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Be Free por Aquarius No Kari

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Notas del capitulo:  

Eespero que les agrade este capitulo, y agradezco de corazón sus sugerencias, halagos, comentarios graciosos o lo que sea que quieran decirme a mi y a mis feísimos trabajos x)... – se aceptan lluvias de verdura o.o-

Advertencia: Algunas de las escenas en este capítulo, son consideradas por la escritora (yo), como fuertes, y horrorosas

Chapter 3 (part one)

Tears and blood

Esas pequeñas y cristalinas lágrimas, que corrían a través de las mejillas cándidas del pelilila sin algún motivo en específico, le partían el alma; pero sobre todas las cosas, aquella revelación que había salido de los labios de su querido familiar, le hacían un daño aún mayor...

-“Majestad...”- Dijo Camus en voz baja, abriendo los ojos desmesuradamente. Saga se quedó gradualmente inmovilizado, mirando el semblante sorprendido de su hermano, y luego bajando sus pupilas al rostro horrorizado del príncipe. Por un considerable lapso de tiempo, se hizo un momento de tal tensión, que incluso cada uno sintió su propia respiración fallar, hasta el instante en que Camus postró la rodilla derecha y Mu se levantó del piso de madera, sin despegar sus amatistas pupilas de las brillantes esmeraldas de Saga. El futuro rey tragó saliva con dificultad, negándose a hablar ante la mirada más que desconcertada, desilusionada del peliazul, quien comprobó sus sospechas al hacer memoria...

Nadie, por muy extranjero que fuera, poseía en todo el pueblo, una belleza tal como la que el propio rey Shion ostentaba; tampoco y aunque el mundo fuera pequeño tal cual se rumoraba, o se decía, habría otro muchacho de cabellos lilas (como se apreciaba en algunas pinturas) con el nombre de Mu: del príncipe.

El antiguo leñador exhaló con dolor, bajando la cabeza y postrando una pierna en el suelo, en un ademán de lealtad y respeto, negándose a que sus propios ojos entristecidos miraran el níveo semblante del heredero al trono.

Mu ciertamente, se quedó sin palabras, comprendiendo que esa pequeña exhalación que había salido de los labios de Saga, no era de otra cosa que decepción y abatimiento quizás. Eran tantas cosas las que demostraba, que se había quedado sin palabras, por falta a un motivo lo bastante razonable para explicar el haberles mentido antes, y su presencia fuera del castillo. Sin embargo, y para desgracia del futuro rey, la presión de las circunstancias fue tanta, que el peliazul se levantó del piso y salió corriendo de la habitación dando un portazo a su salida

-“¡Hermano!”- Gritó Camus imitando el gesto, más no saliendo de la habitación. Sus pupilas azules océano, miraron de nuevo al príncipe, quien ahora había agachado la cabeza, negándose a que le miraran de nuevo a la cara –“Majestad...”- Le llamó el chico con cierta timidez. El pelilila tuvo que levantar el rostro humedecido en llanto, para encararle ante cualquier cuestionamiento que quisiera hacerle; después de todo, estaba en su absoluto y total derecho de saberlo.

-“Agradecería que solo me llamaras Mu”- Respondió en tono melancólico. Camus suspiró, llevándose una mano al pómulo derecho para rascarlo con cierto desconcierto

-“¿Por qué...?”- Esa pregunta encerraba tantas cosas, y con sinceridad, el príncipe no sabía exactamente a lo que se refería –“¿Por qué esta fuera del castillo?”- Completó el peliazul. Mu bajó la vista, lamentando el un tanto cobarde gesto

-“No quise cumplir mi destino”- Respondió apretando los puños, recordando las palabras de su padre antes de marchase con la poca dignidad que le habían dejado los golpes al rostro, por parte de su progenitor; pero ahora estaba muerto, Shion había fallecido y la única despedida que habían tenido padre e hijo, fue una discusión

Odio entre la misma sangre...

Mu no podía soportarlo. El dolor que le embriagaba era más fuerte que cualquier cosa en el mundo, oprimiendo mortalmente el corazón que albergaba dentro de su pecho, haciendo tal fricción entre la culpa y los sentimientos como hijo que tenía reservados para el peliverde, que el dolor se volvió tan insoportable al salir por la única forma posible:

Lágrimas...

Un dolor líquido que corría sin un fin seguro, por sus níveas mejillas, proviniendo desde el corazón hasta reflejarse en los ojos, haciendo imposible el pararlas. Mu se llevó ambas manos al rostro, dejándose caer de nuevo de rodillas, sollozando con tal fuerza, que Camus retrocedió incapaz de poder brindarle un poco de consuelo al no saber de que manera hacerlo

-“¡Él me pidió que me casara con alguien que no amaba!”- Comenzó a decir, liberando mediante palabras, lo que su corazón guardaba con celo, como si se tratase de la caja de Pandora –“Yo tenía miedo de casarme con alguien a quien no quería... de ser rey y que llegara mi momento de gobernar... sin haber disfrutado de la libertad de vivir...”- Guardó silencio solo un momento, sumergido en la oscuridad que los ojos cerrados le brindaba. Saga, por otra parte, abrió la puerta quedamente, con el príncipe ignorando que él estuviese escuchando la conversación detrás de ella. El pelilila prosiguió con su relato, sin percatarse de su presencia –“Discutimos... me dijo... No“– Negó rectificando su error –“Nos dijimos cosas horribles, incluso me atreví a decirle que me avergonzaba de ser su hijo... y yo...”- Un nuevo nudo se hizo presente en su garganta, haciéndole gravemente imposible el hecho de poder pronunciar la más mínima palabra.

El peliazul no se sentía muy complacido por aquella pasada mentira, tampoco saberse un posible juego del futuro del rey, al ser besado; pero fue tal el sufrimiento que Mu le inspiró en esos momentos, que fuera de la compasión y pena que llegase a sentir por él, estaba ese sentimiento tan gratificante que le hacia enloquecer, aquél que había provocado ese beso con su simple cercanía y tacto: el amor a primera vista

Y es que los sentimientos no conocen de razón, puesto que ellos provienen del corazón y no de la cabeza como el pensamiento (NA: I’m so happy!... mil gracias por permitirme usar tu frase nOn)

Lentamente, una de sus rodillas tocó el piso, la otra le imitó acercándose un poco más al príncipe, mientras sus brazos cubrían aquél delicado cuerpo formando un dulce abrazo reconfortante, sin dejar de transmitirle todo el calor que su cuerpo podía ofrecerle para calmar el dolor que le acongojaba...

Tal como Mu lo había hecho...

El pelilila, con anterioridad, había tratado de consolarle de la misma forma. La única diferencia, era que él estaba llorando por la posible muerte de un hermano, mientras que el príncipe lo hacia por la ya muerte de un padre, de su progenitor: el rey...

El heredero al trono abrió un poco más de lo debido los ojos, destapándose la cara y levantando el rostro para mirar a aquél fornido joven que trataba de reconfortarlo. Su corazón latía de una manera muy apresurada, llenándose su estómago de una descarga eléctrica que recorría todo su cuerpo, provocando que la sangre se le subiera al rostro y que este adquiriera un tono sonrosado

Camus presenció esa escena con el semblante un tanto horrorizado. Sus ojos se pasaban de su hermano, al príncipe y viceversa, descubriendo algo que tarde o temprano terminaría lastimando a su querido familiar. Y es que por la forma en que uno y otro se miraban, el destello que de las pupilas de ambos emanaban y aquella manera en que Saga acariciaba una de las níveas mejillas del príncipe para secar sus cristalinas lágrimas: lo que estaba ocurriendo entre ambos no podía pasar desapercibido ante los ojos de un chico tan suspicaz y tan listo como Camus

¡Ellos estaban enamorándose!

La pregunta que ahora tejía telarañas en su cabeza, era hacia el futuro destino que tendrían que enfrentar, al como asumiría su hermano su amor imposible y su futura muerte, porque lo aceptara o no, aquella enfermedad lo estaba matando.

o.o.o.o.o

Lloraba, no lo podía evitar. Sabía que un día de estos lo perdería. Estaba preparado para verle partir...

O al menos eso pensaba, ya que siempre había sabido que no sería suyo, no de la manera romántica en la que él esperaba que lo fuera; simplemente lo seria como su amigo, su confidente... la mano derecha que perpetuamente le iba a ayudar.

Fueron tres las veces en que llamaron la puerta aquella desolada noche, con golpecitos apenas audibles como temiendo molestar de sobremanera, a la persona que esas cuatro paredes guardaban y protegían con recelo. Dohko giró su rostro hacia la imperceptible puerta a causa de las penumbras, secándose con las yemas de los dedos los rastros de lágrimas en el semblante. Se levantó de la cama, sentándose en ella para tratar de tranquilizarse...

Pero el dolor...

Siendo casi imposible hacerlo ante la sensación de partírsele el alma de un momento a otro. El llamado se hizo un poco más insistente, pero no más tosco

-“Adelante”- Pidió, sin poder evitar que sus voz se escuchara entre cortada. La puerta se abrió lentamente, dando paso a una cabellera negra

-“Eh... ¿Se puede?”- Preguntó con cierta y justificada timidez, el que osaba molestar su momento de soledad: Shura.

Fijando su vista en alguna parte perceptible de la penumbra, pudo el espadachín, distinguir al castaño asintiendo con la cabeza. Suspiró con melancolía y entró en la habitación, cerrando la puerta con cuidado cuando sus pies estuvieron completamente adentro de los aposentos del moreno

-“¿Qué se te ofrece?”- Indagó el castaño un poco molesto. Su cabeza estaba agachada, tratando de que el cabello le cubriera lo más posible los ojos y que no se diera cuenta de la fragilidad de su ser en esos momentos. El pelinegro volvió a suspirar, sentándose en la cama un tanto alejado de él

-“Te conozco mejor de lo que tú crees, así que es inútil que trates de esconderme tu dolor”- Explicó con calma, mirando con abatimiento el perfil del consejero real. Dohko se tapó el rostro con ambas manos, sollozando sin consuelo alguno para su alma atormentada y el corazón roto que no podía ser aliviado.

-“Él se ha ido...”- Sollozó. Shura negó con la cabeza, posando una mano en su hombro a modo de apoyo moral.

-“No del todo”- Dijo –“Aún esta en tu corazón”- Su voz también se quebró. No podía creer que él, siendo una persona tan sarcástica al igual que Milo, estuviera tratando de dar apoyo moral a quien había visto como a un padre, cuando muchas veces eso mismo lo recibió de él. –“Además...”- Prosiguió con lo que le parecía un cursi discurso –“Todavía queda Mu...”- Dohko saltó de repente, asustando de sobremanera al espadachín, que le miró aterrado

-“¡El príncipe!”- Exclamó el castaño. Se levantó de la cama y se sentó en la mesa que tenía enfrente, encendiendo dos velas más para alumbrar un pergamino que se encontraba sobre esta. Shura contempló en silencio como el moreno escribía líneas y líneas en aquél documento, enrollándolo por completo con una cinta color escarlata; después el como se levantaba de la silla para correr hacia uno de los cajones de su ropero y tomar otro pergamino con un listón dorado –“Debo cumplir con lo que mi rey me encomendó, no puedo derrumbarme ahora”- Pensó en voz alta el consejero, mirando con determinación los documentos que tenía en su mano –“Shura, busca a Milo y vallándose del palacio...”- Ordenó aún dándole la espalda

-“No puedo hacer eso”- Replicó levantándose también de la cama, y caminando hacia él. Dohko le dio la cara, mostrándose ceñudo por su desobediencia

-“En ningún momento te lo pregunté, es una orden directa”- El pelinegro estuvo apunto de disculparse con una reverencia, cuando el moreno sonrió –“Necesito que tú y Milo busquen al futuro rey y le protejan. Estoy seguro que si Shion siguiera con vida, a ustedes dos les confiaría la vida de su hijo”- El espadachín hizo una galante reverencia, profundamente agradecido por el gesto de confianza que el consejero había tenido con ambos.

-“Nosotros daríamos la vida por él... sobre todo Milo, ya sabe porque”- Intercambiaron una mirada que les arrancó una sonrisa un tanto divertida, sobre todo al moreno que le recordó cierto acontecimiento

-“Lo sé. El pobre Milo cayó en las mismas garras del amor que yo”- Suspiró melancólico al recordar los tiempos de antaño –“Ambos enamorados del rey, maldiciendo al propio corazón por su mala suerte”

-“No fue tan malo, Shion parecía amarte”- Dijo Shura con una media sonrisa en los labios. El moreno negó con tristeza la cabeza, agachando el rostro

-“Con ciencia cierta no puedo asegurarlo. Él se encargó de demostrar lo contrario muchas veces y de negarlo cuantas más pudo”- Por la mente del moreno pasaron muchas imágenes: algunas llenas de gratos recuerdos, otras no tanto, pero la mayoría donde Shion y él eran los protagonistas –“Yo nunca traté de justificarlo”- Volvió a hablar Dohko, después del horrible silencio que entre ambos se había hecho. Shura le miró desconcertado, no comprendiendo con exactitud a lo que se refería, más si de quien estaba hablando. El castaño volvió a posar sus ojos sobre los del espadachín, embozando una débil, pero perceptible sonrisa –“Su trato tan hostil con Mu, se debió que no quería que su hijo volviera a pasar por lo mismo que él, para que el príncipe no sufriera de un amor al que no podría corresponderle con la misma plenitud que hubiese deseado para mi. Shion siempre supo que su hijo jamás se iba a enamorar de Milo, ya que le veía como a un hermano, así que se arriesgó a que crecieran juntos...”

-“¿Por eso no le permitía salir al pueblo?”- Interrumpió un muy sorprendido Shura, comenzando a entender de pronto, las horribles circunstancias que le había hecho al heredero al trono odiar a su padre. Dohko asintió con aires de tristeza

-“El encierro del príncipe solo era una manera de protegerlo contra el cruel destino que la vida le veía preparando”- Respondió con un suspiro

-“Y nosotros no lo comprendimos”- Señaló el pelinegro con abatimiento. El castaño rió entre dientes

-“Ustedes son muy jóvenes para comprenderlo, necesitan vivir un poco más y tener experiencia, eso es todo”- Aconsejó el moreno. Caminó hasta un pensativo Shura, le tomó una mano y dejó ambos documentos, provocando que el espadachín le mirara más sorprendido e intrigado que antes –“Salgan del castillo y vayan a la posada “El gran cuerno”- Indicó –“Busquen a Aldebarán y entréguenle ambos pergaminos, él les dirá que hacer...”- El pelinegro hizo algunos movimientos negativos con la cabeza

-“Pero...”- Trató de interrumpir, más el castaño alzó un poco más la voz para dejarse oír

-“Luego busquen a Mu y llévenselo a Frey, con el príncipe...”

-“Dohko...”- Replicó

-“Cuando él vuelva, Aldebarán les devolverá el pergamino con la cinta dorada para que se lo entreguen a Mu...”

-“...”- El espadachín seguía negándose a acatar tal orden, temiendo algo que uno de sus tantos fúnebres presentimientos le decía. El moreno le tomó de los hombros

-“Shura, ustedes son la única esperanza del rey”- Hizo una pausa y luego prosiguió, con la voz llena de acogimiento, como si le costara un palpitar de vida cada palabra –“Encomiendo a ustedes dos, la vida de su majestad”- Los labios del pelinegro temblaban, al igual que sus extremidades. Tenía miedo de partir del castillo y no volver a verle. Sus ojos comenzaron a cosquillear y su quijada a estremecerse. Se arrojó en brazos del moreno y sollozó en su hombro, asintiendo con la cabeza a modo de aceptar la misión que el castaño le había encomendado. El consejero real le abrazó a su vez, acariciando aquél cabello negro que muchas otras noches había tocado de la misma forma, cuando él solía tener problemas y lloraba de la misma forma desconsolada en la que ahora lo hacia.

Toscos y duros, así fueron los cuatro golpes en la puerta que les interrumpieron, provocando que sus cabezas giraran hacia la dirección de donde el ruido se había originado.

-“Dohko”- Dijo una voz fría y prepotente, por el otro lado. El mencionado tomó la mano libre del espadachín y lo condujo hacia una esquina de la habitación, susurrándole cerca del oído

-“No dejes que Radamanthys se entere del contenido de los pergaminos”- Advirtió mirando de reojo la puerta, como si con ello lograse ver al rubio y fulminarle con la mirada. El pelinegro cabeceó dos veces. El castaño le sonrió, provocando que un escalofrío recorriera el cuerpo del espadachín, al imaginar que seria la última vez que vería ese gesto de él. Dohko, quien ignoró aquella acción del cuerpo de Shura, quitó despacio la silla junto a la mesa, con tal calma para aminorar algún posible ruido que alertase al capitán de guardián, fuera de sus aposentos.

El pelinegro mostró un semblante que denotaba impresión, ya que el consejero real se hincó por debajo de la mesa, tomando una de las velas que se encontraban arriba de esta. Estaba apunto de preguntar, cuando Dohko se levantó del piso y de nuevo le sonrió

-“Debajo, hay algunas escaleras”- Explicó –“Estas te llevaran a un pasadizo secreto que a su vez te conducirán por otras escaleras, las cuales terminan en último pasillo hacia las mazmorras. Quiero que busques a Milo y entre los dos encuentren a Mu...”- El golpeteó en la puerta fue mucho más insistente y duro. El moreno asió a Shura por el brazo, jalándole debajo de su escritorio

-“Yo no...”- Replicó el espadachín con dificultad, agachando la cabeza y encogiendo su cuerpo bajo la mesa para entrar por la pequeña rendija, dentro del oscuro pasillo tan solo alumbrado por la pequeña vela que reposaba sobre el primer escalón

-“Ya te dije que no te lo eh preguntado”- Dijo con firmeza, notando el miedo que carcomía por dentro al espadachín. La mayor parte del cuerpo de Shura estaba dentro, escaleras abajo, lo cual le permitió al moreno tomar su cabeza con rudeza e impulsarlo hacia abajo para cerrar completamente la portezuela, colocar una pequeña alfombra y ponerse en pie –“Adiós, cuídate mucho”- Murmuró por última vez antes de que sus piernas abandonaran el piso y se dirigiera hacia la puerta, donde un casi enfadado (por la espera) Radamanthys, le miraba inquisidoramente

La posición en la que se encontraba el rubio, le daba al castaño la ligera sospecha de que estaba al pendiente por si escuchaba cualquier ruido extraño dentro de la habitación. El capitán de guardia embozó una sonrisa un tanto hipócrita, al encontrarse con la ahora gélida mirada del consejero real

-“¿En que puedo ayudarte?”- Cuestionó fríamente el castaño. La sonrisa en los labios de Radamanthys se volvió tensa, aunque después se volvió divertida, cuando notó que Dohko había estado llorando

-“Necesito hablar contigo”- Respondió con un extraño brillo en su mirada. Como si una ligera brisa hubiese acudido de repente, fue la sensación que produjo un ligero temblor en el cuerpo del consejero real

-“Tú dirás”- Dijo con firmeza, con el valor que aquella cálida mirada de Shura le había brindado, momentos antes de le empujara y bajara las escaleras. Sus brazos se entrelazaron a la altura de su pecho, y el semblante se mostró un tanto ceñudo a modo de desconcierto. Radamanthys rió entre dientes, observando fugazmente la habitación del castaño, por la pequeña abertura entre la puerta y el cuerpo del moreno.

-“Es sobre el príncipe”- Explicó el rubio, deleitándose con el semblante contrariado del consejero real, ante el miedo de que él le hubiese encontrado antes que Milo y Shura, exponiendo de sobre manera la seguridad del heredero, al caer en las garras del capitán de la guardia real. Dohko carraspeó, tratando de notarse lo más normal posible

-“¿Lo encontraste?”- Inquirió. El rubio volvió a reír entre dientes.

Ya había descubierto lo que quería saber de él, y prácticamente, ya no le servía de nada. Sonrió triunfante

-“El sello real... ¿Lo tienes tú?”- Le preguntó. Dohko pareció ofendido. Además de no comprender el significado de aquella sonrisa –que ciertamente le causaba escalofríos-, también estaba el hecho de que preguntase por una cosa de la cual él no debería mostrarse interesado

A menos que...

Sabía que no se estaba volviendo loco, y conocía tan bien la historia de ese hombre parado en el umbral de su puerta, como que su nombre era Dohko y que siempre había amado al rey...

-“Eso no es de tu incumbencia”- Respondió con frialdad, retándole con la mirada y observando de reojo cada movimiento (gracias a la luz de alguna antorcha) que el rubio realizaba.

-“Lo es Dohko, en verdad que si”- Reveló el capitán, haciendo que la sonrisa en sus labios fuera mayor –“Y la verdad es que... no me importa si quieres entregarlo por la buena... yo lo tomaré por la mala...”- El semblante del moreno palideció de repente, mostrándose muy asustado. Reaccionó lo más rápido que pudo y trató de cerrar la puerta de golpe, siéndole imposible cuando el rubio la aventó y atravesó su cuerpo con el frío de su acero

El tiempo y el espacio parecieron haber desaparecido de pronto. Dohko sintió que las entrañas le quemaban, y que la sangre abandonaba cada parte de cuerpo. Se llevó por instinto, una mano a la herida en el abdomen, contemplando el hilo inmenso de sangre que brotaba de aquella mortal cortada, con la espada de su agresor aún dentro de su propio cuerpo. Sus labios ahora descoloridos, comenzaron a temblar, las piernas incluso amenazaban con fallarle siendo atraídas por el imán del piso cubierto de una alfombra roja ciruela. Aquellas pupilas que se mostraban antes frías, observaron aterradas el semblante de su verdugo, contemplando la más desapiadada sonrisa que jamás en su vida hubieran visto. Un hilo de sangre corrió por la comisura de sus labios, los cuales trataban de formular un débil «Tú...» sin mucho éxito

-“Yo seré el nuevo rey”- Sentenció Radamanthys para horror del consejero –“Mu será mío... y todo lo que Shion me quitó antes, volverá a mis manos”- Una fría y estruendosa carcajada resonó en toda la habitación, parando los cabellos detrás de la nuca de Dohko. –“Yo nunca le juré lealtad a él”- Respondió a la acusadora mirada que el castaño le dirigía –“Tú sabes que solo por una persona estoy aquí, y si me hubieras ayudado a realizar mis planeas, nada de esto estaría pasando... “

-“Yo... solo... hice... lo que... consideré prudente... eso es amor...”- Masculló. La espada de Radamanthys se aferró con mayor fuerza a su cuerpo, obteniendo que de los labios ensangrentados del castaño, brotara aún más sangre y un gemido lleno de dolor

-“Y ¿De qué te sirvió?”- Cuestionó con desprecio –“Shion murió sin haberte demostrado el supuesto amor que te tenia, mientras tú seguías a su lado como el vil perrito faldero de siempre, aguantando los caprichos de un niño mimado y rico”- Las palabras el rubio, ciertamente dolían más que aquél acero atravesando su moreno cuerpo, ya que pequeñas y cristalinas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos ya cansados, perdiendo la poca vida de la que disponía.

El corazón aminoró su palpitar, los parpados comenzaron a cerrársele pese a que él deseaba seguir despierto, y la vida... fue abandonándole

-“Él me amaba... n-no... ne-cesitaba... d-demostrarlo... yo lo sabia...”- Masculló.

Su cuerpo ya sin vida, cayó pesadamente en el piso. Radamanthys hizo un gesto con mayor desprecio al recordar sus palabras y contemplar su semblante con la paz que él mismo nunca sentiría...

Porque Dohko confiaba ciegamente en Shura y Milo, y sabia que todo iba a estar bien

Apenas el rubio se sacudió la cabeza, como si hubiera tenido bichos raros sobre ella, se dispuso a buscar por toda la habitación, aquél brillante anillo de oro que era la marca del rey...

Puesto que sin esa valiosísima joya, cualquier cosa que él deseara hacer u ordenar, no podría llevarse acabo sin la autorización del soberano...

Y dado que Mu se encontraba desaparecido, sus ambiciones no podían ser realizadas... a menos que el sello real apareciera...

.o.o.o. To be Continued... .o.o.o.

Notas finales:

... o ... o ...

El destino de Milo, así como lo que ocurrirá esta noche, serán cosas que pondré en la segunda parte n.nU

Y quiero aclarar que el final de Day and Night (CamusxSagaxMu) No tiene ninguna relación con “Take my lips”(SagaxCamus) o “Be Free” (SagaxMu), ya que puedo poner a Saga –como bien me lo recordó Araceli o.oU- con quien sea, incluso el personaje menos esperado -¿Milo x ejemplo?- XD

En fin... prometo poner una recompensa en la segunda parte o.oU


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