillo de su pantalón y por tercera vez marcaba el primer teléfono que aparecía en su lista de contactos, esperando que por fin su llamada fuera recibida, y parecía que sus ruegos habían sido escuchados, pues una voz, que a él le encantaba, se dejó escuchar por la bocina.

—Kise… eres muy molesto. ¿Qué rayos quieres?—

—Aominecchi… pues te fuiste muy rápido del estadio, ninguno de nosotros te vio salir del lugar.—

—Al grano ¿Qué sucede? — Sonó descortés, pero realmente le era molesto ser interrumpido mientras descansaba en casa.

—Bueno… venimos a comer a un restaurante después de nuestra victoria… aunque el entrenador tuvo un compromiso. Como sea, queremos saber si te nos unes…estamos en el restaurante de comida japonesa de siempre.— El rubio sonaba muy animado, tenía bien sabido que a Aomine no le gustaba mucho el pescado… pero de todas formas lo intentó.

—No creo… prefiero estar en casa y descansar, nos vemos.—

El moreno había terminado tan rápido la llamada que al rubio ni siquiera le había dado el tiempo de persuadirlo una vez más. Suspiró derrotado mirando la pantalla brillante de su celular, aquello no debía de parecerle extraño, pues Aomine prefería estar solo.

 

Guardó el teléfono en el mismo lugar de donde lo había tomado y siguió a sus compañeros; unos cuantos metros y llegarían al lugar previsto para cenar algo amenamente.

Entraron al restaurante, e inmediatamente la dependienta los reconoció, caminó hasta ellos para recibirlos adecuadamente y dirigirlos hacia una mesa lo suficientemente grande para todos los chicos.

Después de unos cuántos minutos los del equipo de basquetbol se sentaron a la mesa y empezaron a ver la carta, muchos de ellos ni siquiera la miraban, pues frecuentaban mucho ese lugar y la mayoría de veces pedían el mismo platillo. Aquellos platillos iban desde el típico pollo teriyaki hasta el Gyouza, vaya que el menú era muy variado.

Pero hubo un platillo en específico que captó la atención de Kise.

—Sashimi de tritón…—Musitó leyendo las letras negras del menú. A decir verdad jamás había escuchado sobre ese platillo, le pareció sumamente interesante; y se arriesgó a ordenarlo.

 

Por fin todos ordenaron su comida y esperaron a que ésta fuera preparada. Conversaban divertidamente sobre el partido que habían jugado hacía unas horas, pues les hacía mucha gracias haber derrotado a un equipo tan poderoso, que fue uno de los tres primeros lugares, obviamente gracias al as del equipo: Aomine Daiki.

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En la cocina…

 

Los chefs habían recibido satisfactoriamente las órdenes de los recién llegados y sin demora se pusieron manos a la obra para preparar los platillos solicitados.

—¿A quién demonios se le ocurrió pedir el sashimi de tritón?— uno de los chefs preguntó, y todos gruñeron en molestia.

—Todo es culpa de la tonta dependienta que puso en el menú ese tonto platillo.— Otro se quejó, mientras afilaba uno de sus cuchillos.

Todos los chefs estaban molestos al saber que tendrían que preparar el sashimi de tritón, pues en definitiva era el plato más difícil de preparar del menú, más que nada por la elaboración…

—Dejen de quejarse… pongamos manos a la obra.— Un tipo de poco más de dos metros de altura fue el siguiente en hablar, a lo que otros dos chicos asintieron con la cabeza al escuchar aquellas palabras.

 

Los tres chefs se dirigieron hacia una puerta, el más alto tomó la perilla y abrió dicha puerta, el cuarto estaba totalmente oscuro, así que tuvo que buscar un apagador de luz y apretarlo, para que el foco se encendiera y el cuarto estuviera visible a sus ojos. Frente a ellos yacía una tina de baño con el agua a tope, que incluso escurría por los costados de ésta. Y dentro de dicha tina… se encontraba un ser que cualquiera que no lo viera creería que era una broma… un tritón, con la típica cola, con escamas rojas, su cabello era rojo y sus orejas eran como aletas. Aquel ser que todos creían mítico, se encontraba en un cuarto de un restaurante japonés, con las manos amarradas, con los ojos vendados y la boca amordazada. Definitivamente aquél plato: sashimi de tritón no era una broma.

El chef de más altura se acercó al tritón y lo tomó entre sus brazos, cargándolo fácilmente para dirigirlo hacia una plancha de metal. Aquel mítico ser sólo pudo gruñir y mover su cola inútilmente, pues estaba totalmente inmovilizado.

Sintió cómo su piel y escamas tocaban la fría base de la plancha de metal, no estaba seguro de lo que estaba pasando, no sabía qué clase de juegos estaban llevando a cabo aquellos mortales, no podía ver absolutamente nada y eso era demasiado frustrante para él.

 

Uno de esos tipos lo tomó por la cola, evitando que se moviera e hiciera cosas innecesarias, otro de ellos liberó sus manos y lo atrapó rápido  de las muñecas, y si el tritón antes se sentía frustrado, ahora estaba aterrado, pues sus posibilidades de movimiento quedaron reducidas a cero.

Un cuarto chef se acercó a la escena, pues el más alto con la mirada le había pedido ayuda; aquél chico rápidamente quitó la mordaza de la boca al tritón e inmediatamente el más alto atrapó la lengua de aquél ser entre sus dedos, obteniendo un poco de ayuda de su compañero. Rápidamente tomó unas tijeras demasiado filosas y se preparó para cortar la lengua al tritón.

Todo el mundo sabía, al menos por las típicas leyendas, que los tritones también eran capaces de emitir cantos que podían volver loco a cualquier mortal, y los chefs evitarían aquello, simplemente cortándole la lengua al ser de aguas saladas.

El tritón pudo escuchar cómo un objeto filoso se acercaba hacia él,  y se aterró cuando alguien tomó su cabeza para que no pudiera moverse… aquello era horrible, sabía que estaba en peligro, si no hacía algo su vida terminaría en unos minutos. Forcejeó ante los agarres de su cuerpo, intentando liberarse, pero fue en vano, no sabía qué más hacer para escapar de aquella situación tortuosa. Su cerebro se había nublado ante el terror que sentía en ese momento, sin embargo, trató de calmarse y rápidamente pensar en algo que pudiera sacarlo de ese martirio.

Algo se le ocurrió… podría ser peligroso, pero era mejor tratar que morir sin intentarlo; puso toda su fuerza en su cola, que era la zona de su cuerpo en el que sentía el agarre más débil. Con todas sus fuerzas movió su cola y logró que el chef lo soltara al sentir el poderío de las escamas rojas. Los demás chicos le siguieron después… pues con la fuerza de su torso pudo soltarse ante el agarre de los otros dos chicos.

No tuvo otra opción más que girar sobre su lugar, irremediablemente cayendo al piso, ahora su cola y manos estaban libres, sin pensarlo dos veces quitó la venda de sus ojos, y lo primero que notó fue cómo el hombre de dos metros se le acercaba, ahora con un cuchillo grande y filoso en las manos…

El chef miró a los orbes rojos del tritón, que irradiaban furia y seguridad, y tuvo que dar un paso hacia atrás pues pudo vislumbrar cómo aquel ser abría la boca…

El pelirrojo empezó a emitir los sonidos característicos de su canto, y los chefs que se encontraban en la cocina tuvieron que llevar sus manos hacia sus oídos tratando desesperadamente de taparlos, pues el canto mortal que el tritón emitía estaba haciendo sangrar sus conductos auditivos, sin contar que poco a poco estaban perdiendo el conocimiento y volviéndose locos.

 

Poco a poco los chefs estaban volviéndose locos, algunos intentaban suicidarse con sus propios instrumentos de trabajo, otros simplemente con sus manos, algunos más ya lo habían hecho y la sangre que emanaba de sus cuerpos empezaba a esparcirse por todo el lugar.

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Los miembros del equipo de basquetbol se estaban impacientando, les encantaba ir a comer a ese restaurante por el hecho de que el servicio era bueno, pero sobre todo rápido, así que fue muy extraño para ellos pasar 15 minutos sin que ningún platillo llegara a sus mesas.

Habían varios comensales en el lugar que también esperaban su comida; pero nadie pudo replicar, pues un sonido fuerte se escuchó por todo el lugar… un sonido que ninguna de esas personas allí presentes había escuchado en sus vidas.

Tuvieron que tapar sus oídos ante el canto que llenaba el lugar, no era un simple grito, era un canto desgarrador y mortal, inmediatamente muchos comensales empezaron a levantarse de sus asientos y huir para no escuchar más ese sonido inigualable, pero otros no tuvieron mucha suerte, pues al tener los oídos más sensibles, uno a uno fue desplomándose sobre la mesa, inconscientes y varios tuvieron que decir sus últimas palabras antes de morir.

Varios compañeros de Kise hicieron lo mismo, uno a uno salieron del lugar, Kise no entendía por qué se había quedado allí, había sido una estupidez el quedarse, pero por alguna extraña razón sus pies no lo obedecieron y simplemente quedó allí sentado, totalmente petrificado, con los ojos cerrados y sus manos tapando fuertemente sus oídos. Hasta que por fin se  dejó de escuchar ese ruido amenazante. Kise abrió los ojos lentamente y quitó sus manos de sus oídos, miró todo el lugar, solo un par de personas, aparte de él, habían sobrevivido y se miraban cuestionantes a lo que había pasado, muchas personas más yacían sobre las mesas, pero todos pensaron que estaban inconscientes, sin saber que muchos de ellos habían muerto.

 

Si Kise antes había entendido su estupidez por quedarse allí sentado… definitivamente pensaba que lo era cuando empezó a caminar hacia el lugar de donde había escuchado aquella melodía mortal. Sus pies lentamente lo dirigieron hacia la cocina, con manos temblorosas, mirando a su paso un camino de cuerpos desplomados en el piso. ¿Por qué rayos se dirigía a la cocina? ¿Por qué no mejor tomaba su celular y llamaba a una ambulancia? Su mente se formulaba ese tipo de preguntas, pero no entendía nada… su cuerpo sólo actuaba por él, cuando su cerebro decía otra cosa.

Lentamente abrió la puerta de la cocina, y lo que sus ojos encontraron era digno de una película de terror: frente a él se encontraban los cuerpos de todos los chefs… unos tirados junto a otros, algunos con cuchillos clavados en sus pechos, otros ahogados en ollas que seguramente contenían sopa, otros ahorcados con sus corbatas… era un espectáculo aterrador.

Tuvo que llevar una mano a su boca, intentando no vomitar ante el olor de la sangre que prácticamente inundaba el lugar. Pero un fuerte sonido escapó de su boca al girar un poco la vista y notar algo aún más  terrorífico: Un ser mítico se encontraba en el suelo, bañando su cola con la sangre de varios chefs, mientras se encontraba comiendo… Kise pasó sus orbes amarillos hacia el cuerpo que se encontraba junto a ese tritón: el cuerpo de un hombre de gran altura emanaba grandes cantidades de sangre, y pudo notar cómo el cuerpo carecía de un brazo… nuevamente miró al tritón y pudo notar que ese brazo faltante en el cuerpo del chef se encontraba en su boca, vislumbró claramente los filosos colmillos de aquel ser enterrarse en la carne del brazo que había arrancado del cuerpo.

El tritón dirigió su mirada de ojos rubíes hacia la del rubio, dejó su ‘comida’ en el piso y formó una sonrisa en sus labios, regalándole ese gesto a Kise quien no se podía mover. El de escamas rojas le extendió una mano al rubio, indicándole que se acercara a él, con movimientos sutiles y sensuales, y Kise dio un paso en su dirección. No sabía qué estaba haciendo, sabía que aquel ser estaba pensando en hacer un festín con su piel, al igual que al otro chef, y aun así estaba dispuesto a acercársele. Sintió una fuerza desbordante de atracción hacia el pelirrojo, pero al fin su mente se aclaró, todo su cuerpo temblaba de terror, y sus ojos empezaban a emanar unas lágrimas al presenciar todo el show aterrador, lo que hizo fue dar media vuelta y correr hacia la salida del lugar, con lágrimas en sus ojos y esa impotencia en él.

Después de haber corrido quién sabe cuántos metros lejos del lugar, se detuvo, recargó una de sus manos sobre una pared y comenzó a toser frenéticamente, tratando de evadir sus ganas de vomitar, sin que sus ojos pudieran evitar derramar más lágrimas.

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Seis meses pasaron desde aquél incidente que dejó a Kise al borde de la locura, el rubio había buscado ayuda psicológica ante el trauma que había sufrido aquel día. Jamás le contó nada a nadie, ni mucho menos a Aomine, pues no quería que éste se preocupara; así que tuvo que lidiar él mismo con sus problemas. No podía entender por qué la prensa había maquinado la información sobre lo ocurrido, diciendo que “Un ladrón había aparecido en el restaurante y al no obtener lo que quería, empezó a asesinar a las personas” Aquello era una vil mentira; ese ser de los mares había causado todo eso, pero al fin de cuentas, todos creyeron lo que la prensa decía.

 

Había pasado 6 meses de su vida metido en un cuarto con una persona desconocida, contándole con lujo de detalles lo que había pasado en aquel restaurante japonés, y por supuesto que el psicólogo no le había creído nada sobre la historia, sin embargo, su deber, como profesional era asegurarse de la salud mental de su cliente, pues para eso el rubio estaba pagando una cantidad generosa de dinero.

Aquellas terapias habían sido difíciles para el jugador, pues revivir una y otra vez los sucesos era muy complicado, pero después de esos meses por fin se sentía mejor, por fin podía dejar de pensar en lo sucedido, aunque aún le era muy difícil entrar a un restaurante de comida japonesa.

 

Por otro lado estaba Aomine Daiki, quien en esos seis meses, tras haber ganado el trofeo de la liga de la NBA se había sumido más en su depresión al no encontrar un rival digno de todas sus habilidades. Kise estaba junto a él, sin embargo él también tenía asuntos de qué preocuparse, o al menos eso era lo que el rubio le demostraba; aun así, el rubio siempre estaba al pendiente del moreno en toda ocasión; pero Aomine debía confesar que aquello lo hacía molestar en demasía. Él era un hombre de 25 años, por supuesto que sabía cuidarse él solo, no necesitaba a una niñera como Kise que estuviera cuidando de él a cada instante.

 

Y allí estaban los dos, en el cuarto de los casilleros, preparándose para el entrenamiento del día. Kise se ponía sus zapatos deportivos, y Aomine guardaba sus pertenencias dentro de su casillero correspondiente.

—Sigo pensando que deberías comprar una mascota.— El rubio trataba de amarrar sus agujetas.

—Tch… Kise, ya te dije que no sigas molestando con eso.—

—Pero te gustan los gatos ¿No es así? Además, así no estarías tanto tiempo solo en tu casa.— Se quejaba, sabiendo que el moreno seguiría negando a su petición. Lo que más le preocupaba a Kise era que el moreno vivía en una casa enorme, era casi como una mansión para él solo… a Aomine no le hacía nada bien vivir en solitario.

—Dije que no… ni siquiera tengo tiempo de cuidarlo.—

—Aominecchi, yo te ayudaría a cuidarlo.— Se levantó de la banca tras haber amarrado sus zapatos —Además… eso me daría más confianza para dejarte solo.—

Aomine, al escuchar aquellas palabras de su amigo enfocó sus orbes en los del rubio, denotado sorpresa en su mirada. Si Kise iba a dejar de comportarse como su niñera, entonces claro que conseguiría a una estúpida mascota.

—¿Es en serio?.— Su voz incrédula se dejó escuchar, y Kise no tuvo otro remedio más que confirmarlo, ya que pudo notar un brillo diferente en los ojos del moreno.

—Claro.— Musitó un poco dolido.

—Tú ganas… me pasaré por la tienda de mascotas.— Desvió la mirada y con pasos muy lentos se dirigía a la salida de aquel cuarto, para iniciar con el calentamiento debido.

—Un amigo me habló de una buena tienda… dijo que encontrarías mascotas de todo tipo.— El rubio lo seguía, con una gran sonrisa en su rostro. Aomine no respondió, sólo siguió caminando para encontrarse con sus compañeros de equipo, sin escuchar realmente lo que el rubio tanto mencionaba.

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Había sido un día duro para el equipo, pues el entrenador parecía que estaba lo suficientemente enojado como para hacerlos entrenar por casi tres horas sin descanso, sus músculos estaban adoloridos, pero aquello no lo detendría de llegar hasta su destino, si Kise por fin lo dejaría en paz al comprar un maldito gato… entonces lo haría sin pensarlo, aunque debía decir que ni siquiera sabía cómo cuidar de una mascota, pero ya se las ingeniaría.

Se detuvo frente a la dirección que Kise le había dado, miró la fachada del lugar y frunció el ceño ¿Kise estaba jugando con él? Porque aquel lugar, con una puerta corrediza, de vidrios polarizados no parecía una tienda de mascotas…. Se supone que una tienda de esas debía denotar colores llamativos e incluso algún letrero bonito, pero esa tienda… tenía la fachada pintada de negro, y nada llamativo a su gusto… y aun así, el moreno se atrevió a entrar. Jaló la puerta corrediza y sus ojos inmediatamente notaron la repentina ausencia de luz en el lugar… no estaba sumido en la oscuridad total, pero el lugar solo era iluminado por una lámpara con un foco de baja intensidad. Entró totalmente y esperó algunos segundos, hasta que sus ojos se acostumbraran al repentino cambio de luz. Pasó sus ojos por todo el lugar, había muchos adornos como reliquias adornando aquel cuarto y muchas pinturas extrañas que él ni siquiera les encontraba la forma; ese lugar le hizo sentir escalofríos por todo el cuerpo.

 

—Bienvenido.—

Una voz lo recibió, y sin pensarlo, dirigió sus orbes hacia el portador de dicha voz, mirando por fin a un chico pelirrojo, con cierta heterocromía en sus ojos, quien se encontraba sentado en un sofá de satín muy elegante, con unas tijeras en mano, simplemente observándolo.

—Lo siento…. Un amigo me dijo que ésta era una tienda de mascotas, creo que me dio información inco—

—Es cierto… — Interrumpió las palabras, mientras se levantaba de su asiento —Esta es una tienda de mascotas, pero… es muy exclusiva y especial.—

El chico de menor altura se acercó lo suficiente al moreno y lo miró fijamente, intentando ver más allá de aquellos orbes azules, Aomine no se movió, pero sí se sintió muy incómodo al ser encarado de esa forma por el dependiente.

El pelirrojo pudo notar un brillo inusual en los ojos azules del recién llegado, se alejó un poco al obtener la respuesta que buscaba en Aomine.

—Y dígame… ¿Qué mascota está buscando en especial?— Cuestionó, dejando sus inseparables tijeras en una mesa que yacía cerca de su asiento preferido.

—No sé… tal vez un gato… podría vivir con un gato…— Llevó una mano a su cabeza, y hasta esas alturas realmente no sabía qué mascota comprar.

 

La conversación entre los dos chicos se vio interrumpida por una melodía bella, un canto hermoso que llenó los oídos de Aomine de una paz interior y desbordante. Tuvo que mirar hacia todos lados del lugar para poder encontrar al portador de tan bello canto.

El chico con heterocromía sonrió divertido, notando la repentina ansiedad que había surgido en su cliente.

—Parece que él lo está llamado a usted.— Comentó, sintiendo la mirada de cuestionamiento del moreno sobre él.

—¿Qué quiere decir?— Tuvo que preguntar al saber que de los labios del dependiente no salió ni una palabra más.

—Tengo la mascota perfecta para usted. Sígame.—

El más bajo de altura caminó un par de pasos hasta hallarse frente a una puerta y lentamente la abrió, enfocó sus ojos en los del jugador de basquetbol y sonrió, esperando que éste lo siguiera. Aomine en realidad no planeaba escoltar al pelirrojo, sin embargo, quería volver a escuchar aquel canto, si el dependiente lo llevaría al origen del hermoso sonido, entonces se arriesgaría y lo seguiría sin remedio.

Caminaron por un pasillo oscuro, Aomine pudo notar varias puertas a la vista, y aunque quiso, no pudo imaginar qué era lo que había detrás de todas esas puertas… siguió caminando detrás del otro, hasta que por fin llegaron al final del pasillo donde otra puerta diferente los esperaba.

El chico con heterocromía miró por última vez a Aomine, antes de sonreír nuevamente y abrir la puerta, sin embargo, el cuarto también denotaba muy poca luz; Aomine no podía entender cómo era que al dependiente le encantaba estar en la penumbra, sin embargo, aquello era algo que no le incumbía.

 

—Es un mamífero acuático… muy único en su especie.— Se atrevió a hablar el chico, parado a poca distancia de Aomine, esperando por su siguiente respuesta.

El moreno frunció el ceño ante las palabras del dependiente, creyó haberle dejado claro que él quería un simple gato como mascota, no a un animal acuático, sin embargo, no pudo con su curiosidad al momento.

—¿Qué animal es?— Preguntó a la defensiva, sintiéndose un tanto inseguro en ese momento por la extraña situación.

—¿Por qué no lo comprueba usted mismo?— Después de sus palabras, corrió una cortina grande, dejando notar un tanque de cristal muy grueso, lleno de agua. Prosiguió a encender una luz de baja intensidad y Aomine trató de comprender lo que pasaba ante sus ojos.

Si aquello era una broma, definitivamente armaría un escándalo en ese mismo lugar. ¿Qué podía tener aquél tipo en aquel tanque? ¿Infinitos peces?  ¿Una foca? ¿Nutrias?

—Puede acercarse si gusta.— El dependiente habló nuevamente, notando cómo, el moreno hacía caso a sus palabras, y curioso se acercó al tanque, intentando ver qué era lo que éste contenía y salir de sus tontos pensamientos y dudas.

Dio un pequeño salto al ver cómo entre el agua del tanque se movía algo… aquello definitivamente no había sido una foca… ni mucho menos una nutria, pues había visto una cola con escamas rojas.

—¡¡¡¿Qué demonios es eso?!!! — Más que una pregunta, aquello era un grito. Pedía ansiosamente una respuesta, sin embargo, el chico con heterocromía no se la dio. Fue el mismo ser que habitaba en esa agua el que le dio la respuesta, pues se dejó mostrar con un gran salto del agua, atrayendo totalmente la atención del moreno.

Ojos rojos como el fuego chocaron con sus orbes azules como la medianoche, pudo visualizar nuevamente aquellas escamas rojas y una cola… pudo también notar el cabello rojo, que terminaba en puntas negras.  Aomine quedó sin habla, y un tanto asustado de lo que había visto, sus ojos no le estaban mintiendo.

—Un tritón…— Musitó con una voz apenas audible. —Un tritón…— Mencionó nuevamente, ésta vez mirando fijamente al dependiente con un poco de temor.

—Así es… le dije que ésta tienda era exclusiva y especial.—

Vaya, aquel chico tenía razón… hasta ese momento Aomine  pensaba que aquel lugar era una simple y típica tienda de mascotas, pero se había equivocado totalmente. No sabía cómo es que Kise conocía ese lugar, no podía saber si su rubio amigo también poseía una mascota fuera de lo común, pero ya tendría mucho tiempo para hablar con él más tarde.

Llevó sus ojos nuevamente hacia el tanque de vidrio transparente, y la sorpresa nuevamente se adueñó de él al ver que aquel tritón se dejaba ver de un modo tranquilo y juguetón a través del vidrio, agitando su cola bellamente en el agua, con sus cabellos revoloteando ante el movimiento del agua. Aomine se perdió nuevamente en aquellos orbes rubíes y aquella sonrisa de filosos colmillos que se dejaba ver en el hermoso rostro del tritón. Toda la visión de ese ser era majestuosa, embriagante y hasta excitante…

El tritón puso una mano sobre el tanque, mirando tiernamente a Aomine, como si quisiera tocarlo. El moreno sintió cómo la tranquilidad embargaba su pecho; con movimientos demasiado lentos, levantó su mano y la situó en el mismo lugar donde el tritón tenía la suya, su atención fue atrapada al ver la mano del aquél ser marino, cómo sus dedos estaban unidos por aquellas membranas interdigitales que facilitaban su movimiento en el agua… aquel ser era algo enigmático para Aomine. No entendía por qué repentinamente tenía aquella necesidad de tocarlo, de sentir sus escamas, su piel, su cuerpo; sabía que aquello sería peligroso, pero necesitaba tener entre sus brazos a ese ser mitológico que todos creían inexistente. No podía asegurar si lo había atraído con su hermoso canto, o con aquel poderoso salto que había hecho fuera del agua, pero lo que sí podía saber era que su corazón no dejaba de palpitar frenéticamente.

 

—Entonces… ¿Lo llevará a su casa?— Habló el dependiente de la tienda, sacando de todos sus pensamientos al moreno.

Aomine quedó unos segundos en silencio, el llevarlo a su casa no sería problema, además de que en su hogar había una gran piscina techada en donde el tritón podría estar a gusto..

—Sí…—Respondió en un susurro, sin poder despegar la vista del ser de agua salada.

—Sígame… necesito que firme unos papeles.—

El jugador de basquetbol asintió a la petición, y nuevamente siguió al otro por el pasillo hasta llegar a un cuarto pequeño.

El chico con heterocromía sacó de su escritorio un par de papeles y un bolígrafo.

—¿De qué se trata esto?— Cuestionó el moreno, mientras el dependiente le extendía los papeles y le ofrecía el bolígrafo.

—Es un simple contrato…— Dijo sin rodeos y con total seriedad —Puede leerlo sin problema.—

El moreno frunció el ceño, aquello no era tan normal, es decir… ¿Un contrato para llevarse a una ‘mascota? Pero al entender que llevaría a casa a un ser mítico no pudo quejarse en lo absoluto. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Se preguntó a sí mismo, era una pregunta estúpida, sabiendo que aquél tritón era en extremo peligroso, pero aquello no le importaba; así que tomó los papeles entre sus manos y les dio un vistazo, después de pensarlo un par de minutos, tomó el bolígrafo entre sus dedos y se dispuso a firmar, sellando así un trato.

—Hay algunas cláusulas que usted deberá acatar.— El chico tomó los papeles entre sus manos y se dispuso a guardarlos, sin dejar de hablar. Aomine puso total atención a lo que tenía que decirle el dependiente, aunque en realidad sí había leído las cláusulas que el documento especificaba..— Primera: No debe dejar que nadie lo vea. Segunda: Deberá mantenerlo en un gran tanque de agua y cambiar el agua salada frecuentemente… y por último — Carraspeó un poco, esperando que el moreno entendiera todo lo que estaba diciendo —No deje que pase hambre… eso es lo más importante. Sin incumple alguna de éstas cláusulas, yo no me haré responsable.—

Inmediatamente después de que el chico de los ojos bicolor terminara de hablar, el peliazul asintió, habiendo entendido las advertencias. No sabía cómo cuidar de un… ser mítico, por así decirlo, sin embargo, aquellos consejos le eran suficiente para hacerlo. Trató de grabarse cada una de esas advertencias y tratar de no olvidarlas.

—¿Cómo puedo llamarlo? ¿Tiene nombre?— Cuestionó, refiriéndose al tritón.

—Kagami.— Fue lo último que dijo el de los ojos con heterocromía, mostrando una media sonrisa en su rostro.

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Se encontraba haciendo algunos tiros libres en el gimnasio, el entrenamiento había terminado, sin embargo él aún tenía mucha energía disponible, el día anterior había sido muy interesante, y más cuando tenía en su propia piscina a un ser mitológico.

 

—Aominecchi. ¿Fuiste ayer a la tienda de mascotas?— Kise se acercó al moreno, con su infinita sonrisa, dejando tirado el balón que recién tenía en las manos.

—Sí… Me recibió un tipo muy extraño.— Recordó su encuentro con aquel chico de los ojos bicolor, era algo que quería olvidar en definitivo.

—Ya veo. ¿Compraste alguna mascota?— Preguntó, sin tomarle nada de importancia a aquél tipo extraño que recién había mencionado su amigo. Aomine no respondió al instante, por supuesto que había llevado al tritón a su casa, sin embargo… no se le podía llamar ‘mascota’ pues para él era un ser a la altura de cualquiera de sus compañeros de equipo, incluso de Kise.

No respondió a la pregunta hecha por su rubio amigo, en lugar de eso sólo asintió con la cabeza, y Kise sonrió satisfecho, sabiendo que el moreno ya no estaría en casa solo.

—¿Tú has comprado algo de esa tienda?— No pudo evitar preguntar, pues tenía aquella curiosidad de saber si Kise también albergaba a algún ser extraño en su hogar.

—No… en realidad a mí también me la recomendaron, pero no he ido… — puso las manos en su cintura —No sería mala idea ir y buscar alguna mascota linda que me haga compañía en casa.— Miró tiernamente a su amigo, y pudo notar la diferencia en su rostro… era como si Aomine ahora estuviera tranquilo y hasta cierto punto feliz, eso hacía sentir más contento al rubio.

—Oye Aominecchi, podría ir a tu casa y conocer a tu nueva mascota— Sonó emocionado, pero también pudo visualizar el cambio en el rostro de Aomine.

—¡NO! Es decir… no… yo, no creo que sea una… buena idea.— Era obvio que no debía dejar a su amigo ver a Kagami, pues aquella era una de las cláusulas y advertencias que el dependiente de la tienda de mascotas le había especificado… no iba a arriesgarse a que pasara algo.

Kise lo miró con un poco de asombro, no podía entender por qué de repente Aomine sonaba tan nervioso, pero ésta vez no quiso ser molesto, tal vez auto-invitarse a la casa del moreno no había sido bien visto por su amigo.

—No te preocupes, ya habrá otro momento.— Sonrió nuevamente, y puso una mano sobre el hombro de su amigo —Seguro tienes cosas que hacer.—

Aomine se sintió un poco mal por haberle negado a su amigo la entrada a su casa, pero definitivamente nadie podía ver a Kagami… ese tritón era sólo suyo y de nadie más.

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Llevaba una gran bolsa con pescado en sus manos, y su maleta de entrenamiento al brazo, realmente no sabía la cantidad de comida que Kagami podría engullir, sin embargo, no le molestaba el pensar que podría ir nuevamente al supermercado. Llegó hasta la puerta de su enorme casa y sin pensarlo se adentró en ella, dejando la maleta tirada por cualquier lugar y sin demora se dirigió hacia la parte trasera de su casa, específicamente hacia la piscina techada, al entrar pudo observar cómo el tritón nadaba felizmente en el agua, sin sentirlo una enorme sonrisa se formó en su rostro. Kagami, del otro lado de la piscina, mostró la mitad de su cuerpo sobre el agua y miró tiernamente a Aomine, aún no se acostumbraba a su nuevo hogar, ni mucho menos a su nuevo ‘dueño’, y el moreno lo pudo entender, pues Kagami permanecía un tanto huraño.

Rápidamente sacó de la bolsa el pescado que había comprado y lo mostró al tritón, éste sonrió ampliamente y nadó hasta donde se encontraba el moreno. Aomine le mostró un pescado entre su mano, esperando que el pelirrojo lo tomara, pero Kagami parecía estar un  poco inseguro sobre si tomarlo o no… pero su hambre no podía esperar, así que en un fugaz movimiento tomó el objeto en la mano del jugador de basquetbol y rápidamente se alejó de él, nadando en el agua y comiendo al mismo tiempo.

El moreno parecía fascinado por su nuevo inquilino, podía ver a través del agua cristalina cómo el tritón nadaba orgullosamente y aquel espectáculo lo dejó totalmente encantado.

 

—Con que no puedes hablar mi idioma…— Musitó innecesariamente, sabiendo la respuesta, pues si Kagami pudiera hablar ya lo habría hecho.

 

Las acciones se repetían una y otra vez: Aomine tomaba un pescado en su mano, Kagami nadaba hasta él y lo tomaba para engullirlo sin pensar; hasta que el pelirrojo se sintió satisfecho… Aomine definitivamente tenía que salir a comprar más pescado, pues ya había notado la enorme cantidad que el estómago del tritón podía comer.

Pero el ir al supermercado podía esperar… por el momento se sentó en una silla cómoda y ver cómo el tritón revoloteaba en el agua animado.

 

Sentía aquella necesidad de permanecer en ese lugar, mirando cómo Kagami nadaba, juraba que podía pasar allí todo el día sin cansarse, notando cómo frecuentemente el pelirrojo salía del agua, lo miraba tiernamente y le regalaba una muy pequeña sonrisa.

Su sorpresa se hizo mayúscula cuando el tritón se sentó en las escalinatas de la alberca y empezó a cantar, esa misma melodía que él había escuchado en aquella tienda de mascotas. Su corazón empezó a latir fuertemente dentro de su pecho, era como si aquella canción lo hipnotizara de todas las formas posibles.

Deseaba tocarlo, deseaba entrar a esa alberca y sentir la piel de Kagami, sentir sus manos sobre él, tocar aquellas escamas… Deseaba al tritón. Pero también sabía que aquello sería un tanto peligroso, así que tuvo que contenerse y tratar de mitigar sus deseos.

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Un mes había pasado desde que Aomine había llevado al tritón a su casa, nadie sabía sobre su secreto, tal y como aquél chico con heterocromía había dicho. También había llevado a cabo cada una de las cláusulas especificadas en el contrato… todo parecía ir bien.

Pero a los ojos de otras personas, y de Kise en especial, él había cambiado… se veía feliz, por supuesto que se le notaba la felicidad a kilómetros, pero Kise podía decir que también había algo extraño y anormal en todo el asunto, pues su amigo moreno había cambiado. Aomine ya no esperaba a que terminaran los entrenamientos, pues a la mitad de las prácticas tomaba sus cosas y se retiraba del lugar, sin importarle las palabras del entrenador. Muchas veces había reñido con dicho entrenador por salirse antes de tiempo de las prácticas, pero después de todo, las cosas no habían cambiado… Aomine seguía yéndose temprano a casa.

Alguna vez lo miró salir del supermercado con dos bolsas de pescado, fue muy extraño, pues el rubio sabía que a Aomine no le gustaba el pescado, incluso cuando los acompañaba al restaurante de comida japonesa, trataba de pedir un platillo que no tuviera ese ingrediente marino.

Además de todo aquello… también se había dado cuenta de que Aomine se encerraba en casa y no salía hasta el día siguiente, cuando el moreno gustaba de salir, mayormente por la noche a clubes o antros y llevar a casa a alguna chica que conocía en esos lugares, lo cual lo ponía de un muy mal humor.

 

Sabía que no podía encargarse del asunto él solo, por lo que decidió buscar a un amigo muy cercano de él y de Aomine…

 

—No veo cuál es el problema, Kise-kun… Aomine-kun siempre ha sido muy solitario.— Un chico de cabellos pelicelestes se encontraba frente a Kise en un bar que éste solía frecuentar. La forma en la que su rubio amigo había hablado por teléfono con lo había preocupado, por eso es que había accedido a encontrarse con él. Aquél chico peliceleste trabajaba como detective, era muy bueno en todo lo que hacía, pues tenía la única habilidad de pasar desapercibido a los ojos de los demás, lo que lo ayudaba bastante cuando de trabajar se trataba. Había escuchado atentamente toda la historia del rubio, pero no sabía si alarmarse ante el asunto o no.

—Kurokocchi  ¡Claro que es un problema! Él se ha convertido en un ermitaño, sé que es solitario, pero no al grado de encerrarse en su casa y no salir.— No podía evitar verse preocupado. Kuroko tenía bien claros los sentimientos de su amigo rubio hacia Aomine, pero también debía darle credibilidad, pues era el rubio quien había estado con el moreno desde hacía ya muchos años, no había nadie quien lo conociera mejor que Kise.

—Todo empezó desde que Aominecchi llevó a su nueva mascota.— Tomó un sorbo de su bebida, para después mostrar un pequeño puchero.—Además ni siquiera me ha dejado ver a su mascota… siempre que le digo que quiero verlo, se pone nervioso y me dice que no es posible.—

Kuroko entrecerró los ojos, notando cada cambio de gesto del rubio, no dijo nada, simplemente escuchó, grabando en su mente cada palabra que Kise decía.

—Ni siquiera sé qué tipo de mascota compró… pudo haber comprado un tigre y yo ni siquiera me daría cuenta, sería la única razón por la que no quiere dejarme ver a ese animal.—

Kuroko recargó su rostro en su mano, analizando cada una de las palabras que escuchaba de Kise, no podía evitar hacer eso, pues era un detective, y analizaba incluso hasta a sus amigos más cercanos.

—Cuéntame más sobre ese lugar…— El peliceleste habló, sin mucho interés.

—¿Cuál lugar? —

—La tienda de mascotas… a la que le pediste a Aomine-kun ir.—

Kise no entendía qué tenía que ver aquella tienda de mascotas, pero no había mucho que contar, pues él tampoco había ido a esa tienda, así que trató de decir todo lo que sabía sobre ese lugar, que dicho sea de paso, no era mucho.

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No le importaba gastar tanto dinero en la comida de aquél ser, del que inevitablemente se había enamorado en solo un mes…  el ser un jugador de la NBA le daba bastante dinero para gastar… el mantener a Kagami no era ningún problema.

Pasaba todo su tiempo libre metido en ese enorme cuarto, donde el clima era cálido y podía ver a su hermoso tritón dedicarle sonrisas y miradas tiernas.

Los cantos de Kagami se habían convertido en una adicción para los tímpanos de Aomine, eran cantos dedicados totalmente a él, pues el tritón no apartaba su vista del moreno cada que empezaba con sus hermosas melodías en un lenguaje incomprensible. Para Aomine era inevitable sentir que su corazón latía como loco por aquel ser mitológico.

 

De repente pasó por su mente acercarse al tritón… ¿Qué pasaría si se le acercaba? ¿Kagami lo comería sin sentir hambre?  Estaba seguro que Kagami también sentía algo por él…  ¿Podría arriesgarse? Ahora que lo pensaba… el ‘No acercarse al tritón’ No figuraba entre las cláusulas que el dependiente de la tienda de mascotas le había hecho firmar…

Mordió su labio al entender lo que estaba a punto de hacer… se arriesgaría a entrar en la misma piscina que Kagami, se sentía nervioso mientras lentamente caminaba hacia la alberca, hasta estar lo suficientemente cerca y miró el agua cristalina.

Kagami, del otro lado de la piscina permaneció expectante, con una mirada sorprendida, poniendo total atención a cada una de las acciones del moreno.

Aomine suspiró hondamente, y despejando los pensamientos de su mente, se fue adentrando a la alberca, sintiendo el agua fría sobre su cuerpo. No le había importado su ropa, no le tomo importancia en despojarse de ella, y dejó que su ropa se mojara.

Kagami no se movió, sólo miró cómo el moreno se adentraba totalmente a la alberca, mojando su ropa.

 

—Demonios… está fría…—Se quejó, sintiendo cómo su ropa se volvía más pesada.

Kagami sonrió a las palabras… no podía hablar el mismo idioma que Aomine, pero sí podía entenderlo. Se sumergió en el agua y fue al encuentro del jugador de basquetbol, nadando alrededor de él, como una especie de ritual que Aomine no logró comprender en ese momento.

Si pensaba que Kagami era divino nadando en el agua… ahora definitivamente lo sabía, pues lo miró nadar alrededor de él, con esa cola revoloteando y dándole impulso, aquellos cabellos rojizos moviéndose al compás del casi imperceptible oleaje, era una visión tan maravillosa.

 

Después de algunos segundos, Kagami lentamente emergió del agua, quedando enfrente del moreno, quien no supo que hacer en ese momento. No podía saber lo que había en la mente del tritón, y por un momento se sintió inseguro.

El pelirrojo sonrió tiernamente, tratando de no intimidar al moreno, pues era lo único que quería… movió sus manos hasta que atraparon las del moreno entre ellas, sintiendo la cálida piel de Aomine sobre la suya. Era la primera vez que ambos tenían contacto físico… y para ambos fue una sensación poderosa, que incluso hizo que por el cuerpo de Aomine corriera una especie de sensación muy tranquilizante.

El tritón, aún con las manos de Aomine entre las suyas… las llevó hacia su pecho, y Aomine pudo sentir el palpitar del corazón de Kagami entre sus manos, era un palpitar diferente al suyo, sin embargo, podía sentir las emociones desbordantes que emanaban del pelirrojo.

No quiso perder más tiempo, y lentamente fue acercándose hacia Kagami, hasta envolverlo entre sus brazos, sintiendo el cuerpo mojado del tritón, pero no le dio importancia a ese hecho; cuando sorpresivamente sintió cómo Kagami le correspondía, en un abrazo tierno, en el que diferentes temperaturas corporales se encontraban.

Aomine fue el primero en romper el abrazo, llevando su mano hacia el rostro de Kagami, mirando la especie de aletas que tenía en lugar de orejas, acarició su mejilla, hundiéndose en aquellos ojos color rubí, que lo hipnotizaban con demasía. Su cuerpo parecía tener voluntad propia, pues cuando volvió a la realidad, se acercaba hacia el rostro de Kagami, quien había cerrado los ojos ante la cercanía del moreno, eso era como una invitación para Aomine.

Los labios del jugador de basquetbol y los del tritón se encontraron, en un beso tierno, que no duró por mucho tiempo así, pues Aomine quería algo más… algo más pasional, más excitante y parecía que Kagami había entendido, pues al sentir la lengua del moreno rozar sus labios, abrió su boca, dándole permiso a Aomine de invadirlo. Ambas lenguas se encontraron, en un baile de movimientos sensuales.

 

Por todo el cuerpo de Aomine corrió una sensación electrizante,  y en Kagami no fue diferente, pues las sensaciones lo embargaron, eran cosas que el tritón jamás había sentido.

Aomine necesitaba más de él… quería sentir a Kagami en su totalidad. Despegó sus labios de los del pelirrojo y ahora sus besos fueron hacia su barbilla, escuchando los suspiros del tritón, quien se dejó hacer por el moreno. Los labios morenos ahora pasaban al cuello del pelirrojo, lamiendo con vehemencia y pasión; el tritón era tan perceptible que podía sentir esas emociones emanar del cuerpo del peliazul.

Kagami no comprendía para nada las sensaciones carnales de los seres humanos, no tenía la menor idea de cómo ellos tenían relaciones sexuales ni de cómo procreaban, y  estaba seguro que no podría darle a Aomine lo que estaba buscando.

El moreno se acercó más y el tritón pudo sentir cómo algo duro rozaba su cola; algo que estaba seguro que hacía minutos no estaba allí, y aquello le dio curiosidad.

Aomine dejó el cuello de Kagami y sus labios fueron bajando por su cuerpo, hasta llegar a los pezones descubiertos del pelirrojo, donde se detuvo. Kagami dejó escapar un pequeño gemido cuando sintió cómo la lengua traviesa de Aomine estimulaba cada uno de sus pezones, el placer estaba llenando su cuerpo y ni siquiera sabía cómo calmar esas sensaciones.

El moreno no pudo soportar más la presión en  su pantalón, de un solo movimiento desabrochó dicho pantalón y dejó libre su miembro, sin siquiera notar la mirada de sorpresa que llenaban los ojos de Kagami.  El tritón miró la virilidad de Aomine, sin comprender de qué se trataba, pero sus pensamientos se vieron dispersos cuando el peliazul volvió a tomar sus labios, ésta vez era un beso demandante; podía sentir cómo el moreno mordía su labio inferior y su lengua.

Aomine se masturbaba a sí mismo, tratando de calmar la excitación que le daba el besar al tritón y sentir su fría piel; cuando sintió cómo la mano de Kagami se situaba sobre su miembro.

—Kagami…— Musitó rompiendo el beso y enfocándose en los ojos rojos.

El pelirrojo mostraba una pequeña sonrisa, como pidiendo permiso de hacer lo mismo que Aomine hacía sobre su zona baja, y el peliazul simplemente dejó que la mano inexperta del tritón se encargara del asunto.

Kagami no sabía en lo absoluto qué rayos estaba haciendo, pero imitar los movimientos de la mano del moreno no debía ser algo difícil.

Miró los labios de Kagami, en su mente se visualizó una escena, en donde Kagami se hacía cargo de su miembro erecto con su boca, sería algo genial, puesto que el pelirrojo podía estar bajo el agua sin problemas. Pero también pensó en aquellos colmillos largos y filosos… y no quería que su virilidad fuera molida por esos poderosos dientes… En definitiva no era una buena idea.

 

Dejó que su rostro descansara sobre el hombro del pelirrojo, pues la mano del tritón aún se encontraba sobre su miembro, bombeando y sintiendo cada centímetro de su erección, era obvio que Kagami no sabía nada sobre el tema, pero el sentir su mano de esa forma era muy placentero para el moreno.

—Nnngh… sigue.. Kagami…— Susurró muy cerca del oído del pelirrojo, quien tembló al escuchar aquel gemido ahogado e hizo lo que le pedía… pero ahora sus movimientos eran más rápidos.

Pudo escuchar los gemidos de Aomine acrecentar en volumen y su virilidad palpitar entre su mano.

—Estoy… en mi límite…— Otro susurró salió de los labios del moreno. No entendía, pero el tener al moreno junto a él de esa forma era realmente excitante para él.

Aomine dejó salir su orgasmo sobre la mano de Kagami, pero en realidad se confundió entre el agua salada. Se entregó al placer con un gemido audible y varios besos en el cuello del pelirrojo, quien pudo notar cómo la erección de Aomine cada vez se hacía más pequeña.

Kagami miró extrañado aquél líquido blanquecino que se visualizaba sobre el agua,  pero pronto entendió que aquello había sido una explosión de placer proveniente del cuerpo del moreno.

 

Aomine nuevamente lo besó, ésta vez de una forma tierna y calmada, luego lo miró fijamente, tras recomponer su respiración.

—¿Hay alguna forma en la que… yo… pueda darte placer?— Tuvo que preguntar, pues no era justo que el pelirrojo le había hecho ver estrellas mientras que él no sabía cómo hacer sentir a Kagami de la misma forma.

Un sonrojo apareció en las mejillas del pelirrojo al entender la pregunta que de los labios de Aomine había salido; bajó su cabeza de inmediato y evitó el contacto visual con el peliazul

 

Tan lindo” Pensó el moreno al ver el gesto del pelirrojo.

Kagami negó con la cabeza a la pregunta del moreno. En realidad no sabía cómo contestar, pues ni él mismo sabía la respuesta.

El moreno entendió el ademán del pelirrojo y se sintió un poco mal por el asunto, sin pensarlo, rodeó nuevamente a Kagami,  y éste lo recibió gustoso entre sus brazos.

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Otro mes había pasado, desde ese entonces Kise y Kuroko se habían preocupado un poco más, pues el peliceleste frecuentó varias veces a Aomine, ya que quería comprobar por él mismo lo que su rubio amigo le había dicho; y todo era cierto… pues cuando tuvo la oportunidad de invitar a Aomine a ir a algún club, o simplemente a comer a algún restaurante, éste había negado todas sus invitaciones, alegando que estaba cansado y lo único que quería era ir a casa a descansar y pasar el tiempo allí.

La actitud de su moreno amigo era realmente extraña, tanto que decidió meterse un poco más en el asunto y actuar por sí mismo.

Pidió a Kise que lo llevara a la tan famosa tienda de mascotas, puesto que sintió un fuerte  presentimiento sobre ese lugar, el rubio jugador de basquetbol accedió a las demandas, sin poner ni un pero.

 

Ambos chicos miraron la fachada de la tienda, les pareció muy inusual que fuera una tienda de mascotas y se viera tan lúgubre… Kuroko fue el primero en entrar, notando la falta de luz en ese lugar.

—Bienvenidos.— El dependiente los recibió como de costumbre, sentado en ese sillón de satín. Ninguno de los dos recién llegados mencionó nada, sólo miraron al chico y su inusual heterocromía. —¿Puedo ayudarlos?— Cuestionó, intentando hacerlos hablar.

—¿Es cierto que aquí vende mascotas?— El peliceleste fue el primero en hablar, tratando de indagar más en los gestos y movimientos del chico pelirrojo, pero era demasiado difícil, pues aquél chico parecía tener una máscara impenetrable; se sintió inseguro porque  jamás había encontrado a alguien igual que a ese dependiente.

—Claro… vendo mascotas de todo tipo. ¿Qué mascota buscan?— El de los ojos bicolor miró fijamente a Kuroko, y supo que el chico peliceleste estaba intentando leerlo en todos los aspectos posibles; no le daría el lujo de hacerlo, pues él tenía la misma habilidad, pero su habilidad para leer a las personas era aún más desarrollada que la del chico peliceleste. No podía decir que sus clientes eran exclusivos, pues a su tienda iba cualquier clase de persona, desde niños felices hasta personas de más alto rango que necesitaban encontrar a alguna mascota más ‘especial’. Sus mascotas iban desde un simple perro o un gato… hasta algo más exótico e inusual. Él simplemente ofrecía sus ‘mascotas’ más exclusivas a personas que realmente las necesitaran, y a sus ojos pareció que aquellos dos chicos no les importaba mucho el conseguir una mascota.

—En realidad venimos a hacerle unas preguntas.— Kuroko buscó entre sus ropas su placa de detective. —Soy el detective Kuroko Tetsuya, y necesito respuestas.— Estaba muy seguro que era ilegal usar su placa de detective para arreglar sus problemas personales, sin embargo, al ver a aquel chico con heterocromía y al ver el extraño lugar que figuraba como tienda de mascota, no lo pudo evitar.

El dependiente entrecerró los ojos, sin saber qué tipo de respuestas buscaban ambos chicos, pero no tenía nada que ocultar después de todo.

—Los escucho.—

—Hace un par de meses, el famoso jugador de basquetbol: Aomine Daiki vino a su tienda a buscar una mascota.— Siguió hablando el peliceleste, pues parecía que su amigo rubio no era un tipo de muchas palabras —¿Qué tipo de mascota le vendió?—

 

El pelirrojo no formó ningún gesto en su rostro, pero le era demasiado raro que un detective de policía llegar a su tienda a preguntar por esa ‘mascota’ que era única y que había vendido al moreno. “¿Acaso incumplió las cláusulas?” Se preguntó, pensó que tal vez algo trágico había pasado con el basquetbolista al no cumplir los acuerdos estipulados, tal vez por eso estaba ese detective en su tienda.

—Un tritón.— Dijo sin rodeos y sin muchas explicaciones.

Ambos chicos enarcaron sus cejas. Por la mente de Kise inmediatamente pasó la trágica escena que había presenciado en aquél restaurante japonés hacía más de seis meses, pero trató de estar calmado.

—¿Un triton? —Preguntó nuevamente Kuroko, ahora frunciendo el ceño —¿Se refiere a un tritón ibérico? ¿Esos pequeños animales parecidos a las salamandras?—

—No… me refiero a un tritón… criaturas con el torso de humano y cola de sirena.—

 

Kise dejó escapar una especie de grito ahogado al escuchar la respuesta. Kuroko no se sorprendió, más bien parecía molesto por la respuesta.

—¿Acaso usted está jugando con nosotros? ¡No somos idiotas!— La voz del peliceleste se escuchó más como un grito.

—Le he dado su respuesta… él firmó un contrato con unas cláusulas, si las ha incumplido, ya no es asunto mío.—

Kuroko chasqueó la lengua al escuchar la confesión, si había un común acuerdo entre él y Aomine, entonces no podía hacer nada. Repentinamente sintió cómo su camisa era jalada por Kise, pidiéndole en silencio que se marcharan de allí lo más rápido posible; pero el peliceleste estaba renuente a irse, quería escuchar toda la historia en boca del dependiente.

—¿Él está muerto?— Imprudentemente preguntó el dependiente, y ambos chicos lo miraron extrañados, lo que le dio la respuesta a su pregunta.

—¿De qué habla?— Por fin Kise habló, con voz temblorosa ante el pensamiento de que su amigo en algún momento pudiera estar en problemas.

—Nada… hablé de más.— El pelirrojo se levantó de su lugar, y caminó hacia ambos chicos —Si no pretenden comprar algo… les pediré que se marchen de este lugar.—

La voz firme pero muy cortés del chico hizo que Kuroko y Kise desistieran de sus intentos por saber la verdad, al menos por ahora, pues su lista de prioridades había cambiado; ahora lo más importante era saber en qué estaba metido Aomine, temiendo por la pregunta del dependiente de saber si el basquetbolista estaba muerto o no.

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En aquellos dos meses que Aomine había tenido a Kagami en su casa, se había enamorado totalmente del tritón, no era sólo su presencia… era su canto, sus caricias, su forma de nadar, incluso eran los grandes saltos que daba sobre el agua lo que lo maravillaban; el pelirrojo no sabía hablar, sin embargo no era impedimento para que el jugador de basquetbol evitara sentir un fuerte sentimiento hacia Kagami.

 

—En tres días tendré un partido importante… pero no me preocupa….— Habló el peliazul, sentado en la orilla de la alberca, con Kagami recostado en su regazo, mientras acariciaba aquellos cabellos rojos —Después de todo el único que puede vencerme soy yo.— Y era cierto… nadie podía hacerle frente en un partido de basquetbol; pero ya había olvidado aquel detalle que por muchos años lo había mantenido al borde de la depresión, con Kagami en su vida había olvidado todas las cosas que lo atormentaban —Tú no te preocupes… te dejaré comida, para que no pases hambre.—

El tritón se incorporó y sonrió tiernamente a las palabras, para luego, posar sus labios sobre los del moreno, sintiendo la calidez de la piel de Aomine contra la suya.

El moreno se metió de lleno en la alberca, para estar a la altura del tritón y besarlo apropiadamente, llevando sus manos hacia los pectorales bien fornidos del pelirrojo, sintiendo el extraño palpitar de su corazón, una experiencia casi religiosa para el moreno.

Kagami fue el primero en dar el siguiente paso: lamió la barbilla de Aomine y deslizó sus labios hacia la oreja del jugador, lamiendo tiernamente el lóbulo, se entretuvo unos segundos en esa zona y siguió su camino, lamió el cuello del moreno, y se detuvo en sus hombros, sintiendo cómo en la entrepierna de Aomine su virilidad empezaba a despertar por aquellas caricias quemantes.

Sus labios fríos besaban la piel expuesta del hombro de Aomine, sin embargo… en un descuido, los colmillos del tritón rasgaron un poco de la piel morena, dando paso a un pequeño hilo de sangre que emanó de esa zona; el moreno ni siquiera se dio cuenta de ese hecho, pues el dolor ni siquiera se sintió.

Aquel color rojo carmesí hizo que los ojos de Kagami denotaran un brillo extraño, sin pensar lo que hacía recorrió su lengua por la pequeña extensión de sangre, y lo que sus papilas gustativas encontraron fue un sabor exquisito e inigualable. Un gemido casi inaudible escapó de sus labios ante el sabor tan rico que recorría su boca, era como un placer que repentinamente embriagó todo su ser. Quería más… necesitaba más… quería seguir saboreando aquél delicioso sabor en su lengua, dirigió sus enormes colmillos hacia la misma zona, pero pronto se dio cuenta de lo que hacía, aunque… ya era tarde.

 

Un quejido de dolor escapó de la boca de Aomine y el pelirrojo inmediatamente se separó de él, nadando lo más rápido que pudo hasta el otro lado de la alberca, con todo el arrepentimiento en sus rojos, mordiendo su labio inferior, temblando y tratando de olvidar el placer que la exquisita sangre de Aomine había hecho en él.

El moreno lo miró totalmente sorprendido, luego llevó su mirada hacia su hombro derecho, notando la incisión que los colmillos del pelirrojo habían causado en su piel, provocándole una pequeña hemorragia, nuevamente miró a Kagami en el otro lado de la piscina, totalmente dolido por sus acciones, tratando de contenerse en dirigirse hacia él y seguir probando su sangre.

 

—Está bien… no te preocupes… esto… no duele…  fue solo un peque—Pero calló sus propias palabras al notar un par de lágrimas salir de los ojos rojos de su amado… Y entonces comprendió la tercera cláusula del contrato que había firmado: ‘No dejar que pase hambre’ pues algo así podía pasar a instancias más graves. Suspiró derrotado sin poder comprender cuáles eran los sentimientos de Kagami en ese momento.

Kagami no podía comunicarse con Aomine, y eso era lo que más le frustraba: no poder decir un ‘Perdóname’ y sólo dejó que sus lágrimas se encargaran de disculparse por él. Se sentía dolido por lo que había hecho, frustrado por el placer que había recibido al probar la sangre de Aomine, y culpable por saber que volvería a probar ese líquido rojo. Habiéndose calmado un poco, prefirió desaparecer a la vista del moreno, y sumergirse en su mundo de agua salada.

El moreno entendió las acciones del tritón, sin decir nada, salió de la alberca, a curarse aquella herida que tenía en el hombro, sin poder sacar el rostro de dolor de Kagami de su mente. No había sido culpa del pelirrojo, era su naturaleza carnívora… y él no podía combatir aquello. La brecha entre ambos, que creyó que era muy pequeña, por fin se hizo más grande a sus ojos… amaba al pelirrojo, por supuesto que lo hacía, pero ambos eran de un mundo totalmente diferente, y el dolor en su pecho, al comprender eso, se hizo enorme.

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Había secado su cuerpo, se había cambiado su ropa mojada y ahora se ponía una gasa sobre la herida, la cual, debía decir que ni siquiera dolía, cuando escuchó el estrepitoso sonido del timbre de la entrada. Miró el reloj… las 6 de la tarde. Se preguntó quién podría ser, ya que lo último que quería era ser molestado.

Con atisbos de  molestia se dirigió hacia la puerta y la abrió, encontrándose a sus dos amigos, que lo miraban muy preocupados.

—¡Aominecchi! ¡Estás bien! — El rubio saltó hacia su amigo y lo abrazó fuertemente, hundiendo su rostro en el cuello del moreno.

—¿Qué demonios están haciendo aquí?—Habló hirientemente, por fin quitándose a Kise de encima y mirando a Kuroko, esperando alguna respuesta.

Los ojos del peliceleste se enfocaron en el brazo del moreno, notando la herida que tenía en esa zona de su cuerpo, abriendo los ojos sorprendido al empezar a creer que el dependiente de la tienda de mascotas tenía razón y le había dado a Aomine un tritón.

—¿Qué te pasó en el brazo?— No respondió a la pregunta hecha por el moreno, lo único que quería era que Aomine contestara.

—Eso no te incumbe, Tetsu…—

Kise estuvo al borde de las lágrimas al ver la herida de Aomine, también se sentía frustrado, pues él era el mejor amigo del moreno, y éste no le estaba diciendo nada sobre lo que había estado pasando en su vida.

—Aominecchi. ¿Qué está pasando contigo? Has estado muy extraño… tratamos de acercarnos a tí y tú nos rechazas. ¡Quiero al Aomine de antes! ¡Aquél chico que salía por las noches, aquél chico que me contaba todo y confiaba en mí!—

 

Aomine se relajó al escuchar aquella petición, era cierto… había cambiado su vida, había cambiado con las personas que eran más cercanas a él. Pero también se sentía feliz, su vida tenía un nuevo sentido, incluso el basquetbol estaba siendo divertido… Kagami había traído cosas buenas en su vida, pero Aomine se había alejado de todo…

—Aomine-kun… ¿Hay algo que tengas que decirnos?— Kuroko sonó calmado, miró directamente a los ojos del moreno y esperó alguna respuesta que no llegó de inmediato.

—No… no hay nada que decir… si me disculpan, tengo cosas muy importantes que hacer.— Sonó muy descortés, era cierto, pero Aomine debía de encargarse de algo muy importante en ese momento. Cerró la puerta rápidamente, escuchando las quejas de sus amigos del otro lado de dicha puerta, sin tomarles nada de importancia.

 

Se dirigió hacia la cocina, y caminó hasta un refrigerador exclusivo que había comprado sólo para el pescado de Kagami y de éste sacó varias piezas de la comida favorita de su amado tritón.  Ahora se dirigió hacia el cuarto de la piscina y con la mirada empezó a buscar al pelirrojo, pues el agua se había puesto turbia por la noche.

—Kagami…— Se atrevió a llamarlo, sin saber si el tritón le haría caso, podía saber que el pelirrojo lo escuchaba a pesar de estar bajo el agua —Kagami, escúchame…— Nuevamente habló, sin tener respuesta. Se hincó junto a la alberca, tomando un pescado en su mano, para tratar de llamar la atención del tritón. —Kagami…— Lo llamó nuevamente, ésta vez con más volumen en su voz, pero parecía que el pelirrojo no quería saber nada de él. Suspiró resignado, irguiéndose un poco para levantarse, cuando una mano lo detuvo. Kagami sólo sacaba su mano del agua salada, evitando que Aomine pudiera moverse, rápidamente tomó el pescado que el moreno le ofrecía y lo comió apresurado.

Una pequeña sonrisa se formó en los labios de Aomine al ver cómo Kagami lentamente se dejaba mostrar, aún con ese rostro de dolor y disculpa. El moreno no era tonto… iba a esperar a que Kagami llenara su estómago con la comida que él había traído para él, antes de poder entrar al agua y estar junto a su pelirrojo.

Comió uno tras otro, tras otro pez, hasta que por fin se sintió totalmente satisfecho, fue el momento en el que Aomine creyó que sería bueno acercarse; y así lo hizo: entró al agua, sin importarle el haberse cambiado de ropa hacía unos minutos, pero Kagami estaba muy renuente a acercarse al basquetbolista, aún seguía temeroso e inseguro por lo que había hecho.

Aomine sonrió divertido, nadando hacia el pelirrojo, pero éste escapaba de él, hizo eso un par de veces.

—Demonios, Kagami… ¿Acaso quieres una competencia bajo el agua? Eso es trampa, sabes que ganarás…— Comentó divertido, tomando las huidas de Kagami como un reto.

El tritón sólo sonrió, mostrando sus perfectos y peligrosos colmillos, asintiendo con la cabeza a las palabras de su enamorado.

Y así empezó una especie de juego bajo el agua, Aomine persiguiendo al pelirrojo, y éste sin ningún problema escapando de él a velocidad que al peliazul le costaba trabajo asimilar. No pasó mucho tiempo cuando Aomine se cansó, y por obvias razones, no había podido atrapar al pelirrojo.

 

—De acuerdo, Kagami… tú ganas.— Dijo en derrota, sentándose sobre el borde de la alberca, tratando de recuperar su respiración, sin notar la enorme sonrisa que adornaba el rostro del tritón.

Kagami nadó un metro más y fue hasta donde el moreno, para recostar su cabeza sobre las piernas del basquetbolista y  empezar a cantarle a Aomine, como ya era costumbre.

Miró el rostro relajado de Kagami sobre sus piernas, con sus ojos cerrados, cantando en un idioma que el moreno desconocía totalmente, sintiendo las manos del pelirrojo rodear su cintura.

Aomine interrumpió la hermosa canción de Kagami, tomando su rostro entre sus morenas manos y acercándose lo suficiente para darle un beso tierno, sintiéndose correspondido al instante.

—Te amo…—Musitó, con el corazón a punto de salirse de su cuerpo y la adrenalina a tope.

Kagami sólo pudo soltar un sonido en sorpresa, no sabía cómo darle a entender a Aomine que el sentimiento era mutuo. Así que hizo lo primero que se le ocurrió: tomó una mano del moreno entre la suya y la dirigió hacia su pecho, donde se encontraba su corazón. Aomine pudo sentir el palpitar fuerte del corazón de Kagami, ese corazón que estaba seguro que sólo palpitaba de esa forma por él.

Se fundieron nuevamente en un beso tierno, en el que sus lenguas fueron las encargadas de transmitirse todos los sentimientos que los inundaban en ese momento, entre esos sentimientos estaba el de la disculpa, que Aomine fácilmente pudo percibir.

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—Entonces Aominecchi hizo uno de sus famosos tiros sin forma y los del equipo contrario tuvieron que saber que su juego estaba perdido.—Kise, con mucha emoción, le contaba a Kuroko sobre el partido que habían tenido recién, ya que el peliceleste había tenido que trabajar y por eso faltó al partido.

Kise, Aomine y Kuroko se encontraban comiendo en un restaurante italiano, ya que el rubio aún no podía pisar un restaurante japonés sin recordar el trágico suceso que lo marcó de por vida. Aquello aún seguía como un secreto sólo para él.

—No es para tanto, Kise… hice lo que siempre hago en cada partido.— A Aomine no le gustaba alardear sobre sus habilidades, que a los ojos de los demás parecían sorprendentes.

—Me alegro por ustedes.— Kuroko formó una sonrisa sincera —Por cierto, Aomine-kun… te ves diferente a la última vez que comimos juntos.—

Aomine dejó el vaso que tenía en su mano y miró a su amigo peliceleste, sin entender su comentario tan repentino.

—¿De qué hablas, Tetsu?—

—La última vez estabas muy decaído por no encontrar a un rival a tu altura. Actualmente te ves muy feliz.—

No pudo evitar sonreír ante el comentario, claro que su amigo tenía razón… ¿Qué importaba si no encontraba a un rival digno de él… cuando tenía a alguien que lo amaba con intensidad en casa?

—Tengo una razón para ser feliz…—

Ante ese comentario, Kise y Kuroko se miraron, preguntando con la mirada si el otro sabía algo sobre aquella felicidad de la que hablaba el moreno, pero era en vano, ninguno de ellos sabía la razón; y estaba claro que querían saber todo sobre ese tema, pero también sabían que Aomine no les diría nada.

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El chico rubio y el peliceleste decidieron averiguar el secreto de Aomine por ellos mismos, aún si tenían que espiar al moreno; no era la mejor manera de hacerlo, pero no tenían otra opción… pues Aomine se había vuelto hermético desde hacía algunos meses.

Ambos cruzaron la cerca de acero que era la entrada principal de la mansión de Aomine,  a unos cuantos metros más adelante se encontraba la puerta de madera de la casa. Ellos decidieron ir por la parte trasera, intentando ver hacia adentro del lugar, y tratar de encontrar al moreno solo con sus miradas y a través de los grandes ventanales del lugar.

Ambos creyeron que la casa de Aomine necesitaba vigilancia, pues era tan sencillo ver a través de los vidrios de la casa.

 

—¡Kurokocchi, por aquí!— Habló el rubio casi en un susurro que fue escuchado por el peliceleste, a quien no le quedó de otra más que seguir al rubio, pues éste conocía mejor la casa que Kuroko.

Trataron de caminar a través de plantas y hierbas hasta que llegaron a una puerta blanca, y allí se detuvo el rubio, haciéndole señas a su amigo para que se acercara a él.

—Aominecchi  me dijo que últimamente pasa mucho tiempo en la alberca… estoy seguro que podremos verlo por este pequeño espacio.— El rubio señaló la pequeña ventana de vidrios polarizados, y para su suerte a una pequeña parte de una ventana le faltaba el polarizado… era el crimen perfecto.

—Kise-kun, si alguien nos ve… llamarán a la policía.—

—No seas tan aguafiestas, Kurokocchi… si algo malo pasa, tu tienes tu placa de detective.—

—No puedo usarla cuando se me dé la gana… —Aunque debía ser sincero consigo mismo, si algo llegaba a pasar, obvio que usaría su placa para salir de esa.

—¡Mira, ahí está Aominecchi!— Kise gritó, y lo que consiguió fue un golpe en la cabeza de parte de Kuroko por haber levantado tanto la voz.

Ambos compartieron un espacio reducido para ver a través del vidrio y observar qué era lo que pasaba del otro lado, donde justo el chico moreno se encontraba.

—Parece que sólo está disfrutando que un buen chapuzón.— Mencionó el rubio, enfocando sus amarillentos ojos en Aomine, a quien podía ver sentado a la orilla de la alberca, sin camiseta, solo con un pantalón puesto, lo cual le pareció raro, y trató de no darle importancia a su sonrojo que se había hecho presente al ver al moreno sin camiseta.

—Hay algo en al agua…— Kuroko entrecerró los ojos al notar cómo el agua turbia se movía extrañamente.

Ambos chicos miraron fijamente la escena, y lo que vieron los dejó prácticamente helados: Del agua salía un ser mitológico que dejaba mostrar la aleta de su cola por encima del agua, se acercaba a Aomine y lo besaba dulcemente en los labios.

 

De inmediato se alejaron de esa ventana, y permanecieron por un par de minutos en silencio sin siquiera saber qué decirse el uno al otro. Sus ojos no los habían engañado, definitivamente habían visto a un tritón.

—De..debemos hacer algo…— Apenas pudo pronunciar el rubio, aún incrédulo.

Kuroko se mordió el labio, asintiendo a las palabras de su amigo, ahora entendía aquel motivo por el que Aomine era feliz… y ese motivo era nada más y nada menos que un ser que todos creían que era ficticio….

Formó sus manos en puños y se maldijo  a sí mismo por lo que estaba a punto de hacer, pero no podía quedarse quieto allí, y mucho menos cuando tenía frente a él a una criatura de cuento de hadas.

Caminó unos pasos y tocó desesperadamente la puerta, esperando ser escuchado.

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—¿Quién demonios puede ser?—Sonó nervioso al escuchar aquellos toques fuertes sobre la puerta de ese enorme cuarto. ¿Quién había osado entrar a su casa, justamente a esa zona e interrumpirlo?

Kagami lo miró, con la pregunta en los ojos, no era una buena idea si alguien lo veía. Extrañamente, parecía que él y Aomine se podían comunicar con una simple mirada, pues el pelirrojo asintió con la cabeza y el moreno entendió… se levantó del piso  y suspirando nervioso, fue a abrir la puerta.

Ojos color amarillentos y celestes chocaron con los suyos, pero había algo diferente en las miradas de sus amigos, pues sus ojos mostraban una especie de terror y asombro.

—Hey. Es un gusto verlos por aquí.—

—No mientas, Aomine-kun… los tres sabemos que eso es una gran mentira.—Kuroko fue el primero en contestar, miró cómo el moreno salía del cuarto y cerraba la puerta detrás de él. —¿Qué es eso que se encuentra dentro de tu piscina?—

Los ojos de Aomine se abrieron de par en par al escuchar la directa pregunta de su amigo. No sabía cómo es que se habían enterado que albergaba a un tritón en su casa.

—N..no se que… es de lo que hablan… yo no—

—Lo vimos Aominecchi… tú y esa… cosa…—No quería aparentarlo, pero estaba celoso, por supuesto que lo estaba, es decir… tantos años intentando ganar el amor del moreno, sin embargo, aquel tritón en solo dos meses lo había conquistado.

—¡¡No te atrevas a llamarlo así de nuevo!!— Gritó, señalando maleducadamente al rubio, no permitiría que le faltaran al respeto a su amado.

Los tres permanecieron en silencio, un silencio que era muy incómodo, Kise se sentía totalmente traicionado y dolido, quería conocer a ese ser que le había arrebatado el amor de Aomine y tal vez tratar de decirle unas cuantas cosas. Sin esperar ningún comentario más de parte del moreno, el rubio lo empujó fuertemente, abriendo aquella puerta de un golpe y con pasos rápidos y furiosos entrando a aquel enorme lugar, caminando hasta la orilla de la alberca; poco le importó los gritos de Aomine que le pedían que se detuviera, incluso Kuroko le dijo que esperara, pero el chico rubio había hecho oídos sordos y había entrado por su propia cuenta.

 

—¿¡¡Dónde estás!!!?— Preguntó con voz fuerte, posando sus ojos sobre el agua turbia, donde sabía que el tritón se escondía. —¡¡¡¿Dónde demonios estás?!!!

—¡Kise! ¡¡¡Lárgate de aquí!!!— El moreno gritó de la misma forma en la que el rubio lo había hecho, y caminaba hacia él, tratando de hacer que sus dos amigos se fueran.

—¡¡¡No me iré!!! ¡¡Ese maldito ser debe pagar por quitarme lo más importante!!—

Aomine le dio más importancia al hecho de cómo, nuevamente el rubio había llamado al tritón. Totalmente furioso por la actitud de Kise, caminó hasta él y con furia lo golpeó en el rostro.

Kise yacía sobre el piso a causa del fuerte impacto recibido, notó como los ojos de Aomine irradiaban furia.

—¡Te advertí que no volvieras a llamarlo de esa forma!—

Kise ya no se sentía dolido, más bien se sentía furioso; aún no podía creer cómo es que el moreno defendía de esa forma a la criatura de agua salada, los celos y el coraje se apoderaron de él, y con esos sentimientos fuertes, se levantó rápidamente del piso y golpeó de la misma forma a Aomine.

—¡Idota! ¿Acaso no te das cuenta que esa cosa sólo quiere devorarte?— Gritó con un poco de terror en su voz, sin que el suceso del restaurante japonés saliera de su mente. No estaba dispuesto a perder a un amor de muchos años sólo por ese ser mitológico, ni siquiera sabía lo que decía, pero tenía bien claro que debía decir cualquier cosa que sonara convincente.

—Eso es una tontería… — Recompuso su postura después del golpe de Kise, y notó cómo éste aún furioso se acercaba a él y lo tomaba agresivamente de la camiseta.

—¡¡¡Kise basta!!!— Kuroko gritó tratando de separarlos, pero era en vano. El rubio volvió a golpear al moreno, y a esas alturas ya no sabía qué era lo que realmente sentía o qué lo impulsaba a golpear a Aomine.

El moreno se encontraba en el piso, con un poco de sangre saliendo por su nariz, gimiendo de dolor, y respirando entrecortadamente. Kise se acercaba nuevamente hacia el peliazul, pero sus acciones fueron detenidas a causa de un canto fuerte que comenzaba a rasgar sus oídos.

Los tres chicos llevaron sus manos hacia sus oídos, tratando de no escuchar aquella poderosa melodía que sus tímpanos no podían soportar.

 

Kuroko, pesadamente pudo abrir un ojo y miró hacia el origen de aquel desgarrador canto, su asombro no se hizo esperar al notar cómo el tritón de cabellos rojos emitía ese sonido fuerte. Sin pensarlo dos veces sacó de entre su ropa una pistola y apuntó hacia el portador de aquel canto.

Aomine quitó las manos de sus oídos al vislumbrar las acciones del peliceleste, no le importaba que sus oídos sangraran, tenía que detener a Kuroko antes de que la vida de su amado fuera tomada por su propio amigo.

Se abalanzó hacia el peliceleste, justo cuando éste iba a disparar, lo que ocasionó que Kuroko fallara el tiro, y al mismo tiempo que el canto de Kagami se detuviera.

Kise se sintió aliviado, miró al tritón y el terror se apoderó de él al reconocerlo, aquel canto era el mismo que había escuchado aquella noche en el restaurante, aquel cabello y ojos rojos eran los mismos… aquellas escamas y cola rojas eran las mismas… Ese tritón había causado muchas muertes ese día… no había duda. A su mente llegaron escenas de esa fatídica noche: la sangre correr entre sus pies, los cuerpos inertes, un chef desmembrado, los colmillos del tritón comiendo la carne humana… incluso podía jurar que recordaba el olor a muerte.

Su labio inferior tembló al ver al pelirrojo en el agua, todo su cuerpo tembló de miedo, y su cuerpo actuó por sí mismo.

—¡T..tú!—Como impulsado por un resorte Kise se levantó del piso, y con terror señaló al pelirrojo, mientras caminaba hacia atrás, justo hacia la salida del lugar —¡Tú… hi…hiciste eso aquella… noche!— Fue lo último que dijo antes de correr hacia la salida y con torpeza y nerviosismo abrir la puerta, para perderse de ese lugar, corriendo a toda velocidad hacia ‘ninguna parte’ con el terror en todo su cuerpo, después de aquello, seguro necesitaría muchas terapias más para olvidar todo lo que su mente ya había encerrado.

 

Kuroko y Aomine miraron las acciones del rubio, sin poder comprender del todo la situación. Los orbes azules del moreno rápidamente se posaron sobre el tritón, mirando cómo éste permanecía en su lugar, asustado, confuso, sintiéndose acorralado. Aomine entró sin demora al agua, intentando calmar al pelirrojo, evadiendo las palabras de su amigo peliceleste de no acercarse al tritón.

—Tranquilo, Kagami… todo está bien ahora…— Musitó, lentamente acercándose al otro —No dejaré que nadie te dañe…—

Aquellas palabras hicieron que Kagami se sintiera más seguro, dejó que el moreno llegara hasta donde él, y lo rodeara con sus brazos, sintiendo aquella calidez embriagante que emanaba el cuerpo del basquetbolista; correspondió de inmediato al abrazo, calmando los latidos de su corazón, sin entender qué era lo que había pasado con aquellas dos personas desconocidas y el hombre al que tanto amaba.

 

Kuroko suspiró derrotado al ver la escena entre aquellos dos…jamás había visto comportarse así a su moreno amigo, y entonces comprendió sus sentimientos hacia el tritón; esos sentimientos que a sus ojos eran genuinos; y pudo comprobarlo cuando los orbes del pelirrojo se encontraron con los del moreno, pudo apreciar una extraña comunicación entre ambos sólo con esas simples miradas que denotaban el amor que se tenían.

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—No puedes tener a un tritón en tu casa… entiendo que lo amas, Aomine-kun… pero debes comprender que su hábitat natural es el océano.— Kuroko no quería ser aguafiestas, pero había que ser un poco duros y aceptar la realidad.

El moreno ya había pensado también en esas palabras anteriormente, sabía que llegaría un punto en el que no sería sano para Kagami tenerlo en una simple piscina de unos cuantos metros que limitaba totalmente los movimientos del tritón, pero… no quería dejarlo ir…

Ambos amigos miraron cómo el pelirrojo comía y nadaba en al agua al mismo tiempo, era un espectáculo fascinante para Kuroko, jamás tomó en serio las palabras del dependiente de la tienda de mascotas al saber que le había dado a su amigo un tritón… ¿Cómo podía creer aquellas palabras cuando tenía bien sabido que los tritones eran seres ficticios? Pero ahora había comprobado la veracidad de aquellos ‘cuentos de hadas’.

—¿Qué debo hacer, Tetsu?.— Preguntó, mirando a Kagami desde su asiento, con un dolor en el pecho.

—Creo que tú sabes qué es lo que debes hacer.— La respuesta del peliceleste no se hizo esperar.

Aomine sabía qué debía hacer, el problema era que no quería hacerlo… no podía dejar ir al tritón… no quería que su vida regresara a la oscuridad.

—No es como si lo dejaras ir.— Habló de nuevo el peliceleste, adivinando los pensamientos de su amigo —Siempre podrás ir a la playa a visitarlo.— Y era cierto… la playa estaba a escasos 10 minutos de viaje en auto… podía ser tan fácil para él ir allá y encontrarlo.

Mostró una sonrisa melancólica, su amigo tenía razón, debía devolver a Kagami a su hogar, después de todo… siempre podía encontrarlo a la orilla del mar.

Sabía que haría lo correcto, pues notaba cómo poco a poco la apariencia de Kagami iba cambiando para mal…era lo mejor…

 

Suspiró hondamente y se levantó de su asiento, para caminar hacia el borde de la piscina y sentarse allí, Kagami inmediatamente fue hacia él con una sonrisa en su rostro. El moreno acarició la mejilla del pelirrojo, quien besó su mano al posarse sobre sus labios.

—Kagami… tal vez… deberías ir a casa.—

La sonrisa del tritón desapareció por completo, abriendo sus ojos en sorpresa por las palabras recién dichas de Aomine.

—¿Te gustaría?— Preguntó, con una sonrisa forzada.

Kagami dejó salir de su boca un sonido de asombro y dolor, negando inmediatamente con la cabeza a la pregunta. Claro que el tritón quería ir a casa… sentir el agua del océano sobre su cuerpo y comer algo más que simples pescados… pero no quería dejar a Aomine, prefería estar en esa piscina, con él acompañándolo cada día.

—Tal vez sea lo mejor para todos…— Sus ojos azules comenzaron a nublarse por las rebeldes lágrimas que querían escapar de ellos.

Dicen que las lágrimas de las sirenas y tritones se convierten en perlas, pero Aomine pudo comprobar que esa idea era falsa, al notar cómo por las mejillas del pelirrojo corrían varias lágrimas.

—Te amo…— Musitó, habiendo tomado su decisión final, sin pensar en una vuelta atrás. Un intento de sonrisa se formó en los labios de Kagami, y las lágrimas no dejaban de emanar de sus ojos.

Kagami entendió que el moreno quería lo mejor para él, era doloroso, pero después de estar dos meses en esa alberca… sentía que necesitaba estar en las aguas profundas del mar

Aomine notó cómo el tritón abría la boca, intentando decir algo…

—Te… amo…—Por fin pudo musitar el tritón, notando cómo el rostro de dolor de Aomine cambiaba a uno de fascinación.

El moreno soltó un par de risas para luego abalanzarse hacia el pelirrojo, abrazándolo fuertemente y hundiendo su rostro en aquella melena roja, sin poder contener sus lágrimas.

Kuroko fue el único testigo del amor que se prodigaban aquellos dos… se sentía mal por Kise, pues parecía que él había sido el más afectado en todo este asunto, ya tendría tiempo de estar junto a él y apoyarlo en todo lo que éste necesitara.

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Seis meses después…

 

—Es una lástima que lo hayan dejado ir—Habló el chico con heterocromía, jugando con sus tijeras en mano, mirando al detective peliceleste que se encontraba frente a él.

—Fue lo mejor para él… Aomine dice que se ve mejor.— El detective permanecía de pie, sin despegar sus orbes celestes de los del dependiente.

—Cosas malas pasan cuando incumplen las cláusulas… es una suerte que a tu amigo no le pasara nada.— Recordó todas aquellas veces en las que había vendido animales exóticos y las cosas no habían terminado nada bien para los dueños y mascotas.

Kuroko no dijo nada, simplemente trató de leer al dependiente, pero era inútil, la máscara del chico con ojos bicolor era impenetrable. Como detective, esa tienda de mascotas, y en especial el dependiente le parecían realmente interesantes, había algo en ese chico pelirrojo que le había atraído con demasía… pero no podía explicarse qué era. No era la primera vez que iba a ver al dependiente y tener una charla con él, pues éste era sumamente llamativo.

—¿Cómo se encuentra su amigo Kise?— Preguntó con curiosidad, pues ante el incumplimiento de Aomine en las cláusulas del contrato, el rubio había sido el más afectado emocionalmente.

El peliceleste suspiró, recordando todo lo que Kise había pasado en aquellos meses, las terapias tan difíciles a las que había tenido que asistir, los calmantes que le habían recetado, y el terror que cada día lo atormentaba, sin embargo, gracias a la ayuda de Aomine y la de él, el rubio había salido a flote de esa mala experiencia. Sin embargo, la relación entre su amigo moreno y el rubio ya no era la misma que antes.

—Él está bien… aún está rehabilitándose, pero está más tranquilo.—

—Es bueno escuchar eso.— Habló con honestidad. Se levantó de su asiento, y dejó sus tijeras sobre la mesa de centro que se encontraba a un lado de él. —Detective ¿Qué le parece si lo invito a cenar a un lugar especial? Será una buena velada.— Musitó con una sonrisa, enfocándose en los orbes celestes que trataban de leerlo.

—Claro.— Respondió a la invitación, regalándole también una sonrisa coqueta al dependiente.

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El viento fresco pegaba de lleno en su rostro, revoloteando sus cabellos azules a su paso. La brisa del verano se sentía muy bien sobre su cuerpo y los rayos del sol no eran tan fuertes como para quemar su morena piel.

Se encontraba en una zona desierta de la costa, había subido su pantalón hasta las rodillas y podía sentir gustosamente cómo el agua del mar tocaba sus pies. Miró el horizonte… mar hasta donde alcanzaban a ver sus ojos, cuando de repente escuchó un chapoteo en el agua.

 

—Vaya… creí que no vendrías.— Una sonrisa inmediata mostró al ver al tritón de cabellos rojos frente a él, moviendo su cola animado dentro del agua.

El pelirrojo sonrió a las palabras, acercándose lentamente al moreno y recostándose sobre su regazo, justo como solía hacerlo cuando vivía con él, en aquella piscina.

Aomine acarició su cabello delicadamente, luego su mano pasó hacia la mejilla de Kagami, sintiendo su piel, pero ésta vez aquella piel era cálida.

El jugador de basquetbol durante aquellos seis meses había ido a la playa sin falta, cada día se encontraba con Kagami, y aunque el tritón no podía comunicarse con él, sabía exactamente lo que pensaba y lo que sentía con solo mirar los ojos rubíes.

 

Sus manos vagaron por las aletas que Kagami tenía como orejas, sintiendo las escamas singulares, sus morenas manos fueron bajando por el cuello del tritón, con caricias suaves, luego siguieron su camino por los hombros.

Ahora que Aomine se fijaba mejor… Kagami había cambiado, no sólo había sido lo sedoso de su cabello, ni sus escamas diferentes… era también su piel, la calidez que emanaba, incluso su cuerpo había cambiado.

—Ahora vero que fue la mejor decisión.— Musitó, mirando cómo Kagami se incorporaba y lo miraba con la pregunta en sus orbes rubíes. —Me refiero a ti… has cambiado en éstos seis meses.—

El pelirrojo enarcó una ceja, luego miró fugazmente su cuerpo y su cola, y de nuevo se enfocó con los ojos de Aomine.

—Sí… estás diferente: tu piel es más suave… tu cabello más sedoso, incluso tu cuerpo… se ve más musculoso.— Ante sus últimas palabras no pudo evitar mirar los fornidos pectorales de Kagami, haciendo que el tritón mostrara un sonrojo y desviara la vista. —El océano te ha sentado de maravilla… —

 

El pelirrojo sonrió aún con ese sonrojo en sus mejillas, tal vez lo que el moreno decía era cierto… pues no sólo se había alimentado de peces, sino de también de moluscos, calamares pequeños e incluso algunas algas marinas… ahora su alimento era rico y variado; algo que le costaba admitir, pero que Aomine no podía darle.

Se acercó nuevamente al moreno y rodeó su cintura con sus brazos, embriagándose del olor tan inusual que el cuerpo de su amado humano despedía; Aomine nuevamente pasó sus manos sobre los hombros de Kagami, delineando cada curva producto de los músculos que el tritón había adquirido en medio año, en definitiva ese cuerpo le parecía sensual y erótico.

En un rápido movimiento, el tritón se incorporó y miró a Aomine, con una sonrisa de lado a lado, que dejó extrañado al moreno.

—¿Qué pasa?— Preguntó, y lo que obtuvo como respuesta de parte del pelirrojo fue un ademán, que le indicaba que esperara, luego se percató de cómo Kagami entraba al agua, y se perdía a su vista en las profundidades de la costa. Como por acto en reflejo miró hacia todos lados, sabiendo de antemano que estaba en un lugar solitario.

Segundos después el tritón emergió del agua, con una pequeña caja de cristal templado en sus manos y sin espera se la ofreció al moreno.

—Kagami… ¿Qué rayos?—Estiró una mano, dispuesto a tomar la pequeña caja, pero se detuvo un momento, y al ver el pequeño movimiento de cabeza de Kagami, incitándolo a tomarla, tomó el objeto, sin poder aguantar su curiosidad y quitando la delicada tapa de la caja.

Su sorpresa fue mayúscula cuando pudo reconocer las pequeñas perlas redondas que yacían dentro de la caja.

—¿Eh? Kagami… ¿De dónde— No… no quería terminar de pronunciar una estúpida pregunta, pues el pelirrojo, al ser una criatura de las profundidades fácilmente podría encontrar esas perlas. —No puedo tomar esto…— Dijo aún incrédulo… pues sólo una pieza de esas pequeñas perlas en su mundo valían muchos dólares.

Kagami frunció el ceño al saberse rechazado, y al ver el gesto infantil del pelirrojo, Aomine tuvo que cambiar su opinión.

—De acuerdo… La tomaré… gracias…— Llevó una mano hacia la cabeza del pelirrojo y lo obligó a mirarlo, para apoderarse de sus labios dulcemente, enredando su lengua con la del tritón, con movimientos lentos y sensuales.

Aomine no lo sabía, pero en el mundo de Kagami, los tritones solían hacer collares de perlas para las sirenas de quienes estaban enamorados, sellando así un vínculo fuerte… era como un anillo de compromiso en el mundo de Aomine… Lo más frustrante del asunto es que Kagami no podía decirle a su amado peliazul lo que aquellas perlas significaban…

 

Aomine dejó la pequeña caja sobre unas piedras que se encontraban alrededor de él y entró al mar, junto con Kagami, notando cómo éste nadaba alrededor de él, divertido… justo como lo había hecho la primera vez que ambos habían compartido la piscina.

El sol empezaba a caer en el horizonte, pero eso poco les importaba a ambos, preferían estar divirtiéndose, abrazándose, dedicándose caricias y besándose… lo demás no les importaba…

Aomine pensó que tal vez… en algún momento, podrían compartir el mismo mundo… claro, sonaba estúpido, pero el moreno quería estar con Kagami de todas las formas posibles, no importaba si tuviera que esperar mil años para ello.

 

 

Notas finales:

Y aquí comienza mi palabrería... Tengo muchas cosas que decir aún, así que no se vayan! 
Este fic había sido pensado desde el principio para contener Menciones gráficas y explícitas de violencia, sangre, gore, tragedia y muerte no sólo de un personaje, sino de dos... sí... yo iba a matar a mis dos personajes favoritos... siendo un fic perturbador. Así fue planeado desde un principio, incluso ya tenía la idea perfecta en mi mente, pero... fui escribiendo, y a las 5,000 palabras me di cuenta de que estaba escribiendo fluff... me di cuenta de la linda relación que habá entre el tritón y el humano... y no pude seguir con mi idea, así que ...como ya no la escribí, aquí la resumo:

En un principio pensé en que Aomine no estuviera realmente enamorado de Kagami, sino más bien hechizado por su canto (ya saben, eso de que las sirenas cantan solo para volver locos a los marineros y atraerlos para devorarlos)
Aomine iba a incumplir la cláusula más importante del contrato: alimentar al tritón, se iba a sumir en ese hechizo tanto que olvidaba alimentar a Kagami... Así es... Kagami lo devoraba.  Kise y Kuroko estarían traumados por llegar a la casa de su amigo y ver en la piscina el cuerpo desmembrado de Aomine y toda la sangre en el agua, luego miraban cómo del agua saltaba el tritón, con el brazo desmembrado de Aomine en su boca. FIN

Así es... era algo perturbador que estaba dispuesta a redactar, pero al escribir, me di cuenta que debía cambiar la historia y así quedó... creo que igual me gustó este final.

Este final es abierto.. porque quisiera escribir un segundo capítulo, (tal vez uno en el que Aomine y Kagami estén en igualdad de condiciones y puedan vivir en un mismo mundo, no sé) pero... mi mente realmente ya no me dio para ideas para el segundo capi. 
Si quieren un segundo capi, y tienen alguna idea de lo que pueda pasar en la segunda parte... les agradeceré me cuenten su idea, para poder escribir y morir feliz (?) Pueden contactarme por Facebook y exponerme todas sus geniales ideas, que yo seré feliz de escribirlas. (sólo les pido que me manden un MP mencionando que sacaron mi facebook de éste lugar, pues muchas veces me agregan personas que solo son haters y buscan molestar)

Creo que ha sido mucho bla bla bla... Gracias por leer y gracias también a las personas que leen entre las sombras, que aunque no me dejen sus comentarios, sus visitas también me animan mucho. <3


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