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Droga por venus

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Notas del capitulo:

No tiene mucho romántico, más bien nada. Pero bueh c:

El entorno estaba inundado del saturado humo que salía de los peligrosos e irresistibles labios de Himchan después de tomar una larga y sensual calada del cigarro que se hallaba entre sus finos e inquietos dedos. Su brazo derecho estaba doblado y hacia atrás, apoyado sobre la almohada, y sobre el que a su vez, estaba apoyado su oscuro cabello azabache, que, sudoroso, se hallaba pegado a su frente. Encima de su desnudo pecho descansaba el brazo izquierdo, con la mano levemente elevada, pues, era la que mantenía el ardiente cigarro que estaba fumando. Sus largas y lechosas piernas, que, al igual que el resto de su hermoso cuerpo, también yacían desnudas, se encontraban completamente estiradas, pero cruzando sus tobillos, un pie sobre el otro.

Himchan acercó, con la misma sensualidad que siempre emanaba al hacer un movimiento, el cigarro hacia sus voluptuosos labios, los cuales relamió con lentitud y erotismo para luego apoyar el filtro de este sobre el inferior, tomar una profunda calada que le llenara los pulmones, y volver a separarlo  a la vez que expulsaba el humo con total tranquilidad. Una vez más, relamió sus labios, haciendo que su húmeda lengua recogiera el amargo y seco sabor del pitillo. Mientras, sus ojos brillantes y seductores se posaron sobre los lujuriosos y desesperados de Daehyun, que brillaban con deseo y obscenidad.

-Joder, Himchan, eres tan... -el rubio soltó un gruñido desesperado para luego gatear hasta el torso de Himchan y comenzar a lamerlo, succionarlo, y morderlo, dejando más marcas sobre las numerosas que ya habían.

El de cabellos azabache solo prosiguió fumando y mirando el techo, soltando algunos deliciosos jadeos de vez en cuando pero sin inmutarse. Así era Himchan, orgulloso y engreído, sin mostrar ningún mínimo gesto por algo o por alguien. Daehyun se separó ligeramente para admirar con ojos vidriosos la hermosa obra de arte que había creado esa misma tarde sobre el cuerpo de Himchan, su lienzo preferido. Estiró una mano hacia la pequeña mesilla que se hallaba al lado de la cama, para coger una pequeña bolsita transparente cuyo contenido era tan blanco como la casticidad inexistente en ambas almas.

Los curiosos dedos de Daehyun se colaron por la bolsita para tocar sutilmente el suave y delicioso polvo blanco que contenía, para luego sacarlos y pasear las yemas por la punta de su lengua, saboreando el amargo pero a la vez dulce y encantador sabor que proporcionaba. Con cuidado, vertió un poco del narcótico sobre las moradas y rojizas marcas de la lujuria y la pasión que adornaban el estómago del de cabellos azabache. La húmeda lengua de Daehyun penetró con lentitud el minúsculo ombligo de Himchan, mientras que sus ojos, vesánicos, estaban fijos en los suyos profundos e inmutables.

Cerró los ojos, rompiendo el contacto visual, y pasó la punta de la nariz alrededor de y entre las dos líneas perfectamente figuradas sobre la pálida piel, aspirando el delicioso aroma que esta última emanaba. Un aroma que lo había convertido en un verdadero e insano loco. Bajo la atenta mirada de Himchan, Daehyun esnifó rápidamente el narcótico, provocando que le llegara lo más hondo posible de su ser.

-Eso es muy malo, cariño -aclaró Himchan después de unos interminables minutos de silencio.

Daehyun simplemente sonrió como un estúpido drogado que estaba, tirándose en el lado de la cama contiguo al que el mayor se hallaba, removiéndose hasta encontrar la postura más cómoda. Volvió a cerrar los ojos y se dejó llevar por los maravillosos efectos de la droga que cada día necesitaba y deseaba más. Mientras, a su lado, Himchan apagaba el pitillo en el cenicero que yacía sobre la mesita, para luego levantarse e ir al baño. Daehyun abrió un ojo para mirar con total perversión el irresistible contoneo de las caderas del pelinegro, cuyas nalgas se movían de manera sensual y provocativa con cada paso que daba. Deseaba seguirlo, meterse con él en la ducha y volver a follárselo por cuarta vez en esa tarde mientras la fría agua impactaba sobre sus ardientes cuerpos. Sin embargo, la droga lo tenía completamente aislado y extasiado, como si estuviera en una realidad que no era la que de verdad estaba viviendo.

-Me voy ya, Daehyun -la dulce y a la vez exigente voz de Himchan resonó en su cabeza como un peligroso rayo que rebotaba cada vez que tocaba una superficie, y que lo hacía sufrir dolorosa pero placenteramente.

Daehyun abrió los ojos y se encontró a Himchan vestido con unos pantalones negros y una camisa blanca de botones, su uniforme de trabajo, el mismo con el que se conocieron meses atrás. Su cabello azabache estaba perfectamente peinado hacia atrás, y su aroma ya no radiaba sexo, sudor y lujuria, ahora radiaba pulcritud y perfección. Parpadeó confuso y sorprendido, pues hacía menos de un minuto que había visto a Himchan ir al baño. O eso creía él, porque, realmente, había pasado más de media hora.

-Deja ya esa mierda, Daehyun, es nefasta. No me gustaría tener que decirle a mi marido de ir al hospital porque a la persona con la que le he puesto los cuernos todos estos meses le dio una sobredosis.

Daehyun volvió a parpadear, lentamente, y con el ceño fruncido. Pero para cuando sus dilatadas pupilas volvieron a enfocar su punto de vista, Himchan ya había desaparecido de la habitación en la que se encontraba. El otro tenía razón, mucha razón. La droga que consumía, cada vez con más frecuencia, era nociva y peligrosa para su salud y para su mente. Pero más nocivo y peligroso era Himchan, que dañaba constantemente su podrido corazón.

Daehyun era una persona bastante joven y con una gran vida llena de caminos por delante. Sin embargo, estaba perdido, perdido en un mundo ajeno del que no conseguía salir por mucho que quisiera. Con apenas catorce años, sus padres y su hermana pequeña perdieron la vida en un accidente automovilístico, y junto con el constante mal trato de sus padres adoptivos, lo llevaron al lado oscuro de la droga. Desde lo ocurrido, Daehyun nunca volvió a ser feliz, y para aislarse de esa tristeza y angustia que se apoderaba de él, se resguardaba en la cocaína y la heroína.

Hasta el momento en el que conoció a Himchan.

Una noche como otra cualquiera, Daehyun, con dieciocho años, salió con sus amigos con el mismo propósito de siempre: emborracharse y divertirse. Después de varias botellas de vodka y ron, varias discotecas de las que los acabaron echando por escándalo, y varios incansables polvos y mamadas en los baños de los locales; acabaron a las tantas de la mañana en un bar más tranquilo alejado de todas las discotecas y las calles en las que siempre estaba la juerga. La borrachera que Daehyun llevaba encima no le impidió ligar con el guapo y sensual camarero de cabellos azabache y ojos felinos, que lo había embaucado desde la primera mirada y la primera sonrisa. De un momento a otro, ese camarero, por el que conoció como Himchan, culminó su turno en el bar, y ambos acabaron en una habitación de un motel. No hablando, precisamente.

Entonces Himchan se sumó a los diversos tipos de droga que Daehyun comenzó a consumir.

Los días y las noches que pasaba con Himchan se convirtieron en sus momentos favoritos. Su relación se basaba en el sexo exclusivamente, pero el ardor de ambos cuerpos cuando conectaban y encajaban a la perfección se había trasladado a su corazón, que constantemente golpeaba su pecho con fuerza pidiendo a gritos a Himchan. Lo necesitaba, lo deseaba, lo exigía. Pero Daehyun solo era otro. El otro. Y, por consiguiente, no podía poseer toda la atención por parte de Himchan que demandaba. Porque Himchan, cuando no estaba con él en una cama follando como dos verdaderos animales en celo, estaba en una lujosa mansión en la zona más opulenta de la ciudad, rodeado de riquezas y excesivas cantidades de ropa de marca. Porque Himchan, cuando no estaba con él en una cama, lo estaba en otra pero con su marido de diez años mayor.

Daehyun no quería ser otro, quería ser el único. El único poseedor de su frío corazón y de su perfecto cuerpo. El único poseedor de su sucia alma y de sus insensibles pensamientos.

Pero Daehyun era un chiquillo de dieciocho años que estaba perdido y no sabía lo que quería, y Himchan era un hombre de veintisiete años ambicioso y que solo quería asegurarse un opulento futuro.

Y, entonces, la tristeza y la angustia volvieron al destrozado corazón de Daehyun, y junto a ello, la constante consumición de narcóticos.

-Son imaginaciones tuyas, cariño. No me amas realmente -decía Himchan cada vez que Daehyun le confesaba sus sentimientos, fracasadamente.

Sin embargo, a pesar de que estar con Himchan le hacía cada día más y más daño ante la imposibilidad de estar con él en cuerpo y alma, Daehyun no podía evitar dejar de verlo. Porque Himchan era una venenosa droga a la que se había vuelto insanamente adicto, y de la que no se podía desintoxicar. Así que, aunque fuera en vano, Daehyun seguiría intentando que Himchan se diera cuenta de que realmente lo amaba, e intentando que este le correspondiera. Porque Himchan era lo único que tenía, y a lo que desesperadamente se había aferrado.

-Himchan... -sollozaba Daehyun, completamente angustiado y desconsolado- Himchan...

-Cállate -gruñó el pelinegro, lanzándole una mirada asesina- Vas a conseguir que me despidan -dijo, para luego dirigirse al lado contrario de la barra y atender a los clientes.

Daehyun soltó otro sollozo lastimero para luego llevar el vaso que su mano derecha contenía y tragarse de golpe el whisky doble que había pedido y que no podía permitirse pagar, pero que seguramente Himchan lo haría. Siempre lo había hecho.

-Esta es la última, Daehyun -habló Himchan frente a él, mientras lavaba en el fregadero algunos vasos y platos- Ya me he gastado bastante contigo.

-Himchan, te amo, de verdad que te amo Channie -confesó con voz nostálgica y ojos tristes, mirando esperanzado a un indiferente y frío Himchan.

-Daehyun, te estoy hablando en serio. Cállate y deja de beber o te largas. Das vergüenza -escupió con furia, frunciendo el ceño a causa del enfado.

-¡Te amo Himchan! -gritó Daehyun con voz grave- ¡Que todo el mundo sepa que amo a...

Una bofetada interrumpió las palabras sin sentido de Daehyun. El menor soltó otro sollozo más, a la vez que con la mano se acariciaba la parte afectaba. Su piel ardía, pero no tanto como su podrido corazón no correspondido que poco a poco dejaba de latir.

-Kim -habló una voz varonil desde el otro lado de la barra, dirigiéndose hacia Himchan- Está armando escándalo y algunos clientes ya se han ido. Encárgate de esto si no quieres quedarte en el paro.

-Sí señor -respondió obediente el pelinegro, para luego salir de la barra, agarrar  la mano de Daehyun y arrastrarlo a la parte trasera del local- ¿Se puede saber qué diablos te pasa? -preguntó una vez estuvieron en el callejón ulterior.

-¿Que qué me pasa? -carcajeó Daehyun, tambaleándose por los efectos del alcohol y apoyándose en la pared seguidamente- Me pasa que te amo, coño, te amo Himchan.

-Estás borracho -respondió insensiblemente, a la vez que sacaba un pitillo de su bolsillo, lo prendía y se lo llevaba a los labios.

-También te lo he dicho sin haber bebido -respuso.      

-Pues estabas drogado, como siempre, ¿no? -dijo indiferente, tomando una profunda calada para luego expulsar el denso humo contra el rostro aturdido del menor, quien tosió por la inesperada intromisión.

-Tú eres mi droga, así que supongo que estaba drogado de ti -habló Daehyun riendo sin gracia, mirando completamente embobado al contrario.

-Demasiado ridículo, pero me gusta -sonrió Himchan, acariciando con la mano libre los rubios cabellos teñidos de Daehyun.

Daehyun simplemente sonrió como un verdadero estúpido, acercándose al rostro ajeno y estampando sus labios contra los del pelinegro, con brusquedad y pasión. Evidentemente Himchan no dudó en corresponder, aunque bajando la intensidad y la rudeza que el menor propinaba. Contrario a la mayoría de los besos que ambos habían compartido, ese beso fue más lento y vivo, afectuoso y sensible. Ese beso expresó cariño, ternura, amor, afición. Ese beso provocó que Daehyun se conmoviera y se derritiera por completo ante un severo y controlador Himchan, que indiscutiblemente jugaba con él.

Cuando se separaron, la profunda mirada de Himchan penetró la sumisa y llena de amor que el menor le regalaba. En el bello rostro del de cabellos azabache se dibujó una ladina sonrisa que expresaba burla y diversión. Y el corazón de Daehyun, volvía a destrozarse por millonésima vez a causa de ese hermoso ser que tenía frente a él.

-Este es el último beso, Daehyun -Himchan interrumpió el silencioso entorno con frías palabras- Escúchame bien, cariño. Lo nuestro se acabó, no quiero volver a verte, jamás. Solo eres un crío que no para de joderme con estupideces y que no está a mi altura. Olvídate de mí.

Tras dolorosas palabras, Himchan entró nuevamente en el bar, dejando a un estupefacto Daehyun en el callejón, que contemplaba incrédulo el espacio ahora vacío en el que antes el mayor estaba. Se esperaba que Himchan se riera, bromeara o le pegara como siempre hacía cada vez que le confesaba sus no correspondidos sentimientos, pero lo que no se esperaba, era que acabara de una vez por todas esa destructiva relación que, inconscientemente, le estaba haciendo daño a los dos.

Daehyun gritó con fuerza, angustiado y luctuoso, a la vez que le daba un fallido puñetazo a la puerta por la cual Himchan había desaparecido segundos atrás. A pesar de que Himchan era una venenosa droga que le hacía sufrir y que lo mataba lentamente, Daehyun no podía vivir sin él, porque era la única razón por la cual su corazón seguía latiendo, sus pulmones respirando y su sangre corriendo por sus podridas venas.

Comenzó a sentir frías y pequeñas gotas que caían del oscuro cielo impactar sobre su estremecida y muerta piel. Las nubes comenzaban a llorar fuerte y desconsoladamente, al igual que Daehyun, quien, sin rumbo, comenzó a correr por las calles de la ciudad, intentando desahogarse.

Himchan era lo único que tenía en ese laberinto llamado vida, y, ahora, había desaparecido. Se había ido para siempre, y jamás volvería. Daehyun estaba verdaderamente perdido, y no encontraba ninguna salvación que lo sacara de esa mierda que estaba viviendo. Porque no tenía esperanzas, no tenía ilusiones, no tenía optimismo. Ni siquiera tenía corazón. Todo eso y su vida se habían ido junto a Himchan.

Completamente exhausto por tanto correr, Daehyun se detuvo sobre un puente que cruzaba el hermoso y famoso río Han. Observó con nostalgia las bellas y coloridas luces que se mezclaban con el agua. Un colorido que Daehyun nunca había experimentado en su corta vida, y que nunca experimentaría.

Daehyun sabía que estaba perdido desde hacía muchos años, y que, si quería volver a conocer la felicidad, debía dejar todo, absolutamente todo lo que hacía. Estaba dispuesto a dejar la droga, el alcohol. Estaba dispuesto a volver a estudiar inclusive. Pero, para nada, estaba dispuesto a abandonar el hermoso sentimiento que sentía por Himchan, a pesar de que hubiera sido pisoteado cruelmente por ese mismo.

Realmente no veía ninguna salida, y menos ahora, sin Himchan, que era lo único que lo había logrado mantener con vida, porque con él había experimentado algo que desde los catorce años no hacía: sentir. Y sentir es algo demasiado bello con lo que no se podía vivir felizmente.

Apoyó las manos sobre el muro del puente, e, impulsándose, se subió a este. Se puso de pie, estiró los brazos completamente y cerró los ojos, disfrutando de la suave brisa y las frías gotas de lluvia que bañaban su cuerpo con calidez. Desintoxicarse de una droga a la que se había vuelto terriblemente adicto, era muy complicado, demasiado complicado, y sobre todo cuando se trataba de una hermosa y enganchada como lo era Himchan.

Daehyun era un cobarde, un cobarde que solo sabía huir de toda la realidad que lo rodeaba, como siempre había hecho, resguardándose en la droga y en el alcohol. Sin embargo, ni la droga ni el alcohol podría hacer efecto en su putrefacto corazón que ya había dejado de latir. Sí, Daehyun era un cobarde. Un cobarde que en ese momento solo podía sentir angustia. Un cobarde que estaba ciego y que no veía esperanzas en su vida.

Un cobarde que vio la única opción a huir del amor por Himchan que lo hacía sufrir placenteramente en los brazos tiernamente abiertos de la profunda agua que se encontraba a sus pies.

Y, ese corazón frío y duro en el que nunca amor ni piedad pudieron entrar, comenzó lentamente a romperse en pequeños y numerosos trozos imposibles de volver a unir. Y, ese corazón frío y duro de Himchan en el que nunca había permitido dejar entrar el amor que Daehyun estaba dispuesto a entregarle, comenzó a sentir verdadero amor, por primera vez.

Aunque ya era demasiado tarde.

Daehyun era lo único que tenía en ese laberinto llamado vida, y, ahora, había desaparecido. Lo había dejado marchar para siempre, y jamás volvería. Porque Daehyun ya no estaba en ese mundo, ni estaría nunca. Y todo, por su culpa.

 

 

 

Notas finales:

Bueno, por si acaso, aclaro: Daehyun se suicidó.

Muchas gracias por leer, espero que les haya gustado<3


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