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El casamentero del santuario por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste, puse algo extra de comedia para que sea aún mejor que los anteriores...

Cuando el Cid le dijo que Kardia estaba jugando al casamentero, Asmita no esperaba que se metiera con él. Pasaron las semanas y no recibió ninguna visita de parte del fastidio número uno de los caballeros de la segunda y décima casa, así que se relajó. Estaba cometiendo un grave error y no lo descubrió hasta que fue tarde.

Mientras que el virginiano se relajaba, el escorpión ya estaba manos a la obra. Robó el diario de Asmita, pero no sabía leer braile, así que recurrió a Dégel, que se encontraba de muy mal humor. Tras prometerle que se pondría “ese” traje de cuero para su aniversario, el acuariano se mostró más dispuesto a ayudar.

“¿De verdad escribió esto? Wow, ¿es que lee el mismo tipo de novelas cursis que tú?” se burló el peliazul mientras su amante le traducía. Dégel levantó la vista, a él si le gustaban las cosas que Asmita pensaba acerca de su amor.

“El que se muestre amoroso con él no es un crimen” dijo el acuariano, entregándole las versiones en griego del diario. Invadir así la privacidad de un compañero de armas le causaba problemas, pero en este momento era capaz de cualquier cosa por sexo y estaba seguro de que cuando terminara podría arrastrar a Kardia a la cama. Incluso se consiguió esposas para mantenerlo inmovilizado mientras hacía lo que quería con él.

“Sí… ¡esto es justo lo que necesito! Si Géminis escuchara esto…” se emocionó Kardia. Por fin iba a conseguir unir a una pareja.

“Espera, ¿vas a enviárselas a Géminis?” dijo Dégel anonadado. Era una pésima idea, empezando porque Asmita lo mataría y Deuteros no sabría de quién eran esas palabras… o ¿tal vez sí? Y si se enteraba de todas las cursilerías que Virgo escribió sobre él lo más probable es que se riera, pensando que era una broma. Eso rompería el corazón de Asmita.

“Claro que no” respondió Kardia como si fuera obvio. “Mi enfoque es… mucho más directo”

“¿Directo? ¿A qué te refieres?”

“Eso es cosa mía, cariño” sonrió Kardia. “A propósito, voy a ausentarme un par de días sin permiso, con Asmita, y espero que pienses en una buena excusa para darle a Sage mientras estamos fuera.”

“¡¿Qué?! ¡¿De verdad?!” gritó Dégel. “¿Y a donde se supone que vas, si se puede saber?”

“A Kanon, ¿A dónde más?” dijo el escorpión, luego su expresion cambió por completo. “¿Qué te pasa? ¿Es que acaso estás celoso?”

“¡NO!”

“Pues parece que sí”

“¡QUE NO!”

“Yo creo que sí”

“Cállate” murmuró Dégel sonrojado. No quería que su bichito se fuera, ya había pasado mucho tiempo sin él. Kardia se rió y se sentó en sus piernas, poniendo sus brazos alrededor del cuello del acuariano para su sorpresa.

“No te pongas así” le susurró sensualmente mientras los brazos del otro se enroscaban alrededor de su cintura. “Sabes que eres el único para mi”

“¿Y entonces por qué inviertes tanto tiempo con ellos y menos conmigo?”

“Es sólo que… mientras regresábamos de aquella misión se veían tan tristes. Me hizo valorar aún más la felicidad que tenemos y también quería ayudarlos. Todas las personas deberían poder gozar de algo como lo que nosotros tenemos”

“Cierto… pero ya no pasas tanto tiempo conmigo…” dijo el otro con un puchero.

“Ya lo haremos, te compensaré… y tal vez pronto haya más parejas en el santuario para tener una doble cita o algo así” lo animó el escorpión. “Ahora… tengo que partir pronto. ¿Me cubrirás con Sage, no?”

“¿Qué me queda?” masculló el de los anteojos. Luego captó algo que acababa de decir el peliazul. “Y estaré esperando tu compensación, me aseguraré de que sea buena” susurró.

Kardia no alcanzó a escuchar esto último, pero sintió un escalofrío subirle por la columna. Se dirigió a la casa de Virgo, donde Asmita disfrutaba de una taza de calmante té de jazmín cuando lo vio llegar. Espera que pasara de largo después de saludar, como siempre, pero el escorpión se le acercó y lo tomó de las manos, levantándolo y haciéndolo caminar con él.

“¿Qué se supone que haces?” preguntó el ciego molesto y a punto de quitarle todos los sentidos. Su expresión de enojo era terrorífica incluso con los ojos cerrados.

“Nos vamos” fue la respuesta de Kardia. Felizmente mientras Dégel trabajaba él había ojeado los mapas y encontrado la mejor ruta a Kanon. Incluso localizó un ferri que los llevaría con bajo costo a la isla que algunos consideraban maldita. De hecho, el ferri se instaló por la cantidad de curiosos que llegaban al lugar tratando de ver al “demonio”.

“¿A dónde si se puede saber?”

“Trata de adivinar” le respondió Kardia. Para ese momento ya habían salido del santuario y caminaban por los caminos rocosos de las empinadas pendientes que rodeaban el lugar. Asmita no se resistía, pero tampoco estaba muy animado por ser guiado como un borrego.

“¿Acaso el Patriarca nos ha encomendado una misión y no me he enterado?” preguntó el ciego, tratando de calmarse. Si era así podía aguantar al escorpión un par de días y luego se lo devolvería a Dégel.

“No… pero estamos en una clase de misión”

“¿Qué clase?”

-Unos días después-

“¡No no no no no no no no!” gritaba Asmita, haciendo una pataleta muy indigna de alguien de su rango. Clavaba los talones en la tierra, se agarraba de la primera superficie que tenía al alcance y gritaba sacudiéndose como un niño pequeño. Llevaba haciéndolo desde que se bajaron del bote, o más bien desde que Kardia arrastró al rubio fuera del bote. Y mucho que le costó, en la madera del piso quedaron las marcas de las uñas del caballero.

“¡Ah, por favor, compórtate!” pidió el escorpión, jalándolo aún más duro. Cuando llegaron todos los nativos y curiosos se habían aglomerado a su alrededor, diciendo que por fin el santuario iba a tomar acciones contra el demonio y enviado a sus mejores peleadores para combatirlo. Por fin se librarían de él. Por su parte, Kardia estaba mucho más ocupado arrastrando a Virgo, que no paraba  de gritar y tirar cosas en su frentico intento de escapar.

“¡Déjame!” gritó el ciego. Estaba seguro de que Deuteros lo odiaba y no quería saber nada de él, así que no iba a insultar a su amor con su presencia. Apenas y se atrevía a aparecerse astralmente porque no podía pasar mucho tiempo sin verlo, asegurarse de que estaba bien y… disculparse una y otra vez por lo que le había hecho.

“Vamos, la razón por la que tus disculpas no fueron aceptadas fue porque fueron indirectas, pero si lo miras a la cara y le pides perdón de seguro lo aceptará” dijo Kardia. “A mí tampoco me hubiera gustado que me pidieran perdón en una carta o algo así por una cosa tan grave”

“¡¿Y tú qué sabes?! ¡Dégel nunca ha cometido una metedura de pata tan grave!” siguió el rubio, agarrándose de una columna de una casa.

“Tocuhé” dijo Kardia, soltando un poco su pierna. “Pero ya estás aquí, no pierdes nada por intentarlo y ganarás mucho a cambio”

“No quiero…” dijo el rubio obstinado. “No querrá ni verme la cara”

“Deja de quejarte y vamos” dijo el escorpión, haciéndole dejar la columna de un tirón y arrastrándose hacia el volcán mientras las personas los miraban con curiosidad. Esperaban fuego, una buena batalla y luego bailar sobre el cuerpo del demonio muerto. Eso ponía enfermo a Asmita, era exactamente igual que en el santuario. Deuteros no era querido por nadie… excepto por él, que lo seguía embelesado. “¿O acaso no quieres decirle a Deuteros todas las cosas que piensas de él? Las que estaban escritas en tu diario, quiero decir”

“Tú no podrías leer mi diario”

“Tengo mis medios”

Una vez en el volcán los dos se abrieron paso entre los ríos de lava, Asmita refunfuñando por haber sido obligado a ir hasta ahí. Ya no tenía ningún lugar de donde sujetarse a menos que quisiera quemarse las manos. Con cada paso su nerviosismo crecía, hasta que al llegar al corazón del volcán quería salir corriendo a la velocidad de la luz, cosa que impedía la mano de cierto peliazul, cerrándose como una tenaza de hierro sobre su muñeca, arrastrándolo cada vez más adentro a pesar de que el calor debía molestarlo con su fiebre.

“¿Qué hacen aquí?” preguntó una voz ronca que no esperaba volver a escuchar, esta vez con un deje de desconfianza. Esto envió una serie de escalofríos por su espalda, no estaba acostumbrado a que le hablara así. Desde que le dio santuario en su templo para esconderse de sus perseguidores y comenzaron a acercarse el gemelo menor se dirigía a él con admiración, a veces con alegría.

“Hola, se… Deuteros de Geminis” saludó Kardia por los dos, ya que el otro se había paralizado en el acto, quedándose afónico. Parecía que había sido golpeado por una de las técnicas de Dégel, congelándose de miedo.

“Kardia y ¿Asmita? No esperaba ver a nadie del santuario aquí” luego el demonio se reveló y suspiró. “No voy a volver si eso es lo que vienen a pedirme”

“No es nuestra intención, es solo que Asmita aquí presente quiere decirte algo, ya que no has estado escuchando sus mensajes astrales” le informó el escorpión. El gemelo menor levantó una ceja y pareció pensar por un momento.

“¿Mensajes astrales? No he recibido ninguno… o no me he dado cuenta de que estabas aquí. Lo siento, es fácil distraerme aquí” dijo el peliazul, luego miró a su antiguo amigo. “Perdona, si me hubiera enterado que intentabas contactar conmigo… Bueno, si quieres decirme algo, dímelo ahora. Estoy feliz de verte”

“Yo-yo…” comenzó Asmita. Él tambien estaba feliz de que todo fuera una confusión y de que su amor no lo odiara.

“Dilo de una vez” lo empujó Kardia. Deuteros y Asmita quedaron frente a frente, con el segundo con la cara roja y el primero malinterpretando esto como un signo de que la temperatura del volcán lo estaba afectando.

“¡Lo siento!” soltó por fin el rubio. “¡Lamento haberte hecho eso ese día, no sabes cuánto! ¡No debí pedirte que mataras a tu hermano, debí hacerlo yo! ¡Te hice mucho daño y no sé cómo disculparme por ello!”

“Hey, cálmate” dijo Detueros, notando cómo de nervioso estaba su amigo. La disculpa era sincera, eso era seguro. “No te culpo por lo que pasó, fue mi decisión. Ese día… yo decidí matar a Aspros, ser el demonio que todos creen que soy ahora. Me dolió, pero no me arrepiento. Hice lo que tenía que hacer”

“Cuando no respondías mis mensajes astrales, yo… pensé que me odiabas por lo que había pasado” admitió Asmita.

“¿En serio? Ya te dije, estaba distraído y no me di cuenta de que me llamabas. Soy yo el que debe disculparse, si te hice pasarla tan mal” Kardia tenía que revaluar su opinión acerca del segundo. Realmente era una persona agradable si lo conocías, mucho mejor de lo que era su taimado hermano. ¿Por qué no pudo nacer antes? Hubieran sido muy buenos amigos. Pero por el momento debía centrarse en su relación con Asmita.

“Pero yo…”

“Ya te lo dije, no hay nada que perdonar, yo hice mi elección”

“Es que, ¿sabes que Aldebarán lo está acusando de que conspiró contigo para quedarte con el lugar de Aspros?” metió su cuchara Kardia cuando parecía que las cosas estaban bien. Parecía que esta vez tendría éxito.

“Ese toro, siempre molestándome” refunfuñó Asmita.

“Es un tonto” comentó Deuteros. “Si realmente hubiese sido así yo me hubiera quedado en el santuario. Aparte, ¿quién se cree para juzgar a los demás? Es más prejuicioso que aquellos patanes que me perseguían por todo lugar para apalearme”

“Además, Asmita no te ha dicho todo lo que te tenía que decir” dijo el escorpio, sacando de su armadura un fajo de papeles con la letra de Dégel.

“¿Ah, sí? ¿Qué más?” preguntó el demonio interesado. Para ser las primeras visitas del santuario prácticamente desde que lo abandonó estaban siendo muy agradables, mucho más que los idiotas que usualmente enviaba el patriarca. Asmita por su parte oyó como Kardia sacaba un fajo de papeles de algún lugar de su armadura. ¿Sería que…? No, no era posible. Su diario no era tan pequeño y ligero. Luego cayó en la cuenta: Dégel. El acuariano leía braile, eso era seguro. Traducir los pasajes más embarazosos de su diario era algo que ese aguador podía hacer si el escorpión lo recompensaba de la manera adecuada, aún más ahora.

“¡Dame eso!” gritó el rubio, intentando tomar los papeles por la fuerza ante los ojos asombrados del gemelo menor, pero Kardia le esquivó. El rubio siguió intentando mientras el escorpión trataba de enfocar las letras, maldiciéndose por haber creído que ese idiota no tenía un as bajo la manga. Y o que había escrito ahí… era embarazoso y cursi, como una mala novela de amor. “¡Que me lo des, peste!”

“Ah, sí. Cree que tu cosmos es por mucho el más hermoso que ha sentido en su vida”

“¡Cállate!” gritó Asmita sonrojado. ¡Esas cosas eran privadas, se suponía que nadie tendría que leerlas! ¿Por qué diablos Dégel tuvo que ayudarlo?... Ah, si, claro, sexo. Vendió a un compañero de armas por sexo.

“Y que cuando te ríes tu voz es más melodiosa que el trino de las aves”

“¡Deja eso!” volvió a gritar el ciego, tratando de quitarle a esa maldita plaga las traducciones de su querido diario. ¿Para qué tenía uno en primer lugar? ¡Esas eran cosas de niñitas! Pero cuando comenzó a enamorarse de Deuteros necesitó alguien a quién contarle y sabía que no podía confiar en nadie, así que se consiguió un diario y comenzó a escribir lo que sentía… pena que ahora un metiche estuviera haciendo uso de él. Un par de páginas más y casi todos los pensamientos más vergonzosos que Virgo hubiera tenido de Géminis estaban expuestos. El demonio escuchaba sin emitir un sonido, helado.

“¿Qué piensas de eso?” preguntó Kardia cuando finalmente terminó de humillar a su compañero rubio delante de la persona que le gustaba. Asmita ardía en rabia y Deuteros seguía de piedra. ¿Realmente le estaban dirigiendo esas palabras a él?

“No puedo creerlo” dijo de repente furioso el gemelo menor. “¡¿Has venido aquí sólo para burlarte de mí?!” le preguntó directamente al otro peliazul.

“¿Qué? No” respondió el aludido, tendiéndole las hojas de papel. “Dégel me tradujo esto del diario de Asmita” así que él tenía razón. Cuando le pusiera las manos encima a ese par de tortolitos se iban a enterar de quién era Asmita de Virgo.

“No te creo” dijo Deuteros molesto, luego levantó sus manos en una pose conocida. “Lo siento, pero creo que deben volver al santuario, los dos”

“¡Hey, espera, Deuteros!” dijo Kardia. Tenía que tratar explicarse y rápido, más el otro no le dio tiempo para hacerlo.

“¡A otra dimension!” de repente Asmita y él aparecieron en la casa de Virgo, en el santuario. Volteó y vio a un rabioso Asmita a su lado, tronándose los nudillos y con su cosmos descontrolado por el enojo. El escorpión dejó caer los papeles que aún sujetaba en las manos, el virginiano realmente asustaba cuando quería.

“Mejor corro” murmuró mientras el ciego se preparaba para descargar toda su ira sobre él. Salió huyendo escaleras arriba mientras Asmita le lanzaba la Rendición del Rey de las Tinieblas, casi acertando.

Por su parte Dégel estaba en su casa, leyendo el Kama Sutra e intentando decidir en qué posición someter a Kardia la vez que se cobrara lo que le había prometido. De repente vio entrar a un muy asustado escorpión, que se refugió detrás de él a toda velocidad. Esto hizo que el acuariano soltara el libro.

“¿Qué pasa?” trató de calmarlo, pero inmediatamente tuvo su respuesta al entrar un enfurecido Asmita de Virgo por su puerta, con su enorme cosmos atacando violentamente y una sádica sonrisa en los labios.

“Voy a matarlos…” fueron sus únicas palabras.

-Algunos minutos de dolor después-

Hakurei sujetaba a su aprendiz ayudado por Shion, que puso una barrera de cristal entre el enfurecido Virgo y los dos amantes, que se escondían detrás de un serio Sage, que regañaba al trío como si fuera su padre.

“A ver, ¿Qué pasó?” demandó saber el patriarca.

“¡Ellos robaron mi diario! ¡Y lo leyeron delante de la persona que me gusta!” dijo Asmita cual adolescente malcriado. Sage levantó una ceja y miró a su hermano, sintiendo un deja vu. ¿Cómo iba a reaccionar?

“Déjalo, Shion, voy a soltarlo para que pueda darles una golpiza a esos metiches” dijo Hakurei.

“¡Maestro!” lo reprendió el joven lemuriano.

“No, aniue” dijo Sage, dándole una firme mirada al mayor.

“No, el vínculo entre una persona y su diario es sagrado” dijo el peliblanco a su gemelo. Sage se llevó la mano a la cara, moviéndola ante lo infantil que podía comportarse su hermano mayor en algunas situaciones.

“Hakurei, es Asmita, no eres tú. Y la razón por la que robaron tu diario y lo leyeron delante de toda la orden cuando éramos jóvenes es que cansaste a todo mundo con tus bromas pesadas y quisieron darte un escarmiento”

“¡Mis bromas eran buenas! Bueno, algunas” admitió el lemuriano mayor. De repente entró en el templo un sonriente Manigoldo y sin ver a su maestro comenzó a burlarse del rubio.

“¡Eh, Virgo! ¡No sabía que eras poeta! ¡Aldé ya me ha mostrado su trabajo! ¡Eso del trino de las ave y que el segundo es mejor que el primero es tan dulce!” luego se rió a carcajadas. Sage avanzó hacia su alumno y le dio un lapo en la cabeza.

“Cállate, Manigoldo” dijo serio, luego se le ocurrió algo. “Si quieres comportarte como un niño, así te voy a tratar. Mañana te quedarás en tu habitación todo el día para pensar en lo que hiciste”

“Pero…”

“¡Sin peros! Hakurei, Asmita, Shion, vamos” comandó el patriarca. Manigoldo, con la mirada baja se retiró mientras un alegre Shion ayudaba a contener a su homicida compañero.

“Nos salvamos, uff” soltó Kardia.

“Si, por los pelos” le respondió su novio. Esa noche tampoco tendría nada, primero tendrían que reponerse del susto.

Notas finales:

¿Qué tal? A mí me parece super divertido. Envienme sus reviews, por fis!!!


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