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Be Free por Aquarius No Kari

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Chapter 2

 

The king has died

 

Esas verdes esmeraldas que le miraban con preocupación, esos labios que decían algunas palabras para él, sin que lograra entender a lo que se refería en lo absoluto. Mu no sabía si lo había soñado. Quizá en esos momentos todavía se encontraba recostado en su cómoda cama, con la cabeza hundida en la almohada de terciopelo donde su largo y lila cabello se esparcía por doquier, con su cándido cuerpo cubierto por aquellas sábanas de fina seda...

 

Tal vez fuera un sueño, no estaba totalmente seguro. Ahora su mundo estaba conformado por una gama de imágenes y colores que no alcanza a apreciar con claridad, teniendo un fondo de un color tan negro, que incluso le hacia sentir turbación ante lo desconocido; pero eso era poco, el ruido, proveniente de algún lugar aun más alejado y inexplorado para él, le provocó sentir un pánico tan grande, que creyó que algo le jalaba del estómago hacia enfrente...

 

Su corazón latía a una velocidad impresionante, su respiración estaba tan agitada como si hubiese corrido kilómetros, la blanca faz se encontraba completamente empapada en sudor junto con una considerable parte de su pecho.

 

Mu se llevó una mano al rostro para calmarse y despejarse un poco, notando que de la impresión de haber despertado sobresaltado, al escuchado aquél extraño sonido (que no había reconocido), se encontraba sentado en una cama que no le pertenecía. Un alarido escapó de sus labios, al recorrer con sus ojos la habitación y verse en un lugar completamente desconocido. Lo que el príncipe desconocía, era que no se encontraba solo: Un muchacho mucho más joven que él, se hallaba recargado en la pared, usando la oscuridad del cuarto para cubrirse así mismo, mientras sus gélidos ojos miraban al pelilila con extrañeza por haberse despertado de aquella manera, después de haber estado hablando incoherencias las horas que permanecía inconsciente.

 

El gobernante secó el sudor que escurría por su frente con los nudillos de la mano, llevándola al pecho en una suplica hacia su corazón, y que parara de latir con la fuerza que lo hacia. Con la extremidad libre tomó una punta de las sabanas ásperas que momentos antes lo cubrían, haciendo un ademán por retirarlas de su cuerpo y lograr levantarse...

 

-“¡No lo hagas!”- Exclamó el desconocido saliendo de entre las sombras, para impedir la acción del pelilila. Mu tan pronto supo que no estaba solo, se replegó completamente hasta quedar de espaldas con la pared, sumamente asustado, deseando empujar con la parte posterior de su cuerpo lo que le impedía escapar de quien interrumpía su soledad, matándole por un poco más de un terrible susto. El dueño de aquellos fríos y calculadores ojos, se acercó vacilante, como si no deseara hacerlo.

 

El príncipe hizo una rápida inspección sobre quien le había asustado: Su cabello era azul océano, algo así como verdoso y azulado al igual que los ojos, el semblante era mucho más oscuro que el suyo, sin embargo se veía pálido. Mu se quedó congelado en su lugar, con una clara expresión de miedo

 

-“Siento haberte asustado”- Se disculpó.

 

El tono en el que había pronunciado aquellas palabras, era amable y reflejaba algo que sus ojos no hacían; algo que sucedía con Dohko generalmente: quien era muy serio, más sin en cambio, estaba por demás decir que era sumamente amable. Al pensar en el castaño consejero, adquirió un sombrío aspecto en su rostro. Su cuerpo dejó de tensarse para relajarse y poder sentarse en la cama con movimientos algo torpes y lentos, recordando enseguida que le dolía la parte trasera de la cabeza

 

–“¿Te duele mucho?”- Inquirió el muchacho con algo de timidez cuando el pelilila se llevó una mano sutilmente hacia atrás. Las amatistas pupilas de Mu, que se habían fijado en otro punto de la cama, regresaron de inmediato hacia el desconocido delante de él. De nuevo le causaba gran expectación el que esos profundos océanos gélidos no expresaran emociones, pero que su semblante si lo hiciera

 

-“¿Cómo te llamas?”- Le preguntó el príncipe un poco abochornado, lamentando su comportamiento anterior

 

-“Camus”- Respondió con una radiante sonrisa. Mu comprendió que aquél gesto se debía a que le alegrara que su ‘invitado’ decidiera romper el silencio. El pelilila imitó el afectivo gesto del antes desconocido –“Mi hermano te salvó y te trajo a casa, me lo contó cuando te dejó en su cama”- Explicó el muchacho. El príncipe frunció el ceño a modo de concentrarse en la escena apenas referida...  

 

Se veía a sí mismo embelezado por los descubrimientos sobre la vida pueblerina que estaba haciendo, dándose cuenta un par de segundos después, que su propia vida pendía de un hilo, al dirigirse hacia su cuerpo una carretilla cargada de fruta... luego de eso un cuerpo encima suyo y par de hermosas esmeraldas...

 

Pupilas verde esmeralda

 

No entendía que tenían de maravilloso dos esplendorosos ojos color verde, en un tono esmeralda. No lo entendía. Tampoco el hecho de que sus mejillas se sintieran un tanto calientes adquiriendo un tono rojo fresa. Mu sacudió rápidamente la cabeza, tratando de quitar las imágenes y el color de su mente y mejillas (respectivamente), provocando que algunos mechones cortos de su lila cabellera, resbalaran sin control hacia su cara y hombros; fue entonces que se dio cuenta de que la cinta que hasta entonces amarraba sus cabellos, había desaparecido. El príncipe se levantó de un brinco para buscarla, mientras Camus era quien ahora se asustaba por sus raras reacciones, enmarañando un montón de pensamientos en su cabeza sobre la salud mental de su huésped; sin embargo, el pelilila había dejado de buscar la cinta al darse cuenta de que como pueblerino no tendría la necesidad de atarse los cabellos, puesto que no se iba a presentar ante nadie de la corte real.

 

Se incorporó y dirigió sus ojos hacia el muchacho que le miraba con cierta desconfianza, después de ver sus cambios tan extraños de actitud

 

-“¿Cómo has dicho que te llamas?”- Preguntó el sucesor al trono, tratando de sonar lo más amable posible

 

-“Camus”- Respondió en voz baja con algo de enojo, sin demostrarlo en las facciones de su rostro. El príncipe estuvo a punto de hacer una galante reverencia para presentarse, recordando de nuevo que no había que andarse con formalidades si habría, a partir de ahora, de ser un pueblerino más

 

-“Mucho gusto”- Dijo con un leve asentimiento de cabeza –“Mi nombre es Mu”- El chico volvió a sonreír, aunque sus ojos seguían gélidos, pero al pelilila no le importaba eso, tendría que averiguar todo lo posible de lo maravillosa que era su libertad. Estuvo a punto de articular otra palabra, cuando escucharon un ruido debajo de ellos, y a juzgar por ello, el príncipe supo que se encontraban en el piso de arriba, en el cuarto del dueño de los ojos esmeraldas...

 

Quizá sus mejillas hubieran tenido tiempo de reaccionar a otro sonrojo, si no hubiese sido porque el peliazul lo jaló suavemente de la muñeca

 

-“Saga acaba de llegar, se pondrá muy contento cuando te vea en pie”- Exclamó profundamente emocionado, llevándose a Mu a tirones, por la extremidad, escaleras abajo.

 

o.o.o.o.o

 

No sabía con que cara miraría a su majestad, el rey Shion. Su semblante parecía tan serio y rígido como si en realidad no le importara nada; sin embargo, su corazón se hacia pedazos dentro de su pecho. Dohko siempre supo que el peliverde amaba en verdad a su hijo, más no se imaginó que el amor por él lo llevara al extremo tal de la agonía, ya que lo creyera o no, su rey estaba muriendo.

 

Un par de hombres, que custodiaban con su vida la entrada a los aposentos del monarca, le permitieron el paso hacia el interior. El castaño tomó con una mano la perilla de la puerta, le dio la vuelta y entró en la habitación, que hasta esos momentos permanecía casi en penumbras. Sus pies parecían hacer enormes esfuerzos por caminar, o al menos por permanecer firmes y no caer de rodillas hacia el suelo que tiraba de sus piernas. Se acercó una silla junto al lecho del monarca, y ahí se sentó

 

El castaño cerró los ojos, apretando los dientes dentro de su boca a causa del dolor de ver a la persona que amaba a punto de morir.

 

-“Majestad...”- Susurró inclinándose un poco para que le escuchara. El rey permaneció con los ojos cerrados, el semblante pálido y ojeroso, además de la leve mueca de dolor que en su faz cándida marcaba. El consejero real retiró con un suave movimiento de su mano, algunos de los mechones de cabello que cubrían la empapada (en sudor) frente del peliverde –“Shion...”- Volvió a susurrar, más esta vez sus palabras parecían salir desde lo más hondo de su roto corazón. Los blancos parpados del mencionado se abrieron con lentitud, dejando al descubierto las opacas pupilas amatistas, que se clavaron de inmediato en el semblante de su siempre amigo

 

-“Dohko...”- Susurró con una voz que no parecía la suya, tan lejana, tan apagada a un grado tal, que el castaño cerró los ojos de nuevo con dolor, queriendo retener algunas lágrimas amenazantes en sus ojos. Su corazón le pedía desesperadamente que abandonara la habitación para no sufrir más; pero él no quería, el castaño deseaba quedarse con el amor de su vida así pasaran días y días, y él nunca muriera. Un suave roce en la mejilla, le anunció que era observado; abrió los ojos para encontrarse con la ya no gélida mirada del rey, si no una mucho más amable, una que había perdido tanto tiempo atrás cuando su padre le obligó a casarse con el príncipe de Nott. El castaño tomó con fuerza la mano blanca del peliverde entre la suya, temiendo que así el contacto desapareciera o que el propio rey fuera a desvanecerse si le soltaba. Su boca tomo un poco de aire para dejarle libre de inmediato, repitiendo varias veces la misma acción como si se estuviera ahogando. Y es que era injusto lo que sucedía, la aflicción de saber el final destino de Shion tan cerca y él tan impotente por salvarle, lo hacían reaccionar de esa forma. Los verdes ojos que poseía, comenzaron a cosquillear con mayor fuerza, siendo imposible que los mantuviera mucho tiempo abiertos, dejando que por su mejilla resbalara una lágrima, que fue acompañada por otra, y otra más... hasta que varias mojaron su rostro y tuvo que esconder la cabeza entre su brazo y el cuerpo del monarca.

 

El corazón, ahora débil del peliverde, se estrujó dentro de su pecho al pensar suya la culpa en la que una vez más Dohko llorara: lo había hecho el día que le dijo que no le amaba (mintió), cuando se casó aquella vez con el príncipe de Nott (fingió que era feliz), cuando nació Mu (le hizo pensar que estaba completo, cuando se sentía vacío), y justo ahora (que moriría reflejando una paz que no sentía)

 

–“No llores por mi”- Dijo quedamente. El moreno levantó el rostro empapado en llanto, con sus verdes pupilas manchadas por el abatimiento, que miraban fijamente al rey, diciéndole con la mirada

 

“¿Cómo osas pedirme eso?”

 

Una de las velas que se encontraban cerca de ellos, comenzó a menearse, extinguiendo el fuego que emanaba de ella una ventisca que no provenía de ningún sitio. El castaño miró  hacia todos lados asustado, luego regresaron sus ojos al semblante del gobernante con una expresión de horror y angustia mezclados, al verle dormido

 

-“Shion”- Dijo con la voz entrecortada y suplicante, el moreno. El peliverde solo murmuró unas cuantas palabras sin abrir los ojos

 

-“Dile a Mu que lo amo... y que debe cumplir con su destino...”- Su voz sonaba tan distante, como si cada palabra emitida de sus labios le costara un soplo de vida

 

-“Yo no...”- Musitó Dohko

 

-“Le confío al amor de mi vida, lo más valioso que tengo... mi posesión más preciada...”- El moreno dejó escapar un alarido cuando el rey guardó silencio. Acercó lo más que pudo su boca a los labios de Shion y los atrapó con un beso

 

Cuando en la vela que antes parpadeaba se extinguió la luz, los labios del soberano dejaron de moverse en aquella muestra afectiva hacia la persona que hubiera querido amar con plenitud... con una libertad que su hijo tantos años había ansiado, y que justo ahora podría disfrutar sin saber que en aquella hora, su padre moría...

 

o.o.o.o.o

 

Era el colmo. No solo el panadero había cerrado su negocio aquella tarde, si no que también la tienda de verduras en la esquina, había tenido que hacerlo debido a la mala economía que el pueblo vivía.

 

No podía odiar al rey, puesto que por derecho y obligación estaba sentado en el trono; pero eso no ameritaba que estuviera matándolos de hambre, a él, a su hermano y a la mayoría de los aldeanos. No conforme con eso, el capitán de la guardia real, Radamanthys, se dedicaba a saquear algunas casas, quitándole a la pobre gente del pueblo lo poco que tenían y que los altos impuestos les dejaban.

 

Un respingo salió de sus labios mientras jalaba una silla junto a la mesa del comedor, para poder sentarse. Dejó que su cuerpo cayera con pesadez sobre la madera, recargó ambos codos en la mesa y lograr así apoyar el rostro, oculto entre las manos. Sus acciones frustradas se debían al acongojo del que su corazón era presa, preocupación ante el no saber que iba a ser de él y de su hermano, ahora que había sido despedido por falta de dinero. El muchacho sentado junto a esa mesa, no sabía como le diría a su hermano que ya no podría trabajar, mucho menos en el estado tan terrible de salud en el que se encontraba...

 

Volvió a suspirar, hacerlo era inevitable ante el mar de recuerdos que llegan a su mente.

 

Y es que no solamente su hermano ocupaba sus pensamientos. No, por alguna extraña manía del destino, no podía olvidar a cierto pelilila al que le salvó la vida: Su piel cándida, tersa y suave... tan... perfecta (La había tocado con el dorso de la mano, cuando él cayó inconsciente, tras el golpe recibido en la cabeza). Esos mechones que cubrían graciosamente ambos lados de su frente en un flequillo, con dos cortas patillas delante de los oídos, y ese cabello tan largo que emanaba de su cabeza como una cascada en un tono lila. Su cuerpo tan níveo ligero y delgado arriba de su brazo... debajo de él cuando le salvó la vida. Aquellas amatistas pupilas que le regalaron un aliento de vida, cuando le miraron unos segundos antes de que esos parpados custodios, decidieran cerrarse para no volver a abrirse...

 

Perfecto...

 

Cierto. Aquél extraño hombre podía describirse y resumirse en una simple palabra que encerrara todas sus cualidades y dones.

 

Lo que ahora el muchacho antes entristecido no comprendía, era el hecho de que sus mejillas se encendieran adquiriendo un tono rojo fresa, con el hecho de que a su mente llegara la imagen de ese perfecto ser.

 

Algunos golpeteos apresurados en la madera, le sacaron de sus pensamientos, indicándole que ‘alguien’ bajaba la escalera a toda prisa. Sus labios se curvearon en una sonrisa al saber quien era el dueño de semejante ruido. Las manos toscas a causa del duro trabajo, que cubrían en esos momentos su faz, descansaron sobre le mesa, adquiriendo una posición erguida para lograr impulsarse y así levantarse, haciendo a un lado la silla con las piernas

 

-“¡Saga!”- Exclamó el peliazul entrando en la habitación que su hermano mayor ocupaba (NA: que nadie se burle de mi dolor ToT). El mencionado extendió a tiempo los brazos para dejar el espacio libre hacia su cuerpo y que Camus pudiera abrazarle con entera libertad, rodeando al más alto por la cintura y frotando varias veces su cara contra el pecho del mayor. El antiguo leñador cerró los ojos. Le encantaba aspirar y disfrutar del olor de su hermano, ya que su mayor temor era perderle... despertar un día sabiendo que él ya no estaría a su lado. Los cabellos azulados océano del menor, cubrieron su barbilla, por este hecho, al abrir los ojos de nuevo, se encontró con la imagen del perfecto pelilila que sus pensamientos había ocupado hace algunos minutos. –“Hermano, ya despertó”- Anunció Camus sonriente, separándose del cuerpo protector del más alto y caminar hacia el príncipe, empujándole de la espalda para que saludara a su pariente –“Anda, no seas tímido”- Incitó al soberano. Mu pasó sus ojos de los verdes esmeraldas del peliazul, a algún lugar sobre su hombro para suplicarle con la mirada a Camus que no le empujara.

 

Al final, la insistencia de aquél muchacho fue tanta, que Mu tropezó, chocando de cuerpo con el que antes le había salvado la vida. Aquellas pupilas esmeraldas, quedaron de nuevo penetrando sus ojos violetas, ante la cercanía provocada por Camus. Las cándidas y delicadas manos del príncipe, quedaron recargadas en el torso fornido del más alto, mientras que su cuerpo era rodeado por los brazos proyectores del peliazul, en un abrazo ocasionado por su tropiezo. De no haber sido porque el pelilila era más bajo, ambos jurarían que abría faltado un poco más para que se besaran...

 

Un fuerte golpe hueco en el piso de madera, hizo que ambos se separaran sin desearlo, dirigiendo sus miradas hacia el lugar donde el ruido había provenido: El muchacho de cabellos azules océano, yacía inconsciente en el piso, mucho más pálido de lo que Mu le había visto al despertar.

 

-“¡CAMUS!”- Gritó un muy asustado Saga, empujando suavemente al príncipe para correr hacia su hermano y revisarlo. Durante unos minutos el pelilila se quedó sin saber que hacer, observando como el antiguo leñador se llevaba en brazos a su inconsciente pariente, escaleras arriba.

 

o.o.o.o.o

 

 La penumbra y el ambiente tan tenso que se respiraba en el castillo, hasta esos momentos, era algo soportable por la única razón de que esperaba que Mu volviera. Milo tenía tanta confianza, como si esperara que ocurriera un milagro y que el futuro rey regresara de pronto, tal como se había ido.

 

-“No te engañes”- Se dijo a sí mismo en forma de consuelo. Su espalda buscó una vez más la pared, recargándose en ella como si tuviera una gran carga. Las antorchas colocadas en los diversos muros del pasillo, no lograban alumbrar tanto al peliazul, como seguramente lo haría la sonrisa de Mu... –“No otra vez Milo”- Volvió a hablar para sí, seguro de que nadie oiría su lamento de enamorado. Su mano fue atraída hasta la frente para quitar algunos mechones del flequillo, dejándola libre para que el aire la enfriara y dejase de pensar cosas que no eran correctas; ya que tal como Shura se lo había hecho notar, el profesor sin desearlo, poseía cierto incomodo sentimiento dentro de él, dirigido hacia el pelilila

 

Milo siempre estuvo seguro algún día Mu tendría que casarse con algún otro príncipe; pero decirle a su corazón que no se atrevería a sentir algo por él, era semejante a las palabras de su joven pupilo

 

Dejar de hacerlo, sería querer morir

 

Y en parte tenía razón, puesto que el sentimiento no era provocado por el peliazul, simplemente era una necesidad de su corazón por demostrar que podía sentir algo hacia alguien más, aunque esto fuera una traición contra el rey...

 

-“Otra vez suspirando”- Efectivamente, de los labios de Milo había salido un lamento no deseado. El peliazul se enderezó rápidamente, girando su rostro hacia la dirección de donde provino la voz, que no era alegre, más no por ello dejó de ser sarcástica. Su rostro se mostró ceñudo con el importunado pelinegro que se acercaba a él.

 

-“Shura”- Dijo en tono represor. A pesar de lo bien que solían llevarse ambos, y de las muchas bromas que les gustaba hacer, el profesor del príncipe pudo darse cuenta que el humor de su amigo, no estaba precisamente para hacer bromas –“¿Qué te sucede?”- Inquirió alzando una ceja. El mejor espadachín de Fanelía, maestro de armas de Mu, cerró los ojos un momento lamentando unos instantes la noticia que le daría a su amigo –“Me matas de curiosidad ¿Sabes?”- Una sonrisa que la sensual boca del peliazul formó, se borró en cuestión de segundos al ver las pupilas oscuras de su interlocutor, mancilladas de tristeza –“¿Qué pasa Shura?... ¿Encontraron a Mu?”- Sus palabras sonaron tan llenas de esperanza, que el corazón del pelinegro se estrujo dentro de sí

 

-“No”- Negó con los labios y la cabeza

 

-“¡OH, dioses!”- Exclamó de manera contraída llevándose la mano a la frente y recargando de nuevo la espalda en el muro, con una exhalación a modo de acogimiento. Su amigo plagió aquél suspiro como propio, sintiéndose un tanto desperado puesto que las malas noticias a penas empezaban. Shura caminó lentamente hacia el peliazul, le tomó ambos hombros con sus manos, haciendo que le mirara a la cara

 

-“Tienes que calmarte”- Le dijo en tono tranquilizador. Milo exhaló para sosegarse, tratando de sonreír sutilmente, sin lograrlo. Sus turquesas pupilas se enfocaron en los ojos oscuros de su amigo, descubriendo algo que notablemente se marcó en su rostro, y que no le gustó

 

-“¿Ahora qué?”- Inquirió con un gesto de fastidio y desesperación mezclados.

 

-“Es difícil Milo... pero...”- El pelinegro guardó silencio, sin despegar sus ojos casi siempre alegres y brillantes, ahora sombríos y tristes, de los turquesas del profesor de Mu a modo de tratar de descubrir algo que le impidiera decirlo.

 

-“¿Qué Shura? Dímelo ya”- Pidió el peliazul más que afligido

 

-“El rey ah muerto”- Dijo con la voz como un hilo. El mentor cerró los ojos, agachando la cabeza para permitir que sus ojos se cubrieran por el manto de flequillo que pendía de su frente. El pelinegro sabía de más, que Shion no solo era un rey para Milo, si no que representaba la figura de un padre después de que su progenitor murió al servicio del monarca. Shura bajo las manos que se encontraban en los hombros de su amigo, para lograr rodear con sus brazos el cuerpo del peliazul en un abrazo sincero y reconfortante que pudiera calmar el dolor líquido que corría a través de las mejillas Milo, por la perdida de rey.

 

-“Son tan lindos que dan asco...”- Ese comentario fue dicho con una tal frialdad, que la sangre del pelinegro se congeló, siendo obligado a separarse de su amigo, para encarar a quien le retaba con semejante comentario.

 

Un hombre de gran prepotencia y porte un tanto osco, con sonrisa llena de regocijo y ojos fríos como el hielo en su semblante, estaba acompañado de cinco o más hombres a sus espaldas, parado a unos cuantos metros de ellos. El cruel comentario de hace unos momentos, arrancó algunas risas burlonas de los acompañantes de aquél hombre de cabellos rubios cenizos, al que Milo fulminaba con una mirada de desagrado.   

 

-“Basura”- Murmuró el peliazul apretando la blanca dentadura dentro de su boca. Aquél hombre de gélido mirar, dejó escapar una fría risa de sus labios, misma que erizó los cabellos detrás de la nuca a varios de sus acompañantes, pero que no consiguió en lo más mínimo, intimidar a ambos amigos (los cuales se habían separado de la pared y de la cercanía antes establecida por el pelinegro) –“¿Qué quieres Radamanthys?”- Exigió saber el mentor con enojo. Como respuesta, el capitán de guardia se echó a reír meramente divertido, algo que no le pareció en lo más mínimo a Milo

 

-“Quiero hablar contigo”- Contestó divertido cuando evaluó el rostro lívido de coraje, del peliazul. El profesor emitió un

 

¡Ja!

 

Y Esta vez una sonrisa (aunque fuera forzada y burlona) la embozaban sus labios. El semblante del rubio demostró su molestia por la acción del mentor, provocando que las pupilas turquesas de Milo destellaran triunfantes.  

 

-“Lo que tengo que tratar contigo es muy delicado”- Explicó Radamanthys con ademán de disgusto. El peliazul frunció levemente el entrecejo, llevándose una mano al mentón para pensar mejor y la otra alrededor de su propia cintura para que el codo se recargara, logrando con esto fijar más su inquisidora mirada en el rubio

 

-“¿De verdad? ¿Y qué es eso tan ‘delicado’?”- Preguntó tratando de sonar lo más cordial posible, aunque el hecho de que le desagradara tanto ese rubio, no lograba los efectos esperados en su voz

 

-“Me temo que es cosa privada”- Respondió recalcando la última palabra, que iba dirigida a Shura. El pelinegro le retó con la mirada teniendo el semblante sumamente serio. El mentor de Mu levantó una mano en un ademán dirigido hacia su amigo y calmarle

 

-“Descuida, estaré bien”- Le dijo en tono tranquilizador, mostrándole la mejor de sus sonrisas que esa sensual boca podía embozar. El espadachín miró con desconfianza tanto a Milo como a Radamthys, aparentemente no persuadido de dejarle solo –“Enserio Shura”- Consintió con un asentimiento de cabeza. El pelinegro resopló, dándose la vuelta para salir por el pasillo contrario al que había llegado.

 

Cuando el espadachín se perdió de vista, el peliazul con exasperación, dejó que de su nariz saliera disparado un poco de aire de sus pulmones, pasando sus ahora amenazantes turquesas hacia el rubio cenizo. El capitán de guardia sencillamente embozó una sonrisa confiada y burlona, al mirarle avanzar algunos pasos hacia él.

 

-“¿Y bien, cuál es tu asunto?”- Inquirió cruzándose de brazos. Los hombres que acompañaban a Radamanthys, le rodearon, algo que en el semblante de Milo no provocó ningún tipo de reacción

 

-“Quiero que me digas donde se encuentra Mu”- Reveló con seriedad el rubio. El mentor rió forzadamente, torciendo después los labios

 

-“No sé donde esta, y aunque lo supiera ¿Por qué abría de decírtelo?”- Manifestó con altanería; algo que no simpatizó mucho, a los oídos del más alto

 

-“Te lo explicaría, pero temo que tu pobre cerebro no alcance a comprenderlo”- Osó mofarse el capitán; sin embargo, el semblante de Milo no demostró enojo en ninguna parte visible, sino todo lo contrario, sonrió burlonamente como si el comentario ofensivo hubiera salido de sus labios, algo que si desconcertó a su interlocutor

 

-“Radamanthys...”- Expresó en tono lastimero –“Aquí el que no comprende eres tú”- Separó los brazos con las manos extendidas, al tiempo que pasaba su mirada por los otros hombres –“Yo sé perfectamente que todos estos son unos simples sabuesos tuyos, unos limpiabotas que se atienen a vivir de las sobras de la mesa que tú te dignas a dejarles...”- Los acompañantes del rubio apretaron los puños y dientes, fulminando con su mirar la silueta delante de ellos del peliazul –“... Y tú mi querido y estimado Rada”- Agregó con desprecio y seriedad –“No eres más que un oportunista, que ahora que sabe la muerte del rey, solo busca su propio bienestar y confort a costillas de los demás”- Radamanthys rió entre dientes –“Espera querido, aún no termino”- Puntualizó el mentor con una falsa sonrisa. –“La única verdad aquí, es que deseas cobrarte venganza por aquello que forma parte de tu pasado ¿No es así?... Me refiero al rey de Nott...”- Las grandes manos del rubio se enredaron en su cuello con firmeza, levantándole unos centímetros del suelo, mientras lo estrangulaba. El peliazul cerró un ojo, sin apartar sus ojos turquesas de las pupilas gélidas miel de Radamanthys; tomó débilmente las manos que lo sujetaban con ferocidad, para tratar de apartarlas de su cuello y librarse del agarre, más todo era inútil. Pronto, se sintió arrojado contra el suelo, cayendo de bruces tan solo sosteniéndose con las manos y no golpearse la cara, pero con la respiración entre cortada y tosiendo a causa de la antes falta de aliento

 

-“Pedazo de...”- Maldijo entre dientes el rubio pasándose la mano por el rostro. Tenía que calmarse, debía hacerlo si quería que sus planes salieran como esperaba. Rió con frialdad al mirar tan indefenso al peliazul –“¿Dónde esta tu valor ahora, Milo?”- El mentor, que seguía tosiendo, levantó la vista, taladrando con sus turquesas llenos de desprecio al rubio más alto

 

-“No puedes... no podrás hacerlo...”- Masculló el mentor. Radamanthys lanzó una carcajada fría, pero que al mismo tiempo demostraba triunfo

 

-“Entonces no me conoces”- Dijo sin parar de reír. Los hombres que le acompañaban, imitaron el gesto. Milo se puso en pie, recuperando el elegante porte que le caracterizaba y tragando aire

 

-“Te conozco mejor de lo que tú crees, incluso me atrevería a decir... NO, a jurar”- Rectificó –“Que tienes tanto miedo de mi, como el que crees que yo te tengo... ¿Y sabes que más, Radamanthys? MU NO TE PERTENECE... ÉL NO PODRÁ SUPLANTAR A...”- Exhaló. Fue todo lo que le permitió hacer un fuerte golpe en el centro del vientre, ocasionando que de su boca saliera un hilo de sangre. Milo sintió que las extrañas se le partían en miles de pedazos, las articulaciones de sus piernas fueron atraídas irremediablemente contra el piso, quedando de rodillas en la fría losa, delante del rubio, agarrándose el estómago tal vez para sofocar el dolor, más parecido a fuego dentro de él

 

El mentor, que no lograba llenar sus pulmones con el aire suficiente, que el golpe de Radamanthys le había quitado, levantó la vista: el rubio le hacia señas a uno de los hombres que estaban frente a él (o sea, detrás de Milo), para que continuara con el plan.

 

Cuando el peliazul, escuchó horrorizado, la espada de uno de ellos ser desenvainada, comprendió que la vida había llegado a su fin; cerró los ojos con fuerza, y unos instantes después, se hizo la completa calma y oscuridad...

 

-“Llevénselo...”- Ordenó con la voz fría el rubio. El grupo de hombres obedeció, tirando de las extremidades del mentor, hacia uno de los pasadizos secretos del castillo.   

 

o.o.o.o.o

 

El príncipe se sentía intranquilo. Simplemente no lo entendía, pero intuía que algo no andaba bien.

 

Se encontraba de pie, en medio de un cuarto bastante amplio, con solo una chimenea y algunas velas que alumbraban su visión.

 

Hacia rato que Saga le había pedido que permaneciera en ese pequeño cuarto de estudio, mientras él revisaba el estado de salud de su hermano.

 

Mu suspiro derrotado a que la angustia lo hiciera su presa, dejándose caer en una silla que se encontrada cerca de la ventana, con los codos sobre las piernas y la cabeza apoyada en sus blancas manos. La puerta se abrió de pronto, dando paso a un muy contrariado peliazul

 

-“¿Cómo se encuentra Camus?”- Preguntó preocupado el pelilila levantando de la silla para mirarle. Saga camino en su dirección y se detuvo unos cuantos centímetros frente a él, negando con la cabeza

 

-“Si me hubiera dado cuenta antes...”- El príncipe no comprendía a lo que se refería el más alto, pero de una cosa estaba seguro, no era nada bueno si lágrimas se asomaban por sus pupilas esmeraldas

 

-“¿Qué le pasa?”- Inquirió entristecido, lamentando por demás no poder hacer nada para consolarle si su pena era tal. Saga se llevó una mano a los ojos, ocultándolos por si en algún momento de la revelación, comenzaba a llorar

 

-“Esta muriendo...”- Dijo con dificultad, apenas logrando esos sonidos debido al nudo inmenso que se acumulaba en su garganta. Mu sintió que un balde de agua fría le caía encima. Aspiró aire rápidamente, llevándose una mano a la boca, mientras en sus ojos crecían las ganas de llorar.

 

El príncipe no encontró otro modo de reconfortar aquél bondadoso hombre, más que aferrarse a su cuerpo en un abrazo, para tratar de apaciguar el dolor de su corazón. Saga abrió los ojos desmesuradamente, sintió sus mejillas arder para colorearse a un tono sonrosado; su barbilla fue atraía hasta el hombro del pelilila, sus brazos a rodear a aquél que trataba de sofocar la herida que una gran pena causaba dentro de él, y sus labios a exhalar sin hacer esfuerzo por evitarlo.

 

-“Mi hermano tiene una grave enfermedad...”- Explicó con la voz quebrada a causa del acongojo –“Hasta hace unos días parecía sano, pero el virus ah avanzado y ahora esta tosiendo sangre, atravesando quizá una etapa ter...”- No pudo completar la frase, ya que sollozos desesperados e impotencia, fueron lo único que pudo salir de su boca. Mu abrazó con más fuerza al peliazul, sintiendo el dolor de aquél hombre tan propio... como si fueran uno solo...

 

Somos uno...

 

¿Acaso se estaba enamorando de aquél muchacho? El príncipe no lo podía creer, tampoco concebir; es decir, lo acaba de conocer, ni siquiera se habían presentado, y su corazón ya palpitaba emocionado, por el simple hecho de pensarse completo, al ser uno solo con el más alto...  

 

Haciendo impresionantes esfuerzos, se separó un poco de Saga, dejando una distancia reducida de tan solo algunos centímetros. El rostro ahora sonrosado del peliazul, estaba empapado en llanto, y esos ojos verdes estaban nublados por la tristeza. Mu repasó cada parte de las facciones de aquél hombre, con sus brillantes pupilas amatistas, descubriendo que en realidad si le gustaba... que eso era...

 

Amor a primera vista

 

Una mágica e inexplicable atracción, que no solo fomentaba la lastima que pudiera llegar a sentir por verle sufrir; no, esto era mucho más profundo, producido por algún desesperado anhelo de su corazón de sentir algo más que odio, tristeza y vacío... Ese órgano que le permitía vivir, estaba sintiendo por primera vez plenitud, al contacto con otro ser humano. Sin darse cuenta, una de sus níveas manos, ya estaba acariciando el rostro del peliazul con el dorso para secar las lágrimas; y que incluso, estaba traspasando el alma de Saga a través de sus ojos, mirándole fijamente hasta perderse en sus esmeraldas, dejando que el corazón vibrara y diera cuantos vuelcos se le antojara, mientras su rostro se acercaba un poco más, a cada palpitar, al del más alto...

 

.o.o.o. To be Continued... .o.o.o.

 

... o ... o ...

 

Y... es el final de capitulo...

 

Gracias por leerme!! nOn

 

... XD... son bromas ñ.ñU... ahora se los pongo o.oU

 

... o ... o ...

 

Mu no sabía si estaba haciendo lo correcto, tampoco la primera impresión que tendría Saga, cuando su boca reclamara sus labios con un beso. Sin embargo, y a pesar de cualquier temor que lo asaltara entonces, o los prejuicios que su razón hicieran, el cuerpo del príncipe respondió a los deseos de su corazón, acercando sus propios labios, lo suficiente y cerrando los ojos, para concederle su primer beso al peliazul.

 

El contracto entre ambos, produjo una pequeña descarga eléctrica que los inundó al instante; los labios sonrosados del príncipe, se movieron con suavidad y lentitud, dejando solo un tímido beso en la boca del leñador. No obstante, lo cierto era que Saga tenía las mismas dudas enmarañadas en su cabeza, imposibilitando el hecho de razonar o de intentar hacerlo al estar besando a un completo y a la vez no tan desconocido; así que sus labios también atraparon los del pelilila, causando una nueva descarga que provocó un brinco en sus entrañas, llamando a que el contacto se repitiera de nuevo con movimientos un poco más apresurados sin perder el compás ni la magia del momento, rozando sus narices a causa de la búsqueda en una mejor posición...

 

No importaba cuanto tintinearan las campanas del castillo resonando en cada rincón del pueblo, o los murmullos que se escuchaban desde la ventana, tampoco las veces en que Camus tosía al borde del ataque...

 

Solo ellos

 

Y pese a que no querían separarse, tuvieron que hacerlo, contra su voluntad; pero lo hicieron. Un golpe fuerte y hueco en la madera, alertó a ambos para que se alejaran uno de otro, dirigiendo sus miradas hacia la puerta

 

-“Es Camus...”- Habló quedamente el peliazul. Sus ojos se posaron un momento en el semblante níveo (y sonrosado) del príncipe, dirigiéndole una sonrisa que demostraba su perturbación. Mu le devolvió el gesto, permitiendo que Saga observara dentro de su alma a través de sus pupilas amatistas para que se diera cuenta de las cosas que aún no se podían decir –“Vuelvo enseguida”- Dijo inclinándose de nuevo y lograr dejar un dulce y fugaz beso, en la mejilla derecha del pelilila

 

Cuando Saga salió de la habitación, Mu se abrazó a sí mismo con un suspiro, sintiéndose vivo otra vez, con los sentimientos a flor de piel...

 

Pero las campanas, no dejaban de sonar y ya le molestaba.

 

Los murmullos en el pueblo iban en aumento, incluso podía escuchar la voz de un pregonero, sin alcanzar a comprender lo que gritaba...

 

El rey ha muerto...

 

¿Qué decía la voz? El príncipe no comprendía el mensaje, el tintineo de las campañas no se detenía y le causaba escalofríos

 

El rey ha muerto... falleció esta noche...

 

Seguía gritando aquél hombre, conduciendo por las calles una carretilla cargada de carbón encendido, dejando un aroma a incienso por donde pasaba. Los oídos de Mu no alcanzan a entender lo que decía, ni siquiera le parecía gran cosa para darle algún tipo de importancia; pero algo le decía que debía escuchar, que debía abrir la pequeña ventana y poner atención

 

El rey ah muerto... el castillo esta de luto...

 

Con paso lento y torpe, llegó hasta a ella, tomó la manija y consiguiendo abrirla...

 

El rey Shion ah muerto esta noche...

 

El príncipe no tuvo ni que asomar la cabeza, el viento se encargó de llevar hasta sus oídos aquellas palabras, matando el corazón que recién comenzaba a latir, con aquella tan fatal noticia. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, su rostro perdió aún más color, los labios se le sacaron y las piernas le temblaron. De un momento a otro tuvo el impulso de salir corriendo hacia el castillo para comprobar que su padre no estaba fingiendo y que con ello Mu regresara, porque su progenitor estaba bien... es decir, tenía una buena salud esta tarde cuando discutieron...

 

Y con ese pequeño recuerdo, los ojos del príncipe se llenaron de lágrimas, la mitad de cuerpo giró para salir de la habitación, mientras que la otra caía al suelo derrotado por el dolor, casi perdiendo la respiración ante la aflicción

 

Escuchó algunos pasos cerca de él y levantó el rostro, encontrando el semblante confundido de Saga y el de Camus sorprendido.

 

El peliazul no entendía porque de los ojos de Mu brotaban esas lágrimas; mientras que el menor de los hermanos parecía haber entendido de más, lo que estaba ocurriendo, al escuchar los gritos (todavía audibles) que procedían de la ventaba, sobre la muerte del rey...

 

-“Majestad...”- Dijo débilmente el chico de cabellos azul océano. Saga le miró extrañado, pensando que la fiebre le había hecho perder la razón, más cuando sus ojos se posaron sobre el níveo rostro de Mu y descubrió el horror en su mirar, el corazón se le hizo añicos...

 

 

 

.o.o.o. To be Continued... .o.o.o.

 

 

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