Oscuridad
1.
Él era oscuridad, frío, el aceite que corre sin mezclarse, el innombrable al que los hombres han temido por siglos; el mal presagio de la muerte. El rico de ojos azules, llenos de soledad, vacío como una reliquia, que sola y olvidada en algún rincón de algún museo.
El que por años y milenios solo había visto en humanos, escuchado en susurros y leído en libros, los que consideraba baratos, poesías falsas e idílicas, que solo acumulaban plata en los bolsillos de los mortales, a cuestas de los típicos ilusos que compraban por cumplir fantasías sucias y banales, insípidas ante sus ojos rígidos, porque solo eran letras y tinta. Que ante sus dominios debían de ser purificados con la muerte, con los sufrimientos más dolorosos por haber tenidos tal aberración de sentimientos y arrastrado a los ajenos junto a los suyos.
Sus cabellos se arrastran por la seda blanca, un color que aborrecía pero por tratarse de él, lo soportaba y no l e importaba porque tal color combinaba con sus cabellos. La punta de su nariz se desliza por la piel de su amante, aspirando el aroma, ese aroma masculino de musgo silvestre, rudeza y sangre, polvo y tierra, dolor. Una sonrisa se dibuja en sus labios, siendo estos acariciados por unos dedos largos delineándolos con la yema.
-¿Regresarás?... –Pregunta en un susurro temeroso
Porque teme a la respuesta, Zeus ya comenzaba a sospechar y su hueste lo mantenía informado y los demás dioses sabían, poco le importaban todos ello pero él, él se encontraba al mandado del padre de todos los dioses. Era el líder de sus tropas del Olimpo, las entrenaba hombro con hombro para la batalla, una que en milenios era solo un lejano pensamiento y que ahora era como un rayo de sol que amenazaba con sucumbir.
Un rayo de sol que quemaba su piel, que le provocaba sentir aquellas emociones y era gracioso porque no tenía sentido aquello que pensaba. Pensar… idealizar, palabras que jamás llego a usar en esos términos pero que sin duda su corazón se negaba a dejar, este ya los había aceptado. Su corazón se había asfixiado de la soledad, torturado de miles de maneras al no hallar otra índole de sobrevivencia, sin embargo cuando llego lo acepto sin contemplaciones, como una espina que se adentra en la piel, sin ni siquiera sentirla hasta que sea demasiado tarde. Ahora late con fuerza y vigor como una nuevo, y no se dejaba oprimir por la mentira sino por la esperanza misma.
Recuerda cuando sus ruegos no eran escuchados y lamentaba cada uno de sus fracasos, sus obsesiones corrosivas; la primera vez que probo de aquellos labios tibios y calientes, que diferencia encontró entonces, la mente y el cuerpo, rojo y negro, el abismo se des quebró y la distancia no fue tan notoria sino que no existía entre ellos. Solo la mentira de sus propios pensamientos.
Y solo que entonces que envidio y perdono, se atrevió a tratar de comprender, aunque no del todo, porque siempre debe de existir un contra, esa que lastimaba, este obstáculo que lancera los sueños, porque él ya comenzaba a conocerlos y le asentaban bien. Ilusionarse por alguien y soñar con este, con su amor y el mañana juntos.
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