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La leyenda de príncipe solitario por Ruminau

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Notas del fanfic:

Este fanfic es mio, y completamente mio, fruto de mi mente fujoshi.

Notas del capitulo:

Traigo este oneshot, con intención de entretener al lector, siempre he pensado que cuando mis palabras conmuevan a alguien, allí me daré cuenta que soy una buena escritora, pero para eso falta mucho y sin mas que decir a leer!





He aquí las memorias de un reino que ha sido omitido con el pasar de los años y olvidado en el rincón más profundo de las mentes de aquellos que fueron testigos, y que hoy en día no quedan vestigios. Una pequeña leyenda parecida a muchas otras. Una pequeña leyenda contada por nadie….







En las antiguas tierras del sur del continente Coesmo, donde los dioses todavía no habían abandonado al ser humano, antes que las criaturas míticas cerraran sus ojos y se ocultaran de la vista del hombre. Existió un reino en las laderas de las montañas, conocido por la región, por tener las más hermosas flores, era un reino muy visitado, las princesas de otros dominios les encantaba venir a los jardines del palacio, los pueblerinos eran conocidos como personas serviciales y hospitalarias, los soldados hacían un excelente trabajo, resguardando a aquellos a quienes juraron proteger, ante los ojos de las otras soberanías, era sin duda un reino prospero.
Pero las apariencias engañan desde tiempos inmemoriales, en realidad, este reino tenía un conflicto interno, aquella hermosa sonrisa que distinguía al vulgo era falsa y era que todo el pueblo odiaba al actual príncipe, lo describían como una horrible persona, arrogante, codicioso, vanidoso, egoísta, que les tenia aguantando hambre y que era el peor gobernante de todos los tiempos.
Nadie en el reino le tenía cariño, nadie le veneraba, los padres enseñaban a sus hijos a odiarle, sus propios sirvientes pretendían matarle, intentando que ante los ojos de los demás su muerte pareciera un accidente, pero de allí no pasaban, porque temían que la diosa Némesis les castigara por revelarse contra su gobernante.
¡Oh mi príncipe! Si alguien se hubiese tomado la molestia de conocerte, no habría caído la desgracia sobre este pueblo.
En un atardecer de primavera, el príncipe, que por cierto era un joven muy hermoso, cabellos de seda negra que caían en cascada hasta su espalda baja (casi siempre lo traía sujetos en una coleta baja) sus ojos color ónix, su piel era simplemente hermosa y delicada, adornada con telas finas y piedras preciosas, a pesar de su delicada apariencia sabia defenderse. Aquel príncipe, de hermosa fisonomía, era odiado por sus súbditos, el soberano suponía que no les contrariaba su apariencia si no su corazón, porque si de apariencias habláramos, existían muchas personas en la plebe dignas de su irracional odio.
Estaba sentado frente a la fuente contemplando su reflejo, preguntándose si de verdad había algo mal en él. ¿Por qué su amado pueblo le odiaba? ¿Era por qué no hablaba? El príncipe también era conocido como el príncipe mudo, no es que no tuviera la capacidad de articular palabra, simplemente no le apetecía. No, no era muy razonable ¿No hacia bien su trabajo? Tampoco, el reino era prospero. Tal vez había hecho algo muy malo, sin que se diera cuenta, ganándose el rechazo de sus súbditos. Tal vez esa era la razón, pero tal hipótesis no le convencía, sentía que había algo más, algo que todos decidieron callar.

El desprecio de su pueblo, destrozaba su solitario corazón, le estaba matando lentamente probablemente moriría sin conocer lo que es el amor, sin conocer lo que es la amistad, y el proletariado seguramente celebraría su muerte durante muchas primaveras.
No le gustaba ser el malo de la historia, porque eso claro está, una parte de él le decía que hiciera realidad esos rumores, que rondaban sobre él, que les hiciera conocer como es en realidad un gobernante cruel, pero la otra parte se negaba, los ama demasiado para dañarlos, es por eso que se esforzaba mucho para mantener a su pueblo a salvo. Mientras meditaba mirando su reflejo, el viento soplo arrancando los pétalos color rosa de los rosales, y en ese instante mientras aquellos delicados pétalos bailaban a su alrededor, vio a alguien más detrás de él, con rapidez se volteó, atento al peligro, pero su reacción fue lenta y cayo inconsciente al suelo.

Sus ojos se abrieron lentamente, y se incorporó, ¿Dónde estaba? Todo era muy pacífico y reconfortante estaba rodeado de nubes, y a lo lejos se podía ver un pequeño estanque, los cálidos rayos del sol bañaban todo el lugar.
“¿Estoy Muerto?”
Vaya, así que sus sirvientes lo lograron, le habían arrebatado la vida, y pensar que había muerto de esa forma, sin que nadie llorara por él, sonrió amargamente. Miro con más detalle a su alrededor. Allá por el estanque, le pareció ver a una mujer de cabellos dorados, se levantó y camino hacia el lugar, conforme se iba acercando pudo ver 4 tronos detrás del estanque, dos de ellos estaban ocupados, la mujer que estaba junto al estanque, llevaba con ella un arco y una flecha, vestida con túnicas blancas, dejo de darle la espalda y le miro, el príncipe se detuvo y trago saliva, sabía quién era ella, había representaciones de ella en el templo, la niebla se disipo y pudo ver a los ocupantes de los tronos, Apolo y Némesis, la mujer que estaba junto al estanque era Artemisa, el príncipe se dejó caer sobre sus rodillas y se inclinó ante ellos.
- Levántate, príncipe……. Gobernante de las tierras ocultas de las estribaciones de Sirio. No temas, no estamos aquí para castigarte y no estás muerto-dijo Artemisa- Hemos pedido permiso a Morfeo para hablar contigo en un sueño, en petición de la reina Axelia

- ¿La reina Axelia?- pregunto el príncipe
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- Si, ¿no sabes quién fue?- el príncipe se negó- la reina Axelia fue tu madre
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- ¿Mi madre?- cuestiono sorprendido, de escuchar referencia de su madre
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- Si, nos ha suplicado ayudarte- la voz de Artemisa era angelical y aterciopelada.
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- ¿Ayudarme?
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- Sí, pero antes de eso hay algo que quiero preguntarte……..¿sabes porque tu pueblo te odia?- el príncipe negó con la cabeza y dijo:
-
- No, he intentado preguntarle a mis sirvientes, pero ellos en cuanto me ven huyen, he buscado en los registros de los ancianos, pero no he encontrado nada
-
- ¿Quieres que te lo diga? – la cara del príncipe se ilumino, asintió con efusión. Si, al fin lo sabría, por fin alguien le iba a explicar porque su pueblo le odiaba, lo cual le provocaba una dolorosa soledad- la diosa Artemisa hizo un ademan con la mano para que se acercara, y así lo hizo el príncipe, cuando estuvo junto a ella, la deidad señalo el estanque, el príncipe lo miro y en el estanque se proyectó el pasado


- Hace 20 años, existió la reina Axelia, la cual poseía una belleza impresionante, su cabello como la miel rozaba el suelo, sus ojos como piedras ámbar, y su piel clara y tan delicada que a sus doncellas les encantaba adornarla con oro, pero si bien su belleza externa era extraordinaria, no se compara a la hermosura de su corazón, ella era tan amble e inteligente, valiente y decidida, todos en el pueblo la veneraban, la amaban.

La reina Axelia, primogénita del rey Alexandre, se había enamorado de un fuerte, hermoso y legendario guerrero de su fuerza militar, le espiaba todas las mañanas en el claro donde el entrenaba, escondida entre los árboles, no es que fuera tímida, es solo que no se le acercaba porque no le parecía sensato. Y así fue durante una primavera hasta que un día el guerrero la descubrió, y correspondió su amor.

La reina Axelia y el guerrero se casaron, y el reino entero festejo su unión, semanas después por el vulgo corría la noticia que la reina estaba embarazada, y el pueblo no podía estar más feliz. Pero una tragedia azotó el reino oculto de las estribaciones de sirio, la guerra asechaba sus fronteras, y el nuevo rey tuvo que partir, portando una armadura dorada, que, según algunos estaba hecha con algunas escamas del dragón, con el que peleo Atenas en la guerra de los gigantes y dos espadas, una en cada mano, tan filosas y poderosas como los colmillos del dracon, y una máscara de dragón que ocultaba y protegía sus ojos. Se dirigió a la batalla junto con su ejército de valerosos hombres prometiendo a su esposa, futuro hijo, y pueblo que regresaría.

Pasaron 9 meses y solo los hombres del rey habían regresado, reportándolo como perdido en el campo de batalla, la tristeza inundo el corazón de la reina, pero a nadie se lo demostró, le habían enseñado a ser firme, sobre todo en momentos como este.

Era una noche de luna llena, cuando ocurrió aquel suceso doloroso, la reina Axelia gritaba de dolor, había entrado en labor de parto, y sentía que el cielo la partía en dos, después de mucho esfuerzo se escuchó el melodioso llanto del bebe, la reina exhausta, pidió que le mostraran al fruto de su vientre, la partera se lo entrego y lo puso en sus brazos, era la criatura más hermosa que había visto, una copia exacta de su progenitor, las lágrimas cayeron una seguida de otra en la carita del bebe, lo abrazo protectoramente y juro amarlo incluso después de su muerte.

Luego de unas horas el pequeño humano estaba en los brazos de Morfeo, y la reina Axelia le contemplaba mientras cepillaba su larga cabellera. Cuando un hombre, sin previo aviso, entro en sus aposentos, ella se levantó asustada y reconoció al hombre, era su amado, había cumplido su promesa, se postro a sus pies y los beso, intentando contener sus lágrimas, se levantó y beso sus facciones, el príncipe lucia demacrado, sucio y tenía el cabello más largo y le había nacido barba, también tenía la mirada perdida, pero esto, su majestad no lo noto, la reina con emoción le dijo:

- Querido, tu primogénito ha nacido, ¡se parece tanto a ti!- exclamo entusiasmada- ya le he puesto un nombre, se llamara como… tu…….- el rey paso de ella, ignorándola con maestría, y se acercó al bebe y le miro sin emoción alguna- Es hermoso ¿no es así?.... Igual a ti…- dijo la reina muy feliz. El rey no la escuchaba y aun con su mirada puesta en su hijo, saco una daga y apunto con ella al fruto de su amor con la reina Axelia. La alegría se borró del rostro de la reina quien asustada, corrió hacia el bebe, y lo tomo en sus brazos, apartándose del rey, y trémula pregunto:
- ¿¡¡¡Qué haces!!!? ¡¡¡Es tu hijo!!!- grito, el rey no contesto y se acercó a ella aun con la daga en mano- ¡¡Aléjate!!- la reina comenzó a llorar- ¡NO TE ACERQUES!- grito aún más fuerte, haciendo que sus doncellas y la partera la escucharan y corrieron asustadas en auxilio de la reina. El rey no la escuchaba, temerosa corrió a la siguiente habitación y cerró la puerta, puso al bebe en una cuna dorada y lo escondió entre las sabanas, tarea que se le dificulto, porque sus manos le temblaban y las lágrimas no le dejan ver con claridad. Le dio la espalda al bebe, limpio sus lágrimas y se paró firme. El rey hizo la puerta pedazos con una sola patada y camino hacia ella, ya no traía solo la daga sino también una espada.
- ¡Tú no eres mi esposo!- dijo segura de sí misma. La reina Axelia dio pelea, a pesar de que el rey golpeo su vientre con la rodilla, no le dejo pasar, aun cuando había arrancado sus cabellos de miel, no se apartó, aun cuando le apuñalo un riñón, no se permitió caer. El rey con el puño cerrado la derribo y cuando estaba a un paso de la cuna empuñando su espada para matar a su hijo oculto entre las sabanas, la reina se interpuso y la espada le atravesó el corazón, el color de su piel se perdió, su sangre salpico la cara del rey, y perdiendo el brillo de sus ojos, su vida se apagó, no sin antes pronunciar el nombre de su amado.

El rey soltó la espada y el cadáver de la reina cayó al suelo. Levanto la daga y despojo al bebe de las sabanas, este al sentir la helada noche comenzó a llorar. Y al escuchar el llanto del infante, como si de un sueño despertara, el rey reacciono, miro su mano y la daga que esta sostenía, luego miro al bebe y cayó en cuenta de lo que iba a ser, soltó la daga asustado y le miro, no necesitaba que alguien se lo dijera aquella indefensa criatura era una réplica suya, sonrió y acaricio la mejilla de su hijo, manchándola de sangre, impresionado miro sus manos y luego a su alrededor, miro a la reina Axelia en el suelo atravesada por su propia espada, el corazón se le destrozo y sintió un dolor como ningún otro, se dejó caer y la brazo, lloraba sin contenerse, gritaba y maldecía . Ahora lo recordaba, en su camino a casa una bruja le pidió quedarse con ella, pero él se negó, diciéndole que había alguien a quien pronto debía proteger, la bruja sin entenderlo le hechizo “mataras aquello que necesita tu protección y volverás junto a mí”.
Él la mato, él le había arrebatado la vida, él había apagado la luz de sus ojos y estuvo a punto de hacer lo mismo con su hijo. El rey desconsolado se puso de pie, se acercó a su hijo y le beso la frente con mucho amor y dolor, sus labios temblaban, susurro su nombre, el nombre que su amada esposa y madre de su hijo le había dado, y le dijo lo mucho que le amaba, se separó de él. Su pequeña replica aun lloraba y su pequeña gargantita se estaba cansando, le miro aun con lágrimas bañando su rostro, el dolor en su corazón era insoportable, miro a su amada por última vez, tomo su espada y el rey, tu padre, se suicidó.

Las doncellas y la partera lo habían visto todo, excepto el momento en que el rey despierta, cuando la reina había sido atravesada, ya habían corrido a pedir ayuda. La versión que le contaron al pueblo fue que el rey se había vuelto loco y que en su locura intento matar a su hijo pero la reina se interpuso. Obviamente la ayuda llego tarde y lo que encontraron fueron a los reyes muertos y un bebe llorando. Cuando miraron al niño, de inmediato le odiaron era igual al asesino de su amada reina y según las doncellas llevaba su nombre, el crio también tenía la culpa de la muerte de la reina, según el vulgo, si él no hubiese nacido nada de esto hubiera pasado. El niño creció y la única persona que le cuido y le educo fue la partera, ella a diferencia de las doncellas se había quedado, y lo había visto todo, le educo con la excusa de que no quería un príncipe ignorante, pero el vulgo la llamo traidora. La partera ya era una mujer de avanzada edad y murió cuando el niño tenía 5 años. En ese momento los consejeros del reino, le negaron la fuerza militar- que por derecho es suya- y se la dieron al hijo del segundo mejor guerrero, que es 5 años mayor que el príncipe, “el guerrero Ares”, toda la fuerza militar le seguía a él y decían que estaban al servicio del reino, no del príncipe.

Las gotas de agua salada que descendían de los ojos del príncipe hicieron contacto con el agua del estanque, borrando así, la proyección del pasado. El corazón le dolía en demasía, alguien le había amado, alguien arriesgó su vida para protegerlo, alguien se arrepintió de lastimarlo, tenían un enorme nudo en la garganta, cayó sobre sus rodillas y sin poderlo contener más lloró, le estaría eternamente agradecido a los dioses por enseñarle la verdad.

Los dioses dejaron que el príncipe se desahogara, y después de un rato, cuando el soberano pudo tranquilizarse la diosa Artemisa hablo:
- Considera la verdad como un regalo de parte nuestra, ahora, lo que realmente vine a decirte, es que: Apolo ha visto el futuro de tu pueblo, en 30 días será exterminado por el reino que está más allá del bosque de las ninfas de agua, al oeste de las estribaciones de sirio- el príncipe, se encrespó y preocupado pregunto:

- ¿Diosa Artemisa, hay alguna forma en la que pueda evitar tal acontecimiento catastrófico?


- Solo una, y es en petición de tu madre. Príncipe……. Para evitar que tu pueblo caiga en las penumbras, debes hacer que alguien te amé- el príncipe la miro confundido-

- ¡Diosa Artemisa eso es imposible para mí! todo el reino me aborrece ¿no hay otro camino?- la diosa hizo caso omiso a las palabras del príncipe y prosiguió.

- No importa su estrato social, su edad, su género, su origen, debes hacer que alguien te entregue su corazón voluntariamente, tienes 30 días príncipe, si fallas todo tu reino será exterminado. Soy consciente que tus soldados no están de tu lado, así que si logras que alguien te brinde su amor, Atenea ha prometido devolverte la armadura de tu padre, la cual posee la fuerza de mil hombres, y con ella podrás destruir al ejército que amenaza tu reino, sabemos que para ti no es tarea fácil saber si alguien te ama o no, por ello….- la diosa Artemisa recogió un pequeño guijarro del estanque, el cual convirtió en una piedra preciosa y se la dio al príncipe- acepta este zafiro incoloro, cuando alguno se acerque a ti, por tu apariencia o por cualquier bien que tu poseas, el zafiro tomara el color de tus ojos, pero cuando el objetivo de alguien sea tu corazón el zafiro tornara el color de los mares de Poseidón.

- Le estoy perpetuamente gratificado, diosa Artemisa

- No me lo agradezcas………si logras tu cometido…… hay un precio que debes pagar….


~


La brisa primaveral despertó al príncipe, que yacía sobre el suelo que rodeaba la fuente. Le dolía la cabeza, al parecer quien fuera que intento matarlo, hizo mal su trabajo y se dio a la fuga, lastimosamente no había visto su cara, así que no podía tomar cartas en el asunto. Se levantó y sobo su cabeza, cuando sintió algo en su mano derecha que estaba cerrada, la abrió y pudo ver un pequeño zafiro sin color y lo recordó todo, su encuentro con los dioses y la manera de prevenir la destrucción de su reino y lo que tendría que pagar por ello. ¿Qué haría para que alguien le amara? Definitivamente no sería alguien de sus dominios, tendría que ser alguien de otras tierras. Decidido camino hacia el tribunal de los consejeros del reino, cerca de la plaza central, estos le recibieron con disgusto. El príncipe les dijo que quería casarse y ellos escandalizados se negaron. No querían descendencia alguna de aquella figura que consideraban tan despreciable, pero el príncipe insistió y de mala gana hicieron lo que él les dijo, con la condición de que él príncipe solo tendría un heredero que ellos mismos criarían, el príncipe acepto sin prestarle importancia a la condición impuesta, eso era lo de menos. Los consejeros enviaron mensajeros a todos los reinos con los cuales sostenían relaciones, mencionándoles a los gobernadores que el príncipe de las tierras de sirio, buscaba conyugue, aquellos les intereso a todos los soberanos de las tierras del continente “Coesmo” y en una semana el reino de sirio fue visitado por nobles de todo Coesmo.
Entre los monarcas más destacados que visitaron las tierras de sirio interesados en el puesto de rey o reina, estaba la princesa “Ferona” segunda hija del rey de Mornmo, un reino que está más allá del bosque de las ninfas de agua, al oeste de las estribaciones de sirio. La princesa al igual que poseía belleza, carecía de inteligencia, después de estar 3 días con el príncipe, el zafiro que este llevaba colgando en su cuello había tornado un color igual al de las noches sin luna ni estrellas, la princesa se había enamorado de las flores de su palacio y no de él. El príncipe le dio las semillas de las flores y muchos arreglos florales, junto con algunas fragancias y la princesa contenta volvió a sus tierras de origen.
El segundo fue un sultán de otro continente, de unos 35 años de edad, venía con el objetivo de conocer las tierras, y al mirar su figura y belleza se enamoró de estas, de estás, no de él ni de su corazón así, el zafiro se manchó de un color parecido al carbón. Así que se dejó poseer por él, se dejó inmortalizar en una pintura hecha por él y el sultán regreso feliz a donde partencia pero escucho, por unos viajeros, que el barco en el que iba el sultán encalló.

La tercera fue la princesa “Alessandra” del reino de las tierras del sureste, esta fue obligada por su padre para casarse con el príncipe de sirio, nuestro protagonista. Y termino enamorándose de la inteligencia del príncipe, el zafiro torno un color parecido a sus ojos. Así que despacho a la princesa Alessandra dándole todos los libros que había leído, prometiéndole que si ella los leía, llegaría a poseer una sabiduría mayor a la de él, la princesa regreso feliz a su reino.

El cuarto fue un hombre de cabellos claros llamado “Narciso” que se auto-proclamaba rey de las tierras del norte, llego intentando cortejarlo, pero el zafiro tomo el color de la profundidad de los abismos, y el príncipe supo que las tierras del norte estaban en crisis y que el rey Narciso estaba allí, detrás de sus metales preciosos, así que lo dejo ir dándole un préstamo el rey aliviado regreso a sus tierras para alimentar a su pueblo.
Tres semanas habían pasado de su encuentro con los dioses, el príncipe estaba desesperado, ya no sabía qué hacer para que alguien le amara y solo tenía 7 días para prevenir la caída de su reino y la muerte de sus súbditos.


“¿Qué hago?”



Esa mañana salió a dar un paseo por el pueblo, el vulgo le miraba con desprecio y se alejaba de él, las madres agarraban a sus niños que jugaban en las calles y se los llevaban, los mercaderes cerraban sus negocios. ¿Por qué? ¿Por qué su rencor era tan grande? ¿Ellos sabrán lo mucho que le duele su rechazo? ¿Sabes lo mucho que puede dañar una fría mirada al corazón de alguien? Porque si no lo sabes, me alegro por ti, y si alguien te ha dedicado una mirada así multiplícala por mil y dime cómo se siente, porque así, mi querido lector se siente cada minuto de su vida el príncipe de las tierras de sirio. El príncipe respondía con una sonrisa a cada agria mirada, lleno de frustración, intento buscar una solución a su problema ¿Qué haría para que alguien le amara? ¿Habría alguien en este pequeño mundo que pudiera enamorarse de él?
Porque si lo hay……. ¿Dónde está?
Siguió caminado por un camino de piedra hasta llegar a la plaza central, esta tenía una enorme fuente de agua cristalina rodeada de rosales de rosas blancas, que gracias a l viento dejaban caer sus pétalos, creando una hermosa vista, los pilares que rodeaban la plaza también tenían rosales en lo más alto. Habían niños jugando y unos cuantos soldados teniendo una amena conversación y entre ellos, allí parado en la entrada de la plaza, pudo distinguir a uno de ellos “El guerrero Ares” que tenía el cabello negro corto y unos ojos anaranjados que quemaban con la intensidad del mismísimo fuego.
Sus miradas se encontraron, sorprendiéndole, Ares sonrió cínicamente, provocando en el príncipe una sensación de malestar. A diferencia del príncipe, Ares era adorado por el pueblo, todos le amaban ¿por qué? Se preguntó el príncipe “que pregunta más tonta” se contestó así mismo, Ares era atractivo, fuerte y valeroso, bueno con los niños y aquellos que acudían a él, pero también era muy agresivo e impulsivo, no lo consideraba el adecuado para tomar su lugar, pero si el pueblo amaba tanto Ares hasta el punto de intentar matarle a él, ¿qué podía hacer? Nada, nada más que hacer que alguien le amara y así salvar a la gente que le detestaba. La envidia turbó su corazón ¿sentía envidia por Ares? Si la sentía y no le gustaba sentirla, suspiro cansado y resignado volvió al palacio.

Estaba sentado en su trono en el salón principal del palacio (que por cierto era enorme) con su mano derecha apoyada en el respalda brazos del trono sostenía su cara y con la izquierda acariciaba uno de sus largos mechones negros. A su lado derecho estaba su consejero principal, y al izquierdo unas doncellas, que le traerían cualquier cosa que pidiera, por su cabeza paso pedirles su amor, pero era obvio que eso no funcionaria. Hoy llegaría otro pretendiente, y lo habían vestido con las mejores ropas. Estaba aburrido, comenzaba a exasperase quería salir de allí y buscar otra forma, ah, que tarea tan difícil le habían dado los dioses. Estaba tan ensimismado que no escucho que su consejero le estaba hablando.
- ¡PRINCIPE! – grito su consejero, este levanto la cabeza y le miro fingiendo interés

- ¿Mm? Ah dime….

- ¿Que no me escucho?- pregunto el consejero con notable fastidio- niño impertinente-susurró

- -Uhm, no discúlpame, ¿qué decías?

- Han llegado- el príncipe se sentó como debía e hizo una seña dándoles a entender que estaba listo “ veamos cual es el interés de este” dijo en sus adentros

Las gigantescas puertas principales se abrieron, dejando entrar la luz del sol y una docena de hombre y mujeres vestidos con finas ropas, tocando música y esparciendo pétalos de rosa por donde iba pasar su gobernante, detrás de estos venían cuatro hombres fornidos cargando en sus hombros, un trono de liviana madera pintado de rojo y adornado con incrustaciones de piedras preciosas, en el venían sentado el que pretendía parte de sus tierras.
- Su majestad el príncipe Aeneas- dijo el principal consejero- tercer hijo y único varón del rey de Mornmo, reino que está más allá del bosque de las ninfas de agua, al oeste de las estribaciones de sirio- eso ultimo le pareció familiar, pero ¿Dónde había escuchado eso antes?- está aquí para contraer matrimonio con el heredero de las tierras de sirio el príncipe “…….”

- ¿Es una broma?- pregunto nuestro protagonista- ¿Un Niño?

- ¡¡NO SOY UN NIÑO!!- dijo ofendido el príncipe Aeneas tirándose del trono que cargaban aquellos hombres fornidos

- Claro que lo eres- contesto el príncipe- solo mírate…- Aeneas le miro con el ceño fruncido, y el príncipe le miro de pies a cabeza, más bajo que alto, casi de su misma estatura, cabellos rubios que caen en bucles sobre sus hombros, su tez muy clara y sus ojos color ámbar, vestido con finas ropas de color rojo.

- ¡Que no lo soy! Tengo 16 años- dijo- además tú no te ves tan mayor que digamos

- Tengo 20- dijo cortante

- ¡Eso no te da derecho a tratarme como un niño!

- Por supuesto que sí, ¿sabéis porque? Porque te comportáis como uno- el príncipe Aeneas se mordió la lengua para no decir nada más, no debía dejarse llevar estaba allí con un propósito- ¡Argus! – dijo el príncipe hablándole al consejero

- Diga usted sus majestad

- ¿Puedes explicarme esto?

- Su majestad, el príncipe Aeneas ha sido ofrecido por el mismísimo rey de Mornmo, ha dicho que hagáis con él lo que usted guste- dijo Argus el consejero principal. El príncipe frunció el ceño, no le gustaba nada eso, cierto que estaba desesperado pero no se involucraría con un niño

- No me interesa, mándalo de regreso a donde pertenece, otórgale todo lo que te pide y que se marche de inmediato, no me meteré con un niño- dijo el príncipe levantándose, sin notar la mirada de cierto rubio sobre él.

- ¡Que no soy un niño!- dijo contrariado el príncipe Aeneas


- Pero su excelencia, el rey de Mornmo ha dicho que hagáis lo que usted desee con el príncipe Aeneas y si lo mandáis de regreso lo tomara como un rechazo y puede causarle severos problemas al reino, incluso la guerra- razonó Argus- con todo respeto le pido que recapacitéis.

- Tsk…-suspiro pesadamente, cansado de toda esta situación- está bien dejad que se quede, luego veré como deshacerme de él, dadle tolo los que os pida, y mantenedlo lejos de mi

- Como usted ordene su majestad- y el príncipe salió de aquella inmensa habitación. Estaba furioso ¿Y ahora qué haría? Solo le quedaban 6 días, se dirigió a su habitación de descanso, se quitó aquellas ropas y se quedó solo en paños menores, también se quitó el zafiro que colgaba en su cuello, lo miro y se sintió tan frustrado, agradecía la ayuda de los dioses pero tendría que buscar otra forma para salvar su reino, ya que era imposible que alguien llegara amarlo en 6 días, puso el zafiro incoloro en una mesita al lado de su cama y allí lo dejo.

Argus estaba impresionado era la primera vez que el príncipe actuaba con firmeza, en cambio el rubio y sus sirvientes habían presenciado todo, su misión casi se va al carajo, pero fue gracias a aquel consejero que lograría su cometido. Aunque le había molestado en demasía que el príncipe lo tratara como un niño y ya tenía un mal concepto de él, tendría que quedarse para cumplir la tarea que su padre le había encomendado.


5 días antes



Estaba sentado en la fuente de los jardines del palacio, vistiendo con ropas finas de un blanco inmaculado y su cabello sujeto en una coleta baja, ya no traía consigo el zafiro ya que se había dado por vencido. Estaba meditando acerca de lo que haría, no quedaba de otra tendría que hablar con ese hombre, tenía que buscar una forma de convencerle, y lo peor de todo, era que no podía decir nada acerca de lo que le dijeron los dioses ¿Cómo convencería a alguien carente de materia gris? Levanto la vista y frente a él, a unos pies de distancia, estaba el príncipe Aeneas que le miraba fijamente, vistiendo ropas finas diferentes a las de ayer pero del mismo color. Su primera reacción fue de sorpresa, pero luego frunció el ceño al notar su mirada.
- Creí haber dicho que no te quería cerca- dijo el príncipe cuando Aeneas se sentó a su lado

- Había escuchado que el príncipe de sirio tenía una cálida sonrisa- dijo Aeneas mirándole con sus ojos ámbar, al príncipe le pareció raro ¿Dónde había escuchado eso? Si todos en el pueblo hablaban mal de él- pero veo que solo eres un amargado más- sí, eso sonaba a algo que diría el vulgo. El príncipe no le contesto miraba aquellos ojos ámbar y la fisonomía del joven Aeneas, era hermoso, pero también un malcriado, dejo de verle y miro el inmenso firmamento que se extendía sobre ellos, desde allí, desde ese hermoso jardín se podía ver todo el cielo, las estrellas brillaban intocables allá arriba, nebulosas y estrellas fugaces, también se podían ver, era tan hermoso, tanto que se me dificulta describirlo. El príncipe había pasado toda su vida mirando las estrellas desde ese jardín, ¿puedes imaginarte aquel niño de cinco años sentado en aquella fuente, mirando las estrellas, preguntándose donde estarían sus padres? Y como había pasado toda su vida en ese jardín le molestaba la intromisión de Aeneas.
- Estas son las flores más hermosas que he visto en toda mi vida- dijo Aeneas mirando aquellas flores- dime, tú las cuid……- enmudeció de golpe cuando miro al príncipe y en sus ojos pudo ver el reflejo de las estrellas, sintió algo en su pecho que no pudo descifrar.

- Ah, lo siento ¿Qué me decías? Ah sí, yo cuido estas flores- se creó un silencio entre ambos, el príncipe Aeneas no podía quitar sus ojos ámbar de los ónix del príncipe- sabes en este lugar se puede ver una hermosa vista del cielo- ya lo sabía, no era necesario que se lo dijera, lo había visto en sus ojos. El príncipe noto la mirada ámbar del rubio sobre él y se sintió incómodo y algo nervioso, Aeneas tenía razón, se había comportado como un amargado y le había dado al príncipe de Mornmo una pésima primera impresión.
- So-sobre lo que dije ayer, me disculpo, me disculpo por eso y mi mal comportamiento, también por dar una mala impresión a ti y tus sirvientes- Aeneas reacciono y negó con la cabeza.
- No, no te preocupes, yo también actué mal- Aeneas le sonrió de lado al príncipe, este sintió algo cálido en su pecho, esa era la primera vez que alguien le sonreía así, no era como la sonrisa arrogante de Ares, ni como la forzada de sus sirvientes, era diferente y le hizo sentir bien, devolvió el gesto y le regalo una hermosa sonrisa cerrando los ojos. El corazón de Aeneas latió con fuerza dejándolo así mismo desconcertado y un ligero rubor apareció en sus mejillas ¿Qué le pasaba? ¿Qué era esa extraña sensación en su pecho?
- Yo-yo me retiro- dijo levantándose y marchándose con rapidez, dejando al príncipe de sirio con la palabra en la boca. Aeneas debía concentrarse, cumplir la tarea de su padre, el rey de Mornmo y encontrar aquel hombre.






Cuatro días antes







Hablar con el príncipe de Mornmo le había ayudado a despejar su mente y una nueva idea se le ocurrió, para poder salvar su reino, aunque nadie le amara y sin tener que hablar con Ares. Iría hablar con los consejeros y les pediría si es posible imploraría que le regresaran su poder sobre la fuerza militar, que, por derecho es suyo, así aquellos guerreros defenderían el reino sin tener, si quiera, ver a Ares. Era un buen plan ¿Por qué no se le había ocurrido antes? Porque tenía una falla, ¿cómo convencería aquellos consejeros? Su esperanza era que estos son hombres con un ego muy elevado y pensó que si los halagaba funcionaria.
Pero no fue así, fue al tribunal de los consejeros, para hablar con estos y no importa lo mucho que implorara, suplicara y rogara o los halagara, estos se negaron rotundamente, pues veras mi querido lector estos hombres aparte de tener un ego muy elevado, también son avariciosos y codiciosos y planeaban usar la fuerza militar para derrocar a su gobernante y ocupar uno de ellos su lugar. El príncipe de sirio incluso se arrodillo ante ellos y aunque esto les gusto (ver al príncipe humillándose ante ellos) no dieron su brazo a torcer.
Regreso frustrado al palacio, le dijo a su consejero principal “Argus” que nadie le molestara y que estaría en su habitación de estar y descanso. No se quitó nada y se quedó profundamente dormido.

~

Se le había dificultado quitarse al consejero principal del príncipe de sirio, y cuando lo hizo comenzó a registrar cada habitación del palacio y no encontró lo que buscaba, a lo mejor su padre, el rey de Mornmo, se había equivocado y su objetivo ya no se encontraba en el palacio, pero todavía le quedaban habitaciones que registrar, así que no se daría por vencido, llego a una, que se encontraba al final del pasillo, con puertas grandes, las abrió y entre muchas cosa como un gigantesco armario de madera, una ventana con cortinas blancas, un balcón, un mueble azul turquesa, una mesita de cristal, pudo ver una enorme cama, y alguien descansaba, se iba retirar no había nada en esta habitación que le interesara, pero entonces reconoció a la persona que dormida yacía sobre la cama, el rubio camino sin hacer ruido sobre la alfombra azul navy hasta quedar al lado de la cama. El príncipe dormía con tranquilidad, sus facciones estaban relajadas y su respiración también. Se sentó a su lado, le contemplo, porque eso era lo que estaba haciendo, toco una de sus manos y sintió algo raro en el pecho, acaricio su suave mejilla, miro detenidamente sus labios y sintió unas enormes ganas de probarlos, sin poder resistirlo más, sin poder evitarlo se inclinó sobre el príncipe y presiono sus labios contra los suyos, algo en su estómago se revolvió, y su corazón latió con rapidez y fuerza, se quedó así por unos momentos, con sus labio unidos a los del príncipe de sirio, le gusto la sensación que estos le brindaron. Se separó de él y el príncipe seguía en los brazos de Morfeo, sin querer esbozo una sonrisa que se borró así como apareció, ¿Qué estaba haciendo? Tenía que concentrarse, solo tenía cuatro días para cumplir su tarea y aun no encontraba lo que buscaba, no podía perder el tiempo. El asunto era que nunca antes se había sentido así y aquella sensación le gustaba. “No” se dijo así mismo. Se levantó e iba salir de la habitación, pero en aquella mesita de cristal que estaba junto a la cama vio algo que llamo su atención, ¿un diamante? No era un zafiro “pero que zafiro tan raro” pensó el rubio, al principio pensó que era un diamante, pero estos no tienen color, y este era de un azul hielo, lo tomo y pudo ver que de azul hielo, paso a un azul celeste, le pareció extraño, ¿que era este zafiro? ¿Había cambiado de color justo enfrente de sus ojos? No, era imposible ¿se estaba volviendo loco? Sí, eso era más probable, dejo el extraño zafiro azul celeste sobre la mesita de cristal y miro al príncipe de sirio una vez más y así como entro, en silencio, salió de la habitación.




Tres días antes





El príncipe Aeneas caminaba por un gran pasillo que conducía al salón principal, con su cabello rubio que caía en bucles sobre sus hombros, y sus ojos ámbar miraban el lugar buscando a cierto azabache, no había visto al príncipe de sirio en todo el día y de pronto tuvo ganas de verlo. Había ido a su habitación pero no estaba allí, también fue al jardín pero tampoco se encontraba allí ¿dónde más podría estar? ¿Dónde podría buscarlo? Diviso una habitación con una puerta de tamaño normal, allí en el salón principal y se dirigió hacia ella. Al abrir la puerta se encontró con Argus el consejero principal, que estaba firmando unos papeles en su escritorio. Argus al ver al príncipe de Mornmo dejo lo que estaba haciendo y se puso de pie.
- ¿Desea algo su majestad?- pregunto haciendo una reverencia
- ¿Dónde está el príncipe “…….”? – preguntó sin rodeos
- Salió su excelencia
- Dime donde esta- ordeno el rubio
- Pero su majestad, el príncipe ha dicho que no se lo dijera a nadie, porque no quiere que lo molesten- dijo Argus
- Dime donde esta- repitió el príncipe de Mornmo algo irritado quería verlo y quería verlo ya
- Pero, su señoría
- ¡Ahora!- Aeneas siempre conseguía lo que quería y esta vez no sería la excepción. Argus suspiro cansado de la situación, ¿qué le pasaba a todos? Primero su gobernante comienza actuar con firmeza y ahora este príncipe de Mornmo sin modales le ordena que desobedezca.
- Como usted desee alteza, él se encuentra en…


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Estaba desesperado ¿de verdad tendría que hablar con Ares? No quería, sabía perfectamente lo que este le pediría a cambio de prestarle al ejercito de sirio, que por cierto era suyo por derecho. No quería, no pensaba darle aquello que estaba seguro que le pediría a cambio de ese gran favor, pero no había otra opción, era imposible que alguien le amara en tres días. Oh ¿Por qué tenía que pasar por eso? De verdad que no quería. En su corazón había una tempestad, necesitaba relajarse y pensar bien que le diría a Ares. Así que fue a una cascada que se encontraba oculta en un pequeño bosque detrás del reino, la cual descubrió cuando era pequeño. No quería que nadie lo molestara así que le ordeno a Argus que no le dijera a nadie donde se encontraba, aunque no es como si alguien lo necesitara.
Llego a está montando en un caballo blanco, lo amarró a un árbol cerca de la laguna donde caía la cascada, se acercó a esta y seguía tan hermosa como la recordaba, con las aguas cristalinas que brillaban bajo el apasionado sol. Se quitó sus prendas blancas una por una hasta que quedo como dios lo trajo al mundo, rodeo la laguna y fue directamente a la cascada para meterse debajo de esta. Ah, como extrañaba la sensación de aquella agua fría y fresca cayendo sobre su cuerpo, empapándole, su larga caballera negra se pegó a su espalda. Disfrutaba de su ducha bajo la cascada de pie en una roca, cuando el sonido de una rama quebrándose le sorprendió, de reojo miro al bosque, había alguien más allí, estaba seguro de eso, o talvez solo era su imaginación, se apartó del agua que venía de la cascada y salto a la laguna, sumergiéndose en esta. Luego de un rato de nadar bajo el agua, saco la cabeza y le dio la espalda al camino del bosque, en efecto había alguien más allí ¿Por qué no se mostraba? Era obvio que estaba allí, podía sentir su presencia.

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- Como usted desee alteza, él se encuentra en una cascada que se localiza en un bosque detrás del reino- dijo Argus dándose por vencido
- ¿Detrás del reino?
- Si, su alteza ¿quiere que le prepare un caballo?
- Uhm si- ¿una cascada en un bosque detrás del reino? ¿Qué hacia allí?
- Enseguida, su alteza
Argus le dio un caballo negro y partió hacia al bosque en cuanto se lo dieron, al llegar siguió un camino que había entre los árboles, al final de este vio un caballo blanco supuso que era del príncipe de sirio, ato el suyo junto a este y se acercó a la laguna que pudo divisar de lejos, busco al príncipe con la mirada y le miro junto a la cascada…..quitándose la ropa, su corazón salto y se escondió detrás de un árbol ¿por qué se ocultaba? ¿Por qué estaba tan nervioso? ¿Nervioso? No sería ¿ansioso? Con mucho sigilo le miro bañándose bajo la cascada, una corriente eléctrica recorrió su cuerpo, y sintió algo en su entrepierna, su corazón latía rápidamente ¿debería acercarse? ¿Y si el príncipe se molestaba? No mejor se iría, pero quería quedarse “¿quedarme?” se preguntó a sí mismo “que mente tan depravada la que tengo” pensó Aeneas, y mientras se debatía si quedarse o no dio un paso hacia la laguna, pisando una rama que al instante se quebró. Se asustó y se volvió a ocultar detrás del árbol, con el corazón en la garganta. Sacó la cabeza para ver si este lo había escuchado, pero este ya no estaba, lo busco con la mirada y no lo encontró luego lo vio sacar la cabeza del agua cristalina de la laguna dándole la espalda
- Sé que estas allí- dijo de pronto el príncipe de cabellos negros. Aeneas se sobresaltó al escucharle, dejo de ocultarse y se acercó a la laguna


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El príncipe de sirio se dio la vuelta y le miro allí parado frente a la laguna, viéndole con esa mirada color ámbar y vestido de rojo
- ¿Desde cuando sabes que estoy aquí?- pregunto el rubio
- Desde que rompiste esa rama- Aeneas puso cara de “lo sabía” y comenzó a quitarse la ropa- ¿Qué haces?- pregunto el azabache sorprendido
- Quitarme la ropa- dijo Aeneas contestando lo obvio. El azabache puso los ojos en blanco
- Eso ya lo sé- contesto algo irritado- pero quiero saber la razón
- Quiero…- Aeneas pensó en su respuesta quitándose la última prenda, el azabache desvió la mirada sin saber porque- refrescarme- y dicho esto se tiró a la laguna, saco la cabeza tomando una bocanada de aire y cabellos rubios se pegaban a su frente, nuca, y parte de sus hombros, nado hacia el príncipe de sirio que instintivamente retrocedió.
- ¿Por qué te alejas?- preguntó Aeneas con una sonrisa seductora en su rostro
- ¿Alejarme? Yo no me alejo- decía el azabache alejándose del rubio mientras este se acercaba a él
- Lo haces en este momento, ¿tienes algo que ocultar?- preguntó Aeneas relamiéndose los labios
- No - contestó el príncipe de sirio, su espalda toco una gran roca y se vio acorralado entre ella y Aeneas, se puso nervioso sin saber porque, se movió hacia un lado para intentar escapar pero el brazo del príncipe se lo impidió, Aeneas lo tenía atrapado apoyando sus brazos en la roca, el azabache le miro sorprendido y su corazón palpito con fuerza al notar la cercanía del otro, aunque el rubio fuera una pizca más bajo que él, tenía un buen cuerpo y se notaba que lo entrenaba, era sorprendente porque aun así se veía delgado, trago saliva- pri-príncipe Aeneas- dijo algo sonrojado y nervioso
- Dime “Aeneas” – ¿era él o de pronto la voz del rubio sonaba grave, profunda y seductora?
- A-Aeneas-dijo tragando saliva- ¿Qué haces?- pregunto algo asustado al ver que el otro se estaba acercando aún más, invadiendo su espacio personal.
- Nada- dijo este capturando sus labios, el príncipe se quedó perplejo, con los ojos bien abiertos, sin moverse – abre la boca- dijo el rubio sobre sus labios
- No- contesto el azabache, aunque Aeneas se viera de esa forma, seguía siendo menor que él y no se metería con alguien menor
- ¡Ábrela!- ordenó el rubio
- He dicho que n- Aeneas aprovecho y le beso introduciendo su lengua en su boca, al principio no correspondió el beso, pero fue cediendo, cerrando los ojos fuertemente, el rubio besaba de maravilla y era obvio que él tenía el control de aquel beso, sus lenguas se encontraban en una danza exquisita, aquel beso era húmedo e intenso, el rubio dejo de apoyarse en la roca y acaricio sus brazos para luego tomar su nuca atrayéndole más a él, subiendo de tono aquel beso. Se separaron por falta de aire y se miraron a los ojos, el azabache tenía las mejillas teñidas en carmesí ¿Qué estaba haciendo? No debía caer ante aquel crio, pensaba el príncipe de sirio, en cambio el príncipe de Mornmo no estaba satisfecho y tomando la cara del otro entre sus manos le beso de nuevo, el azabache no opuso resistencia, el rubio bajo sus manos a la cintura del otro y le atrajo más rozando sus miembros semi erectos, una corriente de placer recorrió el cuerpo de ambos, el azabache rodeo su cuello con sus brazos y con sus piernas las caderas del rubio, este lo pego a aquella grande y fría roca, provocando un gemido del azabache, se sentían calientes en aquellas heladas aguas, frotaban sus miembros con ímpetu, Aeneas recorría el cuerpo del azabache con sus ansiosas manos, la opresión es sus pulmones les hizo separarse. El de ojos ámbar beso sus mejillas antes de pasar a besar su cuello, aun frotaban sus miembros y el de ojos oscuros se mordía los labio para no gemir. Aeneas estaba que se moría del regocijo, nunca pensó tocar al príncipe así, y esto que le conoció hace tres días, eso hizo que un pensamiento cruzara sus pensamientos ¿Qué estaba haciendo? Esa era una pregunta que últimamente se hacía con frecuencia, no debía involucrarse con el príncipe de esa manera, no sabiendo lo que iba hacerle, con mucho pesar hizo que el azabache le soltara y se alejó de él, vio al príncipe de sirio y esta le miraba confundido, lo que hizo que le doliera el pecho.
- Yo-yo debo irme- dijo y el azabache lo miro desilusionado, lo cual hizo que se sintiera peor, “oh maldición y tanto que lo estaba disfrutando” se dijo así mismo y con sus rubios cabellos cubriendo sus ojos color ámbar salió de allí.





Dos días antes





Ese día despertó abatido, lo que había pasado con Aeneas le afectó bastante, se sentía incapaz de mirarlo a la cara, salió del castillo con mucho sigilo, deseando no encontrarse con el rubio y se dirigió al cuartel general militar, todavía tenía que hablar con Ares y pensar que ayer todo lo que quería era relajarse y termino mucho peor. Entro en aquel gran establecimiento que se encontraba a las afueras del reino, pero aun dentro de sus límites, en la entrada lo recibieron con miradas libidinosas y por todo el camino hasta llegar hasta donde sabía que se encontraba Ares, le dedicaron muchos escarnios. Abrió la puesta de tamaño normal y se encontró con dos hombres que tenían una amena conversación, Ares y Aeneas, oh pero que suerte la suya, una porque debía hablar con ese hombre de ojos anaranjados, y otra porque se encontró con aquel de ojos color ámbar al que no quería ver ni en pintura por los momentos. Aclaro su garganta y dijo:
- Necesito hablar con usted general Ares- dijo firmemente, pero por dentro se moría de los nervios y le temblaban las piernas. Ares levantó una ceja interesado y sonrió con superioridad, estaba sentado frente a su escritorio, apoyando los codos en este y con los dedos entrelazados, sosteniendo su mentón. Aeneas frunció el ceño ¿Qué tenía que hablar el príncipe de sirio con el general Ares?, si no había entendido mal, estos no se llevaban bien, se molestó aún más al ver que el general se estaba comiendo con la mirada al azabache- a solas- agrego el de ojos oscuros, mirando al rubio de reojo, aquello termino de sacarle de sus casillas, pero supo controlarse, fulmino con la mirada al azabache le dio la espalda y le tendió la mano al general.
- Fue un placer haber conocido al general del reino oculto en las estribaciones de sirio, veo que es un gran hombre y un valioso guerrero- dijo y el general acepto aquel gesto agarrando su mano firmemente
- Los mismo digo, príncipe de Mornmo- dicho esto el rubio salió de allí pasando al lado del príncipe de sirio como si este no estuviera allí, cerrando la puerta con fuerza detrás de él, pero no se fue, pego su oído a la puerta dispuesto a escuchar la conversación de esos dos.
- Dime, mi dulce príncipe de sirio- dijo Ares levantándose de su asiento, caminado hacia él hasta pararse frente a él y sujetar uno de los mechones negros del príncipe y llevárselo a la boca para besarlo, en ningún momento dejo de verle o los ojos, el azabache sudo frio -¿Qué es lo que tienes que hablar conmigo?
- Mi general y más valioso guerrero de sirio, necesito pediros un favor- sintió asco y ganas de vomitar al dirigirse a él de esa forma, pero no había opción, si no, no funcionaria.
- Excelente manera de dirigirte a mí- dijo Ares acercándose más a él, pero el azabache no se movió- dime que necesitas…. Pero supongo que estas consciente que no te será de gratis- el príncipe de sirio trago saliva y dijo:
- Necesito que pongáis a mi disposición el ejército se sirio- “que por ley debería ser mío” pensó pero decidió guardarse eso ultimo para sí mismo.
- Uuuh eso sí que no se puede mi dulce príncipe- dijo oliendo su cuello, un escalofrió recorrió su cuerpo, no de placer, si no de asco- conoces las reglas
- Por favor…. mi general- la forma en que el príncipe se estaba dirigiendo a él le excitaba
- ¿Qué estás dispuesto hacer para conseguirlo?- dijo mirándolo fijamente
- Lo-lo que sea, hare lo que sea que me pidáis- no quería, sabía lo que iba a pedirle
- Mmm…. Lo que sea, ¿eh?- dijo apoyándose con su mano en la puerta pegando al príncipe a esta- dime… prin-ce-sa…. ¿Abrirás las piernas para mí?- el príncipe apretó los puños con mucha fuerza hasta sacarse sangre con las uñas, pudo saborear su vómito, pero se lo trago y asintió
- S-si- dijo en voz baja, lo sabía, sabía que le pediría eso, estaba al borde de las lágrimas, pero no se permitió llorar, no delante de Ares, y este al recibir una respuesta afirmativa sonrió con satisfacción
- Excelente respuesta, está bien dejare que hagas lo que quieras con el ejercito de sirio, y mis soldados te obedecerán sin objeción alguna- dijo alejándose de él, caminado hacia su escritorio y sentándose frente a este- te veré hoy cuando el sol se oculte, aquí mismo- allá, fuera de la habitación había un rubio con la oreja pegada a la puerta, que se moría de los celos y la indignación, escucho que alguien tomaba la perilla de la puerta, y salió de allí rápidamente- te estaré esperando mi dulce príncipe- sonrió cínicamente- puedes retirarte.
El príncipe salió del cuartel general con su rostro bañado en lágrimas y fuera de este donde nadie lo miraba, vomitó. Entro al palacio casi corriendo procurando que nadie le viera, entro a su habitación y la cerró con seguro, seguido salió al balcón, donde el viento le dio de lleno en la cara secándole la cara, y unos pétalos de rosa venían con él, su corazón estaba hecho un desastre, lo que tendría que sacrificar por no haber logrado que alguien le amara, no era virgen, pero no quería que Ares pusiera sus asquerosas manos sobre él, preferiría quitarse la vida, pero en este caso el suicidio no era una alternativa, tenía la mirada perdida, cuando el melodioso canto de un pequeñito pajarito negro, que se hallaba a su lado, le regreso a la realidad, era tan pequeño como un colibrí, pero no era uno, cantaba y daba pequeños saltitos acercándose a él. El príncipe sonrió y cuando intento tocarlo el pajarito salió volando perdiéndose en el horizonte, otra vez se sintió solo, y con una gran dolor en su corazón, entro de nuevo a la habitación, y a hurtadillas salió de esta y se dirigió a la cocina, ya estando allí sin que nadie se diera cuenta, sin que nadie notara su presencia tomo un pequeño frasquito que contenía aceite de coco, y así como salió regreso a la situación. Entro en el cuarto de baño y se ducho a consciencia, seguido de esto se “preparo” tan siquiera había algo que podía hacer para hacer aquello menos doloroso y era prepararse asimismo, sabía que Ares no lo haría, sabía que aquel hombre fornido de ojos anaranjados le destrozaría. Y todo lo que podía hacer era “prepararse para que no doliera tanto. Salió de allí y se puso un conjunto de prendas blancas y azules navy fáciles de quitar o sino aquel asqueroso hombre que tanto odiaba y envidiaba, se las terminaría arrancando y sujeto su largo cabello azabache en una coleta baja. El sol se ocultaba, miro el atardecer a través del balcón, con una tormenta en el corazón, suspiro pesadamente, se iría ahora, así podría caminar a paso lento.
Abrió las puertas de su habitación con una pesadumbre y con un aura deprimente rodeándole y al levantar la vista, abrió los ojos como platos y su corazón saltó tan fuerte que su pecho le dolió, allí, parado frente a él, estaba el príncipe de Mornmo: Aeneas, que le miraba con el ceño fruncido.
- ¿A dónde vas? – preguntó serio
- A…..a….- pensó en decirle hacia donde, pero los recuerdos de ayer golpearon su mente- no te importa- dijo esas palabras con una pizca de reto en ellas, y con la cabeza en alto
- Tsk… si preguntó es porque me importa- dijo irritado entrando a fuerzas a la habitación, cerrando las puertas con seguro detrás de él. El azabache retrocedió unos pasos
- Apártate- ordeno- voy retrasado-
- No lo hare, y no me interesa que vayas tarde, de aquí tu no sales- dijo acercándose a él y el azabache retrocedió.
- ¿Y quién me lo impedirá? ¿tu?
- Sí, yo
- No estoy para jugar Aeneas, apártate es importante
- No
- ¿Qué te sucede?- pregunto el príncipe de sirio molesto.
- Tú- dijo el rubio, lo agarro de la muñeca y unió sus bocas en un profundo beso y con la otra mano sujeto su nuca, el príncipe de sirio se aferró a sus brazos. Aeneas hizo que el azabache caminara hacia tras, torpemente guiándolo hacia la cama, el príncipe de cabellos negros y largos intentaba oponer resistencia pero no pudo y termino acostado en la cama con el rubio sobre él, aun besándole, el rubio intentaba torpemente desnudarle, fue allí cuando el azabache se resistió de verdad.
- ¡No! Aeneas ¡para!- dijo rompiendo el beso y empujándole sin tener éxito
- No- dijo el rubio besando su cuello para luego morderlo
- Ah! He dicho que ¡ah!- Aeneas mordió su hombro – ¡no! Ya basta, por favor – dijo aun luchando por quitárselo de encima
- ¡No!- el rubio agarro sus muñecas y las presiono contra la cama – ¿le abrirás las piernas al general Ares, pero a mí no?- pregunto dolido Aeneas, con esos ojos ámbar que demostraban muy bien lo que sentía en ese momento. El príncipe abrió los ojos como platos, mirándole sorprendido.
- Co-como- balbuceó el de ojos oscuros
- Los escuche- dijo el rubio mirándole fijamente. El corazón del azabache latió inquieto y un dolor inundo todo su ser, en sus ojos amenazaron las lágrimas con salir
- N-no quiero- sollozó
- ¿Qué no quieres?- pregunto el rubio, soltando una de sus muñecas y acarició su mejilla
- No, no – había comenzado a llorar y gracia a los sollozos no podía hablar, el rubio conmovido limpio sus lágrimas – no quie-quiero que él me toque.
- No lo hará- dijo Aeneas, besando la comisura de sus labios.
- No, tu-tu no entiendes tiene que hacerlo- dijo el azabache llorando e intentando contener sus sollozos- apártate-
- No, él no te tocara y yo no te dejare ir-
- No comprendes, es importante
- No te dejare salir de aquí “Ruminaú” quédate conmigo- susurro con voz dulce el rubio en su oído, el príncipe Ruminaú se sorprendió, era la primera vez que Aeneas le llamaba por su nombre, y también le estaba pidiendo que se quedara con él, lo cual hizo que su corazón palpitara rápido, tanto, que pensó que en cualquier momento se detendría. Pero no podía, no podía quedarse con él, tenía un reino entero al cual salvar.
- No- susurro
- Si- dijo Aeneas lamiendo sus lágrimas, lo cual hizo que un escalofrió de placer recorriera todo su cuerpo
- He dicho que no- volvió a repetir el príncipe Ruminaú
- Di que sí…. Ruminaú - susurró Aeneas sobre sus labios antes de besarlos, el azabache cerró los ojos y se dejó llevar por aquellos dulces labios, rodeo el cuello del azabache con sus brazos, atrayéndolo más a él
- mmm... Aeneas- dijo cuando este se separó de sus labios
- Tomaré eso como un si- dijo el rubio, volviendo a capturar aquellos labios, quitó la ropa del azabache hasta dejarlo como los dioses lo enviaron al mundo, y al verlo se relamió los labios, hizo que se diera la vuelta con la mejilla pegada a la cama y el trasero levantado, el rubio de ojos ámbar se quitó las prendas color ocre que traía puestas y seguido comenzó a dar pequeños besos por toda la espalda del azabache, el largo cabello de este caía hacia un lado, aún sujeto, se acomodó para poder penetrarlo, puso la punta en la entrada del azabache, este al sentirla una corriente de placer le recorrió la espina dorsal
-¿Listo? - pregunto el rubio, algo impaciente por estar dentro del otro
-S-si- respondió Ruminaú moviendo las caderas para que le penetrara, el rubio le sujeto fuertemente de estas y metió su miembro lentamente, lo que menos quería era lastimarle, pero para su sorpresa no le fue tan difícil, como él creía que sería
-fue, fue más fácil de lo que creía- dijo más para sí mismo que para Ruminaú, pero aun así este le escuchó y se acordó que minutos antes se había "preparado" Aeneas comenzó a moverse sacando casi por completo su miembro y penetrándole con fuerza
-Ahh, ah, ahh- gemía Ruminaú aferrándose a las sabanas, mientras el rubio aumentaba la rapidez de las estocadas, haciendo que se deslizara hacia atrás y adelante sobre las sabanas
- Ru-Ruminaú - gimió el nombre del otro aquel joven de ojos ámbar, está a diferencia del otro era su primera vez y la estaba disfrutando en demasía, le encanta las sensaciones que le hacía experimentar aquel azabache.
- ah, ah, Ah, AH, AH, A-Aeneas!- estaba tan excitado recibiendo las fuertes, pero precisas estocadas del rubio, que cuando este saco su miembro de improvisto, no pudo evitar quejarse, el rubio lo volteo y puso sus piernas en sus hombros, quedando su rostro entre las rodillas del azabache y sin previo aviso volvió a penetrarlo, rápidas y precisas eran aquellas estocadas, ambos gemían mirándose a los ojos, Ruminaú miraba aquellos ojos tan expresivos color ámbar, no se había dado cuenta hasta ahora pero aquellos ojos le encantaban, la temperatura de sus cuerpos subió, sus cuerpos se tensaron y temblando el azabache se vino entre ambos, mordiéndose los labios para no gritar, Aeneas puso sus manos a los costados para apoyarse y con una última y fuerte estocada se vacío en el interior del otro, mordiendo una pierna del azabache para no gemir estrepitosamente, Ruminaú gimió fuerte al sentir al otro vaciarse dentro de él y la mordida que el rubio le había dado a una de sus piernas. Las bajo de los hombros del rubio y este se dejó caer sobre él sin lastimarle y escondió su rostro en el hueco entre el cuello y el hombro del azabache, con la respiración muy agitada intentando, ambos, calmarse. Una vez ya relajado Aeneas saco su miembro del interior del otro, el cual suspiró cuando lo hizo, el rubio comenzó a dar pequeños besitos a lo largo de su hombro, cuello y pecho, los cabellos de ambos se pegaban a sus cuerpos gracias al sudor. Ruminaú acarició sus dorados y suaves cabellos, Aeneas levanto el rostro se acercó a él y le beso acariciando las piernas del azabache, este de nuevo rodeo el cuello del otro y cuando se separaron para verse a los ojos, Ruminaú sonrió, ninguno dijo nada, el azabache bajo sus brazos para acariciar la espalda del rubio, este al sentir como un dedo bajaba por la línea de su espalda suspiró, el azabache abrazo con sus piernas las caderas del otro y beso con amor , si con amor ( aunque ninguno se dio cuenta ) la mejilla del rubio. Este al sentir aquel cálido beso sonrió y volvió a buscar los labios del príncipe Ruminaú


Un día antes



Los rayos del sol, daban de lleno en su cara, cerró los ojos con más fuerza los ojos y se volteó, tapándose la cara con una sabana color azul grisáceo, las imágenes de la noche anterior inundaron su mente y se sonrojo sin poder evitarlo, no había sido un sueño, ¿cierto? El y Aeneas lo hicieron anoche en la cama donde el ahora descansaba, ¿cierto? Sonrió para sí mismo sintiendo una cálida sensación en su pecho, se quitó las sabanas de la cara y miro a su alrededor, buscando con la mirada al rubio pero no le encontró, se sentó en la cama e inconscientemente miro la mesita de cristal, que estaba junto a su cama y en ella pudo ver un hermoso zafiro de color azul marino, lo tomó sorprendido, y en efecto sus ojos no le engañaban, el zafiro brillaba con una luz azul oscuro. Eso solo significaba una cosa. Aeneas le amaba, dulces lágrimas de felicidad cayeron de sus ojos color ónix, lo había logrado, sin querer lo había logrado, cuando dejo de buscar el amor, este apareció frente a él sin que diera cuenta, su reino estaba a salvo, se había quitado un peso de encima, pero lo que lo hacía más feliz era el darse cuenta de que aquel rubio malcriado le amaba, Aeneas le amaba, nunca, pero nunca en toda su vida se había sentido tan feliz.
- Yo también te amo, Aeneas- dijo sin querer en voz alta. Una luz brillante, que provenía del armario le segó, extrañado se levantó poniéndose el collar que sostenía el zafiro alrededor del cuello, enrollo la sabana alrededor de las caderas y camino hacia el armario, cuando estuvo frente a este lo abrió y allí vio una armadura dorada con el diseño de un dragón y junto a esta dos espadas increíblemente afiladas y poderosas como los colmillos de un dragón. Extendió su mano y al tocar la armadura la voz de la diosa Artemisa resonó en su cabeza.

"Esta es la armadura de tu padre, la cual te dará la fuerza de mil hombres, pero no olvides, príncipe Ruminaú, hay un precio que debes pagar".

Se quedó estático frente al armario, es cierto lo había olvidado por completo, todavía hay una batalla que debe luchar él solo.


~
Busco al príncipe de cabellos dorados y ajos ámbar por todo el palacio, incluso fuera de este, en la habitación que Argus le asigno, en los jardines, incluso fue a la cascada, pero no le encontró en ningún lugar ¿Dónde podría estar? Quería verlo antes de irse, no, necesitaba verlo, necesitaba decirle que él también le amaba. Talvez tu lógica te diga que es imposible amar a alguien en solo cinco días, pero el amor de estos príncipes no es algo que se pueda ver desde el punto de vista de la razón, va más allá algo difícil de comprender y explicar. El príncipe Ruminaú fue a los jardines, y se quedó parado frente estos, mirando los rosales que rodeaban la fuente y las flores de diversos colores muy vivos que rodeaban a estos, caminó hasta llegar a un rosal de rosas rojas, arranco una y se la llevo a la nariz, cuando el aroma de aquella rosa inundo sus sentido del olfato, las palabras de artemisa resonaron en su cabeza.
“En cuanto dejes el reino oculto de las estribaciones de sirio, todas las flores que tú has cuidado se marchitaran”
¿Todas las flores de sus jardines se marchitarían en cuanto el pusiera un pie fuera de los límites de su reino? ¿Era eso lo que quería decir? Porque si era eso, le provocaba pena a su corazón, todas aquellas hermosas flore morirían en cuanto él partiera a la batalla.
“Tu pueblo, en 30 días será exterminado por el reino que está más allá del bosque de las ninfas de agua, al oeste de las estribaciones de sirio”
Pensando en eso, ¿qué reino estaba más allá del bosque de las ninfas de agua? Al oeste de sus tierras…. ¡El reino de Mornmo! De allí venia el rubio, ¿tendría algo que ver? ¿Qué razones tendría el reino de Mornmo para atacar sus tierras? ¡La princesa Ferona! Segunda hija del rey de Mornmo, hermana mayor de Aeneas ¡por los dioses del olimpo! ¿Cómo es que no se había dado cuenta? De seguro el rey se había molestado por rechazar a su hija y ahora quería tomar represalias contra su reino, ¿Y si Aeneas sabía algo? Ahora tenía más razones para no rendirse en su búsqueda.
Cerró los ojos y pensó en Aeneas, no quería irse sin antes verle, suspiro y fue hacia al castillo seguiría buscando.





Diez días atrás


En un reino más allá del bosque prohibido de las ninfas de agua, al oeste de las estribaciones de sirio, llamado “El reino de Mornmo” se encontraba un rey muy molesto y fornido, sentado en su trono su hija había fallado en la misión que le había dado, regresando a casa con muchas flores, en lugar de lo que le había pedido ¿y ahora que haría? Su primogénita era la más indicada para el trabajo, era astuta e inteligente, pero esta se negaba a obedecer sus órdenes, lo que empeoraba su temperamento. Pero era su culpa por haber tenido dos hijas, lo cual le causaba una deshonra sin igual. Pues veras querido lector, en el reino de Mornmo existe una tradición y esta es que el primer hijo del rey era el que ocuparía su lugar y por alguna curiosa razón este siempre nacía varón y fue así desde que su primer antepasado “el rey Mornmo” gobernó aquellas tierras, bueno así fue hasta que su esposa dio a luz, trayendo a este mundo a una niña, todo el reino empezó a crear rumores, ¿aquella niña significaba un mal augurio? Lo volvió a intentar, y otra niña nació, ¡dioses del olimpo! Los rumores aumentaron. Lo volvió a intentar y esta vez los dioses parecían haberle sonreído, un varón, ah pero no tuvo tanta suerte, este era idéntico a su madre y con el pasar de los años el parecido fue creciendo, hasta llegar a convertirse en ¿un hermoso príncipe? No podía ser verdad, todos los hombres de su reino eran robustos y fuertes guerreros, la “hermosura” en un hombre era algo poco común allí, los hombre eran escogidos por su fuerza, no por su belleza, así que le negó el derecho a ser sucesor, aunque por ley no fuera suyo, pero aun así pensaba dárselo, pero ahora no, no al ver el atractivo de su hijo.
Era consciente de que su hijo se mataba todas las tardes entrenando para satisfacer sus expectativas, y como su segunda hija había fracasado y su primogénita se negaba a obedecerle, no tenia de otra, le mando a llamar y ahora estaba allí esperándole.

~

Su padre rara vez le dirigía la palabra, y cuando le mando a llamar no lo pensó dos veces para ir hasta sus aposentos. La entrada del salón principal estaba custodiada por seis hombres fuertes y fornidos como todos en su reino, y estos lo miraron como si fuera alguien en quien podían satisfacer sus necesidades, los ignoro y cuando estos le abrieron las puertas, camino hasta estar ante la presencia de su padre, y estando allí se arrodillo frente a él.
- ¿Me habéis llamado, padre?-
- Así es, tengo una tarea para ti, Aeneas, hijo mío-
- ¿Qué debo hacer? padre…
- El príncipe del reino oculto de las estribaciones de sirio busca un pretendiente, quiero que tu vayas y finjas ser uno de ellos- puso cara de disgusto ¿fingir ser un pretendiente? ¿que pretendía su padre?- pero tu verdadera misión es buscar, por todo el reino si es posible, una armadura dorada con el diseño de un dragón en esta- ¿lo mandaba a buscar una armadura?- iras allí en cuatro días, en cuanto estés en el reino de sirio, tendrás seis días para buscarla, si la encuentras me la traerás en cuanto la tengas en tus manos y con ella yo mismo despedazare esas tierras-
- ¡Por qué? Padre…
- No tengo porque darte explicaciones…..pero aun si te las daré, hace 20 años un hombre de esas tierra masacró a toda mi fuerza militar- ¿su padre masacraría a todo un reino para poder vengarse de algo que paso hace mucho tiempo?- en fin si no la encuentras, en seis días regresaras aquí, y te llevaras a todo mi ejercito contigo, enviaremos la guerra al reino de sirio y le obligaremos al hombre de la armadura dorada a salir, y cuando aparezca tú me traerás su cabeza, si triunfas en cualquiera de las dos, todo el reino de Mornmo te pertenecerá y yo te reconoceré como mi legitimo sucesor- ¿Era en serio? ¿Le daría todo el reino de Mornmo que por ley es de su hermana, a él solo por traerle una armadura o en el peor de los casos una cabeza? Sin duda alguna los dioses le habrían sonreído
- Como tu ordenéis padre mío, te estaré eternamente agradecido por darme esta oportunidad de probar mi valor
- Mas sin embargo si fallas, tu castigo será……… la muerte
- No fallare, padre
- Por tu bien, no lo harás











Dos días atrás



¿Qué le pasaba? ¿Por qué se sentía tan molesto? El que el príncipe le abriera las piernas al general Ares no tenía nada que ver con él, no era de su incumbencia…. Entonces ¿Por qué estaba tan furioso? Había ido al cuartel general militar, para obtener información del ejército, en caso de no encontrar la armadura, y el idiota de Ares se lo había dicho todo, sus tácticas, cuántos soldados habían en cada división, cuales soldados eran los más fuertes, absolutamente to- do. Sonrió ante la idiotez del general, pero luego una imagen del príncipe siendo penetrado por Ares y gimiendo debajo de este, borro su sonrisa y sin poder evitarlo descargo su furia golpeando una pared de la habitación que le habían dado, con el puño cerrado, creando un agujero en esta, se asustó ¿y si el príncipe Ruminaú se enojaba? Lo llamaría niño de nuevo. La imagen golpeo de nuevo su cabeza y golpeo otra vez la pared, creando otro agujero en esta, no era su culpa que el príncipe anduviera de puta.


~

La expresión que tenía el príncipe le excitaba aún más de lo que ya estaba, ¿que tenía aquel hombre que le hacía perder la cabeza? No habían hombres como él en el reino de Mornmo, todos eran sucios, barbaros, fornidos, grotescos y agresivos y ni hablar de las mujeres si no eran muy inteligentes eran unas completas idiotas, claro ejemplo de ello eran sus hermanas. Y no solo se refería a su cuerpo, había algo más algo en sus ojos, aquellos ojos color ónix le hipnotizaban, el sabor de su labios le hacía sentir algo que nunca antes había sentido, la forma en que le hablaba, su cara de disgusto, todo le gustaba de él. Se vino dentro del príncipe y mordió su pierna para no gemir, este bajo las piernas de sus hombros y él se recostó encima del príncipe que le volvía loco.
Inconscientemente miro la mesita de cristal donde hace días miro un extraño zafiro, este aún seguía allí pero ahora poseía un hermoso color azul marino, sonrió para sí mismo y beso los hombros, cuello y pecho del príncipe, ya no estaba agitado pero su corazón aun latía con fuerza.


El día en que una estrella más, brilló en el cielo


Hemos llegado al final de esta pequeña leyenda… y siento la obligación de decirte que no termina muy bien y con el temor de seguir escribiendo te contare porque….
No logro ver al príncipe Aeneas por más que lo buscara, se puso la armadura dorada y sintió que una fuerza sobre natural le inundo, no la probó, no quería llamar la atención, la armadura le quedaba un poco grande, su largo cabello quedo fuera de esta sujetó en una coleta baja, tomo las dos espadas tan filosas y poderosas como los colmillos de un dragón y se puso el casco que cubría sus ojos y su nariz, protegiéndolos.
Salió en su cabello blanco, allegar a las fronteras de sus tierras, miró atrás, estaba seguro que nadie le extrañaría, en este momento las flores deberían estarse marchitando, pero a pesar de todas esas cosas malas su único remordimiento era no haber podido ver al príncipe Aeneas una vez más.

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Pudo divisar, allá en la lejanía una masa negra y conforme se iba acercando montado en su caballo, aquella masa tomo forma, el ejercito de Mornmo, que imponente se extendía ante él, formado por dos millones de hombres portando armaduras pesadas, pero no tanto como sus armas, hombres grotescos y fornidos, que exhalaban veneno, con ojos que podían matar al hacer contacto visual con estos. Entre todos aquellos hombres grandes y fuertes que parecían estar furiosos, había uno que sobresalía, no por ser más grande sino por ser más pequeño y delgado, usaba una armadura color rojo oscuro con el diseño de dos serpientes entrelazadas, en una mano traía una espada, tan fuerte y peligrosa como un rayo de Zeus, y en la otra algo que hoy en día conocemos con el nombre de “látigo” hecho con la piel de un dragón de finas escamas acuático y sobre la cabeza un casco del mismo color que la armadura que cubría, protegiendo, sus ojos y nariz.
El príncipe Ruminaú al estar cerca de aquel gran ejército, bajo de su caballo y lo dejo ir en dirección a las tierras de sirio, miro el ejército, analizando la situación, sus piernas temblaban, suspiro intentando darse valor, cerró los ojos y pensó en las palabras de artemisa.



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- Le estoy perpetuamente gratificado, diosa Artemisa

- No me lo agradezcas………si logras tu cometido…… hay un precio que debes pagar…. Todo hombre que posea la fuerza de mil de sus iguales tiene que dar algo a cambio, unos han perdido lo que más aman que fue el caso de tu padre, que sin poder aceptarlo se suicidó, otros han perdido la razón, otros se han ganado el odio de quienes aman, en tu caso, príncipe Ruminaú, tú…… perderás la vida……
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El guerrero de armadura roja levanto una mano y todos los hombres fornidos dieron un grito de grito de guerra y empuñando sus pesadas armas corrieron hacia el príncipe Ruminaú, este desenvaino sus espadas que estaban en su espalda, dio un paso hacia adelante y corto por la mitad a lo primera docena de hombres que se acercó a él con instintos asesinos, derramando las primeras gotas de sangre de aquella roja noche

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“Cuando el último soldado te ataque tu fuerza se desvanecerá y la muerte de una u otra forma te llegara”
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Sus hombre no caían uno a uno ante aquel guerrero dorado, no, caían de docena en docena, eran partidos a la mitad, decapitados o mutilados, y partes de su cuerpo o ellos mismos volaban 15 m sobre el cielo solo para caer sobre este ya sin vida, todos a la vez, aquello era lo más horroroso que había visto en toda su vida, ese guerrero no era un hombre, era un monstruo, escuchando los gritos desgarradores de sus guerreros la furia lo cegó, ese guerrero dorado no le haría lo mismo a él, no, lo mataría, le arrancaría la cabeza se la llevaría a su padre y regresaría a los brazos de sus amadísimo príncipe de sirio.

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Estaba parado en un lago de sangre con la armadura manchada con la sangre del ejercito de Mornmo, mientras masacraba a todos aquellos hombres, hubo uno que no se movió, solo le observo, allí parado, bajo una lluvia roja, sin hacer nada solo mirando….. Igual que ahora, no quedaba nadie más, solo ellos dos, parados uno frente a otro separados por unos cuantos metros, acabaría con ese hombre y antes de morir buscaría al príncipe Aeneas. De pronto, sin previo aviso, sintió un fuerte golpe en el pecho que lo hizo caer de rodillas, sus extremidades temblaban, apretó con sus manos la tierra empapada de sangre, sus fuerzas, aquel regalo de los dioses, se había ido


¿Por qué? Pregunto para sus adentros “todavía falta uno”
“Él no es un soldado” dijo la voz de artemisa en su cabeza “Es un noble”



¿Un noble? ¿Qué hacia un noble allí? Y si lo era ¿por qué no lo había dicho? El guerrero rojo camino lentamente hacia él, en cuanto lo vio dar un paso se levantó rápidamente, tomando sus espadas, el guerrero rojo hizo su primer movimiento y el látigo cayo con fuerza levantando la tierra roja hasta la altura de sus hojas, seguido movió su espada con intención de decapitarlo, pero el príncipe reacciono rápido y bloqueó aquella fuerte espada que le hizo dar un paso hacia atrás, pelearía, con sus propias fuerzas pero pelaría, no podía morir tenía que ver a Aeneas, alzo su mano libre para ponerle fin a la vida del guerrero rojo, pero este retrocedió y antes de hacerlo empujo al príncipe de sirio haciéndole caer, Ruminaú tomo una de sus espadas y se la lanzo lastimando el hombro del guerrero rojo y moviendo un poco sus casco, la espada cayo muy lejos no podía ir por ella. El príncipe de sirio hecho a correr lejos de aquel hombre, no escaparía solo estaba haciendo tiempo para idear un plan, pero Ruminaú olvido algo importante “Nunca le des la espalda a tu enemigo”
El guerrero rojo con su látigo atrapo uno de los tobillos dejándole caer de lleno en la tierra empapada de sangre, el príncipe se dio la vuelta y bloqueo la espada que estaba a punto de quitarle la cabeza, se defendió como pudo, corto el látigo que tenía cautivo su tobillo derecho y se puso de pie, dio unos pasos atrás, pero allá, dentro del casco del guerrero rojo, pudo distinguir un mechón de cabello ondulado rubio, abrió los ojos como platos ¿Aeneas? Su corazón golpeo su pecho, no, imposible, oh, príncipe olvidas algo más “nunca te distraigas en una batalla, eso es cavar tu propia tumba” el guerrero rojo aprovechó que el otro se quedó estático y con lo que quedaba de su látigo atrapo el cuello del otro, y tiro de el con fuerza haciendo que el guerrero de armadura dorada cayera de rodillas. El príncipe al sentir la presión en su cuello que le privaba de oxigeno se llevó las manos al cuello intentando quitar aquel latido rojo que lastimaba su cuello, el guerrero rojo se acercó a él puso un pie en su pecho y jalo el látigo ahorcando al guerrero dorado.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, ¿ese era Aeneas? No, no podía serlo. Recordó la forma en que el rubio le toco aquella noche, sus besos, sus caricias, sus palabras, aquella noche en que consumaron su amor.



“No puedo respirar”




- A… Ae – balbuceó con dificultad, pero no pudo terminar porque una espada le atravesó el corazón, sintió un dolor como ningún otro y dejo de intentar quitarse el látigo, sus manos cayeron a sus costados. La mano del guerreo rojo se extendió ante el
- Ahora veré, el rostro del maldito que mato a todos mis hombres- y de un movimiento rápido le quito el casco que cubría su rostro, sus ojos se abrieron como platos, y su corazón se llenó de dolor, dime querido lector ¿Cuál corazón siente más dolor? Soltó la espada y el látigo y dio unos pasos hacia atrás, su rostro se descompuso en dolor puro, y sus ojos se llenaron de lágrimas- Ru-Ruminaú dime que no eres tu – dijo con voz quebrada, el príncipe cayo a la tierra roja, con los ojos ya sin color mirando las estrellas-¡RUMINAU! No, por favor no-dijo quitándose el casco y poniéndose de rodillas frente a la persona que amaba, frente a la persona a la cual acababa de quitarle la vida, sacó la espada y le sostuvo entre sus brazos, abrazándole fuertemente
- Yo…yo…- dijo Ruminaú con su último aliento de vida, tosiendo sangre- yo…. Te amo
- No hables…- sollozo el príncipe Aeneas con lágrimas cayendo de sus hermosos ojos color ámbar- no te vayas….- su voz quebrada, era lastimera- per...perdóname… perdóname… repetía una y otra vez
- Te amo…- volvió a decir el príncipe Ruminaú, con sangre saliendo de su boca
- Yo también… dijo el príncipe Aeneas besando sus ya heladas mejillas, al sentir la frialdad de estas lloro aún más- te amo, créemelo te amo, por favor perdóname… yo no lo sabía...- y recordó a su padre y dentro de él, esa noche, nació un rencor hacia su progenitor. El príncipe Ruminaú haciendo un esfuerzo sobre humano levanto su mano, busco el zafiro dentro de su armadura, lo arranco de su collar y lo puso en la palma de la mano del de ojos ámbar- te amo- susurro una vez más y con sus ojos ya opacos vio las estrellas, jamás las había visto brillar así,- son…-tosió sangre de nuevo- son hermosas- ah, aquella era una maravillosa vista
- Eh?- Aeneas levanto la cabeza para ver el cielo, pero gracias a las lágrimas no pudo verlas bien, no limpio sus lágrimas no merecía tal vista, el azabache toco su mejilla y este al sentir la puso la suya sobre esta, estaba fría, pálida y temblaba.
- Te amo- dijo por última vez mirando aquellos ojos ámbar tan expresivos que tanto le gustaban, miro las estrellas una vez más y pudo ver a su madre parada frente a él, esta le sonrió tiernamente, se inclinó y le extendió la mano y el príncipe Ruminaú de las tierras de sirio la tomó cerrando los ojos.
Aeneas al verle cerrar de los ojos, grito “no te vayas” lloro y maldijo con voz quebrada a los dioses por hacerle pasar aquel insoportable dolor, no podía la opresión en su corazón era demasiada, miro su espada a unos metros de él, un viento gélido sopló y miro las estrellas por última vez.


Esa noche las estrellas brillaron con una intensidad que parecía irreal y fue allí, sin ningún testigo cuando un nuevo punto apareció en el cielo, una estrella que brillaba como ninguna otra, una estrella que hoy en día conocemos con el nombre de sirio.


















Notas finales:

¿como estuvo? ¿te gusto? ¿no te gusto? ¿por que? porfa si te ha gustado déjame un review y si no pos, tambien ¿no?
en cuanto al nombre "Ruminaú" no sabia que otro nombre ponerle, y pues Ruminaú es un nombre que invente el año pasado.

!gracias por leer!

escrito dos dias despues de ser publicado: quiero aclarar algo, por una pregunta que me hizo kisa 1997, y es que yo no soy el principe Ruminaú, es solo que no hallaba que nombre ponerle y la otra opcion era "Élamor" pero me parecio mas nombre de seme.

si hay algo que no entiendas sobre el fic, tienes toda la libertad de preguntarmelo y yo con gusto te explicare :)


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