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Ayudándote a superar tu claustrofobia por 1827kratSN

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El pueblo estaba tal y como recordaba. No sabía cuánto tiempo estuvo viajando, tal vez un par de meses, aunque no estaba seguro. Llevaba a su pequeño en brazos y buscaba algún buen sitio para desayunar. Estaba cansado por la caminata que dieron, se habían equivocado de ruta y el autobús los dejó en una zona apartada de su destino. Tenían poco dinero así que buscó un lugar humilde, pidió su comida y al fin pudo quitarse ese abrigo maltratado que traía. Se mantuvo usando aquel gorrito de lana que cubría sus desordenados cabellos, ayudó a su hijo a quitarse la chaqueta para que no se sofocara con la calidez del lugar, disfrutaron de los platillos con lentitud mientras platicaban acerca de las cosas que  planeaban hacer

 

 

—¿quieres comer pasteles de chocolate? – preguntaba el mayor mientras bebía la leche de su taza – mi mamá hace unos muy buenos

—¿la abuela? – preguntó el pequeño admirando la sonrisa de su papá, quien asentía levemente – ¡si quiero! ¿también conoceré al abuelo?

—los conocerás a todos. Te adorarán – el mayor terminó su comida y admiró las calles con nostalgia – ha sido mucho tiempo y estoy impaciente

—¿disculpe? – una mujer se acercó a su mesa y se quedó observándolos con detenimiento –

—no somos ladrones – sonrió el mayor mientras veía a su hijo acercarse a él con rapidez. Lo cargó de inmediato presintiendo el miedo que el pequeño tenía – si desea, nos podemos retirar en cuanto mi hijo termine su comida – suspiró profundamente. Su ropa no le daba buen aspecto, pero no tenían que acusarlo de ser un criminal. Ya no sabía cuántas veces le habían hecho lo mismo

—no… no es eso – se disculpó la señora – es que… usted se me hace familiar

—a mí también – abrazó al pequeño susurrándole que todo estaba bien – pero no recuerdo de donde

—KYA… — la mujer se tapó la boca tras notar que había gritado escandalosamente – es usted, Tsunayoshi—san – susurró la mujer en pánico

—usted es la madre de… — recordó el rostro de la mujer. Era la madre de una de las sirvientas de la mansión Vongola, con la que comió hace mucho tiempo – por favor no haga escándalo – susurró ante la pálida mujer

—pero…. ¿Cómo?… usted… yo – no sabía ni cómo reaccionar. Se suponía que el joven Sawada estaba muerto y ahora lo tenía en frente. Todos habían lamentado el suceso, pero ahora estaba viendo al joven – ¡mi Dios! – no había error, los pequeños mechones castaños que se lograban ver además esos ojos profundos y de un hermoso color chocolate

—le explicaré todo, pero no aquí – susurró el chico mientras se disponía a cubrirse con el abrigo de nuevo y a su vez le ordenaba a su pequeño hacer lo mismo. De inmediato la señora los guió hacia su casa, brindándoles lo que tenía a disposición

—joven Tsunayoshi… yo… creo que estoy delirando… – se alarmó la mujer que veía a ese par de jovencitos comer un postre que apenas salía del horno. El más pequeño tenía los cabellos rubios aperlados, un color particular a su parecer, además, esos ojos marrones le daban un toque muy bello – por Dios, se supone que usted…. Hay mi señor yo… usted está muerto y yo… necesito rezar un poco

—tranquila, por favor – sonrió ante el rostro impactado de la mujer – ¿puede decirme cuánto tiempo llevan creyéndome muerto? – le había impactado enterarse de eso hace algunos días, no creyó que todos perdieran la fe

—pues… desde hace como cuarenta y cinco días – suspiró la mujer que caminaba de un lado al otro en el comedor – pero su funeral fue hace solo quince – saltaba su mirada desde el pequeño hacia mayor. No podía creer que estaba ante un muerto

—¿por qué creen que estás muerto, papá? – susurró el pequeño al ver la mujer sentarse en frente de ellos y mirarlos fijamente

—¿él es su hijo? – se impactó la mujer observando al más pequeño. Se parecían un poco, tal vez en la dulzura de la mirada y en el tono de piel

—sí, lo es – sonrió Tsuna – pero lo más importante ahora es que estoy vivo – se acercó a la mujer que temblaba, tomó su mano con cuidado y la apretó – soy de carne y hueso. No es broma

—es un milagro – lo abrazó con cariño mientras sollozaba – todos estábamos destrozados… por su partida 

—lamentablemente no pude regresar por diversos problemas, pero… creo que debo aclarar todo – se alejó de la mujer limpiándole las lágrimas – debo ir a casa ahora mismo. Fuuta toma tu abrigo, nos debemos ir

—ya voy oto—chan – susurró el pequeño viendo el postre que aún no terminaba

—te lo envolveré – sonrió la mayor de ellos, entendiendo la mirada del menor – ¿pero por qué usas oto—chan? ¿Esa expresión, qué significa?

—es papá en japonés – sonrió el menor antes de abrigarse

—espere joven. Puedo llevarlos, solo necesito que esperen unos minutos hasta que mi hija llegue con mi esposo. En el auto será más rápido y menos agotador

 

 

Los dos jovencitos aceptaron la oferta con gusto, estaban cansados de ir por allí a pie. Fue gracioso ver a los recién llegados, actuaron al igual que la mujer, primero los gritos al ver un fantasma, después los tartamudeos, luego la aceptación y las caricias para saber que no era un fantasma. Al final de todo eso estaban las lágrimas y sonrisas. Tsuna esperaba que en casa también los recibieran así, sería interesante ver a su abuelo o a su tío perdiendo el control. Tomó las pocas cosas que tenía, los abrigos, la pequeña maleta que llevaba consigo; su hijo lo tomaba de la mano con fuerza y se daban apoyo con las miradas. El viaje en el auto fue bastante rápido, los miembros de aquella familia lo miraban constantemente, el castaño solo podía sonreírles en respuesta, pues entendía que reaccionaran de esa forma. Su pequeño hijo en brazos, se fascinaba con el paisaje cambiante mientras llegaba a la mansión. Tsuna con nostalgia observó la entrada en donde el auto se detuvo

 

 

por favor, por ahora mi regreso será un secreto — les pidió cordialmente antes de bajar del auto en compañía de la empleada de la mansión que regresaría a su labor

—no se preocupe por eso, somos leales a la familia — La chica, empleada por algunos años en la mansión, pidió que los dejasen pasar. El castaño estaba bastante irreconocible con las vestimentas que traía, en un principio ese era el plan, su ropa desgastada, el pequeño gorro que cubría sus hebras cafés, el abrigo largo que escondía cualquiera de sus características corporales, cargaba a su pequeño en brazos usando algo parecido a lo que él traía y había que admitir que no tenían el aspecto suficientemente bueno como para ingresar a esa enorme propiedad, pero más les valía intentar.

—sabes que no puedo dejar que extraños entren así — le regañaba el viejo guardia de seguridad a la muchacha que intentaba convencerlo

—¡oye!... trátalos con respeto — a la joven le fue prohibido decir quiénes eran sus acompañantes, fue una petición del castaño y la respetaría — son amigos de los jóvenes Gokudera y Yamamoto. Sólo quieren visitarlos — empleada y guardia discutieron unos instantes en los que Tsuna se mantenía callado, ocultando su mirada bajo un flequillo que sobresalía tímidamente. Le sonrió al guardia en muestra de que no era mala persona

—está bien, pero todo queda bajo tu responsabilidad. No me metas en problemas — la chica abrazó al hombre con entusiasmo mientras enseguida se despedía de sus padres y se llevaba al castaño dentro del lugar. Debían caminar un poco hasta llegar a la puerta principal, pero Tsuna pidió que llegaran de incógnito, que primero averiguaran quién estaba en casa a esas horas

—el señor Timoteo está en el estudio. Los jóvenes Gokudera y Yamamoto están en el invernadero. Los demás salieron — una de las sirvientas estuvo observando con atención a los singulares invitados mientras hablaba con su amiga y de pronto entró en pánico al escuchar lo que el desconocido —al menos para ella— decía

—¿mi abuelo está bien? — de nuevo esa reacción se hacía presente. Tsuna tuvo que aguantarse las ganas de reír con fuerza al ver a la mujer caer al piso de rodillas rogando porque el fantasma no la tocara. Se disculpó antes de desaparecer de la cocina, era hora de presentarse oficialmente

 

 

Tsuna caminó con cuidado, aun escuchando el alboroto de la cocina. Su hijo estaba sorprendido por la enorme casa, haciendo que sus pequeñas manos lo abrazaran cada vez con más fuerza. Caminó por la planta baja embriagándose por el agradable olor a lavanda, observó el segundo piso y quiso subir, pero cierta voz lo detuvo

 

 

—¿a qué debo la visita de alguien tan humilde? – la voz suave del mayordomo lo detuvo antes de que se acercara a las escaleras – disculpe mi descortesía, pero ¿quién los dejó entrar?

—oto—chan… ese hombre parece salido de una película – habló el pequeño mientras apuntaba al mayordomo finamente vestido y con porte elegante

—así es – se rió bajito al ver la molestia de aquel empleado – deja que hable con él, Fuuta – le susurró a su pequeño en brazos, quien asintió levemente – lo lamento, pero quise darle una sorpresa al dueño de la casa

—su aspecto no es el correcto – susurró el mayordomo un poco extrañado por las palabras del pequeño. El japonés se hablaba en la mansión, pero no sabía que el pequeño tuviera un acento casi perfecto a pesar de esa edad – me disculpa, pero…

—¿quién es nuestro invitado? – otra voz se unió. Un hombre muy anciano se mostró en el lugar, calmado, sonriente, un poco cansado y triste. Tsuna sintió pena por haberlos hecho pasar por tal calvario, pero todo tenía su explicación – ¿puedes decirme tu nombre pequeño?

—soy Fuuta – mencionó el menor mientras observaba a su padre que no había dicho nada – oto—chan debes presentarte también

—eh… si – las palabras del más joven lo sacaron del trance que el castaño sostenía. Al parecer su voz fue reconocida ya que el anciano se acercó un poco, algo impresionado – soy Sawada… soy Tsuna – procedió a quitarse el gorrito de lana que traía y amplió su sonrisa – estoy en casa

—yo… ¡Tsuna!… — estupefacción reflejada en los ojos casi vacíos que retomaban un poco de color. Tardó unos instantes, pero lo hizo — mi señor, gracias – el anciano vio al jovencito en frente de sí. Se quedó estático procesando la situación – mil gracias mi señor – se encomendó a su Dios debido al milagro ofrecido. Las lágrimas empezaron a brotar y su sonrisa se mostró levemente – mi niño – se acercó a ellos con desconfianza. Timoteo pasó sus dedos por el rostro del castaño, que también había empezado a llorar levemente – Tsuna… — un abrazo cálido fue iniciado. Era su nieto, era su tesoro, aquel a quien creyó muerto desde hace más de un mes en ese horrendo accidente – mi Tsuna… — se aferró al par de cuerpos jóvenes y maltratados que tenía en frente. Sollozó con fuerza mientras sentía las manos de Tsuna acariciar sus cabellos grisáceos, las manos del pequeño también lo estaban reconfortando

—tranquilo señor. Papá está en casa – con sus pequeñas manos acarició la espalda del hombre que los abrazaba, sonrió al ver como su padre lo hacía y se contagió por las lágrimas que ambos mayores derramaban – él ya… llegó – sollozó bajito, pues pesar de ser tan pequeño entendía lo que estaba pasando. Fuuta se abrazó más fuerte a Tsuna y esperó a que el más viejo se calmara

 

 

 

 

Pasaron minutos bastante caóticos, entre sollozos y palabras sin sentidos. Tsuna no soltó ni un solo minuto a su pequeño Fuuta, llevándolo en brazos para que compartiera su felicidad. Su abuelo estaba lleno de vitalidad de nuevo “¡llamen a Gokudera y a Yamamoto!” ordenó de inmediato a su mayordomo, que también estaba asombrado al ver el rostro del chico. Era el mismo joven descendiente, un poco más apagado y delgado, pero era él, el décimo heredero había vuelto a casa.

 Yamamoto y Gokudera apenas escucharon que alguien había regresado se dirigieron a la mansión con prisa, sin imaginarse encontrarse con su amigo. Al ver a Tsuna parado en frente de ellos, sus piernas les fallaron, gritaron de emoción, los abrazaron, sin entender porque estaban pasando por eso, no tenían idea porque su amigo se hallaba cargando a un niño pequeño y poco les importó. Los abrazaron a ambos como si de su propia familia se tratara, gritaron de emoción, lloraron de felicidad, no sabían ni que decir y solo dejaron que su dicha se contagiara a los demás empleados. Querían gritarle al mundo que su castaño regresó a la vida o mejor dicho que jamás los había abandonado, pero antes de que lo hicieran les fue prohibido

 

 

—No digan nada, por favor. Aún no es el momento, todos deben pensar que estoy muerto. Es un secreto crucial para terminar con este desastre— les había rogado el castaño. Les ofreció explicarles después, algo raro pasaba —los que lleguen a ésta casa se irán enterando… solo dejen que todo pase tranquilamente. Tengo buenas razones para eso. Adviértanle a todo el mundo que mi regreso es un secreto que no puede ser traicionado —

 

La voz firme del castaño, la mirada seria, la postura segura todo eso les causó una fuerte impresión y accedieron al pedido. Después le pedirían explicaciones, ahora solo debían disfrutar de esa compañía sin restricciones, pero allí se dieron cuenta del aspecto, maltratado, sucio, deplorable. Se indignaron al ver a su querido ser así

 

 

—han pasado muchas cosas. Ahora solo quiero un baño — aseguró mientras sonreía — por cierto, él es Fuuta… es mi hijo — respondió a las dudas silenciosas, el pequeño solo sonrió aferrándose todavía a su padre. Nadie reclamó nada, sólo los dejaron en paz.

 

 

Tsuna decidió relajarse tomando un baño, causando más de una pregunta a los que todavía no creían el regreso del heredero. El castaño en ningún momento se separó de su hijo, se adentró en la que debía ser su habitación en esa casa y se encerró ahí sin decir nada más que un “gracias a todos”. Era extraño, pero nadie se atrevió a contradecirlo. Una plática un poco seca, corta y aun así valía más que oro. El dolor de crees muerto a un ser amado… ahora estaba mal fundamentado

 

 

 

Por…

 

 

Tsuna se dirigió a su pequeño, quien sorprendido por la enorme habitación no sabía ni siquiera que podía tocar y que no

 

—ésta es nuestra habitación, puedes sentirte cómodo… pero ahora tomaremos un baño, quitaremos toda esta suciedad y borraremos esos recuerdos — nada mejor que el agua caliente para quitar el dolor de su cuerpo, el cansancio, las malas sensaciones. En la enorme tina ingresaron ambos, con cuidado se quitaron cada gramo de tierra, limpiaron su cuerpo y su alma

—oto—chan toda esa es tu familia — el pequeño dejó que el jabón que su padre le ponía se resbalase por su cuerpo mientras jugaba con el agua entre sus dedos

—es nuestra familia ahora, Fuuta… y aún faltan más. Prepárate para conocer a tus abuelos. Mi madre te apretará las mejillas, así que debes estar muy limpio— le sonrió mientras le apretaba el rostro, se encargaba de limpiarlo con cuidado

—¿estás seguro de que me querrán?... no soy tu hijo verdadero — dudó el menor mientras observaba los ojos chocolates de su padre

—deja de pensar en eso. Nosotros siempre estaremos juntos, lo prometimos y eso se debe cumplir — le sonrió con cariño

 

 

Tsuna nunca dejaría que lo apartaran de su pequeño, de su ahora hijo y que nadie intentara contradecirlo. Después lidiaría con eso, pero por ahora solo le quedaba enfrentarse a todos los demás, y superar su último obstáculo… el más importante

 

 

 


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