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Stay With Me por Dagi

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Notas del capitulo:

Su bebé era su único mundo… su motivo de seguir adelante...

Capítulo 2

 

No era grato para Dean volver al hospital cuando unas horas atrás se jactaba de sus días libres. Sus compañeros se burlaron de su presencial al verlo otra vez.

“Mira quién trajo la lluvia”.

Pero así era su vida. Siempre tenía esa necesidad de ayudar a los demás. Era un instinto innato en él.

Estudiar medicina fue su primera opción ni bien termino la secundaria. Sin embargo, antes que entrara a la universidad, su padre le insistía que dejara de soñar y que lo secundara en el negocio familiar.

Su hermanito tenía más albedrio al ser el segundo hijo, pero Dean no podía negarse. Siempre era un “sí, señor”.

Un día se levantó con una decisión ya tomada y nadie lo podía detener. En cuanto se lo comunico a su padre, Dean notó el cambio en la mirada del hombre mayor. Desde ese día su relación comenzó a ser más distante de lo que ya era.

Pero con cada victoria había una derrota. John no quedando conforme, le notificó semanas después sobre su compromiso con la hija de su amigo.

—Doctor Winchester…

Dean se sobresaltó cuando la enfermera lo sacó de sus cavilaciones.

—Uh… si…

—El paciente despertó.

Dándole las gracias, Dean se dirigió a la habitación donde yacía el vendedor de la gasolinera.

El hombre había recobrado el conocimiento minutos después de su desvanecimiento. Se sentía un poco desorientado y murmuraba sobre un dolor en el vientre.

De inmediato, Dean llamó a emergencias para prevenir y descartar cualquier problema mayor.

Sus sospechas estaban bien fundadas cuando dedujo que el hombre no se alimentaba correctamente. Porque según los análisis de sangre que le realizaron, comprobaron que tenía anemia ferropénica. Debía estar en reposo unos cuantos días e iniciar una dieta adecuada. Además de comenzar a tomar suplementos de hierro y los prenatales.

Él no era especialista en obstetricia y es por eso que tendría una segunda opinión del Dr. Lafitte.

Dean siguió hondando en sus deducciones al recordar las palabras de la encargada mientras esperaban la ambulancia…

“Castiel… no ha estado muy bien estos últimos días. Hace poco descubrí un cepillo y pasta de dientes, junto con otros objetos personales en el armario de herramientas. Sabía que algo pasaba ni bien lo vi la primera vez. Esperaba que algún día me dijera la verdad, sin ninguna presión. Pero las consecuencias de mi silencio están a la vista. No quiero que le suceda nada malo a él y al bebé que espera”.

Entonces podría decir también que había vivido por un tiempo en la calle.

***                 

Minutos antes...

Castiel abrió lentamente sus ojos por segunda vez y gimió al querer mover su cuerpo.

—Señor Collins, ¿Comó se siente?

Su mente se esclareció y comenzó a escuchar un pitido cerca de él. Ya no se encontraba en el Gas-n-Sip. Estaba recostado en una cómoda cama a diferencia de su bolsa de dormir y el suelo duro.

Miró como la mujer en un traje de enfermera escribía unas cuantas cosas en una libreta.

Oh, estaba en un hospital. Empezó a perturbarse al ser más consciente de la situación. ¿Cómo podía subestimar sus dolores tan a la ligera?

—¿Qué sucedió?—el tono de su voz era agrietado y desesperado—. Mi bebé... ¡Mi bebé!

Extendió el brazo que no tenía la vía y tocó su abdomen. Nunca se perdonaría si le causaba daño a su hijo.

—Está bien—sonrió la mujer—. Sus contracciones musculares se excedieron de lo normal y estamos realizando los chequeos habituales.

La enfermera trató de calmarlo, pero fue en vano. La culpa se había instalado en su conciencia. 

—Descanse—dijo antes de salir.

No podía descansar y muchos menos dejar de pensar. Sentía tanta impotencia. Era tan irresponsable.

¿Qué había hecho él para merecer este destino?

Castiel no se percató que estaba llorando hasta que sintió sus lagrimas caer con fuerza por su cara y un gemido desgarrador salió de su boca.

Su pecho se contraía en un angustioso dolor.

No le importaba si alguien lo veía en un estado deplorable. Nadie entendería por lo que estaba pasando.

Su opresión en el pecho no se aliviaba. Él sabía que esa sensación era causada por todas las emociones y sentimientos tristes que acumulaba y reprimía, recuerdos de momentos que nunca podría olvidar por más que intentara.

Sus manos no dejaban de situarse en su abdomen, creando una especie de escudo. Su bebé era su único mundo… su motivo de seguir adelante.

¿Por qué le pasaba esto a él?

“Confía en mí, gatito”.  Otra vez esa voz detestable que no se iba de su cabeza. Ya no lo podía soportar más.

¿Cómo se había enamorado de ese hombre? No. Ahora se daba cuenta que no era amor. Sólo era una ilusión que él deseaba creer.

¿Por qué no le hizo caso a Gabe?

“Te está utilizando. Cuida tus pantalones, Cassie”.

Su hermano siempre se lo advertía cada vez que conversaban por teléfono.

“No es bueno mezclar los negociones con el placer”.

Sin embargo, Castiel seguía hechizado por sus encantos y su seducción. Le había jurado un futuro lejos de la obediencia de sus hermanos mayores. Una libertad como la que gozaba Gabriel.

Se encontraba tan ensimismado que no se dio cuenta que alguien entró al cuarto.

Parecía ser que las lágrimas no acabarían, porque empezó a ver borroso otra vez. 

Su corazón dolía demasiado. Estaba asustado y sólo quería que alguien le dijera que todo iba a estar bien.

Expulsó un suspiro tembloroso y se acurrucó más en si mismo.

***

 Maldita sea. Parecía una locura, pero la atmosfera del lugar era sofocante. Dean había presenciado tantas cosas en su profesión, pero no estaba preparado para ver semejante escena.

Su sentido de justicia gritó en su mente, ¿Cómo ignorar esa imagen? Desde la posición en que se ubicaba, divisaba con suma claridad a un hombre sucumbiendo al dolor y la pena. Aferrándose a lo único que tenía.

Reconocía esa emoción, porque también lo había sentido cuando era un niño. Después de la muerte de su madre, para ser más exacto. Mary había fallecido en el incendio de su primera casa cuando Dean solo tenía cuatro años y Sammy era apenas un bebé.

Se quedó unos minutos más antes de salir en silencio. Volvería más tarde, era lo mejor.

Mientras caminaba por el pasillo del segundo piso, donde se situaba su consultorio, Dean estaba aturdido y desenfocado.

¿Qué le pasaba? Ya había echo la buena acción del día, ¿no?

¿No era un buen momento para irse a su casa?

Entonces, ¿Por qué sus pensamientos se redireccionaban a una sola persona?

Mierda. Su cabeza se hallaba barajando miles de intensiones y en especial, una que podría cambiar su vida y la del hombre por completo.

Notas finales:

Gracias por leer!

Dagi :)


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