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DOCE DIAS por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Hola, por aqui paso a dejarles el segudno capitulo, espero lo disfruten. Saludos y Gracias por leer.

 

Butterflyblue

Día dos

 

— ¿Qué demonios pasó por mi cabeza? —Ryu se reprochaba con molestia mientras caminaba descalzo por las calles de la ciudad. Apenas comenzaba a amanecer y para fortuna de Ryu, la gente no reparaba en su estado desarreglado.

 

—Estoy loco. —susurró para sí mismo, acariciando sus labios hinchados de tanto besar, de tanto…Se sonrojó al pensar en que otras cosas había estado haciendo con sus labios la pasada noche.

 

Al despertar se había encontrado envuelto en los fuertes brazos de aquel con quien había hecho cosas que jamás habría imaginado hacer. Se sintió un poco desubicado y confundido, mientras imágenes de la noche anterior llegaron a su mente. Vergüenza, ira, confusión, sentía mil cosas en aquel momento. Se separó cuidadosamente del culpable de aquellas emociones y se puso de pie vistiéndose con rapidez.

 

Antes de marcharse de allí como alma que lleva el diablo, se detuvo un segundo a mirarlo. Se veía espléndidamente magnifico, allí dormido con tanta libertad. El paisaje que los rodeaba era perfecto, con los árboles mecidos por la brisa del amanecer, con el cielo pintándose de los azules y naranjas que le daban la bienvenida al sol, con el mar más azul que nunca, ondeando sus aguas con pacificas olas.

 

Ryu se sintió sobrecogido con tanta perfección. Nunca había visto tanta maravilla, nunca se había sentido tan libre.

 

Se detuvo en una calle y se recostó de una pared. Su aliento estaba entrecortado, su mente llena de los recientes recuerdos, tan preciados, como irreales.

 

—Kaoru… —murmuró sobrecogido. Ese era el nombre de aquel que le había quitado el piso, dejándolo colgado precariamente de una cordura de la que empezaba a dudar.

 

—¿Ocurrió? ¿Todo esto ocurrió? — Se preguntó, poniendo la mano en su pecho, intentado hacer que su corazón dejara de latir con aquel ritmo tan frenético.

 

Aquella fue la primera vez que Ryu sintió que perdía el control de su vida y no sería la última.

 

Cuando llegó finalmente a la universidad, después de casi dos horas caminando, se encontró con el escándalo de un desastre. El desastre del que su “salvador” lo había librado la noche anterior.

 

¿Habría sido mejor que lo dejara sufrir todo aquello?

 

— ¡Isaka! —Lo llamó alguien que reconoció como uno de los tantos compañeros de clases a los que apenas les dirigía la palabra.

 

Trató de esconder sus pies descalzos en la grama para evitar preguntas incomodas, pero el chico estaba tan conmocionado que ni siquiera notó el estado desaliñado de Ryu.

 

— ¿Escuchaste lo que pasó anoche? Unos vándalos se metieron en los dormitorios y secuestraron a varios chicos. Algunos están en enfermería porque los dejaron desnudos en el gimnasio y los bañaron con agua helada.

 

Así que eso era lo que tenía planeado hacer aquel que se llamó su salvador

 

—Yo…yo no oí nada. Estaba en la…biblioteca.— mintió Ryu, tratando de tener una coartada creíble, mientras pensaba sino hubiese sido mejor estar en la enfermería con fiebre y resfriado, que allí, descalzo, avergonzado y dolorido en lugares en los que ni quería pensar.

 

—Pues te salvaste Isaka san, algunos chicos van a pasar días en enfermería. Se está hablando de una investigación policial, estos días van a ser frenéticos.

 

“Lo que me faltaba, la policía husmeando en el campus. Ahora mi padre se va a poner insoportable”

Ryu, se despidió del chico con una ligera inclinación de cabeza, mientras caminaba rápidamente a los dormitorios, pensado en todas las consecuencias que le traería la estúpida broma de aquellos idiotas.

 

—Debería denunciarlos. —Se dijo cuando entraba por la puerta de su dormitorio. Pero la sola idea lo aterraba. Si hacia eso, tendría que revelar lo que había estado haciendo toda la noche al lograr salir ileso de aquel lio, precisamente con uno de los causantes del mismo.

 

—Maldito Kaoru. —gritó colérico, mientras se desnudaba y lanzaba la ropa al suelo con furia.

 

Se sentó en la cama y abrazó su cuerpo. Podía sentir cada huella de Kaoru en su piel, incluso su aroma estaba adherido a él, como un recordatorio.

 

Ryu sintió que de muchas formas había cambiado aquella noche. Sintió que nunca más seria el que había sido hasta ahora.

 

Cuando Kaoru despertó, se sobresaltó un momento. El que debía estar durmiendo acurrucado a su lado, no estaba. Eso lo hizo sonreír, aparte de nudista, su pequeño amante era un escapista, pues había huido sin que él lo notara.

 

Se recostó de las sábanas mirando las ramas de los árboles moverse al son de la brisa. Los rayos del sol comenzaban a calentar el día y el aroma a mar era embriagador.

 

—Ryuichiro. —pronunció lentamente. —Ryu kun. —dijo sonriendo abiertamente.

 

Kaoru sabía que había encontrado el complemento que le faltaba a su vida. El color perfecto para su paleta. Con él, plasmaría los mejores escenarios de su futuro. Su alma de artista ya dibujaba en su mente los trazos perfectos que definían la silueta de su pequeño amor.

 

—Podrás huir pequeño conejito, pero no vas a poder esconderte. —murmuró satisfecho mientras suspiraba, pensando en que hacer para cazar al escurridizo conejito.

 

No pasó mucho tiempo, para que Ryu supiera que no le sería fácil escapar. Como su compañero de habitación estaba en enfermería, pues había sido uno de los primeros que atraparan los compañeros de Kaoru. Ryu se encontraba solo en la habitación. Había atravesado a duras penas las largas horas de clases. Si su sentido del deber no fuera tan férreo, se habría quedado en la habitación durmiendo y rumiando su vergüenza.

 

En lugar de eso, había tenido que soportar las clases y ahora estaba soportando algo aún peor, la llamada de su padre.

 

—Solo fue una broma estúpida. No me voy a ir del campus sólo por eso. —discutía con su padre acaloradamente, siempre había sido un problema para el patriarca de la familia Isaka, que su hijo compartiera vivienda con otros jóvenes, pero Ryu había insistido en tener la experiencia universitaria completa.

 

—Ya te dije que no me voy a ir a la casa. No pienso permitir que me envíes con el chofer cada mañana hasta aquí, eso…

 

Un ruido lo sacó de su discusión y sus ojos se abrieron cuan grandes eran, al ver quien estaba entrando por su ventana.

 

—Te…te llamo después, padre… — colgó sin darle tiempo al hombre de protestar y se quedó mirando a la visión perfecta que caminaba hacia él como un felino acechando a su presa.

 

—Que…que haces…tu…

 

Indefenso vio como el joven se cernió sobre él y envolviéndolo en un suave abrazo lo besó con una deliciosa suavidad.

 

—¿Yo no te dije que anoche era el inicio de nuestra vida? —Le recordó entre besos.

 

Y Ryu no tuvo fuerzas para negarse, era demasiado el poder de aquellos labios, de aquella voz, de aquella mirada fija, violenta, dominante, pero tan sensual, tan cautivadora, que lo adormecía, que lo transportaba a otro mundo.

 

—Estás loco. —murmuró derrotado, cuando consiguió un vestigio de fuerzas en su interior.

 

Kaoru rio con alegre desparpajo y besó su nariz con picara ternura.

 

—Estamos locos pequeño conejito, pero eso es lo mejor.

 

Kaoru lo llevó de la mano hasta la ventana.

 

—Ven, déjame mostrarte que tan locos estamos.

 

Ryu lo siguió ¿Qué otra cosas podía hacer? No podía, ni quería negarse.

 

Por doce días intentó resistir los encantos de Kaoru. En el día era sencillo, con clases diferentes era fácil mantenerse alejado, pero en las noches, en las noches era otra cosa. Inevitablemente se vio arrastrado a través de aquella ventana a aventuras que ni soñaba vivir.

 

Kaoru no le volvió a hacer el amor sino hasta la última noche. Ese día la escapada los llevó a un colorido festival en un poblado no muy lejos de Tokio. Ryu adoraba tomar el tren y recorrer los lugares que Kaoru le mostraba. Cada vez que regresaba casi al alba a su habitación en el dormitorio,  lamentaba profundamente tener que alejarse de Kaoru y más aún cuando este lo besaba con tanta pasión al despedirse. Ya ni siquiera le molestaba que lo llamara conejito y había llegado hasta a extrañar aquel apelativo en su dulce voz.

 

— ¿A dónde vamos? —preguntó Ryu entusiasmado, mirando las lucecitas que pasaban con rapidez a través de los cristales del tren.

 

—No seas ansioso conejito, ya pronto llegaremos.

 

Kaoru lo abrazó tiernamente besando su cabello alborotado.

 

—Kaoru ¿hoy si llegaremos temprano? Siento que tengo días sin saber lo que es dormir y eso está afectado mis clases.

 

Ryu lo miraba suplicante. Kaoru besó la punta de su nariz, como adoraba hacer siempre.

 

—Eso no pasaría si no te negaras a ser mi novio y durmieras conmigo en mi habitación. Mi compañero ya se fue y tengo la habitación para mí solo.

 

Ryu arrugó el ceño, siempre que hablaban de aquello se cohibía. Ser novios era un paso muy importante y él todavía no tenía claro lo que sentía por Kaoru o que quería con él. Si bien era cierto que había dejado de negarse a las exigencias de Kaoru y se dejaba arrastrar a cuanta aventura este inventaba. También era cierto que tenía reticencia a los sentimientos que Kaoru despertaba en él, le temía a entregarse completamente a aquel amor.

 

—No puedo dormir en tu habitación, eso… no sería correcto. —murmuró, mirando fijamente a través de la ventana. Evitando la mirada de Kaoru que lo convencía inmediatamente de cualquier cosa.

 

Kaoru besó de nuevo su cabello y rio bajito.

 

—Tarde o temprano vendrás conejito, es solo cuestión de tiempo.

 

A Ryu le molestaba aquella seguridad, pero en el fondo sabía que Kaoru tenía razón, muy pronto cedería, seguirse negando le estaba costando un enorme esfuerzo.

 

Cuando llegaron al poblado. Ryu se quedó maravillado del colorido y la algarabía. La gente caminaba sonriendo y charlando y tarantines se esparcían por doquier. Kaoru le compró unos dulces y caminó con él de la mano por las pequeñas y atiborradas calles. Ryu disfrutó como nunca el paseo y cuando llegaron finalmente a su destino,  se quedó de pie frente a una pequeña casa.

 

—Aquí viví hasta los quince años. Vivía con mi abuela, todos los años preparábamos un puesto de dulces y nos íbamos al centro a venderlos a los que venían al festival.

 

Kaoru se veía soñador cuando admiraba la destartalada estructura de la pequeña casa.

— ¿No tienes padres? —preguntó Ryu dolido, pensando en lo difícil que pudo haber sido crecer sin padres.

 

Kaoru le sonrió,  acariciando su mejilla enrojecida por el frio.

 

—Mi mamá aún vive conejito, quita esa cara de tristeza. Su sonrisa se perdió cuando volvió su mirada a la casita. —El problema es que ella no sabe cómo ser mamá. Después que murió mi padre se casó con un hombre que ya tenía un hijo. Mi hermano Akihiko es lo único bueno que tuvo esa relación, yo le rogué a mi abuela que me dejara vivir con ella y cuando ella aceptó,  me vine para acá.

 

Kaoru besó los labios de Ryu cariñosamente.

 

—Aquí fui muy feliz, por eso quería traerte hoy.

 

Cuando lo llevó de nuevo a donde el bullicio resonaba, Ryu sentía que no cabía en sí de emoción.

 

Llegaron a las orillas de un tranquilo rio. Mucha gente ya se apostaba en los mejores lugares.

 

Hoy haremos La Tōrō nagashi, es un ceremonia donde la gente pone a flotar farolillos de papel o chōchin, en el rio. Son como linternas y la tradición sirve para que estás luces guíen con bien a los espíritus de los fallecidos,  al otro mundo.

 

Kaoru puso en las manos de Ryu un lindo farolito igual al que él sostenía. Tomados de las manos,  pusieron los farolitos en las tranquilas y oscuras aguas.

 

Kaoru besó las manos de Ryu amorosamente y miró los faroles alejarse con la corriente,  uniéndose al coro de luces que se perdían poco a poco en el horizonte.

 

—Te amé abuelita. —murmuró conmovido. — Espero que donde estés seas feliz.

 

Kaoru miró a Ryu con una dulce sonrisa.

 

—Él es Ryu, lo amo y por eso lo traje hoy aquí. Quería presentártelo y que nos dieras tu bendición.

 

Ryu lo miró decir aquellas palabras. Su rostro hermoso enfocado solo en él, su mirada intensa fija en sus ojos. Todo en él gritaba verdad.

 

—Claro, eso si él acepta que seamos novios. —agregó Kaoru con una incitante sonrisa.

 

Ryu también sonrió ¿cómo iba a negarse? Suspiró profundamente y se dejó llevar como si fuera un farolito por la corriente que emanaba Kaoru.

 

—Acepto ser tu novio, Kaoru.

 

******

 

Kaoru se despierta agitado y sudoroso. Tiene ganas de gritar y en su interior grita y grita y grita con ira, con dolor, con miedo.

 

“Acepto ser tu novio Kaoru”

 

Esas palabras de su sueño, se repiten en su mente. Le duele aquella felicidad, el amor, la devoción, el entusiasmo que sintió en aquel momento. Hoy no tiene nada, solos horas oscuras y solitarias. Se asoma por la ventana y mira el amanecer que se acerca. Es el segundo día, espera que sea mejor que el anterior.

 

Como ya no puede dormir se da un baño y camina a la cocina, dejará todo listo para cuando Ryu despierte. El día anterior no comió mucho, la comunicación fue escasa a pesar de las reglas impuestas. Ryu se negó a mirarlo y contestaba escuetamente a sus preguntas. Solo las palabras de Shinobu le dan ánimos.

 

“No va a ser fácil, déjale pasar algunas faltas. Déjalo que se acostumbre un poco a la situación, se paciente. Para el segundo día él tendrá que estar un poco más resignado, es entonces cuando tú impondrás las normas. Respira cuando sientas que no puedes más, recuerda por qué lo haces cuando te falten las fuerzas.”

 

Shinobu ha hecho un amuleto para él, en una bolsita de terciopelo atada a una cadena en su pecho, descansan una pequeña foto de Shu y su aro de matrimonio.

 

—Estas son mis razones. —pronuncia con emoción, tocando el amuleto que descansa sobre donde late vigorosamente su corazón.

 

Cuando entra a la habitación despuntando la mañana, Ryu aún duerme. Bañarlo fue todo un suplicio, aun ama aquella piel y aquel cuerpo desnudo, pero verlo tan delgado y tan frágil, lo mata.

 

Ryu está atado a la cama de manera que puede moverse en ella pero no salir de ella. Kaoru levanta la sabana y comprueba que las restricciones no le han dañado la piel.

 

— ¿Vienes a ver a tu prisionero? —Pregunta Ryu con amargura, abriendo los ojos y mirándolo venenosamente.

 

La cuerda que está revisando Kaoru con cuidado, se ajusta con fuerza a las manos de Ryu, haciéndolo gemir de dolor.

 

—Se dice “Buenos días, señor” ¿se te olvidaron los modales? ¿Tengo que recordártelos?

 

Ryu lo escupe, bloqueando el dolor de sus manos y batiéndose en fiera lucha para soltarse.

 

Kaoru ve la piel de las muñecas enrojecerse, sabe que eso debe doler, pero no puede hacer nada y aunque por dentro está desesperado, lo suelta y se pone de pie. Ryu lo ve salir de la habitación y le grita, le grita con odio.

 

—Si…vete maldito cobarde. No me importa, no me importan tus castigos. Estás perdiendo el maldito tiempo. Te odio… Te odio.

 

Kaoru regresa con lo que parece ser una raqueta de pin pon, solo que más alargada y estrecha. Ryu lo mira con terror, cuando este acomoda una extraña silla frente a la cama.

 

—No te atrevas a tocarme,  maldito… Aléjate de mí… Aléjate de mí…

 

Pero por más que grita y se retuerce, la fuerza de Kaoru es mayor y su determinación es absoluta. En unos segundos está sobre las piernas de Kaoru, con su estómago pegado a estas y su cabeza y piernas colgando de lado y lado. Kaoru sentado en la extraña silla, le amarra como puede, las manos a unos estribos que hay en las patas de la misma y luego repite el procedimiento con sus tobillos. Las nalgas de Ryu están expuestas, levantadas y prestas a recibir el castigo.

 

La primera palmada es con la mano abierta y resuena potente sobre los gritos de indignación de Ryu.

 

— ¡Silencio! —grita Kaoru tras la palmada.

 

Ryu pierde el aliento, la sangre se ha subido a su cabeza y la poca que le queda se ha acumulado en su nalga adolorida, dejándola de un subido tono rojo.

 

—¿Tengo tu atención? —pregunta Kaoru con efervescente ira.

 

Ryu no puede responder, está entre la indignación, el asombro, la vergüenza y el dolor. Se niega a ser humillado de aquella forma, pero al caer la segunda mano sobre su otra nalga, la resolución comienza a desfallecer.

 

—Hice una pregunta. —Ya no es un grito, es apenas un susurro, pero suena como un latigazo.

 

—…Si…señor.

 

Ryu se muerde los labios para no llorar y lo odia y se odia por amarlo y odia al mundo entero.

 

—Rompiste las reglas, pero hoy te daré una opción, cada vez que rompas las reglas se agregará otra semana a tu cautiverio. Hoy podrás escoger, si el castigo o la semana.

 

Ryu cerró los ojos con violencia ¿una semana más de aquello?

 

—El…el castigo…señor —pronuncia las palabras suavemente sin ningún convencimiento, pero de ningún modo va a pasar una semana más con ese sádico.

 

Kaoru siente su mano titubear, pero al final toma la paleta. — Serán cinco. Tu palabra segura será cielo, si es demasiado para ti solo dila y me detendré. Repítela.

 

—Ci...cielo. — Ryu esta aterrado y sin embargo algo más remueve su corazón ¿expectativa, quizás?

 

Kaoru masajea las nalgas con suavidad.

 

—Ten en cuenta que si usas la palabra segura me detendré, pero el castigo no estará completo.

 

Siente el cuerpo de Ryu tensarse y su pene endurecerse contra su muslo. Arruga el ceño.

 

“Procura no disfrutarlo mucho”

 

Le dice Miyagi sonriendo, cuando su esposo le está explicando su plan ¿Cómo va a disfrutar lastimar a Ryu? Y sin embargo…

 

¿Lo está lastimando realmente?

 

Así comienza. La paleta cae lisa y llana sobre la ya sonrojada piel. Las lágrimas llenan los ojos de Ryu. Su respiración se queda atascada en sus pulmones.

 

—Respira Ryu, no luches contra esto. —Le pide Kaoru, mientras pasa su mano por la maltratada nalga.

 

El segundo golpe hace que los ojos de Ryu se colmen de lágrimas. Pero no solo sus lágrimas han reaccionado, otra parte de su anatomía responde al doloroso estimulo. Su cuerpo está tenso y una tibia llama comienza a calentar su sangre.

 

 El tercer golpe lo hace jadear.

 

—Solo faltan dos, lo haces muy bien conejito.

 

Con aquellas palabras Kaoru deja caer la paleta por cuarta vez. Pero Ryu ya está lejos del dolor. Aquel castigo ha despertado en él, un cúmulo de emociones que ha cerrado por meses bajo llave y lo que termina de dejarlas salir es el cariñoso apelativo de antaño. Ese de los recuerdos felices, del tiempo en el que se perdió en la locura del amor.

 

—Por favor— murmura entre lágrimas, pues no se decide en sin sentirse excitado, adolorido o destrozado.

 

Kaoru acaricia su espalda.

 

—Di la palabra segura Ryu, dila si la necesitas.

 

Ryu niega con la cabeza, solo falta una, una más y todo aquello habrá acabado, pero ¿quiere que acabe?

 

El último golpe lo hace gemir, el deseo puede más que cualquier otra emoción, su pene este duro y húmedo, lleno de necesidad.

 

Kaoru puede sentir el líquido pre seminal escurriendo en su muslo.

 

“Después de cada castigo hazle el amor, que sienta el placer y el dolor unirse de la mano, que vea que no hay línea divisoria, que no eres un monstruo, solo le das lo que necesita, solo lo llevas a su centro”

 

Hacerle el amor es lo que más desea, sólo que es tan difícil oírlo llorar.

 

Deja la paleta sobre la mesa. Con las manos firmes masajea las nalgas aliviando el dolor. Una de sus manos baja hasta el pene de Ryu y lo toma con fuerza, masturbándolo rítmicamente. Ryu no sabe que sentir, llora, gime, siente placer y dolor, tiene miedo y tanto deseo que le es imposible no sentir el orgasmo que se acumula en su ingle.

 

—Por favor. —suplica desesperado entre gemidos, pero no sabe si lo hace para que se detenga o para que no pare.

 

Kaoru toma la decisión por él y con dos de sus dedos -ya lubricados por el pre semen- penetra el culo palpitante de Ryu. Este grita y se sacude, las corrientes eléctricas recorren su cuerpo y se concentran en sus bolas, el final está allí, muy cerca.

 

Kaoru lo masturba con fuerza y alterna con leves movimientos, se detiene cuando lo siente en la cima y luego comienza una vez más la tortura, el doble asalto a su culo y a su pene, hace que Ryu se sienta al borde de la locura. Ya no son gemidos tímidos, son altos y poderosos gemidos los que llenan la habitación.

 

Al cabo de unos minutos, Ryu está rogando por liberarse.

 

—Por favor… por favor.

 

—Dímelo… di por qué ruegas. —Le susurra Kaoru, besando su rígida espalda.

 

—Ha…hazme acabar.

 

Eso es todo lo que Kaoru necesita. Lo desata cuidadosamente y lo carga para llevarlo a la cama, allí sujeta de nuevo sus manos a la cabecera de la misma y ata sus piernas abiertas a ambas patas. Lubrica su propio pene y se coloca encima de Ryu.

 

—Mírame. —Le ordena.

 

Ryu se niega, su cabeza se mueve frenéticamente, no quiere que Kaoru vea lo que hay en su mirada, su deseo, su pasión, su…amor.

 

—Mírame o no te dejare correrte. — Lo amenaza Kaoru, apretando su pene dolorosamente.

 

Ryu abre los ojos desamparado. Kaoru le sonríe y suelta su pene, masajeándolo suavemente.

 

—Así está mejor. —murmura llenándolo de besos.

 

— Soy yo quien te hace el amor. —Pronuncia fuerte y claro cuando lo penetra de una sola estocada.

 

Ryu grita y arquea su espalda. Kaoru lo sujeta con fuerza y lo hace mirarlo nuevamente.

 

—Yo soy el que te hará el amor siempre.

 

Ryu lo mira con impotencia, pero no puede evitar un gemido de protesta cuando Kaoru se sale de su interior y baja hasta su entrepierna.

 

Kaoru acaricia sus muslos mordisqueándolos, besándolos con suavidad —Te gustará esto —le promete, tomando el pene de Ryu en su boca y lamiéndolo suavemente—. Lo necesitas. Me necesitas

 

Ryu se arquea ante su toque. Claro que lo necesita y lo que más odia es que Kaoru tiene razón. Necesita la tranquilidad del toque de Kaoru. Ama sus besos. El sabor salado de su sudor. Ryu adora la familiar sensación de Kaoru haciéndole el amor.

 

Se estremece ante aquella verdad. Lo necesita, lo ama. Nunca va a poder escapar del poder que ejerce Kaoru sobre él y mucho menos en ese escenario tan conocido, tan íntimo, en ese lugar entre las sábanas donde nunca ha sabido decirle que no.

 

Llora sin esperanza.

 

Siente el orgasmo en un inminente camino sin retorno, está excitado, se siente tan vivo, y paradójicamente eso lo hace llorar. Obsesionado como ha estado por meses con una libertad que realmente no desea, en ese momento se siente prisionero de nuevo de su cuerpo, de sus emociones. El control que ha pensado que tenía hasta hace unas horas, no existe y solo ha bastado que Kaoru le haga el amor.

 

 

— ¿Por qué me haces esto Kaoru? —murmura desolado, gemidos escapan de sus labios y se corre dentro de la boca de Kaoru. No puede evitar ver con cierto vano regocijo, como Kaoru se lleva los dedos a la boca y los lame, limpiando los restos de semen de sus labios.

 

—Siempre he amado tu sabor. —murmura Kaoru mirándolo con éxtasis.

 

 

Dios lo ayude, Ryu lo ama y lo amara siempre.

 

Kaoru lo incita con un lubricado dedo. Luego se empuja hacia atrás, y posiciona la cabeza de su pene contra el agujero de Ryu, se desliza hacia dentro esta vez con más suavidad, Ryu gime como loco al sentir su culo estirarse.

 

Kaoru aprovecha para comenzar a mover sus caderas en pequeños círculos. Ryu arquea su espalda, sus manos agarradas con fuerza a las cuerdas que lo atan. Kaoru jadea, hundiéndose profundamente dentro de Ryu en cada violento empuje.

 

Los dedos de Kaoru acarician el estilizado torso, y por minutos se funden en una pesada danza. La tela de las sábanas roza el abusado trasero de Ryu en cada penetración, alterando sus sentidos, recordándole lo que ha pasado, diciéndole a quien pertenece.

 

— ¡Kaoru! —grita desvalido.

 

Este lo besa. Con un bajo gruñido, se empuja con más fuerza, anclando su pene dentro del tembloroso y lubricado culo de Ryu, oyéndolo gemir y gritar, sabiéndolo suyo así sea en la locura del placer.

 

Ryu cierra los ojos, apretando su culo alrededor del pene de Kaoru y se estremece con éxtasis cuando el pene de Kaoru pulsante y caliente, suelta chorros de semen en su interior y su propio orgasmo pinta su vientre con su semilla.

 

 

¿Cómo se había convertido en ese… ese… necesitado y patético ser?

 

 

—Oh mierda, conejito, amo tu culo —Le susurra Kaoru llenándolo de besos.

 

Su corazón se acelera cuando ve la tristeza y el horror en los ojos de Ryu. Apoya su frente contra la de Ryu y suspira cuando lo oye llorar. Nada ha cambiado.

 

Lo sostiene hasta que de cansancio se rinde al sueño. Ha llorado por casi una hora, sin decir nada, sin discutir cuando Kaoru lo abraza después de desatar sus manos y pies. Ryu parece ido y distante, Kaoru lo arrulla, le habla de cosas hermosas y dulces, le repite mil veces que lo ama y ahora lo observa dormir sintiéndose dolorido como si fuera sido para él, el castigo.

 

— ¿Por qué no entiendes que te necesito? Te amo Ryu, te amo tanto. Regresa conmigo por favor, vuelve a ser el lindo y valiente conejito del que me enamoré.

 

Ahora es Kaoru el que llora. No lo ha hecho desde que su abuela muriera en sus brazos. Ni siquiera en los momentos más difíciles de su ruptura con Ryu dejó que las lágrimas y la derrota ganaran terreno. Pero ahora esta exhausto, siente que lucha contra algo más grande que su propia fuerza.

 

Unos minutos después y luego de dejar a Ryu arropado y dormido en la cama, se para en la pequeña terraza de la casa. La vista es imponente y desea que Ryu en algún momento la comparta con él. El amuleto que le hizo Shinobu está en sus manos, lo acaricia muchas veces, buscando fuerzas dentro de sí, porque por un momento siente que ya no las tiene.

 

Como las lágrimas no dejan de atormentarlo saca su celular y hace una llamada.

 

—No puedo amigo, no puedo más. — El llanto lo ahoga y se arrodilla en el suelo sin dejar de sostener el teléfono en su oído. — Siento que su corazón me ha abandonado definitivamente y… ¿Si lo estoy obligando a hacer algo que de verdad no quiere? ¿Si soy yo el que está equivocado? ¿Si todos nosotros nos equivocamos?

 

Shinobu le hace una seña a su secretaria. La mujer se acerca y lo escucha decir:

 

—Respira Kaoru, respira profundo.

 

Cuando esta lo mira interrogante el joven tapa el micrófono del teléfono pidiéndole con suavidad.

 

—No me pases más pacientes ahora, yo te aviso cuando.

 

Ella sale y Shinobu retoma la llamada.

 

—Kaoru, Ryu padece de un trastorno obsesivo compulsivo. Se obsesionó con la idea del control y todos sabemos cómo y cuándo sucedió. La pérdida de un hijo no es fácil y mucho menos lo fue para él, estando tan ilusionado con ese bebé. Luego de eso Ryu no volvió a ser el mismo y eso nadie mejor que tú lo sabe.

 

Shinobu hace una pausa para saber que Kaoru sigue con él.

 

—Lo sé Shinobu sé todo eso, lo viví en carne propia, toda esa locura, todo ese dolor, los años que intentamos tener otro bebé, la enfermedad del padre de Ryu y el maldito momento en el que Ryu asumió la presidencia de la Editorial.

 

Kaoru suspira con impotencia, su vida se había trastocado en unos días y el había luchado, había luchado con uñas y dientes, pero ya esta tan cansado, tan abatido.

 

—Entonces no te rindas ahora Kaoru. —Lo reprende Shinobu con firmeza. —Ryu te necesita, si sigue por ese camino no tardará en enfermarse seriamente. Agregaremos al trastorno obsesivo, anorexia, farmacodependencia, alguna enfermedad hepática o coronaria por la falta de alimentación por el desenfreno con el que Ryu está viviendo.

 

Shinobu suspira, no quiere asustar a Kaoru, pero su amigo necesita una sacudida.

 

—Y no sólo es Ryu el que va a sufrir Kaoru, también Shunsei. Ya el bebé está sufriendo las consecuencia de la obsesión de Ryu con el trabajo, con mantenerse ocupado y en control de su vida. Si no fuera por Hiroki ese bebé estaría en manos de niñeras o en medio de un doloroso proceso judicial por su custodia, pues sé que tu no soportarías que Ryu abandonara a su hijo.

 

El panorama pintado por Shinobu es tan real, que hace que Kaoru respire con violencia. No puede rendirse, no ahora, ni jamás.

 

—Lo siento. —se disculpa. —Es solo que…

 

—Estás agotado y es comprensible. Cualquier otro hubiese tirado la toalla hace mucho, pero no tu Kaoru, nunca tú. Por eso confío en ti, por eso todos confiamos en ti.

 

Kaoru prepara el almuerzo con renovadas fuerzas, la charla con Shinobu le ha hecho bien. Tiene que seguir adelante. Antes de servir la comida habla con Hiroki y este le pasa a su bebé.

 

—Pórtate bien mi campeón, papá y mami pronto estarán contigo. Te amamos.

 

Hiroki llora un poco, lo alienta, le pide que cuide a su hermano y cuando Kaoru va con la bandeja a la habitación, se siente con más ánimos.

 

Pero su alegría se desvanece, pues bajó la guardia y Ryu se ha escapado.

 


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