Le temblaban las manos dentro del bolsillo de los tejanos. Estaba nervioso. ¿Era normal, no?
Estaba en una sala de espera que no tenía nada que ver con la de Erebor S.L. Esta era vieja y estaba raída por los años que la corrompían. Bilbo se preguntó, incluso, si tendrían servicio de limpieza.
No entendía porque Thorin se preocupaba tanto por invertir en esta empresa, parecía realmente interesado. Cuando, en realidad, era una verdadera pocilga que se caía a pedazos.
Había tenido que hacer transbordo dos veces en metro y había tenido que coger tres buses para llegar. Estaba en la zona industrial del puerto de Barcelona, ya que era una empresa pesquera que se dedicaba a la manufactura del pescado, o algo así había leído en el informe que Thorin le envió la noche anterior.
—¿Es usted el representante de Erebor S.L? —Un hombre menudo, de aspecto demacrado, salió de una pequeña puerta de madera.
—Sí, —Bilbo se puso inmediatamente de pie—. Yo mismo.
—Ya veo... —Dijo ojeando que no había nadie más en la sala—.
Bilbo se acercó hasta la puerta de madera de donde había salido el hombre de aspecto demacrado. Tenía el pelo corto y muy negro, los ojos juntos y un horrible entrecejo. Bilbo sintió un repelús en la nuca. Entre el hedor a pescado muerto, el aspecto del edificio y el hombre del entrecejo, se estaba muriendo de asco en aquel lugar. ¿Por que Thorin tendría interés en esa empresa? No lo entendía.
En cuanto atravesó la puerta de madera apareció en un despacho pequeño, oscuro y como único benefactor de luz solar una ventana pequeña detrás del escritorio, desde la cual se podía ver los barcos pesqueros aparcados y las gaviotas oscilando sobre ellos.
—Siéntese, —dijo el hombre del entrecejo mientras le daba pasa con la mano al pequeño despacho.
Había un escritorio lleno de cosas revueltas y desordenadas. Detrás de la mesa había un hombre sentado en una gran butaca de cuero con ruedas. Tenía el pelo pelirrojo y el poco que tenía se lo tiraba para adelante para disimular las entradas que le cubrían desde la frente, hasta la mitad de la cabeza. Su traje estaba viejo y desgastado. Tenía un par de manchas a la altura del pecho. Bilbo dedujo que serían gotas derramadas del baso de Whisky que tenía en la mano derecha, y al que daba tragos largos con frecuencia.
—Buenos días, —saludó Bilbo al hombre—.
—Para quien los tenga... —Este fue brusco y agitaba las manos nervioso—.
El hombre del entrecejo se quedó mirando la escena desde la esquina de la sala.
—Bien, ¿empezamos? —Bilbo respiró hondo y se armó de valor para tirar hacía adelante lo que tenía que hacer. Era su primer día, su primer recado, su primera misión, y estaba totalmente aterrado.
—Cuando quiera, —dijo el hombre dándole otro trago al baso de Whisky—.
—Vale... —Bilbo sacó el folio con lo que tenía que decir de la bandolera—. Primero de todo... Sobre lo que le dijo mi jefe al señor Bardo cuando vino a verlo, ¿quiere usted aclarar algo? ¿Tiene alguna pregunta o duda de la fiabilidad de las palabras de mi jefe?
—No dudo en su fiabilidad, pero en caso de que firmara con Mirkwood estaría protegido de cualquier amenaza que su jefe pueda darme. —Dijo nervioso—.
—Arriesgase —Bilbo le miró desafiante. Estaba haciendo caso a lo que Thorin le había dicho, y aunque no le estaba resultando fácil, el día se le prestaba un poco a comportarse así—.
—Dígame Señor Bolsón... ¿Como podría Erebor contraatacar a Mirkwood en caso de que firmemos con ellos? —El hombre del entrecejo se había movido hasta detrás del escritorio y se había colocado al lado del hombre del baso de Whisky. Ambos juntos daban una imagen horrenda, una imagen bastante acorde con el edificio y con el hedor que se propagaba en el ambiente.
—El modus operandi que ellos tengan no es asunto mio, yo unicamente me dedico a comunicar y a pactar los acuerdos a los que ambos quieran llegar. —Dijo Bilbo seriamente, como si llevara toda la vida haciendo esto—. Mi jefe ya dejo bien claro lo que haría en caso de que firmaran con Mirkwood, el modo en el que lo haga nos asunto nuestro.
El hombre miró a Bilbo entre cerrando los ojos.
—Alfrid... No sé si creérmelo. —dijo el hombre—.
—Señor, solo son palabras vanas. A la hora de la verdad, Thorin Oakenshield nos dejará de lado una vez hayamos firmado con Mirkwood. No creo que le de tanta importancia. —dijo Alfrid—.
—Yo no le subestimaría...
—Usted que sabrá, es nuevo. —dijo Alfrid—. Sí, Bardo nos dijo que estaba en prácticas...
—Pues dígale a Bardo que no estoy en prácticas. —dijo Bilbo algo molesto—. Soy fijo. Y dígale también a que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación.
Alfrid reprimió lo que iba a decir apretando los labios.
—¡Decidido! —El hombre del baso de Whisky había estado apuntando unos números en una de las hojas que había encima de su mesa—. He echo números y me he decidido. ¡Mirkwood! ¡Quiero a Mirkwood! —gritaba como un niño con un juguete nuevo—. ¡Puede irse de aquí con su estúpido contrato! ¡Y puede decirle a su jefe que no me dan miedo sus amenazas!
A Bilbo se le paró el corazón por un momento. ¿No? ¿Había escuchado que no? No podía creerlo.
Esa era su primera misión y había fallado, no había conseguido convencer al Gobernador de aquella pocilga. ¿Que diría Thorin? ¡Le iba a matar!
Se intentó serenar para poder seguir hablando.
—¿Está usted totalmente seguro? No sabe lo que se esta jugando... La supervivencia de su empresa, ¿Acaso no quiere estar seguro, y estar de nuestro lado?
—El señor Thranduil fue muy explicito y me prometió hacerme de oro... —
—El oro no lo es todo. —dijo Bilbo—. Tal vez le haga un favor a mi jefe no firmando ese contrato. Hemos acabado, Buenos días.
Bilbo metió el informe nuevamente en su bandolera. Se levantó de un salto y dándose media vuelta empezó a caminar hasta la puerta y en cuanto estuvo fuera la cerró de un portazo.
Se quedó en el pasillo mirando al techo durante unos segundos. Respiró hondo e intento calmarse. Estaba muy preocupado por lo que Thorin le diría.
Sacó el móvil y escribió:
Thorin, ya hemos acabado. No quieren firmar.
Te espero en la puerta de The Lake Town.
Bilbo.