Gritos, quejas y muchas protestas –y una que otra cabeza asintiendo, en favor al que hablaba– se escuchaban en la sala del edificio de la residencia presidencial. En aquella sala, estaban los más personajes más influyentes de Corea del Sur y junto a ellos, el presidente de Corea. Lo que ocasiono en la sala el pequeño disturbio, fue una idea descabellada, hilarante y lo más loco que hayan podido escuchar.
– ¡Silencio! –gritó, lo que en toda Corea sería, la máxima autoridad–. El señor Jung aún no acaba de narrar su idea, y por consideración, deberían dejarlo terminar. Por favor señor Jung, prosiga.
El hombre que se encontraba de pie, sosteniendo un apuntador, miró hacia las personas que se encontraban frente a él y sonrió. Su plan tenía que funcionar.
– Empezaré otra vez. –inhaló aire y dijo:– Como ya todos sabemos, los índices de secuestros en mujeres cada vez van en aumento, gracias a un nuestros enemigos, los Japoneses nos otorgaron. Se visualiza, que en seis meses, las mujeres de nuestra nación, estarán siendo raptadas y en el peor de los casos, asesinadas, por ello, mi propuesta es... Que los hombres puedan engendrar.
Bajo la atenta mirada acusadora del presidente, los presentas en la sala, acallaron sus quejas contra el expositor.
– Los japoneses se roban a nuestras mujeres porque allá, gracias al virus que se les implanto en una guerra pasaba, sus mujeres están muriendo y por la falta de ellos ,su raza también. No faltara poco para que hayan raptado a nuestras mujeres y/o las hayan asesinado, por eso la solución es que los hombres puedan engendrar.
– ¿Por qué sería esa la solución? –preguntó uno de los presentes.
– Piénsenlo, ahora son raptadas las mujeres de escasos y normales recursos, cuando estas se acaben vendrán por lo de la clase alta, lo que vendrían a ser nuestras esposas, nuestras hijas. ¿De verdad quieren ver como son llevadas sus hijas a procrearse con el que podría ser su mismo padre?
– ¿Y porque no darles esa solución a ellos?
– Ellos ya están suficiente ocupados en hallar la cura de aquel virus, pero para su mala suerte, nosotras ya la tenemos y todas las mujeres incluidas niñas y bebés están vacunadas.
– Entonces ¿Porqué no solo les damos las vacunas? – esa pregunta, el señor Jung no llegó a contestarla porque el presidente del lugar respondió:
– ¿Ustedes tienen idea de quien le mando ese virus a ellos? Si. Fuimos nosotros. Lo que nunca imaginamos es que las cosas se tornarían de esta manera y una vez que le demos la cura, ellos descubrirán que fuimos nosotros. El señor Jung tiene razón, los hombres tienen que engendrar, y con respecto a Japón, en menos de un año, ellos descubrirán la cura por si solos.
– Pero ¿Cómo se lograría esto acabo? – dijo este presente mirando al señor Jung, lo cual el lo tomó como una señal para continuar.
– Bueno, en Corea, hay cierta población de homosexuales, la cual ha sido notablemente aumentada a lo largo de esto cinco años. A los hombres que tengan estos gustos, habrá un sorteo y saldrá un total de 200 personas, y entre esas 200 personas se hará el experimento.
– ¿Cómo los varones engendrarían?
– Si preguntan si se quedarán con su pene, si lo harán. Pero, esta vez tendrán un útero también, conectado a lo que vendrían ser una parte del ano. Primero, inyectaríamos una sustancia en su cuerpo, para ir haciendo espacio entre las cavidades, después, agregaríamos otra para que el útero se vaya desarrollando dentro de él. ¿Dudas?
– En realidad si, demasiadas, pero confío en que usted sabrá manejar la situación.
– Entonces señores. ¿Qué opinan de mi idea?
– Opino que es descabellada, pero no quiero ver a mi hija siendo llevada por esos parásitos.
Un total de 30 personas, había en esa sala, y un total de 25 manos levantaron la mano a favor de la idea. Es una locura, pero a ver a sus esposas y/o hijas en esa situación, de tan solo pensarlo se le oprimía el pecho.
– Y ¿Para cuando haríamos ese sorteo?
– Las inyecciones ya están listas, así que solo quedaría, hacer el sorteo.–habló el señor Jung, para a continuación tomar asiento.
– Bueno, que den las noticias mañana y en dos días haremos el sorteo. –hablo el presidente, parándose de su asiento y procediendo a salir de la sala.
No quedaba mucho tiempo, para que el experimento sea realizado.
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