Capítulo I
No entendía por qué el suelo no podía quedarse quieto. ¿Estaba tratando de esquivarme? ¿Pretendía que cayera?
Avancé como pude, siendo muy cuidadoso al momento de pisar cada baldosa. A veces perdía el equilibrio, pero un irritado empujón, cortesía de las personas contra las que colisionaba, volvía a ponerme sobre mi camino. A ese paso y con toda esa dificultad, logré, finalmente, llegar hasta la barra del club donde, aún consciente, me desplomé. Apoyé mi frente sobre ésta, buscando que el contacto frío me apaciguara y, entonces, lo sentí.
¿Cuánto había tomado? En ningún momento había llevado la cuenta de ello. Apenas vaciaba mi vaso, una amigable mano ajena se encargaba de volver a llenarlo, imposibilitándome el conteo. Habiéndome percatado de ello, comencé a sentir el alcohol revolviéndose traviesamente en mi estómago y, a su vez, la adrenalina que éste provocaba corriendo por mis venas. Una parte de mí me decía que debía irme a casa antes de que mi estado me metiera en problemas, pero otra, aún más grande, me incitaba a aprovecharme de esta faceta impulsiva y desinhibida para divertirme. Imaginé al ángel y al diablito de mi consciencia discutiendo mientras yo esperaba pacientemente a que acabaran su disputa para así decidir qué hacer.
En tanto esto ocurría en mi cabeza, me incorporé en mi asiento de frente al lugar. No podía concentrarme lo suficiente en el sonido como para distinguir ninguna canción, por lo que sólo oía un barullo que no hacía más que marearme. Paseé mi vista por los grupos de gente, siendo mi atención atraída por un par de chicas que bailaban sensualmente entre ellas. Estoy seguro que, de no haber sido porque no oía nada más que ruido, habría escuchado el "¡plop!" que hizo el angelito al desaparecer de mi mente, dándole al diablo el pie para dominar la situación.
Yo ya sabía cómo quería terminar la noche.
Misión uno: Pararme.
Apoyé un pie en el piso con cuidado. Cuando éste estuvo seguro sobre el suelo, me atreví a bajar el otro con confianza, quizá tanta, que no medí la fuerza con la que me echaba hacia adelante. Mis manos se agitaron desesperadas buscando de qué aferrarse para que yo no cayera de bruces al piso, agarrándose con tanta fuerza de un pedazo de tela, que sentí cómo se desgarraba entre ellas.
Misión fallida.
Parpadeé sorprendido ante el hecho de que no me encontraba en el suelo. Miré atónito hacia los costados buscando una explicación cuando fui consciente del par de brazos que me rodeaba la cintura, sosteniéndome. Me di cuenta de que mis manos todavía rodeaban aquella prenda frente a mí que logré reconocer como una camisa rota, por mi causa, seguro. Levanté la vista para ver a mi salvador, sin levantarme de su pecho. Él me miraba con el ceño fruncido.
—Estás totalmente borracho, SeungRi— Me riñó en voz lo suficientemente alta para hacerse escuchar por sobre el ruido del ambiente. Subí mis manos a sus hombros para usarlos de apoyo y poder acomodar mis pies sobre el suelo. El muy hijo de puta seguía moviéndose de un lado a otro pero, con ayuda de los brazos que me tenían, pude enderezarme. Éstos no me soltaron.
—Lo siento, hyung. Perdí el equilibrio— Me excusé asintiendo levemente con la cabeza, seguro de que mi cuerpo no resistiría permanecer en pie si hacía una reverencia. —. No estoy borracho. — Sabía que lo estaba, pero algo en mí lo negaba. Me lo negaba a mí mismo y me obligaba a negárselo a mi mayor, quien enarcó una ceja ante mi respuesta.
—Ah, ¿no? ¿Cuánto has tomado?— Preguntó autoritariamente. Comencé a hacer cuentas mentalmente hasta que recordé la verdad.
—No lo sé— Respondí sinceramente. Me miró a los ojos de manera intimidante. Sostuve su mirada un momento hasta que me cansé y volví a desviar mi atención hacia las chicas que bailaban detrás nuestro. Noté satisfecho cómo susurraban entre ella lanzando pequeños vistazos hacia nosotros, así que palmeé dos veces el hombro del otro chico a modo de saludo. —. Lo siento, hyung. Debo hacer algo— Le dije sin dedicarle una segunda mirada.
Comencé a caminar con cuidado en dirección de aquellas mujeres cuando sentí cómo alguien tiraba fuertemente de mi brazo. Choqué contra el torso del más alto, rebotando levemente contra éste mientras volvía a rodear mi cintura con un brazo para evitar que cayera.
— ¡¿Qué haces?!— Exclamé enojado, alzando la vista hacia él. Me miraba furioso.
—Vamos, maknae. Te llevaré a casa— Espetó. Tironeó de mí guiándome hacia la salida del lugar, pero me resistí como pude, clavando los pies en el piso.
— ¡No! ¡Quiero quedarme!— Dije caprichosamente. — Iba a hacer algo— Mis intentos por soltarme de él eran penosos, ya que no tenía fuerzas para nada. Volví a mirar hacia las chicas y aparté rápido la vista, avergonzado al notar que observaban mi pelea con hyung. Él se detuvo y se volvió hacia mí.
— ¿Qué ibas a hacer? ¿Ir a ligar con esas chicas?— Cuestionó. — No te dejo.
Ante esa respuesta, yo también frené toda mi lucha y lo miré fijamente.
— ¿Por qué no me dejas?— Desafié.
—Porque no— Él se cruzó de brazos de forma determinante, haciéndome enojar aún más.
—Pero, ¿por qué?— Insistí pasando por alto que me había liberado y que podía marcharme si quería.
—Porque no— Repitió. Frunció un poco sus labios, como dudando si añadir algo más. Finalmente, se decidió. —. Me da celos.
— ¿"Celos"?— Esa respuesta no era la que esperaba. — ¿Celos por qué, hyung? ¿Las conoces, hyung? ¡Debiste decirme, hyung! Juro que no me tiraría a nadie que te gustara a ti. ¡Lo sien...!— Interrumpió mis gramaticalmente incorrectas disculpas apoyando su mano sobre mis labios. Odiaba que hiciera eso y él lo sabía, por lo que abrí mi boca y mordí sus dedos con fuerza. Los apartó rápidamente riendo. ¿De qué reía? Idiota.
—No por ellas, tonto maknae— Me explicó sin dejar de sonreír. Entre el alcohol y esa respuesta, yo me encontraba demasiado confundido. Lo miré sin entender.
— ¿Ah? — Inquirí. Él negó con la cabeza como si yo fuera un idiota. Por tercera vez en la noche, se acercó a mí y rodeó mi cintura en un abrazo, acercando sus labios a mi oído.
—Es por ti por quien estoy celoso— Confesó. Estuve un momento para registrar aquello. ¿Por mí? Abrí grande los ojos, sorprendido. —. No vayas a ligar con esas zorras. Sé mío esta noche. — Agregó para luego volver a enfrentarse a mí. Me miraba como esperando una respuesta. Yo no sabía qué decir. No sabía qué pensar. No podía pensar. Intentaba concentrarme en lo que acaba de decirme, pero cada pequeña cosa del ambiente me distraía. Dirigió una mano a sostener mi mejilla mientras evaluaba mi expresión, sentía que estaba pidiéndome permiso para algo. Me abstraje analizando el tacto de su mano, así que no vi cuando, cansado de esperar una respuesta, cerró la distancia entre él y yo y me besó.
Movió sus labios suavemente contra los míos y yo, casi por acto reflejo, no tardé en complementar aquellos movimientos con algo de torpeza. No sé por qué, pero ese beso fue distinto a cualquiera que hubiera dado o recibido en mi vida. El sólo sentir el roce de aquellos labios ajenos enviaba descargas eléctricas a todo mi cuerpo, pero no eran desagradables. Era la primera que alguien me hacía sentir tanto con tan sólo un beso.
De haber estado con la consciencia completamente en sí, probablemente, no le habría devuelto el beso… o quizá sí. No lo recuerdo.