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Folla bien, sin mirar a quien... por DraculaN666

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Notas del fanfic:

Hace mucho que no escribía un original. Iba pensando en ello mientras estaba en la tienda de la esquina comprando chuches y pensaba que el policía que estaba ahí -no sé qué hacía ahí, la verdad- era demasiado guapo para su propio bien y que necesita un seme azotador (?)


Y con ese simple pensamiento nació esto... que no tiene absolutamente nada que ver :v es el poder de mi lógica, sí señor.


En fin, ya saben, lo de siempre. Los personajes son míos, las malas ideas también, al igual que los pensamientos cachondos en lugares non santos.


Cualquier parecido con la realidad, con personas ya sean vivas, muertas, escondidas o desaparecidad es producto de mi enferma mente que todo quiere yaoizar...

Había algo totalmente malo en todo aquello, estaba muy seguro. Aunque tener una lengua extra en la boca intentando llegarle a la faringe no ayudaba a su concentración.


Seguro que podía esperar.


Oh, definitivamente tenía que esperar al sentir una mano un poco más traviesa bajando hasta llegar entre sus piernas, que se abrían gustosas para recibir la visita.


En época de guerra cualquier agujero es trinchera. Y aunque sea de caballero, sin duda. Era un diálogo común entre su alumnado, y era moralmente incorrecto expresarlo en voz alta... o hasta pensarlo, considerando que era una escuela católica.


Ah, ya veía dónde estaba el problema en tener la lengua de otro hombre en su boca y una mano extra en su pene -muy duro, por si a alguien le interesa-. Votos de castidad y todo eso, pero quién piensa en ello cuando la reencarnación de tus sueños húmedos decide atacarte en tu oficina para remediar todo eso de la tensión sexual.


Will es un sacerdote bastante joven, alguien debería perdonarle por eso. Haber dejado que sus padres decidieran sobre su futuro –y su virginidad, al parecer- era el peor error que había cometido. Pero creyó poder seguir adelante y negar para siempre su homosexualidad, y que a muchos les quedaba demasiado bien la sotana… aunque seguro que estaban aún mejor sin ella. Al segundo error ni siquiera sabía si debía catalogarlo como tal, no era culpa suya ni nada. Querer ser amigo de los demás profesores  no tenía absolutamente nada de malo. Pero había notado las miradas de Henry, el profesor de educación física. William podía ser muchas cosas –virgen, crédulo, inseguro y estar medio cachondo porque nunca ha liberado bien a sus hormonas- pero no es estúpido y cuando alguien te mira por más de media hora el culo… eventualmente te das cuenta ¿no?


Aunque él se diera cuenta a penas fuera empujado dentro de su oficina por un Henry bastante alterado exigiéndole que dejara de provocarle. Aclarar las cosas en ese punto, con los dos medios desnudos sin despegar sus bocas y frotando sus erecciones una contra otra era ya algo ridículo.


Así que, Will sabiamente pensó que ya habría otro momento para poner en claro las cosas. Cuando la ansias y el deseo no le quemaran la piel. Porque puede que no estuviera provocando a Henry a propósito, ni siquiera sabía cómo se puede lograr eso, pero no negaba que lo deseaba con fuerza. Deseaba sus manos recorriendo su cuerpo de arriba abajo, besando cada parte de su piel hasta no dejar ningún rincón sin explorar. Deseaba que esos ojos verdes se lo comieran siempre con la mirada, quemándole de deseo como en ese momento. No se consideraba especialmente guapo. Cabello castaño oscuro perpetuamente alborotado, ojos negros y sonrisa boba. Vivía la mayor parte del tiempo pensando en qué hacer de su vida, más que en orientar a sus alumnos en la suya.


En su defensa diría que todo eso era en contra de su voluntad… lo de la escuela y el sacerdocio, para lo de ser empotrado contra su escritorio estaba siendo muy cooperativo. Culparía totalmente a lo persuasivas que son las manos de Henry en su espalda y su cabello, o la piel de sus costados caliente contra sus muslos, o su boca que se empeña en sorberle el alma mientras su lengua saborea todo a su paso.


—Henry… —dijo una vez se vio liberado de su boca.


Creyó que había cometido un error al traerlos a la realidad tan de golpe. Henry le miró como si le viera por primera vez desde que entró a la oficina, o como si entendiera lo que estaba haciendo. Sus ojos entrecerrados, el cálido aliento de su boca chocando contra la suya de forma agitada, el cabello castaño casi rubio revuelto entre sus manos… No pudo evitar relamerse un poco los labios ante la visión , preparándose mentalmente para las mil y un excusas que recibiría y que él mismo debería decir. Sin embargo, algo se oscureció en la mirada del otro, que le tomó de los muslos con fuerza e hizo que envolviera sus piernas alrededor de su cintura.


En lo que pareció un despliegue de masculinidad, vanidad y fuerza, Henry le cargó hasta la pared más cercana y lo estampó, dejándole bien sujeto entré su cuerpo y la pared.


—Te dije que dejaras de provocarme.


Y ahí estaban de nuevo, una lucha por el control de la boca contraria, donde claramente Henry tenía una enorme ventaja. La experiencia, la fuerza y el deseo destilaban por el cuerpo. Will nunca creyó llegar a sentirse tan deseado por nadie y el calor que eso provocaba en su pecho le ahogaba con fuerza. Aún así se negaba a dejar ir a la boca contraria,  estaba a la merced de Henry. Lamentó cuando alejó su boca, pero no tuvo tiempo de protestar cuando el par ese par  labios  bajó por su cuello, dejando besos húmedos a su paso y bajando, y bajando más hasta toparse con el borde de su camisa blanca. Con un gruñido, cual animal en celo, Henry rasgó la camisa e hizo saltar los botones para dejar expuesta su piel y continuar con su camino de besos.


Sentía la lengua serpentear por su abdomen mientras una de sus manos masajeaba con fuerza su erección. Intentaba agarrarse de lo que podía, la pared, el cabello de Henry... No supo si fue mejor o peor cuando la caliente y húmeda boca se cerró sobre la punta de su erección y sorbió con fuerza. Habría pensado en algo para contener el inminente orgasmo –el lugar en donde estaban, las imágenes religiosas por toda la oficina mirándoles acusadoramente, que cualquiera podría entrar sin previo aviso- pero le fue imposible  y se derramó por completo con un jadeo a penas contenido.


Ligeros espasmos atravesaban su cuerpo por el reciente orgasmo y su piel, excesivamente sensible, se crispaba aún más ante el toque de Henry, así que no supo con certeza si fue placer, dolor o incomodidad lo que sintió al ser invadido por un dedo. Henry se incorporó hasta quedar a su altura, sin retirar en ningún momento su mano, besando con ligereza su pecho y su cuello.


—Perdóneme padre porque he pecado —escuchó que susurraba en su oído—, y lo continuaré haciendo mientras me lo pueda follar —continuó antes de que pudiera decirle que no estaban en condiciones de una confesión.


De pronto  añadió otro dedo y nuevamente tenía una lengua extra en su boca. Poco le importaba que Henry pecara y mucho menos le importaba si él le ayudaba a pecar.


—Folla bien, sin mirar a quién —se escuchó decir y quizás en otra época, en otro momento o mucho menos cachondo de lo que estaba ahora, se habría horrorizado. Pero como recompensa su comentario obtuvo una discreta carcajada y un “quién soy yo para negarme”, antes de sentirse completamente invadido por algo mucho más grande que dos dedos.


Se aferró como pudo con sus piernas a la cintura de Henry, enterrando el rostro en su cuello y clavando las uñas con fuerza en su espalda. Eso era jodidamente doloroso. Supuso que el pago de la penitencia.


Esto tiene que ponerse bueno en algún momento si hay tanto gay por el mundo, intentó pensar con humor mientras sentía cómo las manos de su amante le acariciaban de arriba abajo, buscando relajarle, y los labios que si no besaban su cuello o su boca le susurraban palabras conciliadoras al oído.


—Moría por hacer esto —dijo Henry en algún momento con un poco de dificultad. Se notaba el esfuerzo que hacía por no comenzar a moverse en su interior con fuerza hasta desgarrarle—. Seguro que no soy el único. Veo cómo más de uno quiere joderte como yo estoy haciendo —dio una estocada, para reafirmar su punto—, y le cortaría la polla a quien se atreviera.


Movido por el pensamiento de ver a Will con alguien más, Henry inició las estocadas, primero lentas y profundas, saliendo despacio y luego entrando de golpe. La espalda Will chocaba con la pared y estaba seguro de que al finalizar tendría varios moratones. Pero mientras Henry estuviera entre sus piernas, arremetiendo en su interior con más fuerza y más velocidad, poco le importaba.


No sabía cómo responder a sus acusaciones. No ponía demasiada atención a las miradas de los demás, a parte de la del profesor de educación física, que era la única que le importaba, la verdad. También creía que era una gran exageración. Will era larguirucho y muy delgado, con la piel demasiado blanca por pasar más tiempo en un rincón de la biblioteca leyendo libros de terror y novelas policiacas que saliendo a ver el mundo o recibir el sol. Henry era un poco más robusto, más bronceado, más guapo, más carismático, más todo. La única explicación que su mente encontraba para toda la situación es que de verdad había pasado tiempo sin follar para acabar haciéndolo con él precisamente, mucho menos iba a creer que alguien más se fijaría en su persona.


Y sí, Will podría ser todo lo adorable que humanamente se pueda ser, pero eso no tenía nada que ver ¿verdad?


Detuvo sus pensamientos para concentrarse en ocultar un sonoro gemido que provocó una certera escotada contra su próstata.


—Oh diosssss… ¡Joooooooder! —Exclamó sin poder evitarlo cuando Henry al notar lo que pasó , se centró solamente en ese punto.


—No debe usar el nombre de dios en vano padre —casi podía ver la sonrisa en sus labios al decirle eso al oído, para después lamer su oreja y pasar nuevamente a sus labios. Lo que fue una buena idea porque vista la situación, no creía poder seguir siendo discreto.


Vagamente se dio cuenta de que su cuerpo fue despegado de la pared y a penas sintió cuando fue recostado sobre su escritorio. Fue consciente de ello… o al menos se percató un poco, cuando Henry se separó de su cuerpo, le dejó recostado para incorporarse y le tomó de las caderas con una sonrisilla algo socarrona.


—Es una linda vista —comentó ensanchando la sonrisa, contemplando desde arriba el desastre que era William con el cabello alborotado, la camisa rasgada sobre sus hombros, las piernas abiertas y él entre ellas, totalmente enterrado. Se mordió los labios con deleite antes de comenzar a embestir nuevamente con fuerza. Entraba y salía a un ritmo algo violento. Will se aferraba como podía al escritorio e intentaba no desgarrarse la garganta a gritos.


Era un poco doloroso aún, lo admitía, pero el placer que recorría por oleadas su cuerpo terminaba en su pene, nuevamente erecto, que goteaba sin parar. Henry pareció notarlo pues una de sus manos viajó desde su cadera hasta él, masturbándole al compas de las embestidas.


Fue una sensación extraña, de pronto todo movimiento en su interior cesó y el cuerpo de Henry quedó completamente tenso entre sus piernas mientras una húmeda y caliente sensación se expandía por el interior de su cuerpo. La mano que atendía su miembro se cerró con fuerza en la punta y comenzó a subir y bajar con una deliciosa presión hasta que fue inevitable que él también se corriera sobre su pecho.


Se quedaron así un momento, muy quietos, tranquilizando sus respiraciones y enfriando un poco la cabeza.


William volvió a la realidad, un poco más calmado, cuando sintió una mano que subía por su costado de forma lenta y pausada, casi con pereza, y un cuerpo que se dejaba caer un poco sobre él. Reprimió una mueca de incomodidad –y ocultó un gemido insatisfecho que su traidora garganta intentó soltar- cuando Henry sacó su pene laxo de su cuerpo.


—Perdóneme padre porque he pecado —volvió a repetir en su oído, de forma pausada y sensual, dejando besos por su cuello—. Y no creo poder dejar de hacerlo.


—Tendrás que cumplir una penitencia —respondió de la forma más normal y seria que pudo, lo cual no fue mucho considerando las caricias y los besos sobre su cuerpo.


—¿Y cuál sería mi penitencia?


—Invitarme cada vez que peques —Y pasó sus brazos alrededor del cuello de Henry  comenzando un nuevo beso, negándose a dejarle ir en el largo, largo rato que durara su penitencia. 

Notas finales:

Emmm... ¿comentarios?


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