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Vampiros de día por Almuchi

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Notas del capitulo:

Hace mucho no actualizaba por aquí. Y bueno, es la falta de inspiración.(?) 

 

Pero ya, al menos tengo más de la mitad de la historia. Lo difícil fue cortarla para que no quedara tanto, sin embargo aquí está.

 

¡Agradezco sus Comentarios y a los que le están dando una oportunidad a ésta cosa rara!

 

Espero que la disfruten, más notas al final del capítulo.

Nos leemos!

 

-A.

La paz de aquel campo y la fresca brisa que azotaba los árboles era tranquilizadora. Como todos los días, en la mañana empezaba el trabajo duro. Los aldeanos del lugar debían realizar muchas tareas y él apenas estaba aprendiendo. No tenía la obligación, era un niño. Pero quería ayudar a su padre.
Salió afuera, su madre juntaba la ropa limpia, con prisa tomó el balde a su costado y ayudó a juntarla también.

— ¡Buenos días, mamá! — Su madre no volteó y, hasta ese momento no se había dado cuenta que no le vio el rostro desde que salió. — ¿Mamá? — Había oscurecido de repente y la mujer dirigió su mirada a él, pero esa no era su madre...

Dio un saltó en la cama, enderezándose de una vez. Había sido otra pesadilla... Llevó las manos a su rostro y corrió los cabellos humedos de su frente. Corriendo las sábanas de seda blancas que tenía su cama... Aguarden, ¿Sábanas de seda? ¿Su cama? Su vista se elevó con desesperación, inspeccionando el lugar que le pareció irreconocible. No estaba en su casa. No conocía ese lugar. ¿Dónde estaba?

Golpeó su cabeza al no poder recordar nada de lo que había pasado. En su mente sólo aparecían imágenes borrosas que perdían sentido a medida que intentaba recordar más. Sin embargo, no era tiempo para estarse quieto. Sea donde sea que estuviera no podía confiarse. Intentó levantarse de la cama, pero su cuerpo no se movió. No se había dado cuenta antes, su cuerpo estaba muy débil, como si le faltara algo.

— Ah, ya despertaste. — Una voz profunda inundó la habitación. Su expresión cambió a una de pánico e inmediatamente su vista se dirigió hasta la puerta, donde provenía la voz de un muchacho. Como si hubiera visto un fantasma, el miedo en su cuerpo se presentó, porque, ya había visto a esa persona. Él la conocía. No sabe como lo hizo, tal vez por el miedo o por pura adrenalina, pero su cuerpo se movió rápidamente y saltó de la cama hasta situarse contra una pared -y sosteniéndose de esa forma- sin bajar la guardia ante ese sujeto.
— ¡Tú...! — El vampiro no se movió de su lugar, ajustó sus gafas mirándolo seriamente, al parecer aquel joven si lo recordaba. Bueno, era inmortal después de todo, era obvio que lo reconocería puesto que su aparencia no cambió en tan pocos años.
— No es prudente que hagas muchos movimientos, estás muy débil. — Se acercó hasta el chico en un santiamén, no le fue muy difícil debido a la gran velocidad que poseía. El humano se recargó más contra la pared, mientras veía como el vampiro se acercaba cada vez más.
— ¡Aléjate, monstruo...! — Advirtió, con una dura mirada, por supuesto que el vampiro ni se inmutó. Tomando al humano por la muñeca lo atrajó hacia su cuerpo, dispuesto a chupar su sangre hasta acabar con su vida, pensó el humano. Sin embargo, el vampiro lamió su cuello, en la herida que el hibrido le había hecho con anterioridad. Cerró los ojos por reacción, ¿Sería este un nuevo tipo de ataque?
Midorima sabía que la saliva de un vampiro era curativa, puesto que su familia se encargaba de las investigaciones de sangre y habilidades de su especie. Sólo bastaba un poco para cerrarla y ya. El contacto de su lengua con la seca sangre en el cuello del muchacho le dio una extraña sensación, normalmente odiaba ese sabor, ¿Por qué ahora era diferente? Lo soltó inmediatamente ante sus retorcidos pensamientos. Su herida se cerró y el vampiro se alejó.
— Eso bastará. — Se dio la vuelta, a punto de salir de la habitación cuando el chico reaccionó.
— Esperá. ¿No vas a... chupar mi sangre?
— No seas tonto. — Respondió sin girarse, como si el chico supiera que odiaba la sangre humana. — Una vez que te cures, puedes ser libre de salir de aquí. No me importa. — Por alguna razón, deseaba más de su sangre, no estaba tranquilo, cuánto más rápido se fuera, mejor sería para él.


. . .

 

Atsushi estaba feliz. El día de hoy todo era perfecto. Tenía sus dulces favoritos enviados por cortesía de su madre, Akashi Seiji había salido con el señor Akashi-sama por asuntos que ignoraba y, sinceramente, no le interesaban en lo absoluto. Así que nada ni nadie podía molestarlo.

Se llevó otro dulce a su boca y lo saboreó lentamente. Por supuesto, aquellos dulces eran especiales ya que su madre los hacía sólo para él y, cómo nunca podía verla debido a su trabajo, cada detalle era especial.

Murasakibara estaba en la sala de la mansión Akashi. Para su suerte, estaba solo. El personal debía estar en otras habitaciones haciendo su trabajo. Y hoy era su día libre, de descanso. ¿Y qué mejor que pasarlo solo sin que nadie molestase y con sus tan preciados dulces?

— Ah, Atsushi. No sabía que estabas aquí. — Akashi Seijuro lo sorprendió entrando a la sala, llevaba varios documentos con él que tenían aspecto de ser importantes.
— Aka-chin. — Lo saludó con su usual apodo, él que sólo usaba cuando estaban ambos solos. — ¿Necesitas ayuda? — Preguntó al verlo en su intento de llevar tantas cosas en sus manos.
— No, está bien. Hoy es tu día libre ¿No? — Atsushi negó con la cabeza. Ayudaría a Aka-chin con eso aún en su día libre. Porque él siempre era bueno con él, no como su gemelo malvado, como le había apodado un día.
— No hay problema, haría todo por Aka-chin. — Esbozó una pequeña sonrisa ayudándolo inmediatamente. Akashi suspiró dejando que lo hiciera ante la terquedad del hibrido. Así, Murasakibara dejó todo sobre la pequeña mesa ratona de la sala y Akashi se sentó en el largo sofá frente a ésta. Hizo seña a Atsushi para que se sentara a su lado y este accedió.

Akashi revisaba varios documentos de investigación, por lo que alcanzó a leer Atsushi. Si que era un gran trabajador, a pesar de ser tan joven siempre su padre le dejaba aquellos trabajos tan importantes. Y Akashi los cumplía al pie de la letra, siempre superando las expectativas que tenían sobre él. Murasakibara siempre lo admiró por eso. Después de todo, Aka-chin había sido la razón por la que estaba de empleado ahí en primer lugar. Era la razón por la que se aguantaba la mala actitud de Akashi Seiji día a día, y también era la razón por la que trabajaba allí en abstinencia de ver a su familia durante meses.
Murasakibara era consciente de que estaba allí para estar más cerca de Aka-chin, porque le gustaba. Y Seijuro también lo sabía, porque Atsushi ya se lo había mencionado incontables veces.

— Aka-chin, ¿Me odias? — Atsushi siempre le hacía la misma pregunta cada vez que se encontraban solos.
— No. — Y la respuesta siempre era la misma.
— Aka-chin, ¿Me amas? — La rutina seguía de la misma manera que otros días. Murasakibara aprovechó la posición en el sofá para recostar su cabeza sobre el hombro de Akashi el cuál continuaba releyendo documentos. Las preguntas y respuestas salían tan casualmente como si el tema de conversación fuera lo más normal del mundo.
— ... — Sin embargo, esa pregunta seguía sin responderse. Porque Akashi jamás le había dado ni un 'Si' ni un 'No' y mucho menos un 'Tal vez'. Y Murasakibara ya no se sorprendía ante eso y tampoco mostraba algún tipo de desilución. Porque Akashi nunca le había dicho 'No' y eso era suficiente para él.
— Aka-chin, ¿Quiéres uno? — Mostró uno de sus tan preciados dulces, convidándolos al pelirrojo. Por supuesto, el sólo le daría uno a él porque era Aka-chin, Murasakibara no le daba a nadie más. Porque Aka-chin era especial, como su dulce y como su mamá.
— Gracias. — Tomó la golosina que el chico le daba y procedió a comerla. Atsushi soltó una pequeña sonrisa y se quedó en silencio, pero esta vez en compañía de su Aka-chin. Ciertamente, el día de hoy todo era perfecto.


. . .


Había sido recibido, tal y como pensó, por los miembros más importantes de una de las familias principales. Le dieron hospedaje y lo trataron de la mejor manera posible. Obviamente esperaba todo ello. Soltó un enorme suspiro que denotaba su cansancio. Las sirvientas del lugar llevaron su equipaje a la que sería su nueva habitación, así que no tenía nada qué hacer, por el momento desempacaría.

— Ya regresé, Taiga. — Apareció a su lado su hermano de corazón, Himuro Tatsuya, saludándolo.
— ¡Tatsuya! ¡Me abandonaste! — Lo reprendió Kagami. Se supone que su hermano iba a estar ahí durante su bienvenida y lo había abandonado. De hecho, lo empujó al despacho del señor donde fue recibido. No tenía idea de qué hacer o qué decir y había estado a su suerte. ¡Había sido cruelmente traicionado por su mejor amigo!
— Lo siento. Pero sabes que no puedo entrar allí. — Aunque era cierto que Himuro no tenía el paso, sonreía con diversión al ver a Kagami en esa situación. ¿Y quién no lo estaría? Ver a la persona más impulsiva de esa forma tan cobarde le daba algo de gracia.
— ¡Te hubiera hecho entrar! Como sea, me han dicho que puedo quedarme aquí, en realidad ya han llevado mis cosas a un cuarto de huespedes. — Soltó otro suspiro, ambos sabían que esa situación se daría, así que no se veían sorprendidos para nada.
— Ya veo. Yo me quedaré como huesped en casa de un noble. Fueron muy amables aún sabiendo mi situación.
— Ah, que bie-¿Eh?! ¿No estarás aquí?! — Como siempre, Taiga preguntaba lo obvio.
— Como si dejaran a un procreado estar con la rama principal. Taiga, no te hagas el sorprendido.
— Pero, es que... — Kagami estaba más molesto, si es que se podía. Pero ya no dijo más. Lo mejor ahora sería instalarse, algo le decía que estaría allí durante un largo tiempo.

Se despidió de su hermano y subió a su nueva habitación. Ya le habían dado indicaciones de donde era, así que más o menos tenía una idea. Ya arriba, entró a la primera puerta que tuvo delante y se sorprendió al darse cuenta que no era la suya. Para su suerte, no había nadie en ella. Y por como la veía, parecía ser el cuarto de un adolescente, que extraño, no vio a ninguno durante la bienvenida ¿Estaría de viaje o algo así?

— Disculpe, ¿Podría moverse? Está impidiendo el paso. — Se dio la vuelta y soltó un grito al encontrarse con un joven que no había visto antes. Y si no fuera porque era igual a él, hubiera creído que se trataba de un fantasma.
— ¿Quién eres?! — Por supuesto, Taiga hizo lo que toda persona normal haría en su situación. Se tiró al suelo y lo apuntó con el dedo índice en señal de asombro.
— Soy Kuroko Tetsuya, ya nos habíamos visto antes, Kagami-kun. — Entonces quería decir que era el hijo del señor Kuroko, así que todo estaba bien... Esperen, ¿Era el hijo del señor Kuroko?! Pero si no había estado en la bienvenida, ¿O si?
— ¿Cómo? ¿Estuviste? ¿En la bienvenida? ¿Tú? ¿En serio? — Bombardeó con preguntas, separadas por un segundo o menos cada una mientras se levantaba del suelo. Era obvio que lo había pasado por alto, pero vamos ¡No tiene presencia!
— Si... Pero al parecer no me vio. — Contestó, cortando todas las preguntas del recién llegado.
— Ah, lo siento. Fue mi error. — Se disculpó rascando la parte de atrás de su cabeza, un poco avergonzado. — Kagami Taiga. — Se presentó como es debido para empezar nuevamente. — Y no me trates de usted, no es necesario.
— Kuroko Tetsuya. — Sonrió un poco estrechando su mano, ahora si saludándose en buenos términos. — Un placer Kagami-kun.
Kagami soltó una pequeña sonrisa y respondió afirmativamente. Gracias al cielo, ahora tenía a alguien con quien hablar además de su hermano y que calculaba tenía más o menos su edad.
— Esto, Kagami-kun. ¿Me dejarías pasar a mi habitación? — Y entonces se dio cuenta que estaba irrumpiendo el paso y que el chico no podía pasar a su propio cuarto. Se avergonzó un poco ante su error y lo dejó pasar, saliendo él de la habitación.
— Ah, lo siento. Otra vez, fue mi error. — Se despidió del más bajo y entró al cuarto de enfrente, que si resultaba ser el suyo.

Kuroko cambió un poco la perspectiva del nuevo huesped de su casa. Al principio, creyó que sería molesto tener a un desconocido viviendo en su casa, y tal vez, sólo tal vez estaba equivocado. Intentaría, aunque sea, darle una oportunidad. Al menos para cumplir con la orden dada por su padre.


. . .


Akashi Seijuro estaba trabajando en algo muy importante, pensó su gemelo, pues se lo veía muy concentrado. Tenía la vista fijada en su computador y buscaba algo con gran insistencia. Dejó por un segundo aún lado el informe que estaba haciendo sobre la visita con su padre al laboratorio del día anterior y se acercó a espiar que estaba haciendo Seijuro. Se sorprendió al verlo buscar y leer recetas de golosinas y toda clase de dulces. No estaba enterado que su gemelo fuera un amante de lo dulce.

— ¿Te gustan las golosinas, Sei-chan? — Le preguntó observándolo de manera algo divertida, después de todo era muy gracioso ver a Akashi Seijuro tan concentrado en algo como los dulces.
— ¿Eh? No es lo que crees, Seiji. — Se alejó un poco del computador para observar a su hermano. — Ya va a ser el cumpleaños de Atsushi, y pensaba hacerle un regalo.
El semblante de su gemelo se tornó serio ante el nombre del hibrido. — Nosotros no celebramos esas fechas, no tiene sentido.
— Lo sé, pero él si. Y tengo entendido que es algo importante. — Respondió como si fuera lo más normal del mundo. Sin imaginar que su hermano se molestaba ante su opinión.
— ¿Por qué tienes que ser tan amable con ese humano? — Preguntó, mostrando un poco la molestia que le provocaba ese sirviente.
— Es un hibrido. — Corrigió de inmediato. Sabía que a su hermano le molestaba Atsushi, y sin embargo era como un amigo para Seijuro.
— Es lo mismo, ¿Tiene su sangre verdad? — Se cruzó de brazos, dando su punto. Seijuro funció un poco el seño, era cierto, pero Atsushi no se comportaba en absoluto como los humanos, era diferente.

Seiji soltó un suspiro, hacer entrar en razón a su gemelo era imposible, aunque por supuesto para él no. Ya se encargaría de hacerle entender que los poseedores de sangre humana eran igual a los de su raza.
— No debes fiarte de él, recuerdas lo que pasó cuando confiaste en uno de ellos ¿Verdad? — Seijuro apretó los puños ante ese recuerdo. Era algo que deseaba olvidar con todas sus fuerzas ¿Por qué llevaba el tema a discusión?
— Te advertí de ese humano antes. ¿Tuve razón en ello? — Se acercó a su gemelo, quitando unos cuantos mechones de pelo de su frente.
— Si.
— ¿Me hiciste caso cuándo intentaba protegerte?
— No.
— No quieres repetir el mismo error nuevamente, ¿Verdad? — Seijuro no respondió, pero su hermano sabía que le daba la razón. — Siempre tengo la razón, Seijuro. Atsushi no es de fiar, no te dejes atrapar por él. — Posó su frente contra la contraria. — Hazme caso esta vez y no sufrirás, nunca más. Yo te protegeré siempre, Sei-chan. — Le sonrió con ternura y Seijuro soltó asintió. Seiji se alejó un poco y levantó el rostro contrario por la barbilla. — ¿Me quieres? — Preguntó, como muchas otras veces lo había hecho, esperando oir la respuesta que siempre su hermano le había dado, desde que eran pequeños.
— Si, te quiero. — Y Seiji sonrió, juntando sus labios con los de su hermano en un pequeño roce, para luego separarse.

Apagó el computador de su hermano y se acercó a él, tomando su mano y entrelazando sus dedos.
— ¿Vamos a cazar? — Y con el asentimiento de Seijuro, ambos salieron por la ventana del cuarto aprovechando la oscura noche para chupar algo de sangre. Aunque, antes de salir, Seiji sonrió a la puerta puesto que ya sabía que Murasakibara estaba del otro lado, oyendo todo lo que sucedía.
— "Esto es la guerra, demonio-chin."

Notas finales:

¡Al fin! 

Ya se va revelando el comienzo de varias cosas. Ya va tomando algo de forma. 

Aunque faltan muchas cosas más por venir, espero que les haya gustado y que lo hayan disfrutado.

Ya saben, lo de siempre...

 

¡Si les gustó, recomiéndenlo! Y si no, ¡Recomiéndelo igual para que se jodan otras personas más! 

 

Gracias por leer, nos leemos pronto.

 

¡Ciao!

 


-A.


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