09 << El saberlo
Akaashi le sonreía con parsimonia mientras bebía un poco más de su té. Bokuto lo miraba encantado mientras su café se enfriaba.
Bokuto no sabría decir cuantos minutos habrían pasado en silencio. Cuanto rato se había quedado ahí, tan sólo mirándolo y admirándolo siendo tan callado, siendo tan violentamente perfecto a los ojos de Kotarô. Era una mezcla de elegancia, de silencio, de seriedad, de belleza pura, como si fuera una obra maestra de Da Vinci.
Akaashi tenía unos ojos negros preciosos que siempre se veían serios, dormilones. Tenía esa cara de que nada le importaba y de que podía dominarlo todo.
A Bokuto le encantaba ese rostro.
(Y ese cuerpo, ese pelo, esas manos, esas orejas. A Bokuto simplemente le encantaba todo de Akaashi. Hasta cuando se quedaba callado sin mirarlo y casi parecía aburrido de oírlo hablar, pero aún así lo escuchaba y asentía)
Bokuto sabía que su café se enfrió por completo, y también sabía que Akaashi se había tomado todo su té. Sabía que ambos ya no tenían mucho que hacer en ese café y que sólo estaban mirándose como si fuera todo lo que se podía hacer en el mundo.
Y le encantaba saber eso.
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Kuroo le miraba extrañado mientras él no paraba de mirar el techo y suspirar como tonto mientras ni siquiera tocaba su plato de comida. Tsukishima alzó una ceja y casi se atragantó con su plato de comida al oírlo gritar.
—¡Estoy enamorado!
El mundo se detuvo y Kuroo empezó a reír como loco. Tsukishima intentaba pasar el pedazo el pedazo de zanahoria que se quedó atascado en su garganta. Bokuto sonreía, más feliz de lo común y Kuroo le sonrió con su sonrisa torcida de siempre.
—¿Y cómo lo sabes?
Bokuto volvió a suspirar.
—¿Sabes eso de no poder parar de mirar a una persona, de ser incapaz de no pensar en que tiene la sonrisa más hermosa del mundo o los ojos más encantadores? Akaashi me hace sentir así—río.—Me hace pensar que lugares tan desagradables como el metro son increíbles, porque él está ahí.
Kuroo lo miró sonriente, con una sonrisa que Tsukishima calificó como extraña por parecer casi enternecida, empática. Kei pensó que esos dos cayeron bajo en eso de amar, y estaba seguro de tener la razón, aún cuando ni esos dos lo notaban.
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Bokuto sonreía mientras miraba la cama de arriba, la que pertenecía a Kuroo, y mantenía su celular sobre su estómago. Sentía como Kuroo golpeaba su cama y como cantaba de manera desafinada una canción que él siempre detestó, pero por primera vez todo eso no le importó. Ni le importó, porque tenía un bonito mensaje de Akaashi diciéndole que podrían verse mañana después de la universidad y sentarse a hablar, o quizá hasta jugar voleibol por un rato.
Bokuto sonreía, sonreía mucho porque pensaba que Akaashi haría de su día un gran día, porque sin importar cuan horrible se sintiera todo, pensar en estar con el chico que conoció hace cerca de tres semanas le hacía más feliz que cualquier otra cosa en el mundo.