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Al diablo con el oro por Luthien99

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Notas del capitulo:

¡Capítulo dentro!

Bajaron del coche. Había aparcado junto al paseo marítimo, en una hilera de coches que brillaban a la luz del sol. Cuando Bilbo bajo del coche se encontró el mar azul despejado y sin fin frente a él. Cuyo final irrisorio se unía al del cielo. El aire fresco chocó contra su rostro y movió sus cabellos. Estaban en otoño y los días claros y azules como ese, se agradecían. Cuando el sol lucía su esplendor y el aire fresco de la brisa se colaba en sus pulmones, esos días merecían la pena para estar al aire libre, aunque Bilbo no podía prescindir de su chaqueta.


Thorin caminó hasta Bilbo rodeando el ostentoso coche.


—¿No tienes frío? —Dijo el joven cuando vio que Thorin tenía su americana en la mano—.


Llevaba una camisa fina blanca de botones. Los fuertes músculos de sus brazos se ceñían a la tela y los botones estaban demasiado tensos allí donde se unían. Bilbo deseó por un momento que cedieran y se imaginó desabrochándolos lentamente. Pero instantáneamente se avergonzó de haber pensado eso ¡Por dios, era su jefe!


—No, —rió Thorin—. No tengo frío.


Caminaron por el paseo marítimo en dirección a un conjunto de restaurante con terrazas.


—¿Te gusta el mar, eh? —preguntó Thorin al ver que Bilbo perdía la mirada en las olas del mar que chocaban contra la arenosa superficie de la playa—.


Bilbo desvió la mirada del agua para encontrarse con otro mar aún más intenso en los ojos de su jefe.


—Si, —dijo—. Lo adoro. En verano me paso los días aquí. Aunque lo suelo hacer por mi hermana, ella adora la playa.


Thorin rió.


—Yo no la soporto.


—¿Y eso?


—Odio la arena, el sol abrasándome la cabeza y el agua sucia donde se baña todo el mundo. —dijo con asco, pero con una sonrisa torcida dibujada en sus labios—.


—Esa es la parte mala, —rió Bilbo—.


—¿Acaso hay alguna buena?


—El mar...


—Una cosa es el mar en general y otra cosa es la playa. El agobio de la gente y sus malditas sombrillas de colores... Es todo demasiado público, ¿no crees?


—¿Entonces te gusta el mar pero no te gusta la playa? —Dijo Bilbo. No entendía por que no se borraba de sus labios esa sonrisita tonta que tenía. Cualquier cosa que decía o cualquier mirada que Thorin le dedicaba le ponía nervioso y florecía esa risa nerviosa que tenía en sus labios—.


Habían llegado a una zona de párking de barcos. Habían dejado atrás la zona de playa y ahora estaban frente a un muelle. Los barcos más pequeños estaban amarrados a la zona más cercana al paseo marítimo, pero detrás de estas pequeñas lanchas, se imponían yates y veleros de gran tamaño.


—Me gusta demasiado el mar y el agua como para renunciar a ellos... —dijo Thorin mientras se detenía ante los barcos y los contemplaba. Bilbo se quedó a su lado. —Pero prefiero un ambiente más privado. No se si me explico...


—La verdad, no mucho...


—Ves ese barco de allí, —Thorin señaló uno de los yates amarrados al muelle. Era blanco y enorme. De tres pisos y en uno de los laterales tenía escrito en letras cursivas Frerin—.


—¿Es tuyo?


—Sí, —asintió—. Te invitaría a subir y dar una vuelta, pero ahora mismo me he dejado las llaves y el papeleo para poder cogerlo en casa.


—Frerin, —musitó Bilbo—. Tu hermano...


—Sí... —los ojos de Thorin se ensombrecieron y viajo en silencio al cruel pasado—. Se lo regalé para que se paseara con él y pudiera olvidarse de todo...


—¿Puedo preguntar que le paso? —Bilbo estaba entrando el terreno peligroso—.


—Estaba metido en cosas feas, —Thorin reanudó la marcha y volvieron de nuevo a caminar por el paseo marítimo a buen ritmo, deseando llegar cuanto antes a la zona de restaurantes—. Iba con gente que le tragaron muchos problemas. No supo salir o tal vez no le dejaron. Ya sabes, cuando te metes en cosas así, ya no puedes salir...


—¿Y que paso? —Bilbo estaba siendo demasiado entrometido, pero el tono de Thorin y la seguridad que su presencia le daban, le incitaba a querer saber todo de él. A conocerle mejor que nadie y a saber de su vida. Mantenerse dentro y formar parte de ella.


—Le asesinaron. —dijo—. Y nunca se supo quien.


Bibo soltó un suspiró de agonía. Quiso abrazarle y decirle que todo estaba bien. ¿Pero quien era él para hacer eso?


—Bueno... —Thorin cambió el tono entristecido y sombrío de su voz por uno algo más animado. Se pararon frente un restaurante de toldos azules—. Ya hemos llegado, Bilbo...


No se demoraron más y entraron por un camino que separaba las mesas de la terraza en dos lados.


El restaurante estaba lleno de gente que comían alegres sus abundantes platos. Habían camareros que corrían de un lado para otro cargados de platos y bandejas. Vestían de azul y delantales grises, a conjunto con los colores del restaurante.


—¡Thorin Oakenshield! —Un hombre de cabello gris corto salió de detrás de la barra—.


¡Mi querido amigo!


Thorin se adelantó y ambos se dieron un abrazo amistoso que no duro más de dos segundos.


—Hola Lucas, —Thorin le dedico las más amable de sus sonrisas, incluso enseño sus blancos dientes. Haciendo que su rostro fuera mucho más afable—.


Bilbo se quedó al margen mientras observaba la escena desde lejos.


—¿Como tu por aquí? Hacía mucho tiempo que no se te vía el pelo... —decía el hombre de pelo canoso—.


—Vengo a comer con, —miró hacía Bilbo y estiró el brazo para hacer que se acercara—. Este es Bilbo Bolsón.


—Oh, entiendo... —El hombre dibujo una sonrisa picara—. ¿Entonces una buena mesa en la terraza? ¿Verdad amigo? —esta vez miró a Bilbo—.


Bilbo miró a Thorin vergonzoso y con las mejillas coloradas. Aquel hombre le estaba preguntando a él y Bilbo no podía abusar de la hospitalidad de su jefe. Ya se estaba tomando demasiadas molestias llevándole a comer.


—Como tu quieras... —le dijo Thorin dándole permiso para que el escogiera donde quería sentarse—.


—Me parece bien la terraza, hace un día estupendo... —dijo Bilbo—.


—Tiene buen ojo, señor Bolsón. —Dijo el hombre, y enseguida gritó a unos de sus camareros—. ¡Charles, una mesa en la terraza para los señores inmediatamente!


El camarero obedeció y salió a la terraza para prepararles la mesa.


—Id a sentaros, como siempre para vosotros mi mejor selección de la carta, pedid cualquier cosa... —dijo el hombre—. Ahora iré a atenderos.


Thorin y Bilbo salieron de nuevo a la terraza. Fueron a sentarse a la mesa que el camarero Charles les indicaba y que estaba preparando. Estaba poniendo un mantel blanco, las servilletas y los cubiertos, y dos copas de cristal fino.


En cuanto estuvieron sentados, uno enfrente del otro, el camarero les tendió dos cartas. Era un librito revestido de negro. Las hojas estaban plastificadas de un plástico transparente.


Bilbo se atrevió al fin a pronunciar palabra desde que habían llegado.


—Cada vez me sorprende más usted, señor Oakenshield, —bromeó Bilbo—.


—¿Porque? —rió—.


—Eres famoso allá a donde vas...


—¿No te importa verdad? —dijo Thorin algo preocupado—


—¿Porque debería hacerlo?


—A lo mejor querías algo más íntimo o privado. —


Bilbo no entendió muy bien a que se refería Thorin. ¿Creería a caso que eso se trataba de una cita? Si así fuera, a Bilbo no le supondría ningún problema, pero estaba un poco desconcertado con la extraña situación.


—No Thorin, esta todo genial, —mostró la más radiante de sus sonrisas—. Me encanta, de veras.


—Me alegro.


Abrieron la carta y leyeron. Había mucha variedad de platos, de las más exquisitas a carnes al más refinado pescado y marisco.


—¿Que vas a pedir? —preguntó Bilbo—.


—¿Quieres pedir una paella para los dos? —Dijo—. Aquí hacen una de las mejores que he probado en todo el mediterráneo.


—Vale, sí.... Yo también lo había pensado.


Thorin sonrió y bajo la vista de nuevo a la carta. Leyó la selección de vinos.


—¿Alguno en especial, señor Bolsón? —


—¿Que?


—De vinos... ¿Alguno en especial?


—¡No, no! Yo prefiero una Coca-Cola, —dijo algo incomodo—. Pero si a ti te apetece, adelante.


Thorin sonrió complacido, cerró la carta y miró a Bilbo.


El silenció reino entre ellos. ¿Pero quien necesita palabras cuando una simple mirada dice tanto? Bilbo se ruborizó al pensar en la idea de que aquello de alguna manera era una cita. Había sido algo rápido e inesperado el echo de irse a comer con su jefe, pero no le había importado demasiado. Rara vez seguía los instintos de su corazón, rara vez hacía cosas inesperadas. Y el echo de haber aceptado ir a comer con Thorin había sido un estímulo inesperado, y sin duda había aceptado sin pensar lo que eso le conllevaría. Todas esas preguntas que ahora se formulaba y que no tenían respuesta.


—Bueno, mis queridos amigos... —El camarero llegó interrumpiendo la conexión—. ¿Ya tienen claro lo que quieren?


—Sí, Lucas... —dijo Thorin—. Tráenos una paella para dos.


El hombre apuntaba la comanda en una libretita pequeña que sujetaba en las manos.


—Perfecto, —se acercó más a nosotros y susurrando dijo, —me acaba de llegar unos gambones y una sepia más guapos, os lo pondré. Pero no se lo digáis a nadie. —Ambos rieron y Bilbo sonreía cariñosamente mientras se embaucaba en la risa sincera y calmada de Thorin—. Bueno... ¿Y de beber que traigo? Tengo un gran reserva de....


—No, Lucas... Gracias, pero tomaremos Coca-Cola, los dos... —Dijo Thorin—.


Bilbo abrió los ojos como platos. Y se sintió, en parte, mal por haber puesto a Thorin en el compromiso de pedir una Coca-Cola cuando el quería vino.


—Pero Thorin... —Se dispuso a protestar Bilbo—. Tu querías...


Antes de que pudiera decir nada más Thorin le guiñó un ojo y Bilbo enmudeció al instante.


—Os traeré unos langostinos fresquísimos mientras esperáis el arroz.


—Perfecto, muchas gracias Lucas. —dijo Thorin mientras el hombre retiraba las cartas y se iba con un andar alegre y despreocupado—.


Ambos se quedaron callados por un momento. Y entonces Bilbo le miró con las cejas subidas.


—¿Coca-Cola, enserio? —Thorin rió—. Si querías Vino...


—Ya pero, me lo he pensado mejor... ¿Quien no prefiere una Cola fresquita bajo un sol radiante y el mar delante tuyo? —Dijo Thorin con la más radiante de las sonrisas—. La joya de la corona, la droga de la juventud, el analgésico de las mañanas de resaca... —bromeaba Thorin—.


—¿Tomas Coca-Cola cuando estás de resaca? —Bilbo no podía fingir esa risa tonta que le salía cuando estaba con Thorin, ahora más acentuada que nunca—. Yo prefiero en café...


—Es un buen remedio, también....


El camarero dejo las bebidas en la mesa. Dos latas y dos vasos de tubo con hielo y limón.


—Gracias, —esta vez fue Bilbo quien se dirigió al camarero, este asintió y se fue dejando de nuevo a Thorin y a su nuevo empleado solos—.


Ambos abrieron su respectiva lata y vertieron gran parte de su contenido en el vaso de tubo. La espuma subía a medida que el líquido marrón caía hacía el fondo del vaso. Thorin y Bilbo levantaron su baso al unisono y brindaron con el vaso de Coca-Cola. La conexión entre sus ojos, el sonido del mar, la brisa y la sensación en el pecho, hacían de aquel momento algo extraño, pero que a la vez resultaba mágico y inigualable.


¿Que les estaba pasando? ¿Como podían estar sintiendo aquel nudo en el pecho con alguien a quien apenas conocían? Bilbo estaba, en parte, algo asustado con la situación si se ponía a pensar en ello. Pero su corazón decía todo lo contrario.


 


 

Notas finales:

¡Buenas!


Lo sé, he tardado mucho en publicar el siguiente. Pero espero que haya merecido la pena. Ya diréis. Sobre el capítulo que acabaís de leer, bueno... Es la primera parte de la comida tan interesante que tendrán nuestros queridos protagonistas. Con este capítulo me ha pasado como con los dos últimos. Estaba yo escribiendo y me di cuenta de que tenía escritas diez páginas de Word y como quiero capítulos cortos me he visto obligada a cortarlo. ¿Que significa eso? ¡Que el siguiente esta CASI acabado! ¿Con ganas de más?


Hasta entonces,


Besos, Lúthien.


 


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