Se que parezco un chico normal, pero no, no lo soy. Recuerdo aquel día como si fuera ayer, cuando me enteré de lo que era, y lo que, para mí maldita desgracia, seré siempre. Cuando vi como de mi cuerpo salían aquellas llamas azules, de como invadían mi ser y poco a poco, el control sobre mi mismo. Me sentí fuerte. Poderoso. Pero a la vez asustado, muy asustado. Mirar a mi alrededor y ver todos los destrozos que había causado, la gente me miraba con miedo, como si fuera un monstruo. "No soy ningún demonio", gritaba entre sollozos, Pero ellos tenían razón. Soy un monstruo, un demonio, un hijo del infierno.
Mi vida se iba derrumbando cada vez más y más. Tenía miedo de salir, no quería hacer daño a nadie, no a las personas que quiero. Me encerré tanto en mí mismo que incluso mis amigos me dejaron de hablar. Hasta tenía la sensación de que mis padres no me querían en casa. Es por eso que a una temprana edad, unos 15 años, me fui de la ciudad. Al principio,no sabía donde mudarme, solo sabía que quería irme lejos, donde nadie me conociera. Así fue como finalmente acabé viviendo en Kyoto. Aquí nadie sabe lo que soy.
Salía de la escuela y me dirigía a casa, ya habían pasado seis meses y me había adaptado a la gente de aquí, ya no tenía miedo de que me juzgaran, no, ellos no lo sabrían nunca. Mi nuevo mejor amigo, Shima, había faltado, y la verdad es que me había aburrido en clase más de lo normal. Mi profesor Aki, parecía que no me soportaba. Aunque no le voy a culpar, es mi tutor, y cada vez que me metía en un lío, que no eran pocas veces, él tenía que hacerse cargo de todo el papeleo e incluso llamar a mis padres. A veces pienso que soy demasiado impulsivo, pero no se ni como lo hago. Estoy hablando con alguien y de repente estoy sumergido en un pelea, de la que si me descuido, pueden descubrirme.
Llegué a mi casa, vivo solo, así que la luz estaba apagada. Mientras me dirigía a mi dormitorio, me di en el dedo meñique del pie con un mueble.
-¡Ay!, ¿qué hace esta estanteria aquí?-gruñí y le pegué una patada, lo que hizo que me hiciera aún más daño.
Unos minutos después, cuando se me pasó el dolor y el enfado, me puse a jugar a lo único que me relajaba en esos momentos: House of Demons.
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Usuario: Abaddon
Contraseña: *******
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Bienvenido, señor Abaddon.
Este juego no tiene mucha historia. Juegas, matas demonios, consigues puntos, subes de nivel. Pero estos jugadores no tienen ni idea, no saben lo que es un demonio. No saben lo que es ser un demonio.
Has matado a 15 de los aliados de Abigor. Logro desbloqueado: Masacre.
Recuerdo cuando me enseñaron este juego, un día de clase. Yo no lo conocía, así que decidieron mostrarmelo. Al mes siguiente, encabezaba la lista de los mejores jugadores.
Has derrotado a todos los aliados de Abigor. Logro desbloqueado: Sed de venganza. Próxima misión: Acaba con él y sus guardias.
¿Por qué en tan sólo un mes estaba el primero, y mis compañeros, que llevaban meses, ni siquiera estaban entre los 10 primeros? Fácil, ellos no saben las lágrimas que vi derramar por los destrozos de un demonio. Y ese demonio soy yo. Y juro que antes de morirme acabaré con todos ellos, aunque sea en un estupido videojuego.
Acabas de derrotar a Abigor, consulta tu inventario para saber los objetos que has desbloqueado y vuelve al menú para hacer otra misión.
"Un demonio menos", pensé. Me sentía mejor conmigo mismo, así que decidí apagar el ordenador y ponerme a hacer deberes. Pero justo entonces, recibí una notificación.
Tiene un mensaje de HankokuDekinai.
No estaba en mi lista de amigos, pero, extrañado, abrí el mensaje.
HankokuDekinai: Se tu secreto.