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Pérdida & Memorias. por Nerdy Constter

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Notas del fanfic:

Es mi primer fanfic que subo a esta página. Así que como apenas soy nueva en esto de ocupar la misma, bueh. 

Como sea, aquí estaré esperando sus reviews, para saber qué opinan al respecto de esta historia. 

Es un Stony hermoso, y espero que aparezca un Clintasha más adelante.

El tiempo, no pudo estar que mejor. California. Las casas adornadas tiempo atrás con escarcha o con esos muñecos inflables que ponen en el patio de su casa, con sus árboles adornados con pequeñas y grandes esferas de colores y con aquellas series de luces que tanto alumbran a la ciudad. Sí, efectivamente la mayor parte del mundo celebrará el fin del año viejo para recibir al año nuevo. Las familias se acercan para comer un pavo delicioso, o una cena que probablemente las tías y las madres estarían a cargo de hacer. Sin embargo, en un lugar a fueras de la ciudad, una amplia casa con sólo dos pisos pero cómoda, se podía encontrarse a un Tony y una Pepper celebrando con champaña en aquella sala elegante que habían acordado los dos en comprar. Faltaban menos de doce horas para el fin del año. El medio día, las personas charlando caminando, como si fuera un día más en su vida. Jamás hubieran creído lo que ocasionaría después.

Las doce con quince minutos, la plática se hace interminable, la pareja sonreía como si nada. Estaban disfrutando de su momento, del momento que tenían a solas. Los chistes sarcásticos que Tony sacaba eran graciosos de vez en vez, pero la mujer, Pepper, sentía una incomodidad absoluta al respecto. ¿Quién hubiera imaginado que después de un par de semanas llegara a pensar seriamente en la relación que tenían? ¡Vamos!, era su ex jefe. A ella la había nombrado CEO de Industrias Stark, y que después de varios meses de recopilación llegará a pensar en aquello, ¡absurdo! Sí, Tony es demasiado impulsivo, esconde algunos secretos y se guarda algunas cosas para sí, pero Pepper era su novia, su chica ideal. O eso era lo que pensaba.

Las risas eran inminentes, y las miradas furtivas eran de esperarse. Los ojos castaños de él y sus ojos de ella, las miradas, sus sonrisas. En algún momento de la conversación, ambos tomaron sus copas y dieron sorbos rápidos y al mismo tiempo dejaron sus copas en la mesa de centro.

— ¿Sabes Pepper? —decía Tony poniendo una mano encima de la de Pepper, la estaba acariciando poco a poco. —Quisiera que supieras… Que no habrá otra mujer, como tú. —sonreía débilmente mientras las caricias disminuían lentamente. Pepper se sonrojó levemente y bajó la mirada para no ver a Tony. Vaya que en momentos decía lo que tenía que decir, sin embargo un algo hizo que ella soltara con rapidez la mano de él. Había escuchado un leve susurro  y observó a Tony con pánico.

— No. —decía con firmeza. Tenía razón, estaba en lo cierto, jamás se equivocaba. Lo que empezó como una buena mañana terminaría mal y sino pésimo. Y eso era ya de agregarse durante el transcurso de su día.

— ¿No? —preguntaba un Tony confundido, ¿qué había dicho para que Pepper actuara de esa manera enfrente de él? No había dicho nada malo o hiriente a su persona durante los últimos segundos.

— Tony… He pensado últimamente, no creo… —estaba indecisa. Pero no quería que la lastimaran más de lo que debía. Un anillo de compromiso estaba en la mesa, era precioso un diamante como ningún otro, ¿cuánto lo habría costado?, eso era lo de menos. Tal vez ella no se lo merecía, no quería. —Yo, no creo que sea conveniente este momento, Tony. —trago un poco de saliva, ¿cómo sería su reacción?, ¿qué diría? Eso no le importaba, ya estaba decidida.

— ¿Estás segura? —no quería más jugarretas, no preguntaría inocentemente. Sólo quería la verdad, ¿por qué rechazaría algo como lo que estaba en aquella mesa? Le miró fijamente. — Estarás bromeando. —comentó divertido Tony. Pepper, solamente estaba seria. Se levantó de la silla y negó rotundamente con su cabeza.

— No es el momento adecuado. —decía firmemente. —Iré con mis padres. —con molestia en su semblante y algo de tristeza, dejó a un Tony confundido, ¿qué había hecho mal? Con llaves de su carro salió caminando sin voltear atrás. Apretó un poco más las llaves y unas pequeñas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos azules. 

No había pasado más de media hora cuando Pepper se había ido sin decir nada más que un simple ”Iré con mis padres.” ¿Eso era la despedida que recibía? En cambio, aquella sortija, aquel anillo que con trabajo consiguió se quedó allí, en la mesa sin moverse absolutamente. Soltó un suspiro y miró hacia el techo recargándose en el respaldo del sofá. ¿Qué había hecho? Entrecerró un poco sus ojos, lo único que deseaba era un feliz año nuevo, sin embargo sus planes cambiaron drásticamente.

Con un poco de ingenio, bajó a su taller. Llevaba poco sin crear alguna nueva armadura, sin ganas, sin inspiración, se sentó en aquella silla de ruedas. Se tocó su pecho, sin corazón que romper. ”Mierda.” Se pudo apreciar en el taller silencioso. La idea de ir a un bar era la única que se le podía ocurrir. Recurrir al alcohol era lo único que le quedaba ahora. Con esfuerzo se paró del asiento.

— No me esperes despierto. —dijo a la nada mientras subía las escaleras observando su taller. Al subir, observó en la esquina donde se encontraba posado y adornado aquel árbol que adornó junto con Pepper. Doble mierda, demasiadas cosas pasaron, ¿estaba molesta quizá? Pasó su mano por su cabello corto, pensando aún en las probabilidades del por qué Pepper se retiró de aquella forma, ¿molesta?, ¿triste? Sí, jamás entendería a las mujeres.

Tomando las llaves de su Audi, terminó por ir al bar de la ciudad. Pantalón de mezclilla oscuro, una playera de manga larga de un color café con un chaleco, era lo único que podía tener; anteriormente con un vestir elegante, terminó por ponerse algo cómodo, según él. Al entrar al establecimiento, la mayor parte de la gente se le quedaba mirando con interrogación en sus rostros. ¿Qué?, ¿alguien como él no podía entrar? Nuevamente soltó un suspiro cansino mientras se sentaba en una de las mesas de hasta el fondo. Para ser mesas del fondo, había demasiadas personas rodeándolas, con esfuerzo y pidiendo permiso, al fin llegó a la mesa que deseaba, sin embargo observó que todas estaban ocupadas, sólo había una en la que había un señor nada más. No apetecía reclamar nada. Quería terminar ahogándose en su propia culpa.

— ¿Alguien aquí? —preguntó amablemente. El hombre sólo se limitó a voltearlo a ver y asintió la cabeza e hizo un ademán para que se sentara en la silla vacía junto a él. Tony cerró sus ojos, no había de otra manera. Se sentó en el lugar y espero pacientemente a que llevaran su pedido. Una, con una bastaba y se retiraría de ese lugar.

Pasaron dos horas, y eran casi las tres de la tarde. El lugar pintaba mal ahora, más hombres fornidos, algunos con tatuajes en sus brazos, otros con un olor corporal demasiado elevado. Tony se sentía ya asfixiado. A un lado colocó su vaso ya vacío (había tomado una, lo que prometió) y se paró de la silla. Al caminar por el pequeño espacio estrecho que quedaba en el establecimiento conjunto con el mal olor, las voces, los gritos, exasperaban a Tony. Quería tomar un respiro, aire limpio. Camino por el espacio pequeño, procurando sin pisar a las demás personas.

¡Al fin un poco de aire fresco! Era lo que necesitaba para no sentir aquel mareo de tanto calor humano, o quizá era por otra cosa su mareo temporal. Observó el cielo, no había ninguna nube en el paso. De momento se sintió libre de hacer lo que él deseaba, ¿qué no eso lo podía hacer cuando él quiere? Miró por ambos lados, los automóviles iban por su camino, siendo libres. Rebuscó en sus pantalones las llaves de aquel auto, pero no se hallaban. No era posible que se quedaran adentro del auto, movía su cabeza de un lugar a otro como si las personas tuvieran la respuesta de dónde se encontraban sus llaves. Sintió un leve toque en su hombro, un simple cosquilleo, volteó con rapidez esperanzado de que alguien tuviera la idea de dónde se encontraban sus llaves, tal vez la ironía lo carcomió en ese momento cuando aquel señor, el que ofreció el lugar libre dentro del establecimiento, tenía en sus manos las llaves de su auto.

— Gracias. —agradeció con poca vergüenza, silenciosa y polar. — Nunca pensé que se caerían. —comentó seriamente. Sí, él no era así ocasionalmente, pero con personas desconocidas ni que en tus sueños ves, ¿cómo actuaría uno? Con una media sonrisa agarró las llaves, sin arrebatar, de la mano del señor.

Se había estacionado en la acera cercana al establecimiento. No quería que algo le pasara si le dejaba en un estacionamiento público, ¿pero qué cosas andamos diciendo? Él es Tony Stark, con el alias Iron Man, ¡carajo, un súper héroe! ¿Qué multimillonario dejaría su auto en un estacionamiento público? Pero a esas alturas, casi nada le importaba, si eso implicara que un señor desconocido le entregase sus llaves. Se relamió sus labios, saboreando por última vez aquel dulce saber del alcohol.

Se acercó a su auto, observando cada detalle, sí, no le había importado dejarlo a vista de todos. Observó fijamente el cofre del mismo y se subió inmediatamente al verificar que todo se hallaba en buenas condiciones. Encendió el auto y con una maniobra que sólo él conoce salió de la multitud que se encontraba rodeando su auto, tal vez apreciándolo. Sí, era eso. Al entrar al coche, el volumen del estéreo estaba a menos de 50 decibeles. Se estaba escuchando aquella canción Back in Black de AC/DC, sus manos que se encontraban en el volante, daban pequeños golpecitos al ritmo de la música y en ocasiones cantaba un pequeña parte de la canción. ¿A dónde más iría? El centro de la ciudad, no sería mala idea, aún era temprano. Faltaba demasiado para aquel suceso que jamás esperaría.

El sonido de su celular llamando, una llamada entrante, hizo que bajara el volumen del estéreo. ¿De quién era? Sus esperanzas de que fuese Pepper se esfumaron cuando vio que el contacto decía James, Rhodey. Contestó la llamada.

— ¿Sargento James Rhodes? —contestaba un divertido Tony. Al fin, una voz amiga era la que quería escuchar desde hacía tiempo. Aquel hueco que sentía, comenzó a llenarse poco a poco. —Hace mucho que no sé de ti. —sonrió para sí.

— Tony… Lamento lo que paso. —la voz del otro lado, comentó con pésame. No sabía si aquellas palabras habían herido o confortarían a Tony. —Me habló Pepper hace una hora, me comentó todo. Sé que lo habías pensando desde hace tiempo…— ¿continuaba o paraba? Se quedó con las demás palabras en el aire sin terminar su oración.

— Sólo fue un error. —comentó con seriedad, se había escuchado un rose de llantas. Había pisado rápidamente el pedal del freno. Se estacionó en una de esas islitas que ponían en la carretera o avenida para quienes tuvieran alguna molestia con el auto, se detuvieran allí para no estorbar el paso. —Sólo eso. —soltó un bufido. Su respiración agitada por escasos momentos, pronto volvió a ser normal. Efectivamente, no era el mismo.

Había planeado todo, nunca quiso decírselo, ya que parecía ser demasiado pronto para que tomara la decisión Pepper, pero se equivocó. Maldita sea que se había equivocado, pensaba que con unos meses soportarlo eran suficientes, así hubiera sabido que decir ella. Con puños y molestia golpeó el volante, provocando que se escuchara el claxon.

— Hey, amigo. Tony. En serio, lo lamento. —decía cálidamente Rhodes. Parecía tener una media sonrisa para consolidar a Stark -aunque no se veía-, parecía que no funcionaba del tanto ser el cálido amigo de siempre. Rhodes jamás perdería aquella esencia suya de ayudar a los demás.

¡Oh, California! Tan depresiva te has vuelto ya. Respiró profundamente mientras sacudía su cabello un par de veces para calmar aquella ansiedad. Por unos segundos, Rhodey pensaba que su amigo no era el mismo, aunque bien los secretos no eran el fuerte de él. Al tranquilizarse Tony, observó el celular que se encontraba en altavoz. Mierda, ahora Rhodey. Jamás molestarse con alguien más que consigo mismo.

— ¿Y bien? —preguntaba un calmado James al teléfono. No quería discutir, ni siquiera volver a comentar aquello, sabría lo que ocasionaría después.

— No te preocupes. —decía desgastado. Nuevamente arrancó el auto y observó a ambos lados si no llegaba un coche o peatones. —Feliz año nuevo, disfrútalo. —terminó por decir aquello antes de colgar el celular y seguir por su camino de antes. Sin discusiones, y sabía perfectamente que había sido frío con Rhodes, pero ya no quería cometer otro error.

Parecía que la ciudad estaba abarrotada, en todos lugares había parejas yendo de compras o al menos las cafeterías estaban igual de abarrotadas. Sí, no sería una buena tarde después de todo. Thunderstruck igual de AC/DC se estaba escuchando cuando se detuvo en un centro comercial. Ahora tendría que preparar algo de cena, y no era que sea un experto en la cocina. Algo sencillo era lo que deseaba en ese momento.

Se estacionó cerca de la entrada del centro comercial. Al llegar, tuvo que ser demasiado silencioso y cauteloso. Con una gorra que encontró en su auto, se la puso inmediatamente, igual que unos lentes de sol que se hallaban en la güantera. Al entrar, el aire familiar se sentía, las risas de los niños y demás, hacían que a Tony se le erizara la piel. Caminó disimuladamente, sin mirar a las personas que se le quedaban viendo fijamente. Apartaba sus vistas fujaces a él.

Encontró todo lo que necesitaba, impresionantes veinte minutos tardó en encontrar todos sus artículos. Para pagar, fue precavido y en menos de diez minutos ya estaba en la ciudad nuevamente con las bolsas que compró. Las cinco de la tarde eran cuando llegó a su casa. Al abrir la puerta, el árbol de navidad seguía allí, intacto.

— Bienvenido, señor. —decía la nada. JARVIS, aquella inteligencia artificial.

— JARVIS. —decía Tony con bolsas en mano. Se dirigió a la cocina, donde la masacre comenzaría.

En las bolsas había comida congelada. Lo único que sabía hacer era la sopa de pollo, o probablemente algo más. Sin esperar otro segundo, comenzó con la masacre de la cocina, y después de varios intentos -tres para ser precisos-, terminó haciendo canapés. Siete para ser exactos. La cocina se encontraba con salpicaduras de ingredientes que ocupó. Los canapés los puso en la mesa que se encontraba allí, colocándolos cuidadosamente en un plato moderno. En la alacena se hallaban botellas de agua, sacando una del mueble.

Las seis y media de la tarde, y había terminado de comer aquellos canapés. No le habían salido tan mal después de todo, probablemente él mismo seguiría haciéndose de comer. Lavó el plato que utilizó y al terminar, se retiró a su habitación. No, ya no tenía ganas de otra cosa, otra cosa que hacer en su casa solitaria. Subió las escaleras, y al encontrarse con el último escalón, suspiró y se retiró con pesadez a su habitación. Al recostarse y observar el vacío techo, sintió que se sentía igual: vacío. Algunos minutos después, suena un timbre, una pantalla holográfica aparece en una de las paredes.

— Señor, alguien está en la puerta. —no se podía distinguir. Estaban casi dando las siete de la tarde, estaba ya casi anocheciendo más.

— Vamos JARVIS. Sólo que se retiren. No hay nadie. —decía acomodándose nuevamente y cerrando levemente sus ojos. Sin embargo, el sonido de aquel timbre, y la luz de la pantalla no hacía que pudiese cerrar sus ojos.

Se levantó de la cama, volviendo a pasar su mano por su despeinado cabello, la pantalla holográfica despareció y antes de que se encendiera la luz, la luz tenue que emanaba el reactor era la única. Bajó las escaleras, con cansancio, y la puerta principal se abrió de inmediato. ¿Quiénes eran?, no reconocía sus caras. Eran dos hombres, ambos llevaban un abrigo de color negro.

— Feliz año nuevo, señor Stark. —habló uno de los señores. Se escuchaba que estaba riendo de algo. ¿Quiénes eran? El señor parecía no pasar de la vejez. Un par de pisadas más se escucharon a lo lejos.

— ¿Quiénes son? —preguntaba Tony mirando a ambos lados. Su tono preocupado hizo eco en todo el espacio. — ¿JARVIS? Un traje, ahora. —ordenó inmediatamente al ver que ambos hombres sacaban armas de sus abrigos.

— No tiene por qué preocuparse por eso. —uno de los hombres chasqueó los dedos, haciendo que de un momento a otro, con tan sólo apretar un botón desactivaran la inteligencia artificial. —No hay donde huir. Eres como un ratón enjaulado, Stark. —el hombre seguía parloteando. En segundos, sintió cómo era agarrado de ambos brazos y los llevaban atrás a su espalda, mientras era golpeado en el estómago, y así tuvieran la oportunidad de amarrar los pies de igual forma.

¿Quiénes eran estas personas? 

Notas finales:

¿Y bien?, ¿qué dicen criaturillas? ¿Les pareció la trama?


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