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Encaje Blanco por GideonBlack

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Notas del fanfic:

Hehe... Espero que les guste.. Surgio de una noticia que lei..

:D

Notas del capitulo:

Me gustan la pareja del orejon y la diva.!

Había revisado el baúl una y otra vez en busca de algo que me otorgara un consuelo momentáneo, un alivio falso, un suspiro. No había nada. Ni siquiera un cigarrillo miserable que pudiese fumar, inhalando profundo, engañando el estómago. No quería beber el brandy. Tampoco tenía nada qué comer y tendría que esperar hasta que llegara la mañana para poder salir de esa habitación horrenda e ir en busca de alguna taberna donde saciar el hambre y ahogar la sed. Hacía no menos de dos horas había estallado una revolución contra el gobierno y los “revolucionarios” corrían por las callejuelas vociferando e incendiando los bancos, edificios del gobierno y las viviendas de los altos funcionarios.

Yo era un simple empleado rural, había llegado en busca de un mejor trabajo y a mi llegada me había recibido una ciudad en llamas. ¿Por qué mierda había abandonado el pueblo donde vivía? Maldije mi suerte, acongojado, y me dispuse a conciliar un sueño agitado.

-¡Sumbae!... se ha quedado dormido con la vela encendida- susurró una voz suave. Entreabrí los ojos y me encontré con un jovencito varios años menor que yo. Tal vez tendría dieciséis o diecisiete. Me miraba, preocupado, y sostenía entre sus manos blancas la lamparilla oxidada de la única fuente de luz que reinaba en la habitación- No hay más habitaciones… El Señor Kim me dijo que podría pasar la noche aquí, pero…-observo como el lindo chico se mordía el labio inferior.

-Está bien- le detuve, porque sólo deseaba dormir- El casero me advirtió que podría tener un compañero de cuarto- le dedique una leve sonrisa.

El chico sonrió aliviado.

-¡Muchas Gracias!- agradeció, inclinando la cabeza. Dejó la vela sobre la desvencijada mesita de madera y se dejó caer sobre el lecho vacío.

Entonces pude verle mejor. Sus ojos eran claros y se veían como diamantes redondos al ser atravesados por la luz de la llama. Estaba turbado, pude apreciar. En su frente satinada brillaban las gotas de sudor que revelaban una posible huida de los malhechores. Y me fijé en su atuendo. Vestía exquisitamente, pero sin saber cómo o porqué, supe que lucía algo extraño.

Yo aún estaba somnoliento cuando el chico, luego de quitarse su saquito de paño azul, deshizo los lazos de su camisa blanca, tiró de la cinta que sujetaba su pelo, y una melena de ondas doradas se desperró lujuriosamente sobre su espalda blanca y sus hombros lechosos como un gran aluvión. Parpadeé, algo contrariado; la luz me hería las retinas.

-¿Qué te ha sucedido en la espalda?- pregunté, observando las heridas. El chico se sobresaltó y me miró, con un poco de temor.

Seguí observándole. Me puse de pie. Ahora sí sabía lo que estaba mal y él intentó ocultarlo. Tras el paño azul del saquito se escondía tímidamente el encaje blanco de unas medias femeninas. Le tomé del brazo con fuerza y él sollozó. Por un momento pensé que se trataba de una mujer, alguna de las doncellas de las casas de los funcionarios, a la deriva al ver a sus señores morir en manos de los rebeldes. Pero yo estaba equivocado y la doncella de las medias de encaje era un jovencito pálido y asustado. Me dejé caer sobre el lecho- Pequeño... Tú...-simplemente no sabia como continuar la oración. Y al verlo a los ojos deje escapar un sonoro suspiro.

Suplicó que lo dejara en paz. Gritó que lo dejara dormir. Que estaba harto de esa vida sucia y miserable y se preguntaba por qué mierda no se había muerto de tuberculosis como su hermana, que había sufrido su misma suerte.

Se me antojó una criaturita frágil y delicada, una figura andrógina y de belleza deslumbrante, como la Venus de Botticelli, con su cabello rubio y sus ojos como piedras preciosas.

A mis veintiún años yo tenía casi claro, diría, mis gustos predeterminados por mi sexo, pero aquella semi desnudez de nácar, que había confundido con la de una mujer, más terrible que la desnudez consumada, se me hacía inusitadamente apetecible.

Lo contemplé, boquiabierto, mientras se colocaba un camisón de color rosa pálido con corte imperio que me pareció encantador. Estaba claro que había sido diseñado para una joven y las dos pinzas hechas para armonizar el busto se veían inutilizadas. Él las contempló, con los ojos color miel perdidos en la profundidad de un anhelo imposible.

-Ya eres bonito sin ellas- le dije, de repente, sin pensar- Y he conocido mujeres de pechos enormes, tan horribles como cabras viejas- Mis palabras le hicieron gracia y sus pequeños hombros se sacudieron en medio de una risita cristalina y aguda, digna de él y sus medias con encaje blanco.

Me miró, algo avergonzado- ¿De verdad te parezco... bonito?- me preguntó, con la voz quebrada y sus mejillas sonrosadas. Completamente seguro le respondí que sí.

Él sonrió y una única lágrima de plata atravesó su mejilla y cayó sobre la seda del camisón. Y me contó entonces de su precaria situación.

Tras la muerte de su hermana había padecido las persecuciones de los hombres que habían sido los clientes de ella y, cautivados por su parecido, lo habían sometido a los mismos usos y abusos. Con el paso de los meses había aprendido a sacarle provecho a eso; ataviado con los humildes vestidos de la difunta, recorría las calles de los barrios en busca del dinero para comer. Entonces había aparecido él, un joven de modales exquisitos, cabello oscuro, al igual que su tez morena, cuerpo bien proporcionado, labios apetecibles y mirada seductora. Lo había seducido una noche y a los dos días lo desnudaba ansiosamente en una habitación del puerto. Pero había descubierto su condición de hombre. Y todo se había ido al diablo.

-¿Estabas enamorado de él?-pregunté, en voz baja. No sabía porque pero tenía una extraña sensación en mi pecho.

-No…-respondió- Era muy bueno y amable, nunca se dirigió a mí con palabras groseras. Pero cuando vio que...- bajo la mirada y señaló la inexistente depresión de su pecho y más lágrimas rodaron por su rostro- Me insultó y me golpeó...-sollozo profundamente- y… y  me violó.

Me acerqué a él y le tomé la mano, aspirando el aroma a flores de su cabello, sintiéndolo sacudirse con cada sollozo.

-Ese hombre no merece que le recuerdes-le dije- Si no le agradó que fueses un chico, no tendría por qué haber abusado de ti. Era un egoísta y un canalla. Olvídalo de una vez, ya recibirá su merecido.

El pequeño me soltó y se secó las lágrimas con el dorso de una mano blanca.

-¿Cómo te llamas?-quiso saber, cambiando drásticamente de tema.

- ChanYeol, Park ChanYeol ¿y tú, pequeño?- Si él sabía mi nombre, yo tenía derecho de saber el suyo, así funcionaba ¿No? Soltó una pequeña risita interna al pensar esto

-BaekHyun, Byun BaekHyun- bajo la mirada ante la mención de su nombre con un hermoso sonrojo.

Sonreí, era un nombre realmente bonito. ¡Rayos! Nuca pensé algo como eso.

-¿Dónde vives ahora, Baek?, Puedo llamarte Baek ¿verdad?-pregunte con una amplia sonrisa en su rostro.

-Oh, no tengo vivienda fija. Duermo cada noche en un lugar distinto, en una cama distinta... con un hombre distinto- suspiro y profeso las palabras con un poco de aprensión- Y… Si, llámame como desees-esbozo una leve sonrisita.

Me ruboricé por sus palabras. Eso fue muy directo.

-Me pregunto-comenzó- si yo fuese una mujer, ¿Podría ser feliz? No necesitaría prostituirme, me casaría con un chico bueno como tú, tendría hijos...

Y no soporté más. Decía cosas que me hacían sentir una mezcla de lástima y bochorno. Lo sostuve entre mis brazos. ¿Cómo podía ser posible? ¿Cómo era posible que esa criatura llorara su soledad? ¿No había nadie que respondiera a su desesperada necesidad de amor?

-Me gustaría ser mujer y casarme con un hombre bueno como tú- susurró, en mi hombro.

Entonces podría decirse que comprendí porqué había abandonado el campo y llegado a la ciudad justo cuando los rebeldes habían hecho estallar la revolución. Yo creía en el destino.

Lo tomé de las caderas, apoyé la mano en su vientre y la deslicé por su pecho, plano, suave bajo la seda rosa. Sollozó de la sorpresa y me miró fijamente a los ojos, horrorizado.

Temeroso, le dirigí una sonrisa tímida antes de besarlo en la boca con delicadeza. Está de más decir que jamás había besado a un hombre, pero ese ejemplar de macho deliciosamente travestido me inspiraba casi el mismo sentimiento que la única mujer que había amado y que me había abandonado. BaekHyun se sorprendió tanto que quedó inmóvil junto a mí, con el corazoncito desbocado. Fue sólo cuando lo empujé hacia el colchón cuando un asomo de su experiencia afloró y se apropió de sus manos blancas, que ansiosamente me despojaron de mi camisa. Le quité el camisón, oyendo en el silencio sólo el retumbar de su corazón, su respiración agitada y la caricia que la seda le hacía a su piel.

Hasta su rincón más oscuro era rubio y me estremeció peligrosamente el triángulo de vello dorado que coronaba su excitación despierta. Me solté el cinturón, sin dejar que la pasión me dominara. Mi pequeño ángel de pelo largo  me ayudó a quitarme los pantalones y gemí de placer y sorpresa cuando buscó mi miembro con sus manos y lo guió hacia su boca. Me mordí los labios para que los jadeos murieran en mi garganta, cerré los ojos en vano para evitar correrme con sólo ver la imagen de lo que estaba padeciendo tan a gusto...

-Pequeño, bebe, detente- le supliqué. Él levantó la cabecita rubia y me sonrió con picardía. “Es el demonio”, me dije a mí mismo; un demonio vestido de señorita, con medias de encaje blanco. Entonces, el demonio vestido de señorita se tumbó sobre la cama, con las piernas separadas y los ojos acuosos. Aún tenía las medias puestas y no pude reprimir un gemido. Por eso, porque que no estaba completamente desnudo. Era lujurioso a niveles insultantes. Y yo estaba perdido. Me coloqué entre sus piernas, le acaricié los muslos, el vientre y me incliné para besarlo otra vez. Empujé las caderas hacia adelante y la punta de mi sexo dispuesto acarició su entrada.

Se tensó al instante, tomado por sorpresa, pero luego se aferró con fuerza a mi espalda y yo embestí nuevamente. Y comencé a penetrarlo. Era estrecho al principio, pero luego fue dilatándose de forma exquisita, obsequiándome un placer enloquecedor. Hervía. Todo mi cuerpo hervía, mi sexo hervía, apresado, duro, húmedo. Baek hervía, la piel de su rostro, antes blanca, brillaba del sudor que caía de su frente, por sus mejillas sonrosadas. Gemía y yo no podía creer que ese demonio vestido de señorita me estuviese llevando al éxtasis, consumiéndome, olvidando el cansancio, saciándome de él, bebiendo de su cuerpo.

-Ah... ¡ChanYeol!- jadeaba una y otra vez. Yo no quería abrir los ojos. A pesar de ello no pude y los abrí, abrí mis ojos y lo vi a él, con los suyos semi cerrados, hechos agua, su cabello desparramado por la almohada, su boca abierta, lanzando gemidos al aire.

Embestí y me corrí, en su interior; jadeé exhausto, mareado, y él sollozó profundamente, en un gritito agudo y desesperado, con la voz ronca, acabada ya. Alargó los brazos hacia mí y yo no pude hacer más que aceptarlos, complacido y hechizado. BaekHyun me besó los hombros con devoción y yo le acaricié el rostro y las mejillas, que aún ardían.

Y así, agotados, mojados y aún saboreando el clímax. Olvidados completamente de los horrores que sucedían hotel afuera, nos dormimos en los brazos del otro.

 

El sol me daba de lleno en el rostro. Confundido y atontado abrí los ojos y los cerré luego, deslumbrado. BaekHyun no se encontraba junto a mí. ¿Dónde estaba? No se hallaba en la habitación, aprecié, paseando la mano por el espacio vacío. ¿Se habría ido? Somnoliento, oí la puerta del dormitorio abrirse con un chirrido agudo. Giré la cabeza, con anhelo. Y allí estaba el demonio, con su camisón de seda rosa y con las medias de encaje blanco. Se sonrojó al verme allí en la cama, aún desnudo. Traía una bandeja.

-Bu... Buenos Días, ChanYeol... ¿Quieres desayunar?-pregunto con una muy tierna sonrisa en sus labios.

Le sonreí. Él dejo la bandeja sobre la mesita. Tiré de su brazo y cayó sobre la cama, sobre mí.

-Buenos Días. Mi hermoso ángel-susurre y al ver sus mejillas completamente rosadas. Tome sus labios en un tierno beso. Acariciando su espalda.

Si, definitivamente, a esto había abandonado mi pueblo. Para encontrar a mi persona especial y cuidar de esta y entregarle mi todo.

Notas finales:

Dejen algun comentario.!

Disculpe si hubieron errores


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