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HAAKON por Karenlauren

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Después de esa terrible y odiosa “excursión” a Palacio, Sir Loran me acogió en su casa: una mansión clásica con puerta principal de madera con dibujos romanos tallados y columnas griegas a cada lado, por el interior tenía escaleras de mármol gris, alfombra de terciopelo que daban a diferentes alas: la parte derecha a la parte norte y la izquierda a la sur.

Habían pasado dos días desde que el Amo – o al menos así es como le gusta que le llamen – escogió a su prometida.

Durante ese tiempo habían estado planeando el secuestro de esa Olvidada y, cómo no, me habían obligado a ayudarles a base de amenazas junto con brutales golpes. Esa misma noche íbamos a ejecutar el plan, ahora todos estaban distraídos preparando el golpe.

Sin que se dieran cuenta me escabullí de mi habitación saltando por las cañerías que pasaban al lado de mi ventana, una vez en el jardín trasero volví a entrar por la puerta trasera que daba a la cocina. Allí me topé con una criada quién se sorprendió al verme, por suerte pude darle un golpe en la sien y dejarla inconsciente antes de que gritara.

“Con un poco de suerte no recordará nada, o creerá que ha sido un sueño…” pensé no muy convencido.

Seguí con mi camino, era una oportunidad de oro y no tenía mucho tiempo antes de que se dieran cuenta que no estaba en mi habitación.

Atravesé la amplia y vieja cocina yendo a parar a un gran comedor, por suerte ya había comido aquí antes y sabía dónde hallar el despacho de Sir Loran: estaba en la puerta del lado opuesto al de la cocina, travesando su sala de juegos. Me dirigí hacia esa puerta silenciosamente colándome en su sala de juegos, tenía las paredes recubiertas de escalofriantes trofeos de animales que observaban cada uno de mis movimientos, un billar bastante lujoso y un bar.

Localicé la puerta de su despacho e intenté abrirla, por suerte con los preparativos para el secuestro se había olvidado de cerrar la puerta. Entré sin dificultades.

Una vez dentro me dirigí al escritorio de roble y rebusqué entre los cajones, tan sólo encontré papeles en sucio y cuentas bancarias. Me fijé en un armario, también de roble, empotrado en la pared al lado del escritorio. Lo abrí encontrando el mayor tesoro que había considerado hasta ese momento: los planos de la mansión de Sir Loran.

Sin dudar ni un segundo los cogí, cerré el armario y volví a mi habitación como alma que lleva el diablo por miedo a que me pillaran. Al pasar por la cocina vi que esa pobre chica aún seguía tumbada en el suelo.

“Espero no haberle hecho daño.” Pensé al ver su rostro del color del papel.

Trepé las cañerías de mi ventana, que había dejado abierta al irme y entré en mi habitación. Busqué un lugar seguro para guardar los planos.

Miré a mí alrededor: el armario era demasiado obvio, debajo de la cama era muy arriesgado, en las estanterías luego no lo podría encontrar… Entonces lo vi. Mi escondite perfecto. El cojín.

Cogí un cojín al azar, lo abrí y coloqué dentro los planos con cuidado para que no se arrugaran, volví a cerrar el cojín observando con satisfacción mi genialidad. Nadie lo encontraría allí.

Justo en ese mismo instante en que me auto nominaba genio y echaba rosas, entró el mercenario con la misma ropa, mal humor y pocos modales…pero no apestaba… ¿se bañaría con su ropa?

- Hay que irse.- Dijo tajante, como respuesta tan solo asentí con la cabeza y dejé que me arrastrara hacia un carruaje de caballos.

Una vez dentro Sir Loran me informó de mi papel en el secuestro:

-  Escúchame bien, yo distraeré al Rey y la Reina con una citación. Tendréis muy poco tiempo, Joshua – “creo que se refiere al gorila que tengo al lado” pensé mirando hacia el mercenario.

Luego volví a mirar al Señor quién siguió: - y tú iréis hacia la habitación de mi futura esposa. Tú serás el encargado de neutralizarla con tus poderes, después la atáis y la traéis a mi casa. ¿Todo claro?

- Tan sólo una pregunta, ¿Cómo se supone que voy a neutralizarla? Yo no tengo ningún poder – dije en un intento a la desesperada de convencerles que estaban equivocados.

Sir Loran me miró furioso, el mercenario me cogió del pelo e hizo que mis ojos se encontraran con los suyos.

- No nos mientas.- dijo cabreado mientras el Señor miraba admirado mi Tatuaje que normalmente ocultaba mi pelo, quedaba al descubierto.

Miré a Joshua con odio mientras me soltaba.

No había forma humana que ellos supieran lo de mi tatuaje, ni tan siquiera la familia Real lo sabía. Era extraño pero otras veces había pasado: un Olvidado, es decir la versión masculina de las Olvidadas. Eso es lo que era yo.

Al principio nadie se dio cuenta de mi tatuaje pero un día jugando con Ichiru – mi hermana pequeña, ahora debería tener unos diez años. Físicamente es parecida a mi madre, lo que la diferencia es el color de ojos: mi madre los tiene amatista como yo, y Sharon de color rojo intenso. A demás del Tatuaje, el de Sharon no es tan bonito como el de mamá pero aún así es especial: rosas de color verde pastel con un montón de ramas con espinas al lado derecho de su cara. – casi me caí de un árbol. Ichiru me salvó con su poder.

Pero poco después ella empezó a descubrir maneras “creativas” de usar su poder. Al principio eran inofensivas pero después el nivel de peligro aumentó hasta que un día hizo algo peligroso: quería comprobar si podía sostenerme en el aire, pero debía ser en un lugar que no hubiera tierra así que me llevó a un acantilado.

Allí ella quiso usarme de conejillo de indias pero yo me negué. Tenía miedo. Así que empezamos a discutir y ella empezó a tirarme rocas que levantaba con su poder, yo las iba esquivando hasta que vi que trataba de alzar una demasiado grande. En vista que mi vida corría peligro algo en mí se activó, no sé como describirlo: fue una sensación extraña, cómo si mil agujas se clavaran en mi cuello y a la vez me sostuvieran  en el aire. 

Después de eso desperté en Palacio, mi hermana dormía a mi lado y a su lado abrazándola estaba nuestra madre quién me contó lo ocurrido. Me advirtió sobre que nadie debía saber que tenía ese tatuaje ya que cada vez que usara sus poderes mi vida se acortaría. El carro de caballos se detuvo.

Habíamos llegado a Palacio. 


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