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El cazador por Wolfy_chan

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Notas del capitulo: Este es el final de este fic, me ha traído muy buenos recuerdos de la historia en la que está basado, que era (y sigue siendo) una de mis favoritas, ojalá que les haya gustado. Muchas gracias por leer lo que escribo, eso es lo que hace aún más divertido el escribir, que alguien más pueda disfrutarlo-  Wolfy-chan

¡¡¡Hola!!!...bueno, aquí me tienen de nuevo, con otra historia de Full Metal Alchemist, de nuevo basándome en un cuento. Como he tomado la costumbre de leer últimamente los cuentos que me leían de niña, varios de ellos me parecen buenos para una historia. A ver qué les parece, ustedes me dirán cómo queda.

Disclaimer: Los personajes de Full Metal Alchemist le pertenecen a sus respectivos creadores, yo solo los utilizo con fines de entretenimiento, nada lucrativo.
 

Notas: Al ser basado en un cuento, la historia es AU y los personajes muy probablemente sean OOC. Basada en el cuento “Alex, el cazador”, que le pertenece a su respectivo autor.
 

“El cazador”
Por Wolfy-chan

El Führer miró por una de las ventanas del castillo como caía el crepúsculo a lo lejos, entre las montañas. A lo largo que el sol desaparecía detrás de ellas, el cielo tomaba diferentes tonalidades. El conocido tono azul pasaba al dorado del sol, para después irse oscureciendo a anaranjado y rojo. Cuando el sol estaba casi por completo oculto, el cielo tomó un color violeta claro, que le indicó al Führer que era tiempo de que fuera a recoger al rubio que le había llamado tanto la atención.
Se levantó del mullido sillón donde había estado esperando ese momento y llamó a Kimbley ante él:
-Trae a dos de nuestros mejores caballos, vas a acompañarme a reclamar a ese muchacho para mi-le indicó, sonriendo maléficamente al sólo imaginarse al rubio bajo su poder-Lo más seguro es que ese inútil cazador no ha podido siquiera empezar a pensar cómo conseguir cumplir la misión, sólo tenemos que llegar, recogerlos a los dos y encarcelar al cazador al llegar a palacio. En la mañana lo pondremos en la horca y haremos que el muchacho esté presente, así ese cazador idiota verá cómo yo me quedaré con su precioso esposo antes de morir. Eso le dará una última lección, que no debe poseer algo que le corresponde a otros y que cosas tan magnificas como ese muchacho solo puede pertenecerle a alguien con tanto poder y riqueza como yo.
Kimbley llevó rápidamente los caballos y ambos cabalgaron rápidamente, llegando en pocos minutos al bosque, ya sólo buscando el lugar. Cuando pudieron ver a lo lejos el río que pasaba cerca de la cabaña, aumentaron la velocidad del galope, esperando ver la casa. Sin embargo, cuando llegaron al lugar donde ésta debía estar, no pudieron evitar mirar casi horrorizados ante lo que vieron frente a ellos…
Justo donde debía estar la humilde vivienda, vieron un enorme castillo, uno de una apariencia mucho más majestuosa incluso que el del Führer mismo. Era enorme, hecho de un material blanco, tal vez mármol; con grandes ventanas que tenían marcos hechos de madera fina, una amplia puerta hecha completamente de oro, adornada con detalles de lianas y hojas hechos en plata. Y frente a las escalinatas que había a la entrada de la maravillosa construcción, se encontraban Edward y Roy, luciendo tan o más sorprendidos que el Führer y su consejero.
Rápidamente, el Führer dio la media vuelta con su caballo y sujetó las riendas del de Kimbley, empezando a guiarlos de vuelta a su propio palacio.
-¡Esto es imposible! ¡No puede ser que ese miserable haya logrado cumplir con la orden del palacio!-exclamaba al tiempo que se iban acercando a su destino-Pero esto no va a quedarse así. ¡Voy a matarlo, no voy a arriesgarme a que cuando llegue, ya tenga la segunda orden cumplida!
Al momento que el y Kimbley llegaron, empezaron a reunir a todos sus mejores guerreros, indicándoles que llevaran a sus caballos y sus armas, de la misma manera que lo haría en el caso de una guerra. Una vez que estaban todos ante él, formando un pequeño ejército, se dirigió con ellos hacia donde había ido en primer lugar: el bosque estaba ahora el palacio del cazador.
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Cuando Ed y Roy habían volteado a ver qué sucedía cuando el reflejo del crepúsculo había caído en su casa, no habían podido creer lo que veían. Y es que en vez de encontrar la humilde cabaña donde habían vivido durante varios años, habían visto un enorme y magnifico palacio en su lugar, digno de el más poderoso de los reyes. Se mantuvieron mucho tiempo así, sin poder hacer nada más que mirar, como si esperaran que de esa manera todo volviera a como era antes. El primero en reaccionar fue Ed, que giró lentamente su cabeza para ver al pelinegro, el asombro aún presente en su rostro.
-Roy…¿Qué demonios es lo que ha pasado? ¿Dónde está nuestra casa?-Roy no contestó y se acercó a Ed, sin separar la vista del palacio hasta llegar con él.
-Creo que…esta es nuestra casa-le contestó por fin, aún sin poder creerlo.
-¿Cómo sucedió esto?-volvió a preguntar el rubio, ya repuesto de la impresión. Roy se volvió y miró el pequeño espejo, aún en el mismo lugar donde lo había dejado. Se dirigió hacia el, se agachó para levantarlo y lo observó minuciosamente, intentando encontrar algo fuera de lo común en él sin éxito, para después volver al lado de Ed.
-Supongo que se podría decir que lo que nos dio tu maestra funcionó-le dijo, extendiendo la mano para enseñarle el espejo. Ed sólo miro el objeto sin decir nada, para después volver a mirar el castillo.
-¿Deberíamos entrar?-le preguntó a Roy, dudando de hacerlo. Éste asintió levemente como respuesta.
-Es nuestro hogar, después de todo-declaró para animarlo y los dos caminaron hacia la entrada.
Vacilando ligeramente, empujaron una de las puertas, ambos cerrando los ojos para prepararse ante lo que fuera que iban a ver y pasaron al interior. Pero al abrirlos, se sorprendieron aún más al ver que el interior era el mismo que antes. Las mismas paredes y techo de madera, la misma mesa y sillas de manufactura sencilla que usaban para comer, la misma hoguera donde se sentaban juntos durante la época de invierno y su misma habitación, con solo una pequeña cama donde dormían todas las noches.
Esto los dejó muy confundidos, no se explicaban como podía haber un gran castillo y que el interior fuera el mismo de la anterior cabaña. Después de un momento de reflexionar esto, el rubio por fin pudo entender lo que sucedía.
-Una ilusión-fue lo primero que dijo, haciendo que el cazador lo mirara algo confundido-Lo que sucede es que el espejo no convirtió nuestra casa en un castillo, sólo creó la ilusión de uno. Esa es la única manera en que uno puede conseguir un castillo así en tan poco tiempo.
-Tienes razón-le concedió Roy-Lo que Izumi nos dio fueron objetos para crear ilusiones, así podemos hacer que la trampa del Führer se vaya en su contra-ese comentario hizo que Ed mostrara una gran sonrisa, corriendo a abrazar a su esposo.
-Ese maldito ya no puede matarte. Cuando vea que conseguiste cumplir con lo que te ordenó, ya no va a tener un motivo para hacerte nada-abrazó con mayor fuerza al pelinegro, colocando su rostro sobre su pecho-Con eso entenderá que yo soy solamente tuyo y que ni tú ni yo estamos dispuestos a que sea de otra forma.
Roy sujetó con fuerza a su pequeño, sintiendo que el alivio de tenerlo a salvo del Führer se extendía por todo su cuerpo. Acarició gentilmente su rostro y besó su cabello, Ed suspirando con satisfacción ante esos gestos. Y hubieran continuado así de no ser porque oyeron que varios caballos se acercaban, además de oírse el estruendo de varias armas. Alarmados, los dos salieron para ver a un gran ejército, con el Führer y Kimbley al frente, que rodeaban completamente lo que ellos creían que era un castillo.
Roy miraba esto con un enorme asombro, viendo a todos los guerreros que estaban ahí, a la vez que sentía también algo de miedo. Sin embargo, si también tenía algo de temor, el sentimiento que predominaba en el rubio era la ira, que no tardó en dar a mostrar.
-¡Ese infeliz! ¿¡Cómo se atreve a hacer esto!? ¡Se enteró que cumpliste con lo que te ordenó y aún así viene con su ejército, sin importarle que no tengamos con qué defendernos! ¡¡¡Si van a matarnos, voy a asegurarme de que él muera con nosotros!!!-Ed intentó ir hacia donde estaba el Führer, dispuesto a calmar su ira a golpes. Sin embargo, los brazos de Roy se cerraron con fuerza y de manera firme alrededor de su cintura, evitando que se alejara de ahí.
-¡Ed, no te atrevas, son demasiados y te atacarían antes de que llegaras a medio camino!-le dijo Roy, sujetándolo lo mejor que podía. Al notar que el rubio no dejaba de forcejear, volvió a hablarle-¡No hagas una tontería, por favor, no quiero que te hagan daño!-la voz del cazador casi había sido una súplica, lo que hizo que Ed dejara de luchar y se quedara quieto.
-¡¿Roy, qué se supone a hacer para salvarnos entonces?!-le preguntó Ed con desesperación, frustrado por no poder hacer nada.
Roy intentaba pensar rápidamente en algo que pudiera hacer, hasta que recordó el segundo objeto que le dio Izumi. Sacó el cuerno de la alforja, y rogando porque esto funcionara, tocó el instrumento lo más fuerte que pudo. Para horror de todos los guerreros y el Führer, detrás de el cazador aparecieron, uno por uno, un ejército conformado por miles y miles de guerreros, que blandían sus armas para defender el castillo imaginario. El mismo que el Führer había pedido a Roy que consiguiera. Al ver a tan grande y terrible ejército, sintieron un horrible temor, haciendo que tiraran sus armas y huyeran del bosque lo más rápido posible. Mientras huían a su propio castillo, el Führer se prometió nunca volver a pisar ese lugar nunca más.
Al ver al huir a todos, Roy y Ed no pudieron más que respirar aliviados. Se habían salvado por poco de que algo terrible hubiera pasado, todo gracias a los objetos que Izumi les había dado. Unos segundos después, todos los guerreros que los habían protegido desaparecieron y su hogar volvió a su apariencia de antes, justo al momento en que la luna estaba en lo alto del cielo. Roy se acercó a su esposo y rodeó sus hombros con un brazo, guiándolo de vuelta a la cabaña.
-Roy…¿ya no va a volver, verdad?-le preguntó Ed, mirando a los ojos al otro.
-No, después de lo que pasó aquí, dudo que le queden ganas de siquiera volver a pasar-le aseguró, acariciando su cabello con cariño. Ed solamente soltó un suspiro, recargando su cabeza en el hombro de Roy.
-Al menos, así volveremos a tener nuestra vida tranquila de antes.
Roy asintió levemente antes de inclinarse y besar profundamente a Ed, éste respondiendo con la misma ternura que su esposo. Ese beso, aunque profundo, más bien mostraba todo el amor que sentía el uno por el otro, las sensaciones causadas siendo las mismas que las de el primer beso que se dieron, la electrizante, tierna y cálida que se formaba gracias a su sentir.
Y así fue que, a partir de ese día, los dos vivieron tranquila y felizmente en su sencilla cabaña, sabiendo que a su manera, era su propio castillo.

 

OWARI

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