10 << Mundos derrumbándose de a poco
Tsukishima miraba por la ventana de su habitación mientras su lápiz destacador rodaba por la mesa. No podía concentrarse, entender la materia, ni tampoco tenía realmente ganas de estudiar (no es como que las tuviera usualmente, pero algo hacía con eso).
Bokuto acababa de confesar estar enamorado. Kuroo parecía entenderlo a la perfección. Ambos solían tener esa mirada de estupidez máxima cuando a ese tema se refería, como si de alguna manera pudieran siquiera ser más estúpidos de lo que ya eran. Bokuto siempre sonreía y parecía soltar flores y amor si hablaba de Akaashi. Pensarlo, creía Tsukishima, era lo único necesario para que su mundo se viera trastornado y para que él se sintiera en las nubes. Kuroo, por su lado, siempre parecía mirar a su amigo Kenma como si fuera algo inalcanzable y maravilloso.
Tsukishima no entendía ese sentimiento. Sí, tuvo una o dos novias en la escuela y muchas mujeres tras de él, pero él no se sentía particularmente atraído hacia las mujeres, o hacia cualquier ser vivo. Él simplemente no veía el punto en eso de mirar con muchísimo cariño a alguien, que entrara en tu vida y luego que todo se derrumbara, porque él sabía que todo acabaría así.
Tsukishima era demasiado fanático de la simetría, y tal vez era por eso que no podía aceptar su mundo o el de cualquier otra persona derrumbándose por cosas tan pequeñas como amar.
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Hinata Shoyô era lo más molesto que Tsukishima alguna vez conoció, pero era aún más molesto cuando está junto a Kageyama Tobio, su insensible e irritable novio. Ambos eran un dolor de cabeza para el rubio, y era más allá de que existieran (razón por la cual Tsukishima odia a la mitad de la población) o de que existieran cerca de él. Era, principalmente, porque Hinata nunca se callaba, y Kageyama no sabía dejar de ser tan petulante a los ojos del rubio. Eran la pareja más dispareja que alguna vez había conocido, y aún así no sabían despegarse desde que se conocieron en primero de preparatoria.
Tsukishima se atrevería a llamarlos "amigos" por el mero hecho de pasar demasiado tiempo juntos, de comer almuerzo junto a ellos de vez en cuando y porque eran los únicos cercanos a él que realmente habían pasado más de tres horas con Bokuto y Kuroo sin querer pegarse un tiro. Eran las únicas personas que parecían aguantarlo sin intentar matarlo (Hinata al menos) y que por momentos hasta lo hacían sentir bien.
Era esa la principal razón por la que se encontraba en un café, un sábado a las tres de la tarde, esperando al par de tórtolos para poder comer, justo como habían quedado la noche anterior. Tenía hambre, y justo cuando pensó en levantarse e irse, los alborotados cabellos naranjas de Hinata aparecieron ante sus ojos. Sonreía con tanta fuerza que de verlo una jaqueca le vino a Kei.
Kageyama se sentó junto a él y le hizo un gesto con la cabeza como saludo. Kei alzó ambas cejas cono respuesta justo en el minuto en que Hinata le revolvió el cabello para luego darle un sonoro beso en la mejilla a Kageyama y sentarse junto a él. Hablaban sobre algo que Tsukishima no se esforzó en entender, concentrado tan sólo en leer el menú y seguir el ritmo de la canción que sonaba en su audífono izquierdo.
Sintió como su audífono era arrancado de su oreja y luego la chillona voz de Hinata se hizo presente. Frunció el ceño, pero aún así miró a sus amigos.
— Tsukishima, éste es Yamaguchi. Lo invité, ¿no hay problema, verdad?
Su vista se nubló por un segundo. Yamaguchi lo miraba nervioso y sus ojos se anclaron en los castaños del pecoso, casi imposible quitar la vista de su rostro.
Yamaguchi sonríe, se sienta junto a él y le hace un gesto con la cabeza como saludo. Tsukishima lo mira con su rostro serio durante todo ese trayecto, incluso sigue mirándolo cuando llega el camarero y les pide sus órdenes. Hinata y Kageyama piden, Yamaguchi susurra algo con suavidad.
— Gracias — y sonríe. Tsukishima asiente, carraspeando.
¿Era idea suya, o ese rascacielos se estaba cayendo un poco?