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DOCE DIAS por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Bueno, aqui les traigo el final, esta larguito espero les guste.

 

Estoy muy contenta de haber podido terminar esta historia me costo un poco hacerla. Espero de corazon se animen a dejarme su opinion y las vere encantada en mis proximos trabajos.

 

Gracias por leer y por haberme esperado, saludos, se les quiere.

 

Butterflyblue

Doce días para enamorarte, 12 días para vivir por ti.

 

— ¿Trabajar en la empresa de tu padre?

 

Pasó un año y Ryu tuvo todo ese tiempo para intentar recuperarse de la pérdida de su hija.

 

Al principio no fue fácil, pero contaba con el apoyo de Kaoru, con su inmenso amor, así que de alguna forma él había encontrado las fuerzas para seguir viviendo.

 

—Sí. — respondió con timidez, no había hablado de eso con Kaoru antes de decidir hacerlo y supuso que su esposo se incomodaría. —Él, como ya sabes, está pensando en retirarse y… bueno la editorial siempre fue mi meta.

 

Kaoru, siguió prestándole atención al periódico que fingía leer. Aquella inesperada noticia no era del todo de su agrado.

 

—Aún estas en la universidad. — dijo con serenidad, tratando de no hacer una tormenta en un vaso de agua. —Y también está el tratamiento que apenas comienzas con Shinobu.

 

Ryu se mostró un poco nervioso y se levantó de la mesa donde desayunaban, pensando que quizás no había escogido el mejor escenario para iniciar aquella conversación.

 

—Sólo me falta un año para graduarme. — pronunció sereno mientras se servía un vaso de jugo. —El… el tratamiento con Shinobu puede…

 

— ¿No estarás pensado cancelar las sesiones, verdad? —preguntó esta vez Kaoru con un tono un poco altisonante que no se molestó en disimular.

 

Ryu enrojeció al mirar a su esposo disgustado, el periódico que este leía cayó sobre la mesa y la mirada de Kaoru se veía intensa.

 

—Yo… yo solo pensé que podía dejar de asistir por un tiempo y…

 

—No. Y no es negociable, Ryu. La respuesta es no. — Kaoru se puso de pie para marcharse y miró a su esposo con un dejo de advertencia. —Busca la manera de organizar tu tiempo, puedes renunciar a la universidad o postergar el trabajo pero las sesiones con Shinobu se quedan como están.

 

Kaoru salió de la cocina y Ryu se quedó de pie en medio de esta, sintiéndose profundamente molesto y sentidamente avergonzado.

 

Su esposo estaba en la habitación vistiéndose para salir, Ryu entró y se sentó en la cama mirándolo con disculpa, después de todo Kaoru había soportado mucho en esos duros meses.

 

Ryu sabía que de no haber sido por el apoyo y el amor de su esposo no habría logrado levantarse y seguir adelante.

 

—Organizaré mis horarios en la universidad para que me permitan asistir a la consulta con Shinobu.

 

Kaoru suspiró y se sentó a su lado en la cama.

 

—No estoy tratando de ser un tirano, sólo quiero que estés bien, mi único deseo es que seas feliz.

 

—Lo sé. —susurró Ryu sonriéndole con amor.

 

Kaoru lo besó amorosamente y en su mirada se reflejó el amor inmenso que le tenía, pero ese amor no sería suficiente para soportar el duro temporal que ensombrecería sus días.

 

Pocos meses después comenzaron los problemas.

 

La puerta de la casa se abrió silenciosamente y Ryu entró tratando de hacer el mínimo ruido.

 

—Son las once de la noche.

 

Al encenderse la tenue luz de una lámpara en la sala y escuchar la molesta voz de Kaoru, Ryu entendió que su plan de pasar desapercibido había ido a parar al fondo del basurero.

 

—Tu-tuve una reunión y… se me hizo tarde.

 

—Perdiste la cita con Shinobu por tercera vez. —Kaoru se puso de pie y se acercó a Ryu mirándolo con reproche. — ¿Cuál es tu excusa esta vez?

 

Ryu estaba cansado y la verdad también estaba molesto de que su esposo no lo comprendiera.

 

Su trabajo era importante, la universidad era importante y las malditas reuniones con Shinobu, solo le hacían sentir dolor, si por él fuera hacía mucho tiempo hubiese renunciado a aquellas incomodas citas.

 

—Programaré con Shinobu otros días y ya deja de fastidiar con eso. —le espetó con molestia a Kaoru, pasando por un lado de él y dejándolo con la palabra en la boca en el medio de la sala.

 

Kaoru respiró profundo y se tragó la andanada de insultos que tenía en la punta de la lengua.

 

Evitando una confrontación en aquel estado de furia, caminó hasta su estudio y se encerró en él, dando rienda suelta a su ira en las blancas superficies de los lienzos que descansaban en el iluminado lugar.

 

Así lo encontró Ryu en la madrugada, cuando, harto de esperar que este se reuniera con él en la habitación, fue a buscarle donde sabía que siempre estaba cuando él lo hacía disgustar.

 

Kaoru mezclaba furiosamente los colores en su paleta y el pincel se movía con enérgicos movimientos sobre el lienzo que ya había adquirido una forma. Los colores que se mezclaban en el dibujo eran calientes y tormentosos, reflejo de las intensas emociones que se removían en el interior de Kaoru en aquel momento.

 

Estaba tan concentrado en su desahogo que no sintió a Ryu entrar, sino hasta que este acarició con sus cálidas manos el desnudo torso que goteaba sudor.

 

Kaoru detuvo sus movimientos y sintió la leve caricia, el aliento de Ryu en su espalda, su voz lánguida y dulce susurrarle al oído.

 

—La cama se siente fría y yo me siento solo y triste cuando tú no estás en ella, conmigo.

 

—Estoy disgustado contigo. — murmuró severo, pero se engañaba a sí mismo, lo amaba y lo deseaba y la evidencia estaba en el agitado palpitar de su corazón y en la furiosa erección que se notaba en su pantalón.

 

Lo siento, mi amor, por favor ven conmigo a la cama. —murmuró Ryu besando el húmedo cuello de su esposo.

 

Kaoru se dio la vuelta con violencia, con una expresión salvaje en el rostro. Su mano grande y fuerte se encerró alrededor del blanco y estilizado cuello de su esposo. En sus ojos brillaba la ira y también un desmedido deseo.

 

Ryu no se resistió, dejo caer sus manos y lo miró con entrega.

 

La otra mano de Kaoru acarició la blanca piel del amado rostro, sus dedos separaron los suculentos labios y luego bajaron hasta el torso que se podía apreciar por entre la bata entreabierta.

 

Kaoru lo empujó aún sosteniéndolo por el cuello hasta la pared más cercana y con su mano libre desgarró la escasa ropa que lo cubría.

 

Ryu gimió cuando los dedos duros pellizcaron uno de sus pezones. Kaoru estaba disgustado y se lo estaba haciendo saber con aquellos gestos, pero aun así no trató de apartar la mano que presionaba su cuello, ni se quejó cuando Kaoru mordió uno de sus pezones dejando una marca roja de dientes.

 

Kaoru finalmente apartó la mano de su cuello y se arrodilló frente a él para engullir su pene sin mucha ceremonia mientras apretaba sus nalgas con violencia, masajeándolas y nalgueándolas con rudeza.

 

Ryu sentía dolor por aquel brutal ataque, pero también había un profundo placer, pues Kaoru le estaba dando el dolor en el punto en el que él lo podía soportar.

 

Cuando Kaoru sintió que las piernas de Ryu se tensaron y lo signos evidentes del orgasmo se dibujaron en todo el cuerpo de su esposo, cesó el ataque y lo cargó para caminar con él hasta un enorme sillón que había en su estudio y lanzarlo allí sin ninguna suavidad.

 

Ryu estaba adolorido y excitado, apenas podía respirar, su corazón galopaba salvajemente y su pene goteaba y dolía, ardiendo de deseo por conseguir la ansiada liberación.

 

Kaoru lo tomó por las caderas y lo hizo girarse hasta quedar sobre sus manos y rodillas en el sillón.

 

Ryu ahogó un grito mordiendo sus labios cuando Kaoru lo penetró con sus dedos. Su esposo le besó la espalda y mordisqueó su cuello, mientras lo penetraba sin clemencia en busca de estirarlo.

 

No duró mucho y cuando lo sintió preparado lo penetró sin tardanza, haciendo que Ryu soltara una maldición, mientras gemía al compás del vaivén de las estocadas de Kaoru.

 

El encuentro fue irracional. La furia y la pasión se dieron la mano en un absoluto frenesí. El sonido de las caderas chocando. Ryu podía sentir el pene de Kaoru enterrándose muy profundo dentro de él, sus manos duras enterrándose en sus caderas, sus besos y mordidas en su espalda y cuello.

 

La mano que se envolvió en su pene lo jaló con fuerza. Ryu sabía que al día siguiente resentiría todo aquello, pero el placer era inaudito, abrazador. Kaoru lo masturbó con saña y el orgasmo explotó en su interior como mil bombas atómicas.

 

La explosión lo sacudió en cada célula, nubló su vista y su mente, lo despojó de cualquier rastro de humanidad, volviéndolo un animal puro y salvaje, más allá de lo real, de lo lógico.

 

Sus gemidos y gritos se confundieron con los de Kaoru, cuando finalmente este lo llenó con hilos de caliente semen y siguió bombeando en su interior hasta que su pene comenzó a arder por la fricción.

 

La realidad los saludó mucho rato después. Aún sus respiraciones no se calmaban y Ryu se sentía con un pie en la inconciencia.

 

Cada pedazo de su piel estaba marcado con señales invisibles, señales de posesión. Kaoru no le había hecho el amor, lo había poseído y Ryu no podía encontrar ni la más mínima cosa mala en aquello.

 

Sumisamente se entregó y disfrutó cada momento de aquel tórrido encuentro.

 

Kaoru lo besó con suavidad y se puso de pie para levantarlo en sus brazos. Ryu se acurrucó en su pecho y mientras Kaoru lo llevaba a la habitación le susurró dulcemente al oído.

 

—Ahora te voy a hacer el amor.

 

Ryu sonrió adormilado y dentro de la tibia agua de la bañera, Kaoru se dedicó a amarlo suavemente.

 

Era obvio que al día siguiente Ryu no se pudo levantar de su cama y su muy solícito esposo, sonrió satisfecho de tenerlo a su merced todo aquel día para consentirlo como quería.

 

Fue un día de triunfo para Kaoru, pero solo duró eso, un día.

 

Las semanas siguieron pasando y las discusiones no se hicieron esperar.

 

Porque Ryu estaba trabajando demasiado, porque cada vez era más frecuente que cancelara sus citas con Shinobu, porque de repente Ryu no parecía vivir para otra cosa que no fuera la universidad y el trabajo.

 

Por eso, para Kaoru fue un shock, cuando una mañana en medio de un desayuno no precisamente feliz, Ryu le dio una inesperada noticia.

 

—Quiero tener un bebé.

 

Ryu había estado muy estresado con la pesadez en su matrimonio. Kaoru hacia un enorme esfuerzo por controlarse, pero él sabía que cada vez se distanciaban más. No sabía cómo compaginar los roles en su vida y tenía muy claro que Kaoru era lo más importante, pero también era muy difícil para él, renunciar a lo que había conseguido.

 

Pero ¿qué había conseguido?

 

Su trabajo en la editorial era satisfactorio, había superado la renuencia inicial de todos sus empleados que lo creían un niñito de papá, que había conseguido el puesto sin tener mérito.

 

La universidad estaba por terminar y gracias a que era un magnifico estudiante no tenía problemas en ese aspecto.

 

Entonces estaban las consultas con Shinobu, enfrentarse a sí mismo en cada sesión era desgastante y lo hacía perder el brillo de las cosas que conseguía a nivel profesional.

 

Entonces sintió que algo le faltaba, que a su matrimonio le faltaba otro motivo que no fuera sólo el amor, que ese amor tan grande debía también ser para alguien más.

 

— ¿Estás seguro? —preguntó Kaoru, que jamás imaginó que ese tema iba a ser iniciado por Ryu.

 

— ¡Sí! —proclamó Ryu con entusiasmo, dándole a Kaoru todos sus motivos. —Estoy por terminar la universidad y ya me acoplé al trabajo, además creo que ya es tiempo de que nuestra familia crezca.

 

Ryu se veía tan entusiasmado que Kaoru se calló el hecho de que aquellas no le parecían las razones más correctas.

 

Decidió hablar con Shinobu sobre aquel nuevo cambio de Ryu, sobre todo porque le preocupaba que en todo aquel rato, Ryu nunca mencionara a su hija.

 

Notó entonces que nunca la mencionaba y Kaoru comenzó a pensar que evitaba a propósito hablar de ella y se culpó por no haber notado aquello antes. Inmerso como estaba en los otros problemas que enfrentaban, no había visto el más grande, el que iba a hacer que su matrimonio se fuera al traste.

 

Unas semanas después comenzaron a intentar un embarazo.

 

Shinobu le había dicho que tenía que darle tiempo a Ryu, que quizás un nuevo embarazo lo ayudaría a canalizar su dolor. También había insistido en que Ryu no abandonara la terapia, pero aquello iba a ser más difícil de lo que se imaginaban.

 

Con la graduación de la universidad comenzaron más problemas.

 

Las horas de trabajo se hicieron más extensas y el sexo de pronto se convirtió en un acto mecánico, que Ryu utilizaba para conseguir un fin, pero el objetivo parecía no querer llegar.

 

Cuando cumplieron tres años de matrimonio ya llevaban casi dos intentando conseguir un embarazo.

 

La apatía de Ryu, sus constantes ausencias, el decrecimiento de su vida sexual, provocó el primer punto de quiebre en su matrimonio.

 

Kaoru, siguiendo los consejos de Shinobu, le había dado espacio a su esposo, había soportado sus ausencias. Había aceptado el compromiso que sentía este con su trabajo. Había sido paciente, colaborador, e incluso trataba de ponerle chispa al sexo, pero Ryu cada día estaba más frio, más lejano.

 

—Estoy en la etapa fértil. — Le dijo una tarde, en la que Kaoru se había alegrado porque por primera vez en meses lo había visto volver temprano a casa.

 

Para Kaoru fue como un balde de agua helada y cuando Ryu comenzó a desnudarse, fue sorprendido por una sonora carcajada de Kaoru.

 

Ryu lo miró con el ceño fruncido, frustrado y molesto por lo que consideraba una burla de su esposo, pero antes de que pudiera decir algo, fue Kaoru quien desahogó su corazón.

 

— ¡Vete al maldito infierno! —gritó con toda la ira que había acumulado en meses. — ¡No soy tu maldito banco de esperma! ¡Estoy harto, harto de ti, harto de esta casa, de tu apatía, de que no estés aquí el tiempo suficiente como para ser mi esposo.

 

Kaoru comenzó a tirar todo lo que tenía a su alcance y así los jarrones, adornos, libros y demás, fueron a dar al suelo. Mientras el corazón de Kaoru dejó salir el dolor que lo embargaba.

 

— ¿Quieres que te coja aquí en el maldito suelo y luego qué? ¿Vas a irte con el culo lleno de mi semen a tu maldito trabajo para así seguir siendo el digno presidente de tu mugrosa editorial?

 

Kaoru rió a carcajadas y la ira brotaba de su cuerpo de tal forma, que Ryu no tuvo ni tiempo de sorprenderse por el vocabulario soez que por primera vez había utilizado con él.

 

Ryu se asustó verdaderamente cuando Kaoru caminó hacia él con pasos firmes y sus dedos se enterraron con fiereza en su cabello. El gemido de dolor se quedó ahogado en medio de un beso más lleno de odio, resentimiento y dolor, que del amor con el que siempre lo había besado su esposo.

 

Cuando Kaoru finalmente lo soltó, un hilo de sangre descendió hasta la barbilla de Ryu, producto de sus labios lastimados.

 

Kaoru lo miró y en sus ojos, Ryu pudo ver dolor, miedo e ira. Una ira que él mismo había provocado.

 

Las manos de Kaoru limpiaron el hilo de sangre y luego esos dedos hábiles, largos, hermosos, dedos hechos para crear, dedos que electrizaba su piel, que le daban placer. Se pasearon por el rostro de Ryu manchándolo de sangre, como si Kaoru estuviera pintando su odio con tinta de sangre sobre la inmaculada piel de quien amaba.

 

—Te odio. —Le dijo tomándolo por el mentón y apretándolo con fuerza. Los ojos de Kaoru estaban cristalinos por las lágrimas que no llegó a derramar y antes de soltarlo le dijo con dolor. —Y maldito seas, también te amo. Te amo con un amor tan grande que me está destruyendo.

 

Kaoru lo soltó con un movimiento brusco y le dio a espalda. Caminó hasta la salida y tomó las llaves de su auto.

 

Se detuvo un segundo en la entrada y suspiró.

 

—Ojala nunca te hubiese conocido. —murmuró antes de abrir la puerta y marcharse.

 

Ryu se quedó de pie, su rostro manchado de sangre, su corazón desbordado, sus lágrimas negándose a caer pues aún no creía lo que había pasado.

 

Cuando finalmente reaccionó, hacía mucho que Kaoru se había ido y recuperarlo le costó meses.

 

Su primera reacción fue buscarlo en su lugar seguro, el árbol estaba vacío y estuvo vacío las muchas veces que fue a buscarlo con la esperanza de encontrarlo allí.

 

Shinobu y Hiroki fueron sus apoyos en aquellos días. Hasta el trabajo quedó en un segundo plano, cuando recuperar a su esposo se hizo lo más importante para él. Lo necesitaba, Kaoru era su mundo, su vida, su lugar feliz, su amor.

 

Los meses pasaron y cada vez perdía la esperanza de encontrarlo, parecía que se había borrado de la faz de la tierra.

 

Habló muchas veces con Akihiko y este negó cada vez saber algo de su hermano.

 

De pronto, ya no salía de la casa esperando una llamada o que repentinamente volviera.

 

Así lo encontró Misaki un día y condoliéndose de él, de su dolor, le reveló el secreto que su esposo había guardado celosamente.

 

Ryu se puso en marcha esa misma tarde y la noche lo sorprendió en el pequeño pueblito en el que no había pensado.

 

Le costó días convencerlo de hablar, tuvo que alojarse en una pequeña posada e insistir cada día.

 

Kaoru estaba demacrado, delgado, triste y marchito y él no quería verlo así, no podía vivir con la culpa de haber apagado la luz que siempre iluminaba a su esposo.

 

Tuvieron un conversación dura, se gritaron, se dijeron cosas que ninguno de los dos quería decir y Ryu se fue derrotado de la casa.

 

Antes de marcharse del pequeño pueblo, caminó hasta el rio donde tenía tan hermosos recuerdos. Allí le había pedido Kaoru que se casaran y allí se habían casado. Allí había aceptado que traería una vida al mundo y se había regocijado con la idea.

 

Ahora estaba allí de nuevo y ya no tenía a Kaoru, su matrimonio se había roto y su hija había muerto.

 

Se arrodilló en las riberas del rio y humedeció sus manos en las oscuras aguas. El agua helada se comparaba con la frialdad que había en su interior y las lágrimas derramadas se unieron al caudal.

 

—He perdido tanto. —murmuró en un sollozo. —No quiero perder más. No quiero. Kaoru…Kaoru…

 

De pronto sintió unos brazos tibios envolviéndolo y sollozando se recostó del cálido pecho de su esposo.

 

—A mí no me has perdido, mi amor, lo siento. Lamento lo que dije. —Kaoru besó sus labios dulcemente y lo abrazó con fervor. —Te amo Ryu, perdóname por haber perdido el rumbo, perdóname por faltar a mis promesas, te amo y siempre te amaré.

 

Ciertamente Kaoru no volvió a romper sus promesas. Ni siquiera cuando dos años después de aquella hermosa reconciliación, firmó el divorcio en un frio juzgado.

 

Ryu en cambio no consiguió dar con el camino correcto y sus miedos, culpas e inseguridades, siguieron atormentándolo hasta a acabar con lo único bueno que tenía.

 

No se puede decir que en aquel tiempo no hizo un esfuerzo, pero su fragilidad era mucho y el peso que cargaba sobre sus hombros era muy grande. No quiso reconocer que tenía un problema, no quiso ver en su interior y la imagen que siempre veía reflejada en el espejo no era la de él, era la de la persona que se había inventado.

 

Los problemas lo superaron, las inseguridades llegaron al límite cuando no consiguió embarazarse. Llegó a pensar que la vida lo estaba castigando por haber matado a su hija y con aquello en mente rechazó cualquier tipo de ayuda, flagelándose por aquel pecado que pensaba había cometido.

 

Kaoru soportó estoicamente el caudal de emociones que rodearon su matrimonio aquéllos dos años. Firmó el divorcio convencido de que el mal tiempo pasaría, se recubrió de una fuerte coraza, llena de amor, de fe, de esperanza.

 

En el fondo de su corazón sabía que lo recuperaría, sabía que al final del camino, Ryu y él volverían a tener su idílica historia de amor.

 

Fue una sorpresa cuando Hiroki le anunció que Ryu estaba esperando un bebe, unos meses después de haberse divorciado.

 

Para Ryu fue una total locura, para Kaoru una luz de esperanza. Aunque separados, intentó apoyarlo y a pesar de la renuncia de Ryu, logró participar en gran parte del embarazo.

 

Se amaban y era un amor masoquista, loco, frustrante, mágico, fuerte, valiente. Un amor que llevaba consigo una gran carga de esperanza, tan terco y perseverante que se negaba a hincarse antes las inclemencias de la vida.

 

Era un amor que estaba decidido a vivir aunque el destino una y otra vez le clavara la afilada espada de la desesperanza, de los obstáculos, del miedo, del dolor, buscando destruirlo.

 

Para cuando nace Shunsei, las cosas están oficialmente terminadas entre ellos. Sin embargo Ryu no dejó de buscarlo ciegamente en sus febriles momentos de necesidad.

 

Eso le dio a Kaoru la pauta para urdir un plan.

 

Estaba desesperado, Ryu cada día estaba más delgado, mas demacrado, mas perdido en sí mismo. Cuando Kaoru le hacia el amor en aquellos momentos de locura intentaba recuperarlo, pero Ryu estaba más allá de todo, mas allá de su amor.

 

El único que podía salvarlo era él mismo y Ryu no quería salvarse.

 

Y por un momento, casi logró destruirse…

 

******

 

Un nuevo amanecer, los rayos del sol iluminando la estéril habitación y unos ojos que se abren con cansancio, con dudas, con arrepentimiento y también con amor.

 

Ryu mira a su alrededor y se da cuenta de que está solo en la habitación. Los acontecimientos del día anterior vienen a su mente.

 

Apenas hablaron cuando Kaoru, después de dejarlo llorar por largo rato, lo regresa al hospital.

 

Al llegar se dan cuenta de que tiene una hemorragia, entrada la madrugada sale de emergencia. Todo está controlado dice el doctor. Familiares, amigos y el propio Kaoru que no se ha movido del lugar, respiran aliviados, pues no ha sido tan malo como temían.

 

Ryu suspira y vuelve a cerrar los ojos, decidido a no pensar. No sabe qué va a ocurrir de allí en adelante. No sabe si Kaoru lo ha perdonado, no sabe si ese día se llevará a su hija y tampoco sabe cuánto más podrá soportar aquel dolor inmenso que lo debilita, que le impide respirar, pensar o siquiera tener un resto de esperanza.

 

Kaoru tampoco tiene muy claro aún que quiere hacer, la noche anterior ha hablado con sus amigos.

 

—El doctor dice que la hemorragia está controlada, pero tendrá que pasar unos días en el hospital.

 

Hiroki, Nowaki, Shinobu y Miyagi, escuchan la explicación con los rostros tensos, aunque con el corazón aliviado porque Ryu y la niña están bien.

 

No dan crédito cuando los ven regresar juntos, Ryu cabizbajo y arrepentido. Kaoru cansado y pensativo.

 

En ese momento cuando ya Ryu duerme y él se ha despedido de su hija, lo único que le queda es dar un breve resumen a sus amigos de lo que el médico le ha informado. Una vez que lo hace, Kaoru les da la espalda para marcharse, pero Hiroki le llama.

 

—Kaoru… yo… ¿qué va a pasar con…?

 

—Ahora no Hiroki, por favor. —Le ruega Kaoru dándose la vuelta y mirándolo con un inmenso cansancio.

 

Nadie dice nada más. Lo dejan ir ¿Qué más pueden hacer? Kaoru ha dado todo de si por muchos años, tiene derecho a estar harto, tiene razones para estar cansado.

 

—Se va a llevar a la niña mañana. —murmura Hiroki con un sentido suspiro.

 

Nowaki lo abraza y besa su frente con amor.

 

Shinobu toma su mano y le sonríe con confianza.

 

—Kaoru hará lo que su corazón le diga que debe hacer. —le dice con suavidad, mira al pasillo por donde Kaoru se ha ido y sonríe dulcemente. —Y ese corazón es tan grande y tan bondadoso que sé que le dirá que debe hacer lo correcto y eso será lo mejor para Ryu.

 

Los días siguientes parecen confirmar las palabras de Shinobu. Ryu, que ha esperado no ver a su hija más, se encuentra con la maravilla de tenerla cada día junto a él en una primorosa cunita. Las enfermeras y Hiroki lo ayudan cuando le toca alimentarla, o bañarla.

 

Ryu se desvive en vestirla con las hermosas ropitas que su hermano le ha regalado y la acuna por largas horas tratando de tener recuerdos que lo sostengan cuando Kaoru se la lleve.

 

Ryu presiente que este le ha dejado a la niña los días de su convalecencia por lastima y sabe que no merece aquella consideración, así que no se queja.

 

Otro visitante asiduo aquellos días es Shunsei. Kaoru lo lleva al hospital y se lo deja a Hiroki para que este lo lleve con Ryu. Kaoru se va y regresa por las tardes casi siempre cuando Ryu duerme.

 

Aprovecha de ver a su hija y luego se marcha con Shunsei. Hiroki no pregunta nada, pero esta angustiado por lo que Kaoru piense hacer cuando Ryu salga del hospital.

 

Finalmente llega el día en que le dan de alta a Ryu. Este, sentado en la cama, ya está vestido. Una pequeña maleta descansa sobre la cama y en sus brazos duerme una hermosa princesa.

 

Cualquier movimiento fuera de la habitación hace que Ryu se sobresalte, espera a Kaoru, espera que venga y se lleve a su hija.

 

Se ha estado armando de valor esos días. Sabe que lo merece, pero aun así le duele, le duele como nada le ha dolido jamás.

 

—Te amo mi pequeña princesa, te amo y te amaré siempre y aunque no esté contigo quiero que sepas que eres mi tesoro. Tú y tu hermanito son mis tesoros. Los amo, estoy seguro que tu papi te va a poner un lindo nombre, yo no me atreví a hacerlo… no… no soy digno de eso, pero tu papi si lo es y él te dará…

 

— ¿Por qué no se lo ponemos juntos? —Dice una voz desde la puerta. Ryu no quiere mirarlo, no puede, si lo hace se deshará en llanto, le rogará que no se la lleve y no debe hacerlo, ya le ha quitado mucho a Kaoru es hora de darle, es hora de retribuirle.

 

—No…no puedo. —murmura Ryu, sosteniéndola contra su pecho. Teme que él se la quite de los brazos.

 

— ¿Por qué no puedes? —pregunta Kaoru sentándose a su lado y acariciando la cabecita de su hija.

 

—… no lo merezco. —la aceptación es apenas un susurro, uno que Kaoru casi no alcanza a oír, pero que le duele muy profundo en el corazón.

 

—Vamos. — le dice con calma, llenándose de toda la serenidad que puede conseguir en su interior. Ese momento es de Ryu y él está allí para acompañarlo, para apoyarlo. —Estoy seguro que has pensado un nombre perfecto para ella. Sé que de seguro es el más hermoso de los nombres.

 

—Pe… pero… tú… tú vas a llevártela…

 

—Vamos Ryu, ella está esperando oír su nombre de tus labios.

 

Ryu la separa de su pecho y ve la carita dulce de su hija, esta despierta y tan tranquila, lo mira curiosa, vivaz, lo mira enamorada, porque sabe quién es él en su vida. Ella conoce su olor, su voz suave y dulce, sabe que ese rostro hermoso es de quien le ha dado la vida, de quien la ama con devoción.

 

—Nozomi. —murmura Ryu con un sollozo. La besa y le sonríe cuando ella acaricia su rostro con sus pequeñas manitas. —Mi pequeña esperanza, mi más hermoso amor.

 

Kaoru sonríe y toma la mano de su hija para besarla con dulzura.

 

—Bienvenida pequeña esperanza. —le dice con amor. —Tus papas están felices de tenerte y te van a hacer muy feliz. Tú y tu hermanito son muy amados y serán felices. Te lo prometo mi princesa. Mi amada Nozomi.

 

Ryu lo escucha con el corazón destrozado, el momento se acerca y él no quiere, no quiere que Kaoru lo abandone.

 

De sus labios se escapa un sollozo, a pesar de que no lo desea, de que su alma grita desesperadamente, extiende los brazos y le entrega la niña a Kaoru.

 

Su mirada se aparta de aquellos que ama, sus ojos se cierran. Las lágrimas no han cesado de caer por sus pálidas mejillas.

 

—…le… le gusta dormir de ladito, ella sonríe cuando la bañan. Parece que le gusta mucho la manta rosa que le regaló Hiroki… la… la puse en su maleta. —Ryu aprieta las manos y los labios para seguir, con su voz rota. Todo su cuerpo tiembla de dolor. —Por favor… déjame verla seguido, sé que piensas que soy un… lo siento Kaoru, sé que merezco que te la lleves, pero… ¿podrías perdonarme aunque fuera un poco?

 

Ryu por fin levanta la mirada y se consigue con los ojos suaves y amorosos de Kaoru.

 

Aunque sabe que no merece aquel perdón, aquel amor, aun así ruega con tristeza.

 

—Déjame ver a mis hijos con más frecuencia, son lo único que tengo.

 

Kaoru lo mira por unos largos segundos y sin decir nada suspira, se levanta y se marcha. Ryu lo ve irse con el corazón destrozado, no le ha dicho nada, no ha respondido a su suplica.

 

Quiere gritar, quiere llorar hasta que su cuerpo se quede seco, pero no puede. Está congelado en ese momento, en el momento en que Kaoru se marcha con su hija y no le dice nada, ni siquiera adiós.

 

Se recuesta de la cama y se hace un ovillo, llorando silenciosamente. Alguien entra y Ryu supone que es Hiroki que ha venido a buscarle.

 

¿Para llevarle dónde?

 

El ya no tiene fuerzas, ya no tiene nada, de pronto ya no quiere vivir.

 

—No te puedes quedar allí, ya te dieron de alta, es hora de ir a casa.

 

No lo puede creer, no es su hermano el que le está hablando.

 

Cuando abre los ojos y es el rostro de Kaoru el que mira. No sabe si reír o terminar de derramar las lágrimas que le queden.

 

—Tú… te fuiste. —le dice en un murmullo, mirándolo entre esperanzado y temeroso.

 

Kaoru lo toma de la mano y lo insta a ponerse de pie, mientras le habla con suavidad.

 

—Salí para dejarle la niña a la niñera. He regresado para llevarte a casa.

 

¿Se puede ser más cruel?

 

¿Acaso él lo merece?

 

Kaoru lo va a llevar a su casa. Lo va a dejar allí en la puerta y luego va a irse, va a llevarse con él a su hija y también se llevará su corazón.

 

Quizás lo merece.

 

Ryu está convencido de eso. Cuando la enfermera empuja la silla de ruedas hasta el interior de la habitación.

 

—No… no puedes hacerlo… no quiero que tu… Hiroki va a llevarme… va a llevarme a casa.

 

Kaoru presiente que Ryu está al borde de un colapso.

 

—Denos unos minutos por favor. —Le pide a la mujer y esta asiente marchándose al instante.

 

—Ryu…

 

— ¡No! —grita Ryu desesperado, no va a soportarlo, no soportará una despedida así. — No quiero que me lleves a mi casa, no quiero que me dejes allí y te marches… No lo soportaría Kaoru, no podría soportarlo. Sé que lo merezco, sé que hice…

 

—Ryu, cálmate. Por favor escúchame. —le pide Kaoru sentándose a su lado en la cama mientras toma sus manos con una cálida suavidad. —No voy a llevarte a tu casa. Irás a mi casa. Nozomi te necesita y Shunsei también. No pensaba separarte de nuevo de ellos.

 

Ryu entonces cambia su expresión, en sus ojos debe haberse pintando una luz de esperanza, que Kaoru nota enseguida.

 

— ¿A tu casa? ¿Kaoru tú…?

 

—Sí, a mi casa, pero por favor no malinterpretes las cosas. —le dice Kaoru con firmeza. —Mira, yo lo pensé y es injusto que estés lejos de los niños, ellos te necesitan. Pero tampoco quiero ser yo, el padre ocasional. Quiero estar con ellos todos los días y compartir su vida.

 

Kaoru suspira y se pone de pie, se aleja un poco y mira distraído por la ventana.

 

—Lo pensé mucho estos días y esto fue lo mejor que se me ocurrió. Estaremos en la misma casa. Es grande, lo suficiente como para no estorbarnos. Así los dos podremos compartir con los niños.

 

Aprieta los puños y se da la vuelta para encarar a Ryu.

 

—Por supuesto hay condiciones. Tendrás que seguir el tratamiento con Shinobu y si es tu deseo regresar al trabajo después de que estés recuperado del parto, tendrás que tener un horario holgado que te permita compartir con los niños.

 

Ryu asiente lentamente. Las condiciones son simples y él está más que dispuesto a aceptarlas, pero ¿Qué pasa con ellos? Kaoru ha mencionado en todo momento a sus hijos, pero no ha hablado de su relación.

 

Como si leyera sus pensamientos, Kaoru lo mira de pronto si expresión alguna en el rostro.

 

—Mandé a preparar una habitación para ti. Está al lado de la de los niños y en la casa tendrás todo lo que necesites. Pensé por muchos días en todo esto, Ryu, espero sea un buen trato para los dos. Es todo lo que puedo ofrecerte.

 

Kaoru ya no lo ama.

 

Ryu se convence de eso. Cuando la enfermera empuja la silla de ruedas hasta la salida.

 

Caminar hasta el auto es difícil. Cada paso es como caminar sobre fierros calientes.

 

En el camino va en silencio, de vez en cuando voltea a ver a la preciosidad que duerme en su sillita de bebé, pero no se atreve a mirar a quien a su lado, permanece serio, mirando por la ventana si prestarle la mayor atención.

 

Suspira cansado, por lo menos tendrá a sus hijos. Eso es un consuelo. Supone que a Kaoru lo perdió hace un tiempo atrás, en la isla, cuando su esposo hizo todo el intento por recuperarlo y él volvió a arruinarlo todo con sus miedos e inseguridades.

 

Finalmente llegan a la casa. En el estacionamiento lo espera una mujer sonriente. Una que Ryu reconoce y a quien se alegra de ver. También se ha alegrado de que la niñera que los acompaña no sea la misma que lo maltrató hace unos días atrás. Ahora es una chica sonriente, amable y dulce, que está muy consciente de que es él quien da las órdenes con respecto a los niños.

 

—Bienvenidos. —los recibe la mujer con una gran sonrisa.

 

Ryu toma a su hija en brazos y sale del auto, sonriendo tímidamente.

 

—Oh Isaka sama, es hermosa. —le dice ella con una dulce expresión, mirando a la preciosidad en los brazos de Ryu.

 

—Gracias. —murmura este, mirando alrededor, esperando ver a Shunsei.

 

—El pequeño príncipe está en el comedor. Una de las chicas del servicio le está dando un trozo de pastel, el muy comelón aún tenía hambre después de todo lo que desayunó.

 

Ryu sonríe emocionado, estar allí con sus hijos no tiene precio.

 

Voltea a mirar a Kaoru que ha permanecido en silencio y le sonríe suavemente.

 

—Gracias.

 

Kaoru no le devuelve la sonrisa, pero asiente.

 

—   ¿Rika san, por qué no llevas a Ryu a conocer su habitación y la de Nozomi?

 

La mujer asiente sonriente y antes de que se marche con Ryu, Kaoru le dice a este.

 

—Estás en tu casa, ya todos están informados de que vivirás aquí… por un tiempo. Así que lo que desees sólo tienes que pedirlo. Yo voy a mi estudio, tengo cosas que hacer. —Kaoru besa la cabecita de su hija y le sonríe con ternura cuando esta lo mira curiosa. —Iré a ver a los niños más tarde.

 

Ryu sigue al ama de llaves por un largo pasillo luego de subir unas enormes escaleras. La primera vez que ha estado allí no apreció mucho la casa. Ahora la mira a su antojo. Es grande, espaciosa, cómoda. Hay muchas cosas que no pegan con Kaoru. Sobre todo lo suntuoso de la decoración.

 

En la casa se respira la riqueza de su dueño, pero Ryu sabe que su esposo es más bien una persona sencilla, poco dada a aquella exposición de fortuna.

 

—Esta es la habitación de los niños.

 

Ryu sigue a la mujer al interior de una habitación que más parece la habitación de unos príncipes. Hay de todo en su interior y de inmediato se enamora de la hermosa cunita.

 

—Mira mi amor, tu cunita es perfecta. —le susurra a la niña besándola dulcemente y colocándola en el interior de esta.

 

Nozomi se agita un poco y luego de unos segundos se duerme con una pacífica expresión. Ryu sonríe y la acomoda de ladito, como sabe que le gusta. Así la mira por un rato, pues apenas puede creer que esté allí con ella.

 

Una risotada lo saca de su ensueño y de pronto ve a su otro tesoro que viene en brazos de la nueva niñera.

 

—Hola mi pequeño, mira como estas de grande.

 

Ryu lo toma en sus brazos y lo llena de besos. Shunsei también lo abraza complacido, quizás de tenerlo por fin con él.

 

Pasa un rato con su hijo y se sorprende pues ambas mujeres lo han dejado a solas en la habitación. Las cosas han cambiado y él se siente agradecido por eso.

 

Rika san, entra un rato después.

 

—Isaka sama ¿Por qué no deja a los niños un rato con Nana kun? Aún está delicado y no es bueno que se canse mucho.

 

Aunque no quiere separarse de sus hijos comprende que es razonable la petición. Le duele levemente el vientre y aún está cansado después de todo lo que ha pasado, relajarse un poco no le cae mal.

 

Besa a su hijo y se asoma en la cunita donde su hija duerme serenamente.

 

—A esa edad duermen mucho. —le dice la niñera con simpatía. —Se la llevaré a la habitación apenas despierte. Sé que le está dando pecho y así iremos haciendo un horario entre los dos.

 

—Gracias.

 

La diferencia es grande y aquella chica lo trata con respeto, con amabilidad. Ryu se siente verdaderamente agradecido.

 

Su habitación es enorme y está bellamente decorada. Todas sus cosas están allí ya, arregladas entre el closet, la cómoda y el baño. Ryu sonríe pensando que su hermano debió haber sido cómplice de todo aquello ¿de qué otra forma estarían allí sus cosas?

 

—Estaré en la cocina, si necesita algo solo levante el teléfono. Descanse tranquilo, le subiré más tarde algo de comer.

 

Ryu la toma de la mano antes de que esta se vaya.

 

—No… no le di las gracias antes… Cuando me ayudó tan amablemente. Yo… gracias, en ese momento pensé que nadie me ayudaría y usted fue tan amable…

 

—No tiene nada que agradecer, Isaka sama. Usted rogaba por su hijo y yo soy madre, yo sé lo que es y cómo se siente. Ahora ya todo eso quedo atrás y usted está donde debe estar, al lado de sus hijos y junto al hombre que ama. Muy pronto serán tan felices que olvidaran todos los malos momentos.

 

Kaoru aprieta la mano de la mujer que lo mira con cariño y le sonríe tristemente.

 

—Kaoru y yo no… nunca volveremos a ser felices juntos. Pero estoy agradecido y contento de estar aquí con mis hijos.

 

Ella le sonríe y acaricia el rostro de Ryu dulcemente.

 

—Ese hombre lo adora, Isaka sama. Decoró el mismo esta habitación, mueble por mueble. Sé que pensando en lo que lo haría sentirse cómodo y feliz. Sólo ha hecho eso con la habitación de los niños y con esta. Al resto de la casa no le presta importancia. Anoche no durmió nada, pasó toda la noche dando vueltas como un sonámbulo, hasta que se encerró en su estudio y de allí no salió hasta la madrugada. No pierda la esperanza y dele tiempo, él lo ama, sólo necesita eso, tiempo.

 

Ryu se da un largo baño y se recuesta en la cómoda cama, pensando en las palabras de la mujer.

 

“él lo ama sólo necesita eso, tiempo”

 

¿Será verdad que aún puede tener esperanza?

 

El tiempo pasa con una deliciosa serenidad.

 

Los días se han vuelto cálidos y tan felices que Ryu apenas lo puede creer.

 

Ryu, ya tiene cinco meses en aquella casa. Hiroki lo visita cada día, pasan momentos felices juntos y Ryu está feliz, su hermano ha superado el primer trimestre de su embarazo sin ningún problema. Muy pronto tendrá un sobrino y más feliz lo hace la belleza que ve reflejada en el rostro de Hiroki. Es tanta felicidad que lo hace parecer una hermosa obra de arte.

 

A Shinobu lo ha visto cada semana, las sesiones esta vez son más fáciles, pues ya no hay renuencia en su corazón. Dejarse ayudar ha sido para él una experiencia reparadora y gratificante.

 

Ha ganado peso en esos días. La comida de Rika san es perfecta y su apetito inmejorable. A veces, solo a veces tiene retrocesos, un dejo de ansiedad, nostalgia, pero el amor que lo rodea le da fuerzas y poco a poco va recuperándose.

 

Pero aunque todo parece perfecto, hay algo que no lo es.

 

La relación con Kaoru no es tirante, ni pesada, ni molesta. Se ven todos los días, desayunan juntos, conversan y luego Kaoru se va a su estudio donde pasa casi todo el día, hasta la tarde, cuando es su momento con los niños.

 

Entonces comparten otra vez, a veces juegan en el cuarto de sus hijos, otras veces en el patio, muchas veces en la enorme piscina. A veces Kaoru lo sorprende con una salida al parque o a la playa.

 

Pero siempre son sus hijos el tema, sólo de ellos se trata todo.

 

Es frustrante para Ryu, pero nada puede hacer. No puede recuperar un corazón que él destruyó.

 

—Me iré a Nueva York por unos meses.

 

Con eso lo sorprende una mañana mientras desayunan. De pronto la deliciosa comida ya no le sabe a nada.

 

Shinobu ya le ha dicho algo de la exposición de su esposo en una prestigiosa galería de Nueva York, sólo que no le ha mencionado que Kaoru también se iría.

 

—Fue una decisión de último momento. —le dice Kaoru, tal vez siguiendo el hilo de sus pensamientos. —Nos fue muy bien en la exposición de Tokio y Miyagi me entusiasmó con la idea de que lo hiciéramos juntos también en Nueva York.

 

Después de un largo suspiro, Kaoru suelta lo que sabe le va a costar más a Ryu asimilar.

 

—También he estado pensando en quedarme en Nueva York, tengo propuestas de la galería que nos va a exponer y creo que es una buena oportunidad para mi carrera. —Kaoru se toma despacio un sorbo de su café y en ningún momento mira el rostro asombrado y apesadumbrado de Ryu. —Te puedes quedar en esta casa y podemos llegar a un acuerdo con la custodia, los niños podrían pasar una temporada conmigo y otra aquí en Japón.

 

Kaoru no ha querido sacar ese tema antes, pero si está desesperado por irse. Para él esos días al lado de Ryu han sido una tortura. Cada vez que lo ve sonreír, cuan lo ve con su cuerpo semidesnudo en la piscina. Esos labios sensuales, ese hermoso rostro.

 

Le ha costado resistirse.

 

Se dice a sí mismo que es solo sexo cuando lo espía desde la ventana de su estudio. El cuerpo de Ryu ha ganado peso y se ha hecho más sensual y tentador. Pero cuando lo ve alimentar a su hija, cuando aprecia su sonrojo por compartir aquel momento, sabe que se está engañando. Él tiene la certeza de que es amor, de que aun ama con locura a Ryu.

 

Pero saberlo y aceptarlo son cosas diferentes, ha sufrido mucho en todos los años que llevan juntos. Quizás ahora la relación que tienen es la mejor, cada quien en su lugar, sólo padres, sólo amigos. Es más sensato y sin duda es lo mejor para su corazón que no desea ser herido.

 

— ¿Qué pasará con los niños? Están acostumbrados a que estés con ellos.

 

Excusas, Ryu lo sabe, pero no puede evitarlo. Intenta obviar el hecho de que Kaoru está hablando de marcharse, por ahora sólo es más seguro pensar en que se ira por dos meses.

 

—Estarán contigo. Me dijiste que habías decidido no volver al trabajo por ahora. Así que no habrá problema, yo llamaré todos los días estos dos meses. Luego veremos como arreglamos nuestro tiempo con ellos, si decidido quedarme en Nueva York. Además tienes toda la ayuda de Nana y Rika san.

 

Ryu no quiere a la niñera ni al ama de llaves ayudándolo, lo quiere a él. Se ha acostumbrado a las tardes de juego, a bañar a los niños juntos, a dormirlos juntos.

 

Es lo único que tiene con Kaoru y perderlo lo desestabiliza, lo destroza de muchas formas.

 

—Shinobu me dijo que viajaría por una semana para estar con Miyagi. —pronuncia las palabras con toda la serenidad que le es posible. —Yo… podría ir también con los niños.

 

Kaoru no se espera aquello y tampoco puede permitirlo, el objetivo es alejarse unos días de él, enfriar su cabeza, volver a pensar desde la lógica, no desde el corazón.

 

—Nozomi está muy pequeña para viajar y yo voy a estar muy ocupado con la exposición. Además Misaki y Akihiko regresan mañana y quiero que compartan con sus sobrinos.

 

La respuesta es corta y certera. Kaoru no lo quiere con él y Ryu ha leído aquello entre líneas. Eso le duele y lo desequilibra un poco.

 

La tarde siguiente en su consulta con Shinobu está distante y preocupado.

 

— ¿Se va con Miyagi, no?

 

Shinobu lo toma por sorpresa. Ryu lo mira pero no oculta su desasosiego.

 

—Ya no sé qué hacer, lo perdí y no sé cómo recuperarlo.

 

Shinobu suspira y sonríe con nostalgia.

 

—Hace un tiempo atrás, él se sentó aquí y me dijo esas mismas palabras.

 

Ryu lo mira tristemente.

 

—Yo le dije que luchara y le di una idea ¿quieres luchar ahora tú?

 

 ******

 

Misaki y Akihiko pasan unos días con ellos en la casa. Kaoru tiene previsto marcharse el sábado por la noche. Esos días Ryu disimula todo lo que puede, comparte con sus cuñados y aparenta tranquilidad.

 

La tarde del sábado encuentra a Ryu ansioso, mientras comparte con Kaoru y con los niños. Nana les trae un té y los deja a solas. Kaoru se despide de sus hijos y se sienta con Ryu un momento para tomarse él té.

 

—Llamaré todos los días, si necesitas algo sólo dímelo. Akihiko me dijo que estaría…que estaría pen…pendiente.

 

De pronto se siente pesado, todo a su alrededor se ve borroso. Ryu toma la taza antes de que esta caiga de sus manos.

 

—¿Qué …me pasa? —Murmura Kaoru cuando ve el rostro borroso de Ryu.

 

Este lo recuesta del sillón diciéndole dulcemente.

 

—Perdóname… pero no estoy dispuesto a perderte.

 

Kaoru se duerme con el dulce sabor de los labios de Ryu sobre los suyos.

 

— ¿Ya se durmió? —pregunta alguien desde la puerta.

 

Ryu voltea y le sonríe a su cuñado.

 

—Sí, ya hizo efecto la droga.

 

En el hangar privado de los Usami, de pronto está toda la familia reunida.

 

Hiroki acomoda a los niños en el avión con ayuda de Misaki. Miyagi y Akihiko colocan a Kaoru sobre uno de los asientos.

 

Shinobu le da las últimas recomendaciones a un nervioso Ryu.

 

—Esto será como otra sesión de terapia, recuerda todo lo que hemos hablado y si te sientes flaquear, llámame, estaré a cualquier hora. Recuerda que deberán seguir la rutina que truncaron en la isla.

 

— ¿Y si me rechaza o se molesta por lo que hice? ¿Y si no funciona?

 

Shinobu toma sus manos y las besa con ternura.

 

—Él te ama, sólo que quiere huir de ese amor y del dolor que le ha causado. Demuéstrale que no habrá más dolor, amalo tú también con ese amor bonito y noble que le tienes.

 

Cuando el avión despega Ryu tiene el corazón en vilo. Akihiko se ha ido con él para ayudarlo a transportar a Kaoru, después estará solo y entonces empezara su nueva aventura.

 

******

 

—Por favor, sean felices.

 

Ryu recorre la pequeña casa con aquellas palabras en su mente. Akihiko acomoda a su hermano en la cama, mientras el recuesta a los niños aún dormidos en su habitación.

 

Cuando su cuñado se va, la casa queda inquietantemente silenciosa. Es de noche ya y solo le queda esperar que al día siguiente todo salga como lo ha planeado con ayuda de todos los que los aman.

 

No duerme, es difícil con tanto en mente. Ha pasado varias veces por la habitación de los niños, le dio de comer a una casi dormida Nozomi y Shu no se ha despertado ni una vez.

 

Asomarse a la habitación donde duerme Kaoru le inquieta, este duerme pacíficamente. Ryu lo mira con emoción y también con miedo, piensa en la actitud de Akihiko, este se quedó un rato mirando a su hermano dormir antes de marcharse. Todos están preocupados, todos quieren que Kaoru sea feliz y entonces para él la presión es más grande, porque sabe que es él quien puede hacerlo feliz.

 

Ryu se sienta en la cama y besa los labios entreabiertos. Anhela que aquellos labios lo besen con el abandono y la pasión con la que siempre le han besado. Anhela que Kaoru lo mire con amor, le hable con ternura, le haga perder el sentido en las noches cadenciosas y cálidas llenas de gemidos y deseo.

 

—Por favor, mañana cuando despiertes, perdóname y ayúdanos a seguir adelante.

 

Kaoru se remueve y suspira entre sueños, Ryu lo mira por unos segundos y se marcha.

 

Las horas lo acompañan, sentado en un sillón mira el tiempo pasar y piensa, piensa en todo lo que ha pasado, en lo que ha aprendido, en lo que le ha dicho Shinobu a través de todo el tiempo en el que ha estado en tratamiento.

 

“No es que dejes de ser tú, para ser lo que él quiere. Kaoru jamás ha querido cambiarte. Él te ama como eres. Eres tu quien se mira en el espejo y no sabe a quién ve. Tienes que soltar los preceptos que te inculcaron y buscarte a ti mismo, saber que quieres y como lo quieres, lo que te gusta o disgusta. Tomar tus propias decisiones y dejar de avergonzarte cuando fallas. No te juzgues por lo que te gusta, no te castigues por amarlo hasta el punto de querer ser uno con él. Él es tu complemento, no tu dueño, no tu amo, no tu padre, es tu esposo, tu amigo, tu compañero. Uno a la par contigo, siempre a tu lado, nunca adelante ni detrás de ti”

 

Ryu suspira y oculta el rostro entre sus manos. Cree que se castigó durante mucho tiempo por dejarle a Kaoru el control de la relación. Dependía de él, de su fuerza, de su amor. Esa dependencia la llevaba también al terreno sexual y disfrutaba, disfrutaba de ser sometido, rebajado el punto de que la necesidad se volvía física y espiritual.

 

—Kaoru era mi todo… es mi todo —Murmura a la nada, como si exponiéndolo en voz alta se vuelve más real.

 

“Tu matrimonio no es una relación de dependencia. Tú lo necesitas, sí, tanto como él te necesita a ti. Pero eso no los hace seres dependientes, al contrario, la necesidad mutua de forma bien enfocada los fortalece. El apoyo mutuo, el necesitar la opinión del otro, el apreciar esa opinión y tomarla en cuenta, pero a la larga la decisión final siempre es individual. Tu siempre fuiste dueño de tu vida, Kaoru sólo estaba allí para complementarla, él era parte de tu vida, no el todo”

 

Ryu se pone de pie y camina por la oscura estancia.

 

—No podría vivir sin él. —murmura con desasosiego.

 

Si puedes, por más que la caída sea muy grande, por más que el dolor sea poco más que aterrador. Todos podemos volver a empezar. El objetivo de todo esto no es desvanecer la dependencia que te atrae y te aterra con Kaoru. Es darle un enfoque sano. Nadie, ni siquiera yo que soy tu terapeuta te puede decir cómo vivir tu vida. Tus preferencias sexuales, tu toma de decisiones, tu día a día, son tuyos. Mi meta es que estés en armonía con la forma que escogiste para vivir, que no te cause complejos, que no te agobie. Quiero que entiendas tu interior, ese ser que te habla desde adentro, que esta tan lleno de luz, como de sombras y que aprendas a equilibrarlo y aceptarlo. Quiero que veas tu imagen en el espejo y sepas que ese eres tú”

 

Por primera vez Ryu sonríe con aplomo, la fase final de su camino está en progreso. Él ha puesto de su parte, las dependencias externas han disminuido hasta casi desaparecer. Renunció al trabajo que pensaba amaba más que nada y logra dormir casi toda la noche sin pesadillas. Comer es ahora un hábito que aprecia y disfruta. Sólo le falta algo…

 

“Ríndete por un momento a la fuerza de Kaoru, déjalo que tome el control. Tú serás el sumiso y él, el Dominante, vive la experiencia y encuentra las diferencias. Sométete a las fantasías más profundas, deja en libertad a tu imaginación. Al final entenderás que no hay tal dominación, al final veras la verdad detrás de todo eso. Son una pareja como cualquier otra, con altas, con bajas, con días de luz y días de tormenta. Al final veras que él nunca tuvo el control, que no existe, que sólo ha habido amor, paciencia, esperanza, respeto. Inténtalo Ryu y le darás una nueva oportunidad a tu vida y a tu matrimonio”

 

Hace calor y tiene una intensa sed, algo le molesta, pero no sabe que es. Finalmente despierta y hay mucha luz para que sus ojos permanezcan abiertos. Poco a poco parpadea y se acostumbra. Al mirar a su alrededor no da crédito a sus ojos, pero sabe que no lo engañan.

 

—Buenos días.

 

— ¿Por qué demonios estamos aquí?

 

Ryu está preparado para su molestia, suspira y se pone de rodillas en una hermosa reverencia de disculpa.

 

—   ¿Se me permite hablar, señor?

 

Kaoru lo mira por un segundo, sus delicadas manos apoyadas en el suelo, su rostro oculto en señal de sumisión.

 

¿Me volví loco?

 

Se pregunta.

 

—¿Ryu se puede saber a qué carajos estás jugando?

 

Lo sorprende la mirada ansiosa y triste que Ryu le da.

 

—Por favor… por favor Kaoru, ayúdame, ayúdanos.

 

Kaoru se sienta en la cama, esta perplejo, molesto, ansioso, pero contra todo pronóstico, decide seguir el juego.

 

—Puedes hablar.

 

Ryu suspira aliviado y sin levantar el rostro contesta su pregunta.

 

—Estamos en la isla, porque aquí me trajiste cuando querías arreglar las cosas entre tú y yo. Yo… ahora soy yo quien quiere una oportunidad. Sé que no la merezco pero te pido… no, te suplico que nos la des. Por favor señor, gracias.

 

Kaoru arruga el ceño con molestia.

 

—Mi hermano, Misaki, Shinobu…

 

—Todos, señor, pero no te molestes con ellos, yo les rogué que me ayudaran. Estaba desesperado porque no quería perderte. Por favor señor. — Ryu estaba temblando, lleno de miedo y de la necesidad de que Kaoru aceptara.

 

— ¿Y los niños?— preguntó Kaoru molesto, pensando que Ryu había dejado a los niños, sobre todo a Nozomi que aun dependía mucho de él.

 

—Están aquí, señor, acomodé una habitación para ellos. Nozomi esta despierta, ya la alimente y juega en su cunita, Shu aun duerme.

 

Kaoru se pone de pie y camina hasta la ventana. El imponente mar azul lo saluda, ama aquella vista, aquel lugar hermoso y lleno de paz. Sin embargo el no siente paz alguna en su corazón.

 

—Esto es un error, Ryu. Nos vamos a hacer más daño.

 

Kaoru le está dando la espalda, pero por su porte rígido, Ryu sabe que está dolido, triste y molesto.

 

Pero él tiene que intentarlo, más que eso, tiene que lograr convencerlo.

 

—Tú me dijiste que siempre que te necesitara estarías allí. Dijiste que pronunciara tu nombre y tú vendrías. —Ryu se queda de rodillas en el suelo y lo mira suplicante. —Kaoru… Kaoru, por favor, te necesito. Necesitamos hacer esto, dale una última oportunidad a este idiota que no ha sabido apreciar lo que tenía. Yo te amo y…

 

Ryu no lo ve venir, pero de pronto tiene los labios de Kaoru silenciando los suyos con un beso que ha anhelado por meses.

 

—No te digas así. — Le dice Kaoru entre besos, limpia las lágrimas del dulce rostro y sonríe. —No eres un idiota.

 

Ryu lo mira esperanzado.

 

—Dijiste que eran doce días Kaoru, solo pasaron cuatro. Dame estos ocho días para demostrarte cuanto te amo. Los necesito Kaoru, serán el final de mi tratamiento.

 

Kaoru aún está inquieto con todo aquello, tiene miedo de entregarse de nuevo, pero suspira perdido, él sabe que nunca ha dejado de amarlo, él sabe que jamás dejara de sentir que Ryu es su único amor.

 

—Con los niños aquí será un poco difícil jugar al amo y al esclavo.

 

Ryu suspira aliviado, agradecido, feliz. Le sonríe y lo besa con dulzura.

 

—Tenemos las noches y los niños duermen su siesta cada tarde. —Le dice con picardía.

 

Kaoru también sonríe, pero Ryu ve allí un poco de temor. Toma su rostro con las manos y lo besa dulcemente.

 

—Te prometo que va a funcionar. Te lo juro Kaoru, confía en mí, por favor.

 

Kaoru le devuelve el beso y lo insta a ponerse de pie.

 

—Tu primera orden será que me prepares un rico desayuno, muero de hambre.

 

Ryu sonríe feliz y asiente para casi salir corriendo a la cocina a cumplir su misión.

 

El primer día transcurre normal, el desayuno lo comparten con sus hijos, pasan el día con ellos caminando por la isla o disfrutando la playa. Los pequeños diablitos no duermen la siesta y están tan emocionados que se duermen muy tarde esa noche.

 

Tres días después, Ryu esta desalentado. Parece como si estuvieran aun en Tokio. La rutina no ha cambiado nada, juegan con los niños, comparten con ellos, salen a pasear por la isla. Kaoru se ve sereno pero no lo toca por las noches, duermen juntos, pero hay un muro entre ellos, tan grande que Ryu tiene miedo de no poder derribarlo.

 

La tarde del cuarto día Ryu está en su límite, regresan de su paseo y Ryu acuesta a los niños para su siesta. Cuando sale de la habitación, no encuentra a Kaoru en la casa. Se ha ido, quizás a dar una vuelta por la isla, supone entonces que también para alejarse de él.

 

Cuando Kaoru regresa una hora después lo consigue esperándolo en medio de la sala.

 

—Esto no va a funcionar si sigues evitándome.

 

—No sé de qué estás hablando, solo fui a dar una vuelta.

 

Ryu está harto de evasivas. Se acerca a él y lo toma por el brazo para obligarlo a que lo mire.

 

—Me estas evitando, Kaoru, estas aquí pero es como si no estuvieras, como si no quisieras estar aquí.

 

—Deja de decir tonterías. — espeta Kaoru tratando de soltarse del agarre.

 

Ryu lo agarra con más fuerza.

 

— ¡No son tonterías! — grita desesperado.— Duermes conmigo pero no me tocas, todo lo que sabes es hablar conmigo de los niños ¿Qué pasa con nosotros? ¿Por qué estas evitándome?

 

— ¡Tengo miedo, maldita sea!

 

El estallido de Kaoru deja sorprendido a Ryu, el rostro de su esposo está desencajado, dolido.

 

— ¿Tú crees que yo no he sufrido con todo esto? Estoy cansado y tengo miedo, el dolor es sofocante, no me deja respirar, no me deja pensar, no me deja vivir. —Kaoru camina paseándose por la pequeña sala. —Tú no sabes cómo me siento, no sabes lo que es vivir pensando cuando voy a perderte definitivamente. Tú no sabes lo que hay dentro de mí, cuanto te amo y cuanto he temido todos estos años que …

 

—Entonces habla conmigo Kaoru, no me dejes al margen, dime lo que sientes.

 

— ¡No! —grita Kaoru con ira. —Estoy cansado de decirte lo que siento y que tu no lo valores.

 

— ¡Eso no es justo!

 

—   ¡Tú tampoco fuiste justo conmigo! ¡Me hiciste a un lado de tu vida! —Kaoru se oye desvalido y herido.

 

—Entonces castígame, grítame, golpéame si quieres, pero no me ignores. ¡No me ignores maldita sea!—Ryu intenta por todos los medios recuperarlo.

 

—Esto es absurdo, vamos a despertar a los niños con los gritos.

 

Kaoru se da la vuelta para marcharse y Ryu lo detiene con rabia.

 

— ¡No vas a irte!

 

— ¡Suéltame, maldita sea! — grita Kaoru empujándolo.

 

Ryu se muerde los labios y lo mira, con sus ojos cargados de ira, de pasión de deseo.

 

—No voy a dejarte ir. Nunca te dejaré ir —Le dice agarrándolo con más fuerza.

 

Kaoru intenta soltarse, pero Ryu parece un gato escurridizo y eso lo enfurece.

 

Kaoru lo agarra con violencia, sus dedos se hunden en el fino cabello haciendo a Ryu gemir.

 

— ¿Esto es lo que quieres? —murmura mientras muerde su hombro agresivamente.

 

Ryu solloza por el dolor y el placer que le causa aquella brusca caricia.

 

—Sí. — murmura indefenso, entregándose a la furia de Kaoru. —Soy tuyo Kaoru, haz lo que quieras.

 

Eso hace que Kaoru se enfurezca más, lo empuja violentamente al suelo y lo desnuda rasgando la fina ropa. Ryu está temblando, en el rostro de Kaoru hay un millón de emociones, pero sobre todo está furioso.

 

De pronto se inclina sobre él y lo llena de besos, chupones, mordidas. Sus manos lo tocan sin delicadeza alguna, no son caricias, es un castigo. Lo castiga porque se portó mal, lo castiga porque no valoró su amor y Ryu soporta el furioso embate en silencio.

 

En muy poco tiempo toda la inmaculada piel está marcada, roja, erizada, dolorida. Kaoru coge la camisa que le ha quitado a Ryu y la hace girones. Ata las manos de este y también la base de su pene.

 

—No vas a correrte hasta que yo lo diga ¿entendiste?

 

Ryu asiente desvalido, ante la agresiva orden.

 

Kaoru desaparece por un segundo y regresa finalmente con un vibrador en la mano.

 

—Si gritas aunque sea una vez, me detendré y no volveré a tocarte más.

 

Ryu asiente nuevamente y siente los dedos de Kaoru lubricar su culo sin mucha ceremonia. De pronto el vibrador es insertado en este y puesto en su máxima velocidad. La corriente eléctrica que recorre el cuerpo de Ryu es arrebatadora y tiene que morderse lo labios para no gritar.

 

Pero allí no acaba la tortura. Kaoru tortura con su boca el duro pene que ha adquirido un color rojo y que gotea pre semen incesantemente.

 

El arrebato de sensaciones es insoportable. Ryu se retuerce, lagrimas caen vertiginosas por sus mejillas, pero no emite un solo sonido, con sus labios fuertemente apretados y goteando sangre por la violencia con que los muerde.

 

Cuando ya cree que no soportará más, Kaoru rodea la cabeza de su pene con su lengua, el miembro palpita, la necesidad de eyacular es enorme, sus bolas están rígidas y pesadas, sus piernas tensas, su cuerpo tiembla, los gritos atorados en su garganta quieren explotar.

 

—Ka…Kaoru…por…por favor.

 

Se siente suspendido en el aire. Kaoru lo voltea rudamente y lo pone sobre sus manos y rodillas.

 

—Déjame ver tu culo. —le espeta con enojo, nalgueándolo en el proceso.

 

El movimiento de la nalgada mueve el vibrador que aún está dentro de él y Ryu tiene que morderse con más fuerza para no gritar.

 

Levanta las caderas, obediente, exponiendo su culo. Kaoru pasa su lengua por la grieta húmeda y mueve con esta el vibrador. Ryu solloza suplicante.

 

—Ya… basta, Kaoru, por favor…por favor.

 

Pero Kaoru no lo escucha, Kaoru quiere castigarlo y muerde las nalgas y lame su culo y empuja el vibrador, provocando que el cuerpo de Ryu este al borde del colapso.

 

Cuando ya ni palabras pueden salir de aquellos labios entumecidos y doloridos. Kaoru desata el caliente pene.

 

— No puedes correrte hasta que yo lo diga.

 

Ryu apenas asiente.

 

De pronto siente algo duro que cae sobre su nalga.

 

—Cuenta Ryu.

 

—U…uno. —Logra decir apenas.

 

Kaoru deja caer la paleta una vez más.

 

— ¿Tu palabra segura?

 

—Ci…cielo. —pronuncia Ryu entre lágrimas.

 

—La cuenta.

 

—Dos…señor.

 

En el quinto golpe, Ryu colapsa, sus piernas dejan de sostenerlo, pues Kaoru saca el vibrador de su culo y masturba su pene . El orgasmo lo ataca con tal violencia que Ryu solo puede ver estrellas a través de sus ojos.

 

Llora, llora por lo que Ryu piensa que es una eternidad. Está agotado física y mentalmente, adolorido. Siente su cuerpo desmadejado, pero lo mejor de todo es que Kaoru lo sostiene entre sus brazos, lo cobija, lo aferra a su pecho con intensidad y Ryu se relaja lentamente con el compás del corazón del hombre que ama con locura.

 

—Lo… siento. — murmura Ryu.

 

Kaoru besa su frente amorosamente.

 

—Shhhhh, tranquilo, yo soy el que lo siente, mi amor.

 

¿Mi amor? ¿Kaoru lo ha llamado mi amor?

 

Ryu abre los ojos y lo mira interrogante, sus ojos grandes y expresivos están llenos de lágrimas, lágrimas de felicidad que teme derramar.

 

Sus miradas se encuentran y Kaoru le sonríe con esa suavidad que lo caracteriza, el amor que le ha tenido por años sigue allí y brilla más que nunca. Ryu lo ve, lo siente.

 

—Kaoru tu…

 

—Tú siempre estarás aquí. — Le dice Kaoru besando su mano temblorosa y colocándola suavemente en su corazón. —Siempre has estado aquí y eso nunca cambiará.

 

Dos lágrimas cristalinas resbalan por las mejillas de Kaoru. Él sabe que ese es el final del camino, el final que tanto ha esperado, que tanto ha deseado.

 

—Nunca voy a abandonarte, no me daré jamás por vencido, no voy a cansarme y te prometo que no voy a enojarme más. Sé que vamos a discutir, sé que tendremos uno que otro problema, pero jamás, jamás dejare de amarte. Tú y mis hijos son la razón de mi vida, a ellos los amo con locura sin ti no puedo vivir.

 

Ryu no puede creer que aquello este pasando. Lo abraza con desesperación. Pero el miedo se ha ido, el dolor comienza a esfumarse y la esperanza brilla en su corazón como una luz fulgurante que toda la oscuridad borra en un destello.

 

—Gracias Kaoru…gracias. Te amo, te amo tanto.

 

—Yo lo se mi amor, siempre lo supe, por eso jamás me rendí, por eso jamás me rendiré.

 

Kaoru lo besa dulcemente.

 

—Hazme el amor Kaoru.

 

Este sonríe con picardía.

 

—Eres insaciable. —le dice entre besos.

 

—Quiero sentirte dentro de mí. —murmura Ryu acariciando el miembro de su esposo e incitándolo a hacerle el amor.

 

Kaoru lo complace y un rato después están gimiendo lánguidamente. Kaoru lo penetra con suavidad, lo besa, lo acaricia. Ryu lo ha rodeado con sus piernas, alza la cadera para profundizar el empuje, lo quiere todo dentro de él, quiere sentirlo, amarlo.

 

Los gemidos se convierten en jadeos, los corazones se agitan al unísono, la danza se hace más errática. Las palabras pierden sentido. Suenan los besos, las caderas que chocan entre sí, el aliento que se pierde en el aire y entonces los roncos gemidos, el semen esparcido por el blanco vientre, la semilla en el interior de Ryu, cálida y llena de vida, vida que quizás traerá sorpresas a la familia recién unida, una vez más.

 

Se despiden de la isla unos días después. Prometen volver pronto, a ese que ahora es su nuevo lugar feliz.

 

—Prometo amarte para siempre.

 

—Hasta que la muerte no separe y creo que incluso más allá.

 

Los enamorados se miran con amor. Todo el mundo aplaude al final de las promesas. La boda ha sido emotiva, sencilla y hermosa.

 

La pareja se besa y el salón estalla en risas y algarabía.

 

Felicitaciones les llegan por doquier, sus hijos también ríen felices.

 

En la noche, cuando por fin están a solas, intercambian nuevas promesas y la vida de nuevo les sonríe.

 

—Te amo. —murmura Ryu.

 

—Yo te amo más. —susurra Kaoru, llenando de besos su cuerpo desnudo, para hacerle el amor una vez más y para siempre.

 

Por fin…

 

Epilogo.

 

Cinco años después.

 

—Papá Nomi está en la playa con Asami.

 

Kaoru sonríe y toma a su hijo de la mano para ir a buscar a sus traviesas hermanitas.

 

Están pasando las vacaciones en la casa de la isla que han convertido en una pequeña mansión para dar cabida a toda la familia.

 

Y vaya que tienen una familia grande. Después de Nozomi nació otra niña y ahora Ryu con seis meses espera a su cuarto hijo, un varoncito según la última ecografía.

 

Kaoru entra en la casa con sus traviesas en brazos.

 

— ¿Qué dijimos sobre tener más hijos? —pregunta cuando las pone en el suelo con la cara llena de morritos pues las acaba de regañar.

 

—Shinobu dice que soy muy fértil, me miras y me embarazo. —le responde Ryu besándolo con amor.

 

Mira a las niñas y les sonríe.

 

—Vayan a su habitación, los tíos están por llegar y no quiero que las encuentren todas sucias.

 

—Primos. — gritan el par de traviesas y Kaoru blanquea los ojos con burla.

 

—Con los hijos de Hiroki, los de Shinobu y los de Misaki, esta casa se va a volver un caos.

 

Ryu sonríe y lo abraza, sabe que a su esposo le encanta la casa llena de gente, de vida, de amor.

 

— ¿Y entonces? ¿Vas a dejar de mirarme para que no me embarace más?

 

—Creo que vas a vivir embarazado mi amor, porque jamás dejare de mirarte, de amarte, de desearte.

 

Ryu sonríe satisfecho.

 

—En doce días será nuestro aniversario, les dejaremos los niños a Hiroki y nos iremos de luna de miel.

 

Kaoru lo besa feliz.

 

— Doce días para enamorarme de ti, doce para comprometernos, doce para casarnos. —Le sonríe con ternura, con nostalgia, con amor. —Y toda la vida para vivir por y para ti.

 

Ryu superó todos sus miedos, dejó atrás sus obsesiones y aceptó el amor inmenso que Kaoru le daba. Doce días eran su suerte y tenían una vida entera para vivir felices, uno para el otro. Porque el amor es entrega, sacrificio, comprensión, porque el amor es de dos y ellos dos se amaron lo suficiente como para superar los obstáculos.


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