Presenciaba con aire inquieto una escena que parecía repetirse; al ser Do KyungSoo un muchacho apuesto y carismático, recibía a menudo confesiones de hombres y mujeres. Otros ya estaban acostumbrados; en cambio, para JongIn seguía siendo doloroso. Estaba febrilmente enamorado de KyungSoo, no obstante, al ser el jardinero en la mansión de los Do, no se podía permitir tener más que una amistad con el muchacho.
Más de una vez pensó en arriesgarse, pero tenía miedo de los prejuicios, y sobre todo temía al rechazo. Cada día se esforzaba en su trabajo, persiguiendo sus ambiciones y esperando convertirse algún día en alguien digno para él.
En esta ocasión era Kim JunMyun la persona que se hallaba parada delante de KyungSoo, tenía una docena de rosas blancas en sus manos sujetadas del tallo con un listón azul; mostraba una de sus famosas sonrisas y pronunciaba frases solemnes que KyungSoo escuchaba atento. JunMyun era el hijo único de un matrimonio de la alta sociedad; él creía que ese hombre tenía grandes posibilidades; quiso alejar la mirada del par pero no tuvo la fuerza para hacerlo.
Aquella situación le causaba gran desasosiego. Se mortificaba pensando en cuánto le habría gustado nacer en una buena familia. Un escalofrío lo atacó al sentir el peso de una mano caer en su hombro. Se volvió bruscamente encontrando un rostro conocido; era SeungSoo, el hermano mayor de KyungSoo.
—¿Te quedarás ahí parado? —Preguntó sin dejar de mirar al par de chicos. JongIn bajó la cabeza, cohibido.
—¿Qué otra cosa podría hacer? —Respondió, asumiendo que SeungSoo sabía acerca de los sentimientos que albergaba por su pequeño hermano. Sus ojos viajaron de nuevo hacia el par, justo en el momento en que KyungSoo sacudió la cabeza apenado, JunMyun le susurró algo y le entregó las rosas; KyungSoo las recibió por mera cortesía.
—Lo ha rechazado, ¿ves? —El alivio llegó de inmediato, enjuagando sus penas pero también cualquier esperanza a la que se hubiera sujetado, porque, si había rechazado a alguien como JunMyun, ¿qué sería de él?—. ¿Por qué no se lo dices?
Miró sorprendido a SeungSoo. De todas las personas no esperaba que fuera él quien lo alentase a confesar sus sentimientos, ni por asomo. —No quiero arriesgarme, no soy más que un jardinero —Se lamentó.
—Si fueras solo eso, KyungSoo no se habría vuelto tan cercano a ti.
—¿Qué podría yo ofrecerle? —Repuso él.
—Lo suficiente, quizá más —Dijo. Para ese momento JunMyun ya se estaba despidiendo. Había una mezcla líquida de tristeza y decepción en su mirada.
—No puedo hacerlo, al menos no hasta que me haya convertido en un hombre merecedor de su amor. Él se merece mucho más que esto.
—¿Piensas así de él? ¿Crees que a mi hermano lo detendría tu posición social?
—Es por eso que no lo merezco, él es demasiado bueno.
Lo pensó durante toda la noche; durmió prácticamente nada. Pasó casi todo el tiempo apoyado en en marco de su ventana, en una casita que tenía no muy lejos de la mansión. Observaba y a la vez no a la luna taciturna flotar detrás de un cúmulo se nubes opacas. Vislumbraba en su mente el rostro sonriente de KyungSoo, deseando que sus gestos fueran todos para él, y jamás sintió tal determinación; decidió que se lo diría todo.
A la mañana siguiente se levantó antes de lo usual, justo a tiempo para presenciar el espectáculo del cielo pintándose de luz sobre el azul claro. Se aseó, se puso una camisa azul que combinaba con su piel bronceada (que debía a su arduo trabajo bajo el sol), y se cepilló el cabello, dejando que cayera libre en su frente. Incluso se roció un poco de perfume.
Luego de tomar el desayuno, se dirigió al pequeño jardín situado en la parte trasera. Los primeros rayos caían sobre la pequeña parcela tapizada de flores amarillas. Cortó unas cuantas y se puso en camino.
Vio a KyungSoo sentado a la orilla de la fuente con la mirada pegada al libro abierto sobre su regazo. Se aproximó a él. KyungSoo levantó la cara al ver una sombra elevarse sobre él, tapando la luz.
—JongIn, hola —Saludó con entusiasmo. Sus ojos fueron a parar al montón de flores que JongIn sostenía. Dejó el libro a un lado y se paró de un salto. Casi arrancó las flores de sus manos—. ¿Son para mí? —Preguntó con los labios estirados y los ojos sonrientes. JongIn lo miró impresionado y él no pudo hacer más que sonrojarse—. Lo lamento mucho —Iba a devolverlas, mas JongIn de adelantó, loco de felicidad por la reacción que recibió.
—Tranquilo, son tuyas —Dijo, y luego añadió: —Sé que no son la gran cosa, pero te las doy con el corazón.
—¿De qué hablas? Son preciosas. Es lo mejor que me han dado.
—¿Tanto te gustaron? —Preguntó, sintiendo que todo era irreal. KyungSoo abrazó contra su pecho el ramo de florecillas amarillas.
—Me encantaron, pero yo estoy hablando de tu corazón. Es lo mejor que alguien me ha dado.