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Be Free por Aquarius No Kari

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Notas del capitulo: Por fin tengo una idea clara y la base para hacerlo xDDD… en fin… al termino de este capítulo les explico lo demás. Espero que les guste n.n

Farewell

El cuerpo recién flagelado de Milo, reposaba sobre la superficie blanda de una de las habitaciones, en la posada del ‘gran cuerno’. Su espalda arañada y marcada por el cuero de sus victimarios, estaba totalmente desprotegida a completa vista y cuidados de Shura, quien pasaba una suave tela sobre los rasguños impregnados en la piel atezada del mentor, quien no evitaba los adoloridos gemidos que procedían de sus labios de carmín

-“Si tan sólo hubiera estado presente...”- Decía Shura con culpabilidad, maldiciendo el momento en que escuchó a ese amigo suyo y le dejó solo, desprotegido ante Radamanthys. El peliazul apretó los dientes, y contrayendo a la par los dedos que se aferraban a las sabanas, trató de sosegar el dolor que la limpieza de sus heridas provocaba; inflo el torso que apoyaba en la cama antes de responderle

-“No soy ninguna damisela a la que le hubiera hecho falta tu ayuda”- El pelinegro suspiro. Tenia razón al sentirse ofendido porque él lo considerara ‘inútil’ por no saberse defender, pero aun más cierto era que Shura lo consideraba una de las posesiones más preciadas que añorara ostentar, y no podría haberse perdonado si el capitán de guardia le hubiera dado una muerte fatal.

Y tan certero era ese padecimiento como el cosquilleo involuntariamente gratificante que la piel bronceada del profesor contra la suya, recorría cada fibra de su cuerpo hasta provocarle vuelcos dentro del pecho, como una muestra de emoción por la atracción que hacia él sentía.

-“Lo sé Milo... es sólo que yo...”- Se quedó un momento en silencio, repasando en su mente la posibilidad de abrirle su corazón y darle por enterado de que tras esa mascara de amistad que siempre portaba, se escondía algo de mayor profundidad que los años habían alimentado, y que siendo lo que la sociedad consideraría todo un hombre, ya no podría negar.

Derrotado suspiró, sabiendo que le sería imposible revelar sus propios sentimientos hasta que las cosas volvieran a la normalidad.

Retiró el paño con el que limpiaba las heridas aún sangrantes del profesor y procedió a untar el bálsamo curativo que el posadero les había facilitado, sobre la piel arañada del peliazul, quien una vez más gimió adolorido.

Al culminar su tarea procedió a guardar los objetos con los que había curado a Milo, para depositarlos en la mesa de madera de la habitación de ambos.

-“Perdoname”- Escuchó que el profesor le decía. Shura viró sobre su propio eje, tratando de mirar en la penumbra de aquella habitación, el perfil de su amigo que mantenía la vista fija en la pared, en la cabecera de la cama; con su propia barbilla sobre los antebrazos y los ojos azulados fijos en un punto del muro

-“¿Por qué te estas disculpando?”- Inquirió con extrañeza, frunciendo el entrecejo unos milímetros. El peliazul suspiró y cerró los ojos. Se encontraba muy cansado como para charlar, pero tenía algo que decir

-“Tú eres muy paciente conmigo. Eres mi amigo y sé que estabas preocupado por mi... No debí hablarte en esa forma...”- Shura sonrió y caminó hacia él, sentándose en el mismo lugar que antes había ocupado a su lado, posando una mano en la cabellera azulada del mentor, acariciando los rizos que se esparcían a ambos lados por sus hombros.

-“Olvidalo. Los dos hemos tenido una larga noche y los tiempos que ahora enfrenamos no están para que seamos cordiales en todo momento”

-“Aún así, no te merecías ese trato”- Abrió los ojos e hizo un ademán con los brazos para incorporarse, arrastrando las piernas a un lado de la cama, hasta que la punta de los pies hubieron tocado el piso. Cuando, ayudado por el espadachín logró sentarse en la cama, acomodó los brazos en medio de las extremidades abiertas, con la cabeza levemente agachada, deprimido. Shura notó su tribulación y le acarició la mejilla, obteniendo la sorprendida mirada del peliazul, quien no entendía porque ese ademán tan extraño. Intentó que ese movimiento por parte de los labios, pronunciara los vocablos más adecuados para cuestionarle dicho comportamiento; más el pelinegro posando su mano en la boca del mentor impidió cualquier gesticulación

-“Te eh dicho que no tiene importancia. Todo lo que quiero que comprendas es cual importante resultas para mi...”- Los ojos de Milo se dilataron al escuchar tal revelación. Y como si eso no bastara, ante su mirada sorprendida y produciendo un efecto paralizante en sus músculos, el espadachín -con una lentitud que se podía deducir como pedir la autorización de hacerlo- acercó su rostro hasta el de su siempre amigo; observando primero la luminosidad de sus ojos y pasando después a la de sus labios, culminando en el momento de quedarse a completa merced de la oscuridad y complacido por lograr su primer beso con el mentor.

Estática fue la forma en la que permaneció, sólo sintiendo un débil movimiento titilante en la superficie carnosa del labio inferior que el pelinegro apresaba entre los suyos.

Desconcertado por su actuar, a poco cedió a los roces, dándose la oportunidad de abrirse a disfrutar de los cuidados y caricias de Shura, que parecía satisfecho con la respuesta por parte su amigo.

o.o.o.o.o

La anoche había sido bastante larga luego de los eventos suscitados en todo ese día y parte de la noche; desde la huída del príncipe en busca de libertad, la muerte lamentable del rey Shion, hasta el desesperado encuentro de un Camus casi moribundo tirado en el piso de su cuarto.

Cuando Saga se arrodilló junto a él y lo tomó entre sus brazos, pegando la punta de los dedos cerca de la yugular para percibir el pulso, embozó una sonrisa delatando la tranquilidad que le daba el saberlo aún vivo...

¿Pero por cuanto tiempo?

Era crítico el estado en el que el menor se encontraba; desgraciadamente, era aún más el peligro que no sólo corría el futuro rey de Fanelia, si no todos los habitantes que desconocían la situación en la que estaban envueltos.

Y Saga estaba más que consiente que debía cumplir con su palabra. Por honor, y aún más por amor, debía llevar a Mu ante el príncipe de Frey para que estuviese a salvo, aunque con ello se garantizara una muerte para su alma...

Así, cuando los primeros rayos del sol se asomaron por detrás de las torres imponentes del castillo, el antiguo leñar decidió que era mejor partir antes de que alguien descubriera que el futuro rey se hospedaba en su casa.

Pidió prestados un par de caballos y los equipó con varias cosas indispensables para su partida –comida, mantas, agua...-.

A las afueras de su humilde casa, rodeó calidamente el cuerpo frágil de su hermano, diciéndole adiós con ese gesto y sin permitirle palabra alguna. Rozó con los labios su frente y ascendió al caballo pardo, esperando que el pelilila le imitara.

Mu se secó una pequeña lágrima con el dorso de su nívea extremidad, aferrándose enseguida al cuerpo enfermo del peliazul que le daba la despedida con la misma emoción

-“Cuidate mucho...”- Le dijo por última vez mirando con suplica al cielo, como si pidiera que velara por la seguridad de ese niño. Camus, incapaz de responder a causa del nudo en su garganta, asintió con la cabeza.

Giró hacia el mayor y montó a caballo, tomando las riendas entre sus manos con la misma fuerza con la que deseaba quedarse al lado de su nuevo amigo.

El corazón de ambos jinetes se partió al mirarle desde arriba, con esas facciones pálidas y ojerosos, cansadas y drenadas de vida, a causa de su padecimiento.

Y no dijeron más. Con un «¡EA!» por parte Saga, y un tirón de las riendas, emprendieron el camino fuera de Fanelia, con dirección hacia el destino del príncipe.

o.o.o.o.o

Si pudiera arrancarle los ojos lo haría con el gusto que embriagaba aquél iris cárdeno, al observarle colocarse las ropas; y aunque le recriminara con la mirada o con el matiz carmín en las mejillas, Shura no dejaba de esculpir su figura con las pupilas.

Aún le resultaba extraña la confesión hecha aquella luna, incluso que le respondiera con besos y caricias que sólo podría compartir con un hombre que amara, pese a que este, no fuera el príncipe...

Respingó antes de virar el rostro y esconderlo con su cabello, acomodándose primero la cota y adaptándose las mangas de la hopalanda a las muñecas.

-“¿A dónde iremos primero?”- Preguntó luego de un carraspeo. El pelinegro se levantó de la cama y se dirigió hacia la mesa donde reposaba la espada dentro de su vaina de metal.

-“Aldebarán debe darnos instrucciones sobre nuestro siguiente paso.”- Tomó el cinturón de cuero y se ciñó el talle –“Dohko fue muy claro conmigo, y sus deseos eran que le obedeciéramos”- Se quedó un momento en silencio, cruzando una funesta mirada con su acompañante

-“¿Debemos confiar en él?”

-“Mi padre lo hacia”- Respondió con una sonrisa alentadora. Milo comprendió esa frase a través de todo el cariño que el moreno y él se demostraban, por lo que no tuvo que preguntar más. Asintió con la cabeza y clonó el gesto agraciado de su amigo.

Pasados algunos minutos, ambos descendieron de la habitación hacia el vestíbulo de la posada, donde el dueño leía algunos pergaminos bastante añejos. El ruido de los peldaños descendidos, atrajo su atención con turbación, mientras trataba de ocultar con los brazos, los documentos que ambos ya habían visto; aunque al descubrir la identidad de sus huéspedes, sonrío afable

-“Son ustedes... me alegra”- Respiró tranquilamente, prosiguiendo con la inspección en los papeles. Shura y Milo intercambiaron una ojeada llena de recelo, limitándose a terminar de bajar las escaleras de madera y dirigirse hacia él, aún suspicaces

-“Bue-buen día”- Saludó el espadachín

-“¿Qué tal su estancia en mi posada?”

-“Bastante... complaciente...”- El pelinegro le echó un vistazo a las mejillas matizadas de su acompañante por el comentario bien interpretado.

-“Me alegra saberlo”- Sonrió gentil y prosiguió con su búsqueda, bajo las miradas curiosas de ambos.

-“Eh... señor Aldebarán”- Interrumpió el peliazul –“Quisiéramos comenzar con nuestras labores...”- El moreno se quitó un par de gafas que estaba usando para leer los papeles, y fijó su atención en el mentor del príncipe, incomodándolo.

-“¿Creen ser capaces de llevar todo el peso del bienestar de nuestro reino, sobre ustedes mismos?”- Sus pupilas destellaron en forma inquisidora, aunque eso no intimido en lo absoluto a ambos

-“Si”- Su tono era muy convincente, acentuándose con el semblante impávido de los dos. El moreno tomó todos los pergaminos, los plegó en su completitud, acomodándolos dentro de un cilindro de cartón

-“Todo lo que puedo decirles se encuentra escrito en las memorias de mi gran amigo Dohko...”- Hizo una pausa contrayendo el labio. Suspiró resignado al futuro precedente y prosiguió con su alocución, tomando las manos de los sorprendidos Shura y Milo. –“Se las entrego a ustedes depositando toda mi confianza al saber que las preservaran a costa de su vida. Con estos escritos comprenderán cuestiones que yo mismo no puedo revelarles, pero que al leerlos, sé que entenderán mejor la razón por la que Radamanthys odiaba tanto a su Majestad Shion.”- Soltó sus manos, dejando al rollo de cartón en poder de los perplejos jóvenes. –“Ahora váyanse; cabalguen hacia Frey donde seguramente, el príncipe Mu fue a buscar protección”

-“Pero él no quería casarse, ¿Por qué iría para allá?”- Inquirió el astuto peliazul

-“Quizá ya sepa de la muerte del rey.”- Los ojos de Milo aún indicaban incertidumbre

-“Piensa en esto”- Intervino Aldebarán –“Si no esta enterado del peligro que corre en el castillo, sabrá al menos que debe cumplir con su destino ahora que esta solo...”

-“Y nadie más que su prometido para ayudarlo”- Agregó el espadachín. En ese instante que otro comentario iba a romper todo lazo con las dudas, por la puerta de la posada entraron varios guardas de palacio con espadas en la mano.

Los semblantes que se habían girado hacia la entrada con intriga, adquirieron emociones entre miedo, estupor y gallardía

-“¡Son ellos!”- Gritó uno de los guardias al momento de irse sobre los prófugos del castillo. Shura jaló al peliazul para colocarlo tras de si, mientras se llevaba la otra mano hacia la empuñadura de la espada y se preparaba para sacarla; mas el moreno le tocó el brazo dándole señal de que no era conveniente su proceder.

-“Esta es mi posada y no pueden entrar así”- Gruñó el castaño con toda autoridad situándose por delante de sus dos inquilinos. La escolta pareció intimidada con su presencia, retrocediendo un paso con titubeo. Uno de ellos avanzó con un pergamino en la mano

-“Tenemos ordenes de llevarnos a esos dos”- Señaló con la cabeza al pelinegro y a su acompañante –“Han atentando en contra de nuestro soberano...”

-“Que yo sepa, el rey Shion falleció ayer por la tarde y ese documento no tiene el sello real; por lo tanto mis estimados compañeros, no es una orden oficial”- Los guardias se miraron unos a otros, perplejos por las palabras de ese simple posadero. Algunos comenzaron a emprender marcha atrás, aún dubitativos.

Cuando Aldebarán hubo cerrado la puerta, los tres suspiraron con escaso alivio

-“Volverán”- Puntualizó el moreno con pesadez. Milo fijó sus pupilas azulinas en él, aterrado.

-“Tenemos que irnos...”- Comentó Shura virándose hacia su amigo, colocando una mano en su hombro a modo de apoyo. –“Podemos causar más problemas aquí”- Escucharon el ruido de la madera siendo arrastrada y un golpe seco, comprobando al observar, que su salvador ponía trabas en la puerta

-“Vayan a la parte trasera de la posada...”- Indicó el mesonero colocando todos los muebles de su vestíbulo entre la entrada y ellos: la única salvación al reino. –“Encontraran una salida que va hacia el callejón, tras la propiedad...”- Algunos gritos por parte de los guardias comenzaron a oírse, seguido por golpes secos contra la puerta –“Protejan las memorias de Dohko contra lo que sea... y por favor... encuentren al príncipe...”- Se situó detrás de todos los muebles que había puesto como impedimento y haciendo acopio de fuerza sobre humana, impidió el paso de quienes trataban de pasar

Shura apretó los dientes y la empuñadura de su espada con furia e impotencia mezcladas, injuriando el destino funesto que le precedería al posadero. Tomó de brazo a Milo, obedeciendo las órdenes de quien fuera el mejor amigo de su ‘padre’.

-“¡No podemos abandonarlo!”- Escuchó la réplica del peliazul.

-“Si nos quedamos, jamás encontraremos a Mu”- Declaró el espadachín. Cesó en su intento el mentor por liberarse del agarre, limitándose a suspirar con abatimiento, con la vista hacia atrás, despidiéndose de un hombre en verdad valiente...

o.o.o.o.o

El reino de Fanelia estaba bajo el caos total: con algunos hombres gallardos defendiendo a sus familias y los pocos vienes que poseían. Personas que corrían de un lado a otro huyendo de los guardias -en medio del pánico-, que por orden de Radamthys entraban en sus hogares y destrozaban todo cuando había o les prenderían fuego. El pretexto para tan vil acto se debía a la desesperada búsqueda del príncipe y los dos supuestos traidores acusados de raptarlo; sin embargo, los únicos que estaban al tanto de la verdad, habían muerto o se encontraban peleando por salvar al reino

Tal era el caso de Camus, quien aún bajo los estragos de su enfermedad, defendía con su vida lo que podía.

Cuando su espalda golpeó la pared de madera, su pierna derecha le sirvió para que el hombre que le agredía, fuera alejado de su lado al golpearle el vientre con fuerza.

El oxígeno de apoco iba abandonado su cuerpo, los labios ya se le habían secado y la frente la sentía húmeda, aunque al tocarla, los dedos no percibían agua, sólo se resbalaban con mayor facilidad. El corazón le latía con ímpetu, aunque el cuerpo se iba quedando sin vitalidad.

Tomó un palo de madera, estrellándolo contra la parte trasera en la cabeza de uno de los guardias que estaban por perderle fuego a la décima casa. Al recibir el impacto, el tipo cayó inconsciente a sus pies, dándole el triunfo momentáneo.

Enfocó la vista en otro punto, buscando a un nuevo ser que necesitara de su ayuda, pese a que él mismo y sus bastas heridas por todo el cuerpo, requirieran de mayor favor.

Sus ojos parecían cubiertos por un paño invisible que dificultaban la visión, y en ocasiones sostener el madero que le servía como defensor y verdugo, resultaba cada vez más pesado para sus manos.

Un guardia precipitó el dorso de su mano contra la mejilla caliente y pálida del muchacho, el cual recibiendo el golpe de improvisto, viró el rostro por efecto de la potencia aplicada. Sintió que la mandíbula se le partía en dos y que todo su cuerpo de pronto se adormecía, como si el piso donde ahora su ser yacía, le hubiera arrancado el ímpetu con el que deseaba ayudar a su hermano y al futuro rey.

Se percató que su fin estaba cerca, que si la enfermedad no lo mataba lo haría aquél hombre que empuñaba el acero mortífero contra su espalda.

La mano que descansaba en el suelo, se entrecerró con el mismo dolor que titilaba en la profundidad de su alma, sabiendo como se sentiría su hermano al volver y conocerle muerto... vilmente asesinado... Aunque con la plena satisfacción de saber que entregó su vida tratando de salvar la de otros y no recostado en su lecho, acabado por su padecimiento

Un último brote de aliento de sus labios, en el mismo instante que un par de botas se situaron delante de sus ojos.

No supo si todo ya había terminado y morir se sentía de aquella forma al principio, escuchando vagamente lo que pasaba a su alrededor como los gritos del pueblo o el crujir de las vigas bajo las llamas del fuego, o aquél choque de aceros encima de su cuerpo; sólo podía notar la forma sagaz con la que ese par de botas se movían delante de él, evitando de seguro, los ataques del guardia.

Al organismo lo azotaban múltiples punzadas, las cuales desaparecerían en cuanto cerrara los ojos por una eternidad; así, al carecer de más energía, los papados custodios decidieron resguardar sus pupilas oceánicas en medio del desastre.

o.o.o.o.o

Con su fausta apariencia, el castillo de Fanelia era lo que más se distinguía desde aquella lejanía, desde esa colina donde contemplaba su reino a una basta lejanía de verdes pastizales.

Sus pupilas amatistas brillaban nostálgicas, con el viento acariciando su faz y jugueteando con los cabellos lilas que se le desbordaban por delante del semblante.

Saga le tomó la mano que apretaba con fuerza las riendas del caballo, llamando la atención de los ojos que volvieron a posarse en él. Le bastó con esa mirada para interpretar sus pensamientos, para saber que aunque el cielo permaneciera con ese matiz grisáceo, nunca desertaría en la misión prometida.

-“Gracias”- En la voz se le denotaba el mismo sentir que las pupilas expresaban. Soltó la rienda para aferrarse a ese único apoyo, sonrojándose cuando la emoción produjo un vuelco a su vientre. –“Estoy un poco preocupado por los amigos que dejé en el palacio...”- Bajó la mirada y Saga tuvo que acercar más su caballo para tomar ese níveo mentón entre los dedos de su mano libre

-“Sé por lo que estas pasando, recuerda que mi hermano esta en casa... solo... y él puede morir en cualquier momento...”- El príncipe entre abrió los labios –“Escúchame primero.”- Hizo una pausa y contuvo un poco que aire, que al liberarlo, hizo danzar su pequeño mechón añil. –“Estoy seguro que si no te llevo a Frey, en tu palacio correrás mucho riesgo...”

-“¿De qué me estas hablando?”- Sus ojos se abrieron con perplejidad

-“Tengola certeza que tu padre no nos tenía muriendo de hambre, si no Radamathys”- Reveló el peliazul con un acento que delataba odio tanto como el fulgor en sus ojos. En el rostro del noble se materializaron los estragos de esas palabras y las que venideras -“Han saqueado nuestras casas incontables ocasiones, sin mencionar los impuestos que son muy altos”- Los labios del príncipe temblaron, sus ojos buscaron un punto donde posarse y las manos tiraron levemente de las riendas, inquietando al caballo. –“Mu...”

-“Es que eso no puede ser”- El caballo comenzó a trotar sobre la planicie, con el pelilila aún consternado en su lomo. Saga cabalgó en pos de él, acortando la distancia impuesta e interponiéndose entre la vereda y el príncipe

-“Tienes que creer en mi. Radamanthys esta matando al pueblo de hambre y si no te llevo a Frey buscando la ayuda de tu futuro esposo, todos estaremos perdidos”- Le costaba tanto reconocer que ese magnífico joven nunca le había pertenecido, pero no deseaba ser egoísta y entregarle la vida de tantas personas a un ser tan vil como el rubio

«Su padre no es tan malo, solo desea lo mejor para su único heredero»

Mu recordó la frase dicha por Dohko un día anterior.

Tal vez el rey estaba consiente de que un peligro inminente asechaba a su hijo, por lo que decidió mandarle fuera de Fanelia y protegerlo, sin saber como lidiar contra el posible traidor que habitaba en su propio castillo

-“Papá...”- Las cicatrices volvieron a sangrar en un parpadeo.

«Cumplirás mis deseos y tus obligaciones, así lo quieras o no...»

Si hubiera tenido tacto al pedirle aquello...

Si el propio príncipe no le hubiera lanzado los más mortíferos dardos contra su progenitor... quizá... las cosas no ser verían tan opacas...

-“Mu...”- Saga volvió contornear con sus dedos la extremidad del futuro gobernante, obligando a las pupilas amatistas enfocar el rostro de quien ya no podía dejar de amar –“Olvida lo que pasó entre el rey y tú”- El pelilila respingó, ladeando su rostro hasta que algunos mechones de cabello lo ocultaran ante las esmeraldas del leñador. –“A veces hay que hacer sacrificios por el bienestar de los demás. Sé que es duro, más aún si te sientes... solo...”- Sitió el príncipe su mirada sobre la él –“Pero no lo estas...”- El peliazul tiró levemente de la mano real que había tomado y la dirigió hacia sus labios, donde les permitió descansar un lapso breve, antes de proseguir –“Yo me mantendré a tu lado hasta que mi corazón deje de luchar por preservar mi existencia... y aunque eso sucediera... yo te protegería de todo el mal que te amanerara... Te doy mi palabra...”- Mu no emitió ningún sonido, pero a Saga le bastó un sonrojo en sus níveos pómulos y un leve apretón con los dedos, como basto agradecimiento.

o.o.o.o.o

Su adversario se desplomó frente a él, subyugado con el acero de la espada.

Compadecido por el muchacho que de lejos había visto pelear con lozanía, se colocó de rodillas a su lado, tomándole uno de los brazos para darle la vuelta y sentir el pulso con la yema de sus dedos.

-“Milo, no hay tiempo... déjalo ahí”- Ordenó el pelinegro balanceando su espada para lograr defenderse de uno de los guardias. El mentor le ignoró y colocó los dedos sobre la yugular del muchacho, percibiendo un tenue palpitar que parecía apagarse como la flama de su vida. Revisó con una rápida ojeada su cuerpo herido, y palpó con las manos el rostro pálido, apreciando un grado de temperatura anormal

-“Esta enfermo...”- Dijo para sí mismo el peliazul. Colocó un brazo en la nuca del inconsciente, levantando la mitad de su cuerpo hasta sentarlo en el piso y pasando la extremidad libre por debajo de sus rodillas

-“¿Qué haces?”- Cuestionó el espadachín con rastros de molestia en su faz

-“No voy a dejarlo aquí”- Respondió el mentor levantando al muchacho entre sus brazos

-“Sabes que no tenemos tiempo”- Milo resopló con hastío

-“Deja de quejarte y ayúdame“- Un guardia con la espalda en mano, impidió el paso del mentor hacia un callejón donde pretendía auxiliar al enfermo. Shura tomó su espada y le abrió paso.

El peliazul se ocultó entre ambas casas, con el cabello oceánico del muchacho pendiendo por detrás de su brazo, como una agraciada cascada. Se colocó de rodillas en el piso, depositando aquél cuerpo inerte a su lado. Nuevamente sus dedos se situaron en el cuello de él, aunque esta vez no se percibieron vibraciones. Asustado, colocó la mano en la nariz del joven tratando de sentir su respiración; pero nada. Parecía que los pulmones no recibían oxígeno

-“Milo... ¿Qué pasa?”- Preguntó el espadachín que aún intentaba evitar que los capturaran a ambos

-“No respira, Shura...”- Comenzó a pensar en todo lo que había antes estudiado, en las causas que pudieran haber detenido el flujo de vida por sus pulmones. Dos de sus dedos tomaron la nariz, mientras que con la otra mano le acomodaba la cabeza; se inclinó hacia el muchacho y situó su boca de tal forma que exhalaba varias veces en la cavidad bocal de él, pasando después a apretar el torso. –“Vamos...”- El maestro del príncipe hacia todo cuando sabía por revivirle, aunque el joven parecía no querer regresar; y cuando el peliazul no podía esforzarse más, el joven comenzó a toser. –“Todo estará bien”- Decía Milo con seguridad, pasando su brazo por la espalda de él y ayudándole a sentarse en la tierra, mientras este tosía –“Fuiste muy valiente al enfrentarte solo a ellos, pero ya estas a... salvo...”- Sus ojos se habían cruzado en una mirada agradecida por parte del extraño y una embelesada del mentor. Ver su rostro inconsciente no tenía el mismo precio que admirarlo con todo y sus luceros.

-“Gracias por salvar mi vida”- Sonrió con un matiz apenado en las mejillas, mezclado con los rasguños y la tierra, en su faz exánime. El peliazul embozó el mismo gesto mientras se levantaba y le ayudaba a hacer lo mismo

-“Fue un placer... ¿Y cuál es tu nombre?”- Trató de sonar casual, pese a que la curiosidad lo mataba

-“Camus...”

-“Milo ¿te importa si interrumpo?”- Dijo de pronto el pelinegro, siendo un obstáculo entre el apretón de manos de ambos. El profesor regresó la vista hacia él. –“Aún debemos buscar a Mu ¿Lo recuerdas, verdad?”- Por un momento se había olvidado de su misión y de todo lo que debía hacer por salvar al rey

-“¿Buscan acaso al príncipe?”- Inquirió el muchacho. Otro de los guardias, al verlos, trató de someterlos como al resto del pueblo; pero el espadachín salió a combatirlo

-“Si... pero... no podemos contarte, es muy arriesgado”- Respondió el peliazl

-“¿Son amigos suyos?”

-“Maestros de Su Majestad. Yo, Milo de Escorpio, le enseño todos mis conocimientos y algunos modales; él, Shura de Capricornus, es su profesor de armas...”- En ese momento el pelinegro le dio una certera estocada a su contrincante

-“¡Milo, andando ya!”- Exclamó con enojo y celos mezclados. El que ese extraño estuviera tan cerca de su... ¿amante?... no le gustaba del todo...

El mentor respingó levantando los hombros, dispuesto a marchase; mas una garre por parte de Camus en su hombro, le evitó tal acción

-“Esperen. Yo eh visto al príncipe”

-“¿De verdad?”- Giró sobre su propio eje para tomar entre sus manos, los antebrazos del muchacho; el cual afirmó con la cabeza

-“Si. Mi hermano Saga lo encontró en el pueblo y lo llevó a mi casa”

-“Entonces ahí esta”- Aseguró con entusiasmo el peliazul

-“No... de hecho... nos enteramos de la muerte del rey y mi hermano se lo llevó a Frey”- Shura, quien ya había dejado de pelar, se acercó para escuchar la conversación

-“Únicamente dinos que el príncipe esta a salvo”- Le pidió al muchacho enfermo

-“Lo estará señor, y si quieren pueden darles alcance, no hace mucho que se fueron”

-“Creo que debemos aunque sea servirle de escolta”

-“Eso, si logramos pasar...”- La voz el pelinegro tembló de repente, y cuando el mentor volteó para ver la razón de esa emoción, retrocedió algunos pasos cubriendo el cuerpo de Camus; y es que la entrada a callejón la bloqueaban un puñado de guardias

-“Ríndanse en nombre del rey”- Pidió el que parecía ser líder de aquella escolta.

Milo no tenía espada, mucho menos el joven al que trataba de proteger, el único capaz de salvar sus vidas era Shura...

Pero eran demasiados. Aunque fuera el mejor espadachín de Fanelia, pelear con todos era un suicidio.

Un pie del pelinegro avanzó unos centímetros, tocando con la suela de la bota algo que al bajar la vista, reconoció como el filo de una espada. Dio un fuerte pisotón, ocasionando que el acero saltara y pudiera tomarlo con la mano libre, pasándolo hacia atrás para que Milo peleara a su lado. Los guardias se dejaron ir sobre ellos en el estrecho callejón.

Un par de dedos atezados empujaron hacia atrás a Camus, mientras la otra mano blandía la espada contra sus atacantes, retrocediendo y a veces logrando dar un paso, haciéndoles a ellos replegarse.

Con su maestría, Shura lograba evadir sus ataques sin recibir rasguños, dejando mal heridos a los que iban en pos de ellos. Con el mango de la espada golpeó a uno en el rostro, con la pierna empujó a otro sobre dos de sus atacantes, y con algunos puñetazos se quito a varios de encima.

El joven de cabellos marinos contemplaba sus proezas con embelesamiento, deseando poder combatir tal como ellos, por lo menos algún día.

Y en medio del disturbio, uno de los guardias logró pasar a Milo con espada en mano, su dirección era clara: hacia Camus, quien sólo alcanzó a tomar una piedra y lanzársela en la frente, aunque un poco tarde antes de sentir un rápido y frío hálito sobre su vientre

El peliazul corrió hacia él, tirando de los cabellos al guardia, que lanzó contra el suelo.

-“¿Estás bien?”- Le preguntó al muchacho tomándolo por los hombros. Este, encandilado por la magnificencia de su voz y ese fulgor en sus pupilas azuladas, respondió con un rápido asentimiento. Produciendo un sonrojo, el mentor le sonrió antes de retirarse a combatir de nuevo; pero tan pronto como se alejó de su lado, la visión del joven comenzó a nublarse, y las fuerzas parecían perderse con cada exhalación.

Apoyó la espalda en la pared de madera de una de las casas, colocando su mano trémula a la altura del ombligo donde sintió algo caliente que humedeció sus dedos y la ropa. Alzando la extremidad hasta la altura de sus ojos, con la respiración entrecortada y con el ceño levemente contraído, contemplando su propia sangre...

Habiendo terminado de pelear y seguros de que irían por más guardias, Shura se dirigió hacia Milo

-“Hay que irnos o jamás encontraremos a Mu”- Este asintió, girándose hacia el pelimarino para pedirle que fuera con ellos; mas al verle resbalar contra la pared, un pavor se apoderó de él.

-“¿Camus?”- Su cuerpo débil termino sentado en el piso y sus ojos mancillados por el mismo sentimiento que ahora embriagaba al peliazul. Se acercó rápidamente, notando que su rostro había perdido más color –“¿Qué te...?”- Pero la pregunta quedó a medias cuando le mostró la mano teñida a escarlata. El mentor la jaló hacia sí, buscando la herida. El pelinegro se acercó a él

-“¡Milo, no po...”

-“¡Diantre Shura! ¿Cuántas personas más tienen que morir?”- Estalló poniéndose en pie y encarándolo –“Ya hemos perdido al rey... a Dohko... a Aldebarán... ¡A tanta gente inocente!... ya no quiero ver morir a otro ser, así que quieras o no, voy a salvarlo”

-“No quiero ser un estorbo...”- Dijo con voz débil el muchacho, a lo que el pelazul volvió a inclinarse a su lado, tomando una de sus mejillas donde pasó el dedo pulgar en círculos

-“Y no lo serás Camus. Estoy seguro que eres una persona importante para el príncipe... y créeme, yo no te puedo dejar morir”- Los labios de ambos se curvearon hasta que una cadena de perlas se asomó y un rubor brotó en los pómulos de ambos. –“Vamos, muéstrame la herida”

-“Si deseas curarlo, creo que lo mejor es hacerlo fuera de aquí”- Propuso el espadachín. –“Es fácil que nos encuentren en este lugar y si nos atrapan, no podemos llegar a Frey”

-“Tienes razón. Entonces hay que escondernos”- Fijó su atención en la herida de Camus –“No es muy profunda, pero si no se cura, en tu estado puedes desangrarte”

Trató de pensar que el chico que ahora ayudaba a ponerse en pie no moriría, y que de ser posible, cuando todo hubiera terminado, ambos podrían tratarse bajo otro tipo de circunstancias...

Quizá cuando alcanzar la libertad no fuera un sueño, si no una realidad...

Cargó al muchacho sobre su espalda y con Shura como guarda espaldas, avanzaron en medio del caos en busca de un posible refugio momentáneo.

Notas finales:

Ahora si puedo explicar… Este fic se divide en tres partes, mis razones… pues… en las tres partes aparecen personajes nuevos y parejas nuevas; así que para no hacerme bolas con el titulo y con la trama, partí el fic en tres como lo hice con “Es cruel el amor”.. En fin… disculpen el retraso y lo liado que esto puede sonar :S

También les aviso que no estoy segura si le pondré be free a las otras dos partes, pero es casi una seguridad ya que carezco de ingenio para poner títulos 9.9

Agradezco a todos su paciencia y los ánimos para continuar


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