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Fantasía Mortal por Naomiyaoi38

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Delineó con sus dedos sutilmente sus labios, dejando escapar un trémulo suspiro, sintiendo la expectación crecer en él. Cerró los ojos y sonrió, percibiendo el soplo de la brisa nocturna que se colaba por la ventana agitando ligeramente las cortinas, acariciando su torso desnudo. Fijó su mirada en el espejo mientras se colocaba una camisa roja, contemplando la mirada que le devolvía el espejo de cuerpo completo de su habitación: cuerpo delgado pero de ligera musculatura, piel blanca, labios finos, nariz respingada, ojos de un azul mar tan profundos  y cabello rojo. Un cabello de un tono hermosamente rojizo tan natural que le llenaba de felicidad. ¿Se vería lo suficientemente natural?
 
Revolvió su cabello y algunos mechones se alborotaron. Sí, en su opinión se veía natural. Se había esmerado mucho en ello. Solo esperaba que aquel hombre también lo pensara. No soportaría la idea de que después de tanto tiempo  su fantasía más oscura, quedara destruida.
 
Desde hacía mucho venía existiendo algo que carcomía los pensamientos de Darren  cuando la lujuria le recorría: ¿Qué se sentiría el que mientras le tomaran con dureza e insaciablemente, el frío acero de un cuchillo se deslizara en sus entrañas hasta arrebatarle la vida?
 
No comprendía por qué se sentía así, ni por qué quería eso, mas desde su adolescencia aquella lúgubre fantasía le carcomía. Nunca se había atrevido a decírselo a nadie, y nunca había encontrado alguien que él creyera, pudiera comprenderle. Por eso en el sexo, siempre le faltaba algo. Eso. Eso que atormentaba su mente día tras día sabiendo que no lograría encontrar a nadie que cumpliera su mayor anhelo. Y él terminaba frustrado, masturbándose en la soledad, imaginando cómo se sentiría aquel cuchillo enterrándose una y otra vez en su interior, desgarrando sus órganos, extinguiendo su ser.
 
Y aquello era algo que quizá debería resignarse a que jamás lo podría cumplir. Pero, cuando escuchó la noticia del Asesino Escarlata, una burbujeante emoción creció en él. Un asesino serial que ya había cobrado seis víctimas; todos chicos jóvenes y pelirrojos. El asesino dejaba los cuerpos en solitarios callejones, en poses que parecían que estuvieran durmiendo de no ser por la sangre que manchaba sus ropas, y bajo ellas, los signos de  tortura y haber muerto por puñaladas. Y además, como marca distintiva, dejaba en cada víctima un broche en forma de rosa, de color escarlata. Las autoridades llevaban más de tres meses tras la pista del culpable, y hasta el momento según informaciones que se filtraron a los medios, se sabía que no tenían mucho más allá de algunas pistas, entre ellas que que el asesino parecía actuar principalmente por el barrio Tenderloin. Y esto fue lo que despertó en Darren el tomar una decisión: encontraría la forma de ser la siguiente víctima de ese asesino.
 
Por ello planeó todo con la esperanza de cumplir aquello, estudió la zona, averiguando los lugares de mayor peligro, y se deshizo de su principal inconveniente, cambiándose su cabello rubio a ese pelirrojo que ahora amaba. Finalmente todo estaba listo. Y esta noche tenía la esperanza de alcanzar la cima del placer en medio de brutales embestidas y el gélido acero que laceraría su ser.
 
 
 
 
 
Las calles se tornaban más oscuras y peligrosas a medida que se adentraba a esa zona. El viento sopló y el frío erizó los vellos de su cuerpo. Quizá debió traer algún suéter. Sin embargo prefirió no hacerlo. No quería nada más sobre su aspecto; un jean oscuro ceñido y una camiseta azul claro. Le gustaba cómo se veía y esperaba que al asesino también le gustara. Resopló frotándose los brazos por un segundo en busca de calor, para luego proseguir su camino, a través de una solitaria calle donde los comercios yacían cerrados, aparentando ser un joven cualquiera que se dirigía a su hogar. Caminaba expectante, aunque tras unos minutos un suspiro decepcionado brotó de sus labios. No se había topado con quien buscaba. Solo un par de chicos pandilleros, y unos cuantos borrachos y vagabundos. ¿Sería que en verdad todo su plan fracasaría?
 
Un ápice de tristeza le inundó. ¿Acaso tendría que volver a intentarlo mañana, y si volvía a no tener suerte, algún otro día? No quería que las cosas sucedieran así. Algo le decía que esta era la noche. Que esta la ocasión. El momento. Sí, algo muy dentro de él latía con fuerza diciéndoselo. Pareciendo susurrarle que su sueño sería cumplido.
Tornó su paso más rápido mientras prestaba aún más atención a su alrededor. Aún no se iría.
 
—¿Qué busca un niño cómo tú por aquí? — una voz masculina burlona y afectada por el alcohol, a sus espaldas le sobresaltó.
 
Darren se giró y vio a un hombre que se acercaba a él con una expresión maliciosa en sus rostro, y el paso algo  tambaleante.
 
—¿Y bien, niño? ¿Qué haces por aquí? ¿Te perdiste? Si estás perdido si quieres yo te puedo acompañar — siseó recorriendo a Darren con una mirada un tanto lasciva.
 
Retrocedió un paso y balbuceó, y un incipiente temor y asco. Sí, había venido a ese lugar en busca de sexo y muerte. Sin embargo no de esa manera. No con alguien así. No, tendría que ser con un artista de la muerte como El Asesino Escarlata. En aquellas manos era que anhelaba encontrar su final.
 
—Dime, ¿te acompaño? — siseó esbozando una sonrisa y un par de dientes podridos se mostraron.
 
El vagabundo fue hacia Darren con rapidez hacia Darren, asiéndole con fuerza por el brazo.
 
—Suélteme — espetó buscando echarse hacia atrás y liberarse del agarre.
—Hey, ¿por qué más bien no dejas al chico en paz y te largas? — espetó una ronca y masculina voz. Y el dueño de esa voz apareció repentinamente halando al vagabundo, empujándole hasta hacerle caer de espaldas al suelo.
Observó atónito al hombre que le acababa de ayudar. ¿De dónde había salido ese tipo? ¿Por qué se había entrometido?
 
—¡Cabrón! — gritó el borracho intentando levantarse, aunque tambaleantemente.
 
Los oscuros ojos del hombre recién llegado miraron con pétrea gélidez al borracho, y algo en aquella  mirada pareció intimidar éste, quien se incorporó con cierta dificultad, tambaleándose un poco y viendo con odio a Darren y el otro hombre, mientras se alejaba mascullando insultos.
Darren suspiró aliviado al ver al borracho alejándose. Aquel imbécil no le había hecho nada. Realmente si su vida iba a terminar no sería en esas manos.
 
—Gracias — musitó al hombre.
 
Éste sonrió, y pequeñas y sutiles marcas de la edad madura se acentuaron ligeramente en sus ojos, dándole un aire de maduro atractivo.
 
 —No fue nada. Pero, ¿en verdad qué haces a esta hora por aquí? Es peligroso.
 
—Iba a visitar a alguien. Ya casi llegaba — mintió convincentemente.
A pesar de que el hombre le hubiera ayudado no iba a admitir ante éste las verdaderas intenciones por las cuales estaba allí. Sería una locura.
 
—Pero en serio que estés por aquí solo es peligroso, ¿por qué no me dejas acompañarte, o si es muy lejos llevarte? Mi auto está aquí mismo en la esquina — ofreció el hombre.
 
Darren negó y se obligó a dibujar una sutil sonrisa en sus labios. Empezaba a serle un tanto molesto ese sujeto.
 
—De verdad, gracias. Pero no es necesario — negó ligeramente fingiendo amabilidad, empezando a alejarse.
 
 Una expresión de decepción y frustración se plasmó en su rostro. Las cosas no habían resultado como el esperaba. Sin embargo, salió de sus pensamientos al percatarse de que el hombre que le había ayudado le seguía. Frunció el ceño y una mueca de molestia se dibujó en él. ¿Qué quería ese sujeto?
 
Detuvo el paso llegando cerca del cruce de una esquina con un callejón, donde el poste de luz alumbraba casi moribundamente, y unas polillas revoloteaban alrededor de esa luz casi extinta.
 
Los azules ojos de Darren escrutaron interrogantes al hombre, aunque éste se limitó a sencillamente a mostrarse amable.
 
—¿Qué quieres? — inquirió con cierta exasperación en su tono.
 
—Solo quería volver a preguntarte si en verdad no necesitas que te lleve, ese es mi auto — señaló hacia un Fiat  de color azul que se encontraba en esa esquina —. Realmente para mí no sería ningún problema el hacerlo.
Darren miró hacia el vehículo para acto seguido volver a fijar su atención en el hombre.
 
—Mire, en serio... — comenzó a negar pero sorpresivamente el hombre se avalanzó hacia él, empotrándole contra una pared, inmovilizándole y colocándole un pañuelo sobre el rostro, todo tan rápido que Darren apenas tuvo tiempo de reaccionar.
 
¡¿Qué le pasaba a ese sujeto!? ¿Sería un ladrón?  Buscó liberarse pero la fuerza del contrario le contuvo. Percibió un aroma dulzón inundando sus fosas nasales y abrió los ojos desmesuradamente emitiendo gemidos de protesta. ¡Le estaba drogando!
 
No podía permitirlo. Pero antes de que pudiera hacer algo, la inconsciencia le arrastró.
 
 
 
 
 
Sus párpados yacían cerrados y pesados. Sentía su cuerpo tenso, y un ligero dolor de cabeza. Se removió pero algo se lo impidió. ¿Estaba atado? Abrió los ojos con lentitud y cierta pesadez. Acostumbrando su vista a la luz.
Se percató de que estaba atado a una silla, y se encontraba en una habitación de apariencia abandonada, pequeña y sin ventanas. ¿Qué hacía allí?
 
Los recuerdos empezaron a agolparse en su mente... El borracho, ese hombre, el cloroformo... Ese hombre... ¿Podría ser?
 
—Has despertado, pequeño falso pelirrojo — canturreó una voz a sus espaldas y Darren giró la cabeza, viendo a aquel sujeto que le ayudó en el callejón, con ojos maliciosos, y más allá, Darren observó cómo en la mesa tras de este se hallaban numerosos instrumentos: escalpelos, bisturís, puñales...
 
Una sonrisa imposible de contener fue dibujándose en los labios de Darren y sus ojos brillaron de emoción.
 
—Eres... el Asesino Escarlata — musitó con voz expectante y emocionada, ante lo cual el hombre frunció el ceño.
 
—¿Por qué sonríes? ¿Acaso no me tienes miedo? —su voz se tornó suave pero gélida  acercándose frente de Darren, escudriñándole extrañado por esa actitud.
 
Darren se humedeció los labios, negando ligeramente, y la expresión del hombre se tornó desconcertada. ¿Cómo decirle por qué razón no le temía, que en realidad fantaseaba cada noche con él? Y más aún, ¿el asesino aceptaría cumplirle su deseo? Sabía que mataba a los hombres, pero nunca había tenido ningún intercambio sexual con estos. Pero él, necesitaba esto, suplicaría por esto si fuera necesario sin importarle qué tuviera qué hacer.
—No... No lo tengo — musitó con una trémula sonrisa.
 
—¿Por qué? — inquirió con voz suave pero que transmitía un dejo de peligro, acercando su rostro a Darren y penetrándole con aquella oscura mirada.
 
—Porque... yo quería encontrarte... Quería estar aquí — confesó sintiendo su corazón acelerarse ante esto.
 
La expresión del hombre se tornó dura, aunque en sus ojos se podía notar curiosidad ante Darren.
 
—¿Para qué? ¿Qué buscabas? No creo que seas policía — dijo con un ápice de desdén burlón tomando la barbilla de Darren y asiéndola con firmeza.
Darren tragó saliva.
 
—Para que me mataras... Pero quería que me follaras y me mataras... — dijo con nerviosismo, suplicando internamente porque el asesino cumpliera su fantasía. ¿O acaso solo lo mataría, y cometería la crueldad de no darle su último deseo?
 
El hombre soltó el agarre en Darren, mirándole algo incrédulo, para luego reír suavemente.
 
—¿Estás hablando en serio? ¿Realmente viniste a ese lugar buscándome? Te cambiaste el color de cabello para atraerme... — rozó unas hebras del cabello de Darren con suavidad —. Prácticamente viniste hacia mí, ¿y solo para que te mate y te folle? — una maliciosa sonrisa se formó en los labios del asesino, y de la manga de su camisa extrajo un pequeño cuchillo —. ¿Y si solo te matara, y nada más? — colocó el cuchillo contra la garganta de Darren, y éste tragó saliva al sentir el  filo contra su piel.
 
—Al menos quizá habré cumplido una parte de mi fantasía — contestó cerrando los ojos.  Si le mataba de esta manera ciertamente no sería cómo él espero. Mas al menos exhalaría su último suspiro en manos de quien desde hacía tanto venía anhelando —. Sobre todo después de tanto masturbarme pensando en ti — admitió con una risilla nerviosa y dejando escapar una lágrima. Qué importaba que lo supiera. Al menos ese hombre sería su verdugo.
 
Esperó que quizás el hombre le matara inmediatamente, pero no sucedió nada. Con parsimonia abrió los ojos, posándolos en el contrario el cual  le veía con una extraña intensidad.
 
—Entonces, ¿lo que dices es cierto? — preguntó presionando más el cuchillo contra el cuello de Darren, y una pequeña gota de sangre brotó, deslizándose por el filo.
 
—Sí — contestó en casi un susurro.
 
El asesino le miró fijamente como intentando descubrir algo en Darren, pero luego sonrió.
 
—Para mí mis víctimas no son eso. Son el lienzo del arte que busco plasmar ante el mundo. Por eso son jóvenes. Por eso son hermosos... Pero nunca llevo algo al plano que tú buscas. Pero esta vez a pesar de que me has engañado, pequeño falso pelirrojo, tú admiración hacia mí me hace querer cumplir tu deseo. Si así lo quieres... Te tomaré, y te mataré — susurró contra la boca de Darren y el corazón de éste bombeó con fuerza. ¡¿En verdad lo iba a hacer?! ¡¿Realmente esto estaba por ocurrir?!
 
El hombre acercó su rostro aún más hacia Darren, y el aliento de éste rozó su boca. El corazón de Darren palpitó y este palpito creció cual caballo desbocado al instante en el cual los labios del asesino asaltaron los suyos. Percibió el cuchillo descender hacia su clavícula, aquel frío filo marcando su piel. Mas no tuvo miedo. Solo una intensa excitación que aumentaba en cada célula de su ser.
 
La lengua del asesino rozó sus labios, y se introdujo a su boca, y Darren la recibió anhelante, dando rienda suelta a aquel deseo reprimido, queriendo aún más, aferrarse a ese ser que cumpliría el papel de un ente mortal que sería quien le arrebatara la vida.
 
—Así que es cierto — musitó el hombre  —. Realmente quieres esto. En verdad te gusta esto. Estás enfermo — dijo con un ápice de burla profiriendo una corta carcajada —. Pero, ¿quién está del todo bien en este mundo?
El cuchillo siguió un camino hacia las ataduras de Darren; alrededor de su torso y seguidamente sus muñecas, liberándole.
 
Darren le miró inquisitivamente.
 
—Si será tú final, ya que es la primera vez que trabajo de esta forma, ¿por qué no darle a mi víctima también cierta libertad?
 
Darren sonrió provocativamente, abalazándose sobre el asesino, reclamando aquella boca, apegándose contra aquel duro cuerpo que deseaba que le consumiera; le extinguiera.
 
—Puedes follarme sin preocuparte. Estoy limpio. Lo juro. Estuve preparándome para ti — ronroneó acariciando el miembro del hombre sobre la tela, percibiendo la incipiente dureza, que le llenó de satisfacción al notar cómo el asesino se estaba excitando por él.
 
El hombre rió ligeramente contra su boca.
 
—Creeré en ti. Después de todo con lo único que has mentido es con el hecho de ser un falso pelirrojo — comentó halando con algo de dureza el cabello de Darren lo cual le hizo proferir un gemido —. Además igualmente a la final... Todos pereceremos de algo. Y dudo que yo dure mucho...
 
Besó ansioso a Darren, presionándole con fuerza contra sí, apretando su trasero y empezando con la labor de intentar quitarle el cinturón, pero Darren llevó una mano hacia la del asesino deteniéndole y éste enarcó una ceja interrogante.
 
—No quiero que termine tan rápido. Hay otras cosas con las que fantaseé — un brillo ladino se instaló en sus ojos, y acto seguido empezó a besar el cuello del asesino, descendiendo sobre la tela de su camisa, hasta con parsimonia arrodillarse entre las piernas del hombre.
 
Alzó sus ojos hacia éste contemplándole con lujuria, acercando su rostro al duro bulto que se marcaba ante él, mordisqueándolo y escuchando un gemido que hizo palpitar su propia entrepierna. Con sensual lentitud liberó aquel miembro, percibiéndole palpitar caliente en su mano. Y sin preámbulos, solo haciendo parte de aquello que tanto anheló, tomó aquella hombría entre sus labios.
 
El hombre gimió empujando sus caderas hacia la boca de Darren, quien engulló aún más aquel miembro. Las manos del asesino asieron el cabello de Darren, embistiendo y marcando un ritmo demandante, follando la boca de Darren sin contemplaciones. Darren estimuló los testículos del asesino, jugó con su lengua y usó sus habilidades para complacer a aquel hombre de la mejor manera que sabía. Su propia excitación crecía incesantemente en él, centrándose en darle el mayor placer y espectáculo a quien cumpliría su anhelo.
 
La mano del asesino haló su cabello con presión, deteniéndole, y Darren alzó sus ojos azules, confundidos, mientras sus labios rojos y húmedos aún permanecían alrededor de ese miembro.
 
—Si me voy a correr no será ahí. Por más talentoso que hayas resultado, pequeña puta — dijo alejando a Darren de su miembro y éste solo sonrió dando una última lamida al glande antes de dejarle ir por completo.


—Entonces hazlo ya — suplicó en un jadeo ansioso. Lo necesitaba. Lo necesitaba ya.


El asesino le incorporó, besándole mientras le desabrochaba y bajaba los pantalones de Darren con una brusquedad que no le importó. Le empotró contra una pared, acariciando los glúteos de Darren y rozando su entrada, haciéndole gemir ansioso, y aún más cuando ese dedo se adentró en él sin lubricación. Dolía..., y le encantaba.
 
—Si lo quieres, lo tendrás sin contemplaciones — dijo con dureza aunque con voz excitada al oído de Darren, introduciendo otro dedo y restregando a la vez su propia erección contra el trasero de Darren.
 
—Por favor, por favor. Hazlo ya — jadeó casi lloroso empujando su trasero hacia el asesino. Lo quería, quería que le tomara con dureza, así lo quería él.
—Qué ansioso resultaste, pequeño falso pelirrojo — dijo burlón a su oído sacando los dedos del interior de Darren y acto seguido penetrándole de una sola estocada.
 
Darren emitió un grito ahogado ante el dolor de la intromisión pero no se quejó, ni tampoco lo hizo cuando el hombre empezó a embestirle sin demora. Esto era lo que él siempre había buscado.
 
Sentía aquel miembro abriéndose paso en él con el dolor de la fricción, poseyéndole al igual que sus fantasías. Gimió cuando el dolor se fue mezclando con el placer, sumiéndole en una bruma de éxtasis que consumía su ser.
 
El hombre de repente salió de él y Darren se quejó. No, le necesitaba. Pero el asesino no le dio tiempo de seguirse quejando puesto que le dio la vuelta de frente contra él, empotrando su espalda contra la pared.
 
Aquellos ojos oscuros parecían devorarle, y Darren se aferró al asesino cuando le alzó, embistiéndole nuevamente. Aquellas embestidas le enloquecían, y un sonoro jadeó brotó de sus labios cuando aquellas penetraciones golpeaban su próstata. Estaba al borde.
 
 Aquel hombre le empalaba cual animal de lujuria, chocando su espalda contra la pared, sin prestar atención al dolor. Darren se acarició a sí mismo al compás de las salvajes embestidas, mientras que el hombre mordía con dureza su hombro. Y Darren se corrió, estallando en aquella parte del placer que durante tanto estuvo en sus más oscuros pensamientos, mas, la sensación de  un filo lacerante clavándose en su abdomen, abriéndose paso en sus entrañas, entrando y saliendo una y otra vez le hizo gritar ahogadamente, percibiendo el gusto de la sangre ascender por su tráquea; el dolor agónico consumiéndole.
 
Miró hacia su abdomen, percatándose de cómo el asesino, aún enterrado dentro de él, tenía su cuchillo clavado en el abdomen de Darren, el cual yacía cubierto de varias puñaladas. Lo había hecho. Fijó su vista en el hombre, quien se mostraba ladino, hundiendo más profundamente el cuchillo dentro de Darren.
 
Darren casi gorgojeó aunque una débil sonrisa se plasmó en sus labios.
 
—Gracias — musitó con voz trémula de emoción y felicidad.
 
—Gracias a ti, pequeño pelirrojo. Prometo que haré contigo una verdadera obra — afirmó y Darren sonrió aún más, gimiendo ahogadamente al sentir el cuchillo hundirse hasta el fondo, desgarrando sus órganos, acabando con su vida.
 
Todo había terminado finalmente. Y Darren no pudo estar más feliz.
 
El asesino depositó el cuerpo inerte de Darren sobre el suelo. Nunca esperó a alguien como ese chico. Fue un cambio a sus planes, pero a la final, fue algo delicioso. Una expresión complacida se dibujó en su rostro mientras se agachaba para acariciar un mechón de cabello rojizo que cubría la frente de Darren, contemplando aquellos ojos azules sin vida. No sería un pelirrojo natural, pero era hermoso. Acarició el filo del cuchillo ensangrentado en su mano. Como lo prometió haría de Darren una verdadera obra de arte.
 
 
 
 


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