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Remember me por Chicoavenged

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Notas del fanfic:

Bueno, chicos, chicas, etc. Debería de estar completamente loco al atreverme a escribir un SpideyPool pero no lo pude evitar. Son jodidamente sensuales los dos *-*

Para empezar, quiero dedicarle este fanfic a mi amiga Gabriela, que, como yo queremos algo largo de estos dos (porque si los hay, están en inglés y digamos que no soy bueno en este idioma...muy apenas sé español; o porque simplemente no nos han gustado) Excepto Blow me, que está en AO3 y es algo que me ha fascinado fascinadamente y que la chica no volvió a escribir de ellos (casi muero al final) Así que si les gusta el SpideyPool pasense por ese fic, no los defraudará y bueno, espero que lo que escriba aquí sea de su agrado, como siempre.

Debería de terminar el fic JohnLock...algún día, ya verán XD

Ah, por poco se me olvida. Los personajes no me pertenecen, todo es obra de Marvel Universe a excepción de la historia, que es totalmente mía.

Notas del capitulo:

He aquí el primer capitulo. Los que escriba van a ser cortitos, y eso que no me gusta XD. Pero habrá varios, no se preocupen. Sin más quiero que lo disfruten y no olviden dejar un review y todo eso para saber si les ha gustado.

 

Capitulo 1: Olvido

 

Me desperté con un terrible dolor de cabeza, dándome cuenta de dos cosas: estaba en un lugar en penumbras y no estaba solo, ¿dónde estaba? Traté de incorporarme sin mucho éxito, logrando que la solución intravenosa que tenía en uno de mis brazos se moviera violentamente y me hiciera chillar de dolor. La habitación tenía un leve olor antiséptico que impregnaba el aire en el lugar y una de las ventanas estaba abierta, haciendo que las persianas ondearan con el viento. Era de noche. Lo podía notar por la tenue luz de la luna que entraba imperiosa por la ventana, por el resplandor de las estrellas titilantes y por el grave ronquido que me llegó desde un lugar en el cuarto. La cabeza seguía punzándome y no pude evitar soltar un pequeño gemido de dolor ante tal sensación. Un aparato que marcaba continuamente mis signos vitales estaba postrado encima de la cama donde me encontraba y una mesilla de noche estaba a un costado, con un vaso desechable lleno hasta la mitad de agua y varias tabletas de color perla amontonadas en una orilla. El ronquido volvió a llenar el aire. Entorné la vista en un punto fijo, a un lado de la puerta, en una figura grande que se estremecía cada dos por tres cuando el aire se colaba violentamente al interior y le daba de lleno en el rostro. Entonces fue que caí en la cuenta del lugar en el que me encontraba. Un hospital. No tenía ninguna duda de eso. También fui consciente de que el hombre que estaba en la misma habitación en la que estaba no era ningún enfermero o doctor que allí trabajase. Era alguien desconocido.

Miré una vez más el catéter que invadía mi antebrazo y con sumo cuidado me lo retiré, torciendo la boca en un gesto de ardor y dolor. Retirarlo fue algo sencillo. Detener el dolor que ahí se depositó rápidamente fue imposible de detener. No le di demasiada importancia pues al fin y al cabo la molestia se iría tarde o temprano. Noté también que tenía una manguerita colocada en mi pene para drenar la orina que se iba automáticamente a una bolsita recolectora que estaba atada a la cama con los barandales elevados. Tenía la certeza de no recordar absolutamente nada. Ni qué me había pasado, cómo había llegado a este lugar y mucho menos quién era el hombre dormido a unos metros de mí.

Como si le hubiese invocado, el hombre se revolvió en la sillita y levantó el rostro, mirándome con una expresión indescifrable. Y luego corrió hacia mí.

 

— ¡Petey, oh pequeño, al fin has despertado!— tanto fue mi asombro que no supe como reaccionar. Mientras él me rodeaba con sus grandes brazos yo me limitaba a mirar por encima de su hombro—. Por un momento pensé que…No olvídalo, nada malo te ha pasado. Estuviste inconsciente dos días pero ¡enhorabuena! Has reaccionado al fin. Pretty boy, pensé que te perdería, que no despertarías jamás…— me alejó de su cuerpo, lanzándome una mirada que centelló con la traslúcida luz de la luna que se colaba por el cristal de la ventana.

Entonces me besó.

Abrí los ojos como platos, no pudiendo creer que esto estuviera sucediendo en realidad. No le conocía. No sabía quién era y no pude si no sentir un fuerte retortijón en el estómago. Me tomó de la nuca, enredando sus largos dedos en mis cabellos y succionando levemente mi labio inferior, exigiéndome que le respondiera al beso. Lo tomé de los hombros y lo alejé de mí bruscamente. Restregándome después el dorso de la mano contra mis resecos labios. Él me miró con una expresión dolida en el rostro.

—Pero qué…— dije sin salir de la conmoción que había sufrido minutos antes—. ¿Por qué…Por qué has hecho eso?— pregunté confuso. La cabeza comenzó a darme vueltas por completo y el sonidito del aparato de chequeo comenzó a sonar por toda la habitación.

Minutos después una enfermera de baja estatura entró al cuarto sin tocar la puerta. El hombre se levantó de la cama junto a mí y volvió a su antiguo lugar en la silla negra de plástico. Hundió su rostro en sus manos y pude ver que su espalda se estremecía. La enfermera me midió la temperatura, retiró la sonda urinaria y, una vez comprobado que todo estaba bien conmigo y que lo anterior había sido una taquicardia por segundos, salió de la habitación. Dejándome aún más en mi estupor de antes. ¿Quién era ese hombre?, fue lo primero que me pregunté cuando volvía a recostarme en la cómoda camilla de sábanas blancas. Le miré de reojo, comprobando que seguía en la misma posición de antes y que no había vuelto a acercarse a mí. Y sin saber cuando ni cómo, caí en un profundo sueño.

 

 

El murmullo de dos personas charlando hizo que abriera los ojos lentamente, adaptándome a la luz blanquecina que me cegó unos momentos. Frente a mí estaba el hombre de la noche anterior, con un rostro que demostraba un cansancio de los mil demonios y a su lado otro hombre vestido con una bata larga, unas lentillas de montura negra y con un flequillo rebelde cubriéndole parcialmente la frente. Hablaban muy cerca uno del otro, susurrándose las palabras. El hombre de la noche anterior me miró y le hizo una seña al doctor, que después se me acercó sonriendo un poco.

 

—Pero bueno, al fin ha despertado señor Parker. — Dijo acomodándose las lentillas—. No esperaba una respuesta como esta en un lapso de corto tiempo ¿pero qué le puedo decir?, se ha recuperado— le miré sin separar los labios siquiera, tratando de comprender que sucedía. Debió notar mi expresión de desconcierto porque se aclaró la garganta y dijo—: Peter, ¿sucede algo?— preguntó intuitivo.

Tardé en responder. Miré a ambos lados percatándome de la ausencia del hombre en la habitación.

—Yo…Yo no recuerdo nada— dije al fin, creándole al doctor una cara que adoptó una expresión indescriptible. Abrió la boca y la volvió a cerrar.

Frunció el ceño en una actitud de preocupación que se le notaba a leguas. Comencé a ponerme nervioso, las palmas de las manos comenzaron a sudarme y un escozor arribó en la parte posterior del cuello.

— ¿Estás seguro?— asentí— ¿Sabes en qué año estamos?— preguntó con tono preocupante.

Negué con la cabeza. Él pareció sorprenderse un poco.

—Doctor, dígame lo que está pasando. Por favor— supliqué. ¿Cómo era posible que no recordara nada?

Me miró por un largo tiempo en el que pensé que no hablaría. Finalmente, se quitó las lentillas y se masajeó el puente de la nariz, cansado.

—Tu nombre es Peter Parker. El señor Wilson te ha traído a Urgencias hace tres noches. Relató que habías salido a una cena con tu amiga Gwen y que, pasada la media noche comenzó a preocuparse de que no llegaras a casa— hizo una pausa y continuó—. Te llamó varias veces a tu celular pero le mandaba al correo de voz y decidió salir a buscarte— parpadeó un par de veces, acomodando de nuevo las lentillas sobre su tabique nasal y lo siguiente que dijo me provocó vértigo—. Sufriste un accidente automovilístico. Llegaste grave a la sala de Urgencias y te tuvieron que meter a una cirugía de urgencia, pero extrañamente no tenías nada, a excepción de una gran herida en tu cabeza con hemorragia abundante. Cuando la detuvimos estabas inconsciente y te trasladamos a Cuidados intensivos y ayer por la tarde a esta habitación.

Cuando terminó de relatar cerré los ojos, pues el dolor punzante de la cabeza había vuelto a aparecer y parecía que me explotaría el cráneo por completo.

El doctor salió de la habitación no sin antes prescribirme un fármaco para mitigar el dolor. Traté de dormir un poco por recomendación del doctor pero las preguntas se agolpaban en mi mente como un torbellino furioso. Había tenido un accidente… ¿Pero cómo había salido ileso con una simple herida en la cabeza? ¿Por qué no lograba recordar nada? Y la más inquietante, ¿quién era el hombre de ayer? ¿Sería el señor Wilson al que había mencionado el doctor?, y si era así ¿eso quería decir que vivíamos juntos, como compañeros de piso? Esas y más preguntas me causaron una fatiga increíble y, dándolas por zanjadas al no ser posibles de responder cerré los ojos, apoye la cabeza contra la almohada y me dormí al instante.

Me despertó la misma enfermera de la noche anterior, llevaba consigo una bandeja con un vaso de agua y un poco de fruta en cuadritos. Cambió las sábanas de la cama y me dijo que volvía en media hora por la charola. Asentí sin decir nada, ni siquiera las gracias. Me di cuenta de que efectivamente el estómago comenzaba a gruñirme por el hambre y engullí la manzana en trozos que me había llevado la enfermera. Bebí un poco de agua para humedecerme los labios y me apoyé de nuevo contra la suave almohada.

La tranquilidad que reinaba el cuarto se esfumó cuando el hombre volvió a la habitación. Esta vez, por la luz del día le pude ver mejor. Llevaba unos vaqueros desgastados de la parte de enfrente, un jersey de un rojo llamativo y su cabello lo llevaba casi al ras del cráneo, despejando su rostro y dejando a la vista unos ojos de un color imposiblemente gris. Me lanzó una mirada que no supe identificar. Cargaba con bolsas oscuras debajo de sus ojos y se le veía abatido. Sentí un frío recorrerme la espina dorsal. Se paso una mano entre el cabello, en un gesto de frustración y se dejó caer en la silla negra.

 

— ¿Cómo te encuentras Petey?— preguntó con voz ronca. No contesté. Lanzó un sonoro suspiro—. El doctor Witer ha hablado conmigo y me dijo que no recuerdas nada, ¿es verdad?— sentí la necesidad de abrazarle. Su tono había sido totalmente angustiado, como si le afectara demasiado.

—Si, me temo que es verdad— contesté con un hilillo de voz.

Se levantó bruscamente, tirando a un lado la sillita de plástico y avanzó hacia mí a grandes zancadas. Cuando lo tuve de frente me rodeó con sus brazos y hundió su rostro entre mi cuello, comenzando a sollozar. Instintivamente y por mero impulso le devolví el gesto, acariciando sin querer su cabello rubio y palmeándole la espalda suavemente. Su llanto era impotente y no pude si no sentir pena por este hombre que sollozaba temblorosamente sobre mi hombro. Unos segundos después elevó su rostro y sus orbes grises se cruzaron con los míos, enrojecidos e irritados. Lentamente se separó de mí y de pronto sentí un vacío que se instaló en lo más profundo de mi pecho.

 

—Dime que me recuerdas Peter. Dime que sabes quien soy. Te lo suplico— tragué saliva, buscando sin mucho éxito en lo recóndito de mi mente, pero no logré encontrar nada. Ningún recuerdo o atisbo del nombre de la persona que estaba frente a mí. Me sentí inútil.

—Lo…Lo siento…Yo no recuerdo nada. No sé quién eres— su rostro se crispó en una expresión de auténtico dolor. Sus ojos adquirieron un tono grisáceo opaco y su mirada se ensombreció aún más.

—Soy tu esposo Peter.

Entonces todo adquirió sentido.

Notas finales:

Ya tengo adelantados unos tres o cuatro capitulos, así que trataré de subirlos pronto ya que no tengo internet...

Nos vemos pronto ;)


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