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Colors Spell por AleChun

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Notas del capitulo:

¡Hola! :DD ¿Como estan? Espero que bien, aqui les traigo un nuevo capitulo de este fic, como siempre, una enorme disculpa por la demora, mi irresponsabilidad no tiene limites, realmente lo siento. :c 

Sin embargo, espero que la amplitud de este capitulo compense mi ineficiencia, es mas larguito de lo usual asi que realmente espero que les agrade.

Aclaro que el primer fragmento en cursiva es un tipo de escenario ajeno a la linea de tiempo actual. :D Por cierto, tambien advierto que gran parte del capitulo es AkaFuri, lo digo porque no quiero malentendidos.

Y en respuesta al review de Nae, solo decir que pienso que deberia usar esas preciosas manos que tiene para dejar reviews a las autoras que escriben de su OTP, y por supuesto, que la tienen satisfecha.

El AkaFuri es una de las OTP( junto al AoKise) que realmente amo, y no voy a dejar de escribir sobre ellas :D.

Y bueno, ya no me extiendo. Disculpen los errores ortograficos y de redaccion.

.

 

.

 

.

 

Aun así, he estado preguntándome si realmente eres tan cruel como lo has demostrado.

 

Cuando Maasaki Akashi cumplió cuatro años, lo primero que hizo en la mañana fue levantarse de la cama de aquella lujosa clínica, el único lugar al cual podía llamar hogar, y dirigirse a la enfermera que cuidaba exclusivamente de él, con pasos pequeñitos y las mejillas infladas, le pregunto con algo de timidez en su voz; ¿Eres mi mami?.

 

La mujer, de mediana edad, le observo con sorpresa para luego suspirar y acariciar los cabellos del pequeño niño en cuestión, y es que la sola imagen del pequeñito en su pijama causaba un sentimiento de tristeza en cualquier humano que le viese, tan indefenso e ilusionado; el sentimiento de proteger y liberar surgían al notar ese pequeño rostro. Sin embargo; las órdenes del padre del niño habían sido claras, estaba estrictamente prohibido interferir con el tratamiento de Maasaki, cualquiera que osase interrumpir su calma y habitual cotidianidad seria despedido inmediatamente.

 

Así que, con aquello pegado en la mente de todo el personal de la clínica; la enfermera levanto al niño en brazos para llevarlo nuevamente a su cama, rodeado del mar de sábanas blancas e inmaculadas, sin rasgo alguno de suciedad. Maasaki volvió a colocar su dulce mirada en la mujer, esa mirada encantadora, infantil y tierna.

 

La enfermera supuso que el pequeño Akashi esperaba una respuesta a su pregunta.

 

—No, pequeño, no soy tu madre—respondió, llevando una mano hacia la mejilla rosada del niño. Las palabras habían sido duras y cortantes, la enfermera lo sabía, la cruda realidad podía sofocar a cualquiera, y de hecho, resultaba ser más aterradora para un infante. Aun así, el pequeño permaneció en silencio, posiblemente presa del shock primario a esa respuesta, ya que Maasaki suponía que aquella mujer que lo había cuidado siempre era su madre. La respuesta había tenido un efecto claro, destructor y arrollador.

 

El silencio permaneció durante unos cuantos minutos más.

 

El sonido de los pasos deslizándose como notas musicales por los pasillos llenaban los oídos del pequeño. Tohsaka san no era su madre, no era esa mujer que había leído en diversos cuentos de hadas, no era el tipo de mujer que esperaba que lo abrazase con amor y cariño profundo, no era la misma mujer que visitaba a diario al pequeño niño que ocupaba la habitación contigua a la suya. El pequeño hijo de Akashi Seijuuro envidiaba, realmente envidiaba a cualquiera que tuviese una madre.

 

Todos tenían una madre. No había ser vivo en la tierra que no lo tuviese. Entonces, por lógica, él también tenía una. Por supuesto, él también tenía una.

 

—Tohsaka san—se apresuró a hablar, con entusiasmo emergente en su interior—entonces, ¿Podría decirme donde esta ella?

 

— ¿Quién?

 

—Mi mami—pronuncio con una sonrisa

 

La enfermera volvió a sumergirse en un predicamento. ¿La madre de Maasaki? No tenía conocimiento alguno sobre aquello. A decir verdad, nunca nadie había visto a la progenitora del niño, jamás se había presentado en el hospital ni mucho menos junto al señor Akashi, la mayoría del personal médico suponía que la madre ya no se encontraba con vida, y la otra parte corría el rumor de que probablemente no se trataba de una mujer sino de un doncell, claro signo de vergüenza para la familia tradicional por parte del padre de la cual provenía el pequeño, por lo cual se le impedía ver a Maasaki.

 

Pobre bebe.

 

Tohsaka era incapaz de derramar la verdad sobre las esperanzas de Maasaki, no era posible para ella continuar lastimándolo.

 

—Seguramente esta con tu padre.

 

Maasaki inflo las mejillas y negó con la cabeza al escuchar eso. —No, no creo. Papi siempre viene solo. —respondió inmediatamente.

 

—Lo más probable es que ella también deba descansar y por eso no pueda venir a visitarte

 

El niño bajo la cabeza al escuchar aquello. ¿Qué su mami estaba enferma? No, eso no, no quería que su mami estuviese como el, encerrada todo el día en una habitación, oh no, su mami no. Eso no estaba bien, el deseaba con todas sus fuerzas encontrarse con su madre, pero si su mami estaba enferma, ese sueño se sumergía y destruía en mil pedazos, se volvía utópico dentro de su cerebro. Era imposible, feo, muy feo, tanto que lo destrozaba y le daban ganas de dar muchas vueltas en la cama, hasta caerse y lograr que su mami apareciese junto a él.

 

Pero.

 

Pero

 

Eso estaba mal. Tan mal. Su mami tenía que descansar, tenía que… tenía que estar bien.

 

Sus pequeños ojos lagrimearon al instante. Extrañaba tanto a su mami…

 

Si tan solo su padre se animase a hablarle de ella, pero no, Seijuuro en sus visitas mensuales, siempre lograba evadir el tema.

 

Era malo, muy malo.

 

Pero Seijuuro era su padre. No podía odiarlo. —Quiero ver a papi—sollozo—Quiero que papi venga. —pidió entre lágrimas.

 

-w-

 

Himuro piso el acelerador con fuerza. Todo estaba saliendo mal, todo se estaba yendo a la basura en cuestión de segundos, era una mierda sin sentido. No podía creerlo, jamás se había imaginado aquel patético escenario. ¿Por qué Murasakibara lo había seguido? Era inaudito, vergonzoso y erróneo. Atsushi simplemente había aparecido ahí, sin contemplación alguna, mostrándolo ese rostro lleno de dolor y angustia, mostrándole el resultado de su actuar, mostrándole lo mucho que lo había lastimado.

 

Golpeo el timón con frustración e ira. ¡Maldición! Si tan solo hubiese sido más precavido, pensó al instante en que cogía su celular y marcaba el número de su esposo. Tenía que hallar una solución, necesitaba escoger las palabras adecuadas para calmar a Murasakibara, tenía que mantenerle a su lado a cualquier precio.

 

Un estúpido error no echaría a perder todo por lo cual se había esforzado durante tantos meses.

 

El sonido del timbre duro unos cuantos minutos, sin embargo; Atsushi se negaba a contestar, su respuesta se resumía en un innegable silencio. El resultado era continuo, la voz de la operadora se presentaba como una melodía usual, pero que en esos momentos destruía los nervios de Tatsuya, llenándolo de todo tipo de incertidumbre. Himuro apretó los labios y volvió a insistir, no se rendiría tan fácilmente, no obstante, la respuesta continuaba siendo la misma. Negó con la cabeza, la desesperación comenzaba a nublar sus sentidos. Murasakibara jamás se había negado a hablar con él, esta ocasión estaba siendo asquerosamente memorable. Tatsuya tuvo ganas de vomitar de solo pensar en un desenlace fatal.

 

Su corazón latió con fuerza al sentir la desolación palpitante en su cabeza, tenía que apresurarse, necesitaba correr al lado de su esposo, no podía dejarlo más tiempo solo; miro hacia el frente y diviso el semáforo en rojo, apretó el timón y maldijo en voz baja, cualquier detalle podía irse al diablo. Volvió a pisar el acelerador con todas sus fuerzas.

 

.

 

.

 

.

 

A Tatsuya no le importo el golpear con fiereza la puerta de la habitación de Murasakibara, en primera, porque sabía perfectamente que Atsushi se encontraba en el interior, y en segunda porque todo el personal que trabajaba en el mantenimiento de la casa se encontraban en total conocimiento del matrimonio que se había efectuado ese mismo día, de hecho, Atsushi se había encargado con abnegación y cariño de informarles sobre su dicha, minutos antes de partir hacia el juzgado donde se celebraría y es por ello que ahora nadie se atrevía a objetarle cualquier acción.

 

Sin embargo, a pesar de la insistencia, la puerta jamás se abrió, continuo cerrada, como una gran roca que obstaculizaba cualquier intento que Tatsuya se esmerase en hacer, a pesar de ello, su puño continuo golpeando una y otra vez hasta lograr que parte de sus nudillos se tornasen de color morado, solo cuando deja de sentir el tacto en aquella zona fue que se detuvo.

 

Los empleados aunque silenciosos, caminaban despacio en pos de observarle, el alboroto era inusual, quebrantaba la serenidad del lugar, lo cual los llevaba a reaccionar de aquella manera.

 

Himuro suspiro, observo nuevamente el café de la madera y tuvo la sensación asfixiante, mareante, desesperante de sentirse atrapado en un laberinto sin salida, todo indicaba a que Atsushi no le daría ni un segundo de su tiempo. Es más, parecía que lo desecharía como una basura, como algo inservible y a esas malditas alturas de su vida, Tatsuya se sentía merecedor de ese trato.

 

No obstante, luego de unos minutos de silencio, la puerta crujió, reventando las expectativas de Himuro, llenándole los sentidos de reconfortante esperanza. Se levantó instantáneamente, como un resorte y se apresuró a entrar y cerrar la puerta detrás de sí.

 

Su respiración y latidos comenzaban a desarmarle, a dejarlo expuesto frente a la figura de Murasakibara.

 

Pero Atsushi, no le estaba mirando, permanecía obsoleto en su cama, sentado frente al enorme balcón que regalaba una vista esplendida del cielo oscuro, de las bonitas estrellas, de la luz cegadora proveniente de la luna.

 

—Atsushi…—Himuro se acercó a pasos lentos, calmado, totalmente atento a cualquier movimiento o sonido. Necesitaba actuar con cautela, calmar la situación, no empeorarla. Sino mejorarla. Necesitaba abrazarlo y decirle que lo sentía, que en realidad, todo tenía una explicación, que se sentía ruin y asqueroso por todas sus mentiras, pero que también lo amaba desde el fondo de su corazón, que ya quería parar pero que necesitaba ayuda para hacerlo.

 

Su ayuda.

 

Pero, antes de que cualquier sonido saliese de su garganta. Atsushi se levantó y le miro, con ojos tristes, con una mueca destrozada. No parecía ser el mismo de siempre. —Creí que estarías más tiempo con la presidenta—pronuncio con firmeza— ¿No es ella más importante, Muro chin?

 

No, no era así. Realmente no lo era. Himuro se moría por decirlo, por comprobarle que no era así.

 

Que no.

 

No.

 

—Lo es, pero por ahora no necesita más atención—Ya nada tenía sentido ahora. Tatsuya concluyo eso al instante, al ver los bonitos ojos de Murasakibara, esos ojos siempre le habían visto con un amor puro y tierno, pero ahora estaban llenos de odio, de asco, de rencor profundo. Por lo tanto, no existía motivo alguno para justificarse, ya nada tenía caso, Atsushi ya lo odiaba. Y lo más seguro…

 

Lo más próximo a la realidad, era que su esposo no le creería, tal vez lo escucharía en silencio, pero no le creería, no tomaría sus palabras como ciertas y simplemente las desecharía como basura, palabrería barata. Todo el amor se iría por un caño y ahora otro tipo de sentimientos predominarían, Himuro lo veía como un hecho.

 

Apretó los puños. Sin embargo, aquello no dejaba de lastimarle, de herirlo. Basta. Basta. Basta.

 

—Entonces vienes aquí, porque ya no te necesitan. —Murasakibara murmuro—Ahora lo entiendo Muro chin. ¿Sabes? Yo jamás me he detenido a pensar, no soy como Aka chin. No hago lo que Aka chin hace. No. —Negó con la cabeza— Solamente hago las cosas como creo que saldrán. Por eso Aka chin siempre está ayudándome. —Se acercó a Tatsuya y le sostuvo de las manos—Dime, Muro chin—apretó los labios— ¿Debí preguntarle a Aka chin por ti? ¿No era suficiente con lo que mi corazón decía?—sus ojos se cristalizaron— ¿Debí decirte que no?

 

—Atsushi…

 

—Creí que serias parte de mi hogar. Que serias feliz conmigo, Muro chin. Supongo que he estado equivocado todo este tiempo—Murasakibara no se sentía completamente vivo en ese momento. Era doloroso comprender que la persona en la cual había depositado su confianza nunca le había querido, y que mucho menos lo llegaría amar. Ya lo estaba comprendiendo, ya lo tenía insertado en su mente. Además, Himuro no estaba diciendo nada, solo estaba ahí, como si fuese un ser de piedra. Sin importarle absolutamente nada.

 

No le importaba. Era obvio.

 

Ya no podía soportarlo. Atsushi soltó aquellas manos que adoraba.

 

Silencio.

 

Himuro levanto la mirada y le observo circunspecto, con el corazón roto, con los nervios destrozados, con la garganta contraída dolorosamente.

 

—Creo que lo mejor es que nos separemos.

 

Y ahí estaban esas palabras, el inicio de todo.

 

No lo permitiría.

 

El sonido de cristales rotos retumbo en la habitación. Atsushi observo con asombro como el espejo de la mesita de noche se partía en mil pedazos producto de la patada que Himuro le había dado. — ¿Crees que es tan fácil, Atsushi?—sonrió levemente— ¿Cuál crees que será la respuesta de Akashi? ¿La de toda la junta directiva? ¿Acaso estás jugando? —cerro los ojos—Casándote y divorciándote el mismo día.

 

—Muro chin…

 

—No es tan sencillo, Atsushi. La presidenta posee todos los contratos formalizados, solo tendría que decirle ciertos puntos flexibles y todo se iría a la basura. ¿Estarías orgulloso de eso? Todos los recursos humanos predispuestos se echarían a perder. Miles de puestos de trabajo en el fracaso y todo por inestabilidad.

 

—Muro chin. Tu—negó con la cabeza, no era posible. —No estás haciendo esto.

 

Himuro abrió los ojos y pestañeo. —No lo hare—afirmo—solo si desistes de esta estupidez. Es lo más conveniente, Atsushi—alzo una ceja—después de todo, no eres capaz de comprender lo mucho que te amo.

 

-w-

 

Lo único que quería Furihata era llegar a su casa y caer rendido en el sillón de la sala, estaba agotado tanto física como mentalmente hablando, las palabras de Seijuuro aun retumbaban en su cabeza. No quería pensar más en ellas, pero el asunto se estaba tornando inevitable, doloroso y agobiante. Las afirmaciones de Akashi seguían siendo confusas, no podía creerlas con tanta facilidad, el solo asunto lo encerraba en un mar de dudas.

 

Apretó los labios y se llevó una mano hacia la cabeza, Kouki tenía que ser sincero, lo único que contenía su corazón era la insaciable necesidad de paz y calma. Solo eso y nada más. Ya tenía suficientes pensamientos en su cabeza como para seguir llenándose de otros. Akashi Seijuuro no tenía derecho a seguir arrastrándole en todo ese predicamento, envolviéndolo en cosas que no tenían sentido para él, en cosas que ni siquiera quería pensar.

 

Kouki solo deseaba el bienestar de sus seres queridos, y por supuesto, de él mismo. Ese era su anhelo más grande, no quería recordar su pasado, ni muchos menos todo lo que había sufrido en él; golpes, gritos, acusaciones y perdida, quería enterrarlo todo. Pero aquello parecía imposible e irreal. Suspiro agotado, era difícil para él, Akashi lo hacía difícil, irremediablemente dificultoso.

 

Una vez que Furihata llego a su hogar, metió la llave en la cerradura de la puerta y la giro lentamente, esperando no hacer ruido, no quería que nadie le viese llegar, habían pasado dos noches desde su ausencia por lo que Kouki suponía que la mayoría preguntaría estrepitosamente por la causa de aquello, y, francamente, no deseaba responder en esos momentos, no así, no tan deshecho como se encontraba, sus compañeros no lo merecían, ellos prácticamente conformaban una familia.

 

No obstante, la sorpresa cayó encima suyo al notar que todo el lugar estaba vacío y silencioso, no había rastro alguno de Kagami, ni mucho menos de Aomine, y eso de por sí, ya era preocupante. Ambos eran un tipo de torbellino amenazante a la calma y limpieza de la casa. Furihata relajo los hombros, lo más seguro era que cada uno se encontrara trabajando. Así que sin más, se dirigió hacia su habitación esperando poder descansar y quitarse el lujoso traje que Akashi le había comprado, sin embargo, al encender la luz de su pequeña habitación, Takao le miro con atención.

 

Silencio.

 

Bien. Furihata no se esperaba ese escenario. Kazunari sentado encima de su cama y con un periódico en las manos. No. Definitivamente no. Tal vez a Sakurai si, pero Takao no. El mundo estaba de cabeza. Se mantuvo de pie unos cuantos segundos hasta que el sonido de las pantuflas de Takao lo alertaron. Algo no andaba bien.

 

—Así que te vas a casar con Akashi. — aquella afirmación lo inundo en un mar de mortificación y sorpresa.

 

El tono de voz de Kazunari no estaba siendo el mismo.

 

Kouki bajo la vista. —Esa información es falsa, todo es parte de un malentendido. Es imposible, Akashi y yo solo nos conocemos. —argumento con nerviosismo, boqueando una y otra vez como si fuese un pez alejado del agua, era difícil explicarle todo a Takao. Por supuesto, Kazunari tenía cierto conocimiento del tema pero no enteramente, no en toda su amplitud, por lo que Kouki no podía simplemente llenarse de palabras en la boca y explicarle tal cual; mucho menos los detalles, sentimientos y otras cosas más que estaban volviéndolo loco. —No pasara, en verdad, nada de lo que has leído ocurrira.

 

Takao soltó una risita—Furi, ¿Por qué estás tan nervioso? No es como si yo fuese a acusarte y de todos modos no tienes que rendirme cuentas, ni a mí, ni a nadie. Solo—suspiro—Creo que conozco a Akashi. —pronuncio con una ceja alzada y preocupación en su rostro.

 

— ¿Eh?

 

—Bueno, ya sabes, estuviste en mi fiesta de compromiso, supongo que viste a Shin chan. Él es mi ex esposo, y bueno ahora—se detuvo unos momentos—ahora él está en el pasado—afirmo con los ojos entrecerrados, recordando sin querer. — El punto es, que Akashi era amigo de Shin chan, y bueno, hable algunas veces con él. Y…

 

Furihata permaneció unos minutos en silencio, por supuesto él ya sabía aquello, pero, estaba ansioso; de alguna forma, sus sentidos habían despertado por saber más de Seijuuro, lo había hecho inconscientemente pero ahí estaba, con los ojos abiertos y labios titubeantes. Permaneció expectante por nueva información, por llenarse de más conocimiento sobre él, deseoso por tener más detalles de Akashi, no solo el Seijuuro que él conocía, sino el que originalmente era.

 

—No puedo creer que Akashi haya sido tan cruel contigo, Furi. —revelo de pronto, deteniendo el tiempo en esos instantes. Takao movió la cabeza de un lado a otro, su preocupación era notoria, había confusión en su mente, poca claridad en sus memorias, y aun así, Kazunari poseía ciertos detalles en su mente, detalles que no se podían olvidar tan fácilmente— No sé cómo decirlo, pero… —dudo por unos instantes, no obstante, el rostro de Kouki y sus manos apretadas le instaron a continuar—el tipo no era malo—afirmo— de hecho, una buena parte de obras de beneficencia, en ese entonces, contaron con su total apoyo. —agrego—además, sus ejecutivos siempre lo han respetado por su nivel de tolerancia a lo que proyectos refiere. —recordó.

 

Furihata le miro sorprendido. No dudaba de las palabras de Takao, claro que no, Kouki creía fielmente en él, después de todo, Kazunari no poseía ningún motivo para mentirle. Sin embargo, escuchar aquello le arrastraba a una extensa conclusión. No conocía del todo a Seijuuro. No. Al parecer, Kouki solo era consciente del exterior, pero no del interior, no de su alma, no. Y eso, eso definitivamente le confundía aún más.

 

—Se le veía muy estable, templado y ya sabes, todas esas cosas que los grandes directores profieren en las juntas—bajo la vista— era más equilibrado que cualquiera, supongo, que su única preocupación era su esposo, no recuerdo el nombre ahora, pero Akashi lo quería mucho— jugueteo con sus dedos—tanto, que jamás midió su protección y vigilancia. —El movimiento de sus manos ceso— A veces es malo amar demasiado—susurro — uno termina lastimado.

 

—…—

 

—El nunca recibió el mismo amor que entrego—alzo la vista.

 

El silencio volvió a inundar el lugar.

 

—Takao…

 

—De todos modos, Furi. Ahora él está entregado en su labor de hacerte la vida imposible así que debes tener mucho cuidado. Es un hombre con mucho poder, más que el de Shin chan y eso de por sí ya es bastante malo.

 

Furihata no podía decir más, no se sentía totalmente pensante en esos instantes, le era sumamente difícil acumular su atención en aquellos puntos. Solo deseaba cerrar sus ojos en ese instante.

 

De pronto, el celular en su bolsillo vibro. Todos los pensamientos que poseía se dispersaron, cogió el móvil y presiono el botón verde.

 

—Buenas noches, ¿Hablamos con Furihata san?

 

—Sí, el habla, ¿Qué se le ofrece?

 

—Soy el medico encargado de su madre. Es mi deber informarle con gran pesar que la señora Naomi ha fallecido debido a problemas renales, no hemos podido mantener el nivel de toxicidad en su sangre, los problemas se han dificultado. Le pedimos por favor se acerque con prontitud. Nuevamente se le reiteramos nuestro pesar.

 

-w-

 

Su mente, dispersa, abrumada, dolida y rota, no tardo en arrastrarle a una vorágine de sentimientos, de dolor, de frialdad y de miseria. Se sentía totalmente incapaz de mantenerse de pie, sus piernas comenzaban a temblar, sus brazos dolían y sus ojos, de alguna forma, se encontraban más hinchados de lo normal. ¿Cuándo comenzó? No tenía idea, quizás, cuando dio un paso dentro de la morgue del hospital, o cuando el medico se acercó frio y distante, o tal vez, sucedió en el momento en que se acercó al cuerpo de su madre. Inerte. Sin color. Sin vida.

 

Ella ya no estaba respirando.

 

Pero Furihata aun podía sentirla junto a él; su piel contenía calor, contenía energía, como si en realidad ella aun continuase ahí, pegada junto a él, sentada a su costado con una de esas sonrisas cálidas que solían calmarle; que muchas veces lo impulsaban hacia el futuro, a ambiciosas metas. Soltó una risita, por supuesto, su madre siempre había estado apoyándole frente a cualquier obstáculo, lo había ayudado a levantarse tantas veces. Habían vivido juntos incontables momentos.

 

Y sin embargo, a pesar de que Furihata la había movido suavemente, ella no despertó, no mostro algún signo de vitalidad. Los médicos se lo habían repetido muchas veces, Naomi aun permanecía caliente debido a sus últimos minutos, no había nada más, no existía probabilidad alguna, se había acabado para ella. Kouki lo entendía a la perfección pero era difícil aceptarlo. Por eso, ahora que se encontraba, fuera del lugar, en la comodidad del silencio y la soledad, no pudo evitarlo más.

 

Se deslizo lentamente por la pared y se abrazó a sí mismo. Ya no la tenía a ella, a su madre con quien había soñado volver a vivir, con quien le hubiese gustado criar a Maasaki, con quien se sentía seguro. Ella ya no estaba. No existían más oportunidades para abrazarla, para escuchar su voz. Simplemente la había perdido para siempre. Sus lágrimas cayeron por sus mejillas. No volvería a verla jamás, no podría volver hablar con ella. Ya no existía un futuro juntos.

 

Furihata suspiro con dolor. Quería estar junto a ella una vez más, solo una vez, solo una y nada más. Pero era imposible, nadie le concedería ese deseo, se había quedado completamente desamparado y solo. Las lágrimas continuaron descendiendo por sus mejillas. Nadie le ayudaría a partir de ahora, nadie le brindaría tanto valor, ahora solo era un inútil, un imbécil que no valía absolutamente nada, alguien que ni siquiera podía enterrar a su madre. Ya no podía avanzar. Ya no podía hacerlo. Quería ser llevado junto a su madre. Estaba tan cansado. Tan abrumado. Todo era su maldita culpa.

 

Todo era producto de su existencia.

 

Quería morir.

 

—Kouki

 

Furihata alzo la vista en ese instante. Seijuuro estaba ahí, frente a él, con un ramo de flores en sus manos.

 

Silencio.

 

—Lamento tu perdida. — Seijuuro pronuncio con cuidado, rompiendo cualquier tipo de tensión con su voz, con su presencia. —Perdóname Kouki, a pesar de que traje a los mejores médicos, no pude hacer nada por ella—continuo hablando, sin dejar de observar el rostro lloroso de Furihata. Le había fallado nuevamente. Akashi se sentía culpable de aquel dolor, causante de semejante desgracia. —Todo ha sido por mi causa, realmente te pido que me perdones por esto. Si tan solo hubiese previsto…

 

—Está bien—Furihata le interrumpió estrepitosamente—Esta bien, Akashi san. Esto no es su culpa, era inevitable y ya está—completo, tratando de tragarse sus propias palabras, tratando de esconder su dolor, no quería verse patético en ese instante. —Mi madre ahora descansa en paz y eso es lo que realmente importa—llevo una de sus manos hacia su rostro y trato de limpiar sus mejillas. Kouki se encontraba sorprendido, jamás se había imaginado encontrarse a Akashi y mucho menos que precisamente él hubiese estado colocando esfuerzo y dinero en salvar la vida de su madre. Realmente lo agradecía, pero aun así…

 

—Kouki…

 

—Por favor, Akashi san. Me gustaría estar solo ahora. Usted no puede entender mi dolor.

 

—Te equivocas, Kouki. —argumento colocando las rosas a un lado de Furihata— Yo puedo entender perfectamente lo que sientes. —pronuncio con aire comprensivo, conciliador y sobre todo con total apoyo y abnegación —También perdí a mi madre— revelo con cierto toque indefenso, con un montón de heridas abiertas en su corazón. La verdad era sencilla, Seijuuro no tenía ningún motivo oculto en sus palabras, solo anhelaba que Kouki comprendiese su sinceridad, su amor, su cariño, su afecto. —Ocurrió en mi juventud—quería sentirlo más cerca de sí mismo. Era la primera vez que se atrevía a hablar de su madre, nunca antes lo había hecho, sin embargo, ahora lo hacía en pos de demostrar su sinceridad y apoyo. —Es un dolor indescriptible.

 

Furihata pestañeo sorprendido sin saber que decir realmente, la declaración lo había dejado inmune, sin ánimos de responder, sin ánimos de luchar contra la corriente como lo había venido haciendo hasta ahora.

 

—Por lo tanto—los ojos de Akashi, antes serenos, se clavaron con decisión en la lamentable figura de Furihata. No con pena, sino con amor, con ese amor emergente, con ese amor que le instigaba a no apartarse— No es necesario que reprimas tu dolor. Puedes hacer lo que quieras en este instante. Permaneceré aquí, voy a estar en este lugar velando por tu bienestar. —aseguro. La convicción de Seijuuro era fuerte, directa y certera—Y si necesitas golpearme, gritar y desfogar todo lo que sientes, está bien. Voy a ser responsable de recibirlo todo, porque eres importante para mi Kouki, y porque a la vez, soy el culpable de tu sufrimiento.

 

Furihata apretó los puños, no podía creer que Akashi le estuviese diciendo aquello. A pesar de su incesante deseo de permanecer en soledad, a pesar de que deseaba derrumbarse en su miseria, a pesar de que quería abandonarlo todo y morir, a pesar de todo, Seijuuro prácticamente le había asegurado que sería un obstáculo en cualquier intento de autodestrucción, Akashi se negaba a dejarlo solo en ese infierno, en ese lugar tan oscuro, en ese pozo sin salida. Seijuuro solo quería sostenerlo con todas sus fuerzas. Se negaba a soltarlo, se negaba a abandonarlo, se negaba a tomar distancia y eso realmente dolía, dolía muchísimo; en su interior, en sus entrañas, en su maldito cuerpo. Sus ojos volvieron a cristalizarse, golpeo su cabeza contra la pared y grito, estaba desesperado, muy desesperado y cansado, y dolido, y deshecho. ¿Por qué? ¿Por qué no lo dejaba morir?

 

Akashi se agacho en ese instante y le sujeto, le susurro dulces palabras una y otra vez, le aseguro que no estaría solo, que jamás lo dejaría aunque Kouki lo repudiase.

 

Y Furihata pataleo en el suelo, lloro con todas sus fuerzas, se maldijo a sí mismo una y otra vez, golpeo su puño contra la pared y cayo rendido en los brazos de Seijuuro. Ya había tenido suficiente.

 

Las lágrimas continuaron cayendo en un firme sendero, mojando la camiseta de Kouki sin descanso alguno, destruyendo todo a su paso; su malestar, su furia, su rencor, su bajo amor propio. No había fin para aquello.

 

Después de unos minutos, Kouki respiro profundo, se mantuvo estático y reposo en silencio. Lo cierto era que se sentía relajado, más calmado, laxo, profundo y relajado; la claridad había vuelto a su mente, se sentía mejor, lo suficiente como para moverse por sí mismo, sin embargo, cualquier intento ceso al notar el agarre que Akashi mantenía en el. Seijuuro le abrazaba con fervor, decisión y fuerza; tanta, tantísima que le era imposible moverse.

 

Los pensamientos de Kouki cesaron.

 

Lo adecuado era mantener distancia. Eso era lo correcto. Pero Kouki ya no podía más, realmente ya no podía más.

 

Estaba bien, estaba bien así, no importaba, ya no importaba realmente.

 

Entonces sucedió, la voz de Akashi volvió a insertarse como un tatuaje en su cerebro.

 

—Perdóname—susurro, esa pequeña palabra volvió con fuerza arrolladora sobre su sistema nervioso, bloqueando sus sentidos en un rápido flash.

 

—Akashi…

 

Furihata apretó los labios. No tenía caso. ¿Qué tenía que perdonar? No era la culpa de Akashi, no obstante Seijuuro se empeñaba en repetir lo mismo una y otra vez. Como si realmente compartiese aquel dolor. Como si desease quitar con todas sus fuerzas el pesar de Furihata y traerlo para sí mismo. Consumirlo en sus entrañas. Desaparecerlo en polvo infinito. Hacerlo volar lejos de Furihata.

 

Solo para que Kouki dejase de sufrir.

 

Solo para que Kouki estuviese tranquilo y en paz.

 

Solo para que Kouki viviese.

 

Porque lo amaba, realmente lo amaba. Quería sufrir por él, realmente quería hacerlo.

 

Y Furihata acababa de comprenderlo.

 

Las lágrimas de Kouki volvieron a caer en ese instante. ¿Por qué Seijuuro? ¿Por qué? ¿Era acaso tan especial para él? ¿De verdad valía tanto? ¿Furihata Kouki valía tanto en el mundo de Akashi Seijuuro?

 

Kouki apretó sus dedos sobre los brazos de Akashi y entrecerró los ojos. Bien, lo comprendía, lo entendía, lo admitía. Todo estaba bien ahora. Kouki creía en esas palabras. Ya no tenían que sufrir, ya no tenía que seguir huyendo. Llevo una de sus manos en dirección a la de Akashi y la poso sobre ella.

 

Silencio

 

Poco a poco ambos cayeron en una especie de tranquilidad, poco a poco fueron sumergiéndose en un mutismo lleno de sentimientos confusos y pensamientos erráticos.

 

-w-

 

Solo existía una palabra adecuada para definir lo que Furihata Kouki sentía en ese instante. Vergüenza. Mirando su celular, Kouki percibió el incesante deseo de huir totalmente, de correr hacia el norte y albergarse por un buen tiempo ahí. ¿Porque? Porque bueno, había estado actuando como un completo imbécil malagradecido. Y la prueba de ello estaba ahí, clara como el agua, deslumbrante como el sol. La cantidad de veces en las que Furihata había desistido en encontrarse con Akashi, marcaban sin duda alguna, un tipo de rechazo injustificado. Seijuuro había estado comportándose de manera amable, cálida y reconfortante. Y a pesar de ello, Kouki había rechazado cualquier tipo de encuentro que tuviese que ver con él. De hecho, no habían conversado en solitud desde el fallecimiento de la madre de Furihata.

 

Kouki se sentía terriblemente mal al respecto, no porque desease estar a solas con Akashi, sino porque la necesidad de mostrar su agradecimiento predominaba en su ser ya que Seijuuro se había hecho cargo de todo, del velorio de su madre, del horrible papeleo y de muchas otras cosas más.

 

Akashi había llegado como un farol dentro de la oscuridad para ayudarle en todo lo que necesitase, y sin embargo, Furihata no se había tomado el tiempo adecuado para agradecerle; todo lo contrario, había estado huyendo de Seijuuro, rechazando su presencia para luego enojarse consigo mismo por su actitud. Kouki no lograba entenderse a sí mismo. Deseaba y a la vez no deseaba hablar con Akashi; y de alguna forma, estaba convencido de que Seijuuro había notado esa actitud.

 

Por supuesto que lo había hecho, ¿Cómo no hacerlo? Si cada uno de los poros de Furihata gritaban incomodidad y vergüenza y timidez y estupidez y muchas otras cosas más. Siempre sucedía, cada vez que tenía a Akashi cerca; a un metro de su piel, a unos cuantos centímetros de su perfil, a unos pasos de su cabeza, mente, cuerpo y manos. No podía controlarlo. Le era sumamente difícil y aprehensivo.

 

No obstante.

 

El fin de aquella situación se avecino. Kouki ya no tenía salida. Ni explicaciones. Ni mentiras que pronunciar.

 

Aquella tarde, mientras descansaba de su trabajo, su celular vibro mostrando un nuevo mensaje. Kouki sudo al leer el remitente. Akashi. El contenido del mensaje era claro y preciso. Seijuuro volvía a solicitarle un encuentro, y esta vez se negaba a admitir un no por respuesta. Las cosas estaban dichas, se verían una vez que Furihata culminase su trabajo.

 

Todo estaba tomando un rumbo distante al original.

 

Kouki suspiro, era imposible negarse a aquello. Las circunstancias eran diferente, Furihata estaba seguro de ello, tal vez en el pasado se hubiese armado de valor para negarse a aquel encuentro pero ahora se veía incapaz, como si su propio cuerpo le sujetase en el mismo lugar para que no pudiese moverse, como si su maldito cerebro no le dejase mandar órdenes a sus otras extremidades.

 

Tenían que hablar. Necesitaban hacerlo.

 

Así que sin más, una vez que su jornada laboral culmino, se dirigió hacia la salida y espero en pos de no huir de su terrible destino, Akashi llegaría en cualquier momento, se presentaría frente a sus ojos y seguramente conversarían sobre algunas cosas pendientes. Nada más. No había motivo alguno para preocuparse.

 

Por otro lado, sus compañeros de trabajo le observaron desde otro Angulo con miradas curiosas y pequeños murmullos, el chisme de que el fuese amante del gran director continuaba presente.

 

No obstante, aquellas habladurías habían dejado de afectarle o herirle, de hecho, ya ni siquiera las tomaba en cuenta, su única preocupación era el de mantener su trabajo.

 

Furihata froto ambas manos y suspiro. El frio de la noche era tenue, vivido y refrescante. Los autos pasaban con rapidez por la avenida principal y todavía se podía percibir los pasos de las personas alrededor de la calle. El universo continuaba girando, las personas seguían viviendo y el tiempo corría con la misma rapidez. Todo parecía ser normal, todo parecía constante, era difícil de creer que su madre había muerto. Todo seguía pasando con total simpleza. Era un poco doloroso.

 

De pronto, el sonido de un auto capto su atención. El vehículo negro en cuestión, giro a un lado de la cera y se insertó en la zona destinada al parque, Kouki giro el cuerpo instantáneamente. Conocía perfectamente al dueño del vehículo

 

Seijuuro, como siempre hacia, bajo del auto y acomodo con cierta elegancia y lentitud las mangas de su abrigo para luego dirigirse hacia Furihata, poseía una mirada relajada y tranquila, además de ello, traía consigo un archivero. El frio viento de la noche golpeo contra sus mejillas. —Es agradable ver que no has desaparecido esta vez, Kouki—Akashi se detuvo frente a él y sonrió— ¿Cómo has estado?

 

Furihata se rasco una de sus mejillas al oír aquella voz, la vergüenza comenzaba a surgir dentro de su sistema haciendo desastres por aquí y por allá—Bien, gracias—respondió inmediatamente, necesitaba acabar con esa conversación cuanto antes— Por lo visto, Akashi san luce saludable—agrego a manera de aligerarse a sí mismo. No quería quedarse estático y pasar más vergüenza de la que suponía estaba pasando.

 

—Gracias—la sonrisa de Akashi fue más brillante y hermosa de lo normal— me complace saber que ahora me tienes en cuenta.

 

No.

 

No era así.

 

Kouki estaba seguro que no era así.

 

—Bueno—Furihata bajo la mirada al percibir su propio nerviosismo— Akashi san ha venido hasta aquí para hablar de un tema en específico— se apresuró a explicar—supongo que tiene que ver con mi madre o a fin de cuentas conmigo—volvió a levantar la mirada, dándose valor a sí mismo para enfrentar a ese hombre, observo los ojos rojos de Akashi y respiro profundo—le agradecería si me lo dijese ahora mismo, no tengo mucho a tiempo, a decir verdad.

 

—Comprendo.

 

Furihata desvió la mirada de golpe. Sentía la situación cada vez más tensa.

 

—He traído conmigo las escrituras de la casa de tu madre.

 

Cualquier movimiento ceso.

 

Kouki se quedó de piedra al oír aquello. Jamás se había imaginado algo como eso.

 

—Akashi san…— susurro con los labios abiertos, volviendo la vista hacia el frente.

 

Seijuuro levanto el portafolio que traía consigo.

 

Era verdad.

 

Akashi se lo había repetido un millón de veces, le había prácticamente jurado que le devolvería absolutamente todo. Por supuesto, Kouki había dudado de aquello, pero ahora estaba ahí, se estaba haciendo realidad frente a sus ojos. El viento soplo en su dirección. Aquella casa volvería a ser suya, ese pequeño inmueble que guardaba recuerdos preciados de su vida, de sus momentos más preciados, de las veces que había sido feliz y triste. De la vida que había compartido con sus seres queridos. Ese pequeño pedacito de felicidad volvería a sus manos.

 

Furihata sonrió.

 

Sonrió genuinamente.

 

Se sintió contento de estar vivo.

 

—….

 

—Akashi san—balbuceo con emoción—yo realmente, realmente le agradezco esto. No sabe lo mucho que significa para mí, esta casa representa muchas cosas para mí, el recuerdo de mi madre persiste en ella, muchos podrán olvidarla, pero la casa en la que ella vivió siempre mantendrá su esencia.

 

—Kouki—Akashi levanto una de sus manos en dirección al rostro de Furihata. Acaricio aquella piel con ternura y mantuvo la vista fija en los bonitos ojos de Kouki—tu madre siempre estará presente, porque, sin duda alguna, era importante, importante para ti, importante para mí. Era la mujer que te dio la vida, Kouki. A ella le debo tu presencia, gracias a ella estas aquí. Le agradezco infinitamente. Ambos son importantes; Kouki, ambos están siempre presentes. Eres la mayor de mis prioridades, todo lo que te rodea me importa, y te aseguro, que no llegara el día en que dejen de importarme. Vivo solo por ti.

 

Los labios de Furihata temblaron al oír aquello. Estaba pasando otra vez, esa intranquilizante sensación comenzaba a nacer en su pecho, a angustiarlo y dejarlo sin aire. Era la primera vez que alguien se expresaba así de su madre. Akashi le había dicho que Naomi era importante, que ella era parte de algo grandioso. Eso lo hacía sentir en calma, feliz y tranquilo. No debería, pero ese escozor en su pecho continuaba, haciéndolo débil, haciendo que nuevos pensamientos naciesen. No era correcto pero era imposible evitarlo. Sus ojos se cristalizaron y levanto una de sus manos en dirección el rostro de Seijuuro. Una pequeña lagrima se deslizo por una de sus mejillas. Su corazón palpito más fuerte en esos momentos y sin siquiera pensarlo, toco una de las mejillas de Akashi. La acaricio lentamente hasta bajar a sus labios y se mantuvo unos segundos ahí, inmovilizado. —Deja de hacer esto, por favor. —Susurro con cierto dolor—ya no lo hagas.

 

—Lo siento. Te amo.

 

Silencio.

 

La mano de Furihata cayó hacia un lado.

 

Seijuuro le estaba abrazando con amor, acariciándole con afecto, con firmeza. Sujetándole como lo más preciado, asegurándose de tenerlo bien cerca, deseando que Kouki se quedase con él para siempre.

 

Quería hacer ese deseo realidad.

 

Por más tonto que fuese, lo anhelaba con intensidad.

 

Furihata en cambio, cayó en sus propias emociones como una ficha de domino.

 

Sentía tan cerca a Akashi; que sus sentidos volaron, que su corazón se apretó, que su cabeza exploto y que su mente le reformulo la misma preguntaba que se había estado haciendo constantemente en su fuero interno.

 

¿Desde cuándo la presencia de Akashi se había vuelto reconfortante, sanadora y valiosa?

 

¿En qué momento había sucedido?

 

¿Por qué?

 

He dejado de creer que eres cruel.

 

.

 

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Notas finales:

Aqui termina, espero les haya gustado el capitulo.

¡Muchas gracias por leer!


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