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The Ghost Of You por ShuKoi

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Notas del capitulo: Bien, disculpen la tardanza...

The Ghost of you

+ ~ Catulo 2: A Phantom By Alchemy ~ +

- Lo intenté Edward… intenté no caer… pero… fue más fuerte que yo…- Entró en su casa el moreno, seguido de Edward el cual abrió los ojos en sorpresa y al mismo tiempo espantado por la visión que tenía frente a sus ojos. La casa en su totalidad estaba cubierta por círculos de transmutación.

- ¡Coronel…! – Un pequeño grito salió de sus labios al tropezarse con un cubo lleno de lo que, él suponía, era sangre. – Usted… usted más que nadie sabe que… que la alquimia humana está prohibida por las leyes del estado… no…- Tragó saliva ruidosamente, nervioso. No sabía cómo hacer o qué decirle a Mustang para hacerlo sentir mejor. – No puede…-

- Lo sé, Ed… lo sé… ¿Crees que lo he intentado? Cuando dibujo los círculos en mi cuerpo… tiemblo… y no me atrevo… Debería de amar lo suficientemente a Hughes como para intentarlo… pero creo que nunca lo amaré tanto… como para arriesgar mi propia vida… Retrocedo y me hago daño…- Sus muñecas estaban mancilladas, llenas de cortes superficiales.

Los ojos de Edward se abrieron de par en par, negando con la mirada. No. No quería creer que Roy Mustang era capaz de hacer esas cosas. – Sé que… sé que duele… duele más que nada en la vida, Roy… Duele… tanto… que el querer morir tú también es inevitable… pero… - Sus ojos se oscurecieron. – No merece la pena. Se que no fue un intercambio equivalente, Roy… intenté explicármelo a mí mismo miles y miles de veces… Pero… yo tampoco dejaba entrar razón alguna…-

- Pero… si tienes la oportunidad de intentarlo…-

- ¿Porqué no hacerlo…? Lo sé… Pero no quiero… no deseo perder…… perder… perderlo, Coronel… - Lo último salió en un susurro. La verdad era que no deseaba apartarse de su lado… - No lo haga. Se arrepentirá luego… Ya que lo… a lo que le das vida… no es a un verdadero ser… es todo una mentira, un intercambio completamente injusto y sin sentido… todo lo pierdes… pero no ganas nada a cambio…Como dije antes… ningún intercambio es justo…- Sus ojos se humedecieron. La verdad era que gracias a eso estaba recordando todo el dolor que pasó por lo de su madre, y por su propio error cometido.

- Ed… - El Coronel lo observó una vez más, y lo abrazó levemente contra sí. – Prometo… no volver a intentarlo… - Susurró. Edward dejó salir unas cuantas lágrimas, y luego se separó del coronel al sentir que tocaban la ventana de la casa. Se asomó, y allí estaba Jean Havoc, haciéndole señas y con una expresión no muy agradable en el rostro. Se despidió entonces de Roy, mirándolo por unos segundos, y luego salió de la casa. Havoc, afuera, le indicó que debía quedarse a vigilar a Mustang. Así hizo entonces Edward, colgándose de la ventana.

Mientras, dentro de la casa el hombre observaba una fotografía de él y Maes. Salían ambos, sonriendo, jóvenes y abrazados. Recordaba claramente ese día. Esa noche se había dado cuenta de todos sus sentimientos hacia aquél escandaloso, desorganizado pero hermoso hombre. Además, ese día a Maes le habían regalado su primera cámara, y estaba sumamente emocionado por ello.

~ Flash Black ~

- ¡Yo la tomo! – Anunció el teniente Havoc. Seguía igual que siempre, no había cambiado nada en esos años, sólo un poco su voz, tal vez, y un cigarrillo colgaba de su boca. Tomó la cámara de manos de un muy reticente Maes, y éste lo amenazó claramente.

- ¡Cuidado! La rompes, la lanzas al suelo, la llenas de salsa, le haces lo que sea a mi preciosa cámara y juro que… - Hughes estaba más joven, estaba radiante y apuesto, como siempre, sus ojos brillaban de alegría, mientras Havoc le sacaba la lengua de una manera un tanto infantil.

- No soy ningún torpe, Maes. ¡Roy! Vamos, pónganse ustedes dos, después llamaremos a Riza y a los demás, que Farman encontró algo interesante entre las plantas y ella se fue a seguirlo… -

Maes rodeó los hombros de Mustang con sus brazos, acercándolo a él, y haciendo que las pálidas mejillas del morenito se ruborizaran un tanto, y que una corriente lo recorriera por completo.

- ¡Sonrían! – Dijo el muchacho pelinaranja, viendo cómo el moreno más pequeño le correspondía el abrazo al de ojos dorados con algo de reticencia muy propia en él.

El Flash los mantuvo algo mareados por un rato, y luego llamaron a los demás, a Fury, Falman, Bredda, Armstrong y los otros. Todos alegres, todos felices, sin saber lo que el destino les deparaba, lo que una jugarreta del futuro les arrebataría en un suspiro… y en el sonido de un disparo… una vida plena, alegre, simple, llena de amor, paz, cariño y entrega… la preciosa vida de Maes Hughes…

~ Fin del Flash Back ~

Sintió cómo las lágrimas se acumulaban en sus ojos una vez más. Maes siempre lo había hecho sentir bien, sentirse seguro. Era su más cercano amigo, su confidente, aquél que podía llamar en sus noches de debilidad para contarle de sus miedos. Aquél pilar en el cual siempre habría de apoyarse, hasta que un día se lo arrebatasen de las manos sin darle ninguna oportunidad de recuperarlo.

Todo se sentía distinto, como más frío. La verdad la falta que le hacía aquél hombre era mucha, lo extrañaba demasiado. Maes Hughes había sido para él algo tan importante, que jamás sería capaz de olvidarle, ni aunque pasaran miles de años. Había sido la primera persona en hacerle sentir amor, cariño, confianza. Aquélla persona que lo escuchó después de haber matado a tanta gente en aquellas guerras. Aquél de quien se había enamorado poco a poco al pasar del tiempo. No era justo que le arrebatasen tales cosas, pero estaba seguro que de alguna forma, no podía dejarle así. Maes era demasiado importante, demasiado para él.

Tomó con sus manos el retrato de Maes y de él, mirándolo fijamente por un rato, y luego lo abrazó contra su pecho, dejándolo en el escritorio momentos después. Al ver de nuevo esa fotografía grupal, que se encontraba justo al lado de la otra, se fijó en alguien. En Jean Havoc. Lo miró, sonriendo por sus ojos azules resplandecientes, y luego suspiró, tras el recuerdo de un intento de felicidad.

~ Flash Back ~

Era media noche. Central estaba desierta, el silencio sólo se quebraba con el sonido del viento y, en el interior de la oficina de Roy Mustang, por unos papeles. Estaba organizando unos documentos importantes para el jefe de departamento, y ya había terminado. Afuera, el teniente Havoc dormitaba levemente tras perder horas de sueño esperando a Mustang.

El moreno, al terminar de organizar los documentos, los dejó sobre la mesa, tomó su chaqueta y se dirigió a la puerta de su oficina. La abrió, y luego la cerró de golpe al salir, cosa que alertó a Havoc para que se desperezase de una vez.

- Gracias por esperarme, Havoc, pero no tenías que hacerlo. – Dijo, al ver que el chico de ojos azules estaba allí medio dormido.

- No es un problema, me agrada tu compañía. – Respondió Jean.

Ambos se sonrieron mutuamente y caminaron rumbo a la salida del cuartel general en Central. Al casi llegar a los portones, Havoc detuvo el paso. Tragó saliva estrepitosamente, y, sonrojado, se acercó a Roy; éste lo miró desconcertado.

- Roy… debo decirte algo. Es importante. – Soltó, todo de una vez, y tan rápido que Mustang se vio obligado a voltear la mirada.

- ¿sí…? – preguntó. Estaba realmente interesado, Havoc nunca se mostraba tan serio.

- Bien… empecemos por lo importante.- Carraspeó un poco, y continuó. – Sé lo que sientes por Maes. – El rostro de Roy se desfiguró, sorprendiéndose ante tan dura afirmación. ¿Cómo lo sabía? ¿Quién se lo había dicho?... – Antes de que me preguntes cómo lo sé, simplemente lo noté. Una vez… hablaste a solas con Hawkeye. Ella… te dijo algo. Cuando regresaste, tu rostro estaba pálido, pero a los 5 minutos recibiste una llamada de Maes y te alegraste. Riza… sabe de tus sentimientos hacia Maes. Y yo lo sé porque ella siente algo por ti muy profundamente… - Se detuvo. Tomó aire, y… - Y también se esto porque siento lo mismo que Riza. Siento lo mismo que siente Riza hacia ti. – El rostro de Mustang se sonrojó levemente, y Havoc aprovechó la oportunidad para colocarlo contra la pared. – Sé lo que sientes… y sé que sufres mucho por él. Déjame tener una oportunidad contigo… Desde siempre me has gustado, me has parecido atractivo, y yo--- Se cortó. Sus palabras se detuvieron en seco.

Se detuvieron de esa forma abrupta, por un simple hecho.

El hecho era que Roy Mustang lo estaba besando.

~ Fin del Flash Back ~

Había intentado olvidar a Maes con Havoc. Pero por más que lo intentó, no pudo hacerlo.

Al momento de la muerte de Maes, muchas cosas habían cambiado, y todo lo que había progresado hizo una especie de regresión. Entró en crisis. Estaba desesperado. Ya no tenía nada.

A pesar de eso, Havoc se mantuvo allí, acariciándolo, besándolo y cuidándolo, consolando su llanto y calmando sus sollozos. Sin embargo, al sentirlo más distante que nunca, más cerrado, más ausente… no pudo soportar más. No quería sentir que no era de ninguna manera correspondido, no era justo. Así que Jean Havoc decidió cortar con aquella relación antes de hacerse más daño, pero el daño para Mustang… era irreversible.

No obstante, después de tener esa íntima relación, Havoc no pudo olvidar lo que sentía por Mustang, pero sí transformarlo en un gran respeto. Siempre lo protegía, pues ahora…. Lo veía vulnerable y frágil… frágil como una delgada hoja de árbol en pleno otoño… de esas que caen, y si las tocas un poco… se resquebrajan completamente para transformarse en nada.

Así que la razón por la cual los hermanos Elric estaban en Central era por Havoc. Él los había llamado, pues sabía que el único capaz de volver en sí a Mustang, era Ed.

Y allí estaba el pequeño, notando cómo Roy se desmoronaba poco a poco una vez más, llorando débilmente, con los labios temblando. ¡Maldición! Quería gritar con todas sus fuerzas, pero no podía. No, si no quería advertirle a Mustang de su presencia. Así que, para calmar su ira, derramó un par de lágrimas furiosas, y golpeó con todas sus fuerzas la pared de piedra frente a él.

Los círculos de transmutación empezaron a brillar, mientras una brisa helada empezaba a recorrer la casa, que tenía las ventanas cerradas. Roy, quien abrazaba fuertemente contra su pecho la fotografía de Maes con él, la soltó de improviso al sentir que unas misteriosas llamas empezaron a escocerla. Con los ojos desorbitados por el asombro, observó que la fotografía ardía en llamas, mientras que los círculos brillaban. Tapó con sus brazos sus ojos, al notar que el brillo se centraba en el centro de la sala, donde algo completamente inesperado se formaba.

Poco a poco una figura alta, de unas elegantes botas negras y uniforme militar se estaba formando. Siguió subiendo, como si fuera un escáner, hasta ir formando el rostro.

Una barba de pocos días, una nariz estilizada. Esos labios… y unos ojos tan cálidos como el sol. Con su mismo color. Un dorado intenso y abrumador… ese cabello moreno… y… esa sonrisa…

Roy se sostuvo de una silla para no caerse de bruces contra el suelo, mientras lágrimas de indignación recorrían su rostro en una danza de oscuridad. Era imposible que eso estuviera pasando, no. Simplemente no. Él había visto su cadáver, allí, en la urna. Allí, sin vida.

No podía ser que quien estaba parado allí, frente a él…

Era Maes Hughes.

Sus ojos le estaban haciendo una jugarreta. Tal vez había estado llorando tanto tiempo que ahora veía alucinaciones. No podía creerlo, era simplemente imposible.

- R…Roy… - Susurró aquélla figura, mientras el brillo iba disminuyendo y al final la habitación sólo había quedado iluminada por las luces de las velas. Parecía como si fuese cierto. Como si… de verdad estuviera allí… - ¡Roy! – Exclamó Hughes.

El morenito se alejó lo más que pudo, sosteniéndose de cuanto podía. Era imposible, simplemente increíble.

- No puedo creer que estoy aquí… - Susurró Maes, estando bastante desorientado. No tenía sus gafas. Se veía…. Distinto. Como más pálido. – Pero realmente me alegra estar aquí, volverte a ver… después de todo este tiempo… -

Roy permaneció estático en su lugar, sin creérselo del todo. Sin duda era su voz, sí, pero… No podía estar allí, era contra toda lógica. Simplemente imposible.

- M…. Maes… - Susurró, como si por sólo decir su nombre todo se desvaneciera por completo. En un instante… todo se desvanecía…

El otro hombre se acercó un poco más, para tocarlo, pero al momento de acercar su mano al rostro de Roy, observó con asombro el hecho de que la misma se transparentó, traspasando su piel. Mustang sólo sintió cómo una brisa fría recorría su mejilla.

El moreno se apartó de nuevo del chico, mirando su mano, sorprendido ante lo que acababa de pasar. No podía tocarlo. Suspiró notando el estado de negación en el que se encontraba Mustang. – Roy, soy yo, Maes… verdaderamente soy yo… y estoy aquí para verte…-

- Es… imposible… - Susurró.

- No lo es. Nada es imposible. – Sonrió, así, con su típica y hermosa sonrisa. Esa sonrisa que tanto extrañaba el alquimista de fuego.

- Maes… yo… - Tambaleante, se acercó un poco. Su voz era leve y suave, como un susurro. – Yo… jamás esperé… volverte a ver…- Tomó una bocanada de aire antes de agregar. – No puedo creer… que estés aquí…-

- Pero estoy. Eso es lo único que importa, Roy. – Maes se comportaba comprensivo y amable, como siempre lo había sido. – No es una ilusión, ni tampoco un sueño. Estoy parado frente a ti, hablándote.-

- Ma…es… - sollozó, fuertemente. Lo miró una vez más, como auto convenciéndose de que estaba allí. Era él, ¡Era Maes!

- Por fin siento que te convenciste. Ahora… te he estado cuidando. Primero debo darte una reprimenda. No me gusta verte deprimido. ¡No llores más! Que no se ha muerto Edward todavía. – Roy rió ante tal afirmación. Nadie sabía mejor que Maes que él excedía su protección en sobremanera con los hermanos Elric. En especial con el alquimista de Acero.

- No. Ed no ha muerto, pero tú sí. Y tú significas muchas cosas para mí, Maes… - Sus ojos se entristecieron, se nublaron. No podía soportar más esas ganas tremendas que tenía de echarse a llorar allí mismo.

- Roy… de eso vine a hablarte. Sé… sé perfectamente lo que sientes por mí. – Dijo el de ojos dorados. – Sé también desde hace cuanto.-

- M…Maes… ¿lo sabías…? ¿Y entonces…? ¿Por qué no me lo dijiste antes?-

- … bien, desde el principio. Siempre sentí lo mismo por ti. Pero… las cosas no salieron como yo quería. Verás, se lo conté a uno de mis compañeros, y empezó a esparcir rumores en mi antigua oficina en central. Tú aún no habías sido transferido, y a mi compañero lo asesinó Cicatriz. El resto de personas que trabajaban conmigo se enteró por medio del rumor, sin embargo yo hice lo imposible por detenerlo. No quería que te enterases por otra persona que no fuese yo. Ellos… empezaron a juzgarme, a decirme cosas como que eso era malo, era insano, era blasfemia y esas cosas sin sentido que te dicen los desesperados como ellos. A pesar… de eso, seguí sintiendo lo mismo, pero cada que hablaba contigo me soltabas que tenías una cita, que habías conquistado a tal chica… Así que llegué a la conclusión de que nunca habrías querido una relación seria, y menos conmigo. Por eso… nunca me atreví a confesártelo.- El rostro de Mustang se entristeció.

- en ese entonces… - susurró el alquimista de fuego. – yo ya estaba enamorado de ti. Pero hacía lo que estuviese en mi poder, para evitar que se dieran cuenta. Para intentar olvidarte. Sin embargo…- Sus ojos se entristecieron aún más. – pasó lo de Gracia. Te casaste, hiciste una vida. Y yo perdí toda esperanza para estar contigo. Me hiciste… incluso… tu padrino de bodas. Eso me dio a entender que no querías nada conmigo pues yo era tu “mejor amigo…”-

- Roy… - El moreno buscó acercarse, pero el otro retrocedió. – Lo siento… lo siento… tanto… ahora me arrepiento… pues después… de casarme con Gracia… yo… seguía… sintiendo lo mismo por ti… cuando me percaté de tus sentimientos… de lo que sentías hacia mí… quise morirme… pues… ahora ya no había nada que pudiera hacer para lograr llegar a ti… Pero… a pesar… de eso… yo…- Tibias lágrimas recorrían el rostro de Maes. A Roy se le hizo un nudo en la garganta. – Yo… aún te amo…-

- M…Maes… - Se acercó a él. – Si aún… me amas… - Mustang lo miró a los ojos dorados como el sol, acercándose aún más a él. Cerró los ojos, creyendo plenamente en su presencia. Al principio sintió su olor, luego empezó a sentir su presencia en la habitación. De verdad que estaba allí… Sin pensarlo dos veces, se pegó a su pecho con los ojos cerrados, siendo abrazado por la cintura por el mayor quien se sorprendió al sentir su tacto. Luego, subió su barbilla con una mano, besándolo momentos después.

Roy había sido tomado por sorpresa ante ese beso, pero correspondió al momento de sentir esos labios deseados por él durante tanto tiempo sobre los suyos. Se abrazó a su cuello, disfrutando a plenitud del beso, de ese beso tan esperado por el tiempo. Sabía que nunca podría ser, pero pensaba disfrutar del momento. Sentía el calor de su piel, la textura de su ropa. Todo…

Se besaron largamente, simbolizando el final de un sueño marcado como imposible.

Al finalizar el beso, Mustang e abrazó fuertemente al pecho de Maes, quien lo abrazó contra él fuertemente. – Cuanto tiempo esperé…- Susurró. Acarició su espalda con suavidad.

De ella, empezaron a brotar plumas, un par de alas blancas salieron de la espalda de Maes. Roy se maravilló de inmediato. Eso era algo simplemente fantástico.

- Creo que esto quiere decir que debo irme ya que no tengo más asuntos pendientes… seré tu ángel protector, Roy… más que nada vine para decirte… que ya no sufras… pues hay alguien especial… que te ama con locura… tú no lo ves porque… es muy bajito para que lo notes…- Rió ante lo último y se elevó, dejando caer una pluma sobre el suelo.

El brillo desapareció, y Roy se sentó en el suelo, observando cómo del techo caía un pergamino.

El pergamino decía lo siguiente:

“Todos deben olvidar,
y tú no
No debió pasar
Pero no se evitó.
Un testigo callará, y el protagonista seguirá.
Mientras los recuerdos se desvanecerán
El amor es eterno, nunca acabará
La vida no, pues tiene un final
Su recuerdo olvidarán
Sus memorias arderán
Mientras que un alma
Ya no podrá olvidar
Aprovecha esta oportunidad
Que una vez en la vida se te da”

Y prometo que de ti cuidará…



Roy lo releyó una y otra vez, entendiendo menos cada que lo leía. Se agachó, recogiendo la pluma blanca del suelo, y abrazándola contra sí. Esa noche no podría dormir, así que se dirigió a su habitación, recostándose de las sábanas, arropándose.


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