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Light & Light por Riko

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Notas del fanfic:

Escribí estos drabbles para la página AoKaga que nombré antes en los Domingos de Marzo. La verdad no pensaba publicarlos, soy nueva escribiendo (por lo que pensé que lo mejor era empezar con drabbles) y pensaba dejarlos sólo en la página. Finalmente me dió algo de penita que todos los drabbles que hice con esfuerzo y amor se perdieran en la página, asique por eso decidi publicarlos.

En facebook me llamo de otra forma por si los encuentran publicados por ahi e.e , este nickname lo elegí hace tiempo, antes de que pensara que me pondria a escribir xD

Cada "Capitulo" es un Drabble diferente, no quise ponerles titulo porque me pareció que no era necesario.

Si ya lo leyeron en la página espero que lo hayaís disfrutado , si aún no, igualmente espero que les guste.

— ¡Taiga-nii chan! Vamos a jugar baloncesto!— exclamaba el pequeño Daiki con una enorme sonrisa  y con sus ojos de color azul profundo brillando como si fuesen estrellas.

—Daiki, ya te dije que primero debes alimentarte bien, ¿O es que acaso no quieres comer de la deliciosa comida que Taiga nii-chan preparó para ti?—manifestó el mayor con una sonrisa tan cálida como el sol. El pequeño peli azul de 10 años aferró su balón de baloncesto mientras consideraba lo dicho por el mayor. Finalmente decidió dejar su balón en el suelo y corrió hacia Taiga mientras lo rodeaba con sus diminutos brazos y con un tono melodioso y cariñoso manifestó:

— ¡De ninguna manera! La comida de Taiga nii-chan es la mejor—decía emocionado—.Sabe incluso mejor que la que cocina mi mamá…—agregó mientras deshacía el abrazo y se encaminaba rápidamente hacia la mesa.

—Daiki, será mejor que tu madre no te escuche decir eso… —susurró más para sí mismo que para el pequeño, soltando una ligera risita. Taiga se quitaba su delantal de cocina y servía los platos.

—Aquí tienes Daiki, espero que te guste, ¡Está hecha con un montón de amor para ti!— Taiga sonreía mientras situaba el plato del oji azul en su respectivo lugar. Tomo asiento al lado del chico.

— ¡Que aproveche!— el peli azul había comenzado a devorar su plato. Si, devorar. La comida estaba deliciosa y además, mientras más rápido comía-pensaba Daiki-más rápido podría jugar uno a uno con su querido Taiga nii-chan.

—Daiki, debes masticar tu comida… y no salpiques para todos lados—El quinceañero tomó un mantel color violeta y con aquel, dirigió su mano al rostro de Daiki y lo pasó por la comisura de sus labios—. Debes comer más despacio, Daiki. ¿Ves cómo manchas tu rostro cuando comes así?—El niño de profundos ojos azules había dejado de comer. Mantenía la vista fija en el joven pelirrojo—. ¿Qué ocurre? ¿Qué pasa con esa mirada tan seria?—preguntó el de ojos rojos con una expresión divertida.

Daiki apartó su vista del joven y siguió con la importante labor de alimentarse. Taiga volvió a acomodarse donde estaba y pretendía imitar al chico cuando escuchó:

—Es solo que… Taiga nii-chan— comenzó, inseguro—. ¡Pensaba que Taiga nii-chan sería una excelente~ esposa!—hablo con una sonrisa del porte de un buque. Sus ojos resplandecían como acero recién pulido y su voz era tan armoniosa como una pieza de Richard Wagner.

Taiga no pudo evitar un ligero sonrojo. Agradecía a Dios de que en el momento en que el pequeño Daiki pronunció esas palabras no estaba comiendo, puesto que si así hubiese sido, la comida cual rebelde fuera se habría quedado estancada en su garganta.

—Daiki…—pronunció avergonzado—.Vamos, termina de comer, ya tendremos tiempo después para hablar de esposas— terminó mientras miraba hacia al lado, tratando de hacer desaparecer ese color escarlata de su rostro.

Habían terminado de comer y rápidamente Taiga había fregado los platos. Debía cumplir la promesa que le había hecho al pequeño peli azul.

— ¡Muy bien! Vamos Taiga nii-chan, no te contengas, ¡uno a uno!—vociferaba eufórico el menor, sus ojos estaban encendidos como llamas, si había algo que disfrutaba tanto como la comida de Taiga nii-chan, era el poder jugar uno contra uno con Taiga nii-chan. Eso lo hacía realmente feliz.

— ¡Pues claro! Aunque seas menor que yo, no pienso dejártela fácil, Daiki—respondía confiado y esbozando una sonrisa.

Se mantuvieron en el gran patio de la casa de Taiga jugando uno a uno, a plena tarde del día, con el sol en lo alto del cielo iluminando sus cabellos. Los de Taiga brillaban como si de fuego se tratase y los de Daiki como el profundo océano de las costas japonesas. Llevaban varios minutos jugando, ninguno de los dos cedía. Si bien Taiga era el mayor, Daiki no le hacía para nada fácil las cosas, el de tez color canela era un pequeño prodigio. Después de una hora de juego intenso, solo parando por un par de minutos, ambos decidieron que era momento de concluir, al menos por aquel día.

—Daiki, no demores tanto en la ducha, Taiga nii-chan también quiere asearse lo más pronto posible—advertía con tono cansado el pelirrojo mientras se secaba con una toalla el sudor que escurría por su frente.

— ¡Ya salgo!—escuchó decir al moreno. Mientras observaba la puerta del baño abrirse y veía al pequeño encaminarse envuelto completamente en una toalla hacia una de las habitaciones de la casa.

El joven de 15 años no tardo en ducharse, en menos de 5 minutos ya estaba completamente aseado y se vestía en el baño. Había decidido llevar sus prendas hacía aquel lugar para acelerar el proceso. No deseaba dejar a Daiki solo por demasiado tiempo. No porque tuviera miedo de que este hiciera algo malo, sino porque realmente disfrutaba del tiempo que pasaba cuando compartía con el menor.

Cuando Taiga llegó al salón de la casa, se encontró con el peli azul mirando fijamente su balón, como si estuviese extremadamente concentrado en algo. El pelirrojo se sentó en una especie de banco que adornaba el living y le dijo:

— ¿En qué piensas tanto, Daiki?—habló con palabras animosas y cálidas.

—Taiga nii-chan…—respondió con alegría y entusiasmo, sosteniendo el balón con una mano y fijando sus ojos en el mayor—.Taiga nii-chan ¿Te gustaría ser mi esposa?—soltó, con una linda sonrisa y con sus ojos brillando como zafiros.

—Daiki…—Taiga se sentía algo avergonzado y a la vez feliz, sin embargo, tenía que bajar de la nube al pequeño—.Daiki, me encantaría ser tu esposa, pero no se puede…sabes—le respondió con una expresión amable y una voz suave.

— ¿Por qué?—respondió el niño sujetando su balón con fuerza y con el rostro impregnado de tristeza.

—Porque aún eres muy pequeño, Daiki. Verás las personas mayores como yo, no pueden ser la esposa de pequeños como tú—manifestó con una sonrisa nostálgica.

—Pero yo quiero que Taiga nii-chan sea mi esposa…—susurró Daiki, con sus ojos al borde de las lágrimas.

—Te prometo algo, Daiki—al escuchar esto, la expresión triste del moreno fue rápidamente reemplazada por una de interés y curiosidad—…Te prometo que cuando alcances mi estatura, felizmente me convertiré en tu esposa. ¿Te parece eso bien?—le preguntó, feliz, con una voz tan reconfortante como el abrazo de una madre.

Daiki miró pensativo al mayor y salió corriendo de la habitación. Rápidamente llego con una pila de enormes periódicos  viejos. Los apilo uno a uno enfrente de donde se encontraba sentado Taiga. Con tranquilidad, el peli azul tomó su balón-nunca se separaba de el- y de un brinco subió al montón de papel que había apilado cuidadosamente. Fijo sus enormes zafiros en los rubíes del mayor.

—Ya alcancé tu altura, Taiga nii-chan, ¿Puedes ahora convertirte en mi esposa?—le preguntó emocionado, con la expresión más pura y hermosa que Taiga había visto jamás.

El rostro de Taiga cambió ligeramente de color, se sentía algo avergonzado, pero inexplicablemente feliz. Estaba por responderle al pequeño cuando escucho el timbre de su casa.

La madre de Daiki había llegado a buscar a su hijo. Era tiempo de que su pequeño ‘esposo’ volviera a su hogar. Saludó a la mujer y le entregó a su pequeño, le contó que como siempre, se había portado excelente y le recalcó que cuando lo necesitara, el estaría siempre dispuesto a cuidar de él. Después de todo, ¿Quien más sino él podría cuidar de su pequeño esposo?

 


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