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El casamentero del santuario por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste...

Más tarde ese día Kardia se rompía el cerebro tratando de pensar una manera de juntar a sus compañeros. Primero pensaba en el problema del Cid: el caprino era demasiado tímido para salir de sus escondites, encarar a Sísifo y pedirle una cita.

“¿Cómo hacerlo aventarse?” se preguntaba.

Luego estaba el problema de Asmita: Deuteros se negaba en rotundo a escucharlo tras esa noche, haciendo caso omiso a los mensajes astrales del rubio donde, según la criatura, este le rogaba de rodillas por su perdón.

“¿Qué se puede hacer?”

Y por último está Aldebarán, que al parecer no había logrado superar la muerte de Géminis y culpaba a Asmita y a Deuteros por ella.

“Qué complicado”

De repente un foco brilló sobre su cabeza, señalando que había tenido una brillante idea: ¡Preguntarle a Dégel! Sí, eso funcionaría, después de todo Acuario había sido el que se le declaró a él y le pidió salir. Y venía de Francia, que según él hablaba el lenguaje del amor, por lo que definitivamente tendría que saber qué estaban haciendo mal esos tres o al menos tendría alguna idea.

“Soy un genio” se dijo feliz el griego y se dirigió a la onceava casa para pedirle un concejo a su amante. En medio del camino se cruzó con una persona a la que no había esperado ver fuera de su templo nunca.

“Buenos días, Kardia” saludó el doceavo caballero, apartándose para que el escorpión no tocara su piel.

“Albafica, ¿Qué haces fuera de tu casa?”

“Yo sólo… iba a buscar algunas flores al bosque… para hacer un antídoto” respondió Piscis, algo nervioso. No le gustaba estar en presencia de otra persona por mucho tiempo, eso podría afectarlos.

“Oye… ¿cómo conseguirías que un hombre te hiciera caso?”

“¿Eh?” al oír esta pregunta Albafica se puso rojo.

“Bah, olvídalo. Con esas pintas de seguro no tienes ningún problema para atraer la atención de los chicos”

“Yo… bueno… ¿Por qué me preguntas eso? ¿Acaso tienes problemas con Dégel?” inquirió cortésmente el peliceleste, todavía ruborizado. Todavía no se había enamorado y si en determinado caso le llegara a gustar alguien por su veneno no podría acercársele.

“¿Ah? ¡No! Las cosas nos van bien” dijo Kardia, olvidando completamente el incidente en el que dejó a su novio en la cama excitado para irse a planear cómo juntar a sus compañeros. “Pero tengo algunos amigos que necesitan mi ayuda en… asuntos amorosos”

“¿En serio?”

“Sí… Por casualidad ¿a ti te gusta alguien?” preguntó el peliazul, haciendo que el rostro de su compañero volviera a arder. “Porque también podría ayudarte”

“¡No! ¡No me gusta nadie!” respondió el otro, prácticamente echando humo por las orejas de lo avergonzado que se sentía.

“Bien, no te apenes… pero un tipo si has de tener” dijo el escorpión, señalando con su larga uña al nervioso pecesillo.

“Me gustan…” lo pensó por un momento y se aventuró. “Los de pelo plateado… y si son chicos malos aún mejor” dijo en voz baja con su cara del color de una de sus rosas diabólicas reales.

“¿Un chico malo de cabello plateado? ¿Dónde vas a encontrar eso?”

-En el inframundo-

“¡Achu!” estornudó Minos en pleno tribunal. Lune, a su costado, hizo un gesto reprobatorio por el barullo causado.

“Señor, silencio” dijo el otro peliplateado mirándolo mal.

“Creo que alguien está hablando de mí” murmuró el juez, sobándose la nariz. Luego sonrió de manera petulante. “Es duro ser tan popular, ¿lo sabes?”

“Lo que diga, señor” dijo Lune rodando los ojos mientras ordenaba los papeles de los juicios para su jefe, que convertía todo en un desastre cada cinco minutos. Tras unos segundos sonrió malvadamente. “¿Tiene alguna pareja?”

“No… no… pero eso no quiere decir que no sea popular. ¡Tengo muchos pretendientes esperando que les haga caso!” se defendió el juez.

“Sí, le creo, señor” se burló Lune.

“¡Es verdad! ¡Lo que pasa es que soy muy selectivo, sólo me gustan los realmente hermosos!” se agitó el espectro de mayor rango, sonrojándose. “¡Y cállate, que estás haciendo demasiado ruido y este es un lugar de silencio!”

“Es usted el que ha gritado, señor”

“He dicho que te calles” dijo Minos, actuando como un niño regañado. “Y ¿Dónde está mi café? Te pedí que me lo trajeras hace una hora”

“Y yo le respondí que soy juez interino de su corte, no su secretaria para andar trayéndole café y galletas” se quejó el espectro de Balrock.

“Pero si lo haces todo el tiempo” respondió Grifo. “E incluso ordenas mis papeles antes de cada juicio”

“¡Eso es sólo porque tiene el increíble talento de convertir su escritorio en un desastre donde no se puede encontrar nada cada cinco minutos! ¡Si no organizara sus papeles terminaríamos los juicios de un día en una semana!”

“¡No es cierto!” se quejó Minos, levantándose de su silla. “Sólo estás celoso porque solo te falta el uniforme para ser mi secretaria”

“¡Entonces aprenda a ordenar sus papeles por usted mismo!” gritó Lune, olvidándose por completo de que no le gustaba el ruido. Afuera del tribunal más almas llegaban, apilándose a la entrada mientras el bajito espectro que cuidaba las puertas las retenía. Al final fueron demasiadas y tuvo que entrar a interrumpir la discusión que ya podía ser escuchada hasta en el palacio de Hades.

“Señores…” dijo tímidamente.

“¡¿Qué?!” gritaron ambos enojados.

“Por favor bajen la voz y vuelvan a trabajar. Recuerden que en este lugar sagrado se debe hacer silencio” dijo aterrorizado.

“Eso ya lo sabemos” dijeron los dos, volviendo a sentarse y tratando de guardar toda la dignidad que aún poseían al ser reprendidos por alguien de menor rango que ellos.

“Que pase la siguiente alma” pidió Minos con tono aburrido. “Espero que sea alguien interesante, un rey o un artista tal vez”

“Creo que lo encontrará interesante” dijo Lune, leyendo el informe.

“¿Ah, sí? ¿Quién es?”

“Un poeta que se cayó en una letrina y murió ahogado en porquería” respondió Balrock, sacando de su túnica unos clips para la nariz.

“¿Por qué, señor Hades? ¿Por qué siempre me dan a mí los casos asquerosos?” se quejó el juez del inframundo.

“Porque, si mal no recuerdo, señor, hizo un trato con el señor Hades de recibir los casos que los otros jueces no querían a cambio de enviar a su archi enemigo Dédalo a la peor de las prisiones por toda la eternidad”

“Ah, si… Bueno, que pase” dijo Minos, poniéndose el clip en la nariz. No sirvió de nada, el aroma de los desperdicios era todavía era más que perceptible. “Como odio mi vida”

“Es su culpa, señor” le recordó Lune entre arcadas.

-De vuelta en el santuario: Casa de Tauro-

“¡Eh! ¡Aldé!” gritó Shion con un par de cervezas heladas en la mano y sonriendo, dispuesto a descubrir el porqué de la actitud de su amigo para con Asmita.

“¡Hola, Shion!” lo saludó el toro, tan amable como siempre. Su expresión se iluminó aún más cuando notó que el carnero traía trago. “Veo que me has traído un regalito”

“Sí, bueno… pensé que podríamos tomarnos una cerveza juntos y hablar… sobre la misión” dijo el lemuriano agitando las botellas de alcohol. “Pero no se lo vayas a decir al maestro Hakurei, quién sabe qué me hará si me pilla con estas” se estremeció el joven. Hakurei tendía a tratarlo como si aún fuera un niño, por lo que era capaz de imponerle algún castigo sumamente vergonzoso, como quedarse encerrado en su cuarto por todo un día o reparar miles de armaduras bajo su supervisión (como si no pudiera hacerlo solo), de lo que todos los demás dorados se reirían después.

“Tu secreto está a salvo conmigo” se rió el gran toro y lo invitó a sentarse. Le contó algunos detalles de la misión sin preocuparse en mantener en secreto que le gustaba Aspros (Kardia ya lo sabía, por lo tanto Dégel también y si ellos habían hablado Regulus los había espiado y ya toda la orden estaba enterada). También le confió la pelea que casi estalló con Asmita y su radical opinión sobre él.

“Wow, yo…” comenzó Shion a tratar de calmarlo.

“¡¿Por qué tenemos que tener a un condenado hereje como él aquí?! ¡Ni siquiera cree en Athena! ¡Y dicen que es la reencarnación de un dios! ¡¿Por qué no simplemente se larga y nos deja a los realmente dedicados a la diosa en paz?!”

“Cálmate, Aldé, él no…”

“Y para colmo de males está completamente loco por el segundo de entre todas las personas, ¿no es ese un indicador de que algo está mal con él?”

“Bueno, en el corazón….”

“¡Ese maldito Budda! ¡De seguro lo único que quería era que el segundo tomara el lugar de Aspros como Géminis!” comenzó a desquitarse y Aries se arrepintió de haber ido a preguntarle. Ya había caído la noche cuando el pobre Shion, tras aburrirse con hora tras hora de quejas y críticas contra Virgo, fue libre de irse a su casa.

“La próxima vez no pregunto” se prometió.

-En Virgo-

Asmita estaba tomando un té de jazmines y tratando de recuperar su concentración para continuar con su meditación, pero la furia se lo impedía. Cada vez que creía que se serenaba, en su mente aparecía ese estúpido bovino de la segunda casa y revivía el fuego de su ira.

“Es increíble que me esté pasando esto” se dijo en voz baja.

“Hola, Asmita” dijo Hakurei, entrando en Virgo. Había visitado a su hermano más temprano en la mañana para recoger algunas armaduras que ayudaría a reparar y de paso pensaba echarles un ojo a sus estudiantes.

“Buenos días, maestro” saludó cortésmente.

“¿Te ha pasado algo? Es que he sentido tu cosmos algo… extraño últimamente. ¿Han ido bien tus ultimas misiones?” preguntó preocupado el lemuriano.

“Sí, las he completado sin ningún problema” dijo el ciego, aunque apretó su mano alrededor de la taza por su enojo al recordar la del lago.

“Bueno, pero si quieres hablar de alguna en especial, tú sabes dónde…” Hakurei dio la vuelta para marcharse e ir a Aries a por Shion, pero no alcanzó a terminar la frase.

“¡¿Se puede saber qué tiene contra mí esa estúpida vaca?!” gritó con furia.

“¿Ah? ¿De qué estás…?” preguntó el peliblanco confundido.

“¡De Tauro! ¡Ese idiota se la pasa discriminándome por mi religión, diciendo que no soy confiable y que no debería ser caballero de Athena! ¡Y ni siquiera me conoce bien!”

“Puedo hablar con él si lo…”

“¡Y para colmo de males me culpa de lo que pasó con Aspros!” Hakurei suspiró y tomó asiento delante de su pupilo para oír todas sus quejas acerca de Aldebarán y así se quedó durante horas. Cuando al fin fue libre se encontró con Shion bajando las escaleras de Tauro a Aries con la misma expresión cansada que él.

“¿Has estado escuchando quejas toda la tarde?” le preguntó.

“Sí, ¿usted también, maestro?” Hakurei asintió y ambos decidieron bajar juntos y tomar un buen té de tilo para quitarse el dolor de cabeza.

-En la casa de Acuario-

“¡Eh, Dégel!” entró Kardia gritando.

“¿Kardia? ¿Qué pasa?” preguntó el de los anteojos. Aún estaba algo molesto por lo de antes y dispuesto a hacérselo pagar al escorpión.

“¿Te acuerdas de cuando me pediste salir por primera vez?” inquirió este. Dégel pensó que era  una gran oportunidad para poner a su novio de humor y hacer lo que no pudo más temprano. Incluso podría castigarlo por dejarlo en ese estado.

“Sí, claro, ¿Cómo olvidarlo? Estaba hecho un manojo de nervios” admitió Acuario, dejando de lado lo que estaba haciendo para acercarse al peliazul predatoriamente, aunque el otro parecía no darse ni cuenta de ello.

“¿Ah, sí? ¿Tan difícil es para un caballero armarse de valor para invitar a alguien a salir?” dijo Kardia, llevándose su larga uña a la cara.

“Pues sí. Pregúntamelo a mí, pasé semanas pensando en cómo declararme. Primero pensé que leyéndote poemas de amor podía dejar en claro mis sentimientos” dijo Dégel, relamiéndose discretamente los labios e imaginando la clase de castigos que podía aplicar con su compañero.

“Pero a mí no me gustan esas cosas, tú me obligas a escucharlas” frunció el ceño el escorpión.

“Por eso tuve que buscar más ideas. La segunda fue escribirlo en un pay de manzana”

“Adoro ese postre” sonrió Kardia. “¿Por qué no utilizaste el pay?”

“No soy bueno en la cocina” admitió Dégel. “Cada vez que intentaba hornear uno hacia un enchastre y terminaba cubierto de manzanas” aunque esos desastre le habían dado una idea deliciosa ¿Por qué no cubrir a su amante de dulce y lamerlo? Se tomaría su tiempo y tendría al escorpión excitado pidiéndole que lo tomara de una vez…

“Así que ¿al final te decidiste por…?”

“Sencillamente armarme de valor, encararte y decirte cómo me sentía” dijo el francés, poniendo los brazos alrededor del cuello del griego y besando ligeramente sus labios, sonriendo malévolamente.

“Encarar y decir de frente cómo te sientes” repitió Kardia, luego besó a su novio una vez más antes de separarse. “Gracias, cariño, me has ayudado mucho” dijo él feliz antes de despedirse y bajar corriendo las escaleras, dejando a Dégel nuevamente furioso y con la necesidad de una ducha fría.

Notas finales:

Comenten y voten: ¿En la vida amorosa de quién debería meterse Kardia primero?: ¿El Cid? ¿Aldebarán? ¿Asmita? Dentro de dos semanas postearé la nueva parte con el ganador.


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