“Y tal vez, sólo tal vez, el universo me decía que el amor no era para todos, no era para mí.”
Y es que a pesar de lo que has hecho, te sigo amando. No puedo concebir una vida sin ti, ya es demasiado tarde para arrepentirme, sin embargo no lo es para ti.
Ya no me perteneces, aquellos labios que alguna vez fuesen míos… aquellas caderas que se mecían al compás de las mías haciéndome gemir una y otra vez… ¿Es que acaso ya lo has hecho con él? ¿Le has hecho el amor o ha sido solo sexo? ¿Acaso tú nunca me hiciste el amor?
Nadie me lo dijo. Vivieron mintiéndome dos largos años, no puedo confiar ahora en nadie, ni Yesung hyung, ni Ryewook, ni siquiera Kyuhyun que jamás se guardaba nada, nadie lo dijo.
“Donghae, ya no te amo” se repetían esas palabras en mi cabeza una y otra vez haciéndome sentir miserable. ¿Cómo se supone que debo decirle adiós a aquel hombre que tanto he amado? ¿Cómo se despide una persona de su primer amor y luego seguía su vida? Él me había dejado, Eunhyuk me había dejado… Entregué todo de mí para que la relación funcionara, y sin embargo mis esfuerzos nunca fueron suficientes.
Tenía la cabeza en otro lado, de repente el sonido de unos libros en mi pupitre me sacaron de mi trance, haciéndome mirar hacia el frente.
- Señor Lee – dijo el profesor Park – si las artes plásticas no lo convencen puede retirarse y de paso llevar una advertencia al prefecto – mencionó aquel hombre de unos cuarenta y cinco años con un tono de voz molesto.
- No… Profesor, de hecho estaba poniendo atención, no hay necesidad de una advertencia – mentí. Era demasiado bueno improvisando, así que podría inventarme la clase en ese momento.
- Que sea la última vez que sucede – dijo aquel hombre, dejándome hundirme en mis pensamientos de nuevo hasta que sonase el timbre de salida.
Sin duda había sido una semana difícil, mi repentina mudanza a otro apartamento el lunes, un ascenso en mi trabajo de medio tiempo el miércoles (lo cual me dejaba con más trabajo), los exámenes de final de semestre y mi novio dejándome el jueves. Había conseguido olvidarlo todo por un momento hasta que lo vi una vez más, el hombre que a pesar de todo me hacía babear. Y allí estaba él, bajando de su camaro en color blanco (que por cierto habíamos compartido en más de una ocasión), recargándose en el capó con las manos en sus bolsillos y una sonrisa inigualable, enfundado en unos jeans ajustados y una camisa básica blanca, además de una chaqueta de cuero negra. Viéndolo así, ganas no me faltaban de hacerlo mío como ya varias veces había pasado, pero todos esos sentimientos se quebraron al verlo sonreír… no era una sonrisa cualquiera, era una sonrisa de amor dirigida a un chico que se acercaba a él, Sungmin, deseado por chicas y admirado por chicos. “¿Qué tiene él que no tenga yo?” me pregunté a mi mismo mientras dejaba salir un par de lágrimas y corría de ese lugar, no podía seguir viéndolo.