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Bajo el Rojo Infinito por RazorBladeHaysel

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Notas del capitulo:

He estado muy activa últimamente jajaja

Bueno, esta vez quise hacer algo más romántico que mi fanfic anterior ("Rosa de Sangre"). Definitivamente no soy la única que ve algo entre Uta y Yomo. Además Uta come penes, y eso es algo oficial xD (pueden verlo en un capítulo del manga de Tokyo Ghoul, o busquenlo en Google-san jajaja).

 

Espero les guste, me inspiré mucho haciendolo, y la escena romántica me encanto.

((Esta primera parte esta situada cuando Uta y Yomo apenas se conocen, por eso me refiero a Uta como "el rubio"))

El hombre de cabello naranja se encontraba bajo los efectos del alcohol al igual que la mitad de los ghouls que estaban dentro del establecimiento pasando un buen rato.

 

-Eh, Uta…-dijo con una sonrisa en el rostro mientras le daba algunas palmadas en el hombro al chico -…deberías probar esto, es fen….feno…-un eructo.

-¿Fenomenal?

-Exacto- soltó una carcajada.

Uta lo miró con una expresión de desagrado en el rostro y después posó la mirada en la mano que se encontraba tocando su hombro. El chico de cabello naranja ni siquiera se percató de la mirada y simplemente siguió sonriendo como idiota. Uta simplemente soltó un suspiro y volvió a concentrarse en su bebida.

-Eh…bueno, tengo que ir…irme- el chico se acercó al oído de Uta –diviértete con tu nueva presa-. Uta lo volvió a mirar con rechazo y el chico guiñó el ojo aún sin darse cuenta de nada. Después de eso se alejo con paso tambaleante.

 

-Joder, eso sí que fue molesto- refunfuñó Uta –pero al menos ya estamos solos de nuevo- dirigió su mirada al hombre que estaba sentado a su lado, un hombre de la misma edad que él, con cabello gris platinado y semblante serio.

 

-Ah, sí- respondió este.

-Yomo, te ves algo tenso- sonrió Uta. Se levantó de su silla y posó sus manos en los hombros de Yomo –un masaje relajante no te iría nada mal…

Yomo dio otro sorbo a su bebida mientras Uta masajeaba sus hombros.

-Extrañamente esto se siente bien…-murmuró.

-Todo lo que hago se siente bien- respondió Uta con una sonrisa.

 

Aunque en el bar el estruendo seguía siendo tremendo debido a todos los ghouls que se encontraban allí, entre ellos hubo un largo silencio. No se sentía incomodo en absoluto.

Yomo observaba la enorme fauna que se podía hallar allí dentro; algunos bebían tranquilamente, otros platicaban, otros estaban demasiado ebrios como para soportarse a sí mismos, otros peleaban y muchos, muchos otros pasaban un buen rato entre ellos desatando sus placeres ya fuera besándose, abrazandose, o bebiendo sangre. Yomo no había comido en mucho tiempo, ni había disfrutado de ningún placer de ese tipo. Mientras él seguía sumido en sus pensamientos, Uta lo observaba por detrás.

 

-Tienes un cabello realmente envidiable- dijo Uta en voz baja. Yomo sonrió, pero no dijo nada. –Sé que te sientes cansado, Yomo, y sé que no haz comido en mucho tiempo…-aplicó un poco de más fuerza en sus movimientos -… ¿por qué lo reprimes?

-En realidad no me gusta la idea de comer carne. Últimamente me ha dado un poco de nauseas.

-¿Nauseas?... vaya, eso sí que es extraño.- Uta cesó sus movimientos y regresó a su asiento a lado de Yomo. –Si no quieres comer, hay muchas otras cosas. Puedes beber sangre para calmar un poco tus ansias.

Yomo lo miró a los ojos. Parecía como si Uta siempre tuviera hambre o algo así. Sus ojos jamás cambiaban a un tono natural, en cambio siempre se veían completamente negros con el iris de un color rojo intenso, algo completamente natural cuando un ghoul comía o se encontraba enfrente de sangre.

-Mejor cuéntame- Uta recargo su barbilla contra su mano –cuando comes, ¿cuál es tu parte favorita?

Yomo lo pensó durante unos instantes -realmente no lo sé. Supongo que el cuello es lo más fácil de atacar.

-Así que eres todo un predador- sonrió Uta. Su mirada hacía Yomo cada vez se volvía más curiosa. –El cuello es una zona tremendamente estimulante.

Yomo no soportó mucho la mirada del chico y giró la cabeza buscando concentración en algún otro punto.

-¿Te pongo nervioso?

-No….

-No te pongas nervioso. Me refiero a que, comer es algo completamente neutral. Que tú no quieras hacerlo no es culpa de nadie, sin embargo, podríamos ir a cazar y te prometo que conmigo ahí no será tan difícil.

-Lo pensaré- respondió Yomo –y tú Uta, ¿cuál es tu parte favorita cuando comes?- realmente el joven de cabello platinado no se sentía muy cómodo con la conversación, pero no halló otra pregunta. A pesar de la incomodidad, veía en Uta algo interesante. Todo lo que decía siempre le parecía fuera de lo normal, irreverente, pero interesante.

-Ah…esa es una pregunta complicada- dijo Uta soltando un suspiro –me encantan las manos, sobretodo de artistas. Les encuentro algo mágico... –Yomo dio otro sorbo a su bebida- pero si tuviera que escoger, definitivamente serían los penes.

Yomo escupió su bebida. No sabía si cubrir su cara, salir corriendo o reír a carcajadas. Uta decía cosas realmente irreverentes, pero se escuchaba tremendamente tranquilo al decirlas.

-¿Qué?- preguntó el rubio, -los penes saben bien y son suaves, sean de alguien vivo o alguien muerto.

En sus cinco sentidos, Yomo ya habría salido del lugar, pero se encontraba un poco confundido por el alcohol. Lo único que hizo fue soltar una risita.

-¿Estas?...- Uta se acercó a él -¿estas sonriendo? Así que el alcohol ya hizo su efecto…

-Uta, realmente eres agradable- Yomo tenía una sonrisa bastante sincera en esos momentos, y sin duda Uta estaba sorprendido por esto.

-Bueno…ahora que hablamos de penes, ¿eres vírgen?- Yomo lo miró, y de nuevo le regresó el sentimiento de pena al mirarlo.

-¿Es eso importante?

-No, es una simple pregunta. Velo como eso, estamos en confianza ¿no es así?

-Bueno…alguna vez tuve relaciones.

-¿Con mujeres?

-Obviamente, ¿Qué tipo de pregunta es esa?- preguntó Yomo confundido.

-Las mujeres son agradables. Yo alguna vez tuve algo que ver con una de mis amigas cercanas. Fue divertido.

-Acaso haz tenido contacto con… ¿hombres?- Yomo bajo mucho la voz.

-¿Contacto? Es sexo, Yomo. Simple sexo. Deberías decirlo con naturalidad…

-Baja la voz- interrumpió. Uta lo miro con confusión.

-Bueno, señor penoso. Sí, lo he tenido, y me gusta más que estar con una mujer.

Yomo dio otro sorbo a su bebida, la que por cierto ya estaba a punto de terminarse. La conversación no era común, pero no le era desagradable. De hecho, sabía varias cosas de las relaciones entre hombres, pero jamas se había atrevido a preguntarlas. Ahora era una muy buena oportunidad.

-¿Qué se siente?

Uta soltó una carcajada. Era extraño que el chico de cabello platinado se comportara como un niño frente a la palabra “sexo” y después preguntara cómo se sentía tenerlo con otro hombre. Ambos pensaban que el otro era extraño a su manera, pero lo pensaban.

-Depende en qué posición te encuentres. Al ser activo me gusta esa sensación de tener control sobre otra persona. Incluso siendo pasivo puedes tener el control sobre alguien. Esa sensación es lo mejor.

No me importaría cambiar de roles en una sola noche, ambos me agradan.

Uta decía todo de una forma tan natural que Yomo no podía creerlo.

-¿Desde hace cuánto no eres virgen? Bueno, si es que puedo preguntar…

-Bueno, acabas de hacerlo- rio el rubio –y lo he hecho desde los catorce.

-Eso sí que es mucho tiempo…

-¿Tú a qué edad?

-Hace un año.- Yomo bajó la cabeza con pena.

 

Uta sonrió y puso su mano sobre el hombro de Yomo.

-Eres un ghoul. Prácticamente tus sentidos están extremadamente desarrollados y los sentimientos también. Deberías de desatarte un poco, querido Yomo. Deberías de disfrutar todos los placeres de ser ghoul. ¿Qué te parece si comemos un poco? No tendrás que matar…-Yomo no comprendió. No era posible comer sin matar, pero algo en él le decía que lo hiciera.

 

-Supongo que no sería una mala idea.

 

Pagaron la cuenta y salieron del establecimiento platicando de cosas extrañas, como la soledad, los sentimientos y los placeres.

En un abrir y cerrar de ojos se encontraban en la azotea de un edificio extremadamente alto platicando a la luz de la luna. Yomo hablaba más de lo usual y en poco tiempo ambos se percataron de que eran muy parecidos. A su manera, pero lo eran.

 

Pasaron así dos horas en las que la compañía era algo realmente agradable.

Por primera vez Uta se sentía atraído por una conversación, y Yomo sentía la confianza para aportar sus ideas.

-Oye Yomo, tengo el estómago vacío. ¿Qué te parece si vamos a comer algo? Te dije que no tendrías que matar…al menos no con remordimiento.

Yomo accedió y ayudó a Uta a levantarse. Se quedaron un pequeño rato contemplando la luna.

-Siente el aire Yomo…-Uta se acercó a la orilla de la azotea y extendió los brazos, cerró los ojos y aspiro los mil aromas de la ciudad –…huele eso. Adoro la noche, adoro esta ciudad, adoro todo aquí. Siempre había tenido el sueño de contemplar una luna como esta, bajo un infinito como las estrellas, y debajo de mí la ciudad con el caos y los miles de sonidos que juntos crean una sinfonía urbana.

Yomo no podía dejar de observarlo. Uta era muy diferente a él, pero sentía que ambos se aferraban fuertemente a la libertad. Uta era un ser completamente libre que no poseía prejuicios ni tenia ataduras a la hora de hacer las cosas. Él simplemente vivía el momento, lo saboreaba, y después lo desechaba buscando algo que lo satisficiera. Yomo admiraba eso, porque a pesar de que él también era un ser libre, no podía deshacerse de los recuerdos.

 

El chico de cabello platinado se acercó al rubio. El rubio giró y ambos quedaron mirándose. Uta lo tomó por las mejillas y se acercó lentamente a él. En un impulso lo besó.

Y allí estaban las dos siluetas bajo la luz de la luna, abriendo su corazón como si no hubiera nada más en el mundo, como si nada importara.

 

Por primera vez Yomo olvidó sus problemas y preocupaciones. Ese beso ocupó todo el momento, un momento inolvidable.

Uta era el único con el que se había abierto tanto, al grado de contarle sus inseguridades y dejar salir sus demonios.

Se separaron, pero aun así Uta no lo soltó. Lo tomó por la mano y se dejaron caer de la azotea de aquel edificio.

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-Ah…..¡ah!- un gemido se escuchó entre las sombras.

Yomo se encontraba aprisionando a Uta con el peso de su cuerpo y con sus brazos. Una de sus manos se entrelazaba con la de Uta, que se encontraba recargada del lado izquierdo del colchón, y la otra mantenía la pierna de este recargada sobre su hombro.

Cada movimiento hacía que Uta gimiera un poco más fuerte. Se movía lentamente hacia atrás y adelante. Lo hacía lentamente para poder observar con calma la expresión del rubio; Una expresión de dolor y alivio.

Uta sonreía a veces, pero sus jadeos y gemidos hacían que rápidamente volviera esa expresión de dolor. Un dolor que en cierta forma le causaba placer.

 

Era la primera vez que Yomo tenía relaciones con un hombre. No sabía si lo hacía bien o mal, simplemente lo hacía.

Cuando llegaron al hogar del rubio lo primero que hicieron fue dejarse llevar de nuevo por sus besos. Uta se sentó encima de él, y fue el primero en comenzar a desvestirse.

Todo sucedió muy rápido, con mucha furia y mucha pasión. Ninguno de los dos soportaba más tiempo sin dejarse llevar.

“Déjate llevar” era exactamente lo que Uta murmuraba al oído de Yomo una y otra vez, mientras las delicadas manos del rubio lo recorrían. Algún tiempo después, el rubio se encontraba de rodillas frente a Yomo, haciendo eso que él llamaba “sexo oral” con movimientos realmente agresivos que sólo hacían que Yomo sintiera la necesidad de poseerlo, pero no lo hizo.

No quería arruinar el momento, así que dejó que Uta fuera quién se colocara y lentamente introdujera en él el miembro de Yomo. Dolía, porque el espacio era realmente estrecho, y al parecer a Uta también le causaba mucho dolor, pero cada que gemía hacía un movimiento más agresivo para que el miembro entrara más profundo.

 

A Uta le gustaba el dolor.

 

Cuando por fin estuvo dentro, el rubio empezó a hacer movimientos circulares con su cadera. Arriba, abajo, lentamente. La imagen era excitante a los ojos de Yomo; más que excitante, era realmente hermosa. Observaba con todo detalle el cabello de Uta, despeinado, balanceándose al ritmo de sus movimientos. Observaba los músculos de su abdomen contraerse, sus expresiones faciales, escuchaba sus gemidos muy débiles al principio, pero que, al igual que sus movimientos, comenzaron a obtener más potencia.

 

“Du…duele” gemía Uta entre jadeos y perlas de sudor que resbalaban por su piel clara. Pero por más que dijera que dolía, nunca paraba. En realidad Yomo estaba dejando que hiciera todo el trabajo. Lo observaba, sentía su interior, sentía que en cualquier momento legaría al punto máximo.

Sus jadeos se comenzaron a sincronizar. Uta se abrazó a él, y él lentamente lo postró sobre la cama. Quedó encima de él.

“¿Tienes hambre?” preguntó el rubio. Yomo no respondió, pero sí que tenía hambre.

“Cuando termines, podrás saciarte…conmigo”.

La idea era extrema y extraña, pero no podía imaginar algo mejor que culminar llenando su boca con la sangre de Uta, con su piel. Después de todo, eso hacían los ghouls.

 

Yomo tomó el control, y así es como terminaron uno encima del otro. El rubio dejándose llevar por los movimientos del otro, aferrándose a su espalda, a sus brazos, a todo.

No sólo era sexo porque sí.

Eran sentimientos.

Se besaban apasionadamente, sintiendo los labios uno del otro, sintiendo el aliento tibio en la piel, la humedad de su lengua.

Los movimientos se hicieron más rápidos, hasta que Yomo obtuvo el completo poder sobre Uta. Lo tomo por las muñecas y lo aprisionó contra el colchón, mientras golpeaba con fuerza su cadera.

Uta gemía con tanta fuerza que Yomo no sabía si le dolía o si de verdad sentía placer, y aun así, no paró.

Mordio el lóbulo de la oreja de Uta, lo besó con fuerza y mordió sus labios. La sangre manó lentamente de la herida que había causado la mordida. Ambos compartían la sangre en sus bocas. Yomo tenía hambre.

Llegó al punto culminante. Levantó a Uta con sus brazos y quedaron sentados sincronizando de nuevo sus gemidos y movimientos. Yomo lo apretó fuertemente contra él, y ambos terminaron entre sudor, sangre y algo de dolor. Aún en el momento del clímax, Yomo mordió a Uta en el cuello. Saboreo la sangre, la carne, y escuchó los gritos de Uta muy cerca de él, pero en vez de apartarlo, el rubio lo aferraba más a su cuello.

 

Al separarse la imagen que observó Yomo fue hermosa, decadente, casi cruel, pero esa era la realidad cruda de los ghouls. Seres que encontraban belleza en la muerte.

Uta estaba bañado en sangre, el colchón igual, y sin embargo lo miraba con una sonrisa.

“Te dije que no sentirías remordimiento”.

Se abrazaron, así bañados en sangre.

El hambre era incontrolable, y Yomo siguió alimentándose de Uta. Parte por parte.

 

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Uta despertó completo, encima de un colchón rojo y detrás de Yomo. La luz del sol quemante lo deslumbró, se levantó adolorido, pero bien.

Ya estaba recuperado. Y sin embargo toda la habitación parecía un desastre. Había sangre por todos lados, y el olor lo puso hambriento.

 

Dejó a Yomo descansar. Se cambió y fue a cazar.

 

Esa noche volvieron a estar juntos, de nuevo en la azotea de aquel edificio sin pena a que nadie los viera.

El contacto era libre. Hacían el amor como dos amantes que se aferraban uno a la vida del otro.

Mucho tiempo continuaron así, manteniendo una extraña relación, hasta que comenzaron a separarse por razones personales.

 

Y sin embargo se volvieron a encontrar en el mismo bar de la primera noche.

Ambos sentían hambre, pero ya no era lo mismo.

Había una traición. Yomo lo sabía, y Uta fingia no darle importancia. Simplemente lo fingía porque a pesar de ser un egoísta, traicionero, vil y cruel, en el fondo Yomo era el único que le importaba, y Yomo sería capaz de hacer todo por regresar a su lado.

 

Eran dos almas libres danzando en el infinito de sus sentimientos, y a pesar de todo lo malo, nada podría cambiar esa pasión. Una pasión que nunca se consumiría.

 

“Así que, querido Yomo… ¿nos encontramos de nuevo?”

 

 


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