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Mi gran amor perdido. por Ross Golbach

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Habían firmado el tratado de paz con los Senju, ahora el clan Uchiha y el primero estarían en paz por primera vez, sin guerras innecesarias ni muertes dolorosas.


Ahora podía declararse plenamente feliz y alegre, tenía al amor de su vida, una aldea que iba en crecimiento tanto en población como económicamente y poco a poco tornándose Konoha.


Konohagakure, el nuevo hogar para su amor, un gran hogar para Madara, donde podían ser felices para siempre, aunque sonara cursi realmente quería casarse con él, tener una vida llena de felicidad a su lado.


Sí, en definitiva lo quería.


-Madara -Gimió alto al ver como los labios de du azabache estaban alrededor de su miembro erecto y es que no había día que no lo hicieran, no había lugar donde no lo hayan hecho.


-¿Hmm? -Respondió tan simple, como si lo que estuviera haciendo no fuese nada del otro mundo, como si no le importase, aunque ambos sabían que se morían por hacerse uno de nuevo.


-Ah, recuéstate ahora -El Uchiha obedeció y se recostó boca abajo, dejando su parte trasera a la perfección de la penetración que se aproximaba.


Lentamente sucedió, de nuevo, uniéndose una vez más por el amor tan grande que sentían.


Las embestidas eran rápidas y los gemidos altos, el sudor llenaba por completo sus cuerpos y cabellos, dejando así que el fluido corporal bajara por sus frentes y torso, como muestra de lo que hacían.


Así duraron varios minutos hasta que sin soportarlo más, ambos se corrieron, besándose al final como muestra de su amor.


-Ah, Madara, ¿Qué opinas de que el clan Sarutobi se nos una? -Preguntó a la vez que abraza a al azabache por la espalda y se recostaba junto a él en ese futon que había sido testigo de du amor incontables veces.


-Una buena idea, así la aldea crecerá -Sonrió y besó a su castaño, quien se sentía en las nubes cada vez que Madara se comportaba así de tierno con su persona, eran pocas veces y le agradaba verlo así.


-Bien, supongo que aceptaremos, mañana a primera hora iré a una junta y hacer que hagan parte de la aldea -Cerró los ojos mientras daba leves caricias en la desnuda espalda de du amante.


-Y ¿No puede ser a segunda hora? -El tono de su voz era coqueto, dejando claras las intensiones que tenía en mente con solo una oración y dejando ver cuantas ganas tenía de seguir con su rutina de nunca abstinencia.


Ahora que Hashirama era suyo podía darse el lujo de tenerlo cuando quisiera y no se opondría a eso, pues hacer el amor con él estaba dentro de las cosas que mas le gustaba hacer.


Aunque en su lista todas eran con el castaño, pero era su favorita.


Se acomodó en su pecho a la vez que aspiraba su aroma, menta con miel, extraña combinación pero le encantaba como le quedaba, todo en él era perfecto y lo sabía, nadie podía contradecirle nada.


Hashirama era perfecto por dentro y por fuera, de buen corazón, inteligente, amable, gentil, humilde y podía seguir si quisiera, no pudiendo decir defecto alguno porque a sus ojos no lo tenía.


-Tal vez, solo convénceme -Le besó la cabeza y le hizo cucharita, besando su hombro cada vez que podía. -Buenas noches, te amo.


Te amo Madara...


Te amo Indra.


¿Qué eran esos recuerdos?


Es como si con cada situación que pasaba con Madara aquellos dos hombres tambien las hayan vivido y podría ser que sus mentes estaban conectadas.... Pero era algo imposible.


-Indra ¿Quién se supone que son? -Suspiró pesadamente para después dejarse llevar por el sueño y entrando a aquel mundo único lleno de temor, amor, terrores, miedos, alegrías, felicidad.


Yo jamás te amé Ashura.


Yo jamás te amé Hashirama.


Yo jamás te amé Naruto.


Y la katana se llenó de su sangre, manchando sus brazos con ella y logrando así que aquel espeso líquido carmesí manchara las manos de ese incestuoso asesino.


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