Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Be Free por Aquarius No Kari

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Be Free

Chapter 4 (part two)

Tears and blood

Muerto estaba. Horriblemente Shura podía imaginarse la tan vil manera en que Radamanthys había asesinado al que un padre representaba para él.

La oscuridad de aquél pasillo, de escudo ahora le servía, protegiendo el dolor de haberlo perdido. Apoyando una mano en la pared le ayudaba a seguir adelante, mientras que la antorcha en la otra, su camino iluminaba en aquella penumbra. Y solo en su cabeza repasaba encontrar a Milo, recuperar al príncipe y matar al capitán de guardia.

Al salir del pasadizo secreto, se encontró en las oscuras mazmorras. Estando en aquél lugar, donde nunca se imaginó que encontraría al que desde siempre había sido su amigo, siendo arrastrado de los antebrazos y dejando un hilo de sangre por donde su cuerpo inmóvil pasaba

Si estaba vivo o muerto, Shura no lo sabía con seguridad, la única respuesta palpable era la culpabilidad del rubio guardia en todo el asunto. Con enojo, los puños a sus costados apretó, deseando tener el cuello del causante de todo aquél embrollo entre sus manos.

Los guardias traidores pasaron, no logrando verlo ya que inteligentemente se había ocultado tras las sombras hacia las cuales el fuego de una antorcha no lograba iluminar.

-“Quedate a vigilarlo...”- Escuchó que uno de ellos ordenaba –“Si se mueve o intenta gritar, ya sabes lo que tienes que hacer”

-“No te preocupes, primero muerto antes que dejar la mazmorra”- Shura escuchó dos carcajadas y un gemido de Milo, suponiendo entonces que uno de ellos le había pateado. Aún riendo, el otro guardia dejó solo a su compañero, silbado lo que sería una tonada que en algún bar del pueblo había oído. Después se escuchó el arrastrar y cerrar de la puerta con llave.

Con la sagacidad de un gato, el pelinegro se deslizó replegado en la pared, al tiempo que desenfundaba la espada de la vaina con rapidez y cortaba el cuello del guardia. El hombre muerto cayó a sus pies, sin si quiera haberse enterado de quien había sido el causante de su fallecimiento.

El espadachín buscó entre las ropas del ahora cadáver, la dorada lleva que abriera la celda de Milo, antes de que algún otro guardia decidiera regresar. Con las manos y dedos tentó entre el traje de guardia, consiguiendo su objetivo y dirigiéndose enseguida hacia la puerta ya no custodiada.

Un camino marcado por sangre, le mostraba el recorrido que el cuerpo del mentor había seguido, siendo arrastrado por sus captores; los cuales lo dejaron con la ropa rasgada en una lapida de concreto que les servía a los presos de cama. Con la respiración agitada, y el latir de su corazón violento, corrió hacia el peliazul. Aún había esperanzas de que estuviera vivo, después de las palabras de los guardias. Y aquél dato lo corroboró cuando sintió su pulso, o el débil respirar al colocar los dedos en la punta de su nariz

-“Milo...”- Dijo contrayendo sus secos labios, y con los ojos llorosos –“Me alegra que no murieras... aún hay algo que debo decirte...”- Aunque sabia que sus vidas estaban en riesgo, no podía permitirse flaquear hasta ponerlo a salvo, y quizá revelarle después lo que por tanto había permanecido oculto...

Soltó la mano del profesor, que antes había entrelazado con la suya y se dispuso a sacarlo de inmediato de aquél espantoso lugar, ya fuera por el río o a caballo tendría que liberar al peliazul de su cruel destino.

Con horror observó como en la espalda del mentor se habían formado rasguños y moretones, asegurándole que lo habían flagelado hasta proporcionarles alguna información vital para sus malévolos planes. Se sintió impotente por no haber estado ahí para ayudarle; sin embargo, ese sentimiento fue aminorado por el pesar de saberse con la misión de entregar aquellos pergaminos que perfectamente se había escondido entre las ropas.

-“Shura...”- Musitó el débil peliazul, reconociendo a su futuro salvador

-“Chist... todo estará bien, te sacaré de aquí”- Le dijo en voz baja el espadachín, pasando con suavidad la palma de su mano sobre su azulado cabello. Haciendo acopio de sus fuerzas, tomó un brazo de Milo y se lo pasó por detrás del cuello, mientras le ayudaba a ponerse en pie y el mentor apretaba los dientes para no emitir dolorosos sonidos. Quedando completamente recargado en Shura, e irremediablemente manchando sus ropas de la sangre que aún corría por sus abiertas heridas, ambos se dispusieron a abandonar las mazmorras.

El pelinegro, que llevaba por el casi oscuro pasillo a un lastimado Milo, permanecía alerta en todo momento, con la espada desenfundada en una mano libre y con los sentidos alertas a cualquier movimiento en falso hasta de una rata.

o.o.o.o.o

Aquella ensombrecida habitación, en la cual el orden había reinado hasta esos momentos, lucía de una manera que su dueño no permitiría.

En una exhaustiva búsqueda por los aposentos de Dohko, tratando de recuperar el sello real que desaparecido estaba, el malvado capitán de guardia había destrozado y volteado de arriba abajo, la habitación del consejero real, permitiendo que el total caos se estableciera en aquél recinto.

Radamanthys de nuevo bufó molesto, golpeando con el puño cerrado la superficie de madera del escritorio, en un intento por desquitar su frustración. Los guardias que le ayudaban en su tarea -después de colocar el cadáver del moreno sobre la cama-, le miraron con pavor, esperando más que otra cosa que no intentara hacer replica de aquél sentimiento con ellos.

-“¡¿Que creen que hacen ahí parados como idotas? ¡Ayúdenme!”- Exigía el rubio con mirada amenazante. La sangre dentro de los cuerpos de aquellos hombros dejó de circular, mostrando en su rostro las secuelas de aquella orden al perder el total color

-“¡Señor Radamanthys!”- Gritaba un hombre fuera de la habitación

-“¿Ahora qué?”- Cuestionó hastiado de tanta ineptitud

-“¡Señor!”- El guardia apareció por la puerta con el rostro sudado de tanto correr y una clara muestra de espanto. Al notar la gélida y amenazante mirada del rubio, tragó saliva, preguntándose si sería buena idea informarle de lo que acababa de ocurrir

-“¿Qué quieres inútil?”- Un temblor invadió el cuerpo del guardia. Sus camaradas le observaron con interés –“¡Responde!”- Exigió

-“El prisionero ah escapado... señor...”- Murmuró. Los dientes le castañearon.

-“¿CÓMO ES POSIBLE?”- Gritó a todo pulmón, arrancando un gemido despavorido de los labios del hombre delante de él –“¿Y por qué diablos te quedas ahí parado sin tocar la alarma?”- Las mieles pupilas del capitán brillaban con un fuego que sólo era producto de la ira que lo embriagaba. El guardia abandonó la habitación con espada en mano y con un andar exageradamente rápido y aturdido, mientras tocaba una campana que había portado colgada en la ropa, como un toque de queda

o.o.o.o.o

El tintineo que resonaba en uno de los pisos del castillo, se había vuelto de pronto insistente, comprendiendo todo aquél guardia que la escuchaba, que el teniente hablaba de un ataque en verdad peligroso.

Cuando Shura se supo delatado, apretó aún más el paso...

-“¡Tú, detente!”- Le gritaron a sus espaldas. El pelinegro se supo perdido de inmediato, aunque no se daría por capturado con la facilidad que el enemigo esperaba que lo hiciera. Con Milo impidiendo que su avance fuera apresurado, decidió dejarlo sentado en el piso, cerca del establo real hasta que terminara de pelear.

El cantar de los grillos aquella lunada noche, fue interrumpido por el sonar del choque entre metales, de un mortal filo. El aire era cortado con maestría por los movimientos de Shura, y con su sagacidad se libraba de la muerte que más de un guardia había querido dictarle como sentencia.

Cuando se vio sin salida, y aunque su reputación como espadachín estuviera en juego, decidió que lo mejor era tomar el camino fácil hasta cumplir con su deber. Con dos certeras estocadas hacia los traidores guardias, logró librarse para correr junto al cuerpo de un inconsciente Milo. Tomó aquél cuerpo entre sus brazos y corrió por su vida hacia el interior de las caballerizas, donde sorpresivamente encontró el caballo que era propiedad de Dohko, extrañamente desatado. Con melancolía sonrió antes de colocar al peliazul de forma atravesada sobre el equino, para luego montar y tomar las riendas de la situación.

Los guardias, fuera del establo, tomaron antorchas y pequeños vasos con aceite, vaciando su contenido en la paja y desgastada madera. Justo en el momento que intentaban prenderle fuego, el feroz caballo negro, que antes había sido propiedad del consejero real, salió de la caballería con dos hombres en su lomo. Shura, haciendo gala de sus perfectos movimientos con la espada, tomo con la afilada punta uno de los portadores de aceite y lo rocío sobre uno de los guardias al que también prendió fuego.

Sabiendo que como un virus, el caos se expandiría en el palacio por algunos minutos, aprovechó aquella distracción para escapar del castillo...

o.o.o.o.o

Tomando sus níveas manos hasta esconderlas entre las suyas, Saga ayudó a que Mu se pusiera en pie, sonriéndole con acogimiento para tratar de mitigar esas muestras de dolor líquido, que de sus amatistas no dejaban de brotar.

-“Te prometo que todo estará bien”- Dijo en tono tranquilizador, dejando libre una de sus manos para acariciar con el dorso, el semblante casi pálido de Mu

-“Sabes a la perfección que nada lo esta”- Contradijo el pelilila con la voz entre cortada –“Yo tengo que volver al castillo y casarme con alguien a quien no amo...”- El más grande suspiró con abatimiento, sabiendo la veracidad en las palabras del casi rey

-“Tal vez mi hermano pueda llevarlo con el príncipe, con su futuro esposo”- Interrumpió Camus no deseando ser inoportuno. Tanto su hermano como Mu le observaron, aunque en los ojos de Saga pudo leer una clara expresión de que esa no había sido la más brillante de sus ideas, a lo que este respondió con un ligero levantamiento de hombros y un cambio de mirada hacia el piso

-“Aún así, no estoy listo para conocerlo”- Habló el príncipe alejándose un poco del ser que estaba conquistando su corazón. Agachó algo la cabeza y un mechó de cabellos lilas cubrieron su perfil a completo deleite del mayor.

-“No te diré que sé por lo que estas pasando, pero si puedo poner en claro una cosa...”- Mu entornó el semblante hacia él, sorprendiéndose enseguida y adquiriendo en su faz un leve tono sonrosado, al observar como nuevamente Saga postraba una pierna en el piso y colocaba una de sus manos en el pecho -del lado derecho-, con el puño cerrado, en signo de respeto –“Tienes mi completa vida y lealtad a tu entera disposición, junto con este pobre e inmundo corazón...”- Cuando pronunció las últimas palabras con un tono apenas audible, el corazón del príncipe dio un vuelvo de emoción, mientras su ser era invadido por una extraña sensación de calidez y confort que nunca antes había sentido; algo que le agradeció con una sonrisa intimidada ante el calor que el nuevo contacto entre sus manos había tenido

o.o.o.o.o

Las calles a esa hora estaban completamente oscuras y desiertas. El silencio lúgubre, aún peor que en el cementerio, helaba la sangre al ser quebrantado por cualquier tipo de murmullo o movimiento desconocido.

Con sonidos nada calmados, en medio de la oscuridad galopaban dos hombres; uno profundamente herido y otro cabizbajo. Las herraduras golpeaban la grisácea roca produciendo un sonido que resonaba en los muros y que se hacia más fuerte en aquella calmada calle.

Tirando de la rienda y con un «¡Oh!», ambos caballeros se detuvieron en la entrada de una posada en la que colgaba un letrero que bien se podía leer como “El gran cuerno”, el lugar al que Dohko los había mandado.

-“¿Qué hacemos aquí?”- Cuestionó el mentor, a quien el pelinegro llevaba sentado de lado y abrazaba contra su pecho. Shura suspiró con abatimiento antes de responderle

-“Tenemos una misión que cumplir”- Su cabeza levemente se inclinó hacia abajo, logrando tener el rostro del peliazul a su entera vista –“¿Puedes caminar?”- Milo, desconcertado por aquella extraña forma en la que su amigo le miraba, tardo un poco en responder con un asentimiento de cabeza. El espadachín descendió del caballo y asistió al profesor en su tarea de bajar también del equino, y aunque el peliazul aceptó su ayuda a regañadientes, ambos entraron en la posaba.

No era muy cuarto muy grande aquél vestíbulo, incluso parecía ser tan sólo una pequeña porción de lo que en realidad debería ser una habitación –al menos del palacio-. Pasando ambos sus ojos por cada rincón del lugar, se percataron de que parecía un sitio bastante acogible aunque de lo lejos llegara un extraño hedor a establo

-“¿Puedo ayudarles en algo, caballeros?”- Ambos hombres, con reacciones diferentes a causa de la impresión, entornaron alertas sus rostros hacia la dirección donde aquella gruesa voz había provenido.

Un hombre de prepotente porte, estatura descomunal –casi dos metros-, rostro moreno y miraba sombría, se dirigió hacia ellos con paso decidido. Milo tragó saliva, y a no ser porque Shura sostenía con una mano su cintura y con la otra la espada, juraría que se habría desmayado

-“Buscamos a Aldebarán, el dueño de esta posada”- Contestó el pelinegro con voz firme, aún defendiendo sus vidas de cualquier tipo de emboscada. El más alto caminó hasta su mostrador sin quitarles la vista en encima y sin que el espadachín perdiera el movimiento de sus manos, aún alerta a cualquier tipo de peligro.

-“¿Para que lo buscan?”- Inquirió el moreno

-“Preferimos hablar con él antes de responder otra cosa”

-“Ya veo...”- Dijo aquél hombre cruzándose de brazos, de igual modo preparado ante el extraño comportamiento de esos pálidos hombres

-“¿Nos dirás donde esta?”- Indagó el pelinegro, mirando de reojo el cansado y herido semblante de su compañero

-“Yo soy el hombre que buscan, Taurus Aldebarán”- Respondió el extraño personaje con voz firme, observando como el espadachín regresaba su espada a la vaina y se acercaba a él con paso vacilante, dejando a Milo apoyado en una pared

-“Mi nombre es Capricornus Shura, profesor de armas de su majestad, el príncipe Mu”- Explicó el pelinegro haciendo una cortés reverencia y buscando entre sus ropas los pergaminos que el consejero real le había cedido –“Dohko me envió, me pidió que le hiciera entrega de estos documentos”- Extendió los papales al fornido hombre y se retiró a hacerle compañía al mentor

-“Estoy bien...”- Escuchó el posadero que aquél hombre herido le decía al espadachín.

Con las manos temblándole, Aldebarán desenrolló la cinta color dorada del primer pergamino, percatándose que el sello real firmaba en la parte de hasta abajo en el documento; uno del que su viejo amigo le había hablado y que ahora le encomendaba, revelando algo que quizá cambiaria las cosas para el príncipe. Aún desconcertado, envolvió de nuevo el primer pergamino con la cinta y prosiguió a hacer lo mismo con el otro, que era cerrado por un listón escarlata. A juzgar por la caligrafía, supo enseguida que su gran amigo la había escrito en un momento muy difícil para él, algo que entendía al haberse enterado de la muerte del rey; sin embargo, su corazón no estaba listo para las palabras que dicho papel contenía:

A mí querido amigo y hermano, Aldebarán:

Sé que hace años firmamos con sangre una promesa, misma que hoy- sin que lo quiera- me atrevo a romper.

Dijimos que moriríamos juntos, cuando en el invierno la última nevada dejara de caer sobre nuestro reino; por desgracia, me temo no que llegaré hasta a ese día.

Seguramente los jóvenes –Shura y Milo- que te hacen entrega de este documento, tuvieron que enfrentar muchos peligros para llegar a ti. Cuídalos como si se tratara de mí. Dales techo y comida por esta noche, ya que ellos tendrán la ardua tarea de buscar al desaparecido príncipe por el pueblo y ayudarlo a recuperar su reino de las garras de Radamanthys, a quien conoces, lleva aún el odio por Shion en lo más profundo de su alma.

Sonará injusto pedirte que cuides el pergamino de cinta dorada con tu propia vida, pero sé que lo harás en mi memoria, preservando la paz que con tanto trabajo nos costó mantener en aquellos tiempos de antaño y liberando el destino de Mu, cuando se encuentre listo para asumir su responsabilidad como rey de Fanelia.

Vigilaré tus pasos desde arriba, donde seguramente me encuentro en estos momentos, disfrutando de la compañía de Shion, que en vida no pude gozar.

Tu eterno amigo,

Libra Dohko,

Consejero real.

Dos pequeñas gotas oscurecieron y dejaron casi borrosas unas cuantas palabras en aquél papel. Con abatimiento, el moreno se pasó una mano por los ojos, secándose las lágrimas que habían surgido ante la reciente perdida de su amigo.

Shura, que trataba de que Milo permaneciera despierto, se sorprendió cuando al posadero se paró a su lado con una sonrisa en los labios

-“Sigánme”- Les pidió a ambos. El pelinegro y el mentor se miraron un tanto confundidos, pero no se negaron a lo que les pedía, no si Dohko confiaba ciegamente en él.

Así que sin decir una sola palabra más, ambos fieles sirvientes acompañaron al moreno escaleras arriba, donde él se encargaría de obedecer las órdenes de su mejor amigo y hermano del alma, aunque sus actos lo delataran como traidor ante la corte real.

o.o.o.o.o

Sus amatistas pupilas se perdían en algún punto lejano del techo, envuelto en sus propios pensamientos, mientras escuchaba el toser acelerado de Camus desde la habitación del otro lado del pasillo.

Mu sentía compasión por el hermano menor de Saga, ya que no se imaginaba que una persona tan joven tuviera un destino tan fatal siendo injustamente condenado a morir, sin antes haber vivido lo suficiente para tomar un poco de experiencia.

Lo que le extrañaba aún más que cualquier otra cosa, era lo suspicaz e inteligente que podía llegar a ser, aunque su extraño comportamiento y desmayado cuando el pelilila reveló que su prometido era el príncipe de Frey, dejara mucho que desear...

-“Quizá sea perfecto para Milo...”- Dijo en voz alta el heredero al trono, con una singular sonrisa en los labios, recordando que su mentor solía comportarse de forma extraña –en su presencia-, además de ser muy inteligente

-“¿Quién es ese?”- Cuestionó el peliazul entrando en la habitación y dándole la espalda para dirigirse hacia uno de los muebles donde su ropa guardaba. Por el acento tan raro en que sus palabras pronunció, Mu juraría que había celos en su voz; aunque ninguna razón coherente para que los hubiera

-“¿Milo?”- El mayor asintió dándola la espalda, despojándose de la camisa que cubría sus pectorales –“Mi novio...”- Mintió el pelilila logrando el cometido que deseaba, cuando Saga le miró con espanto, dejando que se deleitara con su bien formado cuerpo a causa del arduo trabajo. Mu soltó una pequeña risa divertida, mientras permitía que sus ojos se dilataran –“Es mi mentor, me enseña modales y todo lo que deba saber para ser rey algún día”- Explicó levantándose del lecho y caminando lentamente hacia al peliazul, quien le miraba con los ojos entrecerrados como signo de desconfianza

-“¿No significa otra cosa para ti?”- El príncipe rió levemente antes de tomar el rostro bronceado del más alto entre sus níveas manos y rozar con la punta de su nariz, la del hermano de Camus. Provocó un estremecimiento en el cuerpo del antiguo leñar cuando repasó con la lengua los labios de Saga. Y una sensación gratificante azotó sus sentidos al ser abrazado por el peliazul mientras buscaba un beso vehemente del contorno de su boca, que antes había sido incitada a hacerlo. Lo que en secreto guardaba cada beso correspondido, era una clara muestra de un deseo retenido y desesperado anhelo por poseerlo, por tener algo que el destino había marcado como prohibido...

Con curiosidad indagó por debajo de la ligera prenda que el príncipe llevaba, percibiendo con la yema de sus dedos lo suave y tersa que era la piel del pelilila, aún más agradable al tacto si correspondía sus besos con entrega. Magnéticamente, las manos del gobernante se aferraron al cuello y cabellos del más alto, en el momento que sus células eran embriagadas por la seducción y el deseo que el olor en el cuello de Saga le permitía disfrutar.

Mientras el beso proseguía y rodeaba al cuello del leñador, retrocediendo algunos torpes pasos hasta que el borde de la cama le hizo resbalar hacia atrás, siendo sostenido por el mayor que su cintura aún sostenía y reclamaba un beso aún más fogoso.

Saga quedó completamente encima del pelilila, teniendo a su completa disposición el abdomen descubierto del príncipe, para besar, acariciar o pasear la punta de su lengua hasta hacerle estremecer y jadear, tal como ya lo estaba haciendo. Con las mejillas sonrojadas, Mu había entrelazado sus piernas abiertas a la cintura del peliazul, de modo que cada vez que este subía para besarlo o acariciar alguna parte sensible e incitable de su cuerpo, un excitante roce entre sus hombrías se producía, aumentando el ritmo cardiaco y la asfixiante situación entre ambos.

Cuando las cosas llegaron a un nivel de mayor candencia, y las gotas de sudor se evaporaban al resbalar por la superficie caliente de su piel; se escuchó en el cuarto continuo un golpe seco y pesado, estremeciendo el corazón del mayor. Con una preocupada mirada dedicada al heredero, Saga descendió del lecho, dirigiéndose con paso apresurado hacia la habitación de su hermano, seguido de cerca por Mu.

Abrieron la puerta con dureza, sin importarles el que golpeara la pared e hiciera tanto ruido que el enfermo muchacho despertara; y sin en cambio, Camus yacía tendido en el suelo con pequeñas y transparentes gotas en su brillante frente, y un delgado hilo de sangre escurriendo por su boca y nariz, arrancándole un grito desesperado al mayor de sus hermanos...

Porque quizá el más joven, a esas terribles alturas de su enfermedad, podría ya haber fallecido...

.o.o.o. To be Continued... .o.o.o.

... o ... o ...

Notas finales:

Si no lo dejo inconcluso, créanme, que nunca voy a actualizar .o. –luego me pongo floja y dejo de escribir XDU-

Y bueno, sólo diré que el siguiente capítulo será de relleno x k me gustaría agregar algo sobre el pasado de Shion y Dohko, aunque no tenga mucho que ver con lo de Saga y Mu... pero si con Shura y Milo v(también Rada y otro personaje o.ou)

Besos! .x.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).