03 << Sin Arrepentimientos.
Kuroo sonreía con ligera malicia mientras Bokuto intentaba no moquear sobre la sopa.
Habían pasado casi veinte minutos que estaban cenando y Bokuto –para extrañeza, y a la vez tranquilidad de Tsukishima- no había emitido palabra alguna. Se sentía vacío, tedioso de alguna forma.
Incomodo.
Y, por más que era el sueño cumplido de Tsukishima desde que iba en segundo de preparatoria, no podía dejar de sentir el ambiente pesado y molesto, como si se ahogaran en el estrés que los recién ingresados a la Universidad no tenían, y que los responsables universitarios de segundo año comenzaban a vivir.
Suspiró, sabiendo que al rato se iba a arrepentir.
-Y-comenzó-¿Cómo te fue hoy, Bokuto-san?-preguntó, mientras se llevaba una cucharada de curry que había hecho para la cena, el cual era el único momento en el que coincidían los tres y era el momento en el que Bokuto hablaba y hablaba, mientras Kuroo le daba la razón, decía cosas sin sentido y sonreía como gato tonto. Y por su parte, Tsukishima solo se recordaba que antes de su tercer año de universidad debía rentar un departamento solo.
Bokuto comenzó a moquear de nuevo, y se restregó uno de sus ojos con la mano. Dejó la cuchara sobre la mesa, junto con el plato y empezó a sollozar despacito, como si tuviera todo el tiempo del mundo para llorar y lamentarse mientras solo gimoteaba cosas como “É-Él s-solo m-e dijo” o “Y-y luego” para luego seguir llorando.
Tsukishima se sintió peor. Pero no por ver a lo que podríamos llamar su “amigo” llorar. Eso ya pasaría. Él es así. Lo que realmente le incomodaba era tener que escuchar sus infantiles sollozos e inentendibles intentos de palabras por todo el lugar. Ahora, en vez de sentirse el ambiente sumamente tenso, se sentía como si estuvieran en un jardín de infantes.
-Me voy a dormir-murmuró Tsukishima, levantándose de la mesa dejando al par de tontos haciendo quién sabe que cosas.
Intentaría evitar el hecho de vivir con esos dos.
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Kei odiaba la idea de que, justamente el día más esperado por todos en la semana, fuera el día que debía levantarse más temprano.
Pero así era la vida. Injusta.
Se levantó a las 6:30 como dictó la alarma y cocinó un típico desayuno japonés, dejando un poco para el otro par de inútiles, siendo que ninguno de los dos sabía cocinar. Comió con calma, para luego lavar los trastes e ir a vestirse con una camisa, chaqueta, pantalones de jean normalitos e ir por sus zapatos al genkan luego de ya lavarse los dientes.
Ató sus zapatillas, tomó su mochila y salió de la casa colocándose sus caracisticos auriculares naranjos sobre las orejas mientras la música le rompía los oídos.
Cuando llegó a la estación el metro seguía siendo el mismo. Nada cambiaba. El recorrido era igual, y la caminata hacia la Facultad de Ingeniería[*] no era diferente.
Lo único diferente, eso sí, fue ver a un grupo de pandilleros molestando a un chico a la entrada de la Universidad. Le empujaban y le decían cosas que, por los auriculares y la distancia, no podía escuchar bien. Pero se dio cuenta que el chico sufría.
Rodó los ojos, seguro que se arrepentiría más tarde.
-¡Hey!-Gritó-¡Dejen al chico!
Se acercó con paso firme y los tipos, que en un principio de verdad querían patearle y quedar como ultra malos, salieron corriendo al notar el más de metro ochenta del rubio.
Tsukishima suspiró, al notar como solo eran un par de cobardes. Se arregló los auriculares, poniéndolos alrededor del cuello y afirmó su mochila, listo para irse.
-U-uhm-pero claro, una pequeña vocecita a su lado lo detuvo. Giró, para ver al chico aún en el piso y recogiendo sus cosas, negándose a mirarlo a los ojos-M-muchas gr-gracias por ayudarme…-terminó en un susurro. Kei le miró.
-Sí, bueno, no importa-dijo sin expresión alguna. Volvió a acomodarse la mochila y simplemente se marchó.
No tenía nada que hacer ahí.
¨¨¨¨¨¨¨¨
El día pasó sin mayores temas.
Clases, tareas, trabajos. Nada destacable.
Excepto, quizá, por un chico pecoso y un mechoncito* que sobresalía de su cabeza esperando a alguien en la entrada de la Universidad.
Lo ignoró. No era de su incumbencia quién era el muchacho. Tampoco le importaba descubrirlo.
Pasó a su lado, tratando de no hacer caso, pero al parecer, al chico no le gustó, porque le detuvo de la manga de la chaqueta y lo miró, firme y titubeante a la vez.
-G-gracias por ayudarme…-murmuró, viéndolo a los ojos. Tsukishima estuvo realmente tentado de levantar una ceja y mandarlo a freír espárragos, pero cuando el chico le soltó y buscó algo en el bolso, se abstuvo-N-no tengo nada para darte, pero, uh, ¿A-aceptarías…esto?-balbuceo, para finalmente entregarle una pequeña cajita azul. Tosió falsamente, y se fue, rojo hasta las orejas.
Tsukishima le vio hasta que desapareció de su vista. Miró la cajita, y la abrió, encontrando extractos de poemas de distintos poetas de toda la historia.
La miró un poco más y la guardo, sintiendo algo raro.
Y se dio cuenta, que, por primera vez, no se arrepintió de nada.