Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El casamentero del santuario por Ghost princess Perona

[Reviews - 54]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aquí está lo prometido, la tortura... ejem, ayuda que Kardia le dará a nuestra querida cabra... con ayuda de un gatito muy travieso con ganas de aprender sobre cosas traviesas.

“Y ahora haces esto…” corrigió Sísifo a su alumno mientras el gatito se enfocaba en los golpes que su tío ejecutaba delante de él. Volteó la mirada unos segundos, localizando a El Cid detrás de una columna, observando descaradamente el trasero de Sagitario. Negó con la cabeza. “¿Pasa algo?”

“No, tío, nada” respondió el otro, muy tentado a descubrir al caprino y sus insanos pensamientos acerca de su familiar.

“¿De verdad? Me parece que últimamente te estás distrayendo bastante” comenzó Sísifo mirando al cielo.

“No te preocupes, es sólo que creo que me he pasado con las bromas a Kardia y Dégel… de repente no hacen travesuras ni a puertas cerradas” dijo el felino con una sonrisa perversa que le causó escalofríos al mayor.

“¿Q-q-q—q—q--qué? ¡¿Cómo sabias qué es lo que hacían?!” preguntó un sumamente ruborizado arquero, pidiéndole mentalmente disculpas al fantasma de su hermano por permitir que la mente de su sobrinito fuera ensuciada por las insanas y posiblemente desviadas acciones de sus compañeros en la cama.

“Las cerraduras son lo suficientemente grandes como para que mis ojos puedan ver a través de ella. Y te sorprenderías más si vieras lo que hacen… una vez Kardia dejó que Dégel lo atara con una cinta de cuero a la cabecera y…” comenzó el pequeño, que había tenido muchas poluciones nocturnas después de ver a esos dos satisfacerse el uno al otro.

“¡Demasiada información!” gritó Sísifo, cabreado y avergonzado. “Voy a hablar muy seriamente con esos dos acerca de poner una tela o algo en la cerradura. No vas a ver algo como eso nunca más”

“Me sorprendería” respondió Regulus con toda sinceridad. “Hay más de mil y un maneras de espiar a alguien. ¿Sabías que Manigoldo le echa el ojo a Shion cada vez que está en la ducha y se masturba fiera…?”

“Cambio de planes, hablaré con todo mundo. No permitiré que te ensucies el espíritu con sus depravaciones” dijo Sísifo tajante con los brazos cruzados mientras su sobrinito pensaba que más depravadas eran las fantasías que el caprino escondido detrás de un pilar tenía con su tío. Ahora que lo pensaba, tal vez podría echarles una mano, así tendría a alguien más que molestar con sus gustos sexuales.

“¡Hola, Sísifo! ¡Hola, bicho! ¡Hola, El Cid!” gritó Kardia, acercándose con una sonrisa en el rostro. Tenía el plan perfecto para juntar a esos dos… o al menos eso creía. El español, avergonzado por haber sido descubierto salió de detrás del pilar con la cara roja y deseando hacerle tragar a Kardia su uña venenosa y estrangularlo con esa ridícula cola de su casco. Mientras salía el leoncito evaluó la situación y descubrió lo que planeaba el dorado. Sonrió maquiavélicamente, sería divertido.

“¡Señor El Cid, hola!” dijo sin perder la sonrisa. “¿Quiere entrenar con nosotros? Podría luchar un par de veces con el tío Sísifo para… no sé… asestar unos cuantos golpes en ciertos lugares” dijo, utilizando un claro doble sentido que hizo que la cara del caprino enrojeciera aún más. Entre el escorpión y el chiquillo lo iban a matar de la vergüenza.

“Sí, podríamos pelear para enseñarle a Regulus un par de movimientos” dijo Sísifo, sonriendo sin entender el bochorno de su amigo. “Por si acaso, tengo que hablar contigo, Kardia, acerca de las cosas que ve Regulus de ti y de Dégel”

“Ve de mí y de…” la cara del escorpión se puso aún peor que la del Cid, por la cólera y vergüenza. “¡Maldito bicharraco, ¿qué diablos has visto?!”

“No sé… tal vez un par de ideas de lo más interesantes sobre cómo utilizar la palabra yihah en algunas situaciones y los usos del cuero en el sado…”

“¡Maldito degenerado!” empezó otra correteadera por el coliseo, con Escorpio detrás de un Leo riendo a mandíbula batiente y alargando en broma lo flexible que era, cosas que Sagitario no quería saber para nada.

“¡AY! ¿Qué voy a hacer con este niño?” se preguntó Sagitario, siguiendo con la mirada los pasos de su sobrino, listo para intervenir en el momento en el que el escorpión se acercara a matarlo. El caprino le echó una buena ojeada mientras estaba distraído, esa ropa de entrenamiento le quedaba muy bien. Y mejor se vería sin ella… ¡alto! ¡No debía estar pensando en ello o Sísifo se daría cuenta!

“Podrías llevártelo a entrenar a algún lugar apartado donde no tenga contacto con nadie, eso frenaría su curiosidad” dijo el español no muy convencido. Regulus encontraría la manera de molestar a alguien incluso en el más desolado de los desiertos. Sísifo por su parte le dedicó una sonrisita a su compañero.

“Tal vez funcione… hum, ¿qué te parece si hoy me ayudas a entrenarlo? Una batalla amistosa entre nosotros como sugirió Kardia sería muy beneficiosa”

“¿Y desde cuando hacerle caso a Kardia es buena idea? Recuerda que la última vez terminamos reparando todas las columnas del coliseo” dijo el Cid, recordando la vez que el escorpión comenzó a repartir agujas escarlata a lo loco y que sólo Dégel lo pudo calmar… cómo, nadie quería saber. De seguro era de lo más indebido.

“Vamos, hazlo. Te prometo que lo compensaré” Capricornio terminó cediendo ante las dotes hechiceras de su amor y Sísifo llamó al leoncito. Este fue corriendo hacia su maestro con toda la rapidez que sus piernas lo podían llevar y una sonrisita maquiavélica que le puso los nervios de punta a el Cid. “Cid nos va a ayudar a entrenar hoy”

“¡Qué bien!” dijo el crío, ensanchando aún más su sonrisa. Kardia llegó en ese preciso momento y le dedicó la misma expresión al caprino.

“Sí, qué bien. ¿Les importa si me quedo a ver?” pidió Kardia acomodándose junto al niño en una de las gradas del coliseo. El que no se fuera inmediatamente a ver a su novio como lo hacía todas las tardes los puso a todos en guardia, sobre todo al español. ¿Qué podría hacer renunciar al peliazul a una tarde candente en la cama de Acuario?

“¿Para qué quieres vernos? Deberías ir a ver a Dégel…” comenzó el Cid, tratando de quitarse de encima al griego, que de seguro planeaba saca partido de lo que aprendió en el lago para su propia diversión.

“Ah, Dégel… bueno, es que últimamente hemos tenido algunos… desacuerdos. Sobre todo cuando él quiere algo y yo no estoy de humor”

“Así que te estás refugiando aquí” dijo Sísifo, sonriendo sin malicia alguna. “Quien iba decirlo, hay problemas en el paraíso”

“Sólo en ese sentido, pero sería muy aburrido si no los hubiera” dijo con desfachatez el otro. “Ya lo resolveremos, igual que todos los otros… problemas amorosos”

“Oh oh” maldijo Capricornio por lo bajo. Sin duda ese último comentario iba a dirigido hacia él. Tal vez Kardia estaba matando dos pájaros de un tiro: castigar a Dégel por querer tener sexo cuando no estaba dispuesto y tratar de avergonzarlo delante de su gran amor para divertirse mientras lo hacía. Y cuando se solucionaran los problemas de pareja del peliazul sería una broma más que contarle a Acuario sobre una copa de vino en una cita romántica.

“Bien, ahora míranos bien, Regulus” lo instruyó Sagitario mientras se ponía en posición para pelear con el Cid, que levantó el brazo, preparando su Excalibur para usarla. Empezó la contienda y Kardia se preparó para hacer su movida.

“Oye, Regulus, ¿por qué no nos traes un poco de agua para cuando terminen? Deberán tener sed” le propuso el escorpión.

“¿Qué tienes en mente?” preguntó el pequeño, interesado por el plan del escorpión. Su sonrisita maquiavélica decía que se moría de ganas por comenzar a hacer de la vida amorosa de su tío su patio de juegos.

“Si quieres saber vas a tener que ayudarme”

“Y si quieres que te ayude me tendrás que dar algunos detalles de lo que pasó tras interrumpirlos la vez anterior”

“No hay problema, no pasó nada. No tenía muchas ganas y, como dije, él sí. Simplemente lo dejé en la cama, puede arreglárselas por sí mismo”

“¿De verdad? ¿No pasó nada?” le preguntó incrédulo Regulus. “Como dijo el tío, problemas en el paraíso… y para mí. ¿A quién más voy a espiar si los más grandes pervertidos del santuario están bloqueados?”

“Oye, tú…” comenzó Kardia, levantando su uña.

“Sí, sí, me utilizarás como blanco para tus agujas, Dégel me congelará y mi maestro tendrá que sacarme con un picahielos, etc, etc. Dime algo que no haya escuchado antes” suspiró Regulus. “Bien, te ayudaré, iré por el agua cuando terminen… ¿qué hago con ella después?”

“Tirarla accidentalmente encima de tu tío”

“Ah, entonces ¿también te has dado cuenta de las miradas tan sucias que le da cuando está sin camisa? Me dan escalofríos cuando estoy entrenando con él en las mañanas, parece que va a empezar a masturbarse contra la columna”

“Espera, tú espías a medio santuario mientras está en la alcoba y ¿te da asco alguien que se folla a otro alguien con la mirada?”

“Es que tú no has visto la expresión de sádico sexual que tiene cada vez que ve a mi tío, como si estuviera diciendo que le haría las cosas más sucias inimaginables… creo que puede llegar a ser peor que ustedes dos, ¿qué es lo más pervertido que han hecho Dégel y tú?” dijo Regulus, ansioso por detalles.

“Por mi salud, la de Dégel y la de tu tío no voy a contestar” le dijo firmemente el escorpio. “Pero puedes estar seguro de que conseguirás detalles mucho más jugosos tan pronto consiga juntar a esos dos”

“Entonces pongamos el plan en marcha” dijo alegremente el cachorro. ¿Qué podía decir? Estaba en plena adolescencia y lo más parecido a un libro porno que había en los alrededores eran sus compañeros. Aparte en ese lugar regentado por ancianos no había muchas maneras de saciar su curiosidad sexual.

Siguieron observando lo que pasaba, analizando cada movimiento que hacían ambos caballeros y… el Cid se lo estaba pasando de lo lindo. Casi le daba las gracias a Kardia por haber propuesto ese entrenamiento, era una excelente excusa para tocar a Sísifo en lugares muy poco apropiados. Con esto tendría suficiente para unas cuantas noches de sueños felices, calmando algunas de sus más insanas y sadomasoquistas urgencias.

“¿Quieren agua? Tengo algo de sed después de ver todo esto” dijo inocentemente el leoncito.

“¿Ah? Sí, claro. Gracias, Regulus” le sonrió Sísifo a su sobrino y este se fue corriendo hacia una pileta cercana. Se quedaron los tres adultos charlando animadamente, con Kardia distrayéndolos con halagos sobre sus técnicas. El pequeño regresó y, muy cerca de su familiar, se tropezó y dejó caer el líquido sobre Sagitario. El caprino casi se traga su lengua al ver a su amigo todo mojado, con la ropa pegándosele sugestivamente al cuerpo.

“¡Ah, no! ¡Perdóname, tío Sísifo! ¡No me vayas a castigar!” pidió Regulus dándole al mayor sus mejores ojos de cachorrito.

“No te preocupes, un accidente le pasa a cualquiera” dijo el afectado, restándole importancia al asunto. “Pero tengo que secarme y cambiarme”

“Qué bueno porque tengo una muda extra” dijo Kardia, sacando de quién sabe dónde un maletín y entregándoselo a su compañero. “Si quieres puedes usarla”

“Depende, ¿qué han hecho tú y Dégel en estas ropas?” medio bromeó Sísifo.

“No hago nada malo en mis trajes de entrenamiento, tengo ropa especial para hacer esa clase de cosas” dijo sugestivamente el peliazul, trayendo a la mente del caprino unas bastante perturbadoras imágenes del objeto de su afecto en las ropas que de seguro Kardia usaba para tentar al francés. “¿Por qué no lo ayudas a cambiarse, El Cid?”

“¡¿Qué?!” gritó de repente el pobre, que ya estaba bastante afectado por las circunstancias. Ver desnudo a Sísifo después de eso sin duda le causaría consecuencias fisiológicas horribles por no mencionar vergonzosas.

“¿Hay algún problema?” preguntó el único inocente en esa reunión de caballeros dorados.

“No, por supuesto que no” dijo Kardia antes de que el Cid pudiera contestar y le dio su ropa. “Tendrán toda la privacidad del mundo en ese camerino” y con estas palabras tanto el escorpión como el león se fueron, dejando a los dos tortolitos solos.

“¿Qué les estará pasando?” inquirió Sagitario aún sin darse cuenta. Su amigo lo miró con una cara que decía: eres tan, taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan inocente.

“Los problemas en el paraíso deben estar afectándolos a ambos” sin ninguna otra opción ambos se dirigieron al camerino, el caprino con ganas de huir. Una vez dentro Sísifo se desvistió lentamente sin importarle lo sugestivo que se estaba mostrando ante su compañero, al que lo atacó un tic nervioso y la necesidad de tocarlo.

“¿Estás bien?” se preocupó Sísifo tras unos minutos de silencio. El Cid se había tenido que sentar sobre sus manos para evitar que estas cobraran vida y recorrieran ese cuerpo que ahora mismo veía secarse, envidiando a la toalla que hacía contacto con todas sus superficies.

“Sí… sí… claro” tartamudeó el caprino, intentando no babear.

“Entonces podrías ayudarme a secarme la espalda, no llego” dijo el otro, tendiéndole la toalla y dejándolo como Dios lo trajo al mundo. El pobre dorado la tomó y comenzó a secarlo, obteniendo una esplendorosa visión de su trasero que lo dejó embelesado y con ganas de hacerle las cosas más sucias que tenía en su arsenal de perversiones. Ya iba a hacerlo cuando un líquido caliente comenzó a gotear en su mano. Era sangre. Estaba teniendo un sangrado nasal masivo. Salió corriendo de ahí sin escuchar las llamadas de un Sagitario muy desconcertado, pidiéndole que regresara.

“¡Me voy a Acuario!” fue su única respuesta.

-En Acuario-

Dégel estaba muy frustrado, tratando de leer una de sus grandes almanaques para distraerse del hecho de que no tendría su picadura de escorpión… y un par de cosas más. Escuchó un estruendo en la entrada de su templo que lo alertó. Se levantó rápidamente, pensando que tal vez era Kardia y que finalmente estaba dispuesto a beber un poco del néctar del aguatero, pero frunció el seño cuando vio quién había entrado.

“Oh, eres tú” dijo Acuario, arreglándose los lentes y examinando al Cid, que se encontraba casi doblado con la cara entre sus manos y la armadura manchada de sangre. Levantó una ceja. “¿Qué te pasó? ¿Intentaste arreglar tu armadura sin la ayuda de Shion?”

“Tienes que… controlarlo” dijo el Cid, levantando la cara y dejando a la vista su aún sangrante nariz después de la caliente escena que Kardia montó para él en el camerino.

“Woah” dijo el acuariano impresionado, la última vez que había visto a alguien sangrando así era él mismo en un espejo después de que su peliazul se pusiera un bikini debajo de la armadura para sorprenderlo por su aniversario. “¿Acaso has visto a Sísifo desnudo?”

“Gracias a Kardia, sí” dijo el caprino molesto, limpiándose el rostro con la mano, aunque pronto tuvo que volver a utilizarla para taparse. “Diablos, ¿Cuánto va a tardar en parar?”

“Depende de cuánto hayas visto… ¿y a quién se supone que tengo que controlar?” inquirió Dégel, todavía fastidiado por la falta de acción. ¡Incluso el Cid se la estaba pasando mejor que él!

“¡A tu maldito novio! ¡Acaba de montar un espectáculo para que vea a Sísifo desnudo y me dejó en este estado!” gritó muy alterado el caprino.

“Al parecer se ha lucido” dijo Acuario, riéndose entre dientes del pobre. “Y temo decirte que no puedo hacer nada, desde que regresó de esa última misión está obsesionado con arreglar los problemas de pareja de los demás, tanto que ni me presta atención”

“¿Entonces eso de que no está de humor y tú sí es verdad? ¿Desde cuando dejas que él decida si es buen momento para tener…?”

“Cid, Cid, Cid, eres tan ingenuo. En una relación hay que saber ceder, créeme. Si lo obligo a hacer algo que no quiere es capaz de dejarme sin sexo por un mes. Y los implementos de bounding no ayudan mucho en estos casos”

“¡Pero tienes que hacer algo!” exclamó el español desesperado. “Si estás en lo cierto soy sólo la primera víctima y esto no ha terminado para mí”

“Sí, bueno… les aconsejaría a ustedes tres que se escondieran y cerraran las puertas de sus casas, pero eso no lo va a detener” dijo Dégel, dispuesto a regresar a su estudio. Justamente le había cogido un libro a Asmita, el Kama Sutra, y babeaba pensando en cómo utilizarlo con Kardia la próxima vez que cruzara esa puerta.

“Pobre de mí…” murmuró Capricornio, resignado. Ser el juguete personal de Escorpio no iba a ser nada divertido.

“¿Pobre de ti? ¡Pobre de mí, querrás decir! ¡Has tenido más acción esta tarde que en todos los años de tu vida y encima te quejas! ¡Sólo piensa en lo mucho que estoy sufriendo sin tener lo que quiero!”

“¡Lo tienes todos los días! ¡Un poco de abstinencia nunca ha matado a nadie, ninfómano!”

“¡Cállate y vete! ¡Espero que las ideas de Kardia te dejen aún peor, reprimido!”

“¡Oh, ya lo creo! ¡Incluso tiene a Regulus de su lado! Por cierto, hablando de él, me ha dicho que ustedes dos tienen un muy interesante uso de la palabra yijah y del cuero”

“¡Te voy a matar!” gritó Dégel colorado. ¿Por qué ese estúpido niño se la pasaba espiándolos? No importaba, ahora tenía que encontrarlo y hacérselo pagar… aparte de hallar un escorpión  y arrastrarlo a su cama para por fin calmar sus ansias. ¡Al diablo con ceder! ¡Él quería a su Kardia!

Notas finales:

¿Y ahora con quién me meto? ¿Me darían una idea? Ya comenzó la universidad y no podré publicar tan seguido, pero intentaré mantenerme a tiempo. Espero que les haya gustado este capítulo... Revews, please!!!!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).