Si imagináramos que los objetos hablaran, que las cosas que llamamos “muertas” tuvieran vida, ¿Qué podría contarnos, por ejemplo, este piano acariciado por la brisa, bajo los últimos fulgores del atardecer entre las nevadas estribaciones de la sierra de Corea del sur? ¿Qué hace un instrumento de ese tamaño en este lugar tan… abandonado, donde solo las criaturas pequeñas escuchan esas notas que sonaron? ¿Por qué dejaron a este piano siendo tan hermoso, tan preciado, tan caro?
Dejemos que él hable por sí mismo, que él nos cuente que paso.
“Fui hecho en Chicago, por manos cuidadosas en la fábrica de instrumentos Takiro, cuyos fundadores emigraron a América desde China. Me exhibieron en una gran tienda en una avenida de esa ciudad, en donde todo el día se oía música. Muchas manos me tocaron, manos de hombres hábiles y virtuosos, que acariciaban mis teclas de marfil pensando tal vez en amor, tal vez en una mujer. Pero también me tocaron manos infantiles y juveniles, muchas de ellas torpes, aun ignorantes y sin experiencia, pero nadie parecía interesado en comprarme a diferencia de las guitarras, saxofones, violines, tubas o acordeones.
Más un día un hombre que vestía diferente, totalmente de blanco, elegante, no solo me compro a mí. Amorosamente empacados viajamos en tren durante varios días, y en un lugar llamado New Orleans quedamos separados, cada uno de nosotros fue a parar a un gran barco crucero, estos barcos recorrían el Rio Mississippi, de norte a sur, de sur a norte. Eran grandes, como enormes edificios flotantes.
De día me tocaban poco pero de noche lo hacían sin interrupciones. Nos trataban bien. Un viejo me afinaba y como solía hablar solo recibía noticias de mis compañeros.
-Eres el mejor de los otros que ha comprado Mr. Johnson, se descomponen tan rápido…
Después de unos años no s que paso pero me vendieron, viaje de nuevo en barco y termine en un lugar llamado Jeju, en Corea del Sur.
Ahí también me tocaban de noche pero en ocasiones la música ni se escuchaba porque la gente hacia un ruido realmente infernal. Y algo paso una de esas noches, hubo un incendio en el que casi quede destruido pero sobreviví y fui a dar a otra tienda de instrumentos usados, en un lugar llamado Seúl, donde pase varios años arrumbado, por lo que oía a nadie le interesaba comprar un piano tan viejo.
Hasta que un día un joven que se presentó como Kim Jun Myeon pago por mi sin excusas. No sabía si el joven Kim sabía cómo tocarme pero me trataba con respeto. Me subió a la parte trasera de una camioneta empacado realmente bien y me coloco una manta extra para protegerme del sol, durante todo el camino evito los baches y cuando por fin paramos fue en una cabaña un tanto alejada de la civilización. Con ayuda de una rampa y de un sujeto con mejillas regordetas lograron acomodarme en la lujosa cabaña.
-Espero que a Lay le guste.-Dijo Jun Myeon emocionado.
-Yo creo que sí, el ama este tipo de cosas musicales y antiguas.-Contesto con una sonrisa el chico con cara de bollo.
Después de descansar un tiempo ambos se fueron por un par de días, pero no los suficientes para llenarme de polvo. Al quinto día el joven Kim regreso, pero ahora acompañado por un chico pelirrojo con una venda en los ojos
-Vamos Su Ho, es desesperante, llevo la mitad del viaje con los ojos cubiertos.-Reclamo el pelirrojo.
-Ya deja de quejarte Yixing, valdrá la pena, lo prometo.-Sonrió Jun Myeon, o Su Ho, como Yixing lo llamo.-Ya te puedes quitar la venda.-
El chico pelirrojo se retiró la venda y sus ojos se iluminaron, recorrió el lugar con la vista cada uno de los rincones de la casa hasta llegar a mí. Me pregunte si serian hermanos, aunque no note ningún parecido.
-¡Dios mío Su Ho!-Grito y corrió a tocar algunas partes de mi estructura- Es hermoso…
-Me habías comentado que querías un piano y pues este es un poco viejo pero me gusto, cuando lo vi me recordó mucho a ti.-Respondió Jun Myeon, o Su Ho como el pelirrojo lo había llamado.
-¿Estás loco? Este modelo es único, fue hecho a mano. Debió costarte una fortuna.-Comento el chico admirándome.
-Todo por mi pequeño Yixing.-Su Ho se acercó al pelirrojo y lo beso.
En todos mis años de existencia me había tocado presenciar tal muestra de amor. Había escuchado a un par de personas en el barco alguna vez quejarse de otras personas del mismo sexo demostrándose amor, pero jamás lo había presenciado.
-¿Vivirás aquí?-Pregunto el pelirrojo cuando se separaron, sus ojos se veían muy brillantes.
-Claro que sí, y tu vivirás conmigo.-Sonrió el pelinegro.
-¿Qué?-Pregunto Lay sorprendido.
-Si, tómalo como un regalo de graduación, por tu título de la universidad. Ya no quiero que vivas en ese feo apartamento, véndelo.
-Pero, ¿Y si algún día ya no me quieres contigo?
-No seas tonto Yixing, yo quiero pasar toda mi vida contigo.-Su Ho sonrió, se arrodillo y de una de las bolsas de su chaqueta saco una pequeña cajita.- ¿Me concederías el honor de pasarla conmigo?-Abrió la cajita y de esta se asomó un anillo con un pequeño-gran diamante sobre él.
En el crucero muchos hombres le pedían matrimonio a sus novias pero en esta ocasión me sentía especial.
Yixing solo soltó en llanto y se abalanzó sobre Jun Myeon gritando repetidas veces “Si, si, si, si”, besándolo donde su boca lograba atinar en la cara del otro. Su Ho reía feliz y comenzó a besar al otro directo a la boca. El ambiente se inundó de amor mientras ellos se besaban con deseo, rodando por la alfombra de la sala. Se acariciaban mutuamente con toques delicados.
-Detente ahora Lay porque si no lo haces yo ya no poder parar.-La voz de Jun Myeon sonaba a suplica pero con cierto toque de lujuria.
-¿Qué te hace creer que quiero que te detengas?-Contesto Lay con picardía. Logre ver la sonrisa del pelinegro, quien regreso a su tarea de besar y acariciar a su prometido como si su vida dependiera de ello.
Lay comenzó a meter lentamente las manos por debajo de la camisa de Su Ho. En cuestión de segundos la ropa de ambos fue desapareciendo. No decían ni una palabra pero toda aquella situación se podía entender claramente por los gemidos que salían de ambas bocas
Una vez desnudos, Jun Myeon puso a Yixing sobre el solo pronunciando un: “Te amo, para siempre” y sin esperar respuesta del contrario, con un movimiento lento, se introdujo en él. Sin tiempo de responder Lay solo soltó un fuerte gemido llenando el silencio erótico del lugar.
En el rostro de ambos se notaba el placer que recorría por sus cuerpos. Su Ho entraba y salía repetidas veces de su amante quien lo ayudaba dando pequeños saltos sobre él.
-P-por.. favor-r.. ma-as.. r-rap-pido.-Pedía Yixing con el poco aire que le quedaba. Jun Myeon, sin decir nada, lo giro en el piso quedando ahora el arriba, se acercó a su boca dándole un profundo beso para después comenzar a envestirlo con más velocidad. Numerosos suspiros salían de la boca de ambos.
-E-eres… Tan…E-estr-recho.-Gruño Jun Myeon, Yixing gemía sin censura alguna. Su Ho tomo el miembro del pelirrojo y comenzó a masturbarlo rápidamente hasta lograr que este se corriera. El pelinegro dio un par de envestidas más y ambos llegaron al clímax, quedándose ambos recostados en la alfombra sin pena alguna.