Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

¡Hey Girl! por Dashi Schwarzung

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este fic está dedicado enteramente al grupo en Facebook AoKaga 5x10 En especial a aquellas personitas que me han apoyado en un proceso por el que estoy pasando.
Dedicado a Ina, Aguus, Ari, Birna, Ale FaBi, Michelle, Nicocchi, Lizeth, Erika Hiroshi, Angie y Pao, (sorry por hacerles leer tantos nombres) a quienes nos encanta el genderbend cuando de Aomine y Kagami se trata, así que aquí está mi intento de genderbend xD

 

Notas del capitulo:

Gracias especiales a Nicocchi por apoyarme en hacer la imagen para la portada especial, la cual le quedó estupenda! 

Y también a Ina Escalante, quien se desveló conmigo un viernes y hablamos hasta las 4 de la mañana creando esta historia loca xD Mi Beta Reader es genialmente asombrosa! <3 En realidad debo darle créditos a ella por esta historia, así que diré que este fic no fue pensado solo por mí, sino que ella me ayudó con sus geniales ideas, lo cual agradezco infinitamente. :)

(Perdón si hay algún error ortográfico, traté de revisarlo minuciosamente -n- )

…:::¡Hey Girl!:::…

..::::..

.::.

.

 

No era extraño que la Generación Milagrosa se juntara para jugar un partido de su amado deporte, en realidad desde que había terminado la Winter Cup, hacía casi un año, lo venían haciendo frecuentemente. Y no solo eso, sino que también invitaban a personas cercanas a ellos a jugar; personas como Takao Kazunari, Himuro Tatsuya y Kagami Taiga, éste último ya considerado como un miembro de la Generación de los Milagros.

 

Aquellos 9 chicos se habían juntado en la cancha de basquetbol callejera para jugar un partido. Ahora empezaba el reto de saber cómo acomodar a los equipos, ya que ese era una constante entre todos ellos.

Takao siempre quería estar en el equipo de ‘Shin-chan’, quien trataba de quitárselo de todas las formas posibles; Murasakibara quería estar en el mismo equipo que ‘Muro-chin’, pues éste siempre le daba dulces cuando hacía una buena jugada; y Kagami y Aomine definitivamente no querían estar en el mismo equipo, pues para ellos era mejor jugar como rivales y demostrarse quién era el mejor de ellos.

Por órdenes absolutas de Akashi, habían dejado aquel problema a la suerte, con las típicas tiras de colores; eran tres colores diferentes, y así se definiría todo, sin necesidad de gritos, empujones, jalones o mordidas –como alguna vez lo hizo Kagami– justo como aquella primera vez en que todos se habían juntado a jugar.

Akashi tomó todas las tiras de papel entre su mano, pidiéndoles a cada uno de los presentes que tomara una pieza, a lo que cada uno fue haciendo lo justo.

 

—¡No me tocó con Shin-chan! Esto está arreglado. ¡No es justo!— Los gritos de Takao al notar que el color de la tira de Midorima y la suya no concordaban para nada no se hicieron esperar, y su inconformidad se hizo notar de la forma en la que estaba acostumbrado.  

Todos los demás chicos notaron las reacciones, sin embargo, no dijeron nada ante el acto tan dramático del base de Shutoku. Midorima por su parte hizo como si no conociera al pelinegro.

—¡Me tocó con Kagamicchi!— Kise por el contrario estaba muy feliz de hacer equipo con el pelirrojo, y sin poder ocultar su felicidad corrió e invadió el espacio personal del nombrado con un abrazo.

—¡Kise, quita tus garras de Kagami o juro que amanecerás en el hospital!— La queja salió de los labios de Aomine, pues Kagami era su novio y no dejaría que nadie se le acercara de esa forma tan descarada. Después de la Winter Cup, el as de Tōō y el de Seirin se habían frecuentado para jugar entre ellos sin saber que después terminarían enamorándose de la manera más tonta en la que ambos habrían imaginado.

Aún era un misterio cómo el asombroso as de la Generación de los Milagros había terminado enamorándose de un cabeza hueca como Kagami Taiga, pero nadie había criticado aquella relación, pues notaban a ambos chicos muy felices.

—Aomine-kun, por favor contrólate, no es necesario que pienses en matar a Kise-kun.— Kuroko apareció detrás del moreno, haciéndolo saltar ante su voz de pequeño fantasma. —Vaya, parece que estarás en el mismo equipo que Kagami-kun.— Atinó a decir después de ver el color en la tira del de Tōō.

 

Sin que nadie lo notara el moreno se acercó lo suficiente y se puso a la altura de Kuroko, para susurrarle.

—Hey Tetsu, no quiero estar en el mismo equipo que ese idiota… cambiemos de color.—

—Imposible, Aomine-kun, me parece buena idea jugar junto a Midorima-kun y Himuro-san.— Mencionó, apretando su tira de papel entre su mano para que el moreno no intentara arrebatársela.

—Tch. Dámela o te la quitaré a la fuerza.—

Ante esa amenaza Kuroko entrecerró los ojos y miró fijamente a su antigua luz.

—Si haces aquello te prometo que el que despertará en el hospital en lugar de Kise serás tú, pero eso no será lo único… iré al cuarto en el que te tengan y te haré conocer un mundo de dolor que jamás te habías imaginado…. Luego te mataré.—

Ante tal amenaza, y al ver los ojos extraños del peliceleste, Aomine tuvo que retroceder lentamente, sin saber qué demonio había poseído a su lindo y amable amigo de la secundaria.

—Al fin que ni quería.—

 

Por fin los tres equipos se habían conformado: en el equipo azul estarían Kise, Aomine y Kagami; en el equipo negro Himuro, Midorima y Kuroko, y en el equipo rojo Akashi, Murasakibara y Takao.

Como siempre, Takao iba a hacer todo lo que estuviera en su poder por estar en el mismo equipo que su amado Shin-chan, alegando esta vez que era imposible que dos bases estuvieran en el mismo equipo, lo que olvidaba es que aquellas reglas de posiciones no importaban en tales partidos.

Akashi tuvo que usar su ‘ankle break’ para poner a Takao en su lugar, pues no iba a aceptar que alguien fuera en contra de sus órdenes; él era absoluto.

 

Y así empezó aquel ‘torneo’ entre tres equipos interesantes que harían lo que sea para ganar, teniendo como única regla el no entrar en la Zona.

 En la primera ‘ronda’ se enfrentaron el equipo rojo contra el negro; Himuro no podía vencer al ojo del emperador de Akashi, así que su tiro de espejismo no había funcionado, pero al menos Midorima se había hecho cargo y había encestado varias canastas con sus tiros de larga distancia, mientras que Kuroko no había sido punto clave para pasar desapercibido, pues al estar marcado por Takao, no podía usar su poca presencia para evadirlo. Y como era de esperarse ganó el equipo rojo, liderado por Akashi y su nada feliz compañero Takao.

 

Ahora el equipo del capitán de Rakuzan enfrentaría a una potencia en deporte como lo era el equipo liderado por tres ases temibles. Aomine y Kagami sorprendieron a todos los presentes con su buen trabajo en equipo, pues aquello no era nada típico del moreno, pero era necesario si es que querían ganar.

No debía decir que el ojo del emperador de Akashi no había servido de mucho contra aquellos dos chicos, quienes cayeron un par de veces; si Aomine caía, allí estaría Kagami para recibir el balón y correr a toda velocidad hacia la canasta contraria y encestar. Incluso hasta sonaba cruel, pero aquellos dos chicos no necesitaban a Kise para ganar, y de cierta forma el rubio se había dado cuenta y él mismo había tenido que robar el balón de las manos de los otros dos chicos o no lo dejarían jugar.

Takao había jugado bien para enfrentar a un par de monstruos sedientos de victoria, pero después de todo no podía hacer mucho contra ellos. Y Murasakibara había estado fenomenal al bloquear una y otra vez a los tres chicos que intentaban encestar.

El partido había resultado tan difícil y tan cerrado, el tiempo del juego había terminado y el equipo rojo había perdido por solo dos puntos. ¡Dos míseros puntos! Obvio que Akashi no estaba para nada feliz con el resultado, y más cuando en aquellos partidos en los que todos se juntaban, él era el que había ganado… hasta ese momento.

 

—¡¡Kagamicchi, Aominecchi ganamos!!— El as de Kaijou estaba muy feliz, y cuando quiso acercarse al pelirrojo a abrazarlo, fue detenido del brazo por Aomine, quien le mostró una mirada matadora, a lo que el rubio respondió con un puchero.

—¡Le ganamos a Akashi!— Kagami también estaba feliz, sin entender por qué, levantó su puño hacia Aomine, indicándole que chocara los puños con él. Aomine jamás había recibido ese gesto de parte del pelirrojo, y no era de esperarse que se sonrojara por ese simple acto, a lo que chocó los puños, aparentando que aquello no significaba mucho cuando en realidad el hacerlo había hecho que su corazón saltara de felicidad.

 

Akashi, como el buen perdedor que era se acercó a los tres chicos y se impuso frente a ellos, con una actitud tranquila y hasta mostrando una pequeñísima sonrisa.

—Daiki, Ryota, Taiga, bien jugado. Fue un buen partido.— Habló con sinceridad y con un tono de voz tranquilo.

—¿Buen partido? ¡Admítelo Akashi, te hicimos trizas!—

Ante aquellas palabras imprudentes de Kagami todos tragaron seco, sin saber qué es lo que Akashi iba a hacer al respecto.

—Haha. Sí, solo por poco.—

Para infinita sorpresa de los demás chicos, Akashi estaba tranquilo, incluso había pasado por alto aquella ofensa. Pero aun así, todos, incluso Kise, retrocedieron un paso, sólo por si el capitán de Rakuzan estaba fingiendo.

—Bueno, como que tu altura no ayuda mucho para jugar contra nosotros. ¿No crees, Akashi?— Aomine empezó a hablar en tono de broma, pero parecía que no eran las palabras correctas. La sonrisa de Akashi no se borró, pero ahora no era sincera, más bien era una sonrisa macabra que ninguno de los otros dos chicos pudo descifrar.

—¡Es cierto! ¿Cómo el capitán de la generación de los milagros puede ser enano?— Kagami le siguió la corriente a su novio, sin entender siquiera la gravedad de sus palabras.

 

Todos los demás habían retrocedido unos cuantos metros al escuchar las palabras del as de Seirin, que dicho sea de paso podrían ser sus últimas palabras. Incluso se habían escudado detrás de Midorima, pues sabían que el peliverde era buen amigo de Akashi, y era, posiblemente, el último a quien el capitán de Rakuzan heriría.

—Es cierto, pero él es feliz con su altura. ¿Verdad, Akashi?— Aomine siguió con el tema, sin percatarse de que el de Rakuzan había desaparecido su sonrisa y ahora los miraba con los ojos entrecerrados.

 

Todos miraron cómo el más bajo de altura metía las manos a los bolsillos de su pantalón, y soltaron un sonido de sorpresa, sabiendo que tal vez sacaría sus infinitas tijeras y les recordaría a ambos por qué no deberían meterse con él.

Pero contrario a lo que todos esperaban, Akashi se notaba tranquilo, sin prestarle más atención al par de idiotas suspiró resignado y se dirigió hacia su maleta, que descansaba sobre la pequeña banca del lugar, ante la mirada de Aomine y Kagami.

Al llegar hasta su mochila sacó de ésta una botella de agua, denotando una sonrisa siniestra que nadie pudo notar en ese momento.

Hacía poco había aprendido nuevas ‘técnicas personales’ que le ayudarían a hacerse respetar entre todos, y no evitaría el usarlas con esas personas indeseables.

Ninguno de los otros jugadores se acercó a él, no sabían si era más terrorífico el Akashi molesto o el Akashi tranquilo… pero no querían averiguarlo de ninguna manera.

 

El de Rakuzan giró sobre su propio lugar y nuevamente encaró a la pareja de novios, quienes no pudieron pasar por alto notar una extraña sonrisa en el rostro del chico. Aomine y Kagami se miraron fugazmente, esta vez sus rostros eran serios y hasta cierto punto estaban nerviosos. Realmente no habían entendido la gravedad de sus palabras hasta cuando Akashi mostró aquella sonrisa asesina.

—Se ven deshidratados… ¿Por qué no toman un poco de agua?— El de menor altura habló, con una mirada de asesino en sus ojos, al momento en el que levantaba la mano con la botella entre sus dedos, ofreciéndola al par de idiotas.

Por obvias razones los dos chicos más altos dudaron bastante en tomarla, y si daban un vistazo hacia sus otros amigos, parecía que ellos también estaban pensando lo mismo.

—¿Qué pasa? Pueden notar cómo la botella está sellada…— Seguía ofreciendo el objeto en su mano, pero ambos ases aún estaban muy renuentes en aceptar —Sólo es un detalle para darles a entender que no estoy molesto con ustedes.—

 

El de Tōō y Seirin se miraron por un par de segundos, parecía que aquellas últimas palabras del más bajo de altura habían sido suficientes para que no sospecharan nada malo.

Fue la mano morena de Aomine la que finalmente tomó la botella de agua que su antiguo capitán le ofrecía. Verificó si era cierto que ésta estaba sellada, lo cual confirmó…. Parecía que aquel objeto era seguro.

 

—Eso es peligroso…— Mencionó Kise, sin moverse de su lugar, simplemente estando temeroso por los otros dos chicos.

—Creo que Akashi no quiere dañarlos después de todo ~nanodayo—Midorima habló, haciendo que los demás chicos se relajaran; el peliverde era uno de las personas que mejor conocían al capitán de Rakuzan, así que si él lo decía debía ser cierto.

 

Kagami permaneció expectante a los movimientos de su novio, miró cómo el moreno abría la botella de agua y daba un pequeñísimo sorbo al líquido incoloro, tratando de cerciorarse  si el agua no tenía algo extraño, pero no halló nada más que simple agua sin sabor ni olor. Sabiendo que estaba ‘a salvo’ se dispuso a tomar agua como si no hubiera un mañana ante la mirada de todos sus amigos.

—¡¡Oye idiota, no te la acabes!!— Kagami no quería quedarse sediento, y abalanzándose hacia su novio, le quitó la botella plástica y se dispuso a beberla también, intentando saciar su sed.

Y así empezó una de las típicas peleas de pareja por algo trivial y tonto, acaparando la mirada de todos.

 

Midorima por fin decidió acercarse a Akashi, sintiéndose más descansado al saber que el pelirrojo no había hecho ninguna locura.

—Creí que los rebanarías con tus tijeras.— Habló en voz baja, parándose junto a Akashi, quien indagaba en su maleta.

—Esos idiotas no valen la pena.— Sacó otra botella y la ofreció al peliverde, sin ninguna expresión en su rostro, simplemente mirándolo fijamente, esperando que éste aceptaba su ofrecimiento.

Midorima no sospechó mal de aquella agua embotellada, después de todo, si Aomine y Kagami la habían bebido y no habían muerto en el intento, significaba que no había problema.

Abrió la botella y bebió tranquila y sofisticadamente como era su costumbre.

—¡Shin-chan! Yo también quiero…— Los ojitos de súplica de Takao no se hicieron esperar, incluso trató de arrebatarle el objeto a su compañero de equipo, pero no había tenido éxito.

—¿Qué te hace pensar que dejaré que pongas tu boca en mi botella?— Claro que el escolta de Shutoku no le daría nada al pelinegro.

—¡Akashicchi, yo también quiero!—Kise gritó, recibiendo por parte del de ojos bicolor un movimiento de cabeza en aprobación, luego se dirigió hacia la maleta de éste y sacó de ella dos botellas, dándole una a Murasakibara sin siquiera preguntarle si quería. El pelimorado tomó la botella y dejando a un lado sus dulces tomó el líquido; Kise lo imitó, Himuro por su parte tomó su propia botella de agua que guardaba en su maleta y la bebió.

 

Pero había alguien que no tenía sed…. Akashi tomó otra botella de su maleta y la ofreció a Kuroko.

—Es mejor que te rehidrates, Tetsuya.— El tono tranquilo de Akashi se hizo presente, pero parecía que Kuroko no tenía sed, a pesar de que había sudado durante el partido.

—Estoy bien, traigo agua en mi maleta.— Miró fijamente al pelirrojo, como tratando de indagar en aquellos ojos bicolor, cosa que Akashi entendió. El de Rakuzan entrecerró los ojos al entender que el peliceleste estaba tratando de leerlo, así que decidió dejar el asunto olvidado y guardar esa misma botella que el otro chico no había aceptado.

Lo que Kuroko había notado en ese momento era que Akashi tampoco se había rehidratado del agua de esas botellas, lo cual dejó aún más pensativo al chico de Seirin.

 

Y así culminó aquel pequeño torneo, con Aomine y Kagami peleándose como siempre por una simple botella de agua, Midorima tratando de quitarse a Takao de encima, Murasakibara molesto por no haber ganado, Himuro tratando de controlar a su compañero de equipo, Kise feliz de la vida molestando a todos, Akashi con un rostro inexpresivo y Kuroko mirando con mucha sospecha al capitán de Rakuzan.

..::..

.:.

.

Después de un agotador día jugando basquetbol, Kagami había llegado a su departamento acompañado de Aomine, ese tonto jugador de Tōō que no lo había querido dejar solo ni un momento y por puro capricho lo había acompañado hasta su hogar.

Había preparado algo rápido para cenar, pues ninguno de los dos había comido nada desde la reunión con los demás chicos, y sin demora se dispusieron a sentarse a la mesa y reponer las energías que habían perdido durante el día.

 

Aomine siempre estaba encantado en comer lo que su novio le preparara; no siempre lo decía, pero amaba aquella comida casera, y Kagami lo sabía, más cuando el moreno engullía la comida de una forma desesperada y con ese rostro de felicidad… lo hacía sentirse bien.

 

Terminaron de comer y se dispusieron a levantar la mesa para luego darse una ducha. Aquel baño quedó como algo tierno, más que algo sexual, pues el cansancio en ambos chicos no se hizo esperar; sus cuerpos se sintieron relajados al contacto del agua tibia, aunque si se lo preguntaban a ambos chicos, habían pasado el rato abrazándose, dejando caer el agua de la regadera en sus cuerpos, hablando sobre cosas sin sentido y susurrándose palabras lindas.

 

El baño había sido muy relajante, y ahora lo único que querían en esos momentos era ir a cama y dormir hasta que quedaran satisfechos, que en el caso de Aomine podría dormir hasta 20 horas ininterrumpidas.

..::..

.:.

.

—Grr…— Gruñó en molestia al sentir cómo la luz del sol se colaba entre las persianas, dando de lleno contra sus ojos, sin embargo no deshizo su agarre del cuerpo del pelirrojo. A ambos les encantaba dormir  solo con una camiseta ligera y en boxers, ya que era más cómodo y fresco para aquellas temporadas de calor. Aomine amaba rodear el cuerpo fornido de Kagami y dejar su mano descansar en el pecho de ése, sintiendo la espalda de piel bronceada chocar contra su pecho e intentaba pasar desapercibidos los cabellos rojos rebeldes que osaban rozar su rostro.

Estaba intentando volver a dormir, sin embargo algo extraño acaparó su atención por ese momento, aún con los ojos cerrados y sin despegar su agarre del pecho de su novio pudo sentir algo entre sus manos

¿Pero qué demonios..?” Pensó aún sin abrir los ojos, con su mano por debajo de la ropa, apretando la piel que de repente se halló entre su mano. “Mmmm… copa D” una pequeña sonrisa se mostró en sus labios al recordar que aquella era una de las tallas que más le encantaba en una chica.

—Espera. ¿Qué?— Se levantó, sentándose rápido sobre la cama, intentando entender sus propios pensamientos. Pero en lugar de hallar a su novio fornido y musculoso, encontró a una chica con unos senos de infarto recostada en la cama, mostrando sus divinas piernas de piel bronceada.

—¿Ka..Kagami?— Habló, sin poder formular bien todos sus pensamientos. ¿Qué demonios había pasado? Se había ido a la cama con un tipo de 1.90 y había despertado con una chica hermosa.

Pero también se dio cuenta de su voz aguda. ¿Desde cuándo Aomine Daiki tenía una voz de niña?

Aquello no fue lo único que acaparó su total sorpresa en ese momento, y es que si miraba hacia abajo… su campo de visión era tapado por algo protuberante en su pecho.

Rápidamente se levantó de la cama y se dirigió hacia el baño, entrando y azotando la puerta al cerrar, encaminándose hacia el espejo en donde pudo observar su reflejo.

 

—¡¡WAAAAAAA!!

 

Kagami abrió sus ojos y dio un pequeño salto sobre la cama al escuchar el tremendo grito que había inundado todo el departamento… y si no es que también los departamentos contiguos. Paseó sus ojos por todas partes de la habitación, intentando encontrar al chico moreno que había dormido con él la noche anterior, sin embargo no lo encontró; frunció el ceño al no saber qué demonios estaba pasando.

Pero no pasó mucho tiempo cuando la puerta de la recámara se abrió y dejó mostrar a una sexy chica de alrededor de 1.62 de altura, cabello corto y azul, piel color chocolate y unas hermosas curvas.

El pelirrojo no pudo evitar recorrer con su vista a la chica, de arriba abajo.

 

—¡¡Idiota, deja de mirarme de esa manera!!— La voz aguda de la morena se escuchó, a lo que la otra persona agitó un poco su cabeza para salir del trance en el que había entrado.

—¿A-Aomine?— Habló cuando pudo poner los pies sobre la tierra, denotó una mirada de suma sorpresa y permaneció con la boca abierta, mirando a la chica frente a ella —¿Q-qué demo…nios pasó?—

—¡¡Eso quisiera saber!!— Gritó la de cabellos azules, notando el estado de shock en el que había caído la otra persona —Por si no lo notaste… no soy el único… —Señaló a Kagami con un dedo, recibiendo una mirada de cuestionamiento.

Sin saber a qué se refería la morena, sus ojos se enfocaron en sus propias manos de piel bronceada, notando la gran diferencia; ahora sus manos no eran grandes ni toscas, sino más bien eran delicadas, suaves y de uñas largas. Sus ojos ahora se enfocaron en su cuerpo, notando dos enormes razones que no lo dejaban ver el suelo.

—¿Qué..demo…— No pudo terminar su oración y con mucha curiosidad dirigió ambas manos hacia su busto, tocándolo y sintiéndolo. Ahora pasó una de sus manos hacia su entrepierna, notando que el bulto que debería estar allí tampoco estaba —¿Dónde está…—

—¿Kagami junior?— Aomine se apresuró a terminar la frase, lo que hizo que la otra chica le aventara una almohada en el rostro.

—¡¡¡¿Qué rayos pasó?!!!— Gritó la pelirroja, levantándose rápidamente de la cama, sintiendo cómo la camiseta de tirantes le quedaba bastante holgada y el bóxer casi se le caía.

 

Se dirigió rápidamente hacia el armario, intentando encontrar algo que pudiera usar, pero incluso pensar en ello era algo imposible. ¿Cómo la ropa de un chico de 1.90 podría quedarle a una chica de 1.60? Así que la búsqueda por ropa para ella o Aomine había sido en vano.

—Hey, Kagami, mira lo que puedo hacer.—

La pelirroja fijó sus orbes rojos en la morena y miro cómo ésta, con sus manos sobre sus pechos jugaba con cada uno de ellos, como si de juguetes se tratara.

—Deja de hacer eso, pervertido… o bueno… más bien … pervertida.— Se dio por vencida en buscar ropa, y cuando enfocó su vista en la otra chica, notó que ella tenía un puchero en su rostro. —¿Qué pasa?— Cuestionó, tratando de calmarse y asimilar que no la estaba atacando ese horrible dolor de cabeza matutino.

—¿Por qué tu eres copa D cuando yo apenas si soy copa B?

—¿¡¡Eso qué importa!!? ¡Necesitamos ropa, o nos quedaremos aquí encerrados durante todo lo que dure esta tontería!—

 

La morena suspiró resignada al ver cómo la pelirroja estaba teniendo uno de esos típicos ataques cuando no sabía qué hacer. Bueno, y no era para menos, el que los convirtieran en mujeres no era algo que pasara todos los días, pero a diferencia de Kagami, Aomine sabía tranquilizarse –si no es que más bien no le importaba la situación–

—No te preocupes, conozco a una persona que podrá ayudarnos.— Guiñó el ojo, para luego caminar hasta el estante de noche en donde se encontraba su celular. Escribió un mensaje ante la insistencia de Kagami de saber quién era aquella persona.

..::..

.:.

.

A pesar del problema que estaban enfrentando, –y del dolor de cabeza que Kagami estaba sintiendo.– la pelirroja hizo el desayuno, pues aunque sus cuerpos hubieran cambiado, su apetito aún seguía intacto, y la de cabellos rojos aún sentía esa necesidad de comerse 15 hamburguesas sin detenerse.

Mientras Kagami preparaba el desayuno, Aomine aprovechó para tomar cuantas fotos podía  en ese momento. Es decir. ¿Cuántas veces podría ver a su hermoso novio cambiar de sexo de esa forma? Por supuesto que Aomine no iba a desaprovechar la oportunidad, aún si la memoria de su celular tuviera que llenarse de fotos de su, ahora, novia.

 

—¡¡Deja de tomarme fotos, idiota!!— Gritó, girando el rostro desde la cocina. No necesitaba ser adivina para saber que Aomine estaba acosándola.

—No. Además… tienes el cuerpo perfecto para mí.— Le regaló a la pelirroja una sonrisa, haciendo que Kagami regresara a lo que estaba haciendo, a sabiendas de que el sonrojo en el rostro de ella se había presentado.

Kagami ahora lo recordaba… Todas aquellas veces en las que Aomine había mirado a una chica por sus grandes atributos delanteros, incluso seguía comprando aquellos álbumes de fotos de aquella tipa Mai Horikita a quien tanto idolatraba.

De alguna forma se sintió bien al escuchar aquellas últimas palabras de la morena, pues ahora más que nunca, su cuerpo podría volver loca  a Aomine. “¿Debería aprovecharlo?” Se preguntó repentinamente… pero descartó la idea al recordar que ahora ambas eran mujeres

—¡¡Nooo!!— Llevó ambas manos a su cabeza ante sus propios pensamientos, ni siquiera tenía la menor idea de cómo dos chicas hacían… eso…

Aomine dio un pequeño salto ante el grito repentino, sin embargo no tuvo tiempo de preguntar nada, pues el timbre se escuchó. Con rapidez y saltando por el sofá acudió al llamado, pero se detuvo justo en la puerta. Cerró sus ojos y soltó un gran suspiro; no sabía qué diría la persona detrás de esa puerta. ¿Se reiría? ¿Se compadecería? ¿O saldría corriendo de ese lugar?

Dejó de lado sus preguntas y abrió la puerta, encontrándose con un par de ojos rosas que lo miraron como si no hubiera pasado nada.

 

—Dai-chan, he traído lo que me pediste.— La chica entró como si de su casa se tratara, llevaba varias bolsas en la mano y al llegar al sofá de la estancia dejó dichas bolsas sobre el mueble. —Hola, Kagamin, perdón por molestar.— El saludo hacia el propietario del departamento no se hizo esperar.

Aomine y Kagami se miraron fugazmente. ¿Acaso la pelirrosada no entendía la gravedad del asunto, o estaba jugando con ellas? Era como si Momoi ya hubiera visto eso anteriormente, pero parecía que la pelirroja y la peliazul habían entendido y decidieron no tocar el tema.

—Traje ropa tan linda para Kagamin—Habló entusiasmada, mientras a su alrededor se podían ver estrellitas y brillitos. Dirigió sus manos hacia las bolsas y empezó a sacar la ropa que había comprado —No sabía qué talla comprar, así que supuse que ustedes serían más o menos de mi altura. Qué bueno que no me equivoqué.— Dejó escuchar una risilla al momento en el que miraba a sus dos amigos… o más bien amigas…

 

Aomine y Kagami aún permanecían intrigados con aquella actitud de la pelirrosada, pero no se atrevieron a preguntar.

Momoi mostró una prenda tras otra, sin poder ocultar su emoción al pensar que las otras dos chicas usarían ropa tan linda que ella personalmente se había encargado de buscar. Y es que al verlas no se equivocó en saber que las dos chicas eran tan lindas; Kagami con su cabello rojo que le llegaba hasta los hombros, y Aomine con el cabello azulado que tapaba sus orejas.

Kagami, curioso, se acercó hasta donde la mánager de Tōō para ver de cerca la ropa, sin embargo la morena permanecía en su lugar, no quería involucrarse en cosas de ‘chicas’ que él tanto había odiado…

 

Pero el sonido del celular de Momoi la sacó de sus acciones, y sin demora tomó el artefacto para mirarlo de cerca; había recibido un mensaje de texto y al leerlo sus labios se curvaron en una gran sonrisa.

—Lo siento, debo irme.— Habló sin dejar de denotar su gran emoción. —Tal parece que tengo mucho trabajo que hacer, debo conseguir más ropa.— Tratando de ser rápida se dirigió hacia la puerta de entrada.

—Gracias, Momoi, pero no necesitamos más ropa. Esta es perfecta.—  Habló Kagami, tratando de ser considerado.

—¿Huh? ¿Quién dijo que la ropa era para ustedes?—Dejó mostrar una sonrisa extraña y luego abrió la puerta del departamento —Parece que esto será interesante.— Fue lo último que dijo antes de desaparecer a la vista de las otras chicas.

La pelirroja y la morena se miraron confundidas. ¿Qué rayos había querido decir Momoi? Pero bueno, no tenían tiempo para pensar en otras cosas, debían saber por qué se habían convertido en mujeres y cómo podían revertirlo,  a ninguna de las dos le agradaba la idea de dejar de jugar basquebol solo por ser mujeres.

 

—Grrr. Maldición.— Gruñó la peliazul cruzando los brazos para luego chasquear la lengua en son de molestia.

—Mira Aomine.— La pelirroja tomó entre sus manos una ‘inusual’ prenda para dejar mostrarla a la peliazul. —¡Pantaletas!— Se rió por lo bajo al no recordar cuántas veces había querido usar ese tipo de ropa para sorprender a su novio. Parecía que ahora las tenía que usar sin objeción.

—Tch, Kagami, dame eso…— Le arrebató la prenda negra con molestia, intentando pensar algo que los sacara del aprieto ya que… ¿Cómo podían jugar de esa forma con su equipo correspondiente? Pero su atención fue llamada por la prenda que yacía en su mano. “¿Cómo se verá Kagami usando esto?” Se cuestionó mentalmente, luego miró a la pelirroja sentada en el sillón, volvió a mirar la prenda y luego de nuevo a Kagami.

A la pelirroja no le gustó para nada aquella mirada extraña que portaba la otra chica, y solo podía esperar lo peor.

..::..

.:.

.

Las risas en el cuarto no dejaban de sonar, y es que para Takao era sumamente divertido ver que su ‘casi’ novio se había convertido en una mujer. Lo aceptaba, la peliverde era hermosa, lo único que no le agradaba era que la chica era un centímetro más pequeña que él… eso no era bueno para su orgullo como hombre.

 

—Si ya terminaste de reír… ve y tráeme ropa.— Ordenó la chica, sintiendo una vena saltar cerca de su frente pues Takao lo sacaba de sus casillas.

—¿Por qué tengo que ir yo? Me verán muy raro al comprar ropa de chica.—

—Como si me importara eso. ¡Ahora ve!—La chica empujó al pelinegro por la casa hasta que éste se encontró en el pórtico, luego prosiguió a cerrar la puerta y no pensaba abrir hasta que Takao llegara con vestimenta adecuada para ella.

Suspiró aliviada al saber que sus padres y su pequeña hermana se habían ido de viaje, al menos no tendría que preocuparse en pensar en alguna excusa para su condición.

Regresó a su cuarto y se sentó en la cama, cerró sus ojos y empezó pensar. ¿Cómo había terminado en una situación así? ¿Había sido una maldición? ¿Oha-Asa había predicho esto? Sin demora tomó su celular, abrió el navegador y entró a la página oficial de Oha-Asa para leer su horóscopo

 

‘Cancer— Esta semana no será muy buena para ti. Una persona que conoces tratará de hacerte daño, así que debes cuidarte. Pero no todo es tan malo, no te sentirás solo, pues tendrás a personas que podrán entenderte”

 

Frunció el ceño al no poder comprender la última oración. ¿Personas que podrían entenderlo? ¿Por qué alguien debería entender aquella maldición que había caído sobre ella?

Soltó otro suspiro y se recostó en la cama, no pensaba salir en lo absoluto de la casa, al menos hasta tener ropa decente y de su talla que pudiera usar.

 

:—:—:—:—

 

Takao por su parte había ido directamente al enorme centro comercial más cercano que conocía. Sintiendo pesadez en sus piernas se dirigió hacia una tienda de ropa, siendo recibido de inmediato por una empleada que lo miró un tanto extrañada.

—¿Puedo ayudarlo?— La voz de la chica se escuchó, a lo que Takao miró hacia todos lados con un poco de nerviosismo.

—Sí….Eh… estoy buscando ropa para mi novia.— No miró a la chica, sino que sus ojos se encargaron de recorrer toda la tienda en algo que le gustara exclusivamente a él.

—Está en el lugar correcto. ¿Qué talla es su novia?—

—¿Talla? ¿Eso no se mide por la altura? ¿O cómo?—

La chica abrió los ojos con sorpresa al saber que tenía que lidiar con un cliente que no sabía absolutamente nada sobre el tema. Vaya que eso le iba a llevar varias horas.

—¿Cuánto mide ella?— Preguntó la empleada, mostrando una pequeña sonrisa, pues no le quedaba de otra.

—1.75.—

—Vaya es muy alta…— Fue lo último que ella dijo antes de caminar y encontrar algo que el pelinegro pudiera llevar para su novia, le hizo una seña al chico para que la siguiera.

Takao metió las manos en sus bolsillos mientras sus ojos aún seguían mirando la ropa que se encontraba en exhibición, sin embargo un traje captó por completo su atención.

 

—Espere.— Habló, obteniendo la atención de la empleada de la tienda y deteniendo sus pasos —Quiero llevar este.—

La chica miró el traje, luego a Takao y nuevamente el traje.

—¿E-está seguro ?—No podía esconder el repentino sonrojo que se había apoderado de sus mejillas.

—Claro. Me lo llevo.—

 

:—:—:—:—

 

Iba felizmente silbando mientras caminaba en dirección hacia la casa de su compañero de equipo, cargando entre su mano una bolsa ropa linda que había comprado. Le había llevado cerca de una hora estar en aquella tienda buscando ropa, todo para que al final de cuentas decidiera llevarse solo un traje.

 

Finalmente llegó a su destino, y siendo totalmente descortés tocó a la puerta y entró, anunciando su llegada; subió por las escaleras al escuchar un ‘puedes subir’ de parte de la peliverde y se dirigió hacia el cuarto de ella, donde encontró a la susodicha con el celular en mano, visitando varias páginas en su navegador.

 

—No encuentro ningún indicio de este problema.— Atinó a decir sin siquiera notar al recién llegado que ahora cruzaba por el umbral de la puerta de su cuarto. —Google es inservible.— Aventó su celular sobre la cama con frustración.

—No te presiones por eso.— Mencionó, tratando de no sonar tan cruel, pues claro que la chica se preocupaba por ese aspecto. ¿Cuántas veces alguien podía cambiarse de sexo repentinamente? —Encontraremos la respuesta.— Una gran sonrisa se dejó mostrar en su rostro, y sabía que había sido el gesto correcto, pues la chica parecía estar un poco más tranquila.

 

La peliverde acomodó sus anteojos para luego levantarse de su asiento y caminar hacia Takao, tomando delicadamente la bolsa que había traído. Trató de inspeccionar dicha bolsa pero el pelinegro le arrebató tan descortésmente el objeto.

—¿Qué rayos haces?— Cuestionó con una ceja levantada ante el repentino comportamiento de su compañero de equipo.

—Quiero mostrártelo yo mismo.— Sacó de esa bolsa un traje negro con blanco. —Este te quedará estupendo, Shin-chan.—

La de lentes miró cómo Takao posaba sus manos en ambos lados de la prenda, para que ella pudiera verla mejor, pero sintió una vena saltar en su frente cuando notó el traje.

—¡¡¡¡¡¡¡¿¿¿Un traje de maid????!!!!!!!—

 

Lo último que se pudo apreciar fue cómo Takao era casi aventado hacia afuera de la casa de la chica, quien parecía tener mucha fuerza para aventarlo unos cuantos metros lejos de su pórtico. Luego la puerta se cerró con un sonido tan fuerte que varios transeúntes giraron el rostro a presenciar la escena.

..::..

.:.

.

Un chico pelinegro corría detrás de otra chica, con una chaqueta en mano e intentando tapar un poco las piernas de la chica, pues su falda estaba muy corta. Aquello no era nada bueno, pues podía notar las miradas de varios tipos lujuriosos sobre ella.

—Atsushi, creo que deberías buscar ropa adecuada… tal vez un pantalón.—

—Mmmm sí… tal vez. Sat-chin me ayudó a conseguir esta ropa, además se siente bien, el pantalón hace que me de calor.— La chica chica comía sus inseparables Maiubo, acaparando todas las miradas de los transeúntes, pues a pesar de que usaba una falda muy corta, era una chica de 1.80 de altura, demasiado grande para su edad y su género.

—Si consigo ropa para ti… ¿prometes que te pondrás lo que te dé?— Himuro seguía tratando de tapar con su chaqueta de Yosen las piernas de la chica.

—Si. ¿Por qué no? Como quieras…—

Denotando una sonrisa nerviosa, Himuro decidió empujar a la chica e ir a su departamento, el cual compartía muchas veces con Alex cuando la rubia llegaba de visita. Por el momento no era nada bueno permanecer en la calle con todos esos tipos pervertidos que no dejaban de ver a la chica

 

Tuvo que comprar unas bolsas de papas fritas para hacer que la pelimorada se apresurara; ¡y vaya que su plan había funcionado bien! pues en cuestión de minutos se encontraban dentro del departamento del pelinegro.

—Espera aquí.— Pidió el del lunar cerca del ojo mientras se dirigía a uno de los cuartos en el lugar.

—Hmmm.— La pelimorada no había puesto atención, pues toda esa atención se la estaba dando a sus ricos dulces que no pensaba dejar ni porque fuera mujer, no le importaba en lo más mínimo cómo trabajaba su metabolismo ahora que había cambiado de género, así que no pensó dos veces en seguir comiendo tantos dulces como quisiera sin saber si se pondría gorda o le saldría mucho acné, pues no iba a cambiar por nada a sus Maiubo.
En realidad a ella no le importaba en lo absoluto ser mujer u hombre, con tal de jugar basquetbol y seguir siendo una de las personas más poderosas en cuanto a bloqueos en dicho deporte, lo demás no le importaba.

 

Tomó asiento en el sillón de la estancia y siguió comiendo sus papas fritas que hacía minutos Himuro le había comprado. Ni siquiera notó cuando su compañero de equipo salía del cuarto con un par de prendas.

—Esto debe quedarte.— Le ofreció a la pelimorada un pantalón y una camiseta sin mangas.

La chica dejó a un lado sus papas y se levantó del sillón, con el ceño fruncido y una mirada matadora.

—¿De dónde sacó Muro-chin ésta ropa? ¿Acaso Muro-chin me está engañando?— Su tono no denotaba enojo pero sí era muy intimidante. Posó una mano sobre la cabeza de cabellos negros de Himuro y formó su otra mano en puño —¡Te aplastaré!

—¡Atsushi no pienses mal! Es de mi entrenadora ¿La recuerdas?— Trató de zafarse del agarre de la chica, pero aun siendo mujer tenía bastante fuerza. La pelimorada parecía no creerle del todo —Ella está casi a tu altura, así que seguro que te quedará mejor esta ropa.— Trató de hablar, pero Murasakibara seguía molesta por ese hecho. —No me gustó nada que todos esos tipos te vieran… eres mi…chica… —Dudó en aquellas palabras, pues aún no podía creer que su novio hubiera cambiado de género de esa forma. —Pero parece que a ti no te importó recibir la atención de todos esos desconocidos.—

 

Ante el tono dolido del pelinegro, la chica apartó su mano y desvió la vista. Himuro tenía razón, durante el tiempo que llevaba siendo chica, y usando esa mini-falda había acaparado la mirada de muchos hombres, a los cuales ni siquiera les había prestado atención, pero también debía pensar que aquello había implicado una falta de respecto para su novio.

Al saber su error, tomó la ropa que aún tenía el pelinegro entre su mano y la arrojó hacia el sillón.

—De acuerdo, tú ganas.— Con mala gana se quitó su blusa, tan rápido como sus manos le permitieron. Himuro abrió los ojos en sorpresa al ver cómo lo único que cubría el pecho de Murasakibara era ese sostén, del cual estaba seguro que era copa E.

—Tch.. ¿Desde cuándo eres tan celoso?— Chasqueó la lengua y tomó la blusa sin mangas que Himuro le había dado. Aunque en realidad no era necesario que se cambiara la blusa, sino más bien la falda, pero si su novio pelinegro le había dado un conjunto de ropa completo, era porque quería que usara algo mejor a su vista.

 

Estaba a punto de ponerse dicha blusa cuando fue detenido por la mano del pelinegro sobre la suya.

—Espera…— El pelinegro pidió, mostrando un extraño brillo en sus ojos. —Pensándolo mejor… quédate así, es más… ¿Por qué no aprovechamos tu cambio de género?— Se acercó a la chica y la rodeó por la cintura, sintiendo las prominentes curvas que eran sus caderas.

—Ummm sería interesante… ¿Cómo lo hace una pareja hétero?— Preguntó con su típico tono de voz, recibiendo una mirada de sorpresa de parte de su novio.

—¿Tú…no lo sabes?— Creyó que su pareja era muy inocente, lo cual hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo, y más al ver cómo la chica negaba con la cabeza. —Entonces yo te lo enseñaré…—

..::..

.:.

.

Lo bueno de todo ese asunto es que aquel era un día sábado, y las clases se reanudarían los lunes, como ya era algo típico. Al menos tenían un poco de tiempo para revertir aquella maldición que había caído sobre ellos.

 

El hambre había atacado a ambas chicas, y Kagami, sin ánimos de cocinar nada en esos momentos, propuso ir al local de hamburguesas que ya era típico frecuentar. La idea fue secundada por Aomine, quien sin demora empezó a caminar hacia dicho lugar.

Cuando las dos se dieron cuenta, ya estaban haciendo fila dentro de Maji-Burguer para ser atendidas.

—Te toca pagar.— La voz de la morena sonó como un susurro muy cerca del oído de la pelirroja, haciéndola saltar un poco sobre su lugar.

—¿Eh? ¡¡Fui yo quien pagó la última vez!!— Su voz fue más fuerte, acaparando las miradas de varias personas que también hacían fila para ser atendidos.

—No es así. Fui yo quien pagó la última vez. Además no traigo dinero, es difícil cargar mi cartera en esta ropa tan tonta.— Era cierto, su falda ni siquiera tenía bolsas para guardar las cosas, y ni loca se atrevería a salir a la calle cargando un bolso de mujer.

La pelirroja rodó los ojos y suspiró derrotada, no era la primera vez que Aomine se aprovechaba de la situación y lo hacía pagar la comida. Y de repente una idea cruzó por su mente, algo que su entrenadora Alex muy seguido solía hacer, tal vez funcionaría aquello.

 

—Buenas tardes. Bienvenidas a Maji-burguer. ¿Puedo tomar su orden?— El encargado sonó cortes y amable, como de costumbre. Era un chico de alrededor de 20 años, de cabello negro y muy atractivo.

—Sí. Uhhh…— La pelirroja se recargó en la barra de pedidos, mirando fijamente al chico a los ojos. —Estábamos preguntándonos…— Empezó a usar un extraño tono de voz sugestivo, y Aomine no dudó en notarlo y enfocar su vista en la chica —...Si tienes alguna promoción para mi amiga y para mí.— Kagami llevó un dedo hacia su escote un poco pronunciado, mientras subía el dedo tentadoramente hasta llegar a sus labios para lamerlo. —Tú sabes… en realidad estamos muy hambrientas.—

El chico no pudo evitar posar sus ojos sobre aquel escote provocador y luego fijó sus orbes en aquel dedo que Kagami estaba lamiendo de forma erótica.

—Yo… bueno…— El chico llevó su mano hacia su cabeza y simuló rascarse, sin despegar los ojos de las acciones de la pelirroja, notando como ella se mordía el labio de una forma demasiado tentadora.—Su comida correrá por parte de la tienda.— El chico sonrió y tomó un bolígrafo. —Tú sabes… si alguna vez quieres salir. Este es mi número.—

 

La pelirroja asintió con una gran sonrisa y tomó la servilleta en la que el chico había apuntado el número, prosiguió a hacer su pedido y el de Aomine y sin demora les entregaron sus hamburguesas y se fueron a sentar a una mesa.

—No has dicho nada en todo este rato.— Habló la pelirroja, tomando una hamburguesa y quitándole la envoltura

—¿Qué quieres que diga? ¿Quieres escuchar que me molestó la forma en la que te mostraste y le hablaste a ese idiota?— Sí, por supuesto que Aomine sonaba celosa y cómo no cuando Kagami había usado un truco tan bajo para conseguir cosas gratis.

Kagami no había dudado en usar sus encantos para conseguir lo que quería, pensó que era una gran ventaja al ser mujer, pero no había pensado en cómo se sentiría la morena después de eso. Vaya que había ‘metido la pata’.

 

Hizo un puchero y miró hacia afuera del cristal que era la ventana, enfocando su vista en las personas que pasaban frente a sus ojos.

—Lo siento…— Musitó dejando su hamburguesa sobre la mesa sin mirar a la otra chica.

Aomine suspiró con resignación y se levantó de su asiento, para jalar a la chica de la blusa hasta que ambos rostros quedaron a escasos centímetros de distancia.

—Tú eres sólo para mí… No quiero que vuelvas a hacer algo como eso.— Aquello más que una amenaza sonaba como una súplica. Quería que Kagami tuviera ojos para nadie más que ella… o él…

Y la pelirroja había entendido el punto; se estiró un poco más y dejó un beso fugaz sobre los labios de la otra chica, regalándole una traviesa sonrisa.

—Entiendo.—

—Tch… si fuera hombre ahora mismo tendría una erección visible.—Tomó una de sus hamburguesas terikaki y empezó a comerla, sentándose la forma más ‘macha’ posible en el asiento sin importarle un bledo cómo lo viera la gente.

 

—Aomine-kun, creo que deberías comportarte como una señorita.— Una tercera voz se escuchó detrás del moreno, haciéndolo saltar de repente.

—¡¡Tetsu bastardo!! ¿Qué haces aquí?— Cuestionó innecesariamente, pues bien tenía entendido que muy seguido el pequeño jugador de Seirin iba a ese local de comida por sus amados batidos de vainilla. Pero lo que acaparó su atención fue que el peliceleste tenía en su mano su celular, cuya cámara apuntaba hacia él y Kagami.

—Solo vine a comprar una malteada de vainilla.— Dijo con su tono usual, apretando una y otra vez el botón de su celular, con el que estaba tomando cuantas fotos quería.

—¡Deja de tomar fotos!— Kagami gritó, estirando su brazo y obstruyendo con su mano el lente de la cámara del celular de su amigo.

—Lo siento, Kagami-kun, es que… ustedes se ven tan bien juntas.—Una sonrisa extraña se posó sobre sus labios.

—Uhh… Tetsu, está saliendo sangre de tu nariz.—

 

El peliceleste tomó una servilleta y sin decir ninguna palabra más caminó hacia la salida de ese lugar, ante los ojos de Aomine y Kagami quienes lo miraban como a un bicho raro.

 

—¿Será por el calor?— Cuestionó Kagami, sin entender por qué de repente el peliceleste estaba sangrando por la nariz.

—Pfff Kagami, eres tan inocente.— Aquello no había sonado como un insulto, en realidad las palabras habían sido dichas con un toque de ternura y gracia.

—Cállate.—

Sin más, ambas chicas siguieron comiendo, una más que la otra, hasta que la pelirroja notó un par de miradas muy penetrantes, al girar el rostro vio a dos tipos que podría fácilmente suponer que estudiaban la preparatoria también. Esos dos tipos no apartaban su vista de las dos chicas, y más cuando la morena osaba sentarse como hombre en ese pequeño asiento.

 

—Ahomine. ¿Quieres cerrar las piernas al sentarte? Aquellos tipos no dejan de mirarte por eso.— La pelirroja señaló a los tipos que se encontraban sentados a una mesa a unos metros de ellos.

—¿Qué? No les molesta la vista. ¿Cuál es el problema?— La chica permaneció con un brazo sobre el respaldo del asiento, con las piernas abiertas.

—Eres una chica, compórtate como tal.

—Tch. ¿Y cómo voy a saber cómo se comporta una chica?— Dio una mordida grande a su hamburguesa sin tomarle atención a los tipos que la seguían mirando. —Además… ¿No es lo mismo si yo te digo que comas con la boca cerrada? Eres asqueroso… quiero decir, asquerosa.—

No esperó para hacer sonar un gruñido de molestia, sin dejar de comer sus deliciosas hamburguesas de queso.

—Deberíamos hablar con Momoi sobre este tema.

—¿Huh? ¿Preguntarle cómo debemos comportarnos siendo chicas?— La morena tomó su bebida y le dio un sorbo, siendo todo menos femenina.

—Sí. Si vamos a permanecer así, por lo menos deberíamos saber cómo actuar.

 

La de cabellos azules hizo una mueca, no entendía por qué debía de comportarse como chica cuando ni siquiera había nacido mujer. Le resultaba una idea bastante estúpida, sin embargo, quería darle gusto a su ‘novia’, tal vez todo esto tendría algún beneficio.

—Tsk. De acuerdo. Le diré a Momoi que vaya a mi casa.— Sin más tomó su teléfono celular y empezó a escribir un mensaje, para mandarlo a su amiga de infancia y que ella pudiera acudir a su llamado.

Al cabo de unos cuantos minutos su mensaje fue exitosamente contestado; Momoi acudiría a casa de Aomine para ayudar con cualquier cosa que la chica necesitara.

 

Cuando Kagami por fin terminó de comer sus 14 hamburguesas habituales, se levantaron del asiento y salieron del establecimiento de comida, en dirección hacia la casa de la chica. Ambas iban conversando –o más bien peleando– sobre qué videojuego de peleas era mejor; hasta que Kagami notó la presencia de dos chicos que las seguían muy de cerca, pero aquello no fue lo malo, el problema radicó en cómo ambos chicos eran los mismos que las miraban raro en Maji-Burguer, y no sólo eso, sino que uno de ellos se había animado a seguirlas muy de cerca mientras empezaba a susurrar cosas que iban dirigidas hacia la morena y que las empezaba a disgustar en sobremanera.

 

—Oye hermosa. Me encanta el color azul de tu cabello.

Aomine pudo escuchar perfectamente aquel susurro cerca de su cabeza, apretó los dientes y trató de pasar por alto las palabras. Kagami también trataba de permanecer tranquila, pues nada le costaba girar el cuerpo y asestar un buen puñetazo al tipo hasta cerrarle la boca y arrepentirse por hablarle de ese modo a su chica.

—Muy exótico el color de tu piel. Me hipnotiza.

Ambas escucharon de nuevo un comentario por parte del chico pervertido, mientras su compañero soltaba un par de risas burlonas. Parecía que aquello era suficiente para que Kagami, sin importarle ser una chica, demostrara su fuerza inusual.

—Con lo que me gusta el chocola— Pero el tipo no pudo terminar su frase, pues Aomine había dado media vuelta y había pateado al tipo justamente en la entrepierna, tirándolo inmediatamente al piso, su compañero miró la escena y lo primero que hizo fue alejarse de la escena corriendo como el buen amigo que era.

 

Podía sentir muchas miradas sobre ella, miradas de todas las personas que transitaban por el lugar y que se detenían a notar la escena, totalmente impactados.

La chica morena no había terminado con aquel tipo que se había atrevido a insultarla; con deseos de descargar toda su ira se acercó lo suficiente al tipo y comenzó a patearlo con fuerza, sintiendo cómo su pie chocaba con la espalda del chico, quien gruñía y se tapaba la cabeza, sólo por si la chica pensaba golpearlo en esa zona.

 

—¡¡Maldito bastardo!! ¡Ve a decirle esas cosas a tu abuela!

Kagami no perdió tiempo y corrió hacia su novia, tomándola de un brazo y tratando de jalarla para que dejara al chico y se fuera de allí lo más rápido posible, pues los transeúntes empezaban a detenerse e incluso a acercarse a la escena.

—¡¡¡Aomine vámonos!!!— Gritó sin dejar de jalarla, intentando separarla del chico a quien estaba lastimando con la fuerza inusual de la peliazul. Hasta que se le ocurrió la genial idea de acercarse más a ella y rodear su cintura con sus brazos.

 

La morena detuvo todos sus movimientos al sentir cómo los brazos de piel bronceada de Kagami la rodeaban; un sonrojo en sus mejillas no se hizo esperar al sentir aquel toque.

—¿Podemos irnos? La gente no para de mirarnos.— La pelirroja susurró cerca de la cabeza de su novia en un tono tranquilo y hasta de súplica. Aomine giró el rostro y efectivamente notó a varias personas que estaban expectantes a sus acciones; aquello era una escena demasiado incómoda y aún más cuando Kagami no soltaba su cintura.

—Tsk. De acuerdo, vámonos de aquí.— Por fin hizo caso de las palabras de la otra chica y tomó una actiud de ‘aquí no pasa nada’, acomodó su blusa y comenzó a caminar, escuchando cómo, todavía, en el piso el tipo gruñía en dolor. —Espera…— Habló nuevamente, a lo que Kagami asintió a la petición, Aomine dio media vuelta y regresó a darle una última patada al tipo. —Como recuerdo.— Sonrió ampliamente y de nueva cuenta caminó junto a Kagami, obteniendo de la pelirroja una pequeña risa ante sus acciones.

 

Caminaban sin decir una palabra, ambas seguían pensando en la situación y con cómo rayos se habían metido en tremendo problema. Pero Aomine salió de sus pensamientos cuando sintió el roce de unos dedos traviesos sobre su mano, asombrada enfocó su vista en la pelirroja, quien no apartaba la mirada del camino frente a ella; pero la morena pudo observar las mejillas rojas de la otra chica.

Aquella era la primera vez que Kagami intentaba tomar su mano en público, no entendía qué era lo que había cambiado para que la pelirroja decidiera repentinamente rozar su mano de esa forma; pero Aomine no se resistió. Enredando sus dedos con las de Kagami, tomó la mano de piel bronceada de una forma tierna, sin siquiera notar a esas personas que las miraban de forma extraña.

Kagami sonrió sin apartar su vista del camino, sentía aquel sonrojo en sus mejillas y estaba feliz, pues la cálida mano de Aomine entre la suya se sentía tan bien.

 

Y así se mantuvieron, con las manos enredadas. Ni se dieron cuenta en qué momento llegaron a su destino, que era la casa de Momoi Satsuki, hasta el momento en el que la pelirrosada las sacó del pequeño mundo en el que se habían encerrado.

 

—¡Dai-chan, Kagamin, los estaba esperando!— Habló entusiasmada, pidiéndoles a las recién llegadas, con un ademán, que entraran y se pusieran cómodas. Después de un corto saludo Aomine y Kagami entraron a la casa.

..::..

.:.

.

El equipo de Kaijou estaba en una de pocas salidas como equipo, se encontraban en un pequeño parque, que había sido el punto de reunión, para luego ir al cine a ver esa película de ciencia ficción de la que todos estaban hablando recientemente.

Kobori, después de un entrenamiento difícil había propuesto ir al cine a ver dicha película, a lo que todos habían estado de acuerdo; Kasamatsu había pensado que una salida de ese tipo sería benéfico para el equipo.

 

Y allí estaban todos, esperando a que cierto chico rubio apareciera, pues ya habían pasado 15 minutos de la hora acordada, el capitán del equipo no estaba nada feliz con la demora del as.

—¡¡¡¡¿Dónde demonios está ese maldito?!!!!—Una vena en su frente se había notado, y es que Kise bien sabía que él no era para nada paciente, y más si se trataba de Kise Ryota.

—Tal vez tuvo algo importante que hacer, no debe tardar.— Moriyama trató de calmar al capitán con sus palabras, pero era algo innecesario, sabía que Kasamatsu no se calmaría con nada.

—¡¡Entonces al menos hubiera mandado un mensaje de texto diciendo que llegaría tarde!! Ese bastardo, lo golpearé fuerte cuando llegue.—

Pero sus súplicas pronto serían escuchadas…

 

—¡¡Senpai!!— Una voz se dejó escuchar en el lugar, una voz que era sumamente molesta para los oídos de Kasamatsu.

Un gruñido de molestia escapó de la boca del capitán del equipo y, formando su mano en un puño giró para encarar al recién llegado, pero tan grande fue su sorpresa cuando sus ojos enfocaron a una chica, en vez de un chico.

Las miradas de los miembros del equipo fueron totalmente acaparadas por una chica de pestañas largas, ojos color miel, cabello hermosamente rubio, con un largo que llegaba hasta su espalda, y un cuerpo delicado y lindo. Ante tal visión todos abrieron la boca en sorpresa.

 

—Senpai, soy yo… Kise Ryota.— Dijo con atisbos de dolor en su voz, mientras las lágrimas querían escapar de sus ojos. —Esta mañana desperté así… En el cuerpo de una chica. ¡Es horrible!— Miró sus manos delicadas, sin poder entender su repentino cambio de sexo. —Momocchi me ayudó a conseguir ropa… Ahora todos me miran extraño y uno que otro tipo ha osado acosarme.— Finalizó, lanzándose hacia Kasamatsu y abrazándolo hasta que el rostro del capitán quedó a escasos centímetros del busto de la chica.

Todos los demás presentes emitieron un sonido de suma sorpresa, combinado con envidia; incluso a Moriyama le estaba sangrando la nariz.

 

Kasamatsu por fin puso los pies sobre la tierra y con su mano apartó a Kise, lo más que pudo, aunque debía admitir que ser abrazado de esa forma extrañamente le había provocado una leve erección.

—Ejem… parece que el cine tendrá que esperar por hoy.— Habló decidido el pelinegro, mostrando un ligero sonrojo y rascando su cabeza. Claro que pensaba que en esas instancias no podían ir a ningún lado, supuso que Kise pensaba lo mismo que él: tenían que encontrar una cura y regresar a su as a su ‘estado original’.

—¿Pero de qué hablas, Kasamatsu?— Moriyama habló, acaparando la atención de todos. —Por supuesto que podemos ir al cine.— No iba a desaprovechar la ocasión de llevar a una hermosa chica como acompañante al cine, ni siquiera le importaba que esa chica fuera el jugador estrella del equipo.

 

Kise sintió cómo Moriyama la tomaba del brazo y sutilmente la jalaba, empezando a caminar hacia su destino.

—Moriyama-senpai, me lastima.— Kise habló con voz baja, mirando a Kasamatsu, como rogándole con la mirada que la salvara.

..::..

.:.

.

Parte de la tarde había pasado con ellas dos metidas en casa de Momoi, mientras ésta le enseñaba a Aomine como comportarse decentemente ahora que era mujer.

No había necesidad de enseñarle las mismas cosas a Kagami, pues él, al crecer cerca de Alex, de alguna manera había entendido cómo debía comportarse.

 

Aomine había aprendido cosas básicas; desde cómo sentarse con las piernas cerradas –incluso con las piernas cruzadas–, cómo caminar con gracia e incluso cómo comer sin parecer un neanderthal… al menos en público. Supo que aquellas lecciones le irían a servir por lo menos durante ese día.

 

Después de dichas ‘clases de cómo aprender a ser mujer, con Momoi Satsuki’, Kagami y Aomine se dirigieron hacia la casa de la morena, pues era el hogar más cercano al momento; sus estómagos gruñían pidiendo comida y Kagami, sin demora propuso ir a esa casa y pedir prestada la cocina para hacer algo de comer antes de que pudieran desmayarse de hambre.

 

Al llegar a la enorme casa de Aomine, Kagami se dirigió a la cocina y llevó a cabo su plan, preparando un par de platillos que estaba segura que Aomine amaría.

..::..

.:.

.

Sintió las cálidas manos sobre su pecho, no sabía cuánto tiempo había estado en la cama, y a decir verdad, tampoco le importaba. Abrió lentamente sus ojos y con su mala visión difícilmente pudo enfocar sus anteojos que descansaban sobre el estante de noche; sin pensarlo los tomó y se los puso, para estirar un poco más su mano y agarrar el celular y ver la hora.

 

—3:40…— Musitó para sí misma, sin poder creer que había pasado toda la mañana y parte de la tarde en su cuarto sin salir de allí.

—Shin-chan, vuelve a dormir.— La voz de Takao sonó suplicante, al mismo momento en que tomaba las sábanas y volvía a taparse.

La peliverde giró el rostro y miró a su compañero de equipo allí recostado, con su rostro realmente tranquilo; pudo sentir el cuerpo contrario, totalmente desnudo, chocar contra ella con una calidez tan reconfortante.

 

Haciendo caso a la petición de Takao, volvió a acurrucarse en los brazos del chico, sintiendo cómo en sus labios se formaba una sonrisa.

—Momoi dijo que los demás también se habían convertido en chicas.— Susurró, para luego escuchar una pequeña risa de parte de Takao.

—¿Podrías imaginarte a Aomine como chica?— Otra risa se escuchó de sus labios y aunque él intentara, no podía siquiera imaginarlo.

—Tal vez Murasakibara sería una chica de 2 metros de altura.— La de lentes habló, sin dejar de mostrar una sonrisa a sus palabras.

—Kuroko y Akashi serían las más pequeñas.— Fue el turno del pelinegro de hablar, aquella visión del fantasma de Seirin y del Emperador de Rakuzan sería algo digno de ver.

Midorima esta vez no comentó nada, sin embargo, no podía desaparecer su sonrisa…. Pero aquel gesto desapareció rápidamente cuando ella empezó a analizar las palabras dichas por el pelinegro.

Abrió los ojos con sorpresa al notar cómo todo empezaba a encajar en sus recuerdos y conclusiones.

—¡¡Eso es!!— Dio un salto sobre el colchón, sentándose de un solo golpe. —¡¡¡¡Él es el culpable!!!!—

..::..

.:.

.

La morena se recargaba sobre el respaldo de la silla, acariciando su estómago, dando a entender que estaba totalmente satisfecha.

—Tu comida es la mejor, Kagami.

Una sonrisa no se hizo esperar en su rostro, y es que amaba que Aomine le confesara cuánto le gustaba la comida que con esmero preparaba.

—Hora del postre.— Fue lo último que la chica de orbes zafiro dijo antes de abalanzarse hacia su novia y robarle un beso fugaz.

—No estarás pensando en hacerlo mientras soy mujer. ¿Cierto?—

Aquella pregunta la había tomado por sorpresa; frunció el ceño ante la cuestionante y no pudo evitar sentirse ofendida ante ello.

—¿De qué demonios hablas?— Se atrevió a preguntar al notar que Kagami había quedado muda.

—Lo diré más lento para que puedas entenderlo: Soy mujer… m-u-j-e-r-… no tengo aquellos atributos que hicieron que te fijaras en mí.

 

Aomine mostró los dientes y con un movimiento agresivo tomó la mano de la otra chica y la jaló hasta que esta se encontró de pie.

Sin soltarla la llevó escaleras arriba, prácticamente arrastrándola ante las quejas de la pelirroja, pidiendo que la soltara, pero la morena hizo caso omiso a aquellas peticiones.

Llegaron hasta el cuarto de Aomine y con fuerza, hizo que Kagami cayera sobre la cama, prosiguió a cerrar con seguro la puerta, ante la mirada de suma sorpresa de la de menor altura.

 

—Kagami… creo que no lo entiendes.— Habló seriamente, sin acercarse a la ora chica, sólo permaneció junto a la puerta. —Te amo por lo que eres, no por cómo te ves… Rayos— Maldijo sus palabras al darse cuenta de las cursilerías que estaba diciendo, además el sonrojo en el rostro de Kagami tampoco ayudaba mucho. —Lo que quiero decir es que… No me importa si eres hombre o mujer. —Por fin se acercó a la chica y se sentó al lado de ella en la cama, tomando su mano bronceada entre la suya —Te amo… además, tu cuerpo… de hombre o mujer, me hace seguirte deseando de la misma forma.—

Una almohada voló directo a su cara justo al terminar las palabras, pues Kagami estaba avergonzándose de todo lo que salía de los labios de su novia.

—¿Cómo puedes decir esas cosas tan vergonzosas?—Sus mejillas se sentían muy calientes, aquella era de las pocas veces en las que al gran Aomine Daiki se le ocurría ser una persona ‘romántica’.

 

Aomine aventó la almohada que tenía entre las manos y con movimientos sutiles tomó la mano de Kagami nuevamente entre la suya, y dejó un beso cerca de sus nudillos. La pelirroja podía decir que esa parte muy escondida de Aomine le encantaba.

La de cabellos azules soltó la mano contraria y se acercó lo suficiente a Kagami para unir sus labios con los de ella, en un roce tierno.

Kagami dejó que los labios de la chica se posaran sobre los suyos, pero después de unos segundos la empujó muy lentamente con su mano, desviando la mirada sin fijarla en la morena.

—Yo… jamás… he estado con una chica.— Bajó la mirada, pues aunque pudiera estar ‘íntimamente’ con Aomine, no sabía realmente qué hacer, ni mucho menos tenía idea de cómo reaccionaría su cuerpo..

 

La morena sonrió traviesamente y la empujó hasta dejarla sobre el colchón, tomó las muñecas contrarias entre sus manos y se posó sobre el cuerpo de la pelirroja, a horcajadas.

—No te preocupes, Kagami…. No tienes que hacer nada.—

Pudo notar una sonrisa lasciva que apareció en los labios de Aomine, y aun así no se quejó. Pensaba que no sería tan malo estar con la otra chica de esa forma, sería interesante descubrir su ‘nuevo cuerpo’, y qué mejor con alguien como Aomine. De alguna forma le molestaba admitirlo, pero la otra chica tenía más experiencia con mujeres, y definitivamente quería que le demostrara aquello.

 

Se apoderó nuevamente de los labios de Kagami, ésta vez en un beso demandante, en el que ingresó su lengua en la boca contraria, pronto encontró la lengua de la de cabellos rojos y rozándola un poco, empezaron una serie de movimientos sutiles.

Prosiguió a morder débilmente su labio inferior, arrancando un suspiro de Kagami, quien podía sentir cómo su cuerpo poco a poco iba sucumbiendo ante el calor desmedido. El beso continuaba, con movimientos tan lentos y sensuales de sus labios, luego lentamente la morena bajó hacia la fina barbilla de la otra chica, sintiendo la tersa piel sobre sus labios; su respiración se tornaba más agitada a cada beso, y es que su cuerpo estaba reaccionando de una manera diferente a lo que era su ‘cuerpo de hombre’.

 

Kagami permanecía con los ojos cerrados, suspirando a las acciones de su novia. No recordaba que su cuerpo fuera tan sensible, no recordaba que los labios de Aomine se sintieran tan ardientes que podía jurar que se quedaban grabados en su piel. Sintió cómo la boca de la morena seguía su camino en descenso hacia su cuello; ladeó la cabeza, permitiéndole seguir libremente su camino, a lo que la peliazul no se negó.

 

Mordía y degustaba la piel color caramelo de Kagami, tan lenta y tiernamente que empezaba a ser una tortura para la pelirroja.

—Levántate un poco.— Pidió, sin evitar sonreír al enfocar su vista en Kagami y notar un gran sonrojo en el rostro de ella.

La pelirroja asintió con la cabeza y se sentó sobre la cama, notando cómo su novia tomaba su blusa y de un movimiento rápido se la quitaba.

Aomine se estiró lo suficiente para alcanzar los labios contrarios y besarlos nuevamente, sintiendo cómo era correspondida al instante con pasión. Recorrió sus manos morenas por la espalda delicada de la pelirroja, quien tembló ante el tacto pasional notando cómo cada centímetro de su espalda era profanado por unas manos diestras y cálidas.

 

Las manos de Aomine se situaron en el broche del sostén negro, y con mucha lentitud lo desabrochó hasta que éste se deslizó y cayó sobre los bellos brazos de Kagami, dejando su pecho al descubierto.

Paró sus acciones al ver los hermosos senos de la pelirroja, debía confesar que había estado con varias chicas simplemente para ver esa zona de sus cuerpos, sin embargo el cuerpo de Kagami era diferente, era perfecto… estaba hecho sólo para Aomine.

—¿Terminaste?— Kagami habló, de repente tapando su busto con sus antebrazos, un tanto incómoda ante la penetrante mirada de ojos color zafiro. Aquella mirada no le habría importado si fuera un chico, pero las cosas eran diferentes, y ella ni siquiera sabía cómo funcionaba su cuerpo.

—Lo siento. — No, en realidad no lo sentía, si por ella fuera se habría quedado más tiempo mirando el cuerpo contrario, pero había otras cosas más ‘interesantes’ por hacer.

 

Sin perder más tiempo volvió a besarla, empujándola lentamente hasta que Kagami se encontró nuevamente sobre el colchón. No perdió más tiempo y sus labios de nueva cuenta descendieron por el cuerpo de piel bronceada, llegando al cuello por segunda ocasión, desvió un poco su camino y fue dejando besos por el hombro desnudo de Kagami, recibiendo varios suspiros hondos a sus acciones; regresó al cuello y de ahí fue bajando hasta llegar al a la zona de su deseo.

Sin entender por qué, una inseguridad recorrió todo su cuerpo, jamás había dudado tanto en tocar a Kagami de la forma en la que lo deseaba de repente, pero no lo sentía como algo correcto, no sabía porque estaba sintiéndose de esa forma.

—¿Quieres seguir?— Cuestionó tontamente, con un tono de voz que denotaba nerviosismo y Kagami al darse cuenta de ello, se incorporó sólo un poco, con los codos sobre el colchón y enfocando su mirada de ojos rubíes sobre la morena.

—Claro, quiero que me ames de todas las formas posibles.—

 

Sus ojos se abrieron con sorpresa al escuchar semejante respuesta. Su corazón comenzó a latir alocadamente al vislumbrar la seguridad en el rostro de Kagami y escuchar aquel tono de voz tan seguro. Una sonrisa grande dejó mostrar, tal vez eran esas mismas palabras las que necesitaba en ese preciso instante.

Kagami, tratando de darle más seguridad a Aomine, tomó su rostro con una mano, juntando sus labios, esta vez en un beso tierno; debía confesarlo, los labios de la morena eran tan suaves, tan adictivos, simplemente no podía resistirse; intentaba despojarla de su blusa y Aomine no puso ninguna resistencia.

Kagami contempló por algunos segundos el lindo cuerpo de la chica, cuya piel exótica color chocolate la volvía loca.

 

Aomine dejó salir un suspiro de sus labios antes de tumbar de nueva cuenta a la pelirroja sobre el colchón, y de nuevo atacar su cuello, ésta vez una de sus manos descansaba sobre un seno de Kagami, masajeándolo levemente, recibiendo un gemido ahogado por parte de la de cabellos rojos, lo que la incitó a seguir con sus caricias.

Sin demora sus labios se dirigieron hacia uno de sus pezones, dando una pequeña lamida en uno de ellos, notando el estremecimiento en el cuerpo de Kagami.

—Nnngh, Ao…mine.— La voz de la pelirroja era como música para los oídos de Aomine; levantó la mirada y notó el rostro de placer de la otra chica. ¿Cómo era posible que ella mostrara un rostro así con ese simple toque? Podría jurar que el cuerpo de Kagami se había vuelto más sensible y obvio que no podía desaprovechar aquel momento.

 

Se atrevió a meter aquel botón en su boca, masajeando y estimulándolo, percatándose de cómo las manos de la pelirroja buscaban de dónde sostenerse, y al no encontrar nada, solo enredó sus manos en la sábana, apretándolas fuerte ante el cúmulo de sensaciones desbordantes que su cuerpo estaba sintiendo.

El cuerpo de Kagami era tan diferente, cada milímetro de su cuerpo era más sensible, cada roce de los dedos de Aomine la hacían estremecer, cada beso de los labios ajenos la hacía temblar de placer.

 

Una de las manos morenas se encontraba masajeando el seno expuesto de la chica, mientras que su otra mano acariciaba peligrosamente su pierna, recorriéndola por toda cuidadosamente hacia su entrepierna.

Los jadeos quedos de Kagami no dejaban de escucharse, eran casi un susurro, pero Aomine se encargaría de que fueran más audibles, pues necesitaba escuchar gemir a la chica, y qué mejor forma de hacerlo que con sus dedos.

Pero justo cuando se estaba preparando para el siguiente paso, el timbre de la puerta sonó, frunciendo el ceño miró a la pelirroja.

—¿Esperas a alguien?— Preguntó incluso haciendo un puchero al ser interrumpida de esa forma.

—¡No! Y mucho menos cuando estoy… así.— Habló refiriéndose a su cuerpo de mujer.

—Mmm, entonces pasémoslo por alto.— Dijo por último para atacar otra vez los labios de Kagami, pero nuevamente el timbre sonó, y no solo una vez, sino tres veces, en modo de desesperación. —¡¡Demonios!!— Sonó molesta, y es que… ¿A quién le gusta ser interrumpido durante ese ‘momento’?

—Sólo deja que toquen.— A Kagami tampoco le importaba quién estuviera del otro lado de la puerta, aunque el modo ‘romántico’ se había desvanecido un poco.

 

Pero la puerta no era lo único que sonaba, pues el celular de Aomine se dejó escuchar por la habitación; era un sonido realmente molesto en el que la chica peliazul quiso tomar el aparato y aventarlo con fuerza en la pared.

Antes de llevar a cabo su plan, miró el nombre que aparecía en la pantalla del celular.

—Satsuki…—Musitó más para sí mismo, cosa que Kagami pudo escuchar perfectamente.

La puerta no dejaba de sonar, y ahora en lugar de tocar el timbre, era la puerta la que sonaba con golpes fuertes.

 

—¡Dai-chan, Kagamin, sé que están allí!— La voz de Momoi apenas se dejó escuchar en el lugar.

—Creo que es algo importante, o ella no vendría a buscarnos de esta forma.—

Bueno, en esas palabras Kagami tenía razón, y Aomine, más que nadie lo sabía.

Chasqueó la lengua al no poder estar sola con la pelirroja de la forma en la que quería, alcanzó su blusa y con rapidez se la colocó, también alcanzó el sostén negro de Kagami y su blusa, que momento antes le había quitado y se las dio.

Refunfuñando salió del cuarto para ir a la planta baja y abrir la puerta.

 

—¡Dai-chan! Buenas noticias.— La pelirrosada se saltó todo el proceso del saludo y mostró una gran sonrisa, para luego inclinarse sobre su posición y verificar si la pelirroja no estaba a la vista. —¿Y Kagamin?—

—Tch… ¿Qué rayos quieres, Satsuki?—

La nombrada no respondió a la pregunta, pero sí notó cómo su ‘amiga’ tenía el cabello un poco despeinado y entonces entendió todo. No pudo ocultar una sonrisa traviesa al entender por qué la morena había tardado tanto tiempo en acudir a su llamado.

—Lo siento, Dai-chan, no debí interrumpir, no pensé que tú y Kaga—

—Basta con eso… ¿Qué demonios quieres?—

—Oh sí. Midorin quiere que vayamos a su encuentro. Tiene información muy importante respecto a su condición, creo que no le gustó mucho ser una chica.— Soltó una pequeña risa al recordar cómo la chica de cabellos verdes no había aceptado la ayuda que le había ofrecido.

—Espera. ¿Qué? ¿Midorima también es mujer?

—¿No lo sabías? Creí que era obvio, no fue solo él.

—¿De qué hablas? ¿Quién más se convirtió en mujer?

—Dai-chan, no tenemos tiempo para explicaciones, debemos irnos rápido.

—¿Qué rayos pasa?— La voz de la pelirroja se escuchó detrás de Aomine, apareciendo justo en el momento indicado

Momoi notó cómo Kagami estaba también un poco despeinada, pero debía pasar eso por alto, pues tenían mejores cosas que hacer.

—Perfecto. Vámonos.— Con agilidad tomó la muñeca e ambas chicas y las arrastró hacia afuera de la casa, ante Aomine y Kagami quienes se miraban preguntándose con la mirada de qué rayos estaba hablando la pelirrosada.

..::..

.:.

.

Cuando menos lo notaron, se encontraban dentro de la casa del escolta de Shutoku, notando que no estaban solos en aquel lugar, sino que habían más presentes, además del dueño de la casa, claro está.

—Por fin llegaron~nanodayo—Midorima dijo un intento de saludo cuando notó a Aomine y Kagami entrar a su casa.

—¿Qué demonios? ¡Midorima, también eres mujer!  Satsuki no mentía.— la morena habló, compadeciéndose de la peliverde por también haberse convertido en mujer.

—Ehhh… ¿Por qué estás usando… ese… traje?— Fue el turno de la pelirroja de hablar, sin poder despegar los ojos del traje negro con blanco que estaba usando la peliverde.

Una risa se escuchó en el lugar, y es que a Takao le hacía tanta gracia ver el sonrojo de Midorima. Además de que él había sido el culpable de que la chica de anteojos estuviera usando un traje de maid que dicho sea de paso le quedaba perfecto.

—¡¡Eso no es importante!!— Gritó la de cabellos verdes, tratando de ocultar su sonrojo detrás de su mano, simulando acomodar sus anteojos.

 

—Eso no es tan malo.— Habló Murasakibara, acaparando la atención —Ser mujer es tan horrible, gracias a eso tuve que cambiar una falta por unos pantalones porque Muro-chin se puso muy celoso.— Mostró un puchero, con sus brazos llenos de distintas bolsas de comida chatarra.

—No, eso no es cierto.— El tono de Himuro se escuchaba nervioso. —Bueno, solo un poco.—

—Mmmm, pero gracias a tus celos pudimos hacer esa cosa que no conocí—

La pelimorada no pudo terminar su frase, pues Himuro tapó su boca, evitando que la chica dijera cosas que solo debían quedar en pareja.

—No le hagan caso, creo que este estado le afecta un poco.

 

—¿Creen que eso es malo?— Fue el turno de Kise de hablar, la chica rubia había arrastrado a Kasamatsu contra la voluntad del pelinegro, solo para que la acompañara. —Moriyama senpai, enloqueció al verme como mujer. ¡Me llevó a una cita al cine con él!—De solo recordarlo  a la chica empezaban a salirle unas lagrimitas.

—Vamos, Kise, no exageres.— Pidió Kasamatsu, rodando los ojos ante el dramatismo de la rubia.

—¡Oh sí! Por suerte Kasamatsu senpai me salvó.— Mostró una gran sonrisa y luego corrió hacia el nombrado y se colgó de su brazo.

 

—Pfff eso no es tan malo… —Aomine cruzó los brazos. —Tuve la oportunidad de probar el sexo lésbico… y … ¡¡Ella!!— Señaló a Momoi en un acto de descortesía. —¡¡Ella tuvo que interrumpir!!—

—¿¡Huh!? ¡¡Yo sólo quería ayudar!! Eres muy malagradecido, Dai-chan.—

—Pues si querías ayudar  interrumpiendo un buen momento… ¡Felicidades! Lo lograste.—

Y así Momoi y Aomine se enfrascaron en una pelea verbal, como tantas veces lo habían hecho. Kagami, por otra parte tenía ambas manos sobre su rostro, tratando de ocultar su gran sonrojo ante la confesión de la morena sobre sus momentos íntimos.

—Ugh, no teníamos que enterarnos de eso.— La voz de Takao por fin se dejó escuchar.

No debía decir que los ojos de los presentes estaban puestos en Aomine y Kagami ante tal confesión tan repentina.

 

—Ejem…— Midorima carraspeó, interrumpiendo la pelea infantil entre la pelirrosada y la peliazul —¿Alguien más se ha puesto a pensar sobre este asunto? ¿Saben por qué nos convertimos en mujeres?— Pero ante la pregunta, nadie contestó, pues aunque hubieran pensado sobre ello, no había respuesta; todos negaron con la cabeza.

Todos se miraron unos a otros, tratando de saber si alguien tenía la respuesta pero era inútil.

Midorima suspiró resignado, sabiendo que tenía mucho por explicar, así que trató de hacerlo de una forma sutil y entendible para aquellos que eran lentos… “Aomine y Kagami” pensó.

 

—Bien. Pensemos… ¿Por qué Himuro, Takao y Kuroko no se convirtieron en chicas? ¿Recuerdan qué actividad hicimos el día anterior a este?—

Todos permanecían pensativos.

—Jugamos ese partido de basquetbol.— Himuro no tuvo que pensar mucho, pues sus recuerdos rápidamente saltaron en su cabeza.

—Así es. ¿Y por qué tú no te convertiste en chica? Hiciste algo diferente a nosotros por lo que no te convertiste en mujer.— La peliverde se dirigió a Himuro, ya que parecía que era el único capaz de pensar por sí mismo. Claro que Midorima ya tenía la respuesta a todo el embrollo, pero tal vez quería ver el mundo arder (o más bien ver que los cerebros de sus compañeros se quemaban dentro de sus cabezas) por lo que no dijo la razón.

Todos miraban a Himuro, no queriendo pensar por ellos mismos y dejando que el pelinegro de Yosen tuviera la respuesta.

Himuro pensó por un momento y retrocedió el tiempo en su mente a esa cancha, tratando de recordar cada detalle que pudiera ayudar; cuando supo de lo que se trataba abrió grandes los ojos mirando a Midorima, y sintiendo todos los ojos de los demás presentes sobre él.

—¡¡Eso es!! ¡Las botellas de agua!

Midorima sonrió al comentario, dando a entender que esa era la respuesta a sus problemas.

 

—¡Ese enano psicópata! Ahora entiendo por qué estaba tan gentil y amable.— Aomine formó su mano en un puño, recordando el día anterior y cómo Akashi no los había agredido en aquel momento.

..::..

.:.

.

Su día había pasado tranquilo, se encontraba sentado en el enorme cuarto que era la sala de estar, disfrutando un poco de su té favorito, cuando la voz de una de las sirvientas lo sacó de sus pensamientos.

—Akashi-sama, un grupo de chicos los está buscando, les dije que seguramente usted no estaría dispuesto a recibirlos pero eran muy insistentes.—

El chico con heterocromía sonrió a las palabras de la mujer, dejando su taza de porcelana fría sobre la mesa de centro.

—Vaya que tardaron.— Dijo más para sí mismo. —Diles que pueden entrar, no hay problema.—

Después de una pequeña reverencia la mujer se retiró, acatando a la perfección las palabras del chico pelirrojo.

 

Akashi no se inmutó, prefirió que los demás chicos lo encontraran, así que tomó de nuevo la taza de té y siguió disfrutando de un buen momento.

—Akashi-kun, creo que esta vez te excediste.— Una voz de tono suave se escuchó, a lo que Akashi miró al chico peliceleste que se encontraba sentado frente a él.

—Ese escarmiento les servirá para no volver a hablarme de esa forma.— Desapareció su sonrisa ante las palabras de Kuroko, quien ya se encontraba totalmente listo con el teléfono en mano para tomar todas las fotos que pudiera.

 

La pequeña conversación fue interrumpida por un grupo de chicos y chicas que entraron sin ninguna educación al gran cuarto.

—¡¡¿¿Akashi qué clase de brujería lanzaste sobre nosotros??!!— Aomine fue la primera en abordar al capitán de Rakuzan, y por supuesto que no fue de una manera cortes ni tranquila.

—¿Brujería? Ese es un término demasiado tonto…. Prefiero llamarlo ‘Ilusiones’— Habló con sarcasmo.

—¡Eso es una tontería, nuestros cuerpos no son una ilusión!— Kagami tuvo que apoyar a su novia, pues no quería ir a la escuela al día siguiente viéndose de esa forma.

Todos estaban de acuerdo con Aomine y Kagami, tanto que ni siquiera habían visto al pequeño chico fantasma que se encontraba en el sillón, sacando tantas fotos podía y con un sangrado en la nariz.

 

—Yo quisiera decir algo.— Takao interrumpió, levantando la mano, haciendo que todos posaran su vista en él. —Akashi, no sé si esto se pueda hacer sin problema… pero quisiera proponer a Shin-chan como posible candidato para hacerlo más seguido… es que me vuelve loco.—

Lo único que logró el base de Shutoku fue que todos se lanzaran a él con golpes propinados en diversas partes de su cuerpo, definitivamente después de eso cerraría la boca, hasta nuevo aviso.

—¡¡Regrésame al Atsushi original!!— Pidió en modo de súplica Himuro, esperando que Kasamatsu también lo apoyara, y al ver que no decía nada, lo miró, como pidiendo algún comentario de complicidad.

—Eh… sí… bueno yo… pues me da igual.— Kasamatsu cruzó los brazos, en realidad ni siquiera quería estar allí, si no fuera por el as de su equipo hacía horas que se habría ido a casa a jugar videojuegos.

—¡Senpai no sea tan cruel!—

 

Akashi se estaba divirtiendo tanto al ver así a sus compañeros, en definitiva tendría que pedirle a Kuroko que le compartiera el video que estaba grabando en ese instante.

—No hay nada que hacer, esta noche regresarán a sus cuerpos originales.—

Sonidos de sorpresa fueron emitidos de la boca de la mayoría de los presentes, incrédulos, sin saber si debían confiar en Akashi o no.

—¿Qué te hace pensar que te creeremos?— Aomine estaba demostrando su actitud rebelde, sin importarle que Akashi lo matara en ese instante.

—¿Alguna vez les he mentido, Daiki?

Y el silencio llenó el lugar al no recordar alguna ocasión en la que Akashi no cumpliera su palabra.

—Tch… de acuerdo. Te daremos la ventaja de la duda.— Kagami habló, aunque de todas formas no podían hacer nada más que creer en las palabras de Akashi, aquello no era una opción.

Así que los demás chicos de la famosa Kiseki no Sedai se dieron por vencidos con el tema… esperarían hasta el día siguiente para ver si sus cuerpos regresaban a su estado original o de veras las cosas se pondrían más feas.

..::..

.:.

.

La noche había caído de lleno en la ciudad, Aomine y Kagami habían hecho el largo viaje de regreso a Tokio, esta vez hacia la casa de la pelirroja. De todas formas, Aomine pensaba faltar al día siguiente a la escuela, y Kagami tenía que ir sin objeciones o Riko Aida lo mataría por no presentarse a clases o a las prácticas.

 

Cuando ambas se sintieron cansadas se dirigieron a la recámara de la pelirroja, para descansar después de un día largo, agotador y loco.

Pero, al estar ya entre las sábanas, Kagami pudo notar las manos traviesas de Aomine deambular por su cuerpo, sin embargo, la pelirroja no estaba muy segura de volver a intentar estar íntimamente con Aomine.

Atrapó las muñecas de piel morena entre sus manos, parando todos los movimientos de la morena, quien no pudo evitar sorprenderse un poco ante ello.

—Creo que… no quisiera hacerlo mientras estoy así.— La pelirroja denotó un tono de voz tranquilo, y sin necesidad de más palabras Aomine entendió totalmente la situación.

Kagami no se sentía segura ni tranquila teniendo sexo de esa forma, así que Aomine simplemente la respetaría y esperaría al día siguiente que sus cuerpos regresaran a la normalidad.

—Entiendo.— Sonrió, abrazando a Kagami por la espalda, dando varios besos en sus hombros y cuello. —Pero prepárate mañana, te prometo que no podrás sentarte por una semana.—

—Tsk, no te luzcas, idiota.—

Después de una pequeña risa por parte de Aomine, se dispusieron a descansar, sin saber si sus cuerpos volverían a la normalidad, por lo mientras debían dormir, ya tendrían mucho tiempo el día siguiente para preocuparse por lo demás.

..::..

.:.

.

—¡¡¡¡Kagami!!!!—

La voz molesta de Aomine llenó la habitación, con un grito fuerte que hizo que Kagami abriera lentamente un ojo, solo para tomar las sábanas y taparse hasta la cabeza, dándole a entender a Aomine que no quería ser molestado.

—¡¡Kagami!!—

Vaya que Aomine era persistente. Con una vena saltándole en la frente, quitó sus sábanas, sintiendo mucha molestia al escuchar la voz gruesa de Aomine.

—¿Qué carajos quieres? ¡¡Déjame dormir al menos otros cinco min— No terminó su frase al ver la enorme sonrisa en los labios de Aomine, y al ver el fornido cuerpo musculoso de piel morena. No pudo suprimir su propia sonrisa y miró su cuerpo, percatándose de que este había regresado a ser musculoso, como debía ser.

—Te extrañé mucho.— Mencionó, hablando y abrazándose a sí mismo, recibiendo una mirada de curiosidad por parte del moreno. —¡¡Demonios, es tarde para ir a la escuela!!— Gritó al notar la hora en el reloj de su celular, para levantarse tan rápido como pudo y vestirse con su típico uniforme escolar. Tomó su mochila, sin siquiera saber qué libros llevaba y se apresuró a salir de la habitación ante la mirada de extrañeza del chico de  Tōō, estuvo a punto de abrir la puerta de entrada cuando se maldijo internamente y, dando media vuelta regresó nuevamente sus pasos hasta entrar otra vez a la habitación, donde un Aomine permanecía aun tratando de entender lo que acaba de pasar.

Kagami se dirigió hacia su novio y sin decir nada unió sus labios con los de éste, en un beso tierno. Aomine no se resistió, sino todo lo contrario: enredó sus dedos en los cabellos rojos y lo atrajo más hacia él, cambiando el roce de labios por un beso francés en el que ambas lenguas se encontraron.

 

—En verdad necesito irme… pórtate bien.— Habló Kagami, deshaciendo el beso, pues si no lo hacía en ese momento aquello podría terminar mal para él.

—De acuerdo… aquí te esperaré.— Dio un último beso fugaz en los labios del as de Seirin  y luego miró cómo éste sonreía tiernamente y caminaba hacia la puerta de salida.

A Aomine no le importaba quedarse solo en el departamento, no era la primera vez que lo hacía, pensó que sería buena idea dormir hasta que el día de Kagami terminara y éste regresara a casa.

..::..

.

El día había terminado, la noche amenazaba con caer en menos de una hora, y la Generación de los Milagros, junto a otros amigos cercanos se encontraban reunidos en aquella cancha de basquetbol callejera que solían frecuentar.

Akashi los había citado en ese lugar para imponerse por sobre todos y también para amenazarlos solo un poco con sus inquietantes poderes de ‘cambio de sexo’.

 

—Así que… el próximo que me vuelva a hablar como lo hicieron estos dos idiotas la última vez…—Se refirió a Aomine y Kagami, quienes mudaron ante la amenaza. —… tendrán un destino peor que solo un cambio de sexo.

Todos miraron al capitán de Rakuzan; claro que Akashi era intimidante, y más cuando tenía unos poderes extraños que para nada eran broma. Ninguno se atrevió a decir nada, pues aquello tal vez significaría algo peor.

—No quisiera pasar por lo mismo… es horrible.— Kise se atrevió a hablar, a lo que sus antiguos compañeros de equipo asintieron con la cabeza. Kasamatsu seguía pensando que el rubio era muy exagerado.

—No puedo creer que las mujeres usen trajes tan vergonzosos.— Midorima quería olvidar todo lo que había pasado gracias al traje que Takao le había comprado.

—Shin-chan, no lo niegues, te gustó el traje. Y lo sé porque lo guardaste muy bien en tu armario.— La mirada sugerente de Takao no se hizo esperar.

—¡Cállate!

—Estoy de acuerdo, no me gusta que Muro-chin se ponga celoso.— Apenas habló Murasakibara, con sus amados Maiubo en mano.

—Vamos Atsushi, yo no estaba celoso, era solo que…. Okay sí estaba celoso.— Himuro cruzó los brazos, para luego sentir cómo la mano del más alto de Yosen tomaba la suya.

—Yo creo que todas se veían lindas.— Se atrevió a hablar Kuroko, recibiendo varias miradas ‘matadoras’ ante su tenaz comentario.

 

Akashi había sido muy rudo con sus demás compañeros, pues ninguno de ellos había tenido la culpa, pero no pudo evitar convertirlos en mujer y reír con las cosas que les pasaba. Incluso podría repetirlo alguna vez.

—Bueno, creo que quedó claro el punto.— Finalizó el antiguo capitán de Teiko, permaneciendo más tranquilo ante la situación.

Aomine y Kagami chasquearon la lengua, eran demasiado rebeldes como para dejar así la situación.

—Bueno.— La gruesa voz de Kagami acaparó la mirada. —Si lo pensamos mejor… qué bueno que tú no te convertiste en mujer, Akashi.

El nombrado miró al as de Seirin con una ceja levantada, al no entender muy bien de lo que hablaba el pelirrojo.

—Es cierto.— Aomine tenía que seguirle el juego a su novio. —Si te hubieras convertido en mujer serías una chica muy plana. Nada de busto ni trasero.— Con el comentario, Aomine y Kagami empezaron a reír fuerte, y los demás, al notar que eso era un deja vú, salieron corriendo de ese lugar, dejando a un Akashi al que los colores se le estaban subiendo a la cabeza por el simple comentario y al imaginarse que tal vez aquellos dos idiotas tenían razón y se podría haber convertido en una chica plana.

Notas finales:

Perdón, perdón, perdón!! Sorry por el intento de lemmon horrible... estaba tan entusiasmada tratando de escribir el lemmon, cuando me quedé totalmente atorada, me di cuenta de que no podía escribirlo... no porque no supiera cómo 'funciona' ese tipo de lemmon, sino más bien porque no estoy habituada a los términos yuri... Pueden arrojarme jitomates si quieren, creo que me lo merezco.

En fin, este es el día de mi ship favorita, así que hay que festejarlo!! /o/
Espero que les haya gustado el escrito, siempre trato de haer cosas originales para ustedes.

Gracias por sus lecturas y reviews! <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).